40
Me removí bajo las sábanas, sintiendo como un pie ajeno estaba situado sobre mi espalda. Un peso muerto cayó sobre mi rostro, y haciendo una mueca subí mis manos para apartar lo que sea que fuera que me había dado.
Un gruñido ronco escapó de mi garganta.
— Irune...— intenté separar su cuerpo del espacio que me correspondía en el colchón, pero era imposible.
Mis ojos se abrieron con pesadez, y sintiendo como la pierna de mi hermana se enroscaba en mi abdomen estiré mi brazo para coger mi teléfono.
Eran las 8 de la mañana.
Un suspiro cansado salió de mis labios. Sabía que iba a ser imposible volver a dormirme, así que, apartando todas las extremidades de mi hermana de mí, salí de la cama. Cogí la sudadera que había comprado en un puesto de souvenirs de la universidad, y me la puse sintiendo en mis pies el cosquilleo de un cuerpecito pequeño acariciarme.
Mi mirada bajó para ver a Ilsan despierto revolverse entre mis piernas. Cada mañana se levantaba juguetón, y anoche se había negado en rotundo a dormir con Reina como estaba acostumbrado.
Una sonrisa se deslizó por mi rostro, y cogí mi teléfono para meterle en el bolsillo delantero de la sudadera. Me puse las zapatillas antes de que Ilsan me las cogiera y salimos de la habitación.
Todavía todos dormían, la casa seguía muy silenciosa, aunque podía escuchar unos ronquidos que provenían de la planta de abajo.
Todavía no me creía que Namjoon estuviese aquí...en casa de mi abuela.
Ilsan bajó las escaleras moviendo su colita. Traté de hacer el menor ruido posible cuando entré a la cocina. Encendí las luces para coger una botella de agua de la nevera, y mientras bebía mis ojos se fijaron en mi cachorrito intentando jugar con la tela de encaje que mi abuela había puesto a los cojines de las sillas.
— Ilsan...ven aquí— mi susurro llegó a los oídos de mi pequeño, quien vino tropezando con sus patas hacia mí.
Cogí una de las galletitas que le solía dar para cachorros, y con las que Reina había desarrollado una especie de adicción. Solo se las daba por la mañana, cuando Reina no me veía, porque sino se enfadaba.
— ¿Está rica?— me había agachado acariciando la cabeza de Ilsan mientras él batallaba con la galleta que le había dado.
Su cola se movía a la velocidad de la luz, y en cuanto se terminó la galleta acercó su hocico hacia el envoltorio.
— No chico, mañana más— sonreí acariciándole otra vez y me incorporé para guardar las galletas en el armario.
No hice más que cerrar el armario y darme la vuelta para que Ilsan desapareciera de mi vista. Mis ojos se entrecerraron tratando de buscarle por la cocina, pero se había dado a la fuga.
Intenté agudizar el oído, pero no escuchaba sus patitas. Salí de la cocina esperando encontrarle revolviendo en el paragüero, como hacía siempre, pero tampoco estaba ahí.
— Ilsan— intentaba emplear el tono de voz más bajo posible.
Nada, no escuchaba nada.
Soltando un suspiro, y esperando que no estuviera por el salón, me asomé por la puerta. Mis ojos se cerraron incrédulos cuando pude divisar la cola de mi pequeño moviéndose de un lado al otro mientras salteaba los cuerpos que estaban tirados en el suelo sobre el colchón que había sacado mi abuela del trastero.
Mi boca se entreabrió cuando divisé el cuerpo de Reina tumbado junto al colchón donde Jungkook y Jin, creo que así era, estaban descansado. Los ronquidos provenían de aquí, y alumbrando con la pantalla de mi móvil el salón, para poder coger al trasto Ilsan, pude ver el dueño de semejante concierto.
Creo que era Jungkook, quien tenía la boca abierta de par en par y un brazo sobre el rostro de Jin.
Se parecía a mi hermana durmiendo.
Me moví con cuidado hasta acercarme a Ilsan, quien estaba olisqueando a Reina, la cual estaba acompañando a Jungkook en su concierto de ronquidos.
— Ven aquí chico— estiré mis brazos atrapando el cuerpo de mi cachorro.
Pero ya he dicho que es muy juguetón por las mañanas.
Se revolvió con todas sus fuerzas en mis manos hasta liberarse de ellas. Mi boca cayó abierta de par en par cuando me fijé donde había caído. Jin se removió emitiendo un gesto de dolor de sus labios, y yo solo pude abrir los ojos sorprendida y notando como mis mejillas se calentaban.
Salí de ahí antes de que se despertara y me viera.
Volví a la cocina como si no hubiera pasado nada, y saqué una taza del armario para hacerme un café.
Mis mejillas estaban muy calientes, demasiado, y ahora debería parecer un tomate.
Tomatito.
No hice más que meter la taza al microondas cuando Jin entró a la cocina con Ilsan entre sus brazos.
— Bueno' días— su voz era ronca, y yo, haciéndome la desentendida me giré rezando porque mis mejillas no me delatasen.
— Oh, buenos días— intenté sonreír, y mis ojos se entrecerraron nerviosos cuando vi a Ilsan mover su cola contento en los brazos de Jin— ¿Te ha despertado?
Jin solo sonrió negando con la cabeza, como si no importara.
Suspiré aliviada.
— No pasa nada— el microondas pitó haciendo que diera un pequeño saltito. Me volví a girar para sacar mi taza de café del micro— Mmm, ¿desayuno?
Llevaba la taza hacia la mesa muy concienciada en no quemarme. Una sonrisa se extendió en mi rostro cuando lo conseguí, y me giré a mirar a Jin, quien me observaba con Ilsan todavía en los brazos.
— Claro, ¿café?— él asintió conforme con lo que le ofrecía, y me giré hacia el armario para sacar otra taza— ¿Quieres leche?
Le mostré el cartón de leche y señalé el vaso para que él me entendiera.
— Sí— lo había pronunciado en español, yo sonreí.
Rellené la taza con la leche y la metí al microondas para calentarla.
Me giré para ver a Jin sentado en una de las sillas y a Ilsan muy concentrado en jugar con los cordones de su sudadera.
— Te la va a romper— señalé a mi cachorro y su sudadera, la cual no iba a terminar bien parada.
Jin sonrió de nuevo y negó con la cabeza.
El microondas pitó otra vez.
Saqué su taza y se la llevé a la mesa dejándola frente a él. Después cogí un par de cucharas y acerqué el recipiente del azúcar hacia la mesa. Los ojos de Jin me estudiaban cuando me eché dos cucharaditas de azúcar antes de revolver el café, y cuando volví a dejar la cuchara en el recipiente, él imitó mi acto batallando con Ilsan.
Con una sonrisa me levanté para sacar al cachorro de su regazo. Le conocía demasiado bien, y en cuanto Jin quisiera beber de su café a Ilsan le daría por subir a la mesa.
Jin se quedó estático cuando mis manos cogieron al cachorro. Dejé a Ilsan en el suelo y cerré la puerta de la cocina antes de que le diera por escaparse otra vez y levantar a toda la casa.
Me senté en la mesa otra vez. Jin revolvía su café y yo le imité. Una idea cruzó mi mente, y recolectando todo aquello que mi hermana me había enseñado del teléfono nuevo, busqué el traductor de español a coreano.
Dudé un poco sobre lo que escribir. Mis dedos se quedaron sobre la pantalla sin tocarla, y mi mirada se desvió de la pantalla hacia Jin repetidamente. El castaño pareció verme, y se me quedó mirando un rato intentando adivinar que estaba haciendo.
Finalmente opté por algo sencillo.
— ¿Qué tal has dormido?— la voz robótica del traductor resonó en la cocina sacando una sonrisa a Jin.
Su mano se estiró pidiéndome el teléfono y yo se lo tendí. Sus dedos volaron por las teclas mientras yo daba un sorbo a mi café.
— Regular, Jungkook es un incordio durmiendo— sonreí sabiendo muy bien lo que era eso.
Había visto el brazo de Jungkook descansar plácidamente sobre el rostro de Jin.
Mi dedos teclearon rápido.
— Te entiendo, mi hermana es igual— su mano se estiró pidiéndome el teléfono.
— ¿Ella te ha despertado?— asentí sonriendo y él dio un sorbo al café.
Cuando lo probó hizo un gesto con sus labios y abrió mucho sus ojos.
— ¿No te gusta?— lo había pronunciado despacio, marcando bien cada palabra.
Él negó con la cabeza y cogió el teléfono tecleando rápido.
— No es eso, solo que nunca lo había tomado con tanta leche— sus labios se estiraron y se echó hacia atrás en la silla sobando su tripa.
Interpreté que le gustaba.
— ¿En Corea no se pone leche?— la voz del traductor y mi ceño fruncido le hicieron soltar una pequeña risita.
Tecleó de nuevo en mi teléfono.
— No se suele tomar con leche, es más típico tomar un americano con hielo— creo que la mueca que hizo mi rostro le hizo volver a sonreír.
No me gustaba el americano con hielo...bueno, no me gustaba el americano directamente.
— Eso es aguachirri— lo pronuncié despacio y en español.
Jin frunció el ceño.
— ¿Agachiri?— negué con la cabeza y volví a repetir.
— Agua— marqué muy bien la pronunciación esperando a que él repitiera.
Lo hizo.
— Agua— repitió a la perfección, a lo que yo asentí satisfecha.
— Chirri.
— Chirri— volví a asentir.
— Aguachirri.
—Aguachiri— sonreí divertida y dejé que una pequeña carcajada escapara de mi boca.
Jin me siguió.
Di otro sorbo a mi café observando como él cogía el teléfono de nuevo. Sus dedos teclearon rápido, y cuando terminó lo dejó sobre la mesa pulsando al play para que la voz del traductor hablara.
— Nam te ha echado muchísimo de menos— casi me atraganto con el café.
Mis ojos se abrieron al máximo y miré hacia todos lado en la cocina cerciorándome de que nadie hubiera escuchado al traductor. Apenas eran las ocho y media de la mañana, y por lo menos hasta las nueve nadie comenzaría a levantarse.
Mis labios se entreabrieron y mis manos descansaron a cada lado de la taza.
— Yo también— pronuncié despacio, y Jin extendió su sonrisa por su rostro.
Me había entendido.
La mano de Jin se estiró de nuevo y sus dedos volvieron a teclear en el teléfono.
— ¿Me puedes contar tú como os conocisteis?— mis cejas se elevaron e incliné mi cabeza confusa mirando a Jin.
Estiré mi mano cogiendo el teléfono.
— ¿No te lo ha contado Namjoon?— él negó con la cabeza haciendo un puchero con sus labios.
¿Me estaba poniendo ojos de cachorrito?
Una sonrisa nació en mis labios, y volví a coger el teléfono tecleando lo más rápido que pude.
— Es largo, ¿te parece si vamos a buscar unos churros y ahí te lo cuento?— sus cejas se levaron y su cabeza asintió al instante. Mis ojos se entrecerraron sonrientes y volví a escribir— Voy a cambiarme de pantalones y ya vuelvo, ¿vale?
Él asintió dando un trago largo a su café. Yo hice lo mismo, terminando el contenido de mi taza y levantándome para dejar ambas tazas dentro de la fregadera. Le di una sonrisa a Jin antes de desaparecer de la cocina y subir a ponerme otros pantalones que no fueran los de dibujitos de corazones. Me cambié y bajé todo lo rápido que pude sin hacer ruido. Jin ya me esperaba en la entrada, con sus deportivas puestas, y yo solo cogí mi cartera y las llaves del coche además de ponerme unas deportivas.
Las luces del Ford se encendieron desbloqueándolo, y antes de montar al coche abrí el maletero. Saqué mi teléfono del bolsillo y tecleé rápido.
— Vamos a dejar vuestras maletas en la entrada por si se despierta el resto— Jin asintió ayudándome a bajar las maletas.
Ambos llevábamos dos maletas cada uno, y lo más silenciosos que pudimos las dejamos en la entrada de casa. Volvimos al coche, cerrando el maletero y montando en los puestos delanteros para ir a la panadería. Jin se decidió por poner música, activando el bluetooth de su teléfono, y la melodía comenzó a sonar de los altavoces del coche.
— Esta canción, me gusta— su dedo pulgar se elevó sacándome una sonrisa.
Mis dientes se mostraron cuando él comenzó a rapear de la nada. Una pequeña carcajada salió de mí cuando le vi por el rabillo del ojo la pedazo interpretación que estaba haciendo. Sus manos se habían hecho puños y su cuerpo se balanceaba hacia delante mientras cantaba.
Yo empece a tararear la canción con él, era inevitable no hacerlo.
— ¿Cómo se llama?— señalé los altavoces rezando porque él me entendiera.
— Outsider— señaló él con una sonrisa. La canción terminó demasiado pronto para mi gusto, y me vi deseando saber cual sería la siguiente que pondría— Es tú turno.
Mi ceño se frunció cuando él dijo eso. Los acordes de una nueva canción comenzaron a sonar, y cuando escuché el primer verso no pude evitar reírme.
— Dios Jin, no lo puedo creer— el castaño me sonrió animándome a cantar. Negué con la cabeza en una sonrisa y él me hizo un puchero— ¿Cómo conoces a Bisbal?
Su sonrisa se hizo más ancha y se encogió de hombros.
Mis dientes atraparon mi labio inferior y sonreí negando la cabeza. Era imposible no unirse a su fiesta.
— ¡Y sigo esclavo de sus besos, y sigo preso de mis miedooooos!— una carcajada salió de mí al ver como Jin me animaba a seguir cantando a pleno pulmón.
Las risas llenaron el coche para cuando llegamos a la panadería del pueblo. Sonreí más al captar el olor a bollos en el ambiente, y haciendo un gesto en la cabeza hacia Jin le indiqué que se bajara del coche.
La churrería solía estar a un lado de la panadería. Todas las mañanas del verano hasta que finalizaba septiembre se ponían a hacer churros hasta el mediodía. Mis labios mantuvieron la sonrisa cuando me acerqué con Jin hasta el camión, donde el marido de la panadera ya estaba poniendo en marcha todas las freidoras.
— ¡Jana! ¡Menuda sorpresa, que grande estás ya!— mis labios se estiraron haciendo que mis ojos se entrecerraran.
— Hola, Paco, ¿qué tal todo?— el hombre, que ya pisaba los 60, me sonrió arrugando su nariz.
— Muy bien niña, es bueno verte, ¿churros para la familia?— yo asentí y noté como desviaba su mirada hacia Jin— ¿Es el churri?
Una risa salió de mis labios mientras negaba.
— No lo es, solo es un amigo— el señor elevó sus cejas y volvió a sonreír.
— Hola chico— Paco le saludó con una sonrisa.
— Hola— Jin movió su mano algo cortado y desvió su mirada hacia mí.
Mis ojos conectaron con los de él y volví a mirar a Paco.
— ¿Me puedes poner 8 ruedas?— Paco me sonrió y asintió.
— Mucha gente en casa, ¿eh?— yo solo sonreí— Por supuesto que sí, tardará un poco, pásate en unos 15 minutos, tiene que calentar el aceite.
Yo asentí y me giré hacia Jin.
— Anda, vamos a dar una vuelta— insté a Jin a que caminara hacia unos pequeños bancos que había a pie de la panadería.
Cada vez que aspiraba el olor a bollos entraba en mi sistema, y eso estaba haciendo que mis tripas se quejaran en señal de hambre.
Nos sentamos en el banco, y con una sonrisa de labios saqué mi teléfono para poner el traductor otra vez. Él día estaba húmedo, por la lluvia de ayer, pero la temperatura no era tan baja como para temblar de frío.
— ¿Por dónde quieres que empiece?— la voz del traductor resonó entre nosotros.
Jin se apresuró en escribir en su teléfono.
— Nam casi no nos ha contado nada— mis cejas se elevaron y él siguió escribiendo— Nos ha hablado un poco de ti, pero tuvimos que sacárselo a la fuerza.
Mis ojos se entrecerraron soltando una pequeña risita y mis dedos volaron por la pantalla de mi teléfono.
— Bueno, nos conocimos en una galería de arte— Jin asintió mirando fijamente al teléfono, como si no quisiera perderse detalle— Chocamos y me tiró al suelo.
Sus ojos se abrieron y su cabeza se inclinó. Parecía estar pensando en algo, y su expresión cambió a una de suficiencia.
No entendía el por qué.
— Le dije que se mantuviera lejos de ti por si pasaba eso...es algo torpe— mis cejas volvieron a elevarse y me apresuré a escribir.
— Bueno, si no estoy mal, me tiró 3 veces, 4 si contamos la del barco— un suspiro salió de los labios de Jin y su palma dio en su frente mientras negaba.
— Nunca hace caso— la voz robótica sonó fuerte y una risa salió de mis labios.
Parecía que este chico era muy apegado a Namjoon.
— No pasa nada, estoy entera— él sonrió y volvió a escribir.
Mi cabeza se inclinó hacia un lado cuando le vi escribir y borrar repetidamente. Creo que estaba dubitativo sobre lo que decirme a continuación, pero al final se atrevió a pulsar el botón del audio.
— ¿Puedo hacerte una pregunta?— asentí esperando a que volviera a escribir— ¿Habías visto a Namjoon antes?
Mi ceño se frunció y mis labios hicieron una mueca.
— ¿Antes de Europa?— mi móvil pronunció sacando un asentimiento de Jin— No, no lo conocía, nunca antes lo había visto, ¿por qué?
La expresión de Jin se relajó y su sonrisa no tardó en aparecer. Sus cejas se elevaron y sus dedos se apresuraron en volar sobre su pantalla.
— ¿Él te gusta?— mis ojos se agrandaron al escuchar al traductor.
Mis mejillas, traicioneras como siempre, se calentaron fuertemente, y tratando de evitar su mirada desvié la mía algo nerviosa.
Mi estómago dio un pequeño tirón en mi interior, y sabía de sobra que no era el hambre.
La sonrisa de Jin se ensanchó satisfecho con mi reacción, y antes de que me diera cuenta ya estaba volviendo a escribir.
— No le diré nada— mis ojos se encontraron con los suyos y él solo me guiñó uno de sus ojos— Vuestro secreto está a salvo conmigo.
¿Vuestro?
Mi ceño se frunció y Jin solo sonrió encantado. Se levantó del banco y señaló hacia la churrería. Asentí viendo como caminaba delante mí y mi cabeza no pudo evitar dar vueltas.
¿Le gustaría yo también a Namjoon?
No me quise hacer ilusiones, pero parecía que mi cabeza no estaba de acuerdo con ello. La conversación de hace una semana con mi abuela resurgió en mis recuerdos, y mi corazón, totalmente en mi contra, comenzó a latir fuertemente. La ínfima posibilidad de que Namjoon también....
No Jana, basta.
¿Pero entonces por qué había venido hasta aquí?
Mis ojos se cerraron, mis mejillas rojas y un suspiro de mis labios. Debía de calmarme y dejar de pensar. Abrí los ojos exhalando un poco de aire y me acerqué a Jin en la churrería. Él intentaba entablar una conversación con Paco, y el señor muy sonriente, trataba de responderle.
Era bastante divertido verles conversar.
— Niña, que muchacho tan recurrente— Paco sonrió poniendo todos los churros en una bolsa. Estiró su brazo pasándomela, pero Jin se adelantó y me la cogió él— Te lo dejo a 20, solo por ser tú.
Guiñó uno de sus ojos, y sacando una sonrisa amable de mis labios le tendí el billete azul.
— Muchas gracias Paco, dale recuerdos a tu mujer— el sonrió contento.
— Ya verás como se va a poner cuando la diga que te he visto— movió su mano despidiéndose de nosotros— Tened buen día chicos, adiós Jin.
Jin se despidió con una sonrisa, y después de eso ambos nos giramos para volver a casa.
— Tienes mucha facilidad para hablar con la gente— había sido lo primero que había tecleado en el teléfono antes de dejarlo en el posa-vasos.
Él asintió sonriente. El olor de los churros se expandió por todo el coche y Jin no pudo evitar mirar dentro de la bolsa.
— Coge uno antes de llegar, no se lo diré a nadie— mis dedos pasaron por mis labios, y creo que Jin me entendió, porque metió su mano en la bolsa sacando un churro.
Pareció estudiarle, viendo como era antes de metérselo a la boca. Sus ojos se abrieron de par en par y un sonido de satisfacción salió de sus labios. De reojo vi como hacia gestos encantado mientras se comía el churro.
— Delicioso— lo había dicho en coreano, por lo que solo me limité a sonreír.
Supongo que había dicho algo en referencia al churro.
No tardamos mucho en llegar a casa. Las persianas ya estaban levantadas y supuse que ya todos se habían levantado. Aparqué tras el coche de mi padre, y cogiendo el teléfono del posa-vasos nos bajamos.
Jin me sonrió cuando llegamos a la entrada de casa, y metiendo la llave en la cerradura abrí la puerta dejando que él pasara primero.
Ilsan vino corriendo dando pequeños ladridos hasta la entrada. Cerré la puerta y me giré, viendo como Jin se había agachado para acariciar al pequeño terremoto.
— ¡Jana! ¿Eres tú?— la voz de mi abuela procedía de la cocina.
Fijé mi vista al final del pasillo, viendo que las persianas del salón también estaban levantadas.
— Sí, somos Jin y yo— cambié mis deportivas por zapatillas de casa, y junto con Jin fuimos a la cocina— Traemos desayuno.
Jin subió la bolsa agitándola un poquito. Ilsan se pensó que estaba jugando, asi que se puso sobre sus dos patitas moviendo su cola muy rápido.
— No es para ti campeón— me agaché para cogerle en brazos, y como siempre, giró su cabeza para darme besitos en la cara.
Una risita escapó de mis labios y volví a dejar al peque en el suelo. Jin todavía tenía la bolsa en la mano, así que estiré mi brazo pidiéndosela y la dejé sobre la mesa.
Jungkook estaba levantado y sentado en la mesa mientras observaba a mi abuela hacer algo en la cocina.
— Buenos días— le saludé con una sonrisa, y él me correspondió con otra inclinando un poco su cabeza— ¿Te gustan los churros?— le enseñé el contenido de la bolsa y el abrió sus ojos encantado.
Comenzó a asentir muy rápido.
— Si, me encantan— su inglés era muy marcado, pero no pude evitar sonreír.
La abuela se me acercó por detrás para ver que era lo que había traído.
— ¿Fuiste donde Paco?— asentí sacando los churros de la bolsa. Jin se sentó a un lado de Jungkook en la mesa— ¿Desayunaste?— mi abuela se dirigió a Jin, y una sonrisa salió de mi boca al verla hacer gestos, como si estuviera comiendo, para que él le entendiera.
— Solo hemos tomado un café abuela— terminé de sacar todos los churros de la bolsa y fui hacia el armario para sacar una fuente de cristal donde echarlos todos.
— Deja que conteste él Jana— mi abuela volvió a girarse hacia él y volvió a gesticular— ¿Dormisteis bien?
Jungkook y Jin se miraron entre si, y observé como Jin cogía su teléfono para escribir.
— ¿Dormir?— mi abuela abrió la boca sorprendida ante la voz robótica.
— Jana, ¿qué coso es ese?— me acerqué con la fuente y la dejé en la mesa.
— Mira abuela, es un traductor—cogí mi teléfono y tecleé rápido— Mi abuela está flipando con el traductor.
Jin y Jungkook sonrieron enternecidos y mi abuela me cogió el teléfono como si le hubiera salido una tercera cabeza.
— Me tienes que enseñar a hacer eso— mi abuela miró la pantalla— ¿Cómo escribo?
Con paciencia me acerqué a ella y la enseñé donde tenía que dar para escribir. Los dedos de mi abuela se deslizaron con lentitud por la pantalla, y todos esperamos a que la voz del traductor sonara.
— Todos sois muy guapos— las cejas de Jin y Jungkook se alzaron a la vez que una sonrisa amplia se formaba en sus rostros. Jin se apresuró a escribir en el traductor lo más rápido que pudo.
— Más hermosa es usted— mi abuela sonrió encantada y me dio el teléfono de vuelta.
— Voy a hacer chocolate caliente a estos hombretones— mi abuela les guiñó un ojo, completamente es su salsa, y se dirigió a los fogones para sacar una olla para fundir el chocolate.
Me apresuré a escribir en el traductor.
— Ella va a hacer chocolate caliente— Jungkook abrió sus ojos, completamente encantado, y sonrió enormemente.
— Grashias— mi abuela soltó una risita ante el acento marcado de Jungkook.
— Que mono el Juanito— mis labios se entreabrieron y desvié mi mirada hacia Jungkook.
Él parecía no haberse dado cuenta de lo que mi abuela le había llamado.
Negué con la cabeza, dudando si contarle a Jungkook cual era el nombre con el que mi abuela le había bautizado, pero no lo hice. Solo me senté con ellos en la mesa, viendo como Ilsan estaba correteando por toda la cocina volviendo loca a Reina.
Cogí el teléfono y tecleé rápido.
— ¿Dormiste bien Jungkook?— el chico me miró con sus ojos agrandados.
— Si— una sonrisa decoraba sus labios mientras asentía.
— Ya has podido dormir bien, con la de patadas y el concierto de ronquidos que me has dado— mis labios se entreabrieron confusos por lo que había dicho Jin, pero con solo ver el sonrojo en las mejillas de Jungkook me pude figurar de que había dicho algo para avergonzarle.
Jin estiró su mano otra vez para coger otro churro. Jungkook le siguió con la mirada con mi si acabara de cometer el peor de los pecados.
— Oye, espérate al resto— pestañeé un par de veces tratando de comprender.
Nada, no entendía nada.
— Déjame, están demasiado buenos— Jin hablo con la boca llena haciendo que una risita escapara de mis labios.
Jungkook volvió a mirarme avergonzado, y estiró su brazo para coger el teléfono de Jin.
— Mi hyung no se sabe comportar— dejó el teléfono y se acercó a mí como si me fuera a contar un secreto— Está loco...— mis labios se estiraron, y por el rabillo del ojo vi como el castaño se asomaba hacia el teléfono.
— ¡Oye!— la mano de Jin dio un golpe juguetón en el hombro, haciendo que Jungkook se zarandera hacia un lado.
Eso llamó la atención de Reina, quien soltó un gruñido hacia Jin.
Abrí los ojos sorprendida al ver como Reina se levantaba de su sitio de rigor para acercarse hacia la mesa. Los dos chicos coreanos se quedaron muy quietos viendo como Reina se movía, acercándose cada vez más a ellos.
Jungkook se tensó cuando Reina apoyó su cabeza en su regazo.
Cogí mi teléfono y me apresuré a escribir.
— Creo que le gustas— los ojos de Jungkook bajaron hasta la cabeza de Reina, y viendo como dudaba, escribí otra vez— Acaríciala, te lo está pidiendo.
La boca de Jungkook se convirtió en una perfecta "o", y con lentitud subió su mano hasta dejarla sobre la cabeza de Reina.
Ella comenzó a mover su cola.
— El encantador de perros— la voz robótica nos sorprendió a todos sacándonos una risa.
Jungkook parecía encantado con Reina.
— Tomar mis niños— la abuela dejó un par de tazas llenas de chocolate frente a Jin y a Jungkook— Comer mucho— la mano de mi abuela sobó su estómago mientras mantenía una sonrisa en su rostro.
Ambos chicos se miraron entre sí, como si dudaran en empezar.
Escribí rápido.
— Podéis comer, en España lo normal es esperar a que todo el mundo esté servido, pero estamos en familia— guiñé uno de mis ojos dejando echándome hacia atrás cuando mi abuela dejó otras dos tazas en la mesa.
Mi abuela se sentó a mi lado en la mesa, mirando como Jin y Jungkook comenzaban a coger los churros para comérselos. Sus ojos me miraron, no a mí específicamente, sino a mi teléfono, y no me hizo falta saber que era lo que quería.
— ¿Qué ocurre?— ella se inclinó hacia mí y me susurró bajo la atenta mirada de Jin.
— Pregúntales que quieren para comer, creo que tengo que ir a hacer compra. No esperaba invitados— asentí y escribí rápido mientras masticaba un churro.
— ¿Qué queréis para comer?— Jungkook y Jin se miraron entre sí y se encogieron de hombros.
Jin se limpió los dedos llenos de azúcar antes de escribir en su teléfono.
— Nunca hemos probado la comida española antes, no sabemos— la abuela abrió su boca de par en par y podía ver como su cabeza estaba trabajando en un plato que hacer.
Ellos le acaban de lanzar un reto.
— Escribe Jani— asentí con una sonrisa cogiendo mi teléfono— Me vais a acompañar a comprar.
— Quiere que vayáis con ella a comprar comida— la voz robótica repitió.
Jin y Jungkook se miraron entre sí otra vez y asintieron.
Jin escribió rápido en su teléfono.
— ¿Me podría enseñar alguna receta?— mi abuela sonrió contenta y asintió cogiéndole una de sus manos.
— Pichurrín, te voy a enseñar la cocina de verdad— mi abuela le guiñó un ojo demasiado descarada, cosa que hizo que Jin se sonrojara.
Los ojos del chico dieron con mi rostro, y yo solo negué aguantándome la risa. Jungkook a mi lado estaba intentando disimular su risa mientras miraba hacia Reina, quien se había apalancado en su regazo.
Estos chicos eran como un soplo de aire fresco.
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Holoooooooooo,
¿Cómo estáis? Aquí tenéis el siguiente capítulillo del maratón, el cual espero que os guste un montón, y...bueno, ya por fin están los chicos en España y Jana parece estar bien...por el momento.
No tengo mucho más que deciros, más que bueno, ya nos vemos mañana.😋
Hasta luego chikis;)
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