1. Se me asigna el apodo: la carnada

Capítulo dedicado a  Adrinett_Starco_Love

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1. Se me asigna el apodo: la carnada.

Febrero de 2015.

HOJA DE VIDA

Nombre: Luca Bonanni.

Fecha de nacimiento: 18 de febrero de 1993. Nací por cesárea (me enredé con el cordón umbilical) y fui sietemesino. Esto es importante aclararlo porque explica muchas cosas.

Edad: 22 años.

Estado civil: Soltero, pero tengo sexo online.

Dirección: Cipreses I. Casa número 26 (la que tiene un buzón semi gay)

Teléfono: No tengo. En buena onda llámele a mi mamá y pídale que me dé el mensaje.

Correo electrónico: [email protected]

FORMACIÓN ACADÉMICA

Graduado en Hogwarts (por un pelo squib)

Aprendiz de Gandalf.

Especialista en boxeo, Taekwon-do, fútbol americano, fútbol soccer, y fórmula 1 (todo en videojuegos)

EXPERIENCIA PROFESIONAL

YouTuber.

Trekkie, Whovian, Ringer, Westero, Narniano, Potterhead y Marvelita.

Especialista en cosplay de todo lo antes mencionado.

Guía turístico de World of Warcraft, Minecraft, Coruscant, Endor, Tierra media y Poniente.

Orador especializado en novela gráfica y ya, entrando en confianza, pornografía hentai.

Objetivo profesional: Ocupar el trono de hierro.

PREMIOS Y GALARDONES:

La colita más sexy del Jardín de niños de la señorita Lucy.

Primer lugar en elaboración de osito de plastilina, también en el Jardín de niños de la señorita Lucy.

Estrellita por puntualidad.

Estrellita por participar en clase.

Estrellita por compañerismo.

Estrellita por no perder ninguna de mis estrellitas. Todo en el Jardín de niños de la señorita Lucy.

Presidente de la clase en primero primaria. Logros: Propuesta formal e impulso de debate sobre cómo optimizar el uso del jabón líquido del baño.

HABILIDADES

Sé comer con tenedor y cuchillo.

Más de 5000 seguidores en Instagram. No tiene que ver ser confundido con el niño de «La profecía»

Aspirante a imitador oficial de Locomía y Alaska y Dinarama.

Habilidades Sexuales

Masturbación eficaz (me inspiro cuando tengo como música de fondo la obertura de Guillermo Tell)

Puedo masturbarme con la mano izquierda mientras me nalgueo con la derecha (como prueba un vídeo en Youtube)

Especialista en la técnica El anillo constrictor.

Erección inmediata al ver fotos de Sofía Vergara.

Tengo filia con los disfraces.

Siempre disponible para sexo vía videollamada.

Otras habilidades:

Tocar mi nariz con mi lengua mientras tarareo Hakuna matata.

Engullirme un paquete completo de m&m's, masticarlo y tragarlo sin vomitar.

Terminar mi tazón de Zucaritas antes de que las hojuelas se ablanden dentro de la leche.

Memorizar diálogos de películas basadas en cómics (excepto Daredevil)

Sobreviví al 2012.

REFERENCIAS PERSONALES/PROFESIONALES:

Linda Bonanni (mi mamá)

Clarissa Bonanni (mi hermana menor)

África salvaje (teleoperadora erótica favorita de la línea caliente Fresas con chocolate)


Molesto, minimizo el archivo de mi supuesta hoja de vida y, como es ya costumbre cada noche, inicio una videollamada con Alex y Roy.

«Ahí están». Ahora los veo a ambos en la pantalla de mi laptop. Acerco mi cara a la cámara web para que miren mi ceño fruncido y, de esa manera, hacer notar más mi enojo.

—¡Si serás pendejo! —digo directamente a Alex.

—No he terminado de buscar mi centro —musita él dejándome ver que tiene colocadas sus manos en pose de oración. Le ha dado por participar en cosas New Age.

—Búscalo entre tus huevos.

—Pero me ayudas —Por fin me mira directo.

—¡Eres un imbécil!

—Y así me quieres —No deja de sonreír.

Tiro de mi cabello con enojo.

—Es en serio, ¿a eso le llamas ayudarme con mi hoja de vida?

No se inmuta y verlo en posición de buda solo me enoja más.

—¿Puedo explicarte una vez termine de buscar mi centro? —vuelve a cerrar sus ojos.

—¡Que lo busques entre tus huevos!

—¡LUCA! —grita mamá desde la habitación continua y lanzo un puñetazo al aire.

—Luca, Luca, Luca —Alex de nuevo abre sus ojos.

—¡La entrevista es mañana! —sigo quejándome.

Él finalmente se incorpora.

—Carajo contigo —se comporta como si fuese la víctima—. Ya —hace un gesto de indiferencia—. En el mismo correo te adjunté otro archivo.

—Es cierto —Lo defiende Roy interviniendo por fin. Suele distraerse jugando Metal Gear Solid.

Abro otra vez el correo electrónico y me doy cuenta de que tienen razón. «Mierda».

—¿Ya lo viste? —inquiere Alex, indignado.

—Sí —gruño.

—Cielos, Luca —Es mi turno para recibir un sermón.

—Gracias.

—¡Era broma!

—Sí —Paso una mano sobre mi cara denotando cansancio.

—Eres tan aguafiestas, simio culón.

Inhalo... exhalo.

—Estoy nervioso.

—Pídeme perdón —Alex adopta una actitud mayestática y pronto escucho una carcajada.

—Pornografía Hentai, Dios mío —Es la voz de Roy.

Echo mi silla hacia atrás.

—¡¿Lo está leyendo Roy?! —reclamo a Alex.

Me guiña un ojo.

—Envié el correo a ambos.

—¡No puedes ser más...! —Y aunque todavía me siento enfadado, me relaja ver que casi tengo todo listo.

Alex ha sido mi mejor amigo desde que recuerdo, fuimos juntos al jardín de niños de la señorita Lucy, y aunque veces quiero matarlo, es como un hermano.

—Bromas dignas de chico virgen —Lo perdono.

—No soy virgen —se defiende aproximando su fea cara a la cámara web.

—Tú eres el que solo tienes sexo online.

—Entonces tú también eres virgen.

—Yo ya tuve novia —Le recuerdo, digno.

—Hace mil años.

—Hace dos años.

¡Y dos años, son dos años!

—La vida amorosa de ambos es patética —trata de mediar Roy.

Él es el árbitro, el voto decisivo, el conciliador. ¿Qué haríamos sin Roy? Por fortuna se nos unió en primero. Él fue mi secretario cuando presenté mi propuesta para optimizar el jabón líquido del baño.

—¿A qué hora es la entrevista? —me pregunta Alex.

—Ocho en punto —Y ya estoy sudando.

Con la misma actitud «magnánima» se pone de pie y acerca su fea cara a la cámara web. Ahora sólo puedo ver su frente y sus ojos.

—Ya sabes que si todo sale mal siempre puedes trabajar con el tío Alex.

Me gustaría decir que está bromeando, pero no.

—Lo que tú me pagas solo me alcanza para la suscripción de Spotify.

—Porque tenemos que ampliar nuestro mercado —Toma asiento y esta vez adopta un tono empresarial—. Necesitamos un mejor socio.

—Mi capital no da para más, lo lamento —se disculpa Roy.

—Tampoco cuentes conmigo —soy claro—. Tengo que empezar a comportarme como un adulto responsable.

Saco de un cajón la corbata que me prestó mi abuela para empezar a practicar el nudo.

—Oh, ahora tendrás amigos importantes —me empieza a echar en cara Alex. Porque, Dios, un Alex sensible es peor que un Alex trol.

—Cállate.

—Tomarás café en Starbucks y actualizarás tu Insta todos los días con cosas tipo «Aquí en un café con mis amigos importantes» y ¡pum! una selfie sosteniendo un café helado que tiene escrito tu nombre.

Roy esboza mueca:

—Eso es gay.

—No es gay —niega con la cabeza Alex mirándole con seriedad—. Ya debatimos qué cosas son gay y cuáles no. ¿Decirle a Luca que se ve bien con el disfraz del Hombre araña? Gay.

—¡No lo he vuelto a hacer! —asegura Roy.

Alex insiste:

—Parpadear, sonreír, suspirar o hacer cualquier tipo de movimiento brusco cuando Steve Rogers sale de la cápsula convertido en súper soldado... Gay... Ultra gay.

—Pero tú suspiraste.

—Me estaba ahogando con un Cheeto.

—¿Okay? —No insisto.

—Lo mismo hacer comentarios tipo «Que musculosos tiene los brazos el actor que interpreta a Thor» sin mantener un tono de voz claro.

Levanto mis manos en son de paz:

—Ese fuiste tú otra vez

Mi amigo levanta su barbilla con orgullo.

—Porque remarqué lo obvio.

—Pero luego añadiste «Abrázame mientras acaricio tu Mjolnir» —le hace ver Roy.

—Porque quería medir su fuerza —enfatiza Alex—, y todos quieren tocar el Mjolnir. Quizá no puedan levantarlo, pero tocarlo...

—«Levantarlo». «Tocarlo» —Roy bufa—. Eso sonó gay.

—¡Porque Marvel es gay! ¡Ya les he dicho que...!

Hago un gesto de que eso no me importa ahora y a pesar de las quejas abandono la videollamada.

Abro Spotify y selecciono Have You Ever Seen The Rain de Rod Stewart. Que suene tan fuerte que haga explotar mis oídos. Necesito que la inspiración venga a mí. Es hora de trabajar, si es que puedo, si me concentro.

Mi habitación luce tan desordenada como mi vida, pero en mi desorden hay orden. ¿Tiene sentido? Aunque será mejor que mamá no escuche eso.

Las cuatro paredes están tapizadas con mis dibujos, disfraces de las convenciones a las que asisto y fotografías de mamá, papá, el abuelo y mi hermana Clarissa.

I want to know, have you ever seen the rain? —canto para mi. Si quiero escuchar música a todo volumen tiene que ser la favorita de mamá, de lo contrario viene a quejarse.

Busco un lápiz, enciendo mi lámpara, hago a un lado mi laptop, abro mi carpeta de bocetos y le ruego a San Stan Lee inspiración. Siempre trato de terminar alguno de mis dibujos; pero vamos, ninguno me parece lo suficiente bueno como para presentárselo a un experto. En total tengo cinco novelas gráficas inconclusas. Cinco. Un número pequeño en apariencia, pero no. Ahora trabajo en una mujer que se transforma en Kitsune (me decidí por la mitología japonesa) No obstante, siento que de la idea principal eso es lo único que vale la pena.

Es medianoche cuando dejo caer el lápiz. Luego de tres horas de trazar y borrar, cierro mi carpeta, guardo mi lápiz y abro mi laptop para imprimir los archivos que me envió Alex. Cansado, meto todo lo que sale de la impresora dentro de un folder, lo guardo dentro de mi bandolera y me dejo caer sobre la cama.

Estoy... muerto. Duermo dejando en replay una guía sobre cómo es preferible comportarse durante una entrevista de trabajo.

Cuando mi alarma suena estiro mi brazo para apagarla y como todavía no amanece con un ojo abierto y uno cerrado miro el reloj. La insensata sonó una hora después de lo planeado. Doy un salto para salir lo más rápido posible de la cama y corro al baño para darme una ducha. Adiós desayuno, no me puedo dar el lujo de llegar tarde.

Cojo de una mesa la bolsa con comida que me dejó mamá, también la meto dentro de mi bandolera y salgo al garaje para buscar ahí mi bicicleta. Me desplazo hasta el Mini Market en el que Roy trabaja, le silbo para avisarle que dejaré ahí mi corcel, me hace un gesto que indica «Lárgate ya» y camino hasta la parada del autobús. Debo tomar dos para llegar a Doble R.

Ya terminó de amanecer cuando abordo el segundo autobús. Cabeceo cerca del hombro de una señora a la que parece no importarle y bajo a una calle de mi destino. Camino lo que me falta dejando salir bostezos. No debí desvelarme.

Cerca de la entrada principal de Doble R miro mis uñas. «Mierda». No retiré todo el carboncillo de mis manos. Procuraré no mostrarlas.

«I want to know, have you ever seen the rain? I want to know, have you ever seen the rain. Comin' down on a sunny day?» Tampoco puedo sacarme de la cabeza esa canción.

Después miro mi ropa. Ahora que lo pienso no luce tan genial como pensé. Al menos no si la comparo a la que visten el resto de personas que llegan a la empresa. Algunos me miran de pies a cabeza y no me ayuda obtener poco de respeto por parte del portero.

—¿Eres un vendedor de enciclopedias o algo así?

«¿Quién a estas alturas utiliza enciclopedias?»

—Vengo a una entrevista de trabajo.

—No estoy de broma —Ni siquiera intenta disimular sus ganas de reír.

—Es la verdad —me muestro ofendido.

No me veo tan mal, ¿o... sí? Me preocupé. Le presté este traje a mi abuelo y, en mi opinión, él siempre luce bien.

El portero me mira con desconfianza pero finalmente se aparta para dejarme entrar.

—Solo porque el señor Lobo odia esperar —aclara señalando al tipo con cabello perfecto que se abre paso hacia nosotros, está distraído con el móvil y entra al edificio sin prestarnos atención. Lo sigo.

Doble R es una fachada de cinco pisos con paredes de granito negro, amplios ventanales y dos enormes «R» sobre el techo: una mirando hacia la izquierda y otra hacia la derecha. A grandes rasgos es una empresa que ofrece consultorías en Marketing, Publicidad y Gestión de la calidad. Mamá es amiga de Lionel Rodwell, el presidente; y como este le debe un favor, ella aprovechó y le pidió tomarme en cuenta para trabajar aquí.

Por dentro el edificio está decorado con tonos grises y sobre cada pared hay retratos del señor Rodwell y su equipo de consultores. «Mis doce» los llama él. Casi todos lucen igual: traje completo y cabello perfectamente recortado. Todos salvo una mujer, la única que sobresale pese a que hay otra. Ella viste de rojo y su aspecto es mucho más demandante que el del resto.

Y tengo tiempo para reparar en ello porque en el vestíbulo «Lobo» se toma su tiempo para flirtear con la recepcionista.

—¡Esa cara de amargura!

—La reunión ya empezó —La chica procura parecer inmune a los encantos de él, pero falla.

—Y déjame adivinar: te pidieron avisarles cuando llegue.

—Sí.

Cuando ella levanta el teléfono él la detiene. Vuelvo a mirar los retratos de «los doce», Lobo está pide junto a Rodwell. Es importante aquí.

—Pero si lo haces arruinarás mi momento —negocia—. Quiero sorprender a todos con mi llegada.

—Eso no es asunto mío —Ella insiste en parecer indiferente.

—¿Sigues molesta por lo del viernes? —La sonrisa de él llega a sus ojos.

—¡Me dejaste plantada!

—Estaba de cacería.

¿Cacería?

—Ese no es mi problema —contesta ella dándole la espalda. Por lo visto no llegaré a tiempo a mi cita.

—Le quité un cliente a Ivanna —le susurra él al oído.

El humor de la chica mejora y de nuevo se vuelve hacia Lobo:

—¿Se enojó?

—Mucho. ¿La viste llegar hoy?

—No. Siempre llega antes que todos —Ella mira a Lobo de arriba abajo—. No como otros.

Sin importarle él suelta una carcajada.

—Ay linda, a mí sí me quieren en mi casa.

—Y no sólo te das el lujo de llegar tarde —le reprocha ella—, sino que encima te tomas tu tiempo para coquetear conmigo.

—¿Y eso te molesta? —El tipo en serio tiene una sonrisa de Colgate White.

Termina dándole la razón y Lobo finalmente continúa su camino; y es en ese momento, ese triste momento, cuando se da cuenta de que estoy detrás; me mira de pies a cabeza, tuerce su boca en una mueca y, acto seguido, gira su cabeza para bufar en dirección a la recepcionista. Ella ríe... Los dos ríen.... Se están burlando de mí. De mi ropa.

—Dale un poco de comida y que se marche, Isadora.

Asumo que ella es Isadora.

¿Cómo aclara que nunca antes tuve que vestir de esta manera para obtener un trabajo? Lo más formal que hice hasta hoy fue repartir pizzas.

Trato de cuadrar mis hombros y me aproximo a Isadora para que tome mis datos.

—Tengo una entrevista —aclaro. Ella antes de atenderme se despide de Lobo que ya está camino al elevador.

—¿Con quién? —Deja claro que por el contrario no soy de su interés.

—Mago Perman. Encargada de Recursos Humanos.

Aunque eso en definitiva llama su atención.

—¿Tu... nombre? —Ahora hay un brillo especial en sus ojos.

—Luca Bonanni.

Escuchar eso termina de despertar su curiosidad.

—¿Vienes para el puesto de Asistente de ejecutivo III? —pregunta suprimiendo una risa y, para mi incomodidad, sin dejar de verme cuando asiento. Se apresura a coger su móvil para escribir algo—. Tu gafete de visitante —me entrega la cosa—. La oficina de Perman está en el tercer piso—, indica de nuevo procurando no reír y por fin me deja marchar.

Llámenme loco pero cuando atravieso el vestíbulo atisbo ver a muchas personas coger su teléfono móvil al mismo tiempo, y todos sueltan risas y comentan entre sí.

Fingiendo no darme cuenta de que algo pasa, llego hasta el elevador y espero. Debo estar a las ocho en punto en la oficina de la señora Perman.

Cuando las puertas del elevador se abren salen seis personas y yo entro junto con otras cuatro. Ninguno deja de ver el móvil. En el siguiente piso incluso se nos une un señor que comenta a todos «Ya llegó la carnada»

¿La carnada?

Señalan el borde del techo. Este es atravesado por una cinta electrónica que muestra la hora, el clima y, sospecho, también da anuncios; sin embargo ahora muestra la cita «Ya está aquí la carnada» Y siento miradas sobre mi espalda, mi nuca, mi cara; pero no agacho la cabeza. Vengo a hablar con Mago Perman, con el señor Rodwell, inclusive con su socio el señor Aguilera, no con ellos.

Llego a las siete y media al tercer piso.

—¿Luca? —me pregunta una señorita.

—Sí —Asiento esperando más risas, pero es amable.

—Mi nombre es Angela y soy la secretaria de la señora Perman. Soy quien habló contigo ayer —aclara con una sonrisa—. Ve al quinto piso y espera en la sala. La señora Perman está en una reunión pero te atenderá al salir.

—¿El quinto piso?

—Sí.

Sin comprender por qué motivo no puedo esperar aquí y en lugar de eso volver a soportar a la gente allá afuera, regreso al elevador.

En el quinto piso hay más jaleo que en cualquier otra parte del edificio, y no es que sea difícil imaginar el por qué: aquí está la oficina de presidencia, vicepresidencia y además hay actividad en la sala de juntas.

Un grupo en particular llama mi atención, cinco personas reunidas alrededor de un dispensador de agua: un guardia de seguridad, una conserje, dos asistentes o secretarias, qué sé yo... a mis ojos eso parecen; y por último un tipo que por su uniforme y guantes blancos parece un chófer.

—Lila, dame café.

—... y fue la primera en venir —cotillea en voz baja una de las secretarias.

—¿Cuándo?

Todo el grupo rueda los ojos al mismo tiempo:

—¿Cuándo no? —repiten en coro.

—Sí, yo la vi —afirma el guardia de seguridad y el resto lo incita a bajar la voz. Habla alto.

La conserje suelta una risa seca:

—Si le gusta venir tan temprano debería ser la portera.

—Dile eso a la cara.

—Lo haría si no tuviera cuatro hijos que mantener.

—Sí, claro —Hay sarcasmo en ese comentario.

—¿De qué le servirá de todas formas? Mi jefe ya lo dijo —interviene el chofer—. Los tres son candidatos.

—¿Los tres?

—Sí. Los tres.

Cada que comentan algo se turnan para vigilar que nadie mire.

—¿A quién se lo dijo?

—Fue por teléfono.

—Y si así fuera, ¿qué importa? Hasta la conejita debió saberlo antes que Medusa.

—Dejen que Rico termine de contar.

—Es que no sé a quién se lo dijo —insiste el chófer—. Pero habló por teléfono con esa persona dos veces ese mismo día.

—¿Dos veces? —repiten todos.

—Sí. Tocaron los mismos temas durante ambas llamadas: El cambio de administración en Grupo M y la elección del nuevo vicepresidente.

—Hablaba con Lobo —opina la conserje—. ¿Con quién más si no?

Una de las secretarias niega con la cabeza.

—Rico lo hubiera sabido de ser Lobo. La cara del señor Rodwell se ilumina cuando trata con él.

—¿Le daría la noticia a Lobo antes que a la bruja?

—Aunque ella tiene más derechos en ese caso, ¿no?

—Mjm, y mi ex marido me dio pensión este mes.

—Tiene más derechos. Aunque te duela admitirlo los tiene.

—¿No vas a presentarte, amigo? —me pregunta el guardia de seguridad y el resto se gira en mi dirección.

«Mierda».

Me pillaron escuchando.

—Sí —aclaro mi garganta y doy un paso al frente—. Mi nombre es Luca.

Sin importarles si me incomodan o no, abren con sorpresa sus ojos y bajan la mirada para ver sus móviles. Una vez más hay risas, gestos curiosos, cotilleo...

—Vengo a una entrevista de trabajo —aclaro sintiéndome tímido. ¿En serio no encajaré aquí?

—¿Y si sabes para qué puesto? —me pregunta con diversión una de las secretarias.

—Asistente de ejecutivo III.

Hay carcajadas seguidas de comentarios como «Es él»

—Y si sabes cuál es ese puesto —me cuestiona esta vez el guardia de seguridad.

—Pues... —Me apena decir que no.

—El señor Rodwell es Ejecutivo I, Aguilera el II y el equipo de consultores el III, y cada uno tiene un asistente... Pero hay una sola vacante ahí. Una sola.

—¿Sí? —Espero a que la explicación continúe pero el «ding ding» de una campana me hace saltar y, confuso, observo a todos volverse hacia una pared a mi costado. Sobre esta hay un tablero electrónico que muestra doce nombres, uno debajo de otro, y por lo que explica el resto entiendo que «Lobo» acaba de escalar al primer puesto enviando a «Rojo» al segundo.

—Lobo ya hizo su entrada —ríe el chófer.

—Y mírenlo —La conserje suelta una carcajada, señalándome. De nuevo me vuelvo hacia el grupo—, ella va a enloquecer.

—¿Ella? —pregunto.

—Y es cruel que ni siquiera sepa a qué vino —opina el guardia de seguridad dejando caer una mano sobre mi hombro.

Cada uno repite el nombre «Luca» como si fuese noticia. Cambio el peso de mi cuerpo de una pierna a otra, incómodo.

—¿Quién va a enloquecer? —insisto en inquerir.

Se dedican una mirada cómplice antes de contestar.

—Tú sabes quién.

—No, no lo sé.

—¿No sabes quién es Tú sabes quién?

Trago saliva.

—¿Voldemort?

Sin remedio se echan a reír y, para empeorar todo, intento explicarme.

—Porque, ya saben, en el mundo mágico se refieren a Lord Voldemort como El que no debe ser nombrado o Tú sabes quién.

Y al parecer estoy diciendo algo todavía más divertido porque ríen más.

—¡Voldemort! ¡Te pasas!

—«La que no debe ser nombrada» —repite una de las secretarias señalando la puerta de la sala de juntas—. Me gusta.

Me muestro confundido.

—¿No leyeron los libros de Harry Potter?

La conserje se limpia las lágrimas que salieron de sus ojos por tanto reír.

—No, solo vi las películas pero jamás se me había ocurrido ese apodo.

—¿Apodo?

Una vez más se miran entre ellos ignorándome.

—¿Se imaginan a la anaconda haciendo horrocruxes como lo hizo ese tipo calvo? —El guardia de seguridad se está destornillando de la risa—. Escondería los pedazos de su alma dentro de tacones, pintalabios, bolsos y otro par más dentro de su Maserati.

Niego con la cabeza.

—Pero la idea es que los horrocruxes deben ser escondidos en lugares que no levanten sospecha.

Escucharme decir eso solo les hace reír más. «Qué bien Luca, vienes a una entrevista de trabajo y te pones hablar de Harry Potter». Alex amará escuchar esto.

La conserje toma aire antes de hablar.

—Oigan esto: Que esconda uno dentro del vestido que...

—Shhh —La calla el chófer al notar que levantó la voz—. Como cosa rara estamos llamando la atención.

—Será la primera vez.

—Por eso lo digo. Y que también sea la última o no podremos volver a reunirnos.

El guardia de seguridad se dirige a mí.

—Entonces, Luca, ¿estás acostumbrado a Lord Voldemort?

No cojo el guante.

—¿Quién es Tú sabes quién? —insisto.

—Tú sabes quién.

Ya no es gracioso.

—¿Pero cómo voy a saber eso? Soy nuevo —les recuerdo—. Vengo a una entrevista.

Insisten en mirarse entre ellos. Me estoy perdiendo de algo, lo sé.

—Bien por ti, muchacho —contesta solemne el chófer—. Apuesto a que te irá bien.

El resto se muestra de acuerdo.

—Apostemos cien grandes a que sí te dan el puesto. ¿Qué dices?

Ellos saben algo que yo no y eso me pone nervioso.

—¿Quiénes son ustedes? —me animo a preguntar. Quizá eso me dé una pista.

—Los invisibles —responde por todos una de las secretarias.

—¿Invisibles?

—Mira a tu alrededor —pide y lo hago. Hay personas yendo de un lugar a otro, en apariencia mucho más importantes que nosotros, pero ninguno nos presta atención—. ¿Ves cómo a nadie le importa que estemos aquí perdiendo el tiempo? No somos importantes.

«Los invisibles». Tengo experiencia en eso.

—Él es Rico —La secretaria señala al chofer. «Oh, por fin se presentarán»—, es el chofer del señor Rodwell, el presidente de esta empresa. Él es Lee —ahora señala al guardia de seguridad—. Cuida este piso. Ella es Lila —señala a la conserje—. Y por último ella es Ruth y yo Dian. Ruth está en la cafetería y yo me encargo de las fotocopias.

—Me envían a servir café por todo el edificio —comenta Ruth.

—El caso es que somos... lo más insignificante en la nómina.

Estrecho la mano de todos.

—Bueno... yo soy Luca —insisto.

—Sí, ya lo dijiste —sonríe Dian—. Pero a partir de hoy, si no te molesta, por acá se te llamará la carnada.

—¿La carnada?

Lee me da un par de palmaditas en la espalda.

—Ya no le insistan porque no sabe en qué lio se ha metido.

A ellos les produce «ternura» mi incómoda falta de información, pero para mí es frustrante.

—¿Qué hora es? —pregunta Lila.

—Un minuto para las ocho y media —contesta Ruth.

—Es todo por hoy —se despide Rico—. Los veo el próximo lunes —A continuación busca una silla, se sienta y abre el periódico. Cualquiera pensaría que lleva horas en esa posición.

—No olviden lo que apostamos —se despide Dian y se marcha de puntillas al lugar de la fotocopiadora.

Lee se instala junto al ascensor aparentando tener todo en orden desde hace horas. Por último, Lila deja caer restos de café y se prepara para limpiarlo.

—¿Qué...?

—Para algunos no somos tan invisibles —ríe anticipando cuál será mi pregunta—. Y no tardan en salir de la sala —me señala la enorme puerta de madera a metros de nosotros—. Así que es mejor parecer ocupados.

«Oh».

Ruth prepara dos tazas café y me sirve una.

—Aunque en este momento te serviría más un té —opina.

«¿Cómo?»

Segundos después un estruendo hace saltar a todos. Busco con la mirada qué sucede y al instante veo a una deidad de mujer salir de la sala de juntas de forma dramática. Piel pálida con rasgos endemoniadamente perfectos; una cabellera larga, ondulada y castaña que enmarca un par de labios rojos; es alta, curvilínea y está vestida de pies a cabeza de negro salvo sus tacones, esos también son color rojo y su aguja hace trepitar el piso, o quizá sea yo, o quizá seamos ambos.

Todos aquí la miran de reojo evaluándola, juzgándola, señalándola, murmuran a su paso «Ivanna». No los culpo, yo tampoco puedo quitarle los ojos de encima, pensé que las mujeres de su tipo: efigies talladas por Miguel Ángel, solo salen en revistas. Son tan irreales que yo mismo me desvelo dibujándolas.

Con el ceño fruncido hace su camino hasta los elevadores ignorándome y al llegar al primero empuja varios botones al mismo tiempo. Es evidente que está molesta. Quiere marcharse ya. Lee ni siquiera la mira, permanece de pie junto al elevador esperando no ser notado.

Cuando el elevador por fin llega, la mujer entra desdeñando con la mirada a quien estorbe su paso. Es llamada Víbora, Perra, Medusa, Cruella... También se escucha un «AUUUUUUUUUU» El ambiente  cambia drásticamente cuando las puertas se cierran; ahora todos: invisibles e importantes, cotillean nombrándole:

«Ivanna»

«IVANNA ROJO»

Yo tengo la boca abierta. No tengo idea de qué acaba de pasar.

—¿Y... ella quién es? —pregunto nervioso a Ruth.

—Cruella de Vil.

—Anaconda —murmura Lee, riendo.

—Lucifer —apostilla Lila todavía ocupada con los restos de café.

A su vez, Ruth me quita la taza de café de las manos y me ofrece esta vez un vaso con agua.

—Pero para términos generales y será mejor que de una vez te quede claro... Es tu jefa.

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Tssssssssssssssssss D: Añadan la historia a su biblioteca para no perderse las actualizaciones. 

Bienvenida a Wattpad, Ivanna Rojo

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