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*Recomendación: este capítulo lo he escrito con las canciones Dark cloud y Winter Flower (Younha), Before You Go (Lewis Capaldi), Black Swan (BTS) y Ciudad de Papel (Malú), y pienso que dan mejor ambiente al cap; espero que lo disfrutéis y preparar pañuelos ;)
Advertencia; este capítulo es fuerte, bastante, y toca un tema muy tabú, así que si eres sensible dejo bajo tu responsabilidad la lectura.*
Mañana del 13 de septiembre
Cantabria, España
Mis ojos estaban clavados en un punto fijo, no sabía cuanto tiempo llevaba así, solo sentía que no había sido el suficiente. Mis manos se aferraban a la manta que había envuelto alrededor de mí, tenía calor, hace tiempo que estaba sintiendo mucho calor, pero no me deshice de ella. Solo seguí aferrada, en posición fetal, con mi vista totalmente fija en la ventana de mi habitación.
Ilsan se había pasado todo el día en el umbral de la puerta de mi habitación. No le había dejado entrar a la habitación conmigo. La puerta estaba cerrada con el pestillo echado. No quería ver a nadie, no quería estar con nadie, solo quería terminar de consumirme en lo que quedaba de mí.
Si es que quedaba algo.
Desde que volví ayer por la tarde mis labios no se habían pronunciado. Parecía una autómata, totalmente pálida y con las mejillas hinchadas por mi llanto silencioso. Solo entré por la puerta, ignorando a mi abuela y a Anne, que se sorprendieron al ver mi estado completamente desaliñado, como si me hubiera metido en una pelea de barrio. Subí las escaleras con el piloto automático puesto, y cerrando la puerta de un portazo, dejando a mi perro fuera rascando la puerta a cada oportunidad, me eché en la cama envolviéndome en la manta, ahogando mis lágrimas en la almohada, que a estas alturas estaba tintada en los surcos negros del maquillaje que no me había quitado.
Ni siquiera había cambiado mi ropa tampoco.
Mi pecho seguía doliendo, y de lo único de lo que me había alimentado había sido de las insuflaciones que había dado a mi inhalador. Tampoco me importaba tanto, no estaba sintiendo nada, solo un dolor abrumador que no me dejaba tranquila.
Así que, ¿sería de esta manera?
Si, lo sería, porque ella nunca me dejaría en paz, no hasta que verdaderamente termine conmigo, y verdaderamente no estaba muy lejos de hacerlo. Estaba malditamente cerca de terminar por congelar mi corazón.
Es mejor no sentir, así evitamos el dolor y la decepción, es mejor no ser humano...es mejor no ser.
Mis dedos se envolvieron más fuertes alrededor de la manta. El sol entraba por las rendijas de la persiana que no me había molestado en bajar, y con eso supe que un día ya había pasado.
Quería que dejara de doler, quería dejar de sentir.
Todo lo que creía haber dejado atrás me golpeó de nuevo. Todo me dolía, mi pecho me dolía, mi abdomen, mis extremidades...absolutamente todo dolía.
Estaba cansada de avanzar...avanzar para caer...porque así iba a ser, nunca iba a llegar a nada.
No eres nada Jana, absolutamente nada...no soy nada.
Y era cierto, completamente cierto. ¿Qué había conseguido hasta ahora? Nada, no había hecho nada. Solo había corrido en un círculo que me iba a llevar de nuevo a ella, siempre iba a volver a ella, porque ella seguía teniendo el hilo que me unía a sus garras afiladas.
Solo seguía apretando la soga alrededor de mi cuello.
Cerré mis ojos fuertemente, tensando todos mis músculos agarrotados por mantener la misma posición durante horas. No me había movido, solo había estirado mi mano hacia la mesita de noche para coger mi inhalador y meterme un chute de esa droga que me tranquilizaba por unos minutos.
Luego todo volvía con fuerza, impidiendo que me levantara y mirara hacia arriba.
Creo que me dormí, o al menos eso pensé, porque cuando volví a abrir los ojos estaba lloviendo y era de noche. El horario de verano parecía estar terminando, cada vez oscurecía antes y el clima se iba enfriando.
Podría se una buena época, si que podría.
Así que decidí levantarme. Ningún ruido se escuchaba en toda la casa, tampoco me importó tanto. Solo me calcé unas deportivas, no me puse ni los calcetines, y abrí la puerta de mi habitación para bajar las escaleras.
Ilsan se sobresaltó cuando abrí de sopetón. Se había dormido en el umbral, donde había permanecido quieto durante un día entero. Mis ojos descendieron rápido hacia él. Su cabecita se había elevado hacia mí y su cola se movía de un lado hacia el otro de forma rápida. Mis labios se tensaron y mi pecho volvió a doler de nuevo. Levanté la mirada observando al frente. Mi barbilla continuaba doliendo, por lo que no descarté que un moratón estuviera decorando mi rostro. Un suspiro escapó de mis labios cuando mis pies empezaron a moverse de nuevo. Mis oídos captaron ahora el sonido bajo de la televisión, y sin mirar mucho hacia el pasillo decidí abrir la puerta de la calle.
— Jana...— la voz de Anne me llamó desde la puerta de la cocina, pero ni si quiera me atreví a mirarla.
Solo salí por la puerta de la calle, dejando a Ilsan dentro de casa. La lluvía me empapó por completo. Miré hacia el cielo viendo toda la oscuridad del día. Las nubes estaban negras y la luz ya se había ido, las farolas comenzaban a iluminar la calle mojada, dejando ver los charcos que se habían formado. Ilsan estaba ladrando dentro de casa, seguramente se había sentado frente a la puerta y no tardé en escuchar pequeños arañazos que hacían que la puerta se moviera violentamente.
Ignoré todo eso, solo centrándome en el dolor de mi pecho, y comencé a andar. Deberían ser cerca de las nueve de la noche, no había coches recorriendo la estrecha carretera del barrio, y lo único que se escuchaba eran las gotas caer contra el suelo de forma brusca.
Mis pies se habían empapado nada más salir de la seguridad de la entrada de la casa de mi abuela, y mi pelo se pegaba a mi nuca y a mi cara, dejando que las gotas de lluvia descendieran rápidas por mi rostro. Creo que comencé a llorar también, pero no estaba muy segura de eso. Las gotas y mis lágrimas se fundían siendo uno, deslizándose por mi piel, creando surcos abrasantes que contrastaban con mi dolor. Tampoco sentía mucho, solo era un alma en pena caminado por la oscuridad de la calle dejando que la lluvia me llevara con ella.
Caminé mucho, no estaba segura de cuanto, pero llegué a la playa. El tiempo había pasado rápido y lo único que escuchaba ahora eran las olas del mar elevarse antes de descender con fuerza sobre la orilla. Mis ojos dieron con el océano, revuelto y turbio, quejándose de la lluvia que caía sobre él, elevándose imponente antes de tragarse cualquier resto que estuviese en la orilla.
Mis pies mojados se hundieron en la arena. Avanzaba a pasos lentos, parsimoniosos y casi propios de un fantasma. Había comenzado a temblar no hacía mucho. El frío se metió por mis huesos helando todo a sus paso, congelando el dolor que había estado soportando durante todo el día.
O igual durante toda mi vida.
Parecía atractivo la idea de sumergirse, de dejarse llevar. Imitar a las gotas de lluvia era tentador, demasiado, y no me detuve ni un segundo. Paré a escasos metros del mar. La orilla parecía aterradora desde este punto de vista. Todo era negro y solo se podía ver como las olas impactaban con fuerza. Se elevaban muy altas, y estaba segura de que una de ellas podría envolverme por completo.
Tal vez para siempre.
Me agaché impotente. ¿En qué estaba pensando? No lo sabía con exactitud, solo los pensamientos intrusivos que había estado reteniendo durante estos dos meses volvieron con fuerza a mí. Mi mente estaba trabajando duro en estos momentos, no sabía si quería ayudarme o arremeter contra mí, pero lo negativo parecía fluir como el agua que nacía de la montaña.
Al final, siempre terminaba por morir en el mar. Iba en descenso continuo, casi en picado, hasta impactar con la gran masa azul que se expandía frente a mí.
¿Era atractiva la idea? En estos momentos bastante. Parecía correcto simplemente meterse y dejarse ir, tal vez dolería menos, terminar por ahogarse, por consumirse...volatilizarse en la nada.
No eres nada Jana, no eres....nada.
La voz de mi madre sonaba clara en mi cabeza. Sentí los cuchillos acariciarme la piel, abriéndola a tiras y echando alcohol en la herida de tal modo que se asegurara en escocer. Ardor convertido en repulsión, en asco y degradación. Todo eso materializado en mí.
¿Hay una salida? No, no la había.
Así que sonreí, sí, por muy loco que pareciera sonreí. La amargura recorriendo todo mi ser, sabiendo que no habría otra oportunidad para levantar el vuelo, porque yo no tenía oportunidades, yo no me las merecía.
¿Tan fraude soy?
Sí, si que lo era. Alguien que había prometido mejorar, que había jurado salir adelante estaba aquí, ahora, en estos momentos, mirando a un océano enfurecido y lleno de resentimiento.
— Sería tan fácil...
No reconocía mi voz. Era la primera vez que hablaba desde que pedí a mi padre que nos fuéramos de ese lugar, de ese espantoso lugar. Las caras de toda la gente en el tribunal acudieron en mi mente. El asco y la decepción resurgiendo en mi estómago. La mujer de cabello perfecto ocupando mi lugar, tomando lo que era mío bajo su nombre. Ese hombre con su mirada reprobatoria, echándome del lugar que me había ganado con trabajo duro y esfuerzo.
— Eres una ilusa Jana....una maldita ilusa.
Cerré mis ojos sosteniendo mi cabeza entre mis manos. Me debatía que hacer. No lo sabía con exactitud, no tenía ni la más remota idea de que hacer. Simplemente desabroché mis zapatos dejándolos en la arena. Tan solitarios en la extensión de la playa, tan pequeños que podían ser aplastados tan fácilmente y sin esfuerzo.
¿Así me veía yo? Estaba segura de que sí, de que esa era la visión que daba.
Mi memoria se esforzó en eso. Se encargó de rebuscar entre mis recuerdos todas esas miradas reprobatorias, de asco y superioridad. Todas y cada una de ellas apareciendo en fila ordenada cronológicamente, como si fueran todas las razones para hacerlo, siendo mi motivación para desaparecer.
Entonces di un paso hacia delante, siendo impulsada por toda la presión que parecía recaer sobre mis hombros.
Eres una inútil, no sirves para nada Jana.
Estaba tan cerca y a la vez lo veía tan lejos. ¿Así terminaría todo? Esperaba que sí. No me gustaba esta sensación de dolor, estaba rota completamente rota. Recordé a la hija de Luisa, la señora que me había salvado en mi momento de rebeldía. La había visto en una foto, parecía radiante y feliz, pero al final no lo soportó.
¿Así se sentía ella?
Liberación. Sí, eso sonaba demasiado cerca de lo que buscaba. Era tentador saber, que en el momento en el que entrara todo se reduciría a cero, todo empezaría de nuevo para mí, en otro lugar.
Terminar aquí sonaba bien.
Otro paso más, el agua rozó los dedos congelados de mis pies. Yo no dejaba de temblar y la lluvia no había cesado en ningún momento. Mi pelo estaba pegado a mi cara, convertido en una maraña demasiado extraña como para arreglarla. Mi ropa era un desastre. La blusa se pegaba a mí como si fuera una segunda piel, y los pantalones comenzaban a molestarme. La tela rozaba con mi piel y estaba muy segura de que la zona se había enrojecido saliendo un sarpullido.
Bueno, no iba a importar mucho ahora.
Un paso más. El agua bañaba mis pies. No estaba tan fría como parecía desde fuera, es más, la calidez me sorprendió y solo hizo que diera otro paso más. Los tobillos completamente empapados, hundiendo mis pantalones en el mar, dejando que el agua comenzara a atraerme como las polillas a la luz. El nudo en mi pecho pareció deshacerse poco a poco, creí poder respirar profundamente cuando mi pie se hundió en la arena, sintiendo el vaivén brusco del agua sobre mis pantorrillas.
Me permití cerrar mis ojos un segundo, disfrutar de esta paz efímera antes de entrar a la absoluta. La liberación se sentía cerca, muy cerca. Mis ojos registraron las olas que no dejaban de elevarse altas, la brusquedad del agua seguía dándome en las piernas, como si fuera un anticipo de lo que ocurriría.
Cuídate....Jana
Mi madre de nuevo. Tan clara y directa que me asustaba. Miré a mi alrededor verificando que ella no estuviera aquí, que no estuviera cerca mío. La seguridad parecía encontrarse frente a mí, y avanzando más tal vez pudiera conseguir lo que tanto anhelaba.
¿Realmente lo anhelaba?
Estaba tan...cansada. La lucha se me había hecho cuesta arriba y ya no parecía haber razones que merecieran la pena.
Hasta ese momento. Mi mente se aferró a algo, no sabía a qué era, pero me quedé congelada, incapaz de avanzar más en mi travesía al final. Me sentía débil y frágil ahora, tan volátil como una bomba en sus últimos segundos marcados por el contador. Era tan fácil, estaba tan al alcance de mi mano...pero no pude. Me congelé por completo intentando adivinar que había sido aquello que mi mente pareció encontrar en su desespero. El sonido del mar era sordo en mis oídos. Todo me cubría y solo la lluvia estaba ocupada de rellenar ese fondo vacío en mente. No escuchaba nada más, a nadie más.
Cerré los ojos otra vez. Mis manos colgaban inertes a mis lados, y mi mirada se había perdido en el movimiento agresivo del agua. El nudo de mi pecho volvió a formarse y de repente mis ojos estallaron en lágrimas que había estado reteniendo inútilmente. Mi boca reprodujo sonidos inconexos que determiné como llanto. Los gemidos que escapaban de mi boca se vieron acallados por el sonido del mar.
Me vi sin fuerzas en ese momento. Mis piernas temblaron y no resistieron más los golpes del agua. Mis rodillas provocaron un ruido sordo con el agua. Mi torso se vio vapuleado por la fuerza del agua, golpe tras golpe, como si verdaderamente lo mereciera. Noté el tirón que daba el mar, arrastrándome hacia dentro, pero no me moví de mi sitio. Mis rodillas parecían bien atascadas en la arena de la orilla.
Mis manos cubrieron mi cara. Mis hombros daban pequeños espasmos sacando mi llanto al exterior. ¿En qué estaba pensando? ¿Por qué...?
Porque ya no podía más.
Mi pelo se hundió en el mar. La mitad de mi melena se encontraba flotando sobre la pequeña cantidad de agua que acudía a golpearme. Mi garganta se cerró y el dolor de mi pecho creció más.
Esta no es forma, no era una forma.
— ¡Jana!— una voz masculina, ronca y grave, me llamaba desde un segundo plano. No hice mucho caso, solo cerré los ojos de nuevo.
Creo que el ruido a mi alrededor se intensificó. Si, estaba segura de que era eso. Todo pareció hacerse más intenso, mucho más. Los latigazos del agua dolían más, mis rodillas se hundían más, como si me hubiera posicionado sobre arenas movedizas.
Entonces, de todos modos, ¿caería igual?
— ¡Jana!— esta vez más cerca. La misma voz masculina y grave que se empeñaba en llamarme.
Cerré los ojos. Mi mente luchaba contra ella. La voz de mi madre descendía de decibelios en mi mente, otra tomó el protagonismo.
No llores, tú no puedes llorar, las personas como tú no pueden llorar.
No lo reconocí en un principio, pero estuvo claro en mi mente. Una sonrisa, un hoyuelo, su nariz y sus ojos. Se materializaron con fuerza en mi mente. Otra vez, todo pareció intensificarse aún más. Ya no sabía que sentía, todo era un manojo en mi interior, algo loco y desquiciado, sin intención de frenar.
— ¡Jana!— ahí estaba otra vez, claro y conciso en mi mente.
Ruido alrededor. Agua moviéndose y pisadas fuertes tras de mí.
Me hundí más en la arena, un poco más y ya estaría, pero eso nunca sucedió. Unos brazos, si eran unos brazos, fueron los que me envolvieron. La sensación fue distinta a cuando mi padre lo había hecho, esto se sentía extrañamente familiar.
Cálidamente familiar.
Me elevé sobre mí misma. Un pecho duro daba en mi espalda y me moví rápido hacia atrás. Mis pies sintieron la arena, y tan rápido como había descendido me dieron la vuelta. Envolviéndome fuerte bajo la lluvia y frente al enfado del mar. Mi rostro se hundió en un pecho mojado. El olor a fragancia masculina me tomó desprevenida.
— Jana...— su voz ronca y grave, real y persistente en mi mente.
Elevé mi mirada un poco. Había separado mi rostro pálido e incrédulo de su pecho. Mis brazos inertes a cada lado de mi cuerpo temblaban como una hoja de papel. Pestañeé un par de veces, cerciorándome de que esto era real y no era mi mente jugándome una mala pasada.
— N..Na...Nam...— me costaba pronunciar. El frío retenía a mis labios de articular palabras correctamente, pero a él no le importó.
Solo me atrajo a su pecho una vez más, sosteniéndome fuerte, no dejándome caer.
— Estoy aquí, estoy aquí...no estás sola, todo va a estar bien, vas a estar bien— sus brazos se estaban aferrando a mí, fuertemente y sin arrepentimientos.
Yo hice lo mismo, me aferré a él.
Mi llanto volvió a nacer con mi rostro pegado a su pecho. Pude sentir como más pasos se acercaban a nosotros y escuché como el sonido de la lluvia parecía caer en un plástico. La mano de Namjoon subía y bajaba por mi espalda suavemente, y a pesar de que hacía frío lo sentí cálido.
Lo suficientemente cálido como para aliviar mi dolor.
— Ven...vamos a cubrirnos, te vas a poner mala— asentí todavía con mi rostro pegado a su pecho, sin querer despegarme de él.
El dolor había desaparecido, ya no lo sentía.
Ambos avanzamos por la arena. Uno de los brazos de Namjoon se encargó de mantenerme pegado a su cuerpo, mientras que el otro se estiraba para coger un paraguas. El agua dejó de caer sobre mí, y me sentí protegida. Mis ojos se movieron del punto fijo, en la sudadera de Namjoon, en el que se habían estancado. Enfoqué a mi hermana sosteniendo un paraguas mientras sus ojos aguados me observaban.
— Jana...— mis dientes atraparon mi labio inferior y desvié la vista de ella.
— Lo siento...— mi tono había sonado muy bajo, no creía que me hubiera escuchado.
Ella negó con la cabeza y no hizo preguntas. Solo soltó su paraguas haciendo que cayera sobre la arena antes de abalanzarse hacia nosotros. Namjoon se vio obligado a separar un brazo de mi para dejar que mi hermana me abrazase. Los brazos de Irune se aferraron a mi cuello desesperados, y su rostro se hundió justo en el hueco que dejaba libre. Ahogó su llanto en mi hombro, y noté como sus dedos se curvaban sobre mí.
— No lo hagas de nuevo...no te dejes otra vez— su voz era ahogada y rota.
No me gustó, eso no me gustó nada.
— Te lo prometo...lo siento hermana lo siento mucho— mis brazos se envolvieron alrededor de ella.
Lo sentía de verdad.
Namjoon se acercó hacia nosotras con ambos paraguas en la mano. Tendió el suyo a Irune, quien se sorbió la nariz antes de aceptar con una sonrisa melancólica hacia el moreno. Namjoon me cubrió apegándome a su cuerpo otra vez, como si no pudiera estar lejos de mí, y yo no le reproché. Cada vez que le sentía cerca me sentía bien y en paz.
Cerca de la sensación de liberación.
— Vámonos antes de que ambas pesquéis un resfriado— su mano en mi cintura me instó a caminar de nuevo.
Mi cuerpo temblaba cuando llegamos al coche. Mi padre estaba junto con Anne parado a un lado del coche. En cuanto me vio llegar se separó de ella para correr hacia a mí y abrazarme. Mi rostro se pegó a su pecho cuando sus brazos me envolvieron. Noté como un suspiro salió de sus labios cuando me tuvo entre sus brazos.
— Me has dado un susto de muerte Jana...— mis ojos se cerraron fuertemente y por el rabillo del ojo vi como una mano se apoyaba en el brazo de mi padre.
Era Anne.
— Hey princesa...— sus brazos me envolvieron también. Yo era algo más alta que ella, pero no importó mucho— Todo va a estar bien ahora, ya terminó todo.
Las manos de Anne se movían acariciando la piel de mi espalda. Un suspiro tembloroso escapó de mis labios y no pude evitar estornudar.
Mi padre posicionó su mano en mi hombro y vislumbré a Namjoon quitándole una chaqueta a Irune que estaba sacando del coche.
— Ven, ponte esto— colocó la chaqueta sobre mis hombros y sus manos se mantuvieron quietas en esa zona.
— Gracias...— murmuré en apenas un hilillo de voz.
Namjoon asintió dejando que una sonrisa tranquilizadora saliera de sus labios. Ambos emprendimos paso hacia el coche, uno que no reconocí, y nos montamos. Namjoon al lado mío, deslizando su mano contra la mía, sosteniéndome muy fuerte.
Mis ojos descendieron hacia sus dedos entrelazados con los míos. La calidez volvía a estar ahí, envolviéndome de forma placentera y parsimoniosa.
— Gracias...— murmuré en español haciendo que sus ojos me observaran, dejando que una sonrisa se deslizara en sus labios marcando sus preciosos hoyuelos.
En ese momento sentí como mi corazón volvió a latir tranquilo de nuevo. En ese momento...
Respiré de nuevo, volví a respirar profundo de nuevo.
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Holooooooooooo,
¿Cómo estáis? Espero que muy bien.
Sé que no me esperabais hoy por aquí, ni yo misma pensé en subir nada esta semana, pero creo que no podía dejaros sin nada de contenido por tanto tiempo. Aún así, si todo va bien, la semana que viene volveré a subir todo con regularidad, como hacía antes, y tendréis el maratón de esta novela que os prometí.
Pero bueno, ¿qué os pareció el capítulo? ¿Bastante fuerte? Verdaderamente pensé en muchos finales para este capítulo. Pensé en dejarlo a medias y dejaros con la duda de si Jana llegaba a suicidarse o si a Namjoon le había dado tiempo a llegar, pero creo, que con el capítulo siguiente he conseguido trasmitir la desesperación que quería.
Espero que os haya gustado, y ya nos vemos la semana que viene.
Nos vemos chikis;)
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