Cosmo: Manchados Con Sangre

Mi hijo nos dejó un bebé robado, y ahora no se lo puedo quitar a Tabitha debido a sus deseos maternales.

—Querida, entrégale el bebé a Cosmo para que pueda volver con su familia —habla Vania de manera gentil.

—No entiendes que está es nuestra oportunidad de ser madres, esto es lo que siempre hemos querido, mi amor —Tabitha mira suplicante a su esposa.

—Lo sé querida, pero no me perdonaría causar el sufrimiento de una familia que añora a su hijo de regreso —Vania se acerca a su esposa—. Tabitha, entiendo desde que nos casamos nuestra dificultad de traer hijos, pero eso no quita que no te ame. Amo estar contigo, amo a la hermosa mujer con cabello como las nubes, pero con carácter digno de una tormenta. Y eso no lo va a cambiar nadie, y cuando sea el momento indicado tendremos a esos niños y los amaremos profundamente.

 Tabitha mira triste a su esposa, pero se acerca a mí y me entrega al bebé. Me acerco al sofá donde acuesto al bebé cuidadosamente. Este me mira y sonríe. Es cierto, es imposible no quererlo, me recuerda a mis hijos cuando estaban tan pequeños e indefensos y que no pude protegerlos de las amenazas del exterior. Entiendo la impotencia, la debilidad y la culpa que te consume por dentro. Si volviese a tener a mis hijos pequeños, haría todo muy diferente.

 Pongo mi mano en la cabeza del pequeño, a lo mejor debe tener como un año. Eso es tiempo suficiente para rastrear su primer recuerdo, un recuerdo de su verdadera familia y así introducirme en la mente de ellos para descubrir su dirección. Encontrado el recuerdo de su arrebato, puedo sentir a su madre y ver su residencia. Es una cabaña pequeña, en un tranquilo vecindario en el reino del Norte, específicamente en la región de Caléndula. La misma región donde se encuentra mi hija Estrella. Me separo del bebé, él está tranquilo y lo seguirá estando cuando vuelva con su familia.

—Ya sé dónde está su familia —cargo al bebé y se lo entrego a mi prima—. Esperaremos a que venga mi hijo y allí actuaremos.

—De acuerdo —Tabitha asiente, ella y Vania se van de mi oficina. Me quedo a una hora antes de la cena, pero mi hijo Tristan irrumpe en la sala.

—¿Dónde está el bebé? —él pregunta mirando a todos lados alarmado.

—Primero, cálmate —me acerco a él, le tomo de los hombros—. Y segundo, el niño se encuentra con mi prima cuidándolo.

—Lo necesito ahora, no tengo mucho tiempo —él habla agitado.

—Cuéntame ¿qué sucede? —lo guío a los muebles y nos sentamos.

—Todo está saliendo bien —él estrecha sus manos y se inclina hacia delante—. Pero no me puedo ausentar por mucho tiempo. Necesito al bebé —él se levanta agitado.

 Llamo al guardia y le ordeno que busque a mi prima con el bebé

—Localicé el hogar del niño —me levanto del mueble—. Te estaba esperando para devolverlo juntos.

—Me parece bien —él asiente nervioso—. Pero necesito llevármelo para finiquitar mi plan.

—¿Y quieres contarme tu plan? —pregunto esperanzado, quiero que confíe en mí, quiero que crea y sienta que puedo ser su padre.

—Pensaba que ya lo habías visto —replica un poco más calmado. Él se dirige a mi escritorio donde sostiene un libro de poemas, el mismo libro que le gusta tanto a Aryana.

—Quiero que confíes en mí para que me cuentes tus cosas —respondo honesto, él deja el poemario y se voltea, se recuesta en mi escritorio para examinarme. No dice nada hasta que llega Tabitha con el bebé bañado y cambiado —. Ya es hora que entregues al bebé.

 Tabitha se pone a la defensiva.

—Ya hablamos sobre esto, Tabitha —le digo exasperado.

 Ella maldice y le entrega al bebé a Tristan.

—Cuando termine les devuelvo al bebé para que pueda volver con su familia —él declara firme y desaparece.

—Sabes, él se está comportando igual a ti —Tabitha comenta con la cabeza agachada y cruzada de brazos. Tiene el cabello suelto y pareciera que una manta espesa y negra la envolviera por toda la cabeza.

—Ahora entiendo porque eres como las nubes —me rio y ella me mira mal.

—Me lo solté porque me lo tengo que lavar —me acerco a ella y empiezo a tocarle el abundante cabello—. Déjame en paz —ella me golpea la mano, pero la vuelvo a molestar—. En serio que eres infantil.

 Ella se aparta y me deja solo. Salgo de mi oficina y me dirijo a mis aposentos. La habitación se encuentra impecable y sola. Falta dos meses para que mi amada llegue. Dos meses en que no tengo paz.

 Acepté el trato de mi padre sobre las visitas de Aryana, pero eso no quita que no sea injusto su partida. La extraño tanto, extraño no tenerla entre mis brazos, extraño pasar por su consultorio y llevarla a pasear después de un día agitado de trabajo. A mí no me importaba que no fuera una diosa, no me importaba que no fuese noble. Ella ha sido la única que me ha dado el amor que tanto he querido y necesitado.

 Me voy al cuarto de baño, abro el grifo del estanque mientras que me desvisto. Ya desnudo me voy a un gabinete y saco un frasco aromático para depositar unas pequeñas gotas del líquido con olor a flores en el agua. Me introduzco en el estanque, me siento en los escalones y procedo a relajarme un poco antes de irme a cenar. Cierro el grifo después de un rato, duro un tiempo sumergido en el agua hasta que procedo a tallar mi cuerpo con un jabón, y con la misma agua me lo quito. Salgo del estanque goteando, tomo mi bata y me dirijo al vestidor. Ocasionalmente llamo a un mozo para que me ayude a vestirme, pero eso solo lo hago cuando se trata de bailes o algún evento importante. Ya no hago bailes como antes, solo si está mi amada aquí conmigo.

 Ya listo y vestido solo con un pantalón negro, camisa blanca y chaleco color verde olivo. Me dispongo a ir a cenar con Tabitha y su esposa Vania, que ya se encuentran sentadas y conversando tranquilas.

—Ya era hora —Tabitha expresa irritada. Su cabello lo recogió con un listón, pero aun así su espesa melena resalta a simple vista.

—Es un placer para mí amargarte tu mísera existencia —realizo una exagerada reverencia.

—Cosmo por favor, quiero comer tranquila —me suplica Vania.

—Disculpe, por supuesto que me comportaré —sonrío chistoso. Tabitha pone los ojos en blanco. Ya sentado en mi lugar, los mozos proceden a servir nuestra cena, la cual está lo bastante apetecible.

 Los tres conversamos tranquilos ya terminado el postre. Vania y Tabitha me cuentan que irán a visitar a mi señora en cuanto terminen de resolver los asuntos que tienen por mi reino. Están observando si se puede ampliar la ruta escolar, quieren construir más escuelas y universidades, ya que costear los gastos de estudiantes extranjeros se le está complicando.

 Ese ha sido la misión de Tabitha, y Vania es la que la ayuda a construir ese sueño, de forma literal, ya que Vania es ingeniera y arquitecta. Desde que ellas se casaron hace más de mil años, nunca han desistido la una de la otra. Su amor sorprendió a muchos y decepcionó a otros, ya que casarse con la única hija de los dioses de la muerte y la oscuridad, significaba bastante poder para la familia del conyugue de mi prima. Pero Vania no tiene familia, ella creció en las calles de Deserta, la capital del reino de la luz y residencia de mi tía Liora. Ella la recogió un constructor y así aprendió el oficio. Ella y Tabitha se conocieron cuando apenas Tabitha tenía veinte años y yo veintidós. Tabitha se había ido a Deserta para aprender el oficio o, mejor dicho, la carrera de medicina siendo la aprendiz de mi tío Beck.

 Pasaron las décadas y mi prima se trajo a su novia y la presentó en la corte oscura. Mis tíos nunca se opusieron a la relación de su hija. No le hicieron ningún tipo de desplante, todo lo contrario; se puede decir que Vania es la segunda hija no reconocida de mis tíos. Me hubiera gustado que hubieran tratado a Aryana de esa manera, que se hubieran fijado en su bondad y no en su cuenta bancaria.

 Tabitha y su esposa se retiran a sus aposentos, y yo me voy a mi oficina. No quiero irme a mi cuarto porque implicaría pensar en cosas dolorosas, utilizo el trabajo como método de distracción. Tal vez no sea lo correcto, pero es que no tengo a nadie con quien conversar o un amigo en quien confiar. Dejé de tener amigos hace mucho tiempo, porque no había uno solo que no me buscara solo para hacer crecer su estatus. Poder leer la mente puede ser de mucha ayuda en el ámbito político, pero en el social suele ser una maldición. Mis pasos me llevan a mi despacho donde paso hasta la media noche tranquilo, porque Tristan entra de forma abrupta con el bebé y ensangrentado.

—Pero ¿qué ha ocurrido? —exclamo alarmado. Me acerco a él y lo empiezo a revisar.

—Estoy bien, la sangre no es mía —él me entrega al bebé—. Ya lo puedes regresar con su familia.

—A ver, me vas a decir qué está pasando ahora mismo —acuno al bebé en mis brazos, este se está tranquilizando un poco—. Y no quiero evasivas o miradas exhaustivas.

 Él me cuenta que su ministro de defensa hacía tratos con unos criminales para la compra de armas para el ejército. Lo que no le notificaron a Tristan es que esas armas eran robadas de la legión Negra, de la región de Caléndula. Él sostiene que no sabía de su procedencia. Estrella llegó con su escuadrón al planeta de Tristan para reclamar dichas armas.

—Les pedí que me dieran una semana para reunir todas las armas posibles y también entregar una suma de dinero para compensar los daños —él se pasa las manos por el cabello preocupado.

—Entiendo —pongo mi mano en su hombro—. ¿Y qué sucedió con los criminales?

—Murieron —él habla sin emoción.

—¿Y esa es su sangre? —señalo su jubón.

—No, es la sangre del ministro March —él se recuesta en el mueble con la mirada perdida.

—¿Lo mataste? —pregunto serio, no estoy enojado. Sin embargo, no me gusta que mis hijos se machen las manos de sangre. Aunque los destinos que escogieron los llevaran a eso.

—No, la sacerdotisa que estaba con los criminales —él respira profundo—, en su último intento de vida, lanzó un cuchillo hacia a mí, pero lo esquivé y le dio al ministro March en el pecho.

—Y murió —sentencio y él asiente—. ¿Hablaste con su esposa?

—Sí, estaba destrozada —él arruga la frente—. Ella gritaba, me maldecía. Solo tenía un hijo y que apenas tiene ocho años. Sé que él quería ocupar mi lugar, pero no siento nada respecto a su muerte, lo único que me preocupa es que el niño crezca resentido hacia mí y me mate.

—No sucederá, tú no lo mataste —lo volteo hacia mí—. Lo que harás es lo siguiente. ¿Cuántas armas recuperaste?

—Ellos tenían veinte cajas, cinco de espadas, dos de flechas, ocho de ballestas y cinco de escudos —él me mira fijo, no noto miedo en sus ojos, pero si algo de preocupación—. Y la armada tiene...

—Esas armas no las vas a tocar —hablo firme—. No te puedes quedar sin defensas y más si tu ministro murió. ¿Tenían oro? —él asiente—. Les darás el oro en compensación y listo ¿tu hermana ha hablado de esto con alguien más? ¿lo ha reportado?

—No lo sé, pensaba que no lo había hecho, pero nuestra señora se apareció en mis sueños diciéndome que le había robado y que lo quería de vuelta —dice consternado. Yo me levanto con el bebé en brazos.

—Regresa al planeta y encárgate de hacer lo que te dije —le ordeno—. Yo me encargo de tu hermana —él protesta—. Solo hazlo, y encárgate de escoger un ministro lo bastante confiable para el puesto del señor March, pero hazlo con prudencia. Da unas dos semanas de luto y encárgate de velar por la familia March.

 Él asiente un poco frustrado. Él se levanta y se va de mi despacho. El bebé y yo desaparecemos de mi oficina para estar en un bosque oscuro. Camino lo suficiente para encontrarme con la entrada del recinto la legión Negra. Hago dormir al bebé con un hechizo. Juego con la mente de las personas para que no noten nuestra presencia. Busco a mi hija en la mente de los presentes, tengo el recuerdo de su habitación y me encamino hacia a ella. Subo varios escalones y llego a los dormitorios del personal de alto rango. Espero que algunos maestros despejen el pasillo para proceder a tocar la puerta de Estrella.

 Escucho un crujido de los tablones de madera y mi hija abre la puerta. Su cara de asombro no se hace esperar y yo tampoco puedo, entro en su cuarto. El lugar está un poco desordenado, definitivamente hay cosas que nunca cambian.

—Pero ¿qué estás haciendo? —ella exclama aterrada—. ¿Alguien te vio? ¿Y ese bebé?

—No, nadie nos vio. Es una historia larga —me siento en un banco de madera—. Tenemos que hablar ¿estás ocupada?

—No, acabo de llegar —ella se recuesta en la puerta un poco cansada.

—¿Tenías una misión? —pregunto un poco más calmado.

—No exactamente —ella habla nerviosa—. Antes de que me revises la mente, dime la razón de tu visita.

—Tu hermano —le digo, ella se asusta.

—¿Él se encuentra bien, te dijo algo? —ella se acerca a mí y se sienta a mi lado.

—¿Quién más sabe lo de las armas? —le pregunto serio.

—Mi escuadrón, John que es el hijo del maestro de armas y yo —ella confiesa extrañada—. ¿Tristan se encuentra bien, cómo sabes tú de ese tema?

—Tu hermano se apareció con este bebé temprano en mi oficina y me lo dijo —resumo un poco la historia—. ¿Estás segura que nadie más sabe de esto? —la presiono. No es bueno que mi señora se involucre en los asuntos de mis hijos, sé por experiencia que es mejor dejar algunas cosas ocultas para ella.

—Sí, nadie más sabe de eso —ella responde agitada—. ¿Por qué me preguntas todo esto?

—Tu hermano recogió las armas y entregará un cofre de oro por los daños, pero la pregunta sería ¿a quién se lo dará? —cuestiono serio.

—John y yo acordamos que haríamos una misión simulando que encontramos a los ladrones y las armas —ella se empieza a quitar las botas—. Tristan me daría las armas y la devolveríamos con el dinero que nos dé.

—Bien ¿y ese tal John es confiable? —pregunto apartando un poco la cara debido al mal olor de los pies de mi hija.

—Manteniéndolo feliz, por supuesto —dice frunciendo el ceño.

—¿Qué te pidió hacer para mantener la boca cerrada? —pregunto molesto.

—Nada —ella niega y se levanta.

—Estrella, dímelo ya —hablo autoritario.

—Me ordenó asesinar a su madre —ella confiesa con la cabeza gacha—. Sé que hice algo bastante malo, intenté convencerlo de que había otras formas de arreglar las cosas, pero él estaba decidido y me pidió hacerlo a cambio de no decir nada de Tristan. Lo hice por él.

—Entiendo —me levanto y me acerco hacia a ella—. No te culpo de nada, solo quiero lo mejor para ustedes tres. Y esto es lo que somos ahora. Prométeme que me buscarás cuando tengas problemas, te lo pido hija.

 Ella asiente y me abraza cuidadosamente para no lastimar al bebé. Es reconfortante sentir su cercanía y su calor. Ella me mira fijamente y sus ojos me recuerdan tanto a su madre.

—Ya me voy —le beso en la frente, desaparezco de su habitación. Me encuentro en un vecindario un poco pobre. Busco la casa de piedra y madera del bebé. Por fin doy con ella, hay una columna de humo que sale por la chimenea. Me acerco hacia la puerta, la cual toco fuerte. Acomodo al bebé mejor en mis brazos y le pongo una pequeña bendición.

 Un hombre barbudo sale armado y se sorprende al verme junto al bebé.

—¿Aquí vive la señora Cindy Gaynor? —le pregunto al hombre que no ha dejado de ver al bebé.

—Sí, sí, ella es mi esposa —el hombre le empieza a brotar las lágrimas.

—Creo que este es su hijo señor Gaynor —le entrego al bebé. Aparece otro hombre más joven.

—Llama a tu madre, hijo —el hombre besa al bebé—. Muchísimas gracias—él hombre mira al niño—. Lo habían robado hace dos meses, no pude hacer nada, no pude defender a mi hijo.

—Créame que lo entiendo —confieso—. Ahora tiene una nueva oportunidad, aprovéchela señor Gaynor.

 Elhombre asiente. Y yo me voy, escucho los gritos de felicidad que proceden de lacabaña. Espero de todo corazón que puedan ser felices.


Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top