Capítulo 14
—Por Dios, Alissa, ¿qué te dije de hacer "acrobacias" con la patineta del vecino? —regañó a la pequeña niña, aún sin dejar de curarle las rodillas.
—Perdón, mamá. Es que no pensé que ésta vez fuera a salir tan mal... —respondió, con la mirada gacha, intentando controlar las muecas y quejidos de dolor que salían de su boca, cada vez que su madre limpiaba los raspones que se había hecho.
—Ese es tu problema —aseguró, mirándola con seriedad—. Nunca, mides, los riesgos. Y sólo te lanzas al agua, sin siquiera pensar en si vas a poder nadar o no, ¿me equivoco?
¡Cuánta razón tenía mi mamá! Mi mayor defecto siempre fue el mismo: ser tan impulsiva. Nunca me detenía a pensar en el peligro y, como ella dijo, sólo me lanzaba al agua, para después, darme cuenta de que había sido muy mala idea, pues ni siquiera "sabía nadar". Siempre fue lo mismo, caminaba al borde del abismo y no meditaba en el riesgo que estaba corriendo; mi "impulsividad" me impedía darme cuenta de que estaba cerca de caer al vacío.
Ella siempre tuvo conocimiento de cuál era mi debilidad, siempre supo mi peor defecto y aún así, nunca dejó de quererme. Por el contrario, cada vez que cometía alguna idiotez o me equivocaba, siempre me cuidaba, consolaba y me hacía saber que ella me apoyaría y que, sin importar lo que pasara, ella estaría ahí cada vez que la necesitara.
Gracias a eso, supongo que fue más fácil afrontar la "ausencia" de un padre, pues aunque aún llevaba un gran vacío en el pecho por no haber tenido una figura "paterna" que me consintiera y me protegiera, el cariño y afecto que mi madre siempre me brindó, me hizo entender que no necesitaba de alguien que renunció a mí y que no quiso hacerme parte de su vida; tan sólo la necesitaba a ella, la estupenda y maravillosa madre que la vida me obsequió. Y con eso me bastaba para poder seguir adelante.
Por eso, cuando enfermó, sentí que todo mi mundo se caía a pedazos.
Si hubiera tenido la posibilidad, habría hecho hasta lo imposible, sólo para que ella se quedara conmigo un tiempo más...
Pero claro, la falta de medios —sobretodo, económicos—, me lo impidió. Los tratamientos, quimioterapias y las visitas seguidas al hospital, representaban un gasto extremo y un golpe demasiado cruel a nuestra ya deteriorada economía. Además, ella ocultó el problema hasta que fue demasiado tarde, lo que, al final, acabó complicando aún más la situación.
Aún recuerdo la larga odisea que vivimos, sobretodo ella, luchando contra una enfermedad que, cada día, le robaba aún más energía, hasta que llegó el momento... ese fatídico momento en que perdimos la batalla y aquel horrible monstruo apodado "cáncer", se encargó de arrebatarme a la persona más importante de toda mi vida. Aquella que siempre me animó cuando estaba decaída, aquella que siempre me brindó su apoyo incondicional, aquella que siempre me hizo saber que, sin importar lo que pasara, estaría ahí conmigo; aquella persona, se había ido, dejando una profunda herida en mi interior que ni en todos estos años, he logrado sanar.
Una lágrima se resbala por mi mejilla cuando pienso en eso, sin embargo, pasa desapercibida cuando un profundo dolor se instala en mi pecho, al caer en cuenta de la realidad. Mi mamá ya no está, se fue, murió cuando yo tenía diecisiete años y desde aquel día, me he dedicado a hacer algo a lo que yo llamo "sobrevivir", aún cuando, a veces, siento que es imposible hacerlo, sobretodo sin ella a mi lado.
Pero... entonces... ¿por qué la estoy viendo ahí, en cuclillas, frente a esa niña que tiene un increíble parecido conmigo...?
La respuesta que se me ocurre, provoca que nuevas lágrimas salgan de mis ojos. Mi mamá ya no está y si puedo verla ahí, en ese sitio, seguro es porque estoy soñando.
—Óyeme, Ali —vuelve a hablarle a la niña, mirándola con fijeza—, debes aprender a detenerte cuando el peligro esté cerca, ¿lo entiendes?
La niña asiente al mismo tiempo que yo lo hago. Y de alguna manera, los papeles se invierten y ahora, soy yo quién está sentada en esa banca. Mis rodillas siguen intactas y sin ningún rasguño, no obstante, la madre más amorosa y perfecta que pudo existir en éste mundo, sigue concentrada en curarme, como si ahí, tuviera una lesión que necesitara de intervención quirúrgica.
—Mírame, ¿sí? No puedes seguir poniéndote en peligro, porque no quiero que nada malo te suceda —suplica. Su semblante se ha transformado y ahora, demuestra preocupación y miedo, como si intentara decirme algo con su mirada—. No soportaría que te pasara algo, así que tienes que ser más cuidadosa, ¿sí?
Las lágrimas que nublan mi ojos, me impiden ver con claridad su rostro. Aún cuando hago el intento de limpiarlas, casi de inmediato, éstas son reemplazadas por nuevas, como pequeñas gotas de cristal, producto de la tristeza y el dolor que invaden mi corazón y se deslizan por mis mejillas, empapándolas en tan sólo unos segundos. No quiero que ésta increíble visión termine. Me quiero quedar aquí, con ella. Quiero sentir que, de nuevo, somos ella y yo contra el mundo y que ésta vez, no habrá poder humano ni celestial que logre separarnos.
Tan sólo quiero seguir aquí...
Sus palabras retornan a mí y sólo puedo sonreír con melancolía, antes de formular una frase que suene entendible:
—Gracias, mami...
Más lágrimas se desbordan de mis ojos, permitiéndome verla con claridad. Su semblante vuelve a ser igual de alegre que siempre y esa radiante sonrisa que me obsequia, me brinda el alivio y afecto que he anhelado sentir desde que ella partió. Decido memorizar esa imagen y guardarla en lo más profundo de mi ser, para así, recordarla y no sentirme tan sola cuando despierte.
Sí, cuando despierte, porque sé bien qué no importa cuánto lo desee, no puedo quedarme aquí, junto a ella. Mi mamá murió hace años y si en verdad existe el paraíso del que tanto hablaba, quiere decir que ella está allá, mientras yo pertenezco a otro mundo, otra realidad. Nuestros caminos se separaron y ahora, cada una pertenecemos a dimensiones diferentes, dimensiones en las que no estamos destinadas a reencontrarnos, al menos, no en ésta vida.
Haría lo que fuera necesario, con tal de quedarme a su lado, pero sé bien cómo funcionan las cosas y, en algún momento, éste lindo sueño, acabará. Y tarde o temprano, deberé despertar a mi dura e infeliz realidad de siempre.
—Te quiero, mamá... —susurro, antes de cerrar los ojos con fuerza. Nuevas lágrimas descienden por mi rostro y una repentina oscuridad es lo que me invade, antes de escuchar esas últimas palabras que tanto anhelé oír en todos estos años.
—También te quiero, mi niña...
Mis ojos se abren y lo primero que percibo, es como dos lágrimas caen a un lado de mi rostro, dejando una extraña sensación de frío a su paso. Mi muy empañada vista, no me permite ver dónde estoy, pero algo sí es seguro y es que, de nuevo, volví a llorar mientras dormía.
Hace varios años no soñaba con mi mamá. Y el recordar sus palabras, provoca que nuevas gotas de dolor se deslicen por mi rostro. La tristeza me golpea al pensar en lo que dijo, pues sé bien que ella ya no está aquí para decírmelo en persona, no obstante, me siento feliz de saber que, hasta su último momento, siguió amándome con la misma intensidad de siempre.
Suspiro con pesadez y procedo a limpiarme la cara. Quizás, así, logre ver mejor, pues apenas distingo mis manos frente a mí y esas aburridas paredes grises que me rodean.
Un momento, ¡¿paredes grises que me rodean?!
Me incorporo de golpe ante esa nueva revelación y, de inmediato, un leve mareo me golpea, sin embargo, lo ignoro y continúo observando a mi alrededor. Siento que estoy soñando, así que vuelvo a restregar mis ojos, con la esperanza de despertar, no obstante, mi sorpresa aumenta al ver con mejor claridad el sitio donde estoy.
Hay cuatro paredes de color gris que me rodean, iguales al techo, el cual se ve agrietado y con varias filtraciones; en las esquinas, se pueden ver manchas de moho y humedad, que me indican que a éste lugar no ha venido nadie desde hace mucho y para completar, esa pequeña —casi diminuta— ventana, bloqueada por gruesos barrotes de hierro que apenas me permiten ver el oscuro cielo que hay afuera.
¡¿Oscuro cielo que hay afuera?!
Siento que mi cabeza va a colapsar en cualquier momento. ¿Dónde estoy? ¿Por qué no reconozco éste sitio? ¿Qué hago aquí? ¿Cómo acabé en éste lugar? O aún peor, ¿cuánto tiempo llevo aquí?
Tantas preguntas y ninguna tiene respuesta. Por más que lo intento, no consigo recordar qué sucedió, ni cómo vine a parar a éste sitio. Digo, tengo que conocerlo, ya que, si no fuera así, ni siquiera hubiera venido, pero entonces ¿por qué no recuerdo haber estado aquí, antes? Sin mencionar la oscuridad que invade el cielo, la cual me indica que ya es de noche, entonces ¿qué hago, a éstas horas, fuera de mi casa? Se supone que debería estar descansando, ¿no? Por lo tanto, no tiene ningún sentido que yo esté en éste lugar y menos, despertando.
¡¿Qué diablos fue lo que pasó?!
Siento como un escalofrío me recorre la espalda, al mismo tiempo que una extraña sensación se presenta en mi pecho. Es como cuando sientes que alguien te vigila, aunque allí no haya nadie, excepto que, en mi caso, no siento que haya alguien vigilándome, sino que tengo el presentimiento de que, a mi espalda, hay algo que quizás no debería ver.
Intento tranquilizarme, con la intención de que esa horrible sensación, desaparezca, pero ocurre todo lo contrario, pues aumenta con cada segundo que pasa. Mi cerebro me dice que voltee a mirar, que de seguro no es nada, pero en mi pecho, algo me advierte que, si lo hago, me arrepentiré de gran manera, pues sólo me encontraré con algo que no podré soportar, algo que acabará con cualquier partícula de paz que pueda haber en mi interior, entonces ¿qué se supone que debo hacer?
Respiro profundo y comienzo a girar mi rostro con una lentitud agonizante. Bien podría simular a la película de El Exorcista, pues un poco más y mi cabeza acabará dando un giro de ciento ochenta grados, no obstante, ni siquiera pensar eso me detiene, así que continúo viendo a mi alrededor hasta que mi cuerpo se ha volteado casi por completo.
Todo rastro de serenidad desaparece de mi cuerpo y un estruendoso grito se escapa de mi garganta.
No, no, no, no puede ser real, ¡tiene que ser una horrible pesadilla!
Las lágrimas empiezan a deslizarse por mi rostro mientras continúo sollozando y negando con desesperación. Siento que mi propia mente me quiere jugar una mala broma y acabo cerrando los ojos con tanta fuerza, que mis párpados duelen. Sólo quiero que esa imagen desaparezca, no obstante, cuando vuelvo a mirar, todo sigue igual; la escena frente a mí —para mi desgracia— no ha hecho más que aclararse, obligándome a apreciar hasta el más mínimo detalle.
Sin poder soportarlo más, me arrastro por el suelo hasta llegar a una esquina del cuarto y cuando las arcadas se presentan, hago el intento de vomitar, pero, por alguna razón, no consigo que nada salga. Vuelvo a intentarlo varias veces, pero el resultado es el mismo. Es como si mi estómago estuviera vacío y no hubiera ningún alimento que pudiera devolver.
Cuando el malestar se ha calmado un poco, vuelvo a mirar hacia ese sitio, donde yace el cuerpo sin vida de esa persona. La sangre derramada por el suelo, le da el aspecto idóneo de una película de terror. Incluso puedo sentir el olor impregnado en el aire, como si ese cuerpo llevara mucho tiempo de estar ahí, lo cual, sólo hace que mi llanto se intensifique. ¿Cuánto tiempo ha pasado en realidad? ¿Cuánto lleva ese cadáver ahí? O aún peor...
¿Cuánto llevo yo aquí?
Doy varias respiraciones rápidas con la esperanza de calmarme, esperanza que se esfuma cuando acabo ahogándome en el intento. No puedo evitarlo, sé que debo tranquilizarme para pensar mejor las cosas, pero no puedo. Tengo miedo, miedo por el lugar en el que estoy, miedo por la persona muerta que se encuentra a unos cuantos pasos de mí, miedo por pensar en lo que pasó para que terminara así o, la peor de todas, miedo por terminar de la misma forma...
Una violenta tos me obliga a dejar de llorar, regalándome valiosos segundos para tomar algo del aire que ya empezaba a faltarme, aún así, mi corazón no deja de latir de forma desbocada. Debí hacerle caso a mi sexto sentido, esa voz en mi interior que me pedía no voltear, pero claro, yo siempre cometo estupidez tras estupidez y gracias a eso, aquí estoy.
Maldita sea, ¡¿qué fue lo que hice?!
Supongo que ese derroche de valentía e idiotez que todos padecen en la adolescencia, a mí me llegó hasta la edad adulta. Sólo así puedo explicar la tontería que cometí. ¿Cómo pude caer tan fácil en la trampa? Era de esperarse que algo malo iba a suceder, pero en mi locura, no imaginé que llegaría hasta éste límite. Debí haber dado parte a la policía y no intentar "seguir la pistas" y "armar el rompecabezas". Si lo hubiera hecho, no estaría viviendo ésta horrible pesadilla.
Ahora, seguro tendré que pagar las consecuencias de mis actos. Y para ser honesta, me aterra hacerlo.
Mis últimos momentos de lucidez, regresan a mi memoria de golpe y entonces, al fin, comprendo cómo terminé aquí. Estaba en ese lugar, parada en el espacio donde un día viví junto a mi mamá, cuando alguien me cubrió el rostro con un pañuelo. Todavía recuerdo ese asfixiante olor a medicina y luego de eso, no sentí nada más. Significa que, quién sea que haya sido, me drogó o me sedó para traerme aquí y que yo no descubriera el sitio exacto en el que estaba, acabando así con cualquier posibilidad de poder escapar.
Mi ya trastornada mente empieza trabajar casi a la velocidad de la luz. No tiene sentido, fui ahí porque estaba cien por ciento segura de que Danny era el culpable. Incluso medité mucho sobre cuántas posibilidades tenía de vencerlo —claro está que eran muchas, sino, no me hubiera arriesgado—, pero ahora que lo pienso, veo que mi teoría no encaja con lo que pasó ahí y hay varias razones para creer eso.
En primer lugar, Danny, como ya dije, nunca fue de gran estatura. Quizás me superaba por dos o tres centímetros, sin embargo, la persona que me atacó, era mucho más alta que yo. Lo supe por la facilidad con la que sujetó el pañuelo a mi rostro. Si hubiera sido Danny, tendría que haber estirado mucho el brazo para llegar a mi cara, no obstante, quien haya sido, ni siquiera se esforzó en eso, pues parecía que su mano quedaba a la altura ideal.
Segundo, la fuerza de la persona que me drogó, era mucha, tanta que ni siquiera yo, con mis forcejeos, logré hacer que me soltara. Danny no tenía esa fuerza, él apenas soportaba el peso de su mochila en la secundaria, quiere decir que no hubiera podido sujetarme de la manera en que lo hizo.
Y tercera, pero no por eso menos importante, su complexión física. En los breves segundos en que logré retorcerme bajo su agarre, impacté varias veces con el cuerpo de la persona que me sujetaba. Ahí me di cuenta de que esa persona no sólo era mucho más robusta, sino que también hacía mucho ejercicio. Y la dureza de su abdomen o pecho, me lo confirmó.
Todo esto me hace llegar a una conclusión:
A menos que mi teoría sobre el "cómplice", sea real, significa que no es Danny quién está detrás de todo esto.
La parte lógica de mi cerebro vuelve a activarse e incluso podría jurar que siente ganas de golpearme. Todo esto me hace sentir estúpida, ya que mi exceso de confianza, hizo que terminara en ésta situación. Sólo me lancé al vacío, sin pensar en las otras opciones que podían existir. ¿Cómo no se me ocurrió lo del cómplice, antes? Si hubiera pensado en eso, nunca hubiera ido a ese lugar. Pero claro, ¿qué podía esperarse de alguien como yo?
Cuando siento que mi ritmo cardíaco se ha "normalizado" un poco, tomo aire hasta llenar mis pulmones y, aún con el miedo invadiendo mi ser, giro mi rostro para ver el cuerpo que yace a menos de un metro de mí. Hago esfuerzos sobrehumanos por ignorar esa horrible herida en su cuello y me concentro en otros aspectos, como su ropa. Lleva unas bermudas de color gris, combinadas con zapatos blancos y camiseta del mismo color. Ni siquiera parece haber tardado mucho en escoger su atuendo. Por el contrario, parece que se encontraba en su casa o muy cerca de ella en el momento en que fue emboscado y asesinado.
No puedo evitar pensar que, quizás, su historia haya sido similar a la mía. Quizás, a él también le hicieron creer que estaba "a salvo" y por eso, ni siquiera se preocupó por la forma en la que iba vestido. Quizás cometió el mismo error que yo y pensó que podría acabar con ésta pesadilla él sólo, pero ¿cómo podría haber imaginado que terminaría de ésta forma? ¿Cómo iba a saber que su decisión le costaría la vida?
Así como quizás suceda conmigo...
Trago el nudo que se ha formado en mi garganta y continúo subiendo la vista con cuidado. No tardo mucho en notar que sus piernas son muy cortas, lo que confirma que no es muy alto y su complexión es tan delgada que bien podría parecerse a la mía. Todo en el cuerpo indica que se trata de una chica, sin embargo, la traslúcida camiseta sin mangas que lleva puesta, deja ver con claridad que no tiene busto y su cabello, recortado de forma varonil, confirman mi teoría de que es un chico.
Cuando mi vista se detiene en esos ojos marrones que me miran con el terror impreso en ellos, doy un salto hacia atrás y acabo levantándome de golpe, mientras me cubro la boca con ambas manos para evitar gritar.
Un nuevo mar de lágrimas se hace presente en el momento en que me doy la vuelta para dejar de ver esa imagen. ¡Fui una gran imbécil! Todo este tiempo, creí que mi plan era perfecto y que no habría falla alguna, pero hubo un detalle que no vi y gracias a ese "detalle", acabé en éste lugar. Eso, sin mencionar que, cuando salí de la floristería, estaba convencida de que el único responsable era Danny, pero...
¿Cómo podría ser Danny, cuando su cuerpo está tirado a mis espaldas?
Vuelvo a negar con desesperación mientras las lágrimas se desbordan de mis ojos, sin parar. Mi corazón vuelve a latir a toda velocidad, sobretodo cuando el aire deja de llegar a mis pulmones. Empiezo a hiperventilarme, como un asmático en medio de un ataque y apenas soy consciente del momento en el que caigo al suelo, de espaldas, quedando a pocos centímetros del cadáver que me mira con ojos muy abiertos.
No sé qué me aterra más, si el descubrimiento que acabo de hacer o el estar tan cerca del cuerpo, al punto en el que mis manos se han manchado con la que, supongo, es su sangre. Vuelvo a gritar ante el terror y salto de mi lugar, sólo para cubrirme la mitad del rostro con el brazo, en un vago intento por evitar que mis fuertes sollozos se escuchen, como si hubiera alguien que pudiera oírme, pero claro está que no hay nadie, sólo somos Danny y yo y no hace falta ser un experto para saber que él está muerto; la ancha y deforme línea carmesí que rodea su cuello y el pálido color de su piel, lo confirman y hacen que el nivel de mi terror crezca aún más.
Nuevas arcadas aparecen y me apoyo en la pared, con la esperanza de vaciar mi estómago, no obstante, la respuesta de mi cuerpo es la misma que hace unos segundos. Quizás se deba a que no como nada desde la mañana, por lo tanto, no hay contenido alguno que mi estómago pueda devolver, entonces ¿cómo hago para acabar con éste malestar? ¿Cómo hago para dejar de sentirme así?
¿Qué hago para salir de aquí?
El estruendoso sonido del metal azotándose contra la pared, me provoca un fuerte sobresalto y acabo girándome, sólo para encontrarme con una ancha puerta metálica que ha sido abierta de golpe, mientras se tambalea con lentitud de un lado a otro, dando paso a que una horrible bestia ingrese al lugar.
Cuando elevo la mirada, me encuentro con un rostro que jamás, ni en mis peores pesadillas, esperé ver...
—Hola de nuevo, pequeña Ali —saluda, con una macabra sonrisa dibujada a lo largo de su boca—. Bienvenida a mi lugar secreto.
Pero... ¿qué?
—Tú...
¡Hola a todos! Sí, he vuelto. Y mis extrañas notas de autor también. 😄
Espero que les esté gustando ésta historia hasta el momento. 🤗 Díganme, ¿qué opinan hasta ahora? ¿Quién podría ser el culpable? No olviden que los estaré leyendo y en el siguiente capítulo está la respuesta que tanto esperábamos. 😃😃😃 Sé que muchos ya se lo imaginaban, pero ajá, aún necesitamos la confirmación, ¿no? XD
Sin más que decir, yo me despido y los dejo, para que podamos llegar al fondo de éste misterio. 😉
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