Capítulo 13

Por milésima vez en éste día, vuelvo a inhalar tanto aire como mis pulmones me lo permiten y sujeto la tarjeta con firmeza, mientras la leo de forma rápida. No puedo evitar que mi ceño se frunza al reconocer el vecindario y la sorpresa me invade aún más al darme cuenta de que conozco ésta dirección.

Y vaya que la conozco a la perfección.

Solía ser un barrio muy... "humilde", por no decir peligroso. La policía ni siquiera se hacía presente en ese sitio y lo sé porque varios de mis antiguos compañeros de secundaria vienen de ahí, de ese lugar de mala muerte donde los robos se daban a cualquier hora del día. Varios de ellos solían vivir ahí, incluida yo.

El lugar donde estudiábamos, era una escuela pública y muy modesta. Muchos de los alumnos solían ser personas de bajos recursos que no tenían medios para pagar altas colegiaturas en centros privados, por eso fue que acabamos estudiando juntos, porque todos estaban en la misma situación económica que...

Que estábamos mi mamá y yo...

Por suerte, con el paso de los años, la situación de todos cambió; algunos subieron a lo más alto —como Marlenne, por ejemplo—, otros mejoraron —como Jessie y Connor— y algunos pocos más, aprendieron a sobrevivir con lo que tenían —como yo—. Fue cuestión de tiempo para que, al final, todos abandonáramos ese olvidado vecindario a orillas de la ciudad.

Recuerdo que me mudé luego de que mamá murió. Ya no había nada que me atara a ese lugar, así que, en cuanto tuve la oportunidad, hui de ese sitio. No tenía sentido quedarme ahí, pues cada vez que miraba a mi alrededor, todas las casas, calles y avenidas, me recordaban a ella. Creo que el primer paso para sanar, es olvidar. Y eso es lo que yo intentaba hacer.

La saliva se atora en mi garganta de golpe cuando pienso que Danny y su madre también vivían ahí. Incluso, hubo una vez en que fue a verme a mi casa, sólo para que lo ayudara con la tarea de matemáticas. Él conoce ese vecindario a la perfección y aún peor, él conoce con exactitud ésta dirección que está anotada en la tarjeta. ¿Acaso necesito más pruebas? Está claro que Danny es quien está detrás de todo esto. No hay duda, Danny es...

El asesino Arcoíris...

Cuando he logrado controlar mi leve ataque de tos, cierro los ojos mientras intento darme valor a mí misma, recordando las ventajas a mi favor y el porqué estoy haciendo esto. Sólo quiero que ésta horrible pesadilla se termine de una vez. Y si tengo que vencer a Danny para lograrlo, lo voy a hacer sin dudarlo.

Reúno las pocas energías que me quedan y, tras ver una última vez la tarjeta y confirmar que la dirección es la que creo —y temo—, inicio la marcha hacia mi siguiente destino.

Conforme avanzo, voy reconociendo cada vez más el lugar. Ha cambiado y mucho, pero a pesar de ser muy diferente a como era, siento que lo conozco a la perfección, como si siempre hubiera vivido aquí; como si, en realidad, nunca hubiera escapado de aquí.

Tuve que caminar mucho para llegar a la entrada, pues —según lo que dijo el conductor del autobús— la delincuencia en los alrededores aumentó tanto que el gobierno se vio obligado a cancelar la ruta, por eso, la parada más cercana está casi en la siguiente colonia y no niego que me gusta caminar, pero creo que esto sobrepasa el límite.

Respiro de forma agitada mientras me quedo apoyada en la pared de una casa que, a simple vista, se ve que está abandonada. Y el letrero en la puerta que dice "Se Vende", lo confirma. Me causa gracia ver hasta donde llegan las esperanzas de la gente, ¿en serio creen que alguien compraría una casa en un lugar como éste?

Tras recuperar el aire, continúo mi camino. Mientras más avanzo, más recuerdos se hacen presentes en mi memoria, sacándome una que otra sonrisa, sin embargo, éstas se borran cuando veo que nada es como recordaba. El parque en el que solía jugar de niña, ahora no es más que un espacio vacío, lleno de escombros, donde dos drogadictos hacen de las suyas en una esquina —ni loca pienso ir a saludarlos—; las casas donde solían vivir mis compañeros, ahora están en renta o, en el peor de los casos, abandonadas a su propia suerte. Y aquellas tiendas en las que solía comprar dulces o helados, hoy sólo son un montón de locales cerrados, de los cuales, varios tienen agujeros en las paredes, que me recuerdan a los orificios que dejan las balas cuando alguien dispara.

No quiero imaginar qué pasó para que esos agujeros estén ahí.

Todo el barrio desprende tristeza, miseria, miedo y dolor. Las calles agrietadas y descuidadas, junto a las viviendas desgastadas, casi en ruinas, me confirman lo que ya me imaginaba: el vecindario se ha vuelto aún más peligroso de lo que era hace casi diez años, razón por la que el país entero ha preferido aislarlo y dejarlo en el olvido para siempre. Es una suerte que mi bolso sea tan pequeño que bien puedo cubrirlo con mi suéter. Además, nada de lo que traigo, tiene "valor", ¡ni siquiera llevo mis pendientes! Lo que me ayuda a no convertirme en la víctima de algún ladrón.

Víctima...

La simple palabra me provoca escalofríos y me recuerda el porqué de mi visita a éste lugar.

El intenso dolor de cabeza me obliga a detenerme y descansar durante algunos segundos; estoy hambrienta, cansada y siento muchas ganas de salir corriendo, no obstante, hay algo que me obliga a continuar. Es como si una fuerza sobrenatural me empujara a hacerlo, aún cuando —quizás— estoy a pocos pasos de caer a un precipicio.

Vuelvo a ver la tarjeta, con la esperanza de que ésta me inyecte algo de valor, pero gran sorpresa me llevo al darme cuenta de que, si no me equivoco, estoy a pocas calles de mi destino.

Sin dudarlo, echo a correr calle arriba, como si mi vida entera dependiera de ello. Los baches y grietas en la calle, dificultan la tarea, no obstante, mis zapatos deportivos ayudan mucho y me permiten continuar corriendo, hasta que doblo en una esquina y me encuentro con ese lugar al que nunca pensé volver.

Frente a mí, se encuentran más casas que parecen estar en renta, pero en medio de todas ellas, hay un amplio terreno baldío donde antes, solía haber una linda y humilde vivienda, pintada de color magenta, con detalles negros en el techo y ventanas, donde una pequeña niña de ojos azules, junto a su madre, solían vivir.

Las lágrimas nublan mi visión al darme cuenta de que no queda nada de aquella casa donde pasé la mayor parte de mi vida. Ahora, sólo se ve un espacio vacío, lleno de maleza y escombros, mientras que, en una esquina, hay apiladas algunas tablas y ladrillos, como las sobras de lo que, en algún momento, fue el hogar de dos personas. No lo puedo entender, ¿cómo pudieron demoler la casa entera? ¿Por qué lo harían? ¿Cómo es que todo aquí pudo cambiar tanto en apenas unos años?

Sin embargo, hay otras preguntas que me provocan una extraña sensación en el pecho:

¿Por qué siento que, con esa simple construcción, se llevaron también mis momentos más felices? ¿Por qué me duele tanto? ¿Por qué siento que, con esa demolición, de nuevo, estoy perdiendo a... mi mamá?

Si ella estuviera aquí, seguro se infartaría al ver esto.

Intercambio mi vista un par de veces entre la tarjeta y el terreno, confirmando que estoy en el lugar correcto, pero sigo sin entender, ¿por qué aquí? ¿Por qué me traería al lugar donde vivía antes? ¿Acaso me hizo venir para que encontrara algo específico? ¿O es que su desquiciado plan no ha terminado? Si así fuera, entonces, ¿hacia dónde debo ir ahora? ¿Por qué tuvo que traerme primero aquí?

Tantas preguntas y ninguna respuesta. ¿Cómo se supone que resuelva el acertijo, si no sé qué debo hacer ahora?

La idea de que, quizás, haya una "pista" oculta, más allá del límite de acceso permitido, me tienta a ingresar, pero el miedo me lo impide, después de todo, aunque la casa haya sido demolida y el espacio esté deshabitado y en muy malas condiciones, sigue siendo propiedad privada y no puedo entrar sin autorización del dueño; si lo hago, entonces estaré en serios problemas, ¿qué se supone que debo hacer?

Mi instinto suicida entra en acción y decido "indagar" un poco en el interior, pero antes, miro hacia todos lados, buscando señales de vida o algún testigo que luego pueda delatarme.

Lo que veo no me tranquiliza, sino que me altera de gran manera.

El lugar está desierto. No hay un alma transitando por aquí y las pocas casas que parecen estar habitadas, tienen las ventanas y puertas bloqueadas, dejándome a mí sola y a merced de lo que sea que pueda sucederme. Bien podrían asaltarme o algo peor, que al final, no habría nadie que viniera a ayudarme.

Conforme los segundos pasan, mi corazón comienza a latir de forma desbocada, mientras el miedo se va extendiendo a cada parte de mi cuerpo. Nadie vería si, justo ahora, me sucediera algo; nadie vendría a rescatarme si lo necesitara; no habría quién explicara qué fue lo que me pasó y aún peor...

Nadie, nunca, tendría idea de quién fue el culpable, porque nadie sabría que yo estuve aquí.

Por Dios... ¡¿qué rayos estoy haciendo?!

Fue una idiotez ceder ante mi propia curiosidad. ¿Cómo pude caer tan fácil? Estuve casi una hora investigando sobre empresas de envío; luego, pasé todo el día buscando esa estúpida floristería; fui hasta allá, aún sin conocer la zona y ahí me enteré de que Danny es el responsable. Aún sabiendo eso, vine hasta aquí y ahora, estoy parada en medio de la nada, vulnerable ante cualquiera que quiera hacerme daño. Y todo por seguirle el juego a un demente que no hizo nada más que asesinar personas. Caí en la trampa de un monstruo que, en ningún momento, demostró sentimientos, ¿qué me hizo creer que los tendría conmigo? ¿Por qué fui tan idiota al pensar que "aún" estaba a salvo?

Ahora que lo pienso, suena todavía más estúpido. ¿Cómo pude ser tan tonta? ¡Jamás debí seguir con éste juego tan horrible y retorcido! Sólo soy una ingenua que, aún con el paso de los años, continúa creyendo que sus planes no van a resultar "tan mal"; una ingenua y tonta chica que sigue corriendo riesgos, sin medir las consecuencias.

Perdón, mamá, tú siempre tuviste toda la razón sobre mí...

No puedo seguir con esto. Aún estoy a tiempo de dar la vuelta e irme. ¡Que se jodan Danny y su papel del asesino! Lo único que va a conseguir con todo esto, es una buena denuncia de mi parte, porque sí, planeo contarle todo a la policía y mi evidencia será... el ramo de flores junto con la nota que, al final, me llevaron a la floristería que atiende su mamá.

¡Prepárate, Danny! ¡Estás acabado!

Cuando voy a darme la vuelta, un nuevo pensamiento se cuela en mi mente, helándome la sangre en cuestión de segundos.

¿Y si Danny tiene un cómplice? ¿Qué pasará si consigo que lo arresten, pero su ayudante toma represalias en mi contra? ¿Y si intenta lastimarme por venganza?

Una mano que se posa en mi boca, interrumpe todos mis pensamientos. Intento gritar del susto, pero el sonido es amortiguado por un pañuelo que sella mis labios y nariz, apenas puedo respirar, pero el poco aire que llega a mis pulmones, va cargado de un nauseabundo olor que me recuerda a las medicinas.

Me toma varios segundos reaccionar, pero cuando lo hago, ya es demasiado tarde. Me retuerzo como puedo mientras la persona a mi espalda, continúa apretando el pañuelo contra mi rostro. Mis manos se mueven por inercia e intentan quitarlo, apartarlo, incluso golpearlo, pero nada da resultado. Y sólo soy consciente de como mi cuerpo va perdiendo fuerza y energía, al punto en el que ni siquiera logro seguir moviéndome.

Mis piernas ceden y ya no siento nada más.

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