Obviedades


El detective Lyster visitó un sábado a lady Pakao a pesar de haber sido despedido. Pretendía pedir una reapertura del caso pues sentía en su corazón que el asesino seguía suelto. Al llegar se sorprendió de ver a sus tres hijos con ella.

–Sea bienvenido detective– dijo lady Pakao con dificultad –, ¿qué lo trae por aquí? Creí que ya había recibido su paga.

–Yo... quería... Bueno, quizá no sea el mejor momento

La anciana. Lo miró con fuego, fulminando al detective.

–Hay cosas que después nos arrepentimos de callar señor Lyster, por favor cuénteme.

–No creo que sea el mejor momento mi lady– respondió Lyster.

–Déjeme adivinar. Usted duda de alguno de mis hijos detective. Ellos me han platicado de sus visitas extra oficiales. Le doy una oportunidad para que se defienda. Quiero que me explique por qué lo ha hecho, si su respuesta me satisface le pediré que se marche y no vuelva. Si por el contrario no me parece bueno, entonces procederé legalmente contra usted por ocupar funciones que ya no le correspondían.

Las manos del detective sudaron. Los tres hijos se miraban entre ellos con rostro confundido. Recuperando la calma y con actitud serena el detective dijo.

–Tengo motivos para pensar que George es el autor intelectual y quizá también material de los asesinatos en la familia.

La tensión se podía cortar en el aire. El rostro de George comenzaba a desencajarse.

–Detective ¿Sabe quien insistió en su contratación?– preguntó George con la mirada fría– Si no lo sabe, entonces debo pedirle que tenga más cuidado con lo que afirma.

–Perdón por lo que diré, pero yo igual creo que mi hermano George está involucrado– dijo Mitty, el pastor que ese sábado vestía de túnica larga.

Aquello fue la gota que venció a George. La voz de George era de furia contenida, el detective supuso que no se llevaban bien.

– ¡Cierra la maldita boca!... Y quita esa mirada de puritano porque no te queda. ¿Debo decir aquí a cuantas mujeres les pagas para que te azoten? Asqueroso degenerado–

Lady Pakao abrió los ojos con sorpresa. Alexander no pudo contener una sonrisa. George se giró hacía él.

– ¿Te atreves a reírte? ¿Le has dicho a mamá que haces en tus viajes de caridad? Ninguno de nosotros es más puro que otro, porque los tres estamos llenos de lodo hasta el cuello. Aunque ustedes usen túnicas blancas para taparlo.

Alexander se puso serio y su frente se perló de sudor. Alex abrió su boca y mirando a su madre dijo.

–Madre, yo también tengo mis bases para creer que George tiene relación con el asesino.

La anciana miraba con furia a Mitty. Mientras balbuceaban palabras que no se podían escuchar. La sirvienta acercó su oído a la anciana <<Adultero, adultero, adultero>> repetía en un susurro.

– ¡Malditos todos– gritó George mientras avanzaba a la puerta –, no conseguirán doblegarme a pesar de sus acusaciones! Yo no soy el asesino.

La puerta de madera se cerró de golpe.

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