07
¿Qué había hecho?
Mis ojos no daban crédito a las imágenes que se reproducían burlándose de mí. No podía ser yo, esa no era yo, yo no hacia esas cosas.
Ahora parecía que sí.
— Hija, ¿te encuentras bien?— mis ojos chocaron con el pelo azul de la señora Luisa, enfundada en unas mallas y en una blusa de brillantes plateados y azules— No veas eso más, no tiene caso.
— Yo no soy así— ella sonrió como si me comprendiera.
Aunque no estaba segura de que lo hiciera. Por dios, esa era yo, despeinada, con el maquillaje corrido, subida a una tarima e insultando a mi progenitora. Una ráfaga de imágenes cruzaron mi mente. Ella abofeteándome, yo volviendo a insultarla y ella recordándome la vergüenza que era y renegando de mí.
Estás acabada Jana.
Bueno, con ella ya lo estaba. No era nuevo, y sorprendentemente no me sentía mal. Solo avergonzada, pero no por ella, sino por mí.
De verdad. Había subido borracha a una tarima y hablado enfrente de mil personas. Borracha, estaba borracha. Yo nunca bebía, y ahora sabía el por qué.
Las punzadas en mi cabeza hicieron que tirara el teléfono de Luisa al colchón de la cama en la que había dormido. Eran las tres de la tarde y yo apenas acababa de amanecer. Parecía que ahora iba a desarrollar un nuevo estilo de vida, y tampoco me disgustaba.
— Siento si la he podido causar alguna molestia— mis palabras salieron atropelladas de mi boca. Luisa solo rió.
— No te preocupes. Ahora, come algo que lo necesitas, vamos— sus manos retiraron las sábanas de mi cuerpo, revelando mi desnudez.
Solo tenía la ropa interior puesta.
Mis ojos vagaron por mis huesudas caderas y corrí a taparlas con mis manos. Luisa me sonrió tirando de sus labios forzosamente y me tendió una camisola de botones que parecía ser fresca para el sol matador de Madrid.
— Ponte esto, te espero fuera— yo asentí y la vi salir por las grandes puertas blancas.
Me vestí rápidamente, y en un intento de ser buena invitada tendí la cama de matrimonio de sábanas blancas. El ventanal de la izquierda dejaba entrar toda la luz del día, mostrándo el gran jardín con piscina que poseía Luisa. Observé mi reflejo en el espejo de la cómoda, y cuando decidí que la camisola cubría mi escote lo suficiente, salí hacia el pasillo.
— ¿Señora Luisa?— mi voz ronca de recién levantada resonó por el extenso pasillo.
Menudo casoplón.
— ¡Por aquí!— mi cuello se giró hacia la derecha, donde parecía haber unas escaleras, y sin pensármelo mucho me dirigí hacia allí.
Mis pies desnudos bajaron los escalones provocando un ruidito gracioso. Llegué hasta la gran sala iluminada por los ventanales que daban al jardín, y pude divisar tras la cristalera, en una mesa blanca de madera, a Luisa ya sentada frente a varios platos con comida.
— Ven aquí hija, come lo que quieras— me acerqué con cautela y me senté en una de las sillas frente a ella— Come Jana, lo necesitas.
Yo asentí y observé los platos dispuestos. No había nada de ensaladas, cosa que me hizo sonreir encantada, y con unos ánimos renovados me eché en el plato una cantidad considerable de pasta carbonara.
Adoraba la pasta.
— Muchas gracias por todo, no tenía por qué hacerlo— mis carrillos estaban llenos de espaguetis, cosa que hizo reir a Luisa.
— Ve despacio anda, no quiero que te ahogues— yo asentí tragando con dificultad la comida de mi boca— Y no me agradezcas, no es nada.— bebí un sorbo de agua helada antes de hablar.
— Para mí lo es todo.— Luisa sonrió y extendió su mano hasta coger la mía sobre la mesa.
— Lo que vi en el gimansio el otro día no me gustó nada. Marta puede hacer con su cuerpo lo que quiera, pero no puede incidir sobre otros, y menos para hacerles lo que te estaba haciendo a ti— me pareció ver sus ojos cristalizarse.
— ¿Se encuentra bien?— mi otra mano atrapó nuestras manos unidas dándole tiernas caricias.
— No te preocupes hija, estoy bien— su mano apretó la mía y yo sonreí— Solo procura mantenerte sana y comer en condiciones.
— No se preocupe, a partir de ahora soy yo quien maneja su vida— Luisa sonrió complacida.— Puedo preguntar que la sucedió con mi madre, claro, si no es inconveniente.— ella negó apenada.
— No hija, después de lo que viste en el gimnasio tienes todo el derecho— ella apartó sus manos de las mías y bebió un sorbo de agua— Antes estaba en el mismo grupo de tu madre, mi marido era un importante directivo en una empresa de pétroleo, por lo que fui aceptada sin mucho miramiento. Después, esas brujas se enteraron de la enfermedad de mi hija, tenía apenas 20 años y sufría de anorexia. Ella estaba en un centro y se recuperó, pero un día la animé a venir conmigo al club de campo, tal vez tomar un café y volver a casa, y nos encontramos con el grupo de tu madre.
— No hace falta que siga, me imagino lo que pasó— mi ceño se frunció, y la sensación de asco que crecía en mi estómago se incremento.
Mi madre era un verdadero bicho.
— No pasa nada, hija. Ella volvió a dejar de comer, a hacer ejercicio desmedido otra vez, y yo traté de hacerla recapacitar, no me hizo caso.— sus dientes atraparon su labio inferior a la vez que retenía las lágrimas. Yo ya las había dejado escapar.— Mi marido y yo nos fuimos de viaje, fue un par de días nada más, para cuando volvimos la encontramos en la bañera desangrada, se había cortado las venas, ya no había nada que hacer.
— Lo siento mucho— ella tomó otro sorbo del vaso de agua mientras negaba.
— Después de eso, el grupo de tu madre se encargó de hacer creer a mi marido que había sido mi culpa, lo hizo bastante bien. Un mes después encontré a una de su grupo en la cama con mi marido, y a partir de ese momento pasé a ser la gran cornuda y la asesina de su hija.— yo negué con la cabeza impresionada, no podía creer hasta donde llegaba mi madre, ¿qué tan ciega estuve?
— ¿Cómo se llamaba tu hija?— traté de desviar el tema de conversación.
— Natalia, se llamaba Natalia— Luisa sacó un pequeño colgante de su pecho y lo abrió mostrando dos fotos, una de un bebé recién nacido y otra de una joven de pelo negro y ojos grises. Era bellísima— Mira, esta es ella cuando nació, estuve cerca de un día entero de parto para que saliera la muy condenada— una risa seca escapó de sus labios, yo sonreí viendo las fotos— Y esta es de cuando salió por primera vez de rehabilitación, ella me dijo que quería ir a hacerse fotos para quitar todas esas que le recordaban a lo que fue, quería que solo recordara esta versión mejorada de sí misma.
— Era bellísima, Luisa.— ella asintió con lágrimas en las mejillas.
— Cierto, ¿a que sí?— ambas reímos y ella me volvió a instar a que comiera.
Después de eso ella solo me observó comer con una sonrisa en el rostro.
(...)
Sentada de piernas cruzadas sobre la cama observaba mi viejo teléfono y el papelito arrugado con el número escrito en él. Mis brazos estaban cruzados sobre mi pecho y mi mente no dejaba de dar vueltas preguntándome que hacer.
Sabía que el número era de Martín, el camarero, y lo correcto sería llamarlo para agradecerle todo lo que hizo por mí ayer por la noche, pero me daba vergüenza, porque estaba segura de que ayer no se lo hice pasar nada bien.
Además, nunca me había visto en esta situación, no tenía ni idea que hacer o que decir.
Un suspiro escapó de mis labios. No. Tenía que hacerlo frente, no podría ser tan malo después de todo. Martín parecía un buen chico, me había ayudado, y lo correcto era llamarlo para agradecerle toda la ayuda que me había prestado. Eso haría, lo llamaría y afrontaría sin miedo la situación.
La Jana que planeaba ser a partir de ahora debía tomar sus propias decisiones y hacerse responsable de sus actos, de los actos cometidos por ella.
Asentí hacia la nada y tomé mi viejo teléfono entre mis manos. El simbolito verde del teléfono parpadeó bajo el toque de mi pulgar, y cuando me quise dar cuenta, el número ya estaba escrito en la pantalla y ya estaba pulsando el botón de llamar.
Un toque, dos toques, tres toques y ya me estaba desesperando. ¿Por qué no lo cogía? Al fin y al cabo, él me había dado su número, y Luisa me había dicho que lo llamara, que él lo había pedido.
Muy posiblemente estaría mirando la pantalla con gesto interrogante, preguntándose quién demonios era ese teléfono desconocido que se atrevía a perturbarlo. Podía ver claramente en mi mente como sus dedos se deslizaban por la pantalla rechazando mi llamada, dando por fracasado mi primer intento en hacer algo por mí misma.
— ¿Hola? ¿Quién es?— la voz masculina me trajo de vuelta de golpe al mundo real. Sin razón aparente mis manos comenzaron a temblar por los nervios.
— Ammmm... ¿hola? Soy Jana, ¿eres Martín?— hablé tan rápido que pensé que me había trabado en alguna palabra, pero su risita ronca me hizo entender que le había divertido mi nerviosismo.
Que bien, yo intentando hacer cosas como la persona madura y mayor que era, y él solo se burlaba de mi intento.
Esta era yo, Jana la fracasada, y ahora me convertía en Jana la payasa.
— Si, soy Martín, estaba esperando tu llamada— mis ojos se abrieron al tope ante esa declaración, ¿él me estaba esperando?— ¿Qué tal estás? Anoche bebiste demasiado.— me removí incómoda en mi posición.
— Si bueno, no volveré a beber nunca más. El alcohol y yo no somos buena combinación— una risa escapó de sus labios.
— Oh creéme, borracha eres divertida, nunca pensé que te subirías a la tarima, aunque lo pasé mal un rato— un breve silencio tuvo lugar en la línea— ¿Has visto los vídeos?-- su voz sonaba preocupada.
Una sonrisa desdejada se dibujó en mi rostro.
— Si, los he visto. Creo que he salido en algún programa de corazón también, ya sabes, el mayor bombazo del mundo del cotilleo, una borracha insultando a su madre desde una tarima— una risa que pretendió ser divertida escapó de mi garganta— Ya sabes, esto ni en Hollywood pasa.
— En eso tienes razón— otra risa llenó la línea— Y bueno, sé que en esto no debería meterme, pero ayer tu madre y tú os dijisteis cosas algo feas, ¿estás bien con eso?— una mueca involuntaria apareció en mi cara ante la mención de mi progenitora.
— Mira Martín, agradezco tu preocupación pero no hay de qué preocuparse aquí. Nuestros lazos estaban podridos, y yo solo me estaba aferrando a algo que apestaba desde lejos— un suspiró salió de mi boca— Estoy bien, gracias por preocuparte por mi ayer, quería agradecerte por todo lo que hiciste.
— No tienes por qué agradecérmelo Jana, lo he hecho con toda la buena intención.— oí algo de ruido en el fondo de la línea, parecían voces— Pero quiero que sepas, que aquí tienes un amigo, aunque te agradecería que en nuestro próximo encuentro no te emborraches.— mis labios tiraron hacia los lados formando una sonrisa sincera.
— No me voy a acercar al alcohol en lo que me resta de vida, palabra de scout— elevé la palma de mi mano en el aire, como hacían los scouts, aunque sabía que no podía verme. Él rió.
— ¿Fuiste a los scouts?— una sarta de recuerdos se apelmazaron en mi mente.
— Si bueno, larga historia, solo estuve un verano y fue el suficiente como para saber que no quería volver ahí— otra risa que saqué de su garganta, me puse feliz— Y respecto a la próxima vez, no creo que pueda ser pronto, pero trataré.
— Me rompes el corazón Jana, y yo que pensaba que nuestra amistad forjada en alcohol iba a ser preciosa— las comisuras de mis labios tiraron para arriba de nuevo.
— Lo siento por ello Martín, pero te prometo que volveré a verte— mi mano libre agarró el trozo de papel arrugado con su número— Me iré de Madrid hoy mismo, esto es algo que estaba postergando pero que ya tenía claro hace tiempo.
Exactamente desde que Irune me llamó para decirme que este verano me esperaban en la casa de la abuela.
— Esta bien Jana, solo no perdamos el contacto, me caiste bien ayer— una sensación agradable creció en mi estómago— Y ya sabes, desde ahora aquí tienes un amigo para lo que sea.
Creo que iba a llorar. Al fin de cuentas, parecía que a esta nueva Jana no le iba a ir todo tan mal.
— Muchas gracias, Martín, te lo agradezco un montón— mis dientes atraparon mi labio inferior, volvía a estar nerviosa— Y te digo lo mismo, aquí tienes una amiga para lo que necesites.
— Gracias Jana, me ha encantado conocerte, y ahora que eres mi amiga oficial me encargaré de agendar tu número ahora mismo— una risa ronca escapó de su garganta— Cuando me llames, Jana la Borracha aparecerá en mi pantalla.
Sentí la sangre acudir a mis mejillas. Creo que él se iba a encargar de recordarme toda la vida la bochornosa escena de ayer.
Espero reirme de ello en un tiempo.
— Menudo honor— intenté que mi tono sonara divertido, pero creo que no lo conseguí— Bueno, te dejo Martín, pasa buen día.
— Claro Jana, y ten buen viaje a donde quiera que vayas— yo asentí hacia la nada— ¡Y no te olvides de mantener el contacto!
— Dalo por hecho— sonreí de nuevo y me despedí— Adiós Martín.
— Adiós, Jana la Borracha— mi dedo pulgar pulsó el botón rojo y dejé caer mi teléfono en la cama.
Una sensación agradable se esparció por todo mi pecho y sonreí. Esta nueva libertad que estaba experimentando me hacia sentir viva y poderosa, y planeaba seguir experimentando, porque la sensación de bienestar que me inundaba no tenía precio.
Nunca la había sentido.
Asi que, con toda la decisión de la que era capaz en ese momento, terminé de recoger mis cosas y me dirigí hacia la gran sala. Luisa estaba sentada en el gran sofá color crema, frente a su televisor de pantalla plana de más de 65" pulgadas, tejiendo algo con un hilo color rojo intenso.
— Hola— saludé con voz bajita mientras me acercaba a ella— Gracias por todo lo que has hecho por mí, pero es hora de que me vaya, no te quiero inoportunar más de lo que ya lo he hecho.
Luisa sonrió mientras negaba con la cabeza. Dejó lo que estaba tejiendo a un lado y se levantó para darme un abrazo. El vestido de ayer y mi bolso se apretujaron contra su vientre cuando me impulsó en sus brazos hacia sí misma. Un gemido de sorpresa escapó de mi boca y escuché su risa cantarina.
— No ha sido nada Jana— sus ojos se achicaron cunado sonrió abiertamente— Si necesitas mi ayuda alguna vez no dudes en contactarme, ¿sigues teniendo mi tarjeta?— yo asentí enérgica y ella solo rió.— Bien, ya sabes donde contactarme enconces, ahora solo cuídate y sé muy feliz, ¿estamos?— yo sonreí.
— No se preocupe, ahora solo puede ir a mejor— ella asintió dandome la razón.
— Tienes razón muchacha, ahora las cosas solo pueden mejorar— posicionó su mano en mi espalda y me guío hacia la puerta— Anda, vamos que te llevo a donde necesites, intuyo que tienes un viaje largo para volver a casa.
Un tumulto de palabras de agradecimiento escaparon de mi boca en un balbuceo, y Luisa, sonriendo abiertamente y con una jovialidad que me dejó anonada, me indicó que me montara en el coche junto a ella. La indiqué el camino a casa de mi madre, debía de coger algunas cosas antes de emprender mi marcha hacia el norte, y aunque sabía que los vídeos tomados ayer no tardarían en ser vistos por Irune, decidí que lo mejor sería ignorarla hasta que llegara allí. Me tomaría el camino para pensar y aclarar mi mente. Me lo debía a mí misma, y utilizaría ese tiempo para decidir que haría con mi vida de ahora en adelante, porque ya era libre y mis alas recién empezaban a moverse.
Entonces el miedo vino, ¿estaba segura de lanzarme a lo desconocido? Por supuesto que sí, estaba segura en mi decisión, pero ese miedo irracional de abandonar la comodidad de todo lo que ya conocía se había apoderado de mi por unos segundos. Negué internamente. No, no debía sucumbir, debía ser fuerte y ahora enfrentaría al mundo siendo yo, siendo Jana.
Ya no más Jana la hija de Marta. Ya no más Jana la fracasada. Ya no más Jana la fea. Ya no más Jana la inútil. Ya no más Jana el despercidio. Todo eso se acabó, todo eso estaba siendo enterrado en un rincón de donde nunca debió de haber salido. Porque ahora trabajaría en mí, en mi bienestar y en lo que realmente quería.
A partir de ahora sería solo Jana, sin ningún adjetivo detrás, porque ahora venía lo divertido.
Descubrir quien verdaderamente era.
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Holoooooooo,
aquí os dejo otro capítulo más de esta historia, (que espero que os haya gustado mucho), y hoy tengo que deciros dos cositas;
MUCHÍSIMAS GRACIAS POR LAS MÁS DE 400 LEÍDAS, de verdad os digo que no pensé que la historia fuera a tener tanta acogida así de primeras, os lo agradezco un montón, de corazón.
Ya no tengo mucho que decir, asi que ya nos vemos la semana que viene.
Hasta el jueves que viene chikis;)
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