17
Mis ojos vagaban por toda la extensión de la pequeña sala llena de libros. El olor a viejo y a mar llenaba en el ambiente, y los colores de cada tomo daban calidez a la habitación. Mis dedos acariciaron suavemente una de las columnas de libros, que subía hasta el techo, mientras avanzaba a pasos lentos por el estrecho pasillo.
— Que sitio tan curioso— Levis caminaba tras de mi sin tocar nada— ¿Cómo sabías que esto estaba aquí?
— Internet— mi voz le sacó una sonrisa.
— Por supuesto, siglo XXI Namjoon, la era de la tecnología— su voz susurró en un idioma que no entendí.
Mis ojos se entrecerraron y me giré para mirarle. Puede que no haya entendido nada de lo que haya salido de sus labios, pero el eco de su nombre en mis oídos si lo había apreciado.
— ¿Qué pasa?— una de sus cejas se elevó confundido.
— ¿Namjoon?— mi tono de voz fue divertido.
Él abrió mucho los ojos.
— Cierto, por hoy no soy Namjoon.— le observé cuadrarse en su posición y extender una sonrisa— Soy Levis, una persona sin ataduras por un día.
— Ese es mi chico.— le guiñé un ojo sacándole una tenue risa y continuamos caminando por el estrecho pasillo.
Mi rostro se elevó hasta el techo, viendo todas las pilas de libros posicionados sobre un par de góndolas dentro del establecimiento. Mis pies se movieron hasta posicionarse frente a estas, mirando curiosa como las embarcaciones soportaban el peso de todos esos libros.
— Es por la marea.— la voz raspada de un hombre sonó a mi espalda— Cuando hay marea alta el establecimiento se inunda, de esta manera los libros no salen dañados.
El hombre canoso y entrado en años se plantó a mi costado. Sus pequeñas gafas redondas caían hasta la punta de su nariz, y había entrelazado sus manos tras su espalda adquiriendo la postura típica de los señores que viven en el pueblo de la abuela.
— ¿Están a la venta o son solo exposición?— mis ojos habían vuelto a la gran pila de libros.
— Estos solo están de exposición, pero en la habitación continua tenemos más resguardados los que vendemos.— separó sus manos y señaló los libros— Estos están muy dañados como para ser vendidos, ya sabes, han sido víctima de la marea alta.— mi vista paseó por cada tomo.
Esos libros eran especiales.
— ¿Me podría vender alguno de estos?— señalé la pila sobre la góndola.
— ¿Estás segura?— el hombre frunció su ceño y miró a la pila de libros— Estos están muy deteriorados, hay incluso hojas que no se leen.
— Son piezas de arte señor, rezumban historia, por eso lo quiero.— noté a Levis posicionarse a mi lado.— ¿Por cuanto me vendería uno?
El hombre pareció pensárselo un largo tiempo, pero después de debatir mucho, concluyó.
— Si compras uno de los de dentro te regalo el que quieras.— el señor señaló la puerta contigua y sonrió.
— Vale, hecho— extendí mi mano buscando que el hombre me la estrechara.
Él me dio un apretón.
— Elige el que quieras entonces, luego pasa por el mostrador.— señaló el pequeño escritorio de madera clara con una vieja caja registradora.
El señor se alejó hacia el mostrador, y dando una mirada hacia Levis, le indiqué que me siguiera hacia la habitación contigua.
— ¿Hablas italiano?— yo asentí mirando toda la extensión de libros a mi alrededor.
El olor mezclado a nuevo y viejo se agalopó bajo mi nariz.
— ¿Eres italiana?— mi vista se detuvo en el moreno mientras negaba.
— No, no soy italiana.— sus ojos se entrecerraron, podía escuchar a su cerebro trabajar desde aquí.
Yo seguí con mi búsqueda de libros.
— Vale, entonces británica, ¿no?— una sonrisa se extendió por mi rostro— ¿He acertado?— sonaba esperanzado.
— Ni te has acercado.— mis dedos serpenteaban entre las estanterías— ¿Tanta curiosidad tienes sobre mi nacionalidad?
Sentí a Levis mirarme intensamente, casi podía notar como me traspasaba con su cálida mirada.
No me sentí intimidada en absoluto, la sensación que me recorrió fue muy grata, demasiado diría yo. Esta familiaridad entre ambos era inusual, apenas lo conocía, pero esto se sentía bien.
Parecía correcto.
— La verdad es que si.— sentí como sus ojos seguían el movimiento de mis dedos con insistencia— ¿Has tocado el piano alguna vez?
Me congelé en mi sitio al instante que esas palabras salieron de su boca. Los recuerdos atestaron mi mente como un golpe seco, y pronto me vi bajando la mano atrapándola con la otra, como si de esa manera pudiera protegerme.
— ¡Jana, te he dicho que dejes de aporrear ese trasto!— mi madre estaba furiosa conmigo.
Pestañeé dos veces, intentando averiguar que había hecho mal.
— El abuelo me dijo que lo hacía bien, que tocaba bonito— luché con todas mis fuerzas para que mi voz no se rompiera.
— Él no sabe nada, tú no haces nada bien, y esto tampoco, ¡haces sangrar mis oídos!— su mano, con la manicura perfectamente hecha, agarró mi muñeca de un zarpazo.
Mis dedos se encogieron con dolor con el primer golpe de su mano.
— Mamá, por favor— mis súplicas quedaron mitigadas con un segundo golpe en mis dedos.
— Si no paras tú, te paro yo— su manó soltó mi muñeca bruscamente. Envolví mis dedos adoloridos con mi otra mano y la refugié en mi pecho.— No haces nada bien, parece mentira que seas mi hija, menuda aberración eres.
Mis ojos picaban y ella se fue haciendo que su coleta perfectamente peinada bailara con el aire.
En ese entonces tenía 11 años y mi abuelo paterno me había llevado al bar en el que jugaba las cartas todos los días. Allí tenían un piano de esos que salían en las películas del oeste, y mientras mi abuelo jugaba a las cartas con los vecinos, yo me sentaba en el piano y tocaba las teclas, riédome cada vez que un sonido distinto salía del interior de la caja que se elevaba hasta media pared.
La esposa del dueño del bar me encontró un día tocando las teclas de aquel viejo piano, y mientras todos los hombres jugaban a las cartas y bebían de sus cafés y cervezas, me enseñó las notas y a tocar canciones bonitas. Ella me dijo que tocaba bien, y ese verano mi abuelo me llevó a clases de sorfeo con un vecino del pueblo que era profesor en un conservatorio. Aprendí a tocar más canciones, y emocionada por mi nuevo descubrimiento de verano, quise enseñarle a mi madre que por fin era buena en algo, y con el piano que el abuelo me había regalado la navidad siguiente, la toqué una canción.
Ella me gritó, y me recordó lo mala que era, lo poca cosa que era.
Sólo 11, solo tenía 11 años.
No volví a ver ese piano, desapareció tan pronto como mi madre decidió que haría ballet. Porque eso hacían las señoritas, se estilizaban y ganaban compostura, aprendían disciplina.
A mí nunca me gustó el ballet, nunca se me dió bien.
— ¿Te encuentras bien? ¿Dije algo malo?— la mano de Levis se posó en mi hombro haciendo que me estremeciera.
Eres un asco Jana, estás gorda, necesitas bajar de peso.
— No, todo está bien— mis ojos se clavaron en el suelo y sentí como mis pies avanzaban por el pasillo.
¡Por qué no puedes ser como tu prima! Ella siempre está recta, disciplinada, ¡perfecta! ¡Tú no vales para nada!
Sentí al moreno seguirme.
— La frase "estar bien" es un completo eufemismo.— mis pies pararon en seco.— Las personas usamos ese recurso como respuesta automática, y aunque nuestro mundo se caiga a pedazos, aunque nos estemos muriendo por dentro, siempre diremos que estamos bien, porque consideramos que no importamos, cuando no es verdad.
¿Tan trasparente podía ser? Un escalofrío me recorrió de pies a cabeza, e intentando hacerme la desatendida me puse de perfil para mirar interesada los libros en la estantería.
No eres nada Jana, volverás a mí, porque sin mí no eres nadie.
Yo quería ser alguien, quería ser una Jana que pudiera caminar sola.
— Estás llorando.— una mano cálida tocó mi mejilla sorprendiéndome.— Tú no puedes llorar...— mis ojos chocaron con los suyos entrecerrándose.
— ¿No puedo llorar?— mi pregunta sonó algo ronca.
No me había dado cuenta de que había comenzado a llorar.
Namjoon entrecerró sus ojos.
— No, alguien como tú no puede llorar por el daño que le hayan hecho otras personas.— su mano se mantuvo en mi mejilla, parecía ajeno a aquel tacto.— La gente como nosotros cogemos ese odio, esos comentarios y esa maldad para tomar impulso. Aprovechamos eso para hacernos fuertes y así tener el éxito que ellos ansían que no tengamos.
Mis labios se entre abrieron, y sentí como su pulgar limpiaba una de las lágrimas que descendían desde una esquina de mi ojo. Inconscientemente llevé mi mano izquierda hacia muñeca, atrapándola entre mis dedos, sintiendo como el dolor de los golpes desaparecía con su toque.
Un pequeño estruendo fuera de la tienda nos hizo sobresaltar. Namjoon apartó la mano de mi mejilla tan rápido como la había colocado, y yo bajé la mía hacia un costado, acariciando con mi pulgar las yemas de los dedos que picaban por sentir el toque del moreno de nuevo.
Con mi diestra limpié los surcos de las lágrimas que no sabía que había soltado, y girándome hacia los libros de nuevo atrapé uno al azar.
— Me llevo este.— mis ojos se habían abierto de par en par en menos de un segundo al ver el rostro sonrojado de Levis.
Creo que mi mente comenzaba a procesar lo íntimo que había sido el momento de apenas segundos atrás.
Lo peor de todo es que no se sentía mal. La sensación era buena, y eso, en cierta parte, me asustaba. Yo nunca confiaba tan rápido en las personas, yo nunca hacia estas cosas, esto era una completa locura... Mi corazón se apretujó bajo mi pecho.
¿Qué demonios estaba haciendo?
Salí rápida de la habitación para dirigirme al mostrador. Coloqué el libro en el tapiz de madera, y el hombre con una sonrisa me señaló los libros dobre la góndola.
— Coge el que quieras— asentí completamente ida y cogí uno al azar, el más accesible de todos.
— Me llevo este.— la piel de mis brazos se puso de gallina.
El moreno estaba tras de mí.
— Bien, serán 18.95 euros— asentí mientras rebuscaba en mi bolso de mimbre la cartera.
— Tome.— me congelé cuando el moreno tendió su tarjeta sobre el mostrador— Cobre de aquí.— el hombre asintió cogiendo la tarjeta del moreno para pasarla por el datáfono.
Mis ojos confusos registraron el intercambio entre ambos hombres, y cuando menos me di cuenta, los libros estaban envueltos y metidos en una bolsa de papel, mientras yo seguía mirando al moreno como si fuera un bicho raro con la mano metida en el bolso.
— Muchas gracias por su compra, disfruten de Venecia, es bueno ver una pareja tan jóven como ustedes interesarse por la lectura.— mis ojos pestañearon y se giraron para ver al hombre mirándonos a través de sus pequeñas gafas redondeadas.
— ¿Eh?— mi cerebro colapsó con la sonrisa del moreno.
Él no había entendido nada de lo que había dicho el hombre.
— Gracias.— hizo una pequeña reverencia escapando de sus labios un acento italiano demasiado forzado— ¿Vamos?— sus ojos se enfocaron en mi.
Salí de mi embolia cerebral.
— Eh... si, claro— tragué saliva intentando aclararme la garganta— Muchas gracias por atendernos.— sonreí al hombre quien nos miraba con una sonrisa demasiado abierta.
— A vosotros chicos...— salimos por la puerta principal, pero pude escuchar al hombre murmurar— Me encantan las parejas internacionales, se veían muy bien juntos.
Mis pies se movieron rápidos cuando salí hacia la calle. Había dejado a Levis atrás, e intentando tranquilizarme de la mejor manera que podía caminaba más rápido.
Estaba asustada, muy asustada. La sensación que recorría mi pecho no me gustaba, me daba inseguridad porque estaba fuera de mi control, y yo no quería que se extendiera más de lo que ya lo había hecho.
Su mano en mi mejilla.
Su dedo pulgar limpiando mis lágrimas.
Mis dedos en su muñeca.
No, no quería.
— Eva, espera.— los jadeos del moreno tras de mi hicieron que me detuviera en seco.
Mis dedos arrugaban la bolsa de papel que nos habían dado en la librería. Mi respiración se había acelerado, y mis ojos se movían rápidos por las calles buscando la manera de escapar de la sensación tan dulce y amarga que me había invadido.
¿Has tocado el piano alguna vez?
Ya no más, no soy buena, nunca seré buena.
Son 18.95 euros. Tome. Cobre de aquí.
Nadie ha pagado nada por mí, por que él se molesta en hacerlo, porque paga por mis libros. ¿Por qué me lo regala?
— Eva.— sus manos en mis hombros me trajeron de vuelta— ¿Te va a dar un ataque de asma? ¿Tienes el inhalador?
— No.— retiré sus manos de mis hombros de una forma demasiado brusca.
Él me miró confundido.
— ¿Qué te ocurre?— sus ojos buscaron los míos preocupados.
— ¿Por qué has pagado?— mis ojos chocaron con los suyos. Lo sentí estremecerse.
— Porque estoy agradecido. Gracias a ti me lo estoy pasando muy bien, hacia tiempo que no he podido tener un día como este.— parecía tranquilo, o al menos eso aparentaba.— Oye, ¿te ha molestado la pregunta que te he hecho antes? Si es así, lo siento mucho, no era mi intención ofenderte o algo así.
Mi garganta se movió de arriba a abajo mientras tragaba saliva. Con mis ojos como platos observé cada rincón de su rostro buscando la broma, la guasa o la diversión. Nada apareció.
Se estaba disculpando conmigo. No se reía de mi reacción o de que me estuviera apunto de dar un ataque de asma. Estaba preocupado por mí.
No lo entendía. Esto no está bien. ¿Por qué no me veía como algo inferior?
— Esto no ha sido una buena idea, lo siento.— la bolsa que portaba se estrelló en su pecho, sacándo la sorpresa en su rostro mientras sus brazos se apuraban a agarrarla antes de que se precipitara hacia el suelo.
Me di media vuelta, y con mi pseudónimo en sus labios salí corriendo hacia las profundidades de las calles de Venecia. Mis pies chocando duro con la piedra de la calzada, mis manos temblando en forma de puños y mi labio inferior curvado levemente hacia afuera, aguantando con todas mis fuerzas el llanto que quería salir.
Me detuve en seco en el momento en el que la calzada se terminaba dejando paso a uno de los tantos canales que atravesaba Venecia. Mis pies justo en el borde, apunto de caer, un solo empujón y podría simplemente desaparecer en las profundidades. De esta manera nadie tendría que preocuparse por mí, podría ser mejor de esta forma, yo desapareciendo, una carga menos que soportar. El dolor que podría causar sería mínimo, el tiempo se lo llevaría. El tiempo borraría mi recuerdo, reduciéndose a cenizas, quedando en la nada.
Tú no eres nada, no eres nadie.
Yo no soy nadie, es verdad, tenía razón. Mi madre ganaba, ella siempre lo hacia.
Me dejé caer.
— ¡Eva!— la voz del moreno llegó a mis oídos.
Las lágrimas surcaban mis mejillas libres, mi respiración acelerada faltándome el aire, dejándome sin aliento. Mi bolso espatarrado por el suelo, al igual que mi persona. Mis pies sobresaliendo del borde, recibiendo la frescura que emanaba del agua.
Levis llegó hasta a mí. Se agachó frente a mí, buscando mi mirada y dejando la bolsa de papel en el suelo, a un lado de mi bolso. Sus manos buscaron mis mejillas, mis ojos perdidos en otro lado. Sus manos desaparecieron para hurgar en mi bolso. El inhalador que siempre llevaba encima estaba en sus manos, y en menos de dos segundos ya había dado la primera suflación.
Los brazos del moreno me rodearon, trasmitiéndome todo su calor. Las lágrimas silenciosas resbalaban por mis mejillas, y mis manos se habían aferrado a la camiseta de Namjoon como si la vida me fuera en ello.
En cierto modo, así era, él me estaba trayendo de vuelta. Namjoon estaba siendo esta vez mi viaje de vuelta a la cordura.
— Tranquila, todo está bien, tú estás bien.— su mano acariciaba mi espalda de forma pausada.
— Lo siento...— mi voz entrecortada era ronca y grave.— Yo no sé...lo siento.
Junté mis labios en una línea.
— No te disculpes, tú no te tienes que disculpar por nada.— me separé de él lentamente limpiando mis lágrimas. Mis ojos rojizos dieron con los sus orbes castaños— Ha sido mi culpa, me he pasado, te he llevado hasta un punto que no debía y lo siento mucho.
— Tú no...— quería explicarle que no era su culpa, que el problema era yo y mi mente, y que mi madre me había jodido más de lo que yo creía posible.— Yo lo siento.
Él me sonrió y negó con la cabeza algo divertido. Los hoyuelos de sus mejillas se marcaron y sus ojos se desviaron hasta la bolsa de papel.
— Los libros son tuyos.— mi cabeza se giró para mirar los libros junto a mi bolso.
Negué.
— Los has pagado tú, asi que son tuyos.— él quiso negar pero yo no lo dejé— Has sido tú quien ha pagado por ellos, no voy a aceptar que me los des porque si.
— Pero tu los querías, y hasta donde yo sé, en todas las culturas no aceptar un regalo es de mala educación.— mis ojos se elevaron hasta dar con los suyos, los cuales tenían un brillo que no supe descifrar.
Cedí.
— Está bien, pero tú te quedas con uno, esa es mi condición— Levis volvió a sonreir y asintió.
— Me parece bien, pero antes déjame volver a compensarte este mal rato.— mi ceño se frunció mirándole confundida.
— ¿Qué?— él tomó una respiración y miró hacia el canal.
— Bueno, hay algo que he querido hacer en Venecia y no he hecho— mi nariz se arrugó mientras terminaba de limpiar los surcos de lágrimas de mis mejillas.
— ¿El qué?— el volvió a mirarme y me sonrió.
— ¿Confías un poco en mí?— asentí sin pensar y su sonrisa se ensanchó— Esta bien, entonces vamos.
Me animó a levantarme y cogiendo mi bolso le hice caso. Antes de que sus dedos atraparan mi muñeca y tirara de mí, la sonrisa de hoyueos que me regaló hizo que el nudo de mi pecho terminara por deshacerse. Nuestros pies se movían al mismo son, y con mi vista fija en su espalda, solo era testigo del vaivén de sus hombros con cada paso que daba.
— ¿Estás seguro que sabes a donde vas?— mis ojos miraban alrededor, mientras que con el brazo extendido y mi muñeca entre sus dedos, me veía obligada a seguir su camino.
— Completamente.— giramos por una esquina, y al fondo de la calle se podía palpar el bullicio carcaterístico de los turistas que visitaban la plaza San Marcos— Si, vamos por el camino correcto.
Fui testigo de su perfil mirándome con una media sonrisa, y con mis mejillas acaloradas, solo pude asentir y seguir el rastro de sus pies.
— ¿Hacia dónde vamos exactamente?— mis ojos vagaban por la extensión de la plaza.
Podía notar como Levis estaba emocionado, y el nerviosismo de su interior se veía reflejado en el temblor de sus dedos rodeando mi muñeca. Cruzamos la plaza como una exhalación, y en poco tiempo más nos encontrábamos atravesando el puente que cruzabauno de los canales. Su mano aferrada en mi muñeca continuaba arrastrándome por las pintorescas calles de piedra que formaban Venecia.
— Es aquí.— mis ojos se posaron sobre el escaparate que se alzaba frente a mí.— Descubrí este sitio ayer, tenía curiosidad por venir pero no sabría si me daría tiempo.
Infinidad de máscaras de porcelana decoraban cada rincón del escaparate, y la luz dorada que iluminaba el interior daba ese magnetismo que te imposibilitaba no mirar hacia aquí.
— Wow...— su mano todavía atrapaba mi muñeca, y mis ojos no se habían despegado de la multitud de máscaras del escaparate— ¿Es un sitio de alquiler?
— Creo que si.— sentí los ojos de Levis sobre mí— ¿Entramos?
Mis ojos se despegaron del escaparate en ese momento. Mi cabeza giró levemente hasta dar con su mirada chocolate, esperando por una respuesta.
Sonreí con mis labios cerrados.
— Claro.— él sonrió aliviado.
— Detrás de ti.— su mano soltó mi muñeca , y me hizo un gesto, con sus manos, para que pasara delante— Madame...
Mis labios se curvaron hacia arriba y retuve una risa que quiso escapar de mi garganta. Si desde fuera este sitio parecía mágico, en el interior no se quedaba corto. Ninguna pared estaba visible, la cantidad de máscaras y trajes llenaban todo el espacio, haciéndolo visualmente más pequeño. El olor a madera y porcelana se filtró en mis fosas nasales, y con la curiosidad recorriendo cada recoveco de mi ser, di pasitos cortos adentrándome aún más en el establecimiento.
— ¡Hola!— como si me hubieran pillado haciendo algo que no debía, me dí la vuelta con los ojos muy abiertos— ¡Bienvenidos, bellos! ¿En qué los puedo ayudar?
El acento italiano de la mujer era muy vivaz, y su presencia desprendía fuerza por todos sus costados. La peluca de rizos blanca que llevaba y la peca marcada encima de su labio superior coronaba a la escenificación de un personaje de época inglesa.
— ¿Alquiláis trajes?— Levis se animó a hablar en inglés esperando a que la chica pudiera entenderlo.
— Si, lo hacemos, pero necesitáis hacerlo con antelación, ya sabes, para hacerle los arreglos y tenerlo impecable, ¿os haréis una sesión de fotos?— la mujer traspasó la pequeña estancia en un abrir y cerrar de ojos para ponerse tras el mostrador, de donde sacó una enorme agenda de forro negro— ¿Para cuando lo queréis?
Levis me miró esperando que yo la dijera a la señora que esa no era nuestra intención. Pude ver en el rostro del moreno que la personalidad abrumadora de esta mujer le había intimidado.
Di un paso al frente.
— No tenemos tiempo para reservar un traje, estamos de paso en Venecia.— la mujer levantó la vista de su libreta y me sonrió.
— ¡Oh! ¿Hablas italiano?— yo asentí y ella suspiró aliviada.
— Menos mal, me iba a morir si tenía que seguir diciendo las mismas frases en inglés.— ella rió y me guiñó un ojo.
Sentí al moreno mirarme expectante, esperando una traducción de la mujer.
La mujer salió del mostrador y se nos quedó mirando.
— Entonces, ¿qué estáis buscando?— ella sonrió a Levis.
Él me miró.
— Pregunta qué estamos buscando— asintió algo aliviado y dio un vistazo rápido alrededor de la tienda.
— Pregúntala si podemos probarnos algún traje o algo— él se encogió de hombros y devolvió la vista a la mujer quien seguía sonriendo.
— ¿Sería posible probarnos algún traje?— ella enfocó su vista en mí— Por supuesto pagaremos el costo.
— Si no vais a alquilarlos no me dejan dejarlos solo para porbarlos, cuestan mucho trabajo ponerlos, ya sabes.— ella se encogió de hombros y volvió a sonreir— Pero si buscáis la sensación del carnaval veneciano, tenemos algunas máscaras a la venta. Los que vienen aquí suelen comprar una de recuerdo.
Ella volvió a mirar a Levis con una sonrisa que mostró su dentadura. Sentí al moreno tensarse.
— Umm, ella dice que no puede dejarnos probar trajes, pero que si podemos comprar alguna máscara de recuerdo.— el moreno me miró y asintió.
— Vale, sí— su voz estaba nerviosa, y mirando de reojo a la mujer que no dejaba de sonreirle, se dirigió hacia la zona más alejada del establecimiento, mírando las máscaras expuestas lo que parecía un interés excesivo.— ¿Te gusta esta?
Mis ojos no se habían despegado de él, y en el momento que pareció llamarme salí de mi trance. Su dedo índice señalaba una máscara cualquiera, y sus ojos parecían pedirme auxilio.
¿Auxilio?
— Uy, déjame ver que has escogido guapetón— la encargada de la tienda se adelantó a mis pasos.— Esas son muy bonitas, pero tengo unas por aquí que pueden que te gusten más— ella continuaba hablando italiano, y cuando vi a Levis tensarse de nuevo, me fijé en que la mano de la encargada había serpenteado por su bíceps descubierto.
Sus ojos se agrandaron y buscaron los míos al instante. Creo que tardé en reaccionar unos segundos antes de que mi cerebro me gritara lo que el moreno me decía con la mirada.
¡Sácalo de ahí!
— Creo que esas son perfectas para nosotros— en realidad no tenía ni idea de que me estaba refiriendo a estas alturas, pero que el ceño del moreno se relajara hizo que valiera la pena— ¿Puede decirnos el precio?
La encargada giró su rostro algo contraído, y dándome una mueca algo forzada, asintió dirigiéndose hacia el mostrador.
— Claro que si bella, son 40 euros por cada una— una sonrisa salió de mis labios.
— Cóbreme— metí la mano en mi bolso para sacar mi cartera y extender la tarjeta de crédito.
Ella lo hizo a regañadientes, y pude notar como no apartaba la mirada del moreno en ningún instante. Después, dándose la vuelta, abrió un cajón con una llave que colgaba de su cuello y sacó dos cajas que dejó sobre el mostrador. Acto seguido las abrió para enseñarme el contenido.
— Estas son, la de mujer y la de hombre— mis ojos se abrieron de par en par al ver las máscaras de porcelana ante mí.
No eran máscaras de cara completa, ambas solo llegaban a cubrir hasta la nariz, pero su forma elegante y sus remates de purpurina dorada y púrpura las hacían ver hermosas. Eran una auténtica preciosidad, sencillas y alejadas de la excentricidad, algo que en su estilo básico era hermoso.
— Espero que disfrute de ellas— la encargada las metió en una bolsa con el logo de la tienda— Meto el ticket dentro, aunque no se aceptan devoluciones, pero si se llega a romper o tener una muesca o algo, puedes traerla aquí para ver si tiene reparación.— parecía que sus palabras salían de un disco ya desfasado.— Por cierto, el chico que te acompaña, ¿es tu novio?— observé como recargaba sus codos en el mostrador y le ponía ojitos a Levis.
Pude ver como él se volvió a estremecer.
— Puede.— mi ceja se elevó y me giré para ver al moreno observar más máscaras.
— ¿Puede?— el desconcierto rezumaba de la voz de la encargada.
— Si— mis ojos dieron con los de ella mientras mis manos cogían la bolsa sobre el mostrador— Puede.
Una sonrisa se extendió por mis labios, y ante la mirada entre confusa de la chica, llamé la atención de Levis, mostrándole la bolsa que portaba en mi mano. Él sonrió algo aliviado por salir de aquí, y despidiéndose con una inclinación de cabeza de la dependienta, salimos de la tienda.
— Gracias por eso.— ya habíamos caminado unos cuantos pasos, volviendo al centro de Venecia, hacia la plaza— Pensé que me violaba ahí mismo.
— Da gracias a que no nos hemos probado el traje— mi voz sonaba divertida— Entonces hubiera tenido acceso a zonas que no te hubiera gustado.
El rostro del moreno se contrajo, y en una mueca graciosa me dio un leve empujón en el brazo haciéndo que me tambaleara hacia un lado.
— Mierda, lo siento— una risa tenue escapó de mis labios mientras me estabilizaba de nuevo.
— No te preocupes, creo que debería comer algo— miré la hora de mi reloj— Se nos ha pasado el tiempo volando.
— Es cierto.— vi como su ceño se frunció mirando su propio reloj— No me he dado cuenta en el momento que han pasado 4 horas.
— Si, muchas emociones hoy— mis ojos bailaron por el canal principal mientras cruzábamos el puente.
El silencio se extendió entre nosotros, y sintiendo la necesidad de romperlo hablamos a la vez.
— ¿Tienes hambre?— nuestros ojos habían conectado en el momento que nuestros labios reprodujeron esas palabras.
Ambos nos reímos por lo bajo.
— Creo que es el momento para que vuelva con mi hermana.— la voz de la razón y la realidad habló por mí.— Son muchas horas sin saber nada de ella, tendremos que posponer esa comida.
Mis dedos jugaban con el asa de la bolsa.
— Si, tienes razón.— el moreno elevó su mano para rascar su cabeza algo nervioso.— ¿Tu hotel está cerca de la plaza?
— Si, a menos de diez minutos— cruzamos el bullicio del embarcadero y nos sumergimos de lleno en la magia de la plaza San Marcos.
— Te acompaño entonces.
Caminamos en silencio por todo el recorrido. Mis manos agarrando la bolsa como si mi vida se fuera en ello, mientras él sostenía la bolsa de papel en una mano y la otra la resguardaba en uno de sus bolsillos delanteros. El sonido de nuestros pasos llenaba nuestro ambiente, y nuestras respiraciones pausadas daban esa calma que había estado presente la mayor parte de la tarde.
Quitando ese episodio de lapsus de ansiedad, por supuesto.
Y me sorprendí. Me sorprendí porque me di cuenta de que él había conseguido algo que nadie hasta el momento había hecho. Seguridad. Sí, esa era la palabra perfecta para definirlo. La seguridad había estado conmigo todo el tiempo. Me había soltado el pelo y le había propuesto un juego loco, tal vez infantil, pero descabellado al fin y al cabo, y él no se había reído, no se había burlado de mí. Levis se preocupó por mí, me dio consuelo, y me ha dado las mejores palabras que nadie me había dado jamás.
Detuve mis pasos abruptamente. Él giró su rostro para observarme con el ceño fruncido, y elevando mi vista, vi que el hotel en el que me hospedaba con mi hermana se alzaba ante nosotros.
Lo miré de nuevo.
— "La locura acierta a veces cuando el juicio y la cordura no dan fruto"— Levis sonrió mostrando sus dientes.
— Hamlet de nuevo...— mis dedos se aferraron a la bolsa.
— Creo que es la cita perfecta para describir la tarde que hemos pasado.— mis ojos chocaron con los suyos y extendí mis labios en una sonrisa— Sé que no hemos hecho nada del otro mundo, pero para mí ha sido especial, y ha significado más de lo que tú te puedas pensar. Gracias por lo que has hecho.
Namjoon me observó enseñando sus dientes y mostrando sus hoyuelos.
— Gracias a ti, por aceptar venir conmigo a pesar de que no me conocías de nada— un brillo especial surcó sus iris cuando el tono anaranjado de la puesta de sol empezaba a hacer aparición en la calle— Y creéme, para mí también ha significado mucho, hacía mucho tiempo que no disfrutaba de una tarde de esta manera. Lo voy a recordar siempre...— parecía que quería añadir algo más, pero calló.
— Yo igual...— susurré. y tratando de ocultar el sonrojo que empezaba a aparecer en mis mejillas, me dí vuelta para ver la puerta del hotel esperarme— Bueno, creo que es hora de despedirnos.
Su mano rascó su nuca de nuevo.
— Si, eso creo.— sus dedos apretaron la bolsa de papel que portaba.
Abrí mis ojos.
— ¡Oh, espera!— mis dedos soltaro uno de los asas, y hundí mi mano en la bolsa para sacar una de las cajas— Esta es tuya.
Sus ojos se abrieron al observar la caja que le tendía.
— Oh cierto, la máscara...— murmuró en su idioma. Su mano temblorosa la atrapó.— Gracias...— la timidez bailaba en su tono.
Mis ojos dieron con la bolsa de papel, esperando que me diera uno de los libros, tal y como habíamos quedado.
— ¿Y tú...— mis cejas se elevaron hacia la bolsa de papel.
— Oh si, cierto— su tono de voz era nervioso.— Toma— sacó uno de los libros.
Era el que había cogido de la góndola, la razón por la que había atrapado el otro libro desbocadamente.
— Sé que era este el que querías, no me hizo falta entender mucho de la conversación.— selló sus labios en una sonrisa algo tímida— Este libro es especial, tiene suerte de estar con alguien como tú.
Sus mejillas cogieron un poco de color cuando sus palabras salieron de sus labios. Abrí mis ojos sorprendida.
— ¿Qué?— el tono divertido había vuelto a mí.
— Bueno... yo no quería decir exactamente eso, sino que...tu sabes...el libro...tú sacandole de la librería...yo...— hizo un breve silencio rascando su nuca con mucho ímpetu— Lo siento.— su sentencia final me hizo sonreir.
— No te preocupes.— mis dientes atraparon mi labio inferior reprimiendo una risa. Sus ojos fueron a parar ahí.— Ahora sí, creo que debo irme ya. Muchas gracias por todo Namjoon.
Hice una reverencia corta, como le había visto hacer a él inumerables veces a lo largo de la tarde, y asumiendo que era algo típico de su país, lo hice por respeto.
— Muchas gracias a ti.— extendí mis labios en una sonrisa que no mostró mis dientes y me di la vuelta adentrándome al hotel.— ¡Eva, espera!
Abrí mis ojos sorprendida y me di la vuelta bajo el umbral de las puertas giratorias.
— ¡¿Qué pasa?!— ambos estábamos gritando a pesar de que estábamos a unos escasos cuatro metros.
— ¡No me has dicho tu nombre!— yo sonreí, y agarrando la barra de la puerta corrediza le contesté.
—¡Tal vez la próxima vez!— lo último que ví fue su sonrisa mostrando sus hoyuelos mientras negaba divertido.
Porque puede que no haya próxima vez, pero al menos, su recuerdo era con lo que me iba a quedar.
Un recuerdo que era capaz de opacar todo la oscuridad que se empeñaba en apagarme.
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Holoooooooooooo,
Capítulo extralargo y que me ha costado escribir un horror y medio, pero aquí está finalmente. Seguramente y porque me conozco, habré entrado a repasarlo un millón de veces (porque así soy), pero al menos me quedo a gusto.
Y con esto y un bizcocho, el paseo de nuestros protagonistas por Venecia se termina, asi que, ¿cuál será el próximo destino? (se que ya lo sabéis pero me hace ilu ponerle algo de suspense a esto)
Quiero preguntaros, ¿qué os está pareciendo la historia hasta ahora? (Porfis, no me ignoréis)
Por otro lado, MUCHAS GRACIAS POR LAS MÁS DE 1000 LECTURAS, de todo corazón. Estoy flipando por los números (siempre lo hago) y aunque verdaderamente no me importan (es más, me acojonan bastante), agradezco un montón a cualquier persona que se tome un segundo de su tiempo para dedicarlo a una de mis historias.🥰🥰🥰🥰
También quiero recordaros, que si venís de Nightmare, en mi perfil está publicado el segundo libro, INFERNO, y que ya podéis leer🙃🙃 (friendly reminder)
Ya me despido amores💕💕💕
Nos leemos la semana que viene chikis;)
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