54

Última semana de septiembre
Madrid, España

Una semana ya había pasado desde que huí de mi casa.

Una semana desde que esta tortura comenzó.

Y yo solo necesitaba verle el final.

Había perdido la cuenta de todas las cosas que había hecho solo por complacer a mi madre. Me había vuelto a humillar públicamente, algo con lo que pude lidiar a la perfección, porque era a lo que ya me tenía acostumbrada, pero esta vez se había vuelto mil veces peor a lo que solía.

Me había arrastrado a todos sus asquerosos eventos de ricos, exhibiéndome en público de una forma que odiaba y tratándome como una basura. Las pastillas para vomitar se habían vuelto frecuentes de nuevo y sentía que mi cuerpo iba a colapsar de un momento a otro.

Esta noche no era muy diferente de las otras. La carpa estaba perfectamente iluminada, dejando ver el gran espacio que el club de campo de mi madre había montado para juntar a tantas personas aquí. Todo el mundo estaba vestido con trajes de fiesta muy caros. Parecía una batalla por ver quien se había vestido mejor, por ver quien había escogido el traje más costoso. No había echado para nada de menos estas fiestas llenas de sonrisas fingidas y risas forzadas. Me repugnaba estar aquí, pero debía de hacerlo para tener contenta a Marta, quien parecía mostrarme demasiado feliz, aunque esa no fuera la verdad.

Solo era una mentira más de su parte.

Todavía no tenía ni la menor idea de lo que quería de mí. Tan solo me limitaba a dejarme manipular a su pleno antojo para no enfadarla de más, y lo odiaba. Mi pecho reburbujeaba en asco, y mis manos picaban por arrancarme el vestido y el peinado que llevaba para despojarme de una vez por todas de este disfraz que me habían obligado a ponerme. Tal vez podría lanzarlo lejos de mí y huir a algún lugar donde Marta nunca me encontrara, pero todas las ilusiones de mi cabeza se ven irrumpidas por la realidad que me rodea, por la realidad que vivo y no evito sumirme en una profunda tristeza.

¿Namjoon estará bien?

Quiero pensar que mi esfuerzo está sirviendo para algo, pero a veces dudo si está mereciendo la pena. Llevo días sin comunicarme con mi padre, pero sé de primera mano que Marta ya se ha encargado de ello en sus ganas de quitarlo de su camino. Siento que me estoy muriendo poco a poco, pero al menos necesito asegurarme de que nadie más está saliendo herido con esto.

No quería que nadie más saliera herido por el egoísmo de mi madre, si alguien debía sufrir esa sería yo.

— Tienes una hija muy guapa Marta— mis labios se tensan y sujeto muy fuerte el bolso de mano que llevo.

Marta sonríe encantada y responde al alago con algo que no quiero escuchar. Para este momento yo estoy mirando a mi alrededor como una loca, ubicando todas las salidas de emergencia a mi alcance para salir corriendo cuanto antes, aunque sé que ese solo es un sueño que está muy lejano a mis posibilidades.

Ellos siguen hablando como si yo no estuviera presente, ignorándome por completo, y eso lo agradezco. No quería escuchar nada de lo que tuvieran que decir de mí, nada de nada, porque ya estaba harta de escuchar todo el tiempo lo mismo.

Cuando se acercaban los hombres toda la conversación rondaba sobre lo joven y guapa que era, las posibilidades que tenía y lo buena que sería el día que me casara como ama de casa. Me sentía como un pedazo de carne en el mercado, y me daba asco a mí misma. En cambio, cuando las mujeres se acercaban, sobre todo las del entorno de mí madre, la cosa cambiaba. Ya no era sobre mi belleza de lo que se hablaba, sino de mi torpeza y estupidez. Solo resaltaba que era muy callada, como si esa fuera mi mayor virtud, pero el resto de la conversación fluía entre humillación y humillación hacia mi persona.

No quería esto más.

— Sé que sería una esposa excelente para mi hijo, ¿verdad querida?— tengo que pestañear cuando mi madre me da un leve codazo haciéndome volver en mí. Estoy desubicada y no me he enterado nada de la conversación, por lo que cuando los ojos del hombre están fijos en mí esperando una respuesta no sé que decir.

— ¿Eh?— solo atino a decir eso, pero el hombre se lo toma como un chiste muy gracioso.

Marta ríe con él, como si también le hubiese hecho mucha gracia la clase de chiste que no sabía que había hecho.

— Qué graciosa eres hija— su tono de voz es falso, al igual que la lágrima que finge quitarse del ojo.

Trato de mantener mi rostro neutro, intentando adivinar qué narices acaba de pasar, pero no lo consigo. Me rindo fácilmente en ello, y antes de que comiencen de nuevo otra conversación que me incluya, intento escabullirme.

— Creo que voy a ir a tomar algo de aire, ¿si me disculpáis?— ignoro la mirada que me lanza mi madre y fijo mis ojos levemente en el hombre con el que lleva hablando un buen rato.

— Claro, ve, estas fiestas no son para gente tan joven de todos modos— él me sonríe, y su sonrisa parece genuina, pero de todos modos no me fío.

Tampoco me quedo más tiempo para comprobar mi suposición.

Estiro mis labios forzosamente en la sonrisa que tanto me había esforzado en practicar ante el espejo, pero sé que no me sale con la misma facilidad que antes. Acudo a la barra como una exhalación, y suelto un suspiro cuando mi culo se posa en una de las sillas. Mis pies se ven aliviados cuando les libero de la presión de los tacones y mis brazos se recargan en la barra improvisada del bar que han montado en esta carpa llena de gente más falsa que un billete de tres euros.

¿En qué momento he terminado así?

Sabía de sobra que era una tontería preguntármelo, tenía claro el por qué estaba haciendo esto. Suelto un suspiro y saco el nuevo teléfono que mi madre me ha proporcionado para estas ocasiones, simplemente para aparentar. No tengo ningún contacto en él, tampoco es que me hagan falta, porque tampoco tengo un saldo con el que llamar a alguien.

Ella ya había pensado en todas las posibilidades.

Tan solo podía hacer algo útil cuando había una red wifi cerca, y aún así tampoco podía llegar muy lejos con eso. Marta tenía pinchado este teléfono, podía saber todo lo que hacía y dejaba de hacer, así que simplemente, cuando tenía la oportunidad, solo me dedicaba a calmar a mi corazón herido y destrozado. Buscaba fotos de Namjoon para sacar fuerzas de donde no las tenía, y aunque sabía que eso solo era una excusa más para que Marta se burlara de mí, no me importaba.

Necesitaba verle de alguna manera, sentirlo cerca de alguna forma.

— ¿Jana? ¿Eres tú?— levanto la cabeza de la barra, no sabía que me había apoyado tanto, y miro a todos lados como una loca.

Casi suspiro cuando veo quién me ha hablado. Mi corazón se calma por ver por fin una cara amiga después de tanto tiempo, y no evito relajarme. Martín me observa sorprendido, como si no pudiera creer que estuviera aquí, y se acerca a mí sonriendo.

— Hola— simplemente lo murmuro, aunque sé que me ha escuchado perfectamente— Veo que sigues trabajando de camarero.

— Y yo veo que sigues igual que el primer día que nos conocimos— sé que ha notado que mi frase ha sido una broma, por eso me la devuelve, aunque noto que su ceño se frunce ante eso— ¿Qué haces aquí? ¿No estabas en Cantabria con tu familia? ¿Y el chico ese del que me contaste?

Tenso mis labios ante el bombardeo de preguntas y miro a mi alrededor esperando no ver a mi madre por ningún lado. La ubico con el mismo tipo de antes y me relajo, aunque no del todo. Mi mirada vuelve a Martín, y sé de sobra que nota mi rostro decaído y cansado. Su expresión se torna preocupada y se acerca más a mí, como si supiera que tenía que ser discreto en este momento.

— ¿Qué te ha pasado Jana?— su tono me hace cerrar los ojos y querer llorar, pero me trago todo eso.

— Demasiadas cosas Martín, demasiadas cosas...— mi tono ha cambiado, las lágrimas quieren cobrar todo el protagonismo, pero no las quiero dejar.

— Es tu madre de nuevo— lo afirma mirando sobre mi hombro, y sé que la observa a ella. Me obligo a mirar para cerciorarme de que ella no me ha visto, pero ella parece ignorarme a la perfección en estos momentos, ahí rodeada de hombres empresarios y sus mujeres.

Sigo sin saber que pretende y tengo miedo, porque siento que camino sobre una capa de hielo fina que en cualquier momento va a ceder haciéndome caer a una masa de agua helada hasta ahogarme.

— Sí, lo es— lo pronuncio bajo, con miedo a que alguien me escuche.

Martín mira a su alrededor y se pone a preparar una bebida. No sé que demonios está haciendo porque yo no le he pedido nada, pero siento que tan solo es una excusa para seguir hablando conmigo.

— ¿Por qué volviste?— lo pregunta como si no lo entendiera.

Y tenía claro que no lo iba a hacer.

— Es complicado, no lo entenderías.

No quiero hablar de más, tengo miedo a joderla si lo hago.

— Lo podría hacer si me explicas— él insiste y yo me siento sin salida.

— No puedo— es un gimoteo lo que sale, y parece que con eso a Martín le saltan todas las alarmas.

— Puedo sacarte de aquí— me lo ofrece como un medio de escape, y yo quiero tomarlo, pero sé que no debo.

Noto la mirada de Marta pegada a mi nuca, ahora sí, y me tenso. Ella me observa mientras sigue hablando con toda esa gente de las altas esferas, y yo sigo sintiéndome como un pez fuera del agua que lo único que quiere es volver a su casa y descansar por fin.

Pero Marta me ha atravesado con su arpón afilado, dejándome sin salida.

— Tampoco puedo Martín— pongo las manos sobre mis mejillas, cerciorándome de que no haya lágrimas traicioneras que hayan estropeado mi maquillaje, y me levanto de la silla bajo la mirada preocupada de Martín— Debo irme, me alegra haberte visto de nuevo.

— Jana, no tienes por qué hacerte esto— ya estoy de espaldas a él cuando lo dice, y yo no me atrevo a darme la vuelta, siento que no soy capaz de hacerlo.

En su lugar, mantengo mi vista sobre Marta, quien también me mira como si me estuviera probando en cierto modo. Me mantengo firme aunque esté desmoronada por dentro, y con un orgullo que no tengo logro pronunciar:

— No tengo por qué, sí, pero si no lo hago muchas personas saldrán heridas por mi culpa, y yo no quiero eso— me alejo de allí antes de que me eche a llorar como una niña.

Mis pies parecen saber hacia donde se dirigen, pero la verdad es que no tengo ni idea de hacia estoy yendo. Me siento tan perdida aquí que lo único que quiero es largarme cuanto antes, pero sé que no puedo. Siento que me ahogo en este lugar. No encajo, eso lo sabía desde antes, pero ahora me siento más fuera de lugar que nunca.

Solo quiero irme a casa, solo quiero volver.

— Cuidado con lo que haces— me tenso en mi sitio cuando Yon aparece a mi lado. Me obliga a que enrosquemos nuestros brazos y sonríe encantada hacia la gente, aunque en verdad sé que esto es muy falso, que todo es un montaje— No lo estropees si no quieres que tu chico salga perjudicado de todo esto.

Mantengo mi espalda recta, como si de esa forma fuera capaz de sostener todo el peso de mi cuerpo, aunque en realidad solo me siento como si me fuera a derretir de un momento a otro.

— No tienes de qué preocuparte— es lo único que murmuro, y ambas, en ese momento, nos vemos obligadas a sonreír hacia un hombre que eleva su copa hacia nosotras a modo de saludo. Le reconozco, es uno de los tantos con los que mi madre ha hablado esta noche— ¿Por qué haces esto?

Era algo que quería preguntarla desde hace mucho tiempo. Entendía el odio de mi madre en cierta parte, pero a esta chica no la había visto en mi vida, nunca había cruzado una mísera palabra con ella, y no lograba comprender por qué estaba haciendo esto.

Yon solo sonríe hacia el público. A comparación de mí, ella sí que parece encajar aquí. Se siente como si este fuera su terreno y hubiera nacido para esto.

— Simple, por dinero— me da asco cuando lo dice tan normal, algo se agita dentro de mí y me remuevo incómoda ante su tono— Yo tenía algo que a tu madre le hacia falta y ella me ofreció un muy buen trato. No te voy a engañar tampoco, Namjoon fue un buen pez gordo, muy iluso, perfecto para manipularlo a mi antojo, pero tenía una buena compañía y muy buenos amigos que lo sacaron de mis garras pronto. Aún así me lo pasé bien mientras duró, y saqué una buena tajada de ello, aunque me hubiera gustado obtener más.

— Borra esas fotos y aléjate de él— me sale solo, sin pensar, y con un tono duro, uno que no pensé que tendría dentro de mí.

Ella me mira con sus cejas alzadas. La divierto, sé que lo hago, porque sonríe como si esta fuera una situación que había estado esperando durante mucho tiempo.

— Me obligaron una vez y no lo hice, ¿qué te hace pensar que lo haré porque me lo digas tú?— su agarre se aprieta en mi brazo y hago una mueca— Esas fotos están a buen recaudo, listas para ser usadas en cualquier momento. Que tu madre te mantenga a raya no significa que yo esté bajo sus términos, no me provoques estúpida, porque puedo hacer más daño del que te imaginas— mi mandíbula se tensa y desvío mi mirada hacia Marta. Ella nos mira con su ceño fruncido, pero lo disimula muy bien. Yon tira de mí y sonríe hacia mi madre en un intento de tranquilizarla. Ambas son tal para cual— Además, Namjoon se ha vuelto más famoso ahora, tiene más dinero, lo que lo hace más apetecible para mí.

— No— sale como una advertencia, pero sé que no me toma en serio.

¿Quién lo haría en esta situación?

— ¿Todo bien por aquí?— me sobresalto cuando una voz resuena a nuestras espaldas.

Ambas nos vemos obligadas a dar la vuelta sobre nuestros pies para mirar quien nos ha hablado. Mi boca se entreabre un poco al ver a la mujer que está frente a mí, y siento ganas de llorar de nuevo. Yon sonríe como lleva haciéndolo toda la noche, sé de sobra que no ha entendido nada de lo que ha dicho Luisa, así que me permito suspirar por esa parte.

— ¡Hola!— el español de Yon suena forzado, y tengo que hacer una mueca ante su tono de felicidad fingida.

Su brazo sigue enganchado al mío, como si fuéramos intimas, aunque en realidad estaba rezando al más allá para que me soltara de una vez. Luisa no era tonta, eso lo sabía, llevaba demasiado tiempo rodeada de esta gente como para detectar cualquier falsedad, por lo que cuando Yon saludó efusivamente no me pasó desapercibida su mirada entrecerrada.

Sus labios se fruncieron un poco antes de extender una sonrisa. Sabía que era practicada, que no la sentía de verdad y que la estaba fingiendo.

— Hola, buenas noches— devolvió el saludo a Yon con voz tranquila, y en un perfecto inglés añade;— He escuchado que eres una estudiante de intercambio, ¿no?

Yon asiente con una sonrisa encantada. Adora que la conversación gire entorno a ella tanto como ser el centro de todas las miradas.

Era repulsivo.

— Sí, vengo de Corea del Sur— su sonrisa se agranda, siempre lo hace cuando habla de ella— La señora Marta ha accedido amablemente a hospedarme en su casa durante el tiempo que esté en España.

Luisa asiente, aunque algo me dice que no la convence lo que dice.

— Claro, Marta siempre tan amable— hay ironía en su voz, yo lo noto, pero Yon no— ¿Y tú Jana? ¿Cómo estás?

Vuelve a hablar español de nuevo y eso a Yon la crispa. Lo sé porque su agarre se vuelve más fuerte en mi brazo y rezo porque Luisa no lo note, porque eso significaría que preguntaría de más y no quería eso.

Pero Luisa era muy avispada. Llevaba años metida dentro de este mundo y se sabía todos los trucos de memoria.

— Bien, estoy bien— mi respuesta es escueta, tal vez demasiado.

— ¿Volviste con Marta?— su voz sigue siendo relajada, y sé de sobra que está disimulando para que Yon no note nada raro.

— Sí— es lo único que digo, pero parece que solo con eso Luisa sabe que algo no está bien.

Tal vez con solo mirarme ya se supiera que algo no andaba bien.

La mujer frente a mí no cambia su postura. Sus ojos parecen estudiarnos a Yon y a mí, y sé que sabe que hay algo que no cuadra, que no termina de encajar. Pero sigue sin decir nada, no hace ningún comentario al respecto, hace como si no pasara nada.

— Siento la pérdida Jana— mi ceño se frunce y esta vez no lo evito.

¿Pérdida? ¿Qué?

— Perdón, pero no sé a que te refieres— ignoro completamente a Yon, quien sé de sobra que no está para nada cómoda sin ser el centro de atención.

Luisa pestañea sorprendida por ello, pero lo disimula perfectamente. Su rostro es impenetrable y me pone nerviosa no poder leer sus expresiones. Estoy confundida por sus palabras y no consigo ninguna pista de lo que pasa aquí.

— Oh, pensé que lo sabías...— su mirada se desvía momentáneamente hacia Yon, como si la incomodara que estuviera aquí presente, pero la ignora y vuelve a depositarla en mí— Tú abuelo, el padre de Marta, murió hace unas semanas, se me hizo raro no verte en el entierro, pero claro, si no lo sabías...

Mis ojos se abren sorprendidos y mi corazón late fuerte. Menos mal que Yon me está sujetando del brazo, porque siento que hubiera podido caer en cualquier momento al suelo por la fuerza de la noticia. Era cierto que apenas había tenido relación con mis abuelos maternos, pero eso había sido por culpa de mi madre. Tan pronto como era consciente de la situación ellos ya estaban dentro de una residencia, totalmente fuera del camino de Marta. Mi abuela había fallecido cuando todavía era pequeña, por lo que apenas tenía algún recuerdo de ella, pero mi abuelo se había mantenido bien cuerdo, al menos lo suficiente como para ser consciente de donde se encontraba,  y con vida durante todo este tiempo. Recuerdo en mi adolescencia mandar alguna carta a escondidas al geriátrico donde él estaba encerrado, porque Marta nunca me dejó ir a visitarlo como me hubiera gustado hacer, y él solía contestarlas con regularidad.

Hasta que Marta pilló una de sus respuestas en el buzón de casa.

Desde ese momento se cortó toda comunicación con él, y habían pasado cerca de 7 años sin saber absolutamente nada de él más que seguía con vida dentro de ese lugar.

Pero ahora su corazón ya no latía más.

Y nadie me había dicho nada.

— ¿Cuando...?— mi voz tiembla y soy consciente de ello.

Yon me mira con sus ojos entrecerrados, pero me da igual. Su mano aprieta mi brazo y estoy segura de que dejará marcas, pero tampoco me importa. Miro fijamente a Luisa esperando una respuesta que no llega y yo me desespero porque necesito respuestas, algo que despeje el camino de nubes que tengo frente a mis ojos.

— Fue el 4 de septiembre, el entierro fue el 7– sus ojos se desvían un poco más allá de nosotras, y creo que puedo intuir por qué.

Yon suelta una risa floja que pretende destensar el ambiente que se ha creado. Ninguna de nosotras la seguimos, por supuesto que no. Tampoco es momento de reírse, pero sé que ella no ha entendido nada de lo que hemos hablado y no comprende cual es la situación actual.

Ni yo misma la comprendo del todo.

— Creo que no nos han presentado todavía— Yon vuelve a la carga, tratando de volver a ser el centro de la conversación, y no sé si agradecerlo— Soy Park Yon, encantada de conocerla— estira su mano para que Luisa la acepte, pero no lo hace— ¿Usted es...?— Yon se ve forzada a recoger su mano y posicionarla de nuevo sobre mi brazo.

Los labios de Luisa se abrieron para pronunciar su nombre, pero nunca llegó a hacerlo. Mi madre había sido más rápida y más audaz. Siempre al acecho, lista para tirarse a morder cuando algo amenazaba su control absoluto de todo.

Y en estos momentos Luisa era una amenaza para ella.

— No es nadie relevante— Marta se interpone entre nosotras con una gracia que asusta. Mis ojos se detienen en el movimiento de su pelo cuando se mueve hasta cubrirnos por completo— No sabía que dejaban el paso a la plebe, los estándares han bajado muchísimo.

Luisa eleva sus cejas como si le hiciera gracia. Sabía de sobra que no le iba a sorprender nada de lo que Marta pudiera decirle, ya estaba preparada para eso.

— Fíjate lo que han bajado que te han dejado entrar hasta a ti— trago saliva al escuchar su contestación, y aunque por dentro me alegro de que la ponga en su lugar no dejo de tener miedo a que eso tenga alguna consecuencia para mí.

Mi madre la mira con veneno destilando de sus ojos, pero se contiene. Una sonrisa practicada brota de sus labios y se ríe. Lo que menos quiere hacer es montar una escena aquí, lo sé de sobra.

Su cuerpo se gira levemente para volver a mostrarnos a nosotras. La mano de Yon ha pasado tanto tiempo enroscada en mi brazo que siento que en cualquier momento se me va a caer, pero me abstengo de decir nada. Estoy congelada en mi lugar tratando de procesar todo esto, pero siento que solo me lleva a un laberinto sin final. Decido que es mejor concentrarme en la batalla de miradas que Luisa y mi madre parecen dedicarse, y aunque mantengan sonrisas fingidas para aparentar, sé que se están tirando de los pelos en sus mentes.

— ¿Conoces ya a la estudiante de intercambio que estoy alojando en mi casa?— Marta sonríe falsamente mientras tira de Yon para ponerla a su lado.

Por un momento me veo arrastrada hacia delante, pero suspiro al sentir como la mano de la pelinegra se desenrosca de mi brazo. Con disimulo me miro y veo que las marcas de sus dedos están muy pronunciadas en mi piel. Me cruzo de brazos para disimularlo, lo que menos quiero es que nadie me pregunte por las marcas.

— Acabo de tener el placer— Luisa finge el interés, se nota en su tono, y pronto cambia de tema— Es curioso que Jana no supiera sobre la muerte de tu padre.

Marta se tensa por un momento, lo consigo notar, pero apenas es imperceptible. Se ha tensado y destensado tan rápido que creo que es una ilusión de mis ojos, pero estoy segura de que ha pasado. Su expresión cambia y sus labios se estiran mostrando pequeñas arrugas en sus comisuras. Yon mira ambas sin entender, pero mantiene la postura y la expresión intactas.

Nadie que las viera pensaría que Marta y Luisa estarían discutiendo.

Absolutamente nadie.

— No era de su incumbencia— lo dice tan fríamente que me da un escalofrío.

¿No era de mi incumbencia saber sobre la muerte de mi abuelo materna?

— Ah, ¿no?— Luisa frunce su ceño y me mira— Yo creo que una nieta tiene todo el derecho de saber si su abuelo está vivo o muerto.

Tengo que concentrarme en tomar una respiración profunda para tranquilizarme. La frialdad con la que están tratando el fallecimiento de mi abuelo me deja mal cuerpo, y siento ganas de huir de ahí cuanto antes.

Marta no se achanta ante la mirada de Luisa, es más, la siento arremeter contra ella, pero antes de que esto se vuelva más notable para el resto de los invitados de la fiesta se da la vuelta para mirarme fijamente.

Mi rostro demuestra a la perfección la mezcla de emociones que llevo por dentro. Confusión, tristeza y rabia por no saber lo que pasaba. Siento que todo el mundo a mi alrededor está enterado de cosas que yo no y no me gusta esa sensación.

Me siento desprotegida.

Vulnerable.

Un blanco fácil.

— Simplemente no te metas en asuntos familiares— lo sisea sobre su hombro, sin terminar de dar la cara a Luisa, y camina hacia mí con decisión. Su otro brazo engancha el mío y me obliga a darme la vuelta para alejarme de la mujer que me salvó de ella una vez. Yon la sigue los pasos sin entender nada, pero tampoco pregunta— No vuelvas a hablar con esa mujer, te lo prohibo Jana y no quieras desobedecerme.

Me tenso ante lo que dice, pero solo asiento, no tengo demasiadas alternativas. La sigo los pasos como puedo, parece que sabe hacia donde va, pero yo no me fijo demasiado. Simplemente giro mi rostro para mirar a mi espalda. Mis ojos conectan por un segundo con los de Luisa, quien nos sigue mirando mientras nos alejamos de ella.

Y por un momento creo que lo nota. El miedo en mi mirada es tan visible que parece que se lo grito. No entiendo nada de lo que pasa, soy una ignorante aquí y me aterra eso, porque no tenía ni idea de lo que me iba a ocurrir. Tenía una mala sensación, muy mala, y Marta parecía tener todas las respuestas que necesitaba y que sabía que no me iba a dar. Tenía claro que ella tenía un plan cuando me chantajeó, yo sabía eso, y no me importó aceptar las condiciones con los ojos cerrados con tal de mantener fuera de su radar a la persona de la que estoy enamorada, y a día de hoy volvería a tomar la misma decisión.

Pero sentía que las cosas estaban peores de lo que me había podido imaginar, y ahora, con la noticia de la muerte de mi abuelo no sabía que pensar. Tenía miedo, eso era un hecho, y si miraba al horizonte no era capaz de ver un final pronto.

Solo deseaba estar bien, pero eso también estaba lejano, porque con ella nunca lo estaría.

Nunca en mi vida.

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Holoooooooo,

¿Cómo estáis? Espero que muy bien todos y todas☺️

Así que ya han pasado semanas y todavía no se sabe con claridad que es lo que quiere la madre de Jana de ella, aunque aquí ya se da una pista clara de por donde van a ir los tiros. Además, Jana parece haberse encontrado con personajes que aparecieron al comienzo de esta historia, las cuales la ayudaron a escapar la primera vez😬 Por otro lado, hablemos de Yon, una persona de la que se cuenta al comienzo su relación con Nam, ¿qué creéis que trama?¿Por qué ayuda a Marta con todo esto? Os leo🤗

Bueno, hasta aquí el capítulo de hoy hasta la semana que viene, donde narra Namjoon y podréis ver como lo lleva hasta ahora🙃

Nos leemos chikis;)

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