14
El ardor que se extendía por mi paladar me obligó a dejar la pequeña cáscara del mejillón en el plato de nuevo, y con una mueca que hizo que mi hermana casi se atragantara, me abalancé sobre el vaso de coca-cola que había pedido.
— Esto está muy bueno, pero quema un montón— volví a dar otro trago a mi vaso, sintiendo como el frescor sustituía al quemazón.
— Ojalá hubiera sacado una foto a la cara que has puesto, no ha tenido precio— Irune se limpiaba la boca con una servilleta mientras trataba de esconder su risa.
Mis ojos miraron al cielo, y cogiendo la servilleta de papel de la mesa se la tiré hacia ella dándola en la frente.
— ¡Para ya!— la risa amenazaba con salir de mi garganta— ¡Deja de reírte de tu hermana mayor!
— Sólo nos sacamos 4 años, tampoco es para tanto— ella me sacó la lengua a la vez que cogía otro mejillón del plato— ¡Madre mía! Podría comer esto todos los días, ¿cómo dijo el camarero que se llamaba el plato?
— Cozze saltate, o eso creo— mis dedos atraparon la carta para mirar los nombres de los platos— Podríamos intentar que la abuela nos haga esto un día.
Mi hermana sonrió ante la idea, y dejando una cáscara vacía en su plato, se limpió las manos para sacar su teléfono y sacar una foto del plato a medio comer.
— Ya hemos comido algunos asi que no quedara tan bonito, pero al menos la abuela se puede hacer una idea— mis ojos se entrecerraron al verla sacar fotos del plato desde todos los angulos posibles— ¿Por qué me miras así?
— ¿Hacía falta sacar fotos hasta debajo del plato para que la abuela se haga una idea?— mi voz sonaba divertida.
Irune me miró ofendida.
— Por supuesto que sí, la perspectiva lo es todo— intentó mirarme seria antes de romper a reir.
Mordí mi labio inferior y negué con la cabeza divertida. Mis ojos se desviaron hacia la extensión de la plaza, donde la gente caminaba o comía algún bocadillo sentados en las escaleras de la catedral.
Miré mi reloj de muñeca antes de dar otro trago a mi coca-cola.
— ¿Quieres ir a las góndolas ahora?— mi hermana se comió otro mejillón mientras asentía.
— Obvio, pero empezaban a las 16:00 otra vez, ¿no?— yo asentí volviendo a mirar el reloj.
— Si, tenemos tiempo, todavía son las 15:00– ella asintió encantada comiendo otro mejillón.
— Anda, come algo que me los voy a zampar yo todos— sonreí alargando la mano para coger un mejillón.
— Espero no quemarme otra vez— dije antes de llevármelo a la boca.
El sabor a mar me inundó el paladar. Estiré mis labios encantada y alargué la mano para coger más mejillones.
— Definitivamente tenemos que pedir a la abuela que haga esta receta— di un sorbo a mi coca-cola antes de seguir comiendo.
— Totalmente de acuerdo— Irune alargó su mano para coger su servilleta cuando abrió los ojos como platos— ¡Mira Jana! ¡Son los trajes tradicionales!
Fruncí mi ceño, y cogiendo una servilleta para limpiarme me di la vuelta. Un hombre y una mujer caminaban por la plaza, completamente vestidos con los trajes típicos del carnaval veneciano. La mujer, con un vestido blanco nieve recubierto por una capa verde brillante, caminaba del brazo de un hombre vestido con un traje que hacía juego con el vestido de la mujer. Los bordes de ambos trajes estaban recubiertos por unos gruesos remates de pelo sintético verdes con tonalidades blancas que llegaban hasta sus cabezas, enmarcando las máscaras blancas que cubrían su rostro. Me percaté de los pequeños detalles dorados de ambos trajes, unos en la falda pomposa de la dama y otros en el pantalón verde brillante del varón. Me llamó la atención las joyas que llevaban ambos sobre los guantes satinados y el brillante bastón lleno de purpurina que llevaba el hombre en una de sus manos. Ambos paseaban majestuosos por la plaza, y de vez en cuando se paraban para sacarse alguna foto con algún turista que caminaba cerca de ellos.
Era genial.
Me apresuré a sacar mi cámara de mi bolsa para inmortalizar a ambas personas. Llevé mi ojo al visor y hice un poco de zoom sobre ambos, y antes de que me diera cuenta ya les había sacado como diez fotos.
— Wow— susurré mirando las fotos que les había sacado.
Había una en la que ambos habían mirado hacia mi cámara. La presencia intimidante de sus máscaras envolvía a la foto con una fuerza que resultaba extenuante.
Me encantaba, seguro que la pondría en mi albúm.
— Dios, debe de ser una pasada llevar uno de esos trajes, pero un verdadero coñazo ponérselo, sobretodo con este calor— guardé mi cámara de nuevo y me giré para tomar un trago de mi coca-cola.
— Me gustaría probarme uno— mordí mi labio inferior mientras veía como desaparecían ambas personas por el final de la plaza— Sería muy guay conseguir unas fotos vestidas así, se las podríamos dar a la abuela.
Irune abrió sus ojos como si se le hubiera ocurrido la mejor idea del mundo.
— ¿Quieres probarte uno?— mis ojos dieron con los de ella, los cuales parecían completamente ansiosos.
— Pues sí, no veo por qué no— mi ceño se había fruncido al ver la extraña expresión animada de su rostro.
— Esperemos tener suerte...— su murmullo hizo que un suspiro resignado saliera de mi boca mientras daba el último sorbo a mi coca-cola.
— Bueno, lo que digas, ¿te parece si damos una vuelta antes de ir a las góndolas?— cogí otro mejillón del plato y me deleité con su sabor.
— Si, así también podemos pasar por el Wenice, he leído mucho sobre ese sitio en internet, dicen que tienen de las mejores tapas— parecía emocionada.
— Por mi vale, así comemos algo más.— tomé otro mejillón del plato.
Cuando nos terminamos el plato de mejillones y pagamos la cuenta, no dirigimos por las calles pintorescas de Venecia hacia el sitio del que tanto mi hermana había oído hablar.
— Según esto— dijo mirando su teléfono— el sitio está cerca del Museo al que vamos a ir mañana— levantó su vista del aparato para observar la calle por la que cruzábamos— Calle con arcos, calle con arcos....— volvió a mirar su teléfono y sonrió— Si, vamos bien, está al final de esta calle.
La seguí alegre por su desparpajo y nos sumergimos hasta el fondo de aquella calle. El olor a fritos y a mar llegó a mis fosas nasales, y el recuerdo del ambiente de las fiestas del pueblo de mi abuela llegó como un resquicio que parecía olvidado. La sensación de calidez se extendió por mi pecho y, mirando a mi alrededor como si fuera una niña pequeña, me dejé llevar por lo que me inundaba en ese momento.
No me quería contener. La nueva yo no tenía por qué contenerse más.
— Jana—mis ojos aterrizaron en el cabello trenzado de mi hermana— ¿Qué quieres comer?
Me acerqué a ella para mirar el enorme cartel en el ventanal del negocio que se refugiaba tras los arcos que daban refugio en los días de lluvia. Mi mirada bailó indecisa por cada opción y mirando al dependiente que parecía esperar por mí hablé.
— Un cucurucho de chopitos— el sonrió ante mi acento italiano y devolviéndole la sonrisa levemente miré a mi hermana— ¿Tú pediste?
— Todavía no, pero quiero lo mismo— me miró con sus ojos de cachorrito para que hablara yo por ella.
— Perdona, pero ¿puedes ponernos dos?— el hombre asintió con una sonrisa y nos señaló dos tipos de vasos.
— ¿Grande o piccolo?— mi vista recayó en los vasos que nos mostraba.
— ¿Grande o pequeño?— le di un codazo a mi hermana señalando los vasos.
— Pequeño— susurró mirando los vasos.
— Due piccoli— repetí señalando con mi dedo índice el vaso pequeño.
— Okey bellas— el hombre agarró dos vasos y se puso con nuestra orden.
Volví a llevar a mis ojos hacia el exterior y sin aguatarme las ganas llamé a mi hermana.
— Irune, paga tú, que yo quiero sacar un par de fotos aquí fuera— ella asintió extirando la mano delante de mí— Tú también tienes dinero.
— Ya, pero tú eres la mayor— entrecerré los ojos al ver su sonrisa de cachorrita— Anda, a las góndolas invito yo— hizo un puchero con sus labios y yo solo puse los ojos en blanco.
— Está bien— le tendí un billete de veinte euros— Te tomo la palabra, las góndolas las pagas tú.
Ella sonrió agarrando el billete y soltando un resoplido resignado me fui para fuera de los arcos sacando mi cámara de la mochila.
Un mercado se extendía frente a mis narices, pero se notaba que estaba en sus horas muertas, puesto que no se palpaba ningún tipo de bullicio. Una sonrisa se extendió por mis labios, y encendiendo la cámara saqué un par de fotos a los edificios de piedra que custodiaban la calle.
Estaba ensimismada sacando fotos que no me dí cuenta de que el sonido de un timbre picaba a mi espalda insistentemente.
— ¡Bella, attento!— la voz de una señora que estaba a las puertas del mercado hizo que me girara para ver como una bicicleta estaba apunto de arrollarme.
— ¡Ay!— me aparté tan rápido como pude trastrabillando mis pies con el borde de la acera.
Sí, me caí de culo otra vez.
— ¡Dios! Menudo daño— me sobé el trasero con una mueca de dolor.
Mis ojos vagaron por el resto de mi cuerpo cerciorándose de que yo estuviera completamente bien, y un suspiro salió de mi boca al ver como mi cámara se encontraba a un lado mío, tirada en el suelo con una de las tiras que se ajustan al cuello desenganchada.
— ¡Jana! ¡¿Estás bien?!— la voz preocupada de mi hermana hizo que me girara para verla venir corriendo hacia mí con los dos pequeños vasos de comida que habíamos pedido.
— Si tranquila, estoy bien— miré mis palmas con pequeñas piedritas incrustadas y me sacudí tratando de limpiarlas— Se me está haciendo costumbre esto de caerme de culo.— intenté bromear, aunque la verdad, esta vez me había hecho bastante daño.
Un ruido a mi costado me obligó a girar la cabeza. Unas delgadas y estirilizadas manos recogían mi cámara del suelo, y mis ojos siguieron el recorrido de sus desnudos brazos hasta su rostro. Fruncí el ceño.
No podía ser verdad.
— ¡¿Tú?!— nuestras voces soprendidas en nuestros respectivos idiomas resonaron a la vez en el ambiente de la calle.
— Esto no puede ser verdad— la voz divertida de mi hermana hizo que la mirara con los ojos entrecerrados.
Esta era, ¿la tercera?, vez que nos encontrábamos, y en todas esas veces, yo siempre terminaba de la misma manera.
Con mi culo en el suelo.
— Namjoon, ¿estás bien?— el compañero que siempre iba al lado del moreno llegó hasta él con ambas bicis en las manos.
Fruncí el ceño otra vez, no entendía que había dicho.
El moreno se giró hacia su amigo asintiendo, pero pronto volvió a depositar su mirada en mí. Algo pareció reactivarse en su cerebro, y antes de que me pudiera dar cuenta sus manos se deslizaron por las mías ayudándome a levantarme del suelo.
La calidez volvió a picar en mis palmas.
— Lo siento, otra vez, juro que no es mi intención— sus ojos estaban abiertos de par en par, y las palabras fluían de su boca como si estuviera teniendo un vómito verbal— Perdóname, lo siento mucho, prometo no volverlo a repetir— el chico se inclinó unos noventa grados y yo, intentando salir de mi estupor, solo pestañeé.
¿Que diantres había dicho el moreno?
Me giré para ver a mi hermana, quién tenía una expresión divertida en el rostro, y dándome un leve codazo en las costillas, señaló con la cabeza al moreno que seguía inclinado.
— Parece que ahora el que se ha olvidado del idioma es él— su susurró pareció llegar a los oídos del moreno, quién se incorporó derrepente, dejándo ver como sus mejillas se teñían de rojo.
Dándo una rápida mirada hacia mi hermana, volví a mirar al moreno, quien todavía sostenía mi cámara entre sus manos.
— Oye, no te preocupes, yo estaba siendo descuidada, no escuché tu timbre— no sabía por qué, pero mi voz parecía nerviosa.
Bueno, creo que estaba nerviosa.
— Ya...— una risa floja escapó de sus labios, y vi como se llevaba una de sus manos hacia su nuca para rascarse de forma nerviosa— Yo perdí el control, iba ensimismado mirando el paisaje que cuando te vi era tarde. — parecía demasiado avergonzado.
Ambos nos miramos a los ojos con la misma expresión en el rostro, entre avergonzado y pidiendo disculpas, pero el carraspeo de nuestros acompañantes nos hizo volver a la realidad.
La gente de alrededor estaba mirándonos fijamente.
— Namjoon, tenemos que irnos— el acompañante del moreno le dió unos golpecitos en el brazo mientras nos daba una mirada algo desdeñosa.
Sentí a Irune ponerse a mi lado, y tratando de distraerme de la mirada que nos había dado el amigo del moreno, me pasó uno de los vasos que habíamos pedido antes.
Sabía que intentaba mi hermana. La mirada que nos había dado su amigo era de la misma categoría que me daba mi madre cuando hacia algo que supuestamente no debería o cuando había hecho algo que no correspondería para una persona de su clase.
Esas miradas que te recuerdan que eres inferior, que no eres nada.
Cogí el vaso que me ofrecía mi hermana y pronto noté el calor que emanaba de su contenido. Mis ojos subieron de los fritos hacia el moreno, quien me dio una última mirada de disculpa antes de darse la vuelta y caminar junto con su amigo.
— Oye, ¿estás bien?— mi hermana me hizo despegar la vista de ambos chicos que se alejaban para enfocarla en ella.
— Si, tranquila estoy bien— ella hizo una mueca y señalando con la cabeza hacia el par de chicos que desaparecía en la esquina de la calle continuó.
— Sabes que no me refiero a la caída— una mueca desagradable cruzó por su rostro— No me ha gustado nada como nos ha mirado el que acompañaba al chico guapo.— un suspiro salió de sus labios antes de mirarme fijamente— Él no te conoce, no pienses sobre ello.
Desvié mi mirada de los fritos hacia el final de la calle, donde los chicos habían desaparecido.
— Tranquila, estaré bien, solo necesito tiempo— estaba segura de ello, con tiempo todo volvería a estar bien.
— Si quieres hablar sabes donde estoy— Irune atrapó un mini calamar con el palillo y se lo llevó a la boca— Anda, vamos a dar un paseo hasta las góndolas y así nos distraemos.
— Claro.— acomodé las correas de mi mochila en mis hombros, y antes de dar un solo paso me quedé quieta en seco— Irune...— mi voz sonaba estupefacta.
Mi hermana se giró para mirarme con el ceño fruncido, preguntándome con la mirada que es lo que pasaba ahora. Al observar mi rostro, blanco como el papel, se acercó rápidamente y vi como me escaneaba de arriba a abajo en busca de algún daño.
— ¿Qué pasa, Jana?— su voz era preocupada— ¿Necesitas el inhalador, un chute de hierro...algo?— yo negué con la cabeza desviando mi vista hacia el fondo de la calle, donde ambos chicos habían desaparecido.
— S..se...se ha llevado mi cámara— mi hermana abrió sus ojos y giró su cabeza hacia el fondo de la calle como si pudiera invocarlos de nuevo.
— No te preocupes, con la suerte que estás teniendo te lo vuelves a encontrar— entrecerré mis ojos y la miré duramente.— No me mires así, solo intentaba quitarle hierro al asunto.
— Pues no ayuda— dije yo firme.
— Jana, tranquilízate, es una cámara, además, que no te costó mucho tampoco— una mueca apareció en mi rostro.
El precio no me importaba, pero lo que había en ella sí.
— Anda, — mi hermana me dio un suave codazo obligándome a emprender marcha de nuevo— vamos a las góndolas y así te olvidas de todo esta situación, si quieres te dejo sacar fotos con mi teléfono— un resoplido salió de mis labios.
A regañadientes empecé a caminar siguiendo la estela de mi hermana. Con algo de pesadez, me llevaba los mini calamares a la boca, saboreando la mezcla de la fritura con el gusto a mar. Cada bocado que daba parecía relajarme un poco, y intentando hacer caso a mi hermana, y dejar de pensar, me concentré en el paisaje y el sonido del agua mientras paseábamos hasta el embarcadero.
Unos minutos después y muchos chopitos engullidos, llegamos al embarcadero, donde más de un centenar de personas se subía y bajaba de los barcos y góndolas. Los sonidos que justificaban la vitalidad del ambiente me empaparon de arriba a abajo, y tirando nuestros vasos vacíos a una papelera, Irune y yo nos dimos las manos para no perdernos entre todo el gentío.
Un señor, que acababa de dejar a un par de personas, estaba concentrado en atar bien su góndola al puerto.
— Perdone,— mi acento italiano fluyó en el aire haciendo el hombre en sus pantalones negros, camisa de rayas y sombrero de paja con un lazo rojo me mirara— ¿Dónde podemos preguntar por un paseo?
— Oh bella, tenéis que esperar un buen rato, tendriáis que hacer esa cola de ahí— señaló una inmensa cola en el puente que bajaba hasta donde se hacían las embarcaciones— Pero si no queréis esperar hay un barco que sale ahora a hacer una ruta por los canales, solo tenéis que ir hacia ese puesto que hay allí— señaló una pequeña mesa junto a un caseto blanco al lado de un barco que se llenaba de turistas.— Si queréis dar una vuelta en góndola, las mejores horas son por las mañanas según se abre el embarcadero, sobre las 10 de la mañana.
— Muchas gracias, señor— le di una sonrisa agradecida y tiré de mi hermana que tenía cara de póker.
Dimos unos cuantos pasos entre todo el gentío, en dirección al barco.
— ¿Qué se supone que te ha dicho?— Irune tiró de mi mano, parándose entre todo la gente que se movía de acá para allá.
— Si queremos ir en góndola tenemos que esperar toda esa cola— señalé la inmensa cola que parecía no tener fin, ella la miró con horror— Pero me ha dicho que hay un barco turístico que sale ahora, y que si todavía queremos ir en góndola aprovechemos por la mañana.
— Vale, lo del barco me convence— ella asintió y tiró de mi mano para salir del tumulto de gente— ¿Hacia dónde?
— Por allí— señalé la mesa donde había una mujer sentada— ¿Hay para dos pasajeros más?
La mujer nos miró con una sonrisa mientras asentía.
— Justo a tiempo bellas.— ella nos tendió dos tickets mientras yo le daba el dinero— Disfrutar del paseo, y empaparos de la belleza de Venecia.
La alegría de la mujer hizo que mi hermana riera, y dándola una última sonrisa, ambas entregamos los billetes al hombre que estaba a pie del barco y nos sumergimos entre todos los turistas.
— El olor a mar me recuerda a la casa de la abuela— Irune dio un vistazo a su alrededor y señaló un lugar en los laterales del barco— Ahí parece haber un sitio.
Irune cogió mi muñeca entre sus dedos y se hizo paso hasta posicionarse en la baranda. Pronto, el sonido ronco del motor se hizo eco en el ambiente, y el traqueteo de las hélices comenzaba a hacer espuma movilizando el barco.
La brisa fresca dio en mis mejillas a medida que el barco avanzaba más y más, y pronto, una sensación de tranquilidad me llenó al observar el reflejo de las personas en las aguas tranquilas que llenaban el canal central de Venecia.
— Esto es increíble— el susurro de mi hermana hizo que girara hacia ella para verla maravillada por las vistas.
Una pena que no tuviera mi cámara.
— Si...— susurré hacia el aire en un intento de responder a mi hermana.
Mis ojos estaban perdidos en su expresión maravillada. Era un momento que quería capturar fervientemente.
En un suspiro giré mi cabeza para ver toda la extensión del canal abrirse paso ante mis ojos, y justo, cuando enfoqué mi mirada en un puente a lo lejos, lo vi, apenas un par de metros de distancia de mí.
Su amigo lo estaba grabando con la cámara de un móvil mientras él miraba, con aire perdido hacia el paisaje. Mi vista se perdió en sus manos cuando las llevó hacia su rostro para esconder un pequeño estornudo. Pestañeé un par de veces, completamente ensimismada, en el momento que el moreno le pidió el teléfono a su amigo y comenzó a grabarse a él mismo con el canal de fondo.
Un golpe en mi costado me hizo volver a la realidad de golpe, y de una forma algo abrupta me giré para ver correr un niño hacia la parte trasera del barco.
— Lo siento.— una mujer rubia, algo apurada, se disculpó mientras seguía al que supongo que sería su hijo hacia la parte de atrás.
— Jana, ¿estás bien?— pestañeé dos veces más antes de mirar hacia mi hermana.
— Si, ¿por qué preguntas?— ella entrecerró los ojos antes de negar con la cabeza.
— No sé, te he estado hablando pero parecías la mar de entretenida en tu mundo— mi ceño se frunció y desvié mi rostro hacia el paisaje que Venecia ofrecía.
— Lo siento, no escuchaba— una risa llenó mis oídos.
Los ojos se me fueron solos hacia el moreno, quien sonreía hacia su amigo mientras sus ojos no se despegaban de las vistas.
Él ya era una tremenda vista.
Abrí mis ojos como platos cuando ese pensamiento cruzó por mi mente. ¿Qué me pasaba?
— Jana...te estás poniendo roja— mi hermana pinchó mis costillas haciendo que la mirara.
— Estoy bien Irune, es solo que estas vistas me están gustando mucho— esa era una mentira que no se creiría nadie.
Por supuesto Irune no se lo tragó.
— Si ya, y por eso te pones roja— sus ojos me escanearon de arriba a abajo hasta que pareció fijarse en algo tras mi espalda— Arraoia*, si me pinchas no sangro.
— ¿Qué pasa?— la miré con esperanzas de que se hubiera fijado en otra cosa y no en el moreno.
Obviamente la suerte no estaba de mi parte.
— Te dije que con tu suerte lo volvías a encontrar, pero no pensé que fuera tan pronto.— mis ojos aterrizaron en la sonrisa pícara de mi hermana— Tres veces en un día hermanita, dime si esto no es suerte.
Mi rostro se giró involuntariamente hacia el moreno de nuevo, la sonrisa todavía no se le había ido de la cara, y podía jurar que era lo más bonito que había visto en este mundo.
Una obra de arte. Quería fotografiarlo.
Un golpe en mi hombro me hizo volver a mirar a mi hermana, quien me observaba con una ceja alzada.
— ¿Y bien? ¿Qué esperas?— mi ceño se frunció y salteé mi vista del moreno hacia ella.
— ¿Qué?— Irune puso sus ojos en blanco y señaló con la cabeza hacia el moreno.
— La cámara tonta.— pestañeé sorprendida y mi cerebro pareció concectarse de nuevo con la realidad— Él se llevó tu cámara, ve y recupérala.
— Si, si, tienes razón— derrepente me había puesto nerviosa y no sabía por qué.
Vale, era sencillo. Acercarse, llamar su atención y pedirle amablemente que me devolviera mi cámara. No era más, tenía que ser muy fácil.
— ¿Jana...?— mi hermana buscó mi mirada que se había perdido en el agua del canal.
— No puedo hacerlo— lo había dicho muy rápido, como si me hubiera quedado sin aire.
Oh genial, un ataque de asma ahora no.
— No es difícil.— mi hermana, divertida con la situación, puso sus manos en mis hombros y me giró hacia el moreno— Te acercas, le pides tu cámara y listo. Antes hiciste un drama de esto, ahora la puedes recuperar, no pierdas la oportunidad.
— Es sencillo.— murmuré más para mí misma que para mi hermana.
— Esa es mi chica grande— dio una palmada en mis hombros antes de empujarme suavemente hacia delante— Yo te miro desde aquí.
Me giré con el ceño fruncido hacia mi hermana, quien me extendía sus dedos pulgares hacia arriba y me guiñaba un ojo. Por mi parte, solo cogí una profunda respiración tratando de tranquilizarme y no llegar con un ataque de asma frente al moreno.
Mis pies avanzaron despacio por el estrecho pasillo del barco, y en el momento en el que el moreno se giró para comentarle algo a su amigo sus ojos conectaron con los míos. Observé como su boca se abría en una ligera "o" y su ceño se fruncía suavemente haciendo que una pequeña arruga se dibujara en su frente.
Lejos de quedarme congelada en mi sitio, me animé mentalmente a avanzar. Vi como su amigo se giraba con el ceño fruncido hacia mi, y antes de que pudiera decir una sola palabra dio un paso hacia mí dandome un empujón.
Mis ojos se abrieron con sorpresa, y aguantando el aire unos segundos, con el miedo naciendo en la parte baja de mi estómago, me vi cayendo al suelo empapado del barco y deslizarme por debajo de la barandilla hacia el agua.
— ¡Jana!— mis ojos se abrieron como platos y noté el escozor en mis manos que se sujetaban fuertemente a la barandilla de metal.
La mitad inferior de mi cuerpo colgaba amenazando con caer a plomo en el agua, mientras mis brazos quemaban por estar sujetando todo el peso de mi cuerpo por mantenerme seca y subida en el barco. El barullo se hizo más alto y podía notar como mis pulmones comenzaban a gritarme por aire.
Unas manos se deslizaron por mis axilas y tiraron de mi hacia dentro, alejándome de la barandilla y del agua. Mis ojos abiertos como platos no se despegaban de la barandilla de metal que tenía las huellas de mis dedos marcadas a fuego en su reflejo. Traté de buscar aire por todos los medios, pero mi cerebro se negaba a cooperar y el temblor de mis manos cada vez iba a más, junto con mi desesperación por respirar.
No recuerdo como mi mejilla se había apoyado en una superficie dura que se movía pausadamente, y tampoco recuerdo con claridad el momento en que unos brazos me rodeaban dándome caricias en mi espalda, esperando a que espabilara.
— ¡Jana!— mi hermana se había arrodillado frente a mí rebuscando en su mochila algo fervientemente. Mi vista estaba ya borrosa cuando sacó un objeto y me lo metió en la boca esperando a que aspirara.
Cuando pulsó la primera vez, mi organismo pareció reaccionar, y aferrándome al inhalador como si fuera mi vida, llevé mis manos hacia este, atrapando de por medio otra mano que era demasiado grande para ser de mi hermana.
Con la segunda inhalación mi cuerpo pareció relajarse de inmediatio, y dando suaves respiraciones profundas, bajé mis manos todavía sintiendo las caricias en mi espalda.
— ¿Eres asmática?— la vibración en mi mejilla hizo que levantara la mirada para encontrarme con los ojos del moreno.
Solo atiné a asentir, apenas podía articular palabra.
— Jana, ¿te encuentras mejor? ¿quieres que volvamos al hotel?— mi hermana había ignorado por completo al moreno y había atrapado mis manos haciendo que la mirara.
— Estoy bien, Irune— mi voz salió forzosa, pero al menos pude decir algo.
Mi hermana asintió no estando muy conforme con mi respuesta, y de un momento a otro elevó su mirada hacia el amigo del moreno que solo miraba la escena con los ojos muy abiertos.
— ¡¿Eres tonto o tu cerebro no realiza conexiones?!— Irune se levantó de golpe encarando al chico que no salía de su estupor— ¡Estarás contento! ¡Casi matas a mi hermana pedazo de subnormal!— su pelo pelirrojo avanzaba como una fiera hacia el chico.— ¡Te voy a dar tal hostia que te voy a dejar la puta cabeza giratoria!
Noté al moreno tensarse mientras miraba la escena, y mientras salteaba mi mirada entre el chico y mi hermana un suspiro escapó de mis labios. Podía ver desde aquí como el cerebro del moreno trabajaba en decidir entre dejarme en el suelo y ayudar a su amigo, o solo...no hacer nada.
— Irune...— el nombre de mi hermana salió de mis labios lo suficientemente alto como para llamar la atención de toda la gente que nos miraba.
La cual era todo el barco.
Los ojos de mi hermana dieron con los míos, y un resoplido de su parte me hizo ver que había entendido lo que la estaba pidiendo sin palabras.
Todavía cabreada se acercó a mí, y agachándose a mi altura estudió mi rostro.
— Siéntate ahí, será más cómodo que sus piernas— sus ojos bailaron por el moreno en una dura mirada que hizo que se volviese a tensar.
— Ayúdame a levantarme.— mis manos agarraron las de mi hermana, y alejándome del moreno me puse en pie con mis piernas temblando.
— Cuidado...— el moreno se había puesto de pie, y poniendo sus manos en mi cintura me guió hasta un asiento que una mujer había desocupado para mí. Su tacto quemó en mi abdomen, y tan pronto el calor se había expandido desapareció bruscamente — Yo... lo siento, de verdad que lo siento.— sus ojos chocaron con los míos, llenos de arrepentimiento.
Mi hermana bufó enviando una mirada hacia su amigo, quién seguía estático en su lugar.
— No pasa nada, ya está— creo que lo decía más para mí misma que para él.
Él pareció no conforme con mi respuesta, y levantándose se dirigió hacia su amigo, al cual le dedicó un par de palabras antes de arrastrarle hasta mí.
Mis ojos lo escudriñaron de arriba a abajo, y cuando deparé en su rostro pude ver en sus ojos el mismo reflejo que me había dedicado antes, pero esta vez con algo más.
Asco.
Mi ceño se frunció, y un revoltijo de emociones que creía haber dejado en Madrid volvieron a resurgir en mi interior. Las ganas de vomitar afluyeron en mi estómago.
— Discúlpate.— el moreno le dio un golpe en la cabeza del chico y él frunció el ceño girándose hacia su amigo.
— No me voy a disculpar con una sassaeng— mi hermana frunció el ceño y me miró esperando que yo hubiera entendido algo de lo que habían dicho.
Lo siento, pero no hablaba su idioma.
— Mierda tío, casi la tiras del barco, sea sassaeng o no, tienes que disculparte— el moreno entrecerró sus ojos claramente cabreado— Además, ya te he dicho, ellas no parecen sassaeng.
— Si, lo mismo dijiste la última vez y mira lo que ocurrió.— el moreno resopló, parecía apunto de perder la compostura— Ya te he dicho, no me voy a disculpar con estas tipas.
Un carraspeo a nuestro lado hizo que ambos chicos giraran sus rostros hacia una mujer que nos observaba con una ceja alzada.
— ¿Se piensa usted disculpar o vamos a tener que forzarlo?— el fuerte acento alemán resonó en su inglés forzado.— La señorita se lo merece, ¿no lo cree?
El moreno pareció traducirle lo que había dicho la mujer que lo miraba con sus manos en sus caderas. Mi hermana sonrió.
— Eso, si tantos huevos has tenido para empujarla, tenlos ahora para disculparte, pedazo de mamón— eso último lo susurró en español.
Entrecerré los ojos hacia mi hermana por aquel insulto, y dejando que un sonoro suspiro saliera de mis labios, lo que llamó la atención de todo el mundo, encaré al chico que parecía odiarme sin razón aparente.
— Mira, espero que me traduzcas porque dudo que tu amigo me entienda— mis ojos dieron con el moreno, quien asintió esperando a que hablara— No sé por qué me has empujado, ni me interesa saberlo, no quieres disculparte, está bien, no necesito tus disculpas, me traen sin cuidado.— mis ojos miraban fijamente al chico de pelo negro que me observaba de la misma forma que yo.— Lo único que yo quería era que tu amigo me devolviera mi cámara, te la llevastes por error, o eso espero.— mis ojos dieron con el moreno, quien abrió sus ojos como platos antes de bajar su vista hacia la bandolera que colgaba de uno de sus costados.
— Mierda si, me di cuenta cuando ya nos habíamos alejado, me distraje y pensé que era la mía— rebuscó en la bolsa y sacó mi cámara.— Perdona, lo siento mucho.
— No te disculpes, no me interesa— mi voz sonaba más dura de lo que había pretendido.
Estiré mi mano y agarré mi cámara ante la fija mirada del amigo de pelo negro. Creo que acababa de descubrir su error, pues en su mirada reflejaba sorpresa.
— En serio, lo siento.— el moreno miraba duramente a su amigo a la vez que salteaba la mirada hacia a mí en señal de arrepentimiento.— Si hay algo que pueda hacer...lo que sea para compensarte este mal rato... solo dímelo.
Mis ojos bajaron hacia mi cámara y dando una seca sonrisa sin mostrar mis dientes, como hacia siempre, volví a mirarlo.
Mis ojos completamente inexpresivos, como cuando miraba a mi madre, como cuando me perdía en las profundidades de los hilos que no hacían más que enrroscarse en mi cuello, asegurándose de tenerme bien retenida otra vez.
— Hay una cosa...— el susurro de mi voz hizo que las cejas del moreno decayeran y los ojos del pelinegro se encendieran como si ya nos hubieran cazado— Solo desaparece de mi vista y asegúrate de que no te vuelva a ver, no creo poder sobrevivir a otro encuentro más.
El tono de mi voz fue firme, y mi mirada vacía le hizo llegar mi mensaje, el cual creo que dio en su pecho de lleno, porque las expresiones de ambos chicos parecieron caer bajo la sorpresa de algo que nunca estaban acostumbrados a escuchar.
La mano de mi hermana se aferró a mi hombro, y pude sentir la preocupación en su agarre. Estaba segura que mi tono de voz había hecho que su ceño se frunciera, pues no me escuchaba hablar de esta manera tan vacía desde que dejé de hablar a mi madre.
Parecía más presente que nunca ahora.
Y eso, no me gustaba.
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holoooooooo,
*Arraoia: no me jodas.
pues un capítulo extralargo de narices, y a decir verdad me ha gustado mucho escribirlo. Espero que lo disfrutéis mucho, yyyyyyyyy tengo cosas que deciros hoy;
En el último capítulo os comenté la idea de hacer un maratón por el cumpleaños de RM, y así será, por lo que el día 12 habrá una actualización de la historia que constará de 2 capítulos (que espero que disfrutéis un montón), pero ahí no termina la cosa.
Para todos aquellos que se han asomado por aquí después de Nightmare (mi primera historia que podéis encontrar en mi perfil), habrá una sorpresa en base a esa historia, que ya divulgaré en mi tablón de anuncios el día 11 de septiembre a las 17:00h (en horario español, lo que viene siendo las 00:00 am horario KST), donde habrá más información sobre esta sorpresa.
Y con esto me despido hasta el día 12
Nos leemos chikis;)
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