1.

En Yurem el Sol brillaba tan alto como era posible a los 30.000 pies de altura y el calor era tan insoportable como podía serlo un verano en el trópico sobre el Nuevo Continente que nada tenia de nuevo para los vigilantes aéreos de la tierra. Con tan altas temperaturas, era de esperar que las calles de la capital estuviesen casi vacías, nadie quería tocar la tierra hirviendo o los caminos de piedra ardiente que los cuervos con alas cansadas usan para moverse. El único que se veía en la obligación de caminar cada tedioso día era él, quien con dificultad huía de un cuervo adulto mientras intentaba no soltar el pan de acababa de robar. Sus pequeñas y morenas manos sudorosas no eran capaces de sostener tanto, y su hermana mayor, quien huyó en cuanto el dueño de la panadería se giro a ver el bullicio que Lotus había armado al botar unas cajas del mostrador, volaba sin cuidado sobre sus cabezas fingiendo inocencia. 

—¡No podrás escapar de mi si no usas tus alas, pequeño niño! —gritaba el cuervo, agitando sus azuladas alas en la persecución, sonriendo lo más amplio por la emoción.

Lotus se esforzó todo lo que pudo por no quejarse al sentir el contacto con las piedras al correr entre los callejones de la ciudad de roca, incluso logro esquivar las cascaras de pan rancio que el panadero le lazaba pero, para su desgracia, no fue capaz de esquivar al grupo de cuervos adolescentes que pasaba en dirección contraria, chocando contra ellos y saliendo disparado tres metros más atrás por la fuerza del grupo, que solo se detuvo un segundo antes de volver a volar a maxima velocidad.

—Te lo dije, novato —dijo el panadero al detenerse frente a un Lotus despeinado que se podía de pie con dificultad— No puedes huir con tus pies, debes sacar tus alas...

El hombre guardo silencio, viendo a Lotus quitarse la delgada camisa blanca para sacudirla con fuerza en el aire, pretendiendo limpiarla de esa forma. Podía ver claramente los brazos inmaculados del muchacho, por lo que, un poco extrañado, puso una mano sobre su hombro izquierdo y lo giro, viendo sorprendido que la espalda del muchacho no estaba tatuada. No había nada ahí.

—¿Como es...? Espera —el hombre mayor paso la mano que antes sostenía al malhumorado niño por su boca, secando el sudor— tu eres ese niño... jamás creí que los rumores fuesen ciertos, pero ¡mírate! ¡¡Un niño sin alas!!

Lotus se alejo un paso sin apartar la vista del panadero. Ya no tenía forma de escapar, por mucho que los cuervos celebrasen a los buenos ladrones, no se podría decir lo mismo de los malos, si no eras capaz de robar un simple pedazo de pan, entonces no eras digno de llamarte a ti mismo un cuervo. Seguro el viejo cuervo de las alas azules le hiciera limpiar la tienda o trabajar gratis en ella, cosa que Lotus no estaba interesado en hacer, pero tampoco había atisbo en el cielo de las alas rojizas de Nihal, por lo que no tuvo otra opción que seguir de mala gana al hombre que no paraba de hablar de lo extraño de su condición.

Al terminar de ayudar al hombre, Lotus volvió al lugar donde vivía junto a su hermana Nihal y su tío Zahid, hermano menor de su padre, quien, al igual que su madre, los había abandonado al momento de nacer su hijo, negándose a cuidar de una cría desvalida como él. El edificio donde vivía era muy alto, contaba con dos pisos sin picar, es decir, de roca maciza, y uno disponible para habitar. El menor de cabello purpura se veía obligado a subir por una hilera de manillas de metal grueso que usaba a modo de escalera incrustadas a la roca las cuales el mismo había puesto ahí cuando hace unos años, luego de que su hermana decidiera que estaba demasiado grande como para cargarlo hasta su cuarto. 

El interior de la casa era amplio y rectangular, el techo era alto para que los mayores pudiesen volar sin problemas y los pocos muebles de la sala se encontraban pegados a las paredes verdosas, a excepción por la larga mesa de madera oscura cerca de la cocina, y un par de sillones. En la pared más larga, del otro lado de la entrada, se encontraban cuatro puertas de madera blanca, la más lejana era del cuarto de Lotus. A esas horas de la noche, el cielo ya se oscurecía y las únicas fuentes de luz eran las mágicas esferas del tamaño de una mano que despedían su amarillento brillo desde el techo. Estas eran de las pocas cosas que los cuervos solo podían adquirir comprándolas a cuervos magos, los que eran escasos, ya que eran creadas en un solo lugar y no era posible sacarlas de allí. Las esferas tomaban su energía del Sol y solo brillaban cuando sus rayos desaparecían, lo que las hacia un elemento de primera necesidad en todas las ciudades. 

—Vaya, volviste, ¿Que te retraso tanto? —pregunto Nihal con desinterés. A sus 14 años era una de las chicas más lindas del reino. Su larga y gruesa trenza negra decorada con delicados pasadores de oro en forma de flores sobrepasaba su espalda baja, destacando su delgada figura, la cual denotaba la delicadeza de un cisne.

Lotus la ignoro, dolido por la forma en que, otra vez, había sido abandonado por su hermana. El solo era un niño de 9 años y nadie se encargaba de alimentarlo, vestirle o cuidar de él cada vez que se enfermaba. Era entendible que un par de cuervos adolescentes como Zahid y Nihal viviesen sin sus padres, de hecho, era lo esperado para chicos de su edad, pero Lotus aun era un niño y necesitaba de cierta ayuda, por lo que la actitud desinteresada de su hermana con él le parecía en sumo molesto.

—Veo que trajiste algo de comer —se alegro ella, colocando la trenza con cuidado sobre su hombro derecho. Allí, tendida sobre el diván de suave tela negra se asemejaba más a una reina caprichosa que a una hermana amorosa. Su traje de dos piezas de tela negra compuesto por un pantalón bombacho y un largo vestido con bordados rojos brillaban ante la tenue luz de las esferas, su idílica apariencia no hacía más que enfadar a su hermano menor. Verla tan tranquila mientras el se lamentaba internamente era motivo de ira y llanto por parte de Lotus, quien, sin soltar la bolsa con tres panes que el dueño de la panadería le había dado, se metió dentro de su refugio personal; un gran cofre de marfil en forma de huevo que se encontraba puesto de costado en su habitación y que usaba desde hace años para dormir. La cama-huevo era un invento de Zahid y hacía a Lotus sentirse seguro, allí dentro era oscuro, contaba con un pestillo desde dentro pero no desde fuera, y además, estaba debidamente acolchado con un suave almohadón lila y tres gruesas mantas de lana. No era posible para el pensar en un mejor lugar en donde pasar las penas comiendo pan. 

—¿De casualidad estas molesto por algo? —escucho decir a Nihal, seguramente en la puerta de su cuarto— ¿No vas a darme ni un poco de pan? ¿Enserio quieres que espere a Zahid? Tengo hambre ahora...!

—Debiste pensar en eso antes de dejarme solo allá en el mercado —replico Lotus, sacando un pan de la bolsa de tela de colores para darle un mordisco.     

—Ah, pensé que te sujetarías de mi —la voz de la chica se arrastraba un poco en las ultimas palabras, hablando como si todo eso le produjese cansancio.

—Si, pues debo recordarte que soy muy pequeño y que no corro tan rápido como para alcanzarte cuando vuelas, Nihal —las palabras de Lotus sonaban ahogadas desde fuera del huevo, dificultado un poco la audición. 

La chica suspiro, cargando el peso de su cuerpo sobre el pie izquierdo. Zahid ingreso a la casa por el circulo de dos metros al que llamaban puerta, aterrizando en medio de la sala. Sus ojos rosáceos buscaron a sus sobrinos por el lugar, lo que lo hizo caminar hasta Nihal, de pie frente a la única puerta abierta. 

—¿Esta dentro del huevo otra vez? —pregunto con una sonrisa de diversión en el rostro, recibiendo asentimientos por parte de su sobrina, diez centímetros más baja que él.    

—Si... No es mi culpa que nacieras así, Lotus, ya deja de lloriquear por eso —Nihal puso los ojos el blanco, señalando con la cabeza el huevo mientras posaba la vista en Zahid.

El chico entendió el gesto rápidamente y cruzándose de brazos dijo:

—Nihal tiene razón, tienes suerte de que tus padres no optaran por matarte cuando naciste, quiero decir, un cuervo si alas... Podrías morir si intentas salir de la ciudad —comento con una risa suave, provocando que Nihal se diera un golpe con la palma en la frente antes de golpearlo a él en el brazo.

Las palabras de Zahid no hicieron más que empeorar las cosas, provocando el llanto del menor encerrado. El mayor apretó los labios, mirando a Nihal que le susurraba que dijese algo sensato por una vez, después de pensarlo por un rato, el tío de ambos menores se acerco al huevo, sentándose junto a el. 

—Lotus, la verdad es que no puedes seguir llorando por eso. Como dicen los cuervos "Deja el pasado y sigue adelante" —cito, dando palmaditas a la superficie perfectamente pulida del huevo— Tal vez no tengas alas, pero eso no significa que no puedas disfrutar la vida de un cuervo. "Todo cuervo sabe robar", lo has oído ¿verdad?

Lotus paro de sollozar, apretando lo que le que quedaba de pan entre sus pequeñas manos de niño, dejando marcado uno de sus anillos en la suave masa mientras escuchaba las palabras de su irresponsable tío adolescente.

—Bueno, si lo has oído, seguro recuerdas que nadie nunca a dicho que se necesiten alas para robar. Los cuervos no son todo alas, hay muchas cosas que aprender, como la magia, por ejemplo, ¡puedes ser muy bueno en ella y ser de los mejores maestros del engaño! Y no necesitas unas alas para eso, ¿no? —al hablar de ello, incluso Zahid sonaba emocionado, y tal vez estuviese mintiendo, usando uno de sus actuaciones para convencer al muchacho con su alegre voz, pero, no fue eso lo que logro que Lotus abriera su huevo. Fue la verdad que sus palabras mostraban lo que gano su atención, no la intención con que su tío las acababa de decir.

Zahid tenía razón en lo que decía, la magia del engaño podía ser muchisimo más útil en la vida de una persona que un par de alas. No necesitaba de ellas para ganarse el respeto de la gente de Yurem, solo debía hacer uso de su inteligencia para aprender todos los trucos que le fuese posible, aprender a manejar la caprichosa magia del engaño y así, volverse uno de los seres más respetados por la raza de los cuervos, un mago. Su camino no sería sencillo, pero si aprendía a camuflarse con paredes o hacerse invisible, entonces sería capaz de robar sin ser detectado, solo necesitaba ponerse manos a la obra y conseguir unos cuantos libros de la biblioteca para comenzar.   

Su primer paso sería encontrar un tutor. Cosa sencilla, ya que en Yurem vivían solo dos magos del engaño, Yuril y Kedat. El primero era un hombre viejo, de cabello cano y larga barba. Sus ojos eran azules y sus alas de un color similar al del anochecer. Tenía fama de ser un viejo amargado y solitario, mientras el otro, Kedat, era más bien de media edad, respetable y orgulloso. Lotus lo había visto un par de veces y le parecía un sujeto de lo más extraño. Siempre estaba acariciando su largo cabello castaño, vestía más joyas de las que el pudiese contar y siempre estaba rodeado de personas. A pesar de eso, Lotus decanto por pedir la ayuda del anciano, creyendo que sería un objetivo más realista, a su alcance. Estaba decidido a hacer lo imposible por volverse su aprendiz.

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