5
Tras la rápida huida de Lotus, Yuril maldijo. No era su intención hacer llorar al chico, el mago no había medido sus palabras como era de costumbre. No era un hombre de mucho tacto y su experiencia con niños era casi nula. Aún estaba enojado, claramente, Lotus no tenía el derecho de tirar sus cosas a la basura, los viejos frascos y ropa sucia eran todo lo que el anciano cuervo poseía por lo que se había apegado a ellos como al dolor y amargura de su pasado.
Yuril miro a su alrededor con detenimiento. La casa semivacía y ordenada le recordaba los días en que llego por primera vez a aquel lugar, hace ya muchos años. Paso la vista por cada rincón, estrujando con fuerza la vieja capa en sus manos mientras daba pasos por la pequeña sala hasta llegar al sofá sobre el cual reposaban una gran cantidad de papeles de los cuales no se había percatado antes. Tomo uno de ellos con cuidado de no tocar la húmeda tinta negra que las empapaba.
El mago rio. Las hojas eran los ejercicios terminados del pequeño Lotus. Algunas de ellas estaban rotas; demasiada tinta, otras, poseían trazos irregulares, temblorosos y gruesos como ramas, definitivamente no eran los mejores dibujos del mundo, pero se podía notar el esfuerzo y perseverancia de Lotus; el muchacho se había esforzado mucho en trazar los símbolos mágicos correctamente, practicando una y otra vez hasta quedarse sin papel. Eran justamente como el niño, sin orden, con potencial, pero caóticos, tenía el poder, pero le faltaba un guía, un maestro. Yuril no pudo evitar sentirse culpable, miro en dirección a la puerta entreabierta que dejaba ingresar a los dorados rajos del sol.
-Ah... Yuril... te arrepentirás de esto, ¡estoy seguro! -se dijo a sí mismo, saliendo de la casa con pasos largos y apresurados.
Una vez fuera, el viejo mago busco con la mirada el posible camino que podría haber tomado el chico. La escalera de su casa estaba justo dentro de un corto callejón, junto a su casa se encontraba una tiendita familiar propiedad de sus vecinos, y frente a ambos edificios pasaba una larga calle de amplio espacio que se dividía en tres caminos diferentes con sus propias bifurcaciones más allá. Encontrar a Lotus sin tener mayor información hubiese sido como internarse en un laberinto, pero Yuril tenía unos cantos trucos bajo la manga, o literalmente, dentro de la piel. Sacando su pincel de su palma como había hecho ya miles de veces en su vida, lo sujeto entre sus dedos y sosteniendo la hoja de prácticas de Lotus sobre la palma de la mano libre, dibujo sobre esta, sin tocar jamás el papel, un pequeño círculo con una estilizada flecha dentro de él.
-Guíame hasta él -susurró aproximando los labios al símbolo que levitaba sobre su mano ondeando suavemente como olas en el mar. Las palabras del mago provocaron un brillo, una chispa azul que recorrió la tinta viva haciéndola refulgir como fuego en segundos. Luego calma, y después, con titubeantes movimientos, el tatuaje comenzó a girar.
Yuril se apresuró a seguir el tercer camino, como indicaba la flecha dentro del círculo. Este no era más que un sencillo conjuro de rastreo que le llevaría hacia la fuente de la magia en el papel que, aunque dada la inexactitud de los trazos, no era mucha por lo que el hechizo se podía deshacer en cualquier momento. Aun asi el mago recorrió las calles esquivando a las personas que volaban por lo bajo, quienes miraban curiosos lo que llevaba en la mano.
Con tanta gente a su alrededor le resultaba casi imposible encontrar a Lotus, había demasiadas cosas obstaculizándole la vista. Por lo que voló, desplegando sus alas en un brusco movimiento, se alzó hacia el cielo. Voló más lejos, rápido, siguiendo la flecha por sobre la ciudad. Esta lo llevo por la calle de las telas, donde vendedores alegres exhibían sus coloridas mercancías, hermosos tejidos y bordados de oro y plata, vestidos de seda y delicadas prendas de lino a los potenciales clientes; luego, sobrevoló la pequeña plaza de Vertu con sus flores rosáceas y sus árboles frondosos, donde pudo observar algunas familias pasear, madres con sus hijos, pequeños cuervos aprendiendo a volar y uno que otro carterista escurridizo que lograba escapar con éxito de su más reciente robo. La vista área de la ciudad era sin duda una de las mejores cosas que podía disfrutar a pesar del dolor que su cansado cuerpo sentía con cada batir de sus alas. Aguanto un poco más, solo un par de minutos más de vuelo, le permitieron llegar hasta el barrio de Sir-kú, donde la flecha se desvaneció en partículas de polvo hasta desaparecer sobre el papel. Yuril no tuvo más remedio que bajar. A regañadientes recorrió aquel, para él, desagradable lugar. Se trataba de uno de los barrios más "comunes" de la ciudad de Yurem; sus habitantes no eran comerciantes, no eran parte del milicia ni poseían vienes destacables más allá de unas cuantas joyas y, por sobre todo, tenían trabajos normales. Nada le resultaba más desagradable a un cuervo tradicionalista como Yuril que un cuervo que vivé sin buscar algo mejor, sin ganas de crecer. Para el, solo existían dos caminos válidos, el del comerciante, o el del ladrón, y con mucha suerte, el de mago, pero ahí estaba. Recorriendo las calles de ese tranquilo barrio donde los hombres trabajaban honestamente, solo con la intención de encontrar Lotus.
Unas cuantas casas más allá de su punto de aterrizaje el mago escucho un murmullo de voces que procedían de una intersección. Con cada paso las voces se volvían más claras, dejando en claro que estas pertenecían a un grupo de niños que reían y gritaban con sorna a otro pequeño, no era necesario pensar mucho para saber que se trataba de Lotus.
- ¡No vuela, no vuela, el niño sin alas no vuela! -canturreaban los cuervos al compás de sus risas.
- ¡Vamos, chicos! ¿No ven que los harán llorar? -comentaba un chico de cabello chuzo alargando los labios en el momento en que Yuril se asomaba cuidadosamente por la esquina para mirar lo que pasaba- Lo harán llorar... ¡igual que la ves pasada!
-¡¡Si, si, Vika tiene razón!! Este rarito no puedo soportar ni un golpe y se fue a casa llorando con mami y papi... -la niña castaña junto al llamado Vika se tapó la boca con la mano fingiendo sorpresa mientras miraba a su grupo- Ay, perdón, olvidé que no tienes padres...
-jaja al pobre bastardo no lo quieren ni sus padres, ¡por eso se fueron de la ciudad sin él! ¿Quién querría a un asqueroso monstros sin alas como este?-retomo Vika, empujando a Lotus con ambas manos, haciéndole caer sobre sus posaderas. Los demás niños a su alrededor, que eran ocho en total, comenzaron a darle punta pies y a lanzarle piedras y tierra, canturreando una y otra vez aquella canción con la que tanto tiempo le habían atormentado.
Yuril, escondido tras el muro, se preguntaba qué era lo más apropiado para hacer. Él no era del tipo que se involucraba, es más, odiaba verse envuelto en los problemas de gente pero, ver al pequeño Lotus taparse los ojitos para evitar la tierra mientras le golpeaba le removía las entrañas de cierta forma, aunque fuese solo un poquito. El mago suspiró, sin quitar la vista de los niños se guardó la hoja que traía en la diestra y sujeto su pincel con la otra mano. Había ido hasta Sir-kú para recuperar a su alumno y no se iría de allí hasta conseguirlo, incluso si eso le obligaba a dejar de ser un simple espectador.
- ¿Y bien, niño terrestre? ¿No tienes nada que decir? ¿No serías un gran mago famoso? -Decía uno de los niños más altos, codeando a uno de sus amigos- Fue eso lo que te dijo, no ¿Bhasvah?
-Seh, el fenómeno dijo que un gran mago le estaba enseñado y que pronto nos daría una lección -Bhasvah, que era más bajo que Lotus, se pasaba las manos por el pecho de la camisa verdosa para quitarse la tierra de entre los dedos.
Vika se río, alzándose de hombros e inclinándose luego hacia Lotus.
-Está claro que este adefesio asqueroso nos mintió... -tomando su cara con la diestra le forzó a que le mirara- No eres más que un mentiroso, ¿no es asi? Nunca lograras ser algo más que un simple perdedor... -un escupitajo por parte de Lotus le cayó directamente en la cara lo que llevo a Vika a pasarse las manos por la cara- Sucio y asqueroso infeliz... ¡Te voy a dar tu merecido!
- ¡Vamos Vika, tu puedes!
- ¡Demuéstrale a quien manda!
El chiquillo de casi 11 años iba a abalanzarse sobre Lotus para propinarle un puñetazo acompañado de los vítores incesantes de sus compañeros cuando de repente, una voz se alzó por sobre la de los niños. Sus palabras, inteligibles, los niños solo pudieron sentir la fuerte ráfaga de viento que les golpeo por la cintura como un sablazo de enormes proporciones, derribando a todo aquel que se encontraba de pie y haciendo rodar a los más pequeños unos diez centímetros o más de sus anteriores posiciones. Lotus estaba sorprendido, pero sonreía, algo que desconcertó al mago en primera instancia, el cual se acercaba lentamente y con prestancia hasta el él, robándose toda la intención de los asustados cuervos que con cuidado intentaban volver a ponerse en pie. Yuril tendió su mano a Lotus, quien la tomo con gusto tras soltar una risita un tanto traviesa.
-Hay que ver... ¿No puedes salir de un problema antes de meterte en otro? -le dijo Yuril a Lotus, rascándose la nuca con desgana, lo que menos le gustaba era estar metido en líos.
- ¡Yo no me meto en problemas! ¡Son ellos los que siempre están metiéndose conmigo! -contesto su aprendiz, sacando la voz por fin. Aún mantenía la mirada un poco baja, alejada del rostro del mago al que había hecho enfurecer horas atrás.
Los niños cuervo se reunieron tras Vika y los otros mayores del grupo, quienes se acercaban a zancadas con furia hacia los otros dos. Vika se paró frente a Yuril, quien tomo a Lotus por el brazo para ponerle tras sus alas, con aire desafiante y el pequeño y delgaducho pecho inflado a su máxima capacidad.
-Mira viejo, no sé quién eres pero si no te largas te voy a dar un paliza, ¿eh? ¿Acaso quieres pelear? ¿Quieres pelear? ¿Todo por defender a este pedazo de basura? ¡Mira que te parto en dos! -Yuril intento contener la risa ante la escena. El niño de mechas grisáceas movía los puños como un boxeador delante de su rostro, propinando golpes al aire mientras se bamboleaba, estaba claro que el pequeño Vika no tenía idea de lo que estaba pasando a su alrededor y no lograba bajarse de su nube de falsa superioridad.
-Observa bien, muchacho, puede que aprendas algo si prestas atención -indico, mirando a Lotus. Este le devolvió la mirada, asintiendo desde su costado levemente.
Yuril separo ambas manos, extendiendo ambas a todo lo que daban, con el pincel en la zurda, comenzó a levantar sus extremidades acercándolas poco a poco la una con la otra, los enemigos de su aprendiz retrocedieron unos pasos por el miedo a lo que podía ocurrir. Lotus trago saliva, su atención estaba puesta en las manos de Yuril, quien tomo el pincel con ambas palmas, cubriéndolo por entero antes de decir:
- ¡Amaresh, rompe el cielo con tus gritos, quiebra el día con la luz de cegadora de tus rayos, déjanos ver tu forma y muestra la hoja afilada que reciben aquellos que desafían tu poder! -con cada una de sus palabras se oía el retumbar de los cielos, nubes de tormenta cubrieron el cielo en un momento y truenos golpeaban con furia sobre la ciudad. Las manos de Yuril despedían destellos, la ciudad entera se remecía bajo su poder. El mago aferro firme entre sus manos su pincel, mirando hacia el cielo nublado- ¡Aparece, hijo del trueno! -un rayo fue invocado desde las nubes y cayó en el acto sobre aquel lugar, sobre las manos arrugas del viejo. Gritos de horror fueron opacados por la invencible luz que recorrió las calles y por el ruido del fuerte viento que, con un suave movimiento de la diestra de Yuril, se calmó. Lotus había visto como el rayo golpeaba sus manos y con asombro, había visto como el pincel negro de Yuril se alargaba, se torcía y se deformaba entre sus dedos hasta convertirse en un largo cetro dorado con el que el anciano golpeo el suelo, a la vista de todos, llevándose las nubes, el viento y los rayos como si aquello nunca hubiese ocurrido. La única prueba de aquel impensable hecho era aquel cetro de un metro con sesenta centímetros que Yuril lucia.
Los niños a su alrededor no podían creerlo, no paraban de murmurar y de gritar, abrazándose los unos a los otros y rogando porque aquel sujeto desconocido no fuese a hacerles daño. Sus corazones latían más rápido que el de un colibrí, sus piernecillas temblaban sin cesar; no estaban preparados para semejante demostración de poder, no estaban ni cerca de entender lo que acababan de presenciar y aun asi, dentro de sus jóvenes mentes se gravaba a fuego aquella escena, aquel rostro anciano que les miraba sin un ápice de interés, inescrutable y lleno de confianza, y sobre todo, al chico que se inclinaba con tranquilidad para tocar aquel cetro poderoso nacido desde el mismo cielo. Ellos veían a Yuril, sí, pero veían en él el posible futuro de Lotus, quien se colgaba de las mangas del viejo, jalando a aquel a sus ojos temible, temible mago, como si se tratase de un amigo. ¿Habían aprendido su lección? Tal vez, ¿Qué significaría el encuentro en sus vidas? Eso el tiempo podría decirlo, pero lo único claro, era que aquellos niños jamás volverían a ver a los magos o a Lotus, de la misma forma.
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