21. No eres opción, eres privilegio
Dedicado a NicoleAzucena13. ¡Gracias por dejar comentarios!
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21. No eres opción, eres privilegio
Me hallo justo a dos calles del lugar en el que debo encontrarme con Ivanna. Como aún tengo tiempo, me detengo a observar los titulares de noticias en un puesto de periódicos y platico con el vendedor. Aún tengo media hora. Nada perturba mi paz, nada me obligar a mover los pies rápido hasta que recibo una llamada que no espero.
Como no tengo el número guardado cojo el teléfono con duda.
—¿Diga?
—¡Luca, muchacho! —Me saluda al otro lado una voz que reconozco.
—Señor Rodwell.
No puedo esconder mi sorpresa. Es la llamada que he temido recibir.
—El mismo —contesta él de buen humor—. ¿Cómo estás?
—Bien —Abandono el puesto de periódicos, llego a la esquina de la calle y espero a que la señal peatonal esté en verde para avanzar—. Voy camino a juntarme con Ivanna.
—¿En dónde?
—Hotel Galería. Tenemos un desayuno.
—Estupendo —La voz de Rodwell está rodeada de murmullos. Puede que también se encuentre en una reunión—. Hablando de eso, muchacho, hace unos minutos me hicieron llegar la información de que Ivanna estuvo en Becker Steak House —baja su tono considerablemente y parece alejarse de los murmullos—. ¿Es así?
Al mismo tiempo que termino de cruzar el paso de cebra, trato de pensar una respuesta: El señor Rodwell puede estar probándome, de manera que, de pillarme mintiéndole, me despediría y eso, dada la situación actual de mamá, no me lo puedo permitir. Por otro lado, si le digo la verdad, estaría traicionando a Ivanna y ella, como sea, está poniendo de su parte para llevarnos mejor, además de que Clarissa me aconsejó no fallarle hasta decidir de qué lado estaré.
Tampoco puedo quedarme callado. «Vamos, contesta rápido»
—Este... sí. Sí. Ahí estuvo.
—¿Qué platicó, Luca? —Es directo. ¿Y por qué no serlo? Me contrató para darle información.
—Pues... más que todo fue una plática personal —No voy a mentirle; le daré la información a la mitad—. Karin Becker, hija del dueño, tiene muchos problemas con su novio. ¿Se los platico?
—No es necesario. ¿No comentaron nada acerca de Doble R? ¿No se cerró algún acuerdo?
—Como ya mencioné, señor, la plática me recordó a las que suele tener mi mamá con sus amigas —Trato de avanzar rápido. Ahora siento que llego tarde—. No es por nada, pero el novio de la chica es un verdadero cabrón. Con decirle que en frente de ella se puso a flirtear con Ivanna.
—Ya veo —No es la información que quiere—. ¿Tampoco acordaron tener otra reunión?
—Como usted también sabe, Ivanna no me tiene confianza. Al salir me pidió esperarla dentro del coche y regresó sola al lugar... Tardó solo unos minutos dentro. No sé qué más hablaron.
Esto tampoco es mentira.
—Comprendo —Se oye decepcionado—. Hazme un favor, Luca. Llámame si se vuelven a reunir.
—Que te avise donde están —escucho decir a alguien. Es más, casi estoy seguro de reconocer la voz de Lobo.
—Y me avisas dónde están —repite el señor Rodwell—. Fíjate bien a qué lugares van, Luca. Sobre todo si se trata de las «cuentas imposibles». ¿Tienes el listado?
—Sí —Ya estoy en el hotel, pero no puedo entrar si aún estoy al teléfono con Rodwell.
—Y en cada reunión anota nombres, direcciones y números de teléfono. Cuento contigo, Luca.
—Pues tengo el nombre del novio de...
—No me interesa ese tema —repite, tajante, y trato de no reír—. Otra cosa...
—Le escucho, señor.
—Sé que has estado limitado de dinero —Escuchar eso me vuelve a poner en jaque—. Pídele permiso a Ivanna para ausentarte un rato por la tarde y ven a Doble R por un cheque. Te daré un adelanto.
—No es necesario, señor —Me pone nervioso.
—Sí que lo es —Y cuando trato de decir algo más agrega—: Hazlo por tu familia.
«Mi familia» ¿Qué más puedo contestar?
—Busca a Mago Perman —indica.
—Bien... Gracias, señor.
—Seguimos en contacto, Luca —se despide y cuelga.
Un adelanto.
¿Realmente le preocupa mi situación o lo utiliza como incentivo?
Como ya mencioné, la primera reunión del día es en el restaurante del hotel Galería; Ivanna entregará un informe. No obstante, de última hora, hace unos minutos mientras hablaba con el señor Rodwell, me envió un mensaje pidiendo que nos encontremos en el estacionamiento. Nunca me había pedido algo así.
Rodeo el estacionamiento buscando el Maserati, son tres filas de coches de lujo y, por lo mismo, no lo encuentro hasta que Ivanna hace sonar la bocina.
Hago mi camino hasta el coche.
Entro por el lado del copiloto, y espero algún tipo de indicación, pero mi boca cae abierta antes de que, si quiera, pueda decir «Buenos días». Ivanna está sentada en el asiento del piloto con ambas manos y apenas un pedazo de tela gris cubriendo su pecho. Anonadado, al intentar entender qué sucede, advierto que el pedazo de tela es una blusa que se sujeta por la espalda.
—Se me desató esto —dice en un tono de voz apenas audible, un susurro, y, sin prestarme demasiada atención, se gira de modo que solo pueda ver su espalda—, ayúdame a arreglarlo —indica.
Después, enrolla su cabellera en una mano para también sujetarla. Ahora, con una mano detiene la blusa y con la otra su cabello.
Actúa natural, como si no fuera la primera vez que me pide algo así, ajena al hecho de que mi corazón está a punto de saltar hasta mi boca. Me siento estupefacto, y como no reacciono, ella mueve su cabeza a manera de preguntar qué sucede.
—Sí. Claro —digo, encontrando por fin mi voz y lentamente acerco mis manos a las tiras de la blusa, las cojo y, nervioso como nunca antes, trato de entender cómo volver a atarlas.
—Un nudo sencillo —pide Ivanna y asiento sin realmente estar seguro de lo que hago. Esta mujer me tiene de rodillas. Su espalda, una curva entintada por una constelación de lunares, es tan perfecta que parece esculpida por el mismo Miguel Ángel Buonarroti; y, sumando a lo febril de la situación, la blusa desatada está acomodada de tal forma que me permite ver parte de sus senos. Si por accidente se cayera un poco, solo un poco, permitiéndome ver su pecho por completo, podría morir de un ataque al corazón aquí mismo.
Coloco una tira sobre otra y las entrelazo de la misma manera que hago nudo a mis zapatos. Es inevitable que durante el proceso no roce su piel con los nudillos de mis dedos. Mis pantalones están a punto de explotar. De cualquiera manera, como si esto fuese una tortura, cuando estoy por terminar, Ivanna deja caer su bolso y rápido se inclina para recogerlo, volviendo a desatar las tiras que aún se encuentran en mis manos y, en consecuencia, igualmente dejando caer la blusa. «¡Mayday, mayday, mayday!» Pudiera verla a través del cristal de la ventana, pero no me atrevo; ella debe estar pendiente y advertiría que husmeo.
Cuando vuelve a sujetar contra ella la blusa, cojo de nuevo las tiras y otra vez intento atarlas. A través del vidrio de la ventana mis ojos se encuentran por primera vez con los de ella, que me mira frívola; como si esto, insisto, fuese algo que hiciéramos siempre. Por mi parte, no puedo sonreírle, con esfuerzo no he hecho combustión donde estoy sentado.
Cojo aire y poniendo todo de mi trato de respirar con cautela para no hacer ruido. También estoy temblando.
A pesar de que debo mantenerme cerca, me alejo unos centímetros para luego no tener que justificar la incuria de mi escudero. El sinhueso es un caballo desbocado dentro de mis calzoncillos.
«HIIIIIIIIIN», relincha.
Que no daría por besar su espalda, su hombro, su cuello...; pero eso es tan solo un sueño guajiro.
—Asegúrate de que quede bien —pide Ivanna.
Asiento.
Se me escapa un suspiro y cierro mis ojos sintiendo vergüenza. «Solo apresúrate», me recrimino y trato de anudar lo más rápido posible los tirantes mientras escucho a Ivanna tararear una canción. Sí, tararear. No siendo consciente de lo que provoca... o quizá si es consciente, comienzo a cuestionarme.
—Listo —grazno y ella deja caer su cabello.
—Vamos —dice, sonriendo, dejándome verle de perfil; con mi mirada concentrada en su pecho y sus labios. Otra vez asiento.
De camino al vestíbulo, procuro acomodar la bandolera frente a mi entrepierna. No ayuda que camine detrás de ella viendo su trasero y sus pies sobre tacones de aguja. Ivanna es el deseo hecho mujer.
—Voy al baño —digo al llegar a la recepción.
—Te espero adentro —contesta ella con el mismo tono frívolo y la miro caminar hacia el área de restaurante.
Entro al baño corriendo. Esto es peor que aguantar las ganas de orinar. Dentro solo estoy yo y otro tipo. Mejor... Mejor... Busco un cubículo y, una vez gozo de intimidad, dejo caer mi bandolera a un lado del váter.
Comienzo a desabrochar mi cinturón.
—Bien, amigo, esto será rápido, pero brutal —digo al Sinhueso sin rodeos.
Con mi mano aún palpitando, entro al restaurante y busco la mesa en la que Ivanna ya me espera; el mesero le está sirviendo jugo de naranja en lo que ella revisa su teléfono. Al llegar, con la misma actitud estoica me pide ordenar.
—Hot Cakes, mantequilla y mermelada de fresa —digo al mesero y después me dirijo a ella—: Necesito pedirte un favor —Sin levantar la vista de su teléfono me indica seguir hablando—: Hace un rato hablé con el señor Rodwell. Me pidió ir por la tarde a Doble R.
—¿Para qué? —pregunta, molesta. Ya no pone atención a su teléfono.
—Un trámite de Recursos Humanos.
Y aunque no digo qué tipo de trámite, ella no deja de mostrarse molesta. No tengo claro si se debe a que hablé con Rodwell, siendo el caso que ella no lo tolera, o porque debo marcharme.
«Quizá piensa que darás información», advierto, pronto. Y quiero aclararle que no, hasta me siento más derecho en el asiento; sin embargo, el grito adolorido de una mujer me interrumpe.
—¡Tú, zorra! —grita, caminando en largas zancadas hacia nuestra mesa, adueñándose por completo del ambiente del lugar.
La mujer es joven; sin embargo, luce cansada, su cara no tiene una gota de maquillaje; viste pantalones de chándal, una camiseta sencilla y su cabeza está cubierta con una mascada que está a punto de caer al piso, revelando que apenas tiene cabello.
Está enferma.
Ivanna se apresura a ponerse de pie, reacciona rápido y, a la vista de todos, le coge de la mano antes de que pueda plantarle una bofetada. También me pongo de pie.
—¡ESTUVISTE CON MI ESPOSO EL LUNES! —recrimina a Ivanna y esta no acepta ni niega nada, solo le mira seria—. ¡TREPADORA, BUSCONA, DESVERGONZADA...!
Una enfermera y otra señora que llama «hija» a la mujer, la toman por el hombro y un brazo, rogándole dar marcha atrás, pero Ivanna aún la sujeta del brazo, esta no quiere marcharse hasta no cogerle por el cabello.
—¡No vale la pena, hija! —dice la señora a la mujer, mirando con odio a Ivanna.
—¡Y NO ES EL ÚNICO CON EL QUE TE ACUESTAS, PERRA! —le sigue gritando la otra—. ¡CUIDEN A SUS MARIDOS, SEÑORAS! ¡CUÍDENLOS!
Ivanna no baja la guardia.
—Vamos, hija.
—¡ME QUIERES ENTERRAR! —grita con más ahínco la mujer mientras la enfermera la coge por la cintura y por orden de la señora se la lleva cargada—. ¡ME QUIERES ENTERRAR!
Del enojo inclusive deja caer la mascada, dejando al descubierto su cabeza calva, provocando de inmediato un clamor general y pena, mucha pena; y por ende, el odio hacia Ivanna; pues una vez se marcha, las miradas se dirigen a mi jefa, que continúa firme, imperturbable, y de esa manera vuelve a ocupar su asiento.
Pese a los murmullos, en ningún momento baja la cabeza o demuestra incomodidad a los presentes. No obstante, desde donde me encuentro yo, y cualquiera que ponga atención, puede notar que su pecho sube y baja, su respiración está acelerada y sus ojos se entrecierran. Está molesta. Es como un toro embravecido. Alguien debe de pagar.
Al cabo de un par de minutos, aunque intenta comer, vuelve a perder los estribos y deja caer su tenedor. Aún no puede controlar el enojo y las miradas de cotilla a su alrededor no ayudan.
Coge el teléfono, parecer querer llamar a alguien, pero no se decide.
Yo me siento molesto. Me enferma que la gente de otras mesas la mire como si creyeran saber todo de ella. Y aunque puede ser contraproducente, no puedo solo ver. No puedo.
—Eres mucho mejor que esto —digo, y aunque Ivanna levanta su barbilla denotando que pone atención a lo que digo, no voltea a verme; apenas lo ha hecho desde que la mujer se marchó—. Y... está bien que tengas a muchos hombres detrás de ti, eres... impresionante, estoy seguro de que hay una fila —Me inclino sobre la mesa para hablarle más de cerca, quiero que esta vez me escuche—: y, por lo mismo, mereces ser la única, que saquen número para verte en lugar de ser tú la que espera su turno. No permitas que te miren como una opción cuando eres un privilegio.
Al fin me mira... y lo hace como nunca antes. Como si por primera vez desde que llegue me pusiera atención.
—Yo te admiro mucho —continuo—. Y no me gusta pensar que crees no merecer algo mejor.
—No es así —dice Ivanna, haciendo a un lado su teléfono. Me dará explicaciones. Me dará explicaciones a mí.
O eso parece querer hacer hasta que Marinaro se sienta a su lado.
—Ivanna —dice, angustiado, entrando en mi campo de visión. Yo la miro a ella, y la atención de ella va de mí a él—. De verdad lo lamento —Toma su mano, ella no lo aparta, ni siquiera le inquieta, y eso es todo para mí. Molesto, salto de mi asiento y sin mirarla hago mi camino hasta el vestíbulo.
¿Por qué lo soporta?
Hay infinidad de hombres mejores que él.
¿Por qué ponerse en esta posición... por él?
¿Lo ama?
¿Tanto lo ama?
Al llegar al vestíbulo tomo asiento y entierro mi cabeza entre mis manos. No puedo hacer más que esperar pese a que algo dentro de mi quema.
No dejo de repetirme que él no es lo que ella necesita.
No dejo de repetirme que ella es mucho mejor que él.
Así paso media hora hasta que me pongo de pie cuando la miro caminar hacia mí. Como siempre, luce seria; altiva, soberbia. ¿Me echará en cara lo que le dije? ¿Me regañará por irme como me fui?
—Ve a Doble R —dice.
Asiento agradecido de que tomara de buena manera la petición de Rodwell.
—Vuelvo en cuanto termine el trámite
—No. Quédate allá —dice, sorprendiéndome. Tal vez no la tomó tan bien como creí... o de nuevo solo me quiere lejos—. Le llamaré a Grisel para que te de una tarea hoy y mañana.
—¿Mañana?
¿Por qué me duele escuchar esto?
—Sí. Hoy y mañana pasarás el día en Doble R. Nos veremos hasta la hora de la gala —Da media vuelta—. No faltes.
Quiero pedirle mayor explicación pero no puedo. ¿Quién soy yo para hacerlo? ¿Quién soy yo para decirle que su indiferencia pasó de molestarme a lastimarme cuando, ni si quiera, y lo deja claro, merezco su más mínima atención?
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Y llegamos al tan esperado viernes 7u7
¿No les conmueve Luca? Qué mala es Ivanna :c
¡Gracias por seguir las cuentas de instagram de los personajes principales! LucaBonanni93 e Ivanna.Rojo A lo largo de la novela ambos postearán fotos que servirán para dar pistas de lo que sigue: qué harán, dónde estarán, a quienes conocerán y demás c: Haremos interactivo esto.
Por último, de nuevo mil gracias por dejar su voto.
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