15
Namjoon
La música de la orquesta del restaurante daba ambiente a toda esta escena pintoresca que se expandía enfrente de mis ojos. La luz del mediodía se filtraba entre los huecos que dejaban las edificaciones de piedra a mi alrededor, aportando la misma sensación que recorría mi pecho al ver todas esas películas ambientadas en la toscana.
Miraba con aire perdido hacia las personas que paseaban por las calles, y apretujando entre mis dedos la servilleta roja que había cogido del vaso de cristal, que hacia de centro de mesa, sacudí la cabeza pasando mis manos por mi pelo.
Tenía que sacármela de la cabeza.
— Namjoon, sonríe algo— el susurro de mi amigo llegó a mis oídos, y casi instantáneamente mis labios se estiraron hacia los lados forzosamente, mostrando la expresión que había practicado por años.
Sentí como mi amigo suspiró antes de bajar la cámara del teléfono y dejarlo sobre la mesa. Mis ojos, ocultos tras mis gafas de sol, lo vieron llevarse su vaso de cerveza a la boca y dar un largo trago.
— Tienes que quitar esa cara de muermo si quieres grabarte— mis ojos se pusieron blancos al instante que sus palabras salieron de sus labios— Estamos de vacaciones, solo relájate y disfruta.
— Estaría más relajado si tú te hubieras disculpado con esa chica— no había tardado mucho en echárselo en cara.
Un bufido seguido de otro trago a su cerveza fue la respuesta.
— No me arrepiento, lo volvería a hacer— fruncí mi ceño y levanté mis gafas de sol sobre mi cabeza para mirarlo directamente.
— ¿Estás mal de la cabeza?— Seung me miró elevando sus cejas como si no pudiera dar crédito a mi reacción— Solo me iba a pedir de regreso su cámara, ¿eso la hace una sassaeng?
El chasquido de sus labios hizo que ahora fuera yo quien elevara una de mis cejas, y esperando su respuesta di un corto sorbo a mi cerveza.
— Tres veces en un día Namjoon, y luego está ese extraño encuentro en la galería de Milán— sus dedos enumeraron las veces que nos habíamos encontrado— Emanaba nervios cada vez que se veían, y sus ojos estaban totalmente fijos en ti como si no fueras real.— cruzó sus brazos sobre su pecho totalmente conforme— Definitivamente es una fan loca, ahora reza porque no divulgue por ahí que estás en Italia.
Tomé una profunda bocanada de aire y di otro sorbo a mi cerveza.
— No creo que me conociera, dudo incluso si conoce a Bangtan, he conocido demasiadas Armys como para detectar si me conocen o no.— mi amigo resopló disconforme— Además, la única vez que ella ha venido a mí ha sido en el barco, y solo me iba a pedir su cámara, por tanto, sí, pérdoname si pienso que te pasaste tres pueblos con tu reacción.
— Permíteme recordarte hace dos años, la supuesta chica que estudiaba audiovisuales en Seúl.— mi ceño se volvió a fruncir ante la mención de aquella intrusa.— Te cameló lo suficientemente bien como para que te acostaras con ella y la llevaras a tu estudio en BigHit.— una mueca de fastidió se extendió en mi rostro.
— No me hables de esa, y sí, aprendí la lección.— tomé una fuerte respiración por la nariz.
— Solo te recuerdo el resultado, no creo que tu empresa quiera volver a pagar millones para mantener bocas cerradas— dejé que mi espalda se recostara bruscamente en la silla de metal del restaurante.
El recuerdo de aquella chica pelinegra sonriéndome pícara mientras dejaba caer decenas de imágenes mías en la cama, desnudo, hizo que mi bilis subiera por mi garganta amenazando con salir.
Sacudí mi cabeza borrando su imagen de mi cabeza.
— Mira, solo te digo que esas chicas no son como Yon, si es que ese era su nombre— Seung terminó su cerveza y me observó impasible tras sus pestañas.
— Tío, te aprecio un montón como amigo, pero sigo creyéndo que eres demasiado inocente con algunas cosas.— se apoyó en la silla de metal y miró hacia las personas que paseaban tranquilas.— En tu posición no debes fiarte tan fácilmente de las personas, sobre todo de las chicas lindas que se abren de piernas tan rápido.
— Joder, Seung— mi rostro se contrajo con asco ante el comentario— ¿Acaso te piensas que no tengo cuidado?— volví a colocar mis gafas de sol y mi rostro volvió a ser neutro— Además, paso de estar otra vez preocupado, si alguien me va a dar una puñalada por la espalda, al final, quien quiere hacerlo, siempre lo hace, y da igual si lo conoces de toda la vida.
Hubo un tiempo en el que me había obsesionado con mirar constantemente tras mi espalda, cerciorándome de que nadie me ponía la zancadilla, de que nadie podría sorprenderme y pillarme desprevenido. La ansiedad creció y con ello mis inseguridades. Experimenté una especie de fobia social leve que me llevó a tal punto de aislarme del resto del mundo, quedando tan solo mi música y mis pensamientos. No quería regresar a ese punto, no de nuevo.
El silencio se extendió entre ambos, y dando un último sorbo a mi cerveza me puse en pie.
— Anda, paguemos y vamos a la exposición esa que vimos en internet— mi amigo me dio una larga mirada antes de asentir.
— Lo que digas tío.
Salimos de la plaza a pasos lentos, y mientras disfrutábamos de las calles de Venecia nos empapábamos de toda la historia impreganada en cada piedra que formaban las construcciones de los edificios.
— He oído que hay un puente cerca de la plaza San Marcos donde había una cárcel o algo así— Seung estaba inmerso en uno de los tantos folletos que había agarrado en el hotel— Es una pena que el barco de ayer no haya pasado por ahí.
Mi dedo índice impulsó la montura de mis gafas de sol sobre mi nariz para colocarlas de nuevo.
— Es el puente de los suspiros, es muy famoso aquí. — nos detuvimos en un paso de peatones que apenas cambiaba de color para dar via libre a sus transeúntes— Según he leído, debajo del puente se encontraba la prisión de la Inquisición, donde había una rendija por el que llegaba el olor de la comida a los presos, era como una forma de torturarlos, de ahí el nombre del puente.
— A veces se me olvida que eres como una enciclopedia humana— miré de reojo a mi amigo quién sonreía hacia el folleto.— Honestamente, todo son ventajas al viajar contigo.
Una mueca cruzó mi rostro con esa última frase.
— Solo me gusta informarme de los sitios a los que voy— mi murmullo sacó una risa a Seung.
— Contigo no necesitaremos guía turístico— su mano impactó en mi hombro, sacándome una sonrisa algo vergonzosa.
Ni guía turístico y ni tarjeta de crédito.
— Si, ya— mis ojos recorrieron la calle, viendo las puertas del museo a lo lejos— Anda, camina más rápido que ya llegamos.
Tardamos poco más de un minuto en llegar a las escaleras que daban acceso al museo. Una mujer, vestida con un traje de falda de tubo azul marino, nos recibió en un mostrador y nos pidió amablemente los pases para poder entrar a la exhibición.
Saqué de mi riñonera las fotocopias que había hecho en Corea de las entradas, y ella, escaneándolas con una especia de teléfono, nos sonrió y nos tendió un par de pulseras de tela con el nombre de la exposición grabadas en ella.
— Nunca me habían dado una pulsera por entrar a un museo— Seung se ajustaba la pulsera en su muñeca mientras andábamos hacia el interior.
— Ni a mí tampoco, pero supongo que sea una forma de comprobar que no te has colado aquí dentro— me encogí de hombros a la vez que tiraba con mis dientes de uno de los extremos de la pulsera— Mierda...— con mis dedos cogí de mi boca un pedazo de tela.
Había roto un pedazo de la pulsera.
— No jodas Joon— mi amigo rió, a lo que yo entrecerré los ojos— Déjame a mí anda.— extendí mi muñeca a regañadientes hacia él y ató mi pulsera.
— Gracias.— Seung sonrió divertido y nos adentramos hacia la exposición.
Había mucha gente merodeando por la extensión de la habitación donde se realizaba la exposición, e inmediatamente me vi maravillado por la gran variedad de cuadros expuestos. Un montón de técnicas diferentes formaban los cuadros, a la vez que un montón de sensaciones y emociones me recorrieron por dentro.
Alegría, tristeza, euforia, ansiedad, calidez, soledad...
Cada uno se contradecía al anterior y eso hacia que me emocionara y estuviera más expectante a lo que me podría encontrar en la siguiente habitación.
— Joon, voy a la habitación de al lado, hay algo que me ha llamado la atención— yo asentí completamente inmerso en el cuadro colorido frente a mí.
— Si, si, lo que digas— sentí a Seung alejarse.
Los múltiples colores se combinaban entre ellos dejando un sabor explosivo a su captor. Los miles de puntos en diferentes tonalidades se mezclaban entre si dejando que la calma pasara a invadirme sin previo aviso. Las formas complejas que se fundían entre sí, dejando en claro que no era fácil, pero que al final, la armonía era la que reinaba sobre todo, que el equilibrio predominaba y daba sentido a cada pincelada efectuada.
Y así me sentía yo, un ser lleno de engranajes complejos que se acoplaban de diferentes formas, uniendo muchos colores en mi interior, dando mi forma exterior y moldeando mi yo interior.
Buscando el equilibrio conmigo mismo.
Miré hacia los lados, como si estuviera a punto de hacer una travesura, y en realidad así era. Saqué mi teléfono móvil del bolsillo delantero de mis pantalones y realicé un breve video del cuadro que estaba viendo.
No me di cuenta cuando alguien se posó a mi lado.
— Creo que está prohibido sacar cualquier tipo de foto o vídeo a las obras, Mr. Disculpas— di un rebote en mi sitio mientras luché porque el teléfono no se me escurriera de las manos.
— ¿Qué?— giré mi cabeza para ver a la chica pelirroja que siempre acompañaba a la morena de infinitas tonalidades.
— Hola de nuevo— su mirada brilló con un deje divertido antes de girarse a mirar el cuadro que había grabado— Estoy pensando que alguien está moviendo muchos hilos para que mi hermana y tú se encuentren todo el tiempo.
— ¿Tu hermana?— mi ceño se había fruncido en confusión.
— Si, la chica a la que no haces más que tirar al suelo cada vez que se ven, e incluso ayer casi la tiras de un barco, superas mis expectativas— dio una mirada a su alrededor antes de centrar sus potentes ojos verdes sobre mí.— En este sitio solo hay ventanas, espero que no sea tu nuevo objetivo ahora.
— Han sido accidentes— mi vista se volvió a fijar en el cuadro de nuevo, rezando porque no se haya notado el nerviosismo de mi voz.
— Si ya, lo de ayer en el barco también fue un accidente— el sarcasmo rascaba cada pared de aquella oración.— Por cierto, soy Irune, encantada.— observé su mano extenderse hacia mi.
La acepté antes de que la retirara.
— Yo soy Nam...— corté la frase antes de completarla, haciendo que una de sus cejas se alzara— Solo Joon, llámame solo Joon.
Ella extendió sus labios en una sonrisa algo divertida y asintió.
— Bueno, solo Joon, te preguntarás por qué he venido hasta ti, ¿verdad?— su rostro se volvió a girar hacia el cuadro.
La verdad es que estaba algo desconcertado con la aparición de esta chica.
— Ammm, ¿algo así?— intenté que sonara como una afirmación pero no lo conseguí.
La pelirroja se giró hacia mí, y en un movimiento agarró mi muñeca y me arrastró hacia otra sala. Se paró al lado de un ventanal que dejaba entrar toda la luz del exterior, y señalando hacia la parte posterior de la habitación, pude ver a la castaña vestida en una gran camisola verde militar satinada y unas converse blancas. Sus brazos estaban flexionados, y podía jurar que sus ojos estaban perdidos en aquel cuadro de tonalidades oscuras.
No me gustó la sensación que me recorrió por dentro.
— ¿Qué ocurre?— mis ojos no se despegaban de ella.
— Gracias a tu amigo, he perdido a mi hermana en el más allá de sus pensamientos, asi que, es tu puta responsabilidad traérmela de vuelta.— la voz de la pelirroja sonaba dura y firme, como si fuera un sargento militar.— Haz lo que sea, pero tú y tu amigo habéis provocado esto, y ya estoy harta de que la gente no haga más que pasarla por encima.
Mi ceño se frunció hacia la pelirroja. ¿Qué se supone que podría hacer?
— ¿Y qué quieres que haga?— como una ráfaga del fondo de mis recuerdos, sus palabras volvieron a resurgir.
"Hazme un favor y desaparece de mi vista."
Si, creo que fue bastante explícita.
— Me da igual lo que se le ocurra a tu cabeza, pero una disculpa no arreglará nada. Asi que, ve allí y empatiza un poco hostia, cruza más que un lo siento y enmienda la cagada que hicistéis ayer.— sus manos me empujaron hacia delante y derrepente me vi en mitad de la habitación, a tan solo unos pasos de la castaña que miraba perdida el cuadro.— Vuélvete loco.— la escuché susurrar.
Me di la vuelta en ese entonces para encarar a la pelirroja con carácter de muerte, y me ví completamente solo. Ella se había ido hacia no sabía a donde.
Genial, la situación era expléndida.
¿Qué se supone que debo hacer?
Por lo menos se lo debo, o eso pensaba. Ayer la había dado un susto de muerte al casi ser tirada por la borda, y para añadir más, ella era asmática y le había dado un ataque.
La punzada de culpabilidad pinchó de nuevo en mi pecho.
Ella solo me iba a pedir su cámara, la cual me llevé por error, solo quería recuperarla y vino a pedírmela. Completamente normal, es algo que yo también hubiera hecho.
Respiré hondo. Un paso, dos, tres...ya estaba a su lado.
El olor a champú de frutas se filtró por mis fosas nasales, y la mezcla con una fragancia que me recordaba al olor de bebé me envolvió. Mis ojos estaban fijos en su perfil, el cual parecía completamente afligido y apagado. Sus cejas caídas y su expresión sombría me hicieron tragar saliva. Ella estaba en un lugar muy lejos de aquí.
Intentando traer mi mente de regreso y mantener la compostura, desvié mi mirada al cuadro. Un cielo azul contrastaba con la ocuridad tétrica de una casa. El árbol negro a su lado le daba ese aspecto de película clásica de terror, y el bosque oscuro tras la casa amenazaba con opacar todo lo bueno que se pudiera albergar dentro. Pequeñas luces trataban de iluminar el interior, pero la oscuridad era más grande, lo negro se lo llevaba todo, y parecía no haber opción.
Tenía que haber opción.
— No es posible.— mi voz sonó lo suficientemente alto para sentir como la chica a mi lado se estremeciera. Me estaba escuchando.— La oscuridad es momentánea, nunca dura para siempre.
— Pero hay quien se empeña en mantenerte ahí.— su voz fue un susurro, pero pude escucharla.
Sonreí. Me había contestado.
— Entonces hazla frente, está en ti salir a la luz— obligué a mis ojos estar fijos en el cuadro.
— No es tan fácil como chasquear los dedos.— parecía dolida.
Noté el balanceo de su pelo cuando se movió hacia el siguiente cuadro. El olor a frutas me inundó otra vez. Me moví a su lado de nuevo.
— Bueno, cada quién tiene que realizar sus propias batallas, pero si se pone empeño y esfuerzo siempre se logra— mi voz era optimista.
Ella mantuvo un breve silencio antes de contestar.
— Ya...y mientras estás levantando cabeza llega alguien a recordarte lo poco que vales, entonces es cuando vuelves al punto de partida.— pasó de largo del siguiente cuadro.
Mis ojos escanearon brevemente el cuadro que habíamos pasado. Colores vivos y alegría emanaban de él.
Se detuvo en otro cuadro de colores oscuros.
— Entonces lucha más fuerte, la cuestión está en no rendirse.— sentí como estiraba sus labios en una mueca.
— ¿Y si ya me había rendido antes de empezar?— parecía que se lo preguntaba a ella misma— No, no es posible...— el murmullo en idioma que no entendí me hizo fruncir el ceño.
Se movió al siguiente cuadro de colores oscuros.
— Puede que tengas que mirar más allá— volví a la carga de nuevo— Tal vez no empezaste como deberías, tal vez tu comienzo debió ser otro.
Sus labios se curvaron hacia fuera en una mueca, y moviendo su cabeza para clavar sus ojos pardos en mí se giró bruscamente para ir al siguiente cuadro.
— "Sabemos lo que somos, pero no lo que podemos ser"*— una sonrisa enmarcó mi rostro y dejé caer mis ojos sobre suyo.
— Hamlet...¿leíste el libro?— su ceño se frunció e ignoró mi pregunta antes de continuar, parecía inmersa en su mundo.
— El problema es que no se quién soy.— su cuerpo volvió a girarse para encaminarse hacia la puerta.
Me quedé estático unos minutos, ahí parado frente a otro cuadro de colores tan tétricos como la más pura noche.
Soledad, ansiedad, terror, pérdida...Todo emanaban emociones negativas.
"El problema es que no se quién soy"
No supe muy bien descifrar que fue lo que me motivó, o simplemente lo que me impulsó a moverme. Sentía que ella no podía albergar ningún tipo de emoción negativa, su luz parpadeaba constantemente desde afuera, y creo que algo dentro de mí se removía ante la idea de que ella se apagase. Entonces, cuando mis pies avanzaron hasta salir de la habitación, busqué fervientemente a la castaña con la mirada. Intentaba localizar su vestido verde por alguna parte, pero parecía haberse volatirizado en la nada.
Ella no estaba.
Tomé una bocanada de aire. No podía haberse ido muy lejos, al menos no todavía.
Como si una fuerza invisible tirara de mí, mi cabeza se giró hacia la ventana que daba a la calle. Mis ojos escanearon cada rincón hasta que la ví, sentada en un alféizar de uno de los edificios que había frente al museo.
Mis piernas se movieron solas, y todo lo rápido que pude llegué hasta la calle, donde el sol me dio directo en mis ojos. Obligándome a cerrarlos con fuerza por unos segundos, volví a abrirlos para barrer la calle con mi mirada de nuevo.
Sus piernas colgaban inertes del alféizar y sus manos se aferraban al borde sosteniendo el peso de su cuerpo. Su cabeza echada hacia delante dejaba que su pelo suelto se deslizara por uno de sus costados, dejando ver varias mechas de color más clarito por el reflejo del sol.
Con mis ojos todavía fijos en ella me acerqué lentamente, mirando hacia los lados de la calle para evitar ser atropellado. Con pasos lentos me acerqué hacia ella, y apoyándo mi hombro en la pared del edificio, giré mi cuerpo lo suficiente como para estar de frente a su perfil.
— "El amor es la gracia suprema de la humanidad"— el sonido de mi voz hizo que su rostro se elevara para mirarme. Me animé a seguir.— Puede ser difícil, hasta imposible, pero al final es lo que nos mueve, como humanos queremos, viene implícito en nuestro ADN, y porque queremos es que terminamos descubriendo partes de nosotros que pensábamos que no teníamos.
— Francesco Petrarca...— sus labios se fruncieron en un puchero.— Un clásico italiano.
Una sonrisa se extendió en mi rostro.
— ¿Conoces muchos clásicos?— sus ojos bailaron por mi rostro e inclinando su cabeza hacia un lado respondió.
— Solo unos pocos— me fije que sus dedos apretaban el borde del alféizar— ¿Qué haces aquí?
— Estoy de vacaciones— respondí intentando parecer trascendente. Ella sonrió sin mostrar sus dientes.
— No me refiero a eso, digo que por qué me has seguido.— mis cejas se elevaron.
¿Por qué la había seguido? No tenía ni idea, solo sé que se había sentido correcto hacerlo.
— Supongo que sabía que no estabas bien, y creo que era hora de un encuentro sin lesionados de por medio.— creo que soné lo suficientemente convincente.
Su ceño se frunció derrepente, y su rostro volvió a estar neutro de nuevo.
Mierda, la había cagado.
— Ya...Creo recordar que te pedí que desaparecieras de mi vista.— mis labios se fruncieron en una mueca apenada, y antes de que me diera cuenta ya estaba arrascándome la nuca nervioso.
— Nunca llevé bien eso de hacer caso a lo que me pedían— mis ojos dieron de lleno con los de ella.
Esa era una verdad a medias. Era muy cierto que la mayoría de las veces no hacía ningún caso de lo que me decían, pero eso era porque mi mente tendía a volvar muy lejos muchas veces y me distraía con facilidad.
— Ya bueno, pero yo no he cambiado de opinión.— sus manos se agarraron más fuerte del alféizar antes de dar un salto para bajar al suelo.— Tengo que ir a buscar a mi hermana, si me ves, no te acerques.
Ella comenzó a caminar hacia el museo, y una sensación de desasosiego me circuló por completo. Esto...solo...
No se sentía correcto.
"Me da igual lo que se le ocurra a tu cabeza, pero una disculpa no arreglará nada. Vuélvete loco"
Las palabras de la pelirroja cruzaron como un rayo en mi mente, y antes de que pudiera pensar algo con claridad ya me estaba moviendo.
Ni siquiera sabía con exactitud lo que estaba haciendo cuando atrapé su muñeca entre mis dedos. El cosquilleo que había sentido las anteriores veces volvió a aparecer ipso facto, y la sensación de estar haciendo las cosas bien se instaló en mi pecho.
— ¿Qué haces?— su voz taladró mis oídos cuando sus ojos entrecerrados dieron con los míos.
Yo solo sonreí mostrando mis dientes. Ella suavizó su expresión.
— Hacerte cambiar de opinión, enmendar mi error.— sus cejas se fruncieron haciendo que dos líneas muy marcadas aparecieran en su frente.
Vuélvete loco Namjoon, por una vez vuélvete loco.
— Pero...¿qué?— su voz medio ahogada parecía temblar de nervios.— Ni si quiera te conozco, suéltame, ¿estás loco?
Subimos a la acera de nuevo, y sacándo mi cartera de mi bolsa le tendí mi identificación. Así podría comprobar si en verdad me conocía.
Ella funció el ceño.
— Kim Namjoon— leyó en voz alta con notable confusión en su voz— ¿Qué se supone que debo hacer yo con esto?
Una sonrisa cruzó mi rostro. No me equivocaba, ella no me conocía de nada.
— Es mi identificación...— me cortó poniendo sus ojos en blanco.
— Si, eso ya lo veo— yo sonreí alternando mi mirada entre el carnet que custodiaba en sus manos y sus ojos.
— Sin eso no puedo salir de Italia, es mi señal para hacerte ver que no quiero hacerte nada raro.— ella frunció su ceño e intentó alejarse un paso de mí. Yo avancé otro, por supuesto.— Solo te pido un par de horas. Dos horas para hacerte cambiar de opinión y pagarte por lo de ayer.
Ella pareció dudar, pero negó con la cabeza.
— Mira, te agradezco el interés, pero no.— me tendió el carnet de vuelta— Estoy aquí con mi hermana y le prometí...— la corté antes de que terminara la oración.
— ¿La pelirroja?— ella furnció el ceño y dio un asentimiento de cabeza claramente confusa.— Ella estaría de acuerdo con esto, créeme.
Ella me empujó hacia a ti en primer lugar.
— Dos horas, no te pido más.— le estaba rogando.
No se que me impulsaba a hacer esto, pero iba a llegar hasta al final, sea lo que sea.
— Yo no...— la voz de Seung saliendo del museo hizo que levantara mi mirada.
— ¡Namjoon!— su ceño fruncido y la pelirroja saliendo detrás de él me distrajeron.
— Pero...¿qué?— la castaña se giró para observar a la pelirroja intentando retener a mi amigo.
¿Se acababa de subir a la espalda de mi amigo? Si, lo había hecho.
— Dos horas, es tú última oportunidad.—mis manos se posicionaron en sus hombros obligándola a mirarme.— Dos horas y desapareceré, sino me quieres ver más me encargaré de que así sea.
Sus ojos me escanearon de arriba a abajo por lo que pareció una eternidad. Yo no solía actuar así, nunca lo había hecho, pero ahora, en este momento, había una presión que me estaba diciendo que esto estaba bien.
Que vivir una aventura de vez en cuando estaba bien.
— Esta bien— la castaña cedió sacándome el aire que parecía haber retenido— Sólo dos horas, ni más ni menos.— su puntualización me hizo sonreir.
Asi que sí, como un completo adolescente emocionado la agarré de la muñeca y tiré de ella perdiéndonos por las calles de Venecia. No tenía ni idea de donde venía este impulso, pero estaba seguro de algo.
Esto iba a merecer la pena.
................................................................................................................................................................
Sabemos lo que somos pero no lo que podemos ser; Hamlet, acto 4, escena 5
El amor es la gracia suprema de la humanidad: Francisco Petrarca (cita)
holoooooooooo, ser"*"Sabemos lo que somos, pero no lo que podemos ser"*
Como estáis? Espero que todos muy bien y muy sanos.
Aquí os traigo el primer capítulo de este maratón (pequeñito) pero que me ha encantado preparar. Debo de dar las gracias, antes de que se me olvide, por las ya más de 800 lecturas que ha recibido esta historia. De verdad que sigo flipando todo el alcance que ha tenido, no me dejo de sorprender ni un día. Pero espero, que lejos de aburriros con mis interminables notas, que disfrutéis de esta lectura y paséis un buen rato (porque os aseguro que entre Jana y Namjoon va a haber muy buenos ratos😋)
No tengo mucho que comentar, al menos en este capítulo ( por cierto, a donde creéis que irán Nam y Jana, dejádmelo en comentarios)
Nos leemos en el siguiente capítulo chikis;)
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top