24

Ajusté mi mochila al hombro mientras aguantaba con mi mano izquierda el asa de la maleta que traía. Mis ojos bailaban por todo el ancho de la calle buscando un taxi al que parar, pero todos parecían estar ocupados.

En la puerta de la estación de tren de Copenhague, Dinamarca, el tiempo era nublado. El cielo gris ofrecía un ambiente húmedo en nuestro séptimo día de viaje por Europa, pero no por eso mi ánimo decaía.

Parecía estar más brillante que nunca.

— Hay una estación de autobuses por ahí— giré mi cabeza para ver el lugar hacia el que señalaba Irune— Tal vez encontremos una línea que nos lleve hacia el centro.

— Vamos a ver si los paneles están en inglés— Irune me tendió su maleta para que la aguantara.

— Quédate aquí con las maletas y trata de parar un taxi, yo voy a ver las líneas por si hay suerte— asentí devolviendo mi vista hacia la carretera.

Posicioné las maletas enfrente mío y levanté una de mis manos, al más puro estilo estadounidense, tratando de llamar la atención de uno de los taxistas de la zona. El bullicio de la calle era alto, y las charlas solapadas a mis espaldas parecían hacerse cada vez más elevadas. Mordí mi labio inferior mientras volvía a colocar una de las maletas enfrente mío. Levanté otra vez mi mano, buscando con mi mirada cualquier taxi que no tuviera la luz de ocupado en el techo.

— Esto es imposible...— un resoplido salió de mis labios a la vez que una gota me caía en la punta de mi nariz— No por favor...que no llueva ahora.

Bueno, el tiempo no es que me hiciera mucho caso tampoco, y en menos de un segundo había comenzado a llover como si no hubiera un mañana.

Cogí el asa de las maletas como pude y me fui a refugiar bajo el toldo que ofrecía la entrada de las estaciones de tren. Cuando ya tenía las maletas frente a mí, otra vez, bien sujetas, miré hacia fuera. La cortina de agua impedía ver con claridad, pero al menos, el pelo rojo de mi hermana destacaba entre toda la gente. Levanté mi mano hacia ella gritando su nombre. Sus ojos dieron conmigo rápido, y en un trote de su parte vino hacia mí.

— Madre del cordero, como se ha puesto a caer en un momento— una de sus manos subió hacia su frente retirando unos cuantos mechones pegados— ¿Tuviste suerte?

— Si con suerte te refieres a ser ignorada con éxito, sí, he tenido suerte— una sonrisa apareció en sus labios, y una carcajada limpia no tardó en salir.

— Me encanta ese retintín con el que lo has dicho— sus labios se cerraron convirtiéndose en una línea mientras una de sus cejas se elevaba— Pero aunque esté lloviendo a mares y no hayas conseguido parar un taxi en los 30 minutos que llevamos aquí paradas, no pareces nada irritada, es más, diría que hasta estás contenta.

Mis ojos se fueron al cielo de manera involuntaria. Había repetido ese gesto lo suficiente en el transcurso del viaje, que había durado unas 15 horas, desde Viena.

— ¿Vas a empezar otra vez?— mi mano se movió sola cuando la pasé de manera brusca su maleta— Estás algo pesadita con lo mismo, ¿no crees?

Irune sonrió pícara mientras agarraba con sus dos manos el asa de su maleta.

— ¿Eso que veo aparecer es tu carácter?— sus cejas tocaron el cielo, y sus ojos se empequeñecieron cuando su sonrisa se extendió plena en su rostro— Si voy a tener que dar las gracias personalmente al cuñadito, lo que ha hecho él en unos días no lo he conseguido yo en un mes.

Mis ojos volvieron a rodar. Pestañeé una vez antes de volver a mirar a mi hermana, quien estaba sonriente mientras me observaba tras sus pestañas rizadas.

— Irune, deja de hacerte pajas mentales, simplemente somos dos conocidos, ya está— los dedos de mi hermana tamborilearon en el asa de la maleta a la vez que su ceja se elevaba.

— Si, ya, conocidos dice— mi lengua remojó mis labios y mis ojos se volvieron a dirigir hacia la calle que estaba completamete encharcada— Vosotros tenéis una química que ya querrían tener muchos— trataba de concentrarme en el sonido de la lluvia caer antes de prestar atención a los delirios de mi hermana— ¡Joder Jana! Soy yo la que está en tú lugar y ya me lo habría tirado.

Mis labios se entreabrieron y mis ojos se agrandaron sorprendidos. Mi cabeza giró como un resorte hacia mi hermana, quien sin pudor alguno había gritado esa frase a los cuatro vientos. Varias personas se habían girado hacia nosotras, y rezaba internamente porque ninguna fuera española y entendiera lo que esta descerebrada había dicho.

—¡Irune!— mi queja salió de mis labios con un tono demasiado añinado, cosa que hizo reir a mi hermana— Deja de decir ese tipo de cosas, que te quede claro, entre ese chico y yo no hay nada, tan solo hemos compartido una conversación cordial ayer por la tarde, nada más.

— ¡Mentirosa!— incliné mi cabeza hacia un lado dejando que un suspiro saliera de mis labios— ¡También le diste tú número! ¡Eso no es solo compartir una conversación!

Puse los ojos en blanco otra vez.

— Vamos a ver, él me quiso dar su número, y como no me fío de mi móvil pues le di el mío, ya está— miré otra vez hacia la carretera encharcada— Además, no creo que se contacte nunca conmigo, así que deja ya tu mente romántica de lado y ayúdame a parar un jodido taxi.

Los ojos de mi hermana se abrieron de manera exgerada. Su boca hizo una "o" perfecta mientras sus ojos su dejaban de verme fijamente.

Mi cabeza giró para observarla mirarme de esa manera tan rara. Fruncí mi ceño confusa y la miré de arriba a abajo intentando ver si la había pasado algo.

No vi nada.

— ¿Qué te pasa ahora?— su expresión cambió drásticamente, sus cejas se elevaron y una sonrisa comenzó a extenderse por su rostro.

— Has dicho un taco, la perfecta Jana ha dicho un taco— mi ceño se volvió a fruncir y negué con la cabeza.

Yo no blasfemaba.

Al menos no era habitual en mí, por no decir que nunca lo hacía.

— Eso no es verdad— giré mi cabeza de nuevo.

Un taxi estaba parado a unos metros de nosotras dejando a una señora que llevaba muchas bolsas con ella.

Sin mirar a mi hermana, cogí el asa de la maleta y comencé a andar hasta el taxi.

— Vamos Jani, no te pongas así por decir un taco— mis dedos se aferraron al asa mientras llegaba a la altura del taxi— "Ayúdame a parar un jodido taxi"— la burla en su voz me hizo resoplar fuertemente antes de pararme frente al taxista, quien ayudaba a la mujer a bajar sus bolsas.

Con mi hermana no había nada que hacer.

— Disculpe, ¿el taxi está libre?— el señor me miró con una sonrisa mientras cerraba el maletero del coche.

— Sí señoritas, ¿a dónde las llevo?— sonreí aliviada y le indiqué la dirección en la que se encontraba nuestro hotel.

Ambas dejamos las maletas en el maletero y nos sentamos en la parte trasera. El taxista amable, y en un inglés pobre, intentaba explicarnos donde estaba lo más bonito de Copenague, y nosotras, intentando mantener viva la conversación, tratamos de hacernos entender con él.

No tardamos mucho en llegar a nuestro hotel. Las casas coloridas al lado de la construcción de ladrillos marrones y rojizos, hacían destacar al hotel en la calle en la que se encontraba. Ubicado cerca del centro y frente al canal repleto de embarcaciones daban un toque demasiado pintoresco al paisaje que se alzaba frente a nosotras.

— No tengo ni idea de por qué, pero siento que hemos venido a parar a ciudades con demasiadas vibras románticas— mi hermana estaba admirando todo a su alrededor desde fuera mientras yo terminaba de pagar al taxista.

— Muchas gracias, señor— me despedí de él saludándolo con mano, y él nos dio una última sonrisa antes de arrancar el motor de nuevo.

Agarré el asa de mi maleta y me situé junto a mi hermana, quien no paraba de mirar las edificaciones a su alrededor. Tomé una bocanada profunda de aire, aspirando el aroma procedente del agua, y sin perder detalle de nada, saqué la cámara de mi mochila para sacar unas fotos al paisaje.

— Anda, deja de quejarte tanto— mi dedo no hacia más que capturar los alrededores— Según he mirado en la web, este hotel está muy bien ubicado, creo que el centro lo tenemos muy cerquita.

— Diji di quijirti tinti— Irune me sacó la lengua mientras me imitaba de una muy mala manera— Claro, tú lo puedes decir porque has conocido a un pedazo de tiarrón que te atrae un montón aunque tú lo quieras negar.

— Vamos a volver al temita de nuevo, ¿es enserio?— mordí mi labio inferior mientras negaba con la cabeza, dando por perdida a mi hermana, y ella solo me puso los ojos en blanco.

— Fase de negación, ya la superarás— su mano atrapó el asa de su maleta y se paró justo a la puerta del hotel— Anda, ven aquí y vamos a hacernos un selfie para aita*.

La miré sacar su teléfono del bolsillo pequeño de su mochila, e imitando su gesto me puse al lado de ella mirando a la cámara frontal de su teléfono. Estiré mis labios sin separarlos y pegué mi cabeza con la de mi hermana. Los nervios crecieron en mi interior, y recé para que pulsara rápido el botón de la cámara. El contraste de color de nuestros pelos junto con el ambiente colorido del paisaje de fondo quedaba natural en la foto, tal y como si fueramos un elemento más de la calle.

— Me encanta esta foto, creo que la voy a enmarcar cuando lleguemos a casa de la abuela otra vez— la comisura de mi labio tiró hacia arriba, y apurando a mi hermana, tiré de ella hacia dentro del hotel para registrarnos.

— Anda, vamos a dejar el equipaje para poder dar una vuelta por el centro antes de que anochezca— Irune asintió enérgica y se precipitó por la puerta.

— Si, quiero ver el palacio real de noche, ese que salió en la película del príncipe y yo— aminoré mi marcha hacia recepción, quedándome estática en mitad del hall mirando a mi hermana con una ceja alzada. Ella se giró al sentir que no la estaba siguiendo, y frunciendo el ceño me miró confusa— ¿Qué?

— "Siento que hemos venido a parar a ciudades con vibras demasiado románticas"— imité su frase de antes haciendo que ella pusiera los ojos en blanco.

— No me jodas Jana, no me jodas— mis ojos brillaron divertidos y nos acercamos hacia la recepción.

Un señor con gafas nos recibió con una sonrisa, y mostrándole la reservación online que habíamos hecho no tardamos demasiado en registrarnos y recibir nuestra llave. La habitación no era demasiado grande, pero para pasar la noche nos servía a amabas. Dos camas pegadas y un baño completo eran más que suficientes para pasar estos tres últimos días que pasaríamos en Dinamarca, dando así finalizado nuestra pequeña travesía por Europa.

— ¿Te parece si me doy una ducha rápida y nos vamos a comer?— dejé mi maleta a los pies de la que sería mi cama por esos días y asentí hacia la pelirroja girándome para mirar por la pequeña ventana que dejaba entrar mucha luz— Tienes que tomarte la pastilla del hierro y las vitaminas, así que cógelas de la bolsa.

— Ya las llevo conmigo, anda, date prisa y vámonos, que muero de hambre— Irune ya había abierto su maleta y sacado su neceser.

— Como usted mande capitana— se dirigió hacia el baño y cerrando la puerta tras ella la escuché trastear— ¡¿A dónde quieres ir primero?!

Sonreí con los labios cerrados mientras mis ojos se mantenían fijos en las vistas hacia el canal repelto de embarcaciones.

— ¿Qué te parece si vamos al Stroget? Creo que esa es la calle llena de tiendas, seguro que hay alguna cafetería o restaurante en el que comer algo— un ruido que se asemejó a lo que yo creía que era una afirmación sonó tras la puerta.

Después se escuchó el agua caer.

Suspiré, algo cansada por el viaje, y dejándome caer de espaldas al colchón fijé mi vista en la pequeña lámpara en forma de globo que colgaba del techo blanco. Mi lengua remojó mis labios, y en un actó plenamente inconsciente los entreabrí estirando mis comisuras hacia los lados.

La conversación de ayer con Namjoon vino a mi mente.

La extraña, pero positiva, sensación que me surcaba cuando estaba con él pareció recorrerme de nuevo. Mordí mi labio inferior recordando la banal conversación que habíamos tenido por dos horas, ambos sin ser muy conscientes del paso del tiempo.

Y en la que en ningún momento me sentí fuera de lugar o cohibida por lo que podría decir u hacer.

Bueno, tal vez un poco cohibida si me sentí en el momento que escapó de mis labios lo guapo que él me parecía, y que era imposible que no tuviera chicas detrás.

No quería malinterpretar nada, pero él parecía ser de esos chicos que tienen novia.

Y no sé por qué, pero en el momento que pareció darme a entender que era soltero me sentí aliviada.

Y no entendía el por qué.

Suspiré de nuevo.

— ¿Por qué me siento tan rara...?— mis manos se posaron sobre mi estómago y cerré los ojos por unos segundos.

La imagen del moreno se reprodujo con claridad en mi mente. Vaqueros claros, camiseta de manga corta gris bajo una camisa a cuadros rojos sin mangas y una gorra negra cubriendo su pelo castaño. Sus labios gruesos enmarcando una sonrisa de dientes perfectos, sus ojos castaños empequeñeciéndose y su nariz arrugándose levemente por la risa que parecía querer contener.

Él era muy guapo.

Pestañeé un par de veces, enfocando el techo blanco de la habitación. Todavía no podía concibir que un chico como él me hablara, o tal siquiera se fijara en mí.

Él dijo que yo era guapa, como una Anjana.

¿De verdad lo era?

Me incorporé en la cama y busqué con la mirada un espejo. Me levanté rápida y me dirigí hacia los armarios frente a la puerta de la habitación, descubriendo un espejo de cuerpo completo. Con mis manos apoyadas en las puertas del armario, dejé que mis ojos estudiaran el reflejo de mi persona. No solía mirarme mucho en los espejos, por no decir que no lo hacía, me incomodaba ver una imagen de mí que no proyectaba lo que yo era. Simplemente me negaba a pensar que la persona que podría llegar a ver ahí reflejada era yo.

Tenía miedo de mí misma.

Tomé una bocanada de aire. Mi vista estaba fija en el reflejo de mis ojos verdes, completamente quieta sobre mi mirada llena de temor. No estaba enfocando las demás partes de mi reflejo, y sin darme cuenta, mis dedos se habían curvado sobre la madera de las puertas del armario. Dejé caer mi cabeza hacia abajo, rindiéndome ante aquella cosa tan banal como era mirarse en un espejo.

Para mí significaba un mundo completo.

El agua de la ducha se detuvo, y antes de que mi hermana saliera, cerré las puertas del armario y me dirigí hacia mi maleta. Me cambiaría de ropa antes de salir por Copenague, y tal vez, pueda buscar algo de confianza en mí misma en el fondo de mi maleta.

Aunque no lo creía posible.

Me agaché a los pies de la cama justo cuando la puerta del baño se abría revelando el cuerpo de Irune envuelto en una toalla demasiado corta.

— ¿Vas a cambiarte de ropa?— ella se había dirigido hacia su maleta sacando un conjunto de ropa interior.

— Si, quiero ponerme algo más cómodo y que no esté tan sudado— mis manos rebuscaban en mi maleta por algo que mereciera la pena.

— ¿Necesitas entrar al baño?— negué con la cabeza continuando con mi búsqueda— Está bien, pues entro yo y así aprovecho para hacerme las cejas.

— Claro, yo ya me cambio aquí, no tengo problema— Irune emitió un ruido de afirmación, y en menos de lo que esperé, la puerta del baño volvió a cerrarse.

En ese momento, mi mano aterrizó en el vestido veraniego rojo con florecillas blancas que había comprado hace casi una semana cuando fui de compras con Irune. Me quedé observándolo unos minutos. La prenda en mis manos, y yo, indecisa por dentro, hecha un mar de dudas por si debía ponérmelo o no.

Si mi madre me viera con él puesto, mostrando mis piernas al mundo, diría que me lo quitase, que mis piernas eran demasiado gruesas para tal siquiera mostrar un tobillo.

Sólo por eso me levanté de mi posición y me quité la camiseta y los pantalones vaqueros que llevaba. Me eché desodorante y deslicé el vestido por mi cabeza, dejando que cayera suelto hasta casi la mitad de mis muslos, dejando mis brazos y una pequeña parte de mis clavículas perfectamente visibles junto con gran parte de mi pecho. El vestido se ajustaba lo necesario en mis pechos, dejando que el resto de la tela cayera de forma vaporosa y con algo de vuelo hasta los muslos. Las pequeñas florecillas blancas se apreciaban como pequeños puntitos desde lejos, pero daban un toque muy casual al vestido.

Llevé una de mis manos hacia pelo, recogiéndolo sobre mi cabeza en un moño algo desordenado. Me puse unos pequeños aros en las orejas y cogí una chaqueta vaquera por si pasaba frío. Aunque el día estuviera gris, la temperatura era bastante alta, y tras la lluvía de hace unos cuantos minutos, parecía que el cielo había decidido abrirse para dejar al sol salir de su escondite.

Miré hacia la ventana mordiéndome el labio inferior. Las embarcaciones surcaban el canal de forma majestuosa y el bullicio de la gente llenaba de vida la calle.

Atrapé el asa de mi mochila con mi mano derecha. La abrí cerciorándome de que tuviera todo lo necesario dentro; mi cámara, la cartera con la identificación y dinero, mi inhalador y las pastillas. La cerré dejándola sobre la cama, y justo en el momento en el que me senté en el colchón, mis ojos dieron con algo brillante dentro de la maleta.

Una sonrisa se escurrió por mi rostro al ver que era. Con lentitud me agaché y atrapé la pequeña cajita entre mis manos. La máscara que Namjoon y yo habíamos conseguido en Venecia en esa tarde me observaba desde su tranquila postura dentro de la caja. Por suerte, la cajita no se había dañado en el transcurso del viaje, y la máscara no había recibido daño ninguno. Otro suspiro salió de mi boca al recordar el momento en el que la chica de la tienda avasalló a Namjoon con unos tejos mal lanzados.

Mordí mi labio inferior divertida.

~¿Eres su novia?

~Puede.

~¿Puede?

~Sí, puede.

Aquellas palabras habían salido de mis labios sin pensarlas mucho, tan solo las había dicho de una forma inocente, en un intento de mi parte de hacer que la chica dejara a Namjoon.

Por supuesto que no tenían otra intención, ni yo misma tenía otra intención.

La puerta del baño volvió a abrirse. Cerré la caja con la máscara de porcelana dentro y la dejé en la maleta bajo todo el montículo de mi ropa. Estiré la falda de mi vestido por mis piernas y levanté la mirada para ver a mi hermana parada en la puerta del baño con su neceser en la mano y la boca abierta de par en par. Se había puesto un short vaquero negro y un top blanco con una chaqueta vaquera estilo crop. Su pelo rojo recogido en una coleta alta , y su rostro embadurnado en un toque ligero de maquillaje.

Sus ojos bailaban por toda mi anatomía. De un momento a otro me sentí desnuda bajo su mirada, y frunciendo mi ceño incliné mi cabeza hacia un lado.

¿Qué la ocurría?

— ¿Qué pasa?— me levanté de la cama y volví a alisar mi falda hacia abajo.

No se me veía nada, pero me sentía rara llevando el vestido.

Tal vez no me quedaba tan bien como pensaba.

— Yo...Jana es solo que...wow...— sus cejas se elevaron repetidamente y sus ojos se agrandaron mientras fruncía sus labios para silbarme.

— No es tan bueno, ¿cierto?— no había prestado mucha atención a sus palabras, mi cerebro hizo oidos sordos de ellas, y mirando mi cuerpo cubierto por la fina tela vaporosa hice una mueca. Me sentí insegura de nuevo, toda la fuerza que había juntado pareció perderse por algún recóndito lugar— Será mejor que me cambie.

Igual mi madre tenía razón y mis piernas eran demasiado gruesas para mostrarlas de esa manera.

— ¡Ni se te ocurra!— Irune se aroximó a grandes zacadas hacia mí, tiró su neceser en la cama y atrapó mis manos entre las suyas— Te ves preciosa hermanita, ese vestido te queda de muerte y vas a quitar el hipo a más de un danés hoy.

Su voz había sonado decidida hasta más no poder, y yo dejé escapar un hilillo de aire al ver la exagerada determinación que proyectaban sus ojos.

— ¿En serio?— mi mirada había decaído, y mi hermana, sin rendirse, elevó una de sus manos hacia mi mejilla.

— Totalmente— mordí mi labio inferior viendo la sonrisa sincera que se formaba en sus labios— Anda, ven conmigo— su brazó se estiró hasta alcanzar su neceser de nuevo, y atrapándolo de un manotazo, tiró de mi hacia el baño— Vamos a hacer que deslumbres a todos los daneses que nos crucemos hoy.

— ¿Qué vas a hacer?— Irune dejó el neceser sobre el lavabo, y poniéndo sus manos en mis hombros, me obligó a sentarme en el váter.

Mis ojos miraban el movimiento de sus manos mientras rebuscaba dentro del neceser.

— Potenciar esa mirada arrebatadora que tienes— sacó una crema hidratante del neceser y se echó un poco en la mano antes de echármela en la cara.

— ¡Ay! Está helada Irune— mi hermana chasqueó su lengua en su paladar y rodó los ojos.

— Deja de quejarte Jani— esparció la crema por mi rostro y se volvió a girar hacia el neceser— ¿Crees que nos encontremos a tu enamorado?

Mis dedos jugaban con la tela de mi falda encima de mis rodillas. Fruncí mi ceño y mis dedos se encorvaron arrugando la tela.

— Primero, no es mi enamorado, y segundo, no lo creo, demasiada casualidad sería— Irune se acercó a mí con una sombra de ojos de un tono neutro.

— Ciérrame ese párpado— la hicé caso y noté como aplicaba lo que fuera eso en mis ojos— Y eso de que no es tu enamorado está por verse, yo los shippeo fuertemente, el día que os liéis podré morir feliz— un bufido escapó de mis labios involuntariamente.

— Irune...por favor...— mi voz era de pura advertencia.

— A ver, seamos claras— abrí mis ojos cuando sentí un toque en mis hombros. Los ojos verdes de mi hermana estaban fijos en los míos, sus facciones serias y una de sus cejas levantadas— La química que se ha dado entre ambos ha sido como una bomba, y no me vas a negar que esa parte de ti que repele a los tíos se ha visto noqueada por el morenazo coreano.

— Irune...— podía sentir como mis mejillas empezaban a calentarse.

— Irune nada, Jani— dejó lo que tenía en la mano en el neceser y sacó un rimel— Anda, abre el ojo y no lo cierres.

La hice caso y dejé que me echara el rimel en las pestañas.

Cuando terminó se quedó unos segundos observándome. Una sonrisa de labios cerrados no tardó en aparecer, y cogiendo un pequeño gloss rosado de su neceser me lo tendió para que me lo echara.

Me levanté para mirarme al pequeño espejo del baño. Mi vista enfocada a mis labios solamente para aplicarme el gloss.

— Jani...— mi hermana apareció tras de mí, mis ojos dieron con su rostro en el espejo— No está mal que te atraiga alguien, incluso si lo conoces de hace un día— sus manos tocaron mis hombros haciendo que girara para verla— Conmigo sabes que no tienes que fingir, se te nota que ese chico te atrae, te comportas de forma nerviosa con él y...— la corté antes de que terminara.

— Irune, me comporto de forma nerviosa con todo el mundo, y eso es porque no sé como hablar sin pensar que la estoy cagando continuamente. Mi madre me ha concienciado por años para que piense de esa manera, esa es la razón por la que no sé hablar con otras personas— un suspiro salió de mis labios, y mirando unos segundos al suelo volví a subir la mirada hacia ella— Con él, con Namjoon, me siento cómoda, puedo hablar con él sin pensar que lo que digo está fuera de lugar o que no le interesa escucharme hablar. Él me ha demostrado que mis palabras le importan y que para él no significan menos— junté mis labios sintiendo como se deslizaban debido al gloss— No voy a negar que es guapo, demasiado, y sí, me impone, pero eso es también porque nunca he mantenido más de dos palabras coherentes con el sexo contrario.

— Jana...— le tendí su gloss y negué con la cabeza.

—Jana nada, Irune— mis manos cayeron inhertes a mis costados— Te he dicho repetidas veces que estás viendo cosas donde no las hay. Dudo que a él le atraiga de esa forma que tu estás empeñada en creer, y a mí, desde luego, tengo claro que no va a ocurrir nada. Sigue siendo un tipo que no conozco de más de dos días y unos encontronazos, puede que en un futuro, si es que mantenemos el contacto, podríamos ser amigos, o simplemente, tal y vez y más probable, no lo vuelva a ver en mi vida.

— Lo sigo diciendo, estás en negación— un resoplido salió de mis labios y salí del baño para coger mis cosas.

— Lo que digas, sigue en tus trece— me senté en la cama para calzarme mis deportivas blancas y coger mi chaqueta junto mi mochila— Anda, coge la llave y vámonos ya.

Mi hermana me miró desde el baño mientras recogía el neceser.

— Está bien, mandona...— siseó eso último en un tono apenas audible.

Hice oídos sordos de sus murmullos mientras ella se calzaba sus converse, y ajustando mi mochila a mis hombros me aproximé hacia la puerta para meterla más prisa.

Finalmente salimos del hotel camino hacia el centro de Copenague. Siguiendo el GPS del teléfono de mi hermana, llegamos al Stroget, la zona repletas de calles con tiendas y restauración, completamente invadidas por la multitud de turistas.

El bullicio era inmenso, y las vibras positivas se extendían a lo largo de las calles. La gente con bolsas en sus manos caminaba tranquila viendo cada escaparate que podía, y otros simplemente optaban por sentarse en una terraza y tomar algo bajo la sombra de una sombrilla.

— ¿Qué te parece si vamos a ese bar de allí?— estábamos paradas en una zona de muchos árboles, y yo, como la maniática de las fotos que me he vuelto en este viaje, estaba haciendo fotos a las edificaciones y a algunas gentes que se cruzaban por mi objetivo— He visto sacar unas raciones de patatas fritas demasiado interesantes.

— Por mí está bien, muero de hambre— dejé caer con cuidado la cámara sobre mi abdomen, y llevándo una mano hacia mi frente, para cubrir mis ojos del sol, miré hacia donde señalaba mi hermana.

El olor a diferentes tipos de comida estaba llegando a mi nariz de forma abrupta, y mi estómago iba a comenzar a acompañar al hombre que tocaba la guitarra al lado de la estatua que se situaba en el centro de la pequeña plaza.

—Ay, es un artista callejero, hacia mucho que no veía uno— Irune miró entusiasmada al hombre que estaba llevando a cabo una pequeña performance en mitad de la plaza— Anda Jana, vamos a animarle.

Fruncí mi ceño confundida por lo que mi hermana estaba planeando hacer, pero antes de que me diera cuenta, ya estaba siendo arrastrada hasta el centro, justo al lado de donde el artista se situaba.

—Irune, ¿qué haces?— creo que el pánico había sonado claro en mi tono.

—Disculpe...—la pelirroja me había ignorado y había llamado la atención del hombre que estaba tocando tranquilamente— ¿Le importa si bailamos para dar más espectáculo?

Mis ojos creo que casi se salen de sus órbitas al escuchar a mi hermana decir semejante burrada. ¿Bailar? ¿Aquí? ¿Enfrente de todas estas personas?

Ni loca.

Él hombre sonrió a mi hermana y negó con su cabeza, señal de que no le importaba que lo hiciéramos, y antes de empezar a tocar la siguiente canción, la preguntó.

— ¿De dónde sois?— mi hermana sonrió.

— España— guiñó su ojo hacia el hombre de la guitarra y él asintió con una sonrisa ladeada.

— La pista es vuestra entonces— el hombre me guiñó uno de sus ojos.

Tenía cara de pánico, lo tenía asumido, y estaba observándo a mi hermana como si le hubiera salido una tercera cabeza.

— ¿Te volviste loca?— su mano había agarrado mi muñeca firmemente, no tenía posibilidad de escapar— Suéltame Irune, no voy a hacer esto enfrente de toda esta gente.

— Por supuesto que si que lo vas a hacer, ¿o piensas dejarme sola?— yo asentí obvia y mi hermana negó con la cabeza con una sonrisa— Jana, vive un poco, céntrate en mi y en que lo pasaremos bien.

La pelirroja atrapó mis manos, y con los primeros acordes de guitarra, ella me hizo dar una vuelta sobre mí misma antes de tirar de mi hacia su cuerpo.

— Irune...— yo estaba muy rígida y miraba a mi alrededor observándo como la gente se acercaba curiosa.

El hombre empezó a cantar.

— Relájate y disfruta conmigo, como cuando bailábamos en las fiestas del pueblo, piensa que es lo mismo— ella me sonrió e hizo que me balanceara a su son— Disfruta de la vida hermanita, disfruta de las oportunidades que esta te brinda, vive un poco mujer— ella me guiñó un ojo antes de hacerme dar otra vuelta.

Irune guiaba mis pasos, moviéndonos alrededor del chico de la guitarra, sintiendo como todas las personas se aglutinaban alrededor nuestro, observándonos curiosas.

— ¡Vamos Jana!— mi hermana atrapó mis manos y nos hizo girar.

Dejé caer mi cabeza hacia atrás, dejando que una pequeña risa saliera de mi garganta, y volviendo a pegar a mi hermana hacia mi cuerpo la hice girar sobre su eje.

— Oye, ¿no está cantando en español?— Irune y yo nos balanceamos al son de las cuerdas de la guitarra, y mi hermana, prestando atención a lo que cantaba el hombre, agrandó los ojos sorprendida.

— ¡Hosta tío! Es verdad— Irune me hizo girar de nuevo y miró hacia el hombre— ¡Eres un grande tío, un grande!

Vi al hombre sonreír y a mi hermana guiñarle un ojo, y yo, poniendo los ojos en blanco por la actitud coqueta de la pelirroja, la hice girar de nuevo.

— Nos mira todo el mundo— los ojos de mi hermana se achicaron divertidos, y tiró de mi para movernos por toda la plaza, o al menos por el pequeño espacio que la gente había dejado.

—Mira, esos dos señores se han unido a nosotras— mis ojos dieron con la pareja de ancianos que se movía al son de la música—Estamos moviendo a las masas hermanita.

Una sonrisa de labios cerrados se extendió en mi rostro, y guiñando un rojo a la pelirroja de mi hermana, hice que girara un par de veces sobre su eje.

Varias personas que estaban cerca nuestro nos aplaudieron.

— Parece que estás quitándote esa carbonilla— una risa cantarina salió de sus labios cuando volví a hacerla girar.

— ¿De qué carbonilla hablas?— mi tono fue divertido, e Irune volvió a reír, haciéndome girar esta vez a mí.

Varias personas se habían comenzado a unir a la pista de baile improvisada que habíamos comenzado nosotras, y pronto, el bullicio de las risas y la música llenó toda la plaza. La gente sacaba vídeos y hacía fotos al momento, parecía que esto no se veía todos los días y la gente quería tener un recuerdo feliz.

Yo ya lo tenía.

— ¡¿No puede ser?!— mi hermana y yo nos balanceamos con los últimos acordes de guitarra del hombre.

— ¿Qué pasa?— mi ceño se había fruncido al ver su expresión de sorpresa.

— ¿Tienes que estar de puta coña?— su labios se estiraron en una sonrisa enorme y lanzando sus ojos brillantes hacia mí, me siseó— Eres la tía con más suerte del planeta, en serio.

— ¿Pero que estás diciendo loca?— mi hermana puso los ojos en blanco antes de hacerme girar y quedar de cara hacia el corro de gente que había tenido a mi espalda.

En ese momento mi boca se abrió de par en par. Casi juré sentir mi mandíbula rozar el suelo. Mis ojos se agrandaron y pronto sentí el latido de mi corazón palpitar fuertemente en mis oídos.

¿Pero qué...?

Namjoon. Sí, el moreno estaba parado frente a mí, guardando su teléfono en su bolsillo, mientras sus ojos estaban completamente fijos en mí. Por supuesto, su sonrisa estaba dibujada en su rostro, y sus ojos brillaban felices por verme.

O al menos eso quise creer.

— Anda idiota, ve con él— mi hermana me empujó hacia delante, y con dos pasos mal dados me giré para fulminarla con la mirada.

—Irune...— ella hizo oídos sordos de mí, y guiñándome un ojo se giró para coger a un señor cualquiera de las manos y comenzar a bailar con él.

Será descarada...

Tomé una respiración profunda y volví a girarme. Namjoon se aproximaba hacia a mí, salteando a la gente para no chocar con ellos. Dios, esto parecía una escena sacada de una película adolescente americana, justo en el momento en el que tiene lugar el baile de primavera y la protagonista se encuentra con su enamorado.

Bueno, esto ni siquiera era una de esas películas.

Mis manos fueron hacia la cámara que colgaba de mi pecho. Necesitaba tocar algo que dismimulara el temblor de mis manos, y tomando todo el valor que pude me acerqué a él.

— Vaya...— estiré mis labios en una sonrisa al notar que habíamos dicho eso al mismo tiempo.

Namjoon se mordió su labio inferior nervioso, y pronto llevó una de sus manos a rascar su nuca nervioso.

— Asi que Copenhague, ¿eh?— mi lengua remojó mis labios y noté como sus ojos habían ido a parar a esa acción.

Me sonrojé al instante.

— Si, eso parece, menuda coincidencia— disimulé muy bien el temblor de mi voz.

— Si que lo es, una muy buena coincidencia— sus ojos me escanearon de arriba a abajo, y antes de que pudiera ni si quiera percatarme, él sacó su mirada de mí para observar su alrededor— Parece que habéis animado a todo el mundo aquí a bailar.

Miré a mi alrededor. El hombre de la guitarra estaba sonriendo mientras tocaba otra canción diferente, y las personas se habían emparejado para bailar a su alrededor. Muchas de ellas le estaban dejando buenas propinas en la funda de la guitarra.

— Si, eso parece— mis dedos jugaban con el objetivo de mi cámara, y tomando una fuerte respiración le tendí mi mano— ¿Bailas?

Sus ojos descendieron a mi mano, y pude notar que se había puesto nervioso de nuevo. Miró a su alrededor un segundo, y justo cuando pensé en bajar la mano asumiendo el rechazo, sus dedos se deslizaron por mi palma.

— Claro, aunque debo decir que no soy muy buen bailarín— su mano tiró de la mía y pude sentir el tacto de sus dedos en mi cintura.

— No te preocupes, yo tampoco lo soy— sus ojos se achicaron en una sonrisa.

— No seas mentirosa, te he visto bailando con tu hermana, y déjame decirte que bailas muy bien, mejor que yo de hecho— mis mejillas se calentaron, y desvié la mirada hacia un lado.

— No lo creo...— sentí a Namjoon sonreir, y después estiró su brazo para hacerme girar.

Ese gesto me sacó un pequeño gritito de la garganta.

— ¿Estás bien?— pestañeé un par de veces cuando su mano volvió a deslizarse por mi cintura.

Mis ojos subieron hasta su rostro, el cual me miraba como si la hubiera cagado.

Una pequeña risa escapó de mi garganta sin poder evitarlo.

— Si, si que estoy bien, solo no me esperaba eso— mis labios estaban extendidos y pude notar como él dejaba escapar un poco de aire de su boca.

Su rostro se relajó, y sus labios no tardaron en extenderse hacia los lados.

— ¿Sabes?, creo que nunca me había atrevido a bailar de este modo en mitad de una calle— mis ojos se desviaron hacia mi alrededor, observando el gran ambiente de la plaza.

— Yo solía hacerlo de adolescente, cuando eran las fiestas del pueblo de mi abuela— una sonrisa se deslizó por mis labios antes de subir mis vista hacia sus ojos— Me arrepiento de no haber disfrutado de esos momentos tanto como debería haberlo hecho.

Su mano se afirmó en mi cintura, y pude sentir como sus dedos se curvaban temblorosos.

— A veces normalizamos tanto las cosas que dejamos de disfrutarlas como se debería, entiendo esa sensación— una mueca se formó en mi rostro.

— Totalmente de acuerdo con eso, es una pena que dejemos de prestar atención a las pequeñas cosas— Namjoon me hizo dar otra vuelta antes de volver a poner su mano en mi cintura.

Mi mano se deslizó por su hombro y nuestras palmas estaban unidas a la altura de su pecho. Nos balanceamos en silencio unos segundos antes de que la vibración ronca de su pecho me hiciera elevar la vista.

— Está cantando en español, ¿cierto?— sus ojos habían bajado hacia mi rostro.

— Si, es una canción en español— sus ojos se achicaron y miró hacia el hombre que tocaba sonriente.

— ¿Y qué dice?— mis labios se curvaron y fijé mi vista en su pecho tratando de escuchar la letra.

Abrí mis ojos sorprendida.

— Es un cover de una canción de Maldita Nerea, una banda española— hice un breve silencio tratando de recordar la letra que mi hermana gritaba a todo pulmón en casa— Ninguna estrella está sola, ni deja de brillar, aunque el silencio y las horas quieran hacerla llorar— mis labios canturreaban traduciendo la letra— Llenas de luces las sombras, callas la soledad, no eres el miedo que ahoga, eres la vida que das.

Mordí mi labio inferior cuando terminé de canturrear esa parte. Sentí mis mejillas enrojecerse y bajé mi vista hacia el suelo completamente avergonzada.

— ¿Eso dice la canción?— asentí sin querer subir mi mirada— Wow, es bastante profunda y muy reconfortante, me gusta.

Sentí que había querido decir algo más, pero creo que solo lo imaginé, porque no dijo nada.

— Si, este grupo tiene muchas canciones muy bonitas— sus dedos acariciaron mi cintura con suavidad, cosa que me hizo subir mi mirada.

— Me cercioraré en comprobar eso, ¿me puedes cantar más?— mis cejas se elevaron sorprendidas.

— Mejor no, no lo hago bien— él me sonrió y negó con su cabeza.

— A mí me gusta tu voz— sus ojos observaron cada ápice de mi rostro— Me gustaría escucharte mucho más.

Mis dientes volvieron a atrapar mi labio inferior.

— Lo siento, pero cantar no es lo mío— sus ojos se empequeñecieron y me hizo dar otra vuelta.

— Lo mismo dijiste de bailar y lo haces bien— su mano volvió a serpentear por mi cintura pegándome algo más a él.

La cámara sobre mi pecho era lo único que nos separaba, y ahora, me estaba arrepintiendo de su existencia.

— Creo recordar que dijiste lo mismo— mi ceja se elevó y su rostro se iluminó en una sonrisa— Por lo que puedo ver también mentiste.

Mis labios se extendieron en una sonrisa y estiré mis brazos dándole una vuelta. Una risa cantarina escapó de sus labios haciendo que mi corazón se acelerara.

— Bueno, podemos decir que estamos a mano— él sonrió abiertamente.

Mis ojos bajaron hasta su sonrisa plena, y sin saber exactamente de donde venía, unas ganas tremendas de devolvérsela de la misma manera me invadieron.

Un carraspeo a mi espalda hizo que nos separasemos de golpe, como si nos hubieran pillado en algo que no debíamos estar haciendo.

Giré mi cuerpo para encontrarme con la sonrisa socarrona de mi hermana.

— Siento interrumpir a los tórtolos, pero soy una persona con hambre y tú hermanita alguien que tiene que tomar las vitaminas, además, la música ha terminado hace un rato y seguiáis bailando como si fueráis a follar aquí mismo— mis ojos se agrandaron enormemente y mi boca se abrió de par en par.

Eché una rápida mirada hacia Namjoon, quien me había mirado a mí con su rostro completamente rojo y sus ojos a punto de salirse de sus órbitas. Volví a mirar a mi hermana.

— ¡Irune!— había sido un bramido, casi comparado al ladrido de un chihuahua, cosa que la sacó una gran carcajada.

— ¡Joder! Si tan solo os vieráis las caras ahora mismo— la pelirroja se aguantó el estómago intentando contener la carcajada que quería salir de sus labios— Anda parejita, vamos hacia el bar a tomarnos algo y comer porque siento que desfallezco.

Irune vino hacia nosotros y enganchó sus brazos a los nuestros tirando hacia el bar del fondo.

— Irune...— la queja de mi voz se vio completamente ignorada. Eché otra mirada hacia Namjoon, quien seguía completamete rojo y un poco ido— No seas tan desvergonzada por favor, seguro que Namjoon está con su amigo, además, ni si quiera le has preguntado.

Mi hermana puso los ojos en blanco, cosa que me hizo fruncir el ceño, y en un bufido, que sabía que era para mí, se giró hacia Namjoon.

— ¿Te apetece comer algo? Mi hermana invita— mis ojos volvieron a abrirse, y una queja salió de mi garganta.

Namjoon me miró, relajando su rostro y con una sonrisa que nacía de sus labios.

— Estoy con un par de amigos, pero si no os molesta podríamos comer juntos— mi hermana me miró sonriendo, y mientras me guiñaba un ojo ya estaba asintiendo hacia Namjoon.

Mi cabeza se estaba negando en rotundo.

— No queremos molestaros ni incordiar— mi hermana puso sus ojos en blanco y Namjoon mi miró a los ojos.

— No lo hariáis, os lo aseguro— mis dientes atraparon mi labio inferior, y sin darme cuenta incliné mi cabeza hacia un lado.

Verdaderamente esto no era correcto, pero no podía evitar sentirse tan bien.

— Jana— bajé mi vista hacia mi hermana, quien estaba dando leves tirones a mi brazo como si fuera una niña pequeña— Anda, vamos con ellos, te aseguro que podré tolerar a imbécil y no diré nada fuera de lugar.

Mis cejas se elevaron, y como si Namjoon y yo hubieramos estado coordinados en ese momento nuestras voces sonaron juntas.

— ¿Imbécil?— mis ojos se clavaron en los de Namjoon quien también me miraba fijamente.

Ambos sonreimos a la vez.

— Ammm, si, el imbécil, su amigo el que casi te mata— Irune nos miró a ambos con el ceño fruncido— Verdaderamente es muy incómodo ir en medio de los dos, sobretodo si se miran de esa manera.

Namjoon carraspeó avergonzado.

— ¿De qué manera dices?— la pelirroja miró hacia el frente, viendo todas las mesas de la terraza del bar, y pronto una sonrisa pícara salió de sus labios.

Sus brazos se soltaron de los nuestros y tiró hacia delante dejandonos a nosotros por detrás.

— Como si os gustarais— Namjoon y yo nos congelamos en nuestro sitio, viendo como Irune avanzaba entre las mesas hasta ubicar al amigo de Namjoon sentado en una de las mesas junto con otro chico.

Tragué en seco agrandando mis ojos y pude sentir como mi estómago comenzara a dar vueltas.

Namjoon no me gustaba.

¿Cierto?

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holoooooooo,

Aquí os traigo otro capítulo........MUCHAS GRACIAS POR LAS MÁS DE 2K DE LECTURAS!!!! Os agradezco de corazón que estéis dando tanto amor a esta historia, de verdad. Me siento muy agradecida de que os toméis un pedacito de vuestro tiempo para leer lo que escribo, no tengo palabras suficientes para agradecéroslo 💜💜💜

Por otro lado, ¿qué os ha parecido el capítulo de hoy? Es bastante largo, va a haber unos cuantos por ahí, y, e de decir, que dentro de unos pocos capítulos va a haber una aparición especial, muy especial.

Pregunta, ¿Jana está pilladísima por Nam? (Creo que la respuesta es obvia, pero me gustaría leer que pensáis sobre la manera en la que se está desarrollando su "relación")

No tengo mucho que decir hoy, así que ya nos vemos la semana que viene con más.

Nos leemos chikis;)

Pd: hablemos del photoconcept de hoy, hasta el momento, ¿cual os gusta más?👀

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