Capítulo 28

El aire abandona mis pulmones tan pronto cómo esa extraña sensación me invade.

Es tan confusa, que no podría describirla con palabras. No hay dolor… no hay incomodidad… no hay nada, salvo el raro presentimiento que se instala en mi pecho, como si me dijera que hay algo diferente en mi cuerpo, algo que no debería estar ahí, pero es sólo eso. No siento nada más, sólo la intensidad con la que mi corazón ha empezado a latir de repente.

—Esto es lo que en realidad soy. Éste, es el verdadero monstruo…

Suelto un fuerte jadeo al sentir un agudo dolor en mi estómago, que me indica que ha enterrado el cuchillo más profundo o, quizás, me apuñaló por segunda vez. Cualquiera de las dos es posible, pero no me atrevo a mirar ese sitio, sino que me concentro en sus ojos, esos ojos verdes cargados de maldad, cuyo dueño terminó convirtiéndose en mi mayor pesadilla.

—Ésta, es la bestia… la bestia que tú misma creaste… —susurra, tan cerca que puedo sentir su cálido aliento chocar con mi rostro— y ahora, ésta bestia se encargará de terminar algo que dejó pendiente… hoy, ésta bestia hará lo que debió haber hecho hace mucho tiempo…

Una tercera puñalada es la responsable de hacerme soltar el grito que se había quedado atorado en mi garganta.

La nueva punzada de dolor que me golpea ahí, justo en el vientre, se encarga de robarme las pocas energías que me quedaban, mismas que me permitían mantenerme de pie. Siento como mis piernas flaquean y a punto estoy de desplomarme, no obstante, Connor logra sostenerme de la cintura, evitando que me golpee contra el suelo.

Mi instinto me obliga a actuar e intento gritarle, hablarle, incluso golpearlo, pero me es imposible. Las fuerzas de mi cuerpo parecen haberse desvanecido en un instante y aunque lo intento, no consigo decir una sola palabra. Es como si me ahogara en el proceso, sin mencionar mi entrecortada respiración, la cual me hace sentir asfixiada, incapaz de inhalar ni siquiera una minúscula pizca de aire.

Sus brazos logran sostenerme con una delicadeza digna de admirar, tanta que no me percato del momento en que comienza a bajar mi cuerpo con mucha lentitud, hasta que mi espalda entra en contacto con la dureza del cemento. Por segunda vez, intento hablar y decirle algo —incluso gritarle y maldecirlo—, pero de nuevo, la sensación de que me ahogo con mi propia saliva, me impide articular cualquier sonido que no sean los espeluznantes jadeos que se escapan de mi boca, derivados del dolor que me produce el simple hecho de respirar.

—Shh… descansa, Ali. Ahora todo estará bien… —susurra, antes de depositar un suave beso en mi frente que, si no fuera por la situación, incluso me resultaría tierno— Bienvenida al infierno, pequeña. Es momento de que pagues las consecuencias por las decisiones que has tomado… es momento de que enfrentes tu destino… y que la vida misma, te pase factura…

El sonido de una nueva y última explosión, sacude de forma cruel mi corazón.

Todo el peso del cuerpo de Connor, cae sobre mí de forma abrupta, arrancándome un fuerte grito desde lo más profundo de mi garganta, seguido por un nuevo mar de lágrimas que no logro contener, menos cuando vuelvo a sentir el intenso dolor en mi estómago. Mi mente se encuentra en shock, incapaz de reaccionar y entender todo lo que acaba de pasar, como si el tiempo se hubiera detenido, sólo que, ésta vez, la única atrapada en ésta extraña burbuja, soy yo.

Una sola pregunta es la que se repite en mi mente, sin parar:

¿Qué rayos fue lo que pasó?

Y para mi desgracia, sólo tengo que mirar hacia un costado para saberlo.

Oh Dios… no…

Ahí, de pie, casi arrinconada en una esquina del lugar, está Jessie. Su cuerpo entero tiembla de miedo al vernos y entiendo el porqué cuando noto el objeto que sostiene en sus manos, apuntándonos justo a nosotros dos, antes de que éste se resbale de sus dedos por error y termine cayendo al suelo, a pocos metros de donde yo estoy.

No necesito más pruebas para deducir qué pasó. Fue Jessie… fue ella quien disparó.

Un leve movimiento de mi parte basta para que el cuerpo de Connor caiga a mi lado, sin poner ninguna resistencia, salvo la nueva punzada de dolor que me golpea ante la nueva sensación de frío que me invade. Sólo ahí, en ese instante, soy consciente de la gravedad de la situación y lo termino de confirmar al verlo a él y verme a mí; mi pecho… manchado de una sangre que no es mía y él… con la mirada vacía y sin nada de vida, justo como la de Marlenne el día del desfile…

El leve rastro de sangre que comienza a esparcirse por el suelo de forma lenta y pausada, me obliga a tragar la saliva que se ha acumulado en mi boca de forma repentina.

Oh por Dios… creo que está… está…

Creo que… Connor está muerto…

Mi mente se niega a creerlo. Y por varios segundos, se me hace imposible reaccionar.

Volteo a ver a Jess en busca de consuelo o algo que me haga sentir mejor, no obstante, es lo que menos encuentro al mirarla a los ojos. El pánico y el dolor han quedado impresos en cada una de sus facciones. Y esas lágrimas que van dejando marcado su camino a lo largo de su rostro, crean la imagen perfecta para romperte el corazón y hacértelo trizas. Jess está aterrada y si soy honesta conmigo misma, creo que tiene razones de sobra para estarlo.

Por inercia, hago el intento de arrastrarme hasta donde ella está, con la esperanza de consolarla para que deje de llorar, pues me destroza verla así, sin embargo, en cuanto me muevo —o por lo menos, lo intento—, un escalofriante y aterrador chillido se escapa de mi boca, desgarrándome la garganta en el proceso, como si no bastara con el incesante dolor que se aferra a mi abdomen y que empieza a expandirse por toda la parte frontal de mi cuerpo.

Siento un líquido subir por mi garganta, quemándome en el trayecto, hasta llegar a mi boca. La sensación de ahogarme regresa por un momento y al no tener otra opción, termino escupiéndolo.

Mis ojos se niegan a creerlo. Y una lágrima se resbala por mi mejilla al observar bien y darme cuenta de que, ese líquido, es de un intenso color rojo.

El mundo parece colapsar a mi alrededor.

A lo lejos, escucho la voz alterada de Jessie, sin embargo, no le presto ni la más mínima atención, pues mis pensamientos siguen concentrados en esa mancha que ahora, decora el suelo. No tengo que ser una experta para saber que es sangre y eso sólo puede significar una cosa…

Más temprano que tarde, mi destino iba a terminar alcanzándome, eso ya lo sabía, pero entonces ¿por qué me duele tanto entenderlo? ¿Por qué me afecta tanto ahora? O aún peor, ¿por qué me cuesta tanto aceptarlo?

Las pocas energías que me quedaban, se desvanecen de golpe, obligándome a quedar tendida sobre el suelo, mientras mi vista se centra en ese oscuro y deprimente techo gris que tanto he odiado. Éste se convirtió en lo primero que veía al despertar y ahora, parece que también será lo último que vea, antes de mi fin.

Por inercia, llevo mi mano hasta ese lugar donde el dolor es más intenso y un suave quejido se escapa de mi boca al sentir algo pegajoso quemarme la piel, como si de agua caliente se tratara, así que levanto mi brazo y una vez más, el miedo me invade al darme cuenta de que toda la palma de mi mano, está bañada en sangre…

Sangre que no debería estar ahí…

—¡Ali! —La alterada voz de Jessie, me obliga a buscarla con la vista, sólo para encontrarla a mi lado, de rodillas, mientras ve la mancha roja en mi blusa, la cual se hace más grande con cada segundo que pasa— Dios mío… Ali, yo… sólo… sólo mírame, ¿sí? La ambulancia ya viene para acá y como estamos cerca del hospital, seguro llegarán en cualquier momento.

La idea de quedarme en ésta misma posición, resulta bastante tentadora, no obstante, acabo ignorándola y luego de sacar fuerzas de donde ya no tengo, me arrastro un poco por el suelo, hasta que termino chocando con la pared a mi espalda, quedando en una posición que, por alguna razón, me resulta más cómoda. No puedo evitar notar lo irregular de mi respiración y que ésta, lejos de mejorar, continúa empeorando, pero no quiero pensar en eso, no ahora ni nunca. La idea de morir me aterra, pero si eso es lo que va a pasar, prefiero fingir que no lo sé… elijo creer que sólo dormiré y descansaré lo que no pude descansar en todos estos años.

—Todo estará bien, no… no te preocupes… —Jess se acerca hasta a mí con cuidado. Y tras recostar mi cabeza sobre su hombro, comienza a sobar mi cabello con mucha sutileza, en un intento desesperado por transmitirme calma, algo que no consigue, sobre todo cuando veo las huellas que van dejando las lágrimas al caer por sus mejillas.

Es inútil que trate de engañarme. Está aterrada, trastornada y lo peor, muy triste, algo que confirmo al levantar la mirada y verla a los ojos. Esos ojos verdes que tanto me encantaban, hoy se encuentran enrojecidos a más no poder, con el dolor impregnado en ellos. Ella intenta hacerse la fuerte, pero la conozco bien y sé cuántas ganas tiene de gritar, golpear a alguien y romper a llorar, excepto que hace el esfuerzo de mantenerse fuerte… por mí…

No sé qué me duele más, verla llorar o saber que se está tragando lo que siente, sólo por brindarme algo de fortaleza.

—No t-tienes que fin… gir, Jess, tranquila —susurro, con gran dificultad.

Y esas simples palabras bastan para que esa muralla que había levantado, se derrumbe frente a mis ojos.

Sin dudarlo, Jessie se aferra a mí con fuerza y oculta su rostro en mi cuello, mientras el sonido de su llanto se hace más intenso. Quisiera devolverle el abrazo, hablarle… decirle que no tiene razones para estar así, pero no puedo hacerlo, menos cuando las razones sobran. De reojo, volteo a ver el lugar donde estaba antes y siento como el corazón me da un vuelco al ver a Connor en la misma posición, inherte, mientras la espesa mancha roja sigue extendiéndose por el suelo, justo debajo de su cabeza.

Quiero ignorar el pensamiento que invade mi mente de repente, pero aunque lo intento, no lo consigo, pues éste sólo se intensifica. Al final, Jessie terminó… m-matando a su herm-mano… sólo por mí…

Jess intensifica la fuerza de su abrazo, gesto que, en otras circunstancias, me hubiera conmovido y llenado de calma, no obstante, ni siquiera esto logra espantar ese cruel frío que se ha instalado en mi cuerpo de repente. Lo sé bien, sé que no es el clima, soy yo… es mi temperatura la que ha comenzado a descender con rapidez, algo que no puede ser una buena señal…

Luego de varios segundos, al fin me suelta, dejando una rara sensación de vacío en mi pecho al no sentir su calor rodeándome.

—No llores, Jessie… por favor… —suplico, en tono cansado, notando como más lágrimas se acumulan en sus ojos— no es esa la… última imagen que quiero tener de ti…

—No hables así, Alissa —me regaña, antes de sorber con fuerza por la nariz—. No será la última, porque no será la última vez que nos veremos, ¿de acuerdo?

Intento creerle y confiar en sus palabras, pero mi cerebro se niega a hacerse falsas esperanzas.

Antes de responder, una nueva duda surge en mi interior y aunque quiero, no puedo evitar preguntar.

—¿Cómo lo supiste? ¿Cóm-mo supiste… que fue Connor? —Su mirada se desvía por un segundo hacia ese sitio donde yace su cuerpo, sin embargo, sacude un poco la cabeza y vuelve a verme, ignorando la escena tanto como sea posible.

—Ya lo sabes, fue gracias a Danny. Sin darse cuenta, él fue su cómplice desde el inicio, desde el día del desfile —confiesa, en voz baja—. Fue él quien provocó el apagón de ese día, por eso, Connor tuvo tiempo suficiente para dejar el cadáver de Marlenne sobre el escenario, antes de que las luces volvieran. Y como estaba oscuro, nadie vio nada. Ni siquiera se percataron del momento exacto en que llevó el cuerpo hasta ese lugar.

»Además, Connor era parte del personal de apoyo, ¿recuerdas? Tenía permiso para movilizarse por todo el salón, sin restricciones, así que pudo esconder el cadáver en cualquier parte y sólo decidió mostrarlo cuando él lo consideró idóneo.

Mis oídos apenas pueden creer algo de lo que oyen.

—¿Cómo es que no se dio cuenta…? —pregunto, con mucha dificultad al hablar. Incluso mi boca se siente pesada— Todo era… un… p-pla…

—Shh, no hables, Ali, no te esfuerces de más —susurra, sin dejar de sobar mi cabello— Él pensó que era orden de los superiores, después de todo, Marlenne era la primera en salir. Por eso no le extrañó su ausencia, pensó que se estaba preparando o algo así —murmura, con tristeza. Seguro ella también cometió el m-mismo error que yo y terminó dudando de él, sin saber que él era el verdadero héroe en ésta historia— Danny era ingenuo… y amaba demasiado a Connor… él era su ídolo, por eso no creyó que fuera capaz de algo así…

Una lágrima desciende por mi mejilla al pensar en Danny… si para mí, fue una gran sorpresa, no imagino lo que él sintió. Debió haberse sentido decepcionado, herido y muy triste, igual que su hermana. Connor era su héroe y fue él mismo quien terminó arruinando la imagen que tenía de él. No conforme, eligió matarlo sólo porque “interfería con sus planes”. Pobre Danny, sus últimos minutos deben haber sido espantosos, sintiéndose engañado, traicionado y estafado; debe haberse ido con un horrible sentimiento de soledad, temor y mucha decepción, sobre todo porque murió a manos de la persona a la que más admiraba, además de su mamá.

Perd-dóname, Danny… no quise dudar de ti…

Y una segunda lágrima se desliza por mi rostro al pensar en la increíble actuación de Connor. Nos manipuló a todos de tal manera, que ninguno pudo darse cuenta de lo que pasaba, hasta que ya fue demasiado tarde. Cinco personas murieron por eso, por no habernos dado cuenta a tiempo del monstruo que era en realidad.

Cinco personas murieron… aunque muy pronto, serán seis.

Intento inhalar algo de aire, pero por más que me esfuerzo, mis pulmones se niegan a cooperar. Siento una extraña presión en el pecho que me impide respirar con normalidad, como si mi garganta se fuera cerrando poco a poco, haciendo que un inquietante sonido se cuele por mi boca cada vez que lo intento. Ni hablar del resto de mi cuerpo, porque aunque el dolor ha ido desapareciendo, una nueva sensación me domina y es el entumecimiento. Mis manos y pies se sienten dormidos, por no mencionar la temperatura tan fría que estos han adquirido, como si de verdad me estuviera congelando.

—Jess… tengo frío… —susurro, con el miedo impregnado en mi voz.

—Espera, yo me encargo —asegura, antes de quitarse su chaqueta y cubrirme el torso y los brazos con ella—. ¿Qué dices? ¿Así está mejor?

Asiento, aunque en el fondo, sé que es mentira. Creo que ni todas las cobijas que pudieran haber en el país, serían capaces de hacerme entrar en calor, pues el frío que me atormenta, se origina en mi interior… es como si me estuviera congelando desde adentro, señal de que mi propio cuerpo ha empezado a sucumbir.

Hago el intento de moverme un poco, pero gran desilusión me llevo al darme cuenta de que no puedo hacerlo, ya que el entumecimiento de antes, se ha extendido a toda la parte inferior de mi cuerpo. Ni siquiera siento las piernas y eso me impide moverme con agilidad, sin contar esa repentina pesadez que me ha invadido de forma repentina. Es como si todo mi organismo hubiera comenzado a apagarse, sólo que… de una manera muy lenta y dolorosa…

Algo es seguro… ésta vez, creo que sí perdí la batalla…

—Tengo… sueño… —susurro, en tono muy bajo, al mismo tiempo en que mis ojos se empiezan a cerrar.

—¡No, Ali! ¡No hagas eso! ¡No puedes dormirte! La ayuda vendrá pronto, yo lo sé, sólo… sólo aguanta un poco más, ¿sí? —suplica, sacudiéndome de forma leve— Hablemos de algo, ¿quieres? Lo que sea, cualquier cosa que tú quieras, sólo mantente despierta un poco más, por favor.

Mi mente parece reactivarse por un instante, mostrándome el único tema del que me gustaría hablar con Jess.

Perdí la oportunidad de confesarle a Britanny lo que en realidad sentía por ella, gracias a mi gran cobardía y es algo de lo que me arrepentiré hasta el último segundo, sobre todo porque ella ya no está y jamás sabrá lo que significó para mí; sin embargo, no quiero que me pase lo mismo con Jessie. Ella ha sido una increíble chica y también mi mejor amiga, sería una estupidez cometer el mismo error dos veces. Si de todos modos, voy a morir, creo que lo correcto sería dejar las cosas claras con ella, antes de irme.

Voy a hacer lo que debí haber hecho hace mucho tiempo…

—Ali… —me sacude por segunda vez, logrando hacerme despertar un poco de ese estado de somnolencia en el que estoy— dime, ¿hay algo de lo que te gustaría hablar?

A punto de decir algo, mi boca se cierra, mientras contemplo con extraña admiración a la chica más linda, dulce y tierna que pueda existir en el planeta. Jessie es guapa y muy, muy inteligente. Sé que nunca, nadie, podrá igualarse a lo fantástica que ella es y lo único que en verdad deseo, es que encuentre un chico con quien sea muy feliz, con quien se case y tenga hijos, ya que ese siempre fue su sueño —además de ser una reconocida cantante de fama internacional—. Jessie soñaba con formar su propia familia, una familia que fuera auténtica… y verdadera; una verdadera familia feliz y sólo anhelo que ese día llegue.

Aunque yo ya no pueda estar ahí para verlo…

El cansancio extremo continúa haciendo estragos en mí, mientras mi cerebro batalla para sacar valor y contarle la verdad a Jessie. Aún estoy consciente y sé que es lo mejor que puedo hacer, antes de irme. Ella siempre fue una gran amiga y creo que merece saber la verdad sobre mis sentimientos hacia ella, después de todo, yo ya no estaré para ver su reacción.

—Ali… —Quizás sean ideas mías, pero siento que su voz se escucha cada vez más lejos.

Lo intento una vez más, pero es inútil. Las palabras se niegan a salir de mi boca. Es como si mi cuerpo se negara a cooperar, por lo que al final, elijo no decir nada y reemplazarlo con algo que será más “creíble”, pero que no por eso deja de ser real y verdadero.

—Te quiero… Jessie…

Mi voz se vuelve más difícil de entender conforme los segundos pasan, no obstante, aún logro percibir cómo las lágrimas inundan mis ojos una última vez, distorsionando un poco mi vista y haciéndome más difícil reconocer la figura de Jess, quién al instante cambia su expresión por una llena de tristeza y mucho temor.

El mismo nivel de temor que siento yo…

—¡No digas eso! —exclama, sobresaltándome un poco— No quiero oírlo, no ahora… sólo lo aceptaré cuando ambas hayamos salido sanas y salvas de esto, ¿entendido?

Las lágrimas comienzan a descender por mis mejillas una tras otra, sin parar, sobre todo al entender que quizás, ese día nunca llegue, porque mis posibilidades de salir de aquí con vida, son escasas, por no decir nulas. No obstante, me siento tranquila de saber que, al menos, una de nosotras vivirá para contar la historia. Y me alegra aún más saber que sera Jessie. Digo, ¿qué sería de mí, si a ella le hubiera pasado algo malo? Creo que nunca me lo perdonaría y hubiera vivido los últimos minutos de mi vida con el sentimiento de dolor.

Si lo pienso bien, creo que no hay mejor recuerdo que pueda llevarme que el del rostro de la chica que, por azares del destino, se convirtió en mi mejor amiga y de la que, por casualidades de la vida, terminé enamorada. Sin duda, la imagen de su rostro es la que me transmite esa calma y tranquilidad que tanto necesito, pero no con la expresión que tiene ahora, cargada de miedo, tristeza y mucho, mucho dolor. Todo lo contrario, quiero recordarla con su semblante de siempre, feliz… risueña… y con la alegría desbordándose de su mirada, sin importar lo que pasara o si había tenido un pésimo día. Quiero recordarla así, como ella es, como era antes de quedar atrapada en todo éste lío.

El recuerdo de ella riendo, se aparece en mi cabeza de repente y aunque lo intento, no puedo evitar sonreír al volver a verla así, como siempre que está feliz, como siempre que está conmigo…

—¿Ali…? Ali, por favor, mírame…

Su voz, cada vez más lejana, es opacada por el sonido de su risa, haciendo eco en mi memoria.

—No olvides que te quiero… —susurro, cediendo ante esa fuerza que me obliga a cerrar los ojos por última vez, mientras los sonidos se van desvaneciendo junto con el ambiente que me rodea.

—¡Nooo! ¡Ali, mírame, por favor, sólo mírame! No puedes… ¡No te puedes dormir! ¡¿Me escu…?!

El sonido de su voz continúa alejándose, mientras todo el dolor, el miedo, la rabia y la tristeza, también comienzan a desaparecer casi al instante.

—No puedes dejarme, Ali… no me dejes sola… en verdad te necesito…

Y así, ese profundo sueño mortal, se encarga de sumergirme en ese oscuro lugar, del que no parece haber escapatoria. Un lugar que sólo me produce miedo y un gran sentimiento de angustia…

—Alissa…

Esa voz… yo reconozco esa voz…

—Tranquila, mi niña. Ahora todo estará bien…

No sé bien qué es lo que siento, pero la calma que me inunda, hace que me den ganas de llorar.

—¿Mamá…? 

Sí, sí, sí, sé lo que están pensando, pero… ¡no me maten todavía, por favor! Recuerden que aún nos falta el epílogo, ¿sí? Las cosas aún pueden cambiar…

O no…

¿Saben qué? Mejor me voy.

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