65
*Narración especial*
— Maldita estúpida— la frustración le supera y termina por tomarse toda la copa de whiskey que se había servido—. Debí de haberme deshecho de ella en cuanto tuve la oportunidad ¡agh!
El vaso de cristal explota en mil pedazos en cuanto impacta con la pared del salón. Yun se sobresalta, pero es tan tenue su movimiento que apenas es perceptible. Sus ojos, condescendientes, se fijan en la mujer que dista mucho de la persona que había conocido.
El alcohol parecía su mejor amigo desde que habían llegado a la casa en ese barrio tan absurdamente caro de Madrid. Su moño deshecho, el delineado de sus ojos corrido por su rostro y la blusa por fuera de su falda, arrugada y decorada con pequeñas machas de ese whiskey tan caro que había abierto nada más llegar. No era ni la sombra de la mujer que aparentaba ser siempre, no quedaba ni un ápice de esa clase y superioridad que emanaba de su presencia.
— Es un estorbo, siempre ha sido un estorbo— la botella no pesa en sus manos cuando la inclina. El líquido ambar desciende veloz hasta desaparecer tras sus labios—. Odio a esa estúpida, la odio, la odio, la odio...
El dorso de su mano pasa por su boca retirando el carmín y alguna que otra gota de alcohol que quedaba en las comisuras de sus labios. La mano que sostiene la botella endurece su agarre y no duda en empinarla para dar un buen trago. El líquido desciende a una velocidad que asusta y es perceptible en su garganta el esfuerzo que está haciendo por terminar la botella lo antes posible.
Otra botella más.
— Tuve que haberme deshecho de ella en el momento que nació, tuve que haberla matado...
Yun eleva sus cejas al escuchar la sarta de palabras que salen de su boca. No entiende que dice, pero intuye que no es nada bueno por el tono que emplea. El desprecio, asco y odio se desprenden con una facilidad que da miedo, y por primera vez Yun teme que esta mujer haga una estupidez.
Porque Yun podría ser muchas cosas, pero nunca se mancharía las manos de sangre.
— Estaría bien que dejaras de beber de una vez— Yun se mira las uñas aparentando aburrimiento, aunque en realidad está nerviosa.
Nerviosa por lo que sea que pueda hacer esa señora en ese estado.
Marta sonríe con sus labios cerrados y el carmín corrido por su rostro. Sus dientes tienen marcas de esa barra de labios tan cara que solo se ha dejado ver en dos ocasiones mientras descorchaba las botellas de las que ahora solo quedaba el cristal transparente.
Esta era la tercera vez que se mostraban.
— Tú mejor cállate— la señala con su índice, mostrando el temblor que la borrachera le había proporcionado—. Eres una estúpida que no me avisó de que esos jodidos chinos estaban aquí— empina la botella, eso se le da demasiado bien.
Los ojos en blanco no tardan en aparecer en la expresión de Yun. Todo esto se la está yendo de las manos y cada vez se siente más acorralada. La oferta de Namjoon es cada vez más tentadora y solo la dan ganas de aceptar todo y salir corriendo de aquí.
Maldito momento en el que pensó que esto podría salir bien.
— Esos jodidos chinos, como tú les llamas, son los que te van a joder a base de bien como no deje de beber y se despeje en este mismo momento— camina con determinación hacia Marta, no hay dudas aparentes en su porte, aunque realmente todo sea un torbellino que amenaza con arrasarla—. Te lo advertí claramente que no los subestimaras, pero te creíste intocable y ahora míranos, aquí dándonos a la bebida como si no se nos viniera un tsunami encima.
La botella desaparece de las manos de Marta en un solo pestañeo. No ve venir el momento en el que Yun toma la iniciativa y se la arrebata de entre los dedos. El frío del cristal desaparece de sus palmas y ya comienza a extrañar la falsa seguridad que le daba sostener esa botella.
Como si de esa forma tuviera contenidos todos los problemas que la desbordan.
Parecía mentira como todo se había vuelto contra ella en un solo instante. El control había desaparecido en el momento que el inútil de su exmarido se había decidido aparecer en la sala de urgencias. Daba gracias a que previamente ya había resuelto el problema que presentaba ese medicucho de cuarta que no había cedido al chantaje que tan bien le había funcionado hasta el momento. Resuelto el tema del cambio de médico fue demasiado sencillo sacar al estorbo de su hija del hospital justo en las narices de su exmarido y esos estorbos que habían llegado desde la otra punta del jodido mundo. Esa satisfacción no fue suficiente para cubrir el malestar que le había causado el puto notario de su padre, el cual acompañaba al imbécil de David cual lapa pegada en piedra.
Pero aún así ellos no iban a lograr pararla, no lo iban a poder conseguir. Ella iba a lograr lo que se merecía, iba a recoger todo el esfuerzo invertido en todos los años que había estado soportando a ese engendro que tuvo que salir de ella misma.
Maldito el momento en el que se embarazó y maldito el momento en el que su padre se enteró de la existencia de esa puta cría.
Se tiene que reír al recordarlo. Esa forma de admirar al bebé por el que había intentado por todos los medios evitar su nacimiento. No le tembló la mano ni la voz al decirla muy orgulloso que ella sería su heredera universal, la única que obtendría el dinero por el que tanto había trabajado ese viejo.
A Marta tampoco le tembló la mano al internarle en un geriátrico en el que, como ella había estado deseando, había visto la muerte.
— Ellos no saben de lo que soy capaz jodida estúpida— Marta se levanta de golpe, resistiendo el tambaleo que la pega como un latigazo en las piernas—. No he trabajado tanto para quedarme con las manos vacías a estas alturas.
Su manicura intocable alcanza la botella que Yun se había esforzado por alejar de ella. La asiática resopla en cuanto ve como vuelve a empinar la botella para dar un largo trago.
— Ya sacaste a Jana del hospital, la mantienes encerrada y ni si quiera agua la das en el estado en el que se encuentra— la recriminación hace reír a Marta, todo le parece muy divertido.
— A caso...¿te preocupas ahora por ella?— la botella cae a un costado de su cuerpo mientras camina por el salón de la casa que había arrebatado a su exmarido y que él seguía pagando—. No me hagas reír Yun, porque serás muchas cosas, pero comediante no es una de ellas.
— No es ningún chiste Marta— Yun la sigue con los nervios a flor de piel, ¿con qué clase de mujer se ha metido?— Quieres esa herencia cueste lo que cueste, pero si matas a tu hija antes de tiempo no verás ni un solo euro— camina detrás de ella, busca hacerla entrar en razón, ¿pero cual es la razón que está buscando hacerla entender?—. Si eso pasa da igual lo que te esfuerces, no conseguirás nada.
Marta se detiene para dar otro trago a la botella. Tiene que reconocer que la mujer tiene razón y tiene que tener unos cuidados mínimos para mantener con vida a Jana. Por mucho que le pese se tiene que encargar de que esa estúpida no vuelva a parar en el hospital, porque eso solo significaría más complicaciones de las que ya tiene.
Deja la botella a medio beber sobre la nueva mesa de cristal del salón. La observa unos segundos en los que recuerda como había empujado a su hija sobre ella haciéndola añicos. Sonríe levemente al sentir esa satisfacción que le sabe como una guinda al mejor pastel que jamás ha probado. Ver a esa niña tirada en el suelo, con cristales incrustados y al borde de un ataque de esa asma que ella misma le provocó le hace sentir mejor consigo misma.
Porque cada quién obtiene lo que merece, eso lo tiene claro.
— Tengo muy bien cubierto todo- su sonrisa llega a sus ojos mientras su mano se encarga desprenderse de la pinza que sostiene su cabello en el moño que por primera vez está deshecho—. Esos chinos han sido una sorpresa, sí, pero ni ellos podrán pararme.
Yun niega mientras la observa mover la cabeza para deshacerse del recogido que siempre llevaba. Su pelo perfectamente teñido cae con fuerza hacia la mitad de su espalda, hondeando de lado a lado como en esos anuncios que había visto en la televisión. Solo puede concluir una cosa, y que esta mujer está rematadamente loca, y sabe de sobra que si sigue así solo logrará hundir definitivamente todos sus planes.
Todo está desbordado. En el momento que Marta decidió sacar a la fuerza a Jana del hospital todo se empezó a venir abajo, o tal vez fue mucho antes de eso. Tal vez todo esto ya se estaba tambaleando desde un principio y no se había dado cuenta. Saber de toda esa cantidad de dinero y propiedades que la esperaban le habían enamorado tanto que se había cegado completamente a ver más allá de eso. Su madre, antes de renegar de ella, ya le dijo una vez que tanta ambición no era buena, y ahora, después de tantos años logrando todos sus propósitos, sentía que tenía razón.
Su mano se desliza por el bolsillo de su pantalón. Marta no la ve, pero sabe que tampoco la va a prestar la atención suficiente como para darse cuenta de su gesto. Sus dedos rozan el papel de la tarjeta que Namjoon le había dado, y siente eso como un salvavidas.
— No los subestimes Marta, no lo hagas porque ellos juntos tienen más poder y medios de los que tú podrías disponer alguna vez— lo murmura con más miedo que otra cosa mientras sus dedos arrugan la tarjeta que tanto tiempo había durado en su bolsillo.
— Yo no he dicho mi última palabra todavía— sus cejas perfectamente depiladas se elevan con determinación. Se acerca a Yun sin titubear ni un segundo, parece que el alcohol ha desaparecido de su organismo por completo—. Hay veces que no es todo el poder y medios que puedas alcanzar querida, sino lo que cuenta es tener el poder y medios correcto— Marta se inclina lo suficiente hacia ella. Eleva su mano hasta su barbilla, la eleva hacia ella y no duda en sisear con la cercanía necesaria para que su aliento alcoholizado choque sobre su rostro—. Y da la casualidad que yo tengo todo eso.
Los dedos de Marta se separan con rapidez de ella, dejando que su rostro cayera de forma ruda en un pequeño latigazo. Yun solo puede observarla mientras Marta se aleja por el pasillo, y no le hace falta adivinar hacia donde va.
Niega con la cabeza y no duda en seguirla. Puede aparentar no estar borracha, pero sabe de sobra que beber una botella y media de whiskey ha debido de tener algún efecto negativo en ella.
La puerta del cuarto de Jana se abre de golpe y sin delicadeza. En la cama está ella, tapada con las sábanas y profundamente dormida, ignorante de todos los pensamientos maliciosos de la mujer que atreve a llamarse madre. Las vías están conectadas en su brazo, y hay tantos cables que van a hacia su cuerpo que cualquiera pensaría que había dejado de ser una persona.
Sus aspecto no llega ni a ser ni la sombra de lo que alguna vez fue. Un espectro sería la opción más correcta para poder describirla en estos momentos. Las ojeras están marcadas en su rostro, si piel está mucho más paliducha y todos los huesos de su cuerpo se han adherido a su piel de tal forma que no hay lugar a dudas de la forma de su esqueleto.
Es impactante ser testigo de su estado. Tumbada en esa cama sin atisbo de que vaya a despertar en algún momento pronto.
Es lo más cerca de un cadáver que Yun ha estado jamás.
Y había tardado en darse cuenta de esto.
— Muy pronto lograremos echar mano a todo lo que me pertenece— Marta está muy convencida de todo lo que está diciendo—. Muy pronto esta estúpida por fin me servirá para algo.
— ¿Qué es lo que estás pensando?— el rostro de Yun se contrae. No le gusta nada el tono que emplea la mujer que está mirando fijamente el rostro de Jana.
— No estoy pensando en nada querida, ya todo está hecho— el siseo de sus labios estremece el aire—. Los contratiempos que se han presentado no nos van a suponer un problema— su mirada gélida clavada en el rostro de su hija—. Eso te lo puedo asegurar.
Yun se tensa y siente un peso invisible sobre sus hombros. No sabe qué es, pero no le gusta nada de nada lo que sea que Marta tenga en su cabeza.
— ¿Puedo saber qué demonios has planeado?— Yun insiste, supone que necesita hacerlo, aunque no está del todo segura que atrocidad es la que planea hacer ahora Marta.
De lo que está segura es que no quiere estar en la piel de Jana en el momento que Marta ejecute lo que sea que tenga planeado.
Por el contrario, Marta está muy tranquila. Dejar cabos sueltos nunca fue su estilo, ella no da puntada sin dedal y tiene muy claro lo que tiene que hacer. Cierto es que esto podría ser un poco extremo, pero tampoco es que la importe demasiado.
De una mujer que es capaz de vender hasta a sus padres no se podía esperar más.
Y el pulso no le tembló a la hora de aceptar la oferta por su hija.
Deshacerse de ella y obtener la herencia que tanto estaba buscando. Matar dos pájaros de un tiro era el mejor de los resultados que jamás podía pedir, y con las amistades adecuadas había conseguido aproximarse al mayor de sus sueños. Tan solo unos días de distancia la separaban de la gloria absoluta, pero mientras esperaba debía de permanecer como una tumba.
Solo esperaba que Jana se despertara pronto, y si no lo hacía no dudaría en intervenir para ello.
— ¿Marta?— Yun la llama camuflando muy bien el temor en su voz.
Aunque Marta tampoco se hubiera percatado de ello porque estaba demasiado ocupada saboreando la victoria que aún no había llegado.
— Todo a su debido tiempo querida— la sonrisa se extiende aún más en su rostro, y dandose la vuelta para salir de esa asquerosa habitación no duda en mostrar esa suficiencia que parece que nunca muere en ella—. Lo sabrás en el momento indicado, y no dudes, en ningún momento, que conseguiremos lo que nos merecemos.
El temblor aparece en el cuerpo de Yun. Marta se va de la habitación dejando la puerta abierta, y aunque todavía el sol está ofreciendo sus últimos rayos no evita que la habitación parezca oscura y muy tétrica.
Hay un pensamiento escalofriante que aparece en la mente de Yun, y aunque no quiere ni pensarlo el miedo que siente en estos momentos impide que cualquier buen pensamiento la tranquilice.
Y es que Yun, como ya se había dicho mil veces a ella misma, podría ser muchas cosas, pero nunca una asesina.
Presentía que Marta ya se había manchado las manos de sangre más de una vez, porque tanta frialdad solo podía provenir de alguien a quien no le importaba nada pisotear vidas humanas.
Sus manos pasan por su rostro de forma desesperada. El tintieo de copas resuena fuera de la habitación y no le hace falta ser adivina como para saber que Marta ha vuelto a coger una botella. Eso la relaja en cierta manera, porque tiene por seguro de que no va a volver a la habitación de Jana en un buen tiempo, y eso la puede dar tiempo para pensar.
Pensar en qué hacer.
Ella había sido ambiciosa toda la vida. Estorsionar, chantajear y mentir había sido una forma demasiado fácil para conseguir todo lo que se proponía. Desplumar a todos los hombres que se cruzaba en el camino se había sentido como una misión de vida desde que su padre decidió abandonar a su madre y a ella por una mujer que podía doblarle en edad. Solo le hizo falta investigar un poquito para saber que lo que le había empujado a ello habían sido todos los ceros que abultaban las cuentas bancarias de esa vieja.
Yun pensó que podía hacerlo mucho mejor que él.
Y así lo había ido demostrando por más de diez años de una perfecta carrera delictiva.
— ¿Qué hago? Por favor, dime qué narices hago.
Habla con Jana como si ella la pudiera responder, pero sabe perfectamente que no lo va a hacer. Primero, porque ella no entiende nada de coreano, y segundo, porque ella está tan inconsciente que solo un milagro podría sacarla de ese letargo.
La tarjeta arrugada descansa en su bolsillo y siente que pesa de una forma que nunca creyó posible. Puede que su ambición haya cruzado todas las fronteras habidas y por haber, pero aún así la necesidad de conseguir más y más la habían empujado a cometer acciones impensables. Todo empezó con un pequeño engaño a un hombre que le gustaban más las niñas que su propia mujer, después siguió con ese viejo tan necesitado de cariño, luego vino ese actor que vio fin a su carrera por un par de fotos que se filtraron en la prensa y después llegó Namjoon.
Puede que la rabia contenida de no conseguir lo que se había propuesto la habían cegado en demasía. Tal vez por eso continuó usando sus fotos para lucrarse de algo más que la absurda cantidad que la empresa la había ofrecido para mantenerse en silencio. En cierto modo, lo que ella hubiera querido había sido ser conocida para que su padre pudiera verla triunfar en lo que él no pudo.
Ella quería demostrar que siempre fue mejor que él, que lo podía hacer mucho mejor.
Pero todo se había descarrilado.
En un principio Jana no le importaba lo más mínimo, es más, había estado encantada en meterse de lleno en el momento en el que Marta nombró a Namjoon en la misma oración que su hija. El pensamiento de lograr por fin lo que en su momento no pudo había sido muy atractivo, pero ahora es consciente de que todo estaba destinado a fracasar desde el primer momento.
La ambición de Marta era desmedida, tanto como sus ganas de ver a su hija muerta lo antes posible. Nunca le gustó ese aspecto, pero no quiso meterse dentro de aquella disputa donde no tenía palabra que ser escuchada. Ella se limitó a ver atrocidades que si de su mano hubiera estado nunca hubieran ocurrido por la brutalidad que esa mujer empleaba en ellas, y aun así, todas las pasó por alto. Tal vez el gusanillo de la envidia le picó cuando supo de la relación que Jana había tenido con Namjoon. Puede que el único pensamiento que le cruzó en ese momento había sido que Jana había logrado lo que ella no pudo, y eso la envenenó. Por eso no dudó en ofrecer un chantaje mejor.
De todas maneras, los chantajes siempre se le habían dado bien.
Niega con la cabeza y se acerca hacia la cama donde Jana descansa, o al menos eso intenta. Esto nunca debió ocurrir, lo que en un principio parecía correcto y divertido ahora no lo era, o al menos se había dado cuenta de que nunca lo había sido.
Y ver a Namjoon en el hospital, a su lado y con lágrimas en los ojos le había hecho comprender que había sido un error.
Había cruzado una línea que no debía, y aun así, la ayuda que propuso, no vino de un acto desinteresado.
Porque la rabia del fracaso no había muerto al volver a verle en ese estado tan vulnerable.
— Esta es la última vez, ya se acabó Haneul, ya no más— promete al aire.
Su mano vuelve a colarse en su bolsillo, toca la tarjeta arrugada y tiembla. Sabe que tiene que hacer, sabe que es lo correcto, pero actuar de esa manera se le hace de lo más extraño. Nunca había tomado una decisión correcta desde que se emprendió en este camino que solo tenía un único fin.
E iba a aceptar todo lo que viniera, juraba que iba a hacerlo con la cabeza bien alta.
— Solo aguanta un poco más Jana— susurra hacia ella esperando que pueda escucharla—. Inténtalo de verdad...por favor te lo pido.
Aunque sabía que no tenía derecho hacerlo.
Ningún derecho.
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Holoooooooo,
Primero que nada, ¡feliz año nuevo!🥳
Espero que la entrada de este año haya sido muy buena y que hayáis tenido una muy bonitas fiestas. Aquí, como regalo, os traigo este capítulo algo diferente y desde un punto de vista que espero que os resulte interesante.
Con respecto al capítulo, estoy intrigada por saber que pensáis que va a pasar ahora. Honestamente, me he propuesto un reto de acabar esta historia en los próximos dos meses (no ha pasado xd), porque parece ser que con la entrada del año la inspiración también ha llegado otra vez a mí xd. Así todo, voy a estar muy pendiente de los comentarios que pongáis aquí con vuestras teorías sobre qué es lo que va a venirse ahora😊
Espero que os haya gustado mucho el capítulo y ya nos vemos en el siguiente❤️
Nos leemos otro día chikis;)♥️
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