Capítulo 23
Maratón 6/6
Todo a nuestro alrededor se queda en silencio de repente. Sólo puedo escuchar el dramático eco que produce mi agitada respiración, la cual se niega a normalizarse, haciendo que sea casi imposible respirar, sobretodo al recordar lo que acabo de decir. Por Dios… ¿qué es lo que he hecho? Esto no puede acabar bien.
Mis sentidos vuelven a activarse en el momento en que noto como el semblante de Connor se ensombrece, mucho más que cualquiera de las otras veces, mostrando lo que en realidad hay en su interior. Por primera vez, demuestra lo que es y la maldad que hay dentro de él. Y ésta, es tres veces mayor a la que había imaginado.
No sólo está enojado… está furioso y su expresión lo demuestra. Nunca antes lo había visto así, cosa que me aterra, pues no tengo idea de cómo va a reaccionar.
—A la mierda…
Su rostro es todo lo que logro ver antes de que se abalance contra mí. Mi instinto me obliga a retroceder, pero no consigo mi objetivo, pues en menos de un segundo, corta la distancia que nos separa y me toma del cuello con tanta fuerza, que me hace soltar un quejido. Sus dedos se encajan con brusquedad en mi piel, provocándome dolor e impidiendo que el aire transcurra con normalidad hacia mis pulmones. Por un instante, incluso siento como si comenzara a perder el conocimiento, hasta que él me sacude con violencia, sacándome un nuevo quejido de dolor.
Su expresión luce demoníaca. Todo él irradia ira y aquellos ojos verdes que, en algún momento, me encantaba ver, hoy se encuentran ensombrecidos y opacados por el odio, un odio que ha venido cultivando dentro de él durante mucho tiempo. Y al fin, varios años después, parece estar listo para rendir frutos.
Con mucho esfuerzo, logro tragar la saliva que se ha acumulado en mi boca. Ahora, no quiero ni imaginar lo que hará conmigo, pues no sólo lo insulté de la peor forma posible, sino que también le di en dónde más le duele y es en su orgullo, en su ego. Acabo de sellar mi sentencia de muerte, lo sé, sobretodo porque en esas condiciones, Connor es capaz de cualquier cosa.
Si es que la maldad tiene una cara, sin duda, sería la de él.
Y sin previo aviso, el dolor se hace presente.
Un grito se me escapa al sentir el impacto de su mano contra mi mejilla, antes de que el golpe me mande directo al suelo. Mi piel arde con intensidad y al instante, siento como si me quemara, tanto así que no puedo evitar jadear por la incomodidad, pero mi instinto me obliga a reaccionar y lo primero que se me ocurre, es levantarme. Entre eso y quedarme tirada, a sus pies, prefiero la otra opción.
No obstante, mis planes se ven interrumpidos por la sombra de un cuerpo que se para frente a mí. Antes de siquiera poder verlo a los ojos, Connor me levanta con violencia, sólo para acertarme un fuerte puñetazo que vuelve a lanzarme al piso, ésta vez, logrando que mi rostro impacte contra el cemento en el proceso.
El sabor de la sangre y el ardor en mi labio, son las únicas cosas que logro percibir con claridad.
—¡Eres una maldita, Alissa! ¡Una maldita malagradecida! —me grita, antes de patearme con fuerza en el estómago, haciendo que mi cuerpo se doble debido al dolor— ¡No tienes ni idea de lo que dices! ¡Yo siempre quise tu bienestar! ¡¡Mi único deseo era verte bien!!
Otras dos patadas son las encargadas de sacarme el poco aire que me quedaba. En mi intento por respirar, un extraño y aterrador sonido sale de mi boca, como una súplica desesperada para que alguien venga y me ayude. Al intentar moverme, no puedo evitar soltar un fuerte gemido de dolor, como señal de la intensa agonía que estoy viviendo, pero ¿de qué sirve? ¿De qué sirve, si nadie vendrá a salvarme?
—¡¡Y mírame cuando te hablo!! —Su potente grito me sobresalta, pero sólo consigo reaccionar al sentir como me sujeta del cabello, para después, levantarme a la fuerza. Un nuevo chillido se escapa de mi garganta ante el dolor y las lágrimas comienzan a nublar mi visión cuando sus manos se aferran a mi cuello, de nuevo, cortando el flujo de aire que me ayuda a respirar— No tienes idea… ¡no tienes idea de cuánto te esperé! A que estuvieras lista… a que te armaras de valor… ¡a que te dieras cuenta de que yo era la mejor opción, maldita sea! —exclama, sin dejar de hacer presión en mi garganta— Pero ese día… ¡ese día jamás llegó! Así que tuve que tomar medidas al respecto… ¡fue por eso que hice todo esto! Porque tú no entrabas en razón. Y yo me harté… ¡me harté, maldita sea, me harté! ¿Comprendes?
—P-Por fav-favor… C-Connor… s-suélt-tame… m-me last-tim-mas… —suplico, de forma entrecortada. Siento como si mi pecho fuera estallar en cualquier momento y el estar conteniendo el llanto, hace que la falta de aire se vuelva aún más difícil de soportar.
—¡Cállate! ¡No me interrumpas cuando te estoy hablando!
Una nueva bofetada me voltea el rostro, no obstante, su agarre impide que regrese al suelo, que pintaba a ser mi nuevo hogar. Podría jurar que sus manos incluso me dejarán una marca de por vida, pues la fuerza con la que me aprieta es mucha y ésta continúa aumentando de forma gradual, como si quisiera que muriera de forma lenta y dolorosa; como si deseara hacerme sufrir hasta el último segundo de mi vida.
—¿Pues sabes qué? No importa —murmura, a escasos centímetros de mi rostro. Ni siquiera escuché todas las cosas horribles que, de seguro, me dijo— Disfrutaré mucho lo que estoy a punto de hacer.
Sus palabras, tan claras como una gota de agua, son las encargadas de hacerme reaccionar.
Una alarma se activa en mi interior al entender —o, por lo menos, suponer— lo que quiso decir, así que no lo pienso dos veces y empiezo a gritar con todas mis fuerzas, desgarrando mi garganta en el proceso, pidiendo ayuda y que, por favor, alguien venga a salvarme, mientras mi cuerpo se retuerce con violencia, en un intento desesperado por hacer que me suelte, objetivo que parece posible cuando su agarre se debilita, dándome algo de libertad para gritar con más intensidad.
—¡¡Que te calles, dije!!
Y de nuevo, el puñetazo que me acierta en la cara, me lanza al piso sin ninguna compasión.
Me toma un breve momento reaccionar, pero cuando lo hago, siento como mi nariz comienza a palpitar, mandando pequeñas corrientes de dolor por todo mi rostro, cada una peor que la anterior. Por inercia, me llevo la mano a ese lugar y la sorpresa me invade al retirarla y ver que ésta, está cubierta de sangre. Como si no bastara con esa señal, unas cuántas gotas de ese líquido carmesí, caen al suelo, justo frente a mis ojos, confirmándome que sus golpes se vuelven cada vez más violentos.
Las lágrimas continúan desbordándose de mis ojos, sin parar, volviendo más borrosa mi visión con cada segundo que pasa, no obstante, a lo lejos, consigo distinguir ese objeto que puede ser mi salvación.
Connor no cerró la puerta con seguro cuando entró, lo que significa que, si logro llegar hasta ella, quizás logre pedir ayuda. Entonces, sólo hay una cosa que puedo hacer:
Debo salir de aquí cómo sea, aunque sea lo último que haga…
Sin dudarlo, intento levantarme y correr, pero mis fuerzas son tan escasas que no lo logro, sobretodo cuando todo mi cuerpo está tan adolorido, así que hago lo primero que se me ocurre y comienzo a arrastrarme por el suelo usando mis brazos, con la esperanza de llegar hasta mi salida de éste infierno, sin que Connor se dé cuenta de ello.
—Mi intención jamás fue forzarte a hacer algo que no quisieras. Quería que naciera de ti, que lo desearas tanto como yo —murmura, a mi espalda, sólo que no le presto demasiada atención—, pero ya es momento de que yo también disfrute.
Un sonido, un pequeño sonido basta para que mi mente entre en pánico, dejándome paralizada en mi lugar.
Antes de poder hacer algo más, siento el peso de su cuerpo sobre mí, dejándome imposibilitada y aprisionada contra el suelo, sin posibilidades de escapar o tan siquiera defenderme. Sus manos me sujetan de las muñecas con brusquedad y, sin ningún tipo de cuidado, dobla mis brazos hacia atrás, arrancándome un jadeo de dolor, pero él parece no escucharlo o quizás, sólo lo ignora. Como puedo, me retuerzo bajo su peso, pero es imposible y aunque lo intento, no consigo moverme más que unos pocos centímetros.
—¡Suéltame, Connor! ¡Me estás lastimando! —le grito, pero él sigue igual, sin prestarme la más mínima atención— ¡Déjame! ¡¡No me toques!!
Y para cuando me doy cuenta, tiene una de sus manos en el borde de mis jeans, mientras intenta bajarlos de un solo tirón.
—Quédate quieta, Ali. Será mucho más fácil así, créeme.
Las lágrimas continúan cayendo por mis mejillas, sin parar. Por más que me retuerzo, le hablo o intento golpearlo, nada da resultado; todo lo que hago, es en vano. Apenas logro percibir el momento en que los botones de mis jeans ceden y estos acaban casi hasta mis rodillas, sin que yo pueda hacer nada para impedirlo. Un profundo asco me invade al sentirlo tan cerca de mí y no conforme, la posición en la que estoy, me deja vulnerable ante él, dándole oportunidad de hacer lo que quiera conmigo. Lo intento una última vez, pero el resultado es el mismo; la fuerza con la que sujeta mis brazos es mucha, tanta que nunca podría sobrepasarla.
Entonces, inhalo profundo y cierro los ojos tan fuerte como puedo, permitiéndole a mi mente escapar hacia otro lugar; dejando que mis pensamientos se centren en cualquier otra cosa, menos en lo que está a punto de suceder.
El recuerdo del rostro de mi mamá, es el primero en aparecer. Pienso en su sonrisa, su calidez y en esa protección que siempre me brindó, haciéndome saber que, sin importar lo que pasara, ella estaría ahí cuando más la necesitara.
Una lágrima cae por mi mejilla al recordarla. ¡Dios! Cuánto quisiera poder recibir uno de sus abrazos reparadores. Estoy segura de que sólo eso bastaría para curar todos mis males.
Pienso en mis amigos y ex compañeros de trabajo… de verdad los extraño. Ellos fueron los responsables de sacarme más de una sonrisa en los momentos difíciles. El recordar sus rostros… sus bromas… o esas salidas improvisadas que armaban… cuando me ayudaron a “infiltrarme” en la casa de los Hampton… ¡Dios! ¡Lo recuerdo todo! Y eso hace que un profundo pesar se instale en mi pecho, al entender que nunca más volveré a verlos…
Y por último, pero no por eso menos importante, el rostro de la rubia más bonita que había conocido en la vida, se aparece de repente en mi memoria. Jessie… mi mejor amiga desde la secundaria… la chica que siempre me acompañó en cada aventura, cada triunfo, cada tropiezo, cada derrota… la única que siempre me brindó todo su apoyo, aún cuando el resto del mundo se alejó… el ancla que cada día me ayudaba a mantenerme a flote y de quien nunca, jamás, imaginé terminar enamorada… porque sí, ese fue mi maldito error… el peor de todos mis errores… enamorarme de la chica que me tendió la mano cuando estaba a punto de hundirme en un profundo pozo del que no veía salida…
Pienso en su sonrisa… en esa dulce mirada que me dedicaba… en sus locuras… en sus melosas muestras de afecto… ¡Dios! ¡Cuánto las extraño! Si hubiera sabido todo lo que la vida me tenía preparado, hubiera aprovechado cada segundo que me quedaba junto a ella. Daría mi vida entera por recibir uno de sus abrazos… verla reír a carcajadas… o escucharla hablar por horas sobre maquillaje y la ropa que estaba de moda esa temporada… quisiera tener una última oportunidad de revivir todo eso, aunque fuera por última vez…
Jessie es una increíble persona… jamás me abandonó y la tristeza me invade al pensar que, ahora, yo tendré que hacerlo. ¿Quién lo diría? Al final, seré yo quién la terminará dejando, porque dudo que Connor me deje salir viva luego de esto. Lo más probable, es que me mate al terminar, por lo que no me quedará tiempo para despedirme de ella…
Te quiero, Jessie… por favor, perdóname, ¿sí…?
Nunca dudes que te quise con mi vida… que te amé con mi alma y que te acompañaré por el resto de tus días, aunque ya no me puedas ver junto a ti, ahí estaré, no lo dudes. Si tengo que escoger, te escogeré a ti…
Siempre te escogería a ti…
—Pero… ¿qué mierda?
Y entonces, el milagro que tanto anhelaba, sucedió.
Sin previo aviso, Connor aligera un poco la fuerza en su agarre, aunque no lo suficiente como para soltarme, no obstante, ver que se ha quedado en completo silencio, me da esperanzas. Quizás se arrepintió y no planea hacerme nada. O quizás, algo pasó y por eso se detuvo. Las posibilidades son pocas, pero mientras éstas existan, no dudaré de aferrarme a ellas.
De la nada, se levanta de golpe, liberándome y por instinto, lo primero que hago al sentirlo lejos de mí, es subir mis jeans y regresarlos a su lugar, antes de asegurarme que los botones estén bien puestos y le resulte casi imposible volver a desabrocharlos. Sé que eso no es garantía de nada, pero haré lo que sea necesario con tal de que no me vuelva a tocar en lo que me quede de vida.
Me tomo un segundo para normalizar mi respiración y limpiar algunas de las lágrimas que empañaban mi vista. No tengo idea de qué sucedió, pero sea lo que haya sido, ¡gracias! Porque eso me libró de lo que Connor planeaba hacerme. Me pregunto, ¿qué lo hizo cambiar de opinión? ¿Por qué se detuvo tan de repente?
Mi vista se centra en él durante un momento. No deja de mirar hacia la puerta con confusión y, así mismo, cierto temor impreso en la mirada. Es como si ahí hubiera algo que lo asusta y lo termino de confirmar cuando escucho el rechinido del metal, un sonido que ya me conozco a la perfección…
Aún con mi vista algo borrosa, logro distinguir una potente luz que se cuela en el momento en que alguien abre la puerta, cegándome, impidiéndome ver con claridad que es lo que pasa, así que parpadeo un par de veces con la esperanza de ver mejor y es ahí cuando lo entiendo.
De forma lejana, logro distinguir una silueta… una silueta parada en la puerta… una silueta que no es de Connor, pues él se encuentra a pocos pasos de mí…
Mis ojos se vuelven a llenar de lágrimas al pensar que, quizás, mis gritos sirvieron de algo y que tal vez, alguien vino a salvarme. Casi puedo sentir el dulce sabor de la libertad, hasta que mi visión se comienza a aclarar y entonces, logro reconocer un poco a la persona que se ha quedado estática, parada en la puerta, sin saber ni siquiera cómo reaccionar o si debería entrar.
Pero… ¿qué hace ella aquí? ¿Acaso…?
—¿Connor? —susurra, con cierta timidez y mucho temor.
Oh… por… Dios…
—¿Je… Jessie?
Y así termina ésta mini maratón de hoy. ¿Les gustó? 😀 Bueeeeno, ya sé que me ausenté por mucho tiempo, pero de verdad, no me quedó tiempo para nada, ni siquiera para responder mensajes de WhatsApp (y miren que mi mamá casi me funa por eso XD), pero bueno, hoy he decidido volver con estos seis capítulos que, de verdad, espero que les hayan gustado. No puedo creer que estemos tan cerca del final, aaaaaahhhh.
Hagan sus apuestas, amigos, ¿cómo creen que terminará ésta historia?
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Los leo y los quiero, no lo olviden. 💖
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