Nada es lo que parece
Una persona, una historia detrás. Única e inigualable, con sus momentos felices y tristes. La piel desgastada con cicatrices que cubren el sufrimiento, pero también las batallas ganadas con orgullo.
¿Quien sabe qué hay detrás de esos ojos? Los mismos de un color tan particular que no se pueden identificar. Otra persona, una historia completamente distinta, las arrugas que marcan una vida, los gestos exclusivos de la misma llaman la atención. Sus manos delatan el sentimiento encerrado dentro, y la hipocresía de su boca miente sobre su pensamiento interno.
Una nueva persona comienza a hablar sin pensar, su falta de experiencia y comprensión debilita su poder. Aunque para darle un respaldo utiliza las frases de otros sin entender su real significado. Intenta sobresalir con el escaso saber, disfrazándolo de palabras sin sentido que confunden a los demás, pero su gran oratoria los hace confiar.
Entra un nuevo individuo, sus características son extrañas, pero sencillas sin ningún defecto en las mismas. Mira de una forma particular, sin hablar percibe su alrededor, el escuchar es la clave de encontrar un lugar, una posición, el mismo la calla pero está seguro de su opinión.
La sensibilidad de la persona de al lado, una que a simple vista parece estar llena de respeto, por dentro no es más que un vacío oscuro de maldad y no diferencia entre lo que está bien y lo que está mal. Pero sus zapatos la delatan, fingen de igual manera.
La persona de enfrente está escuchando música, pivotea con firmeza, identificándose con el pulso de la misma. Por su fuerte pisar seguro que está enojada con alguien más, frunce su ceño y canta por dentro.
Ingresa otra persona que se siente incómoda. Se escabulle en un rincón y encoge sus hombros. Tiene miedo, claramente no sabe bien qué está haciendo, y menos quien es verdaderamente. Seguro que alguien la traicionó, y su confianza quedó destrozada.
En diagonal, se encuentra otra persona. Sentada sin hacer nada, su mirada se halla confusa. Mira a su alrededor para ubicarse en la de otra, aunque no puede dejarla fija en ningún lugar. No se entiende qué es lo que la tiene tan inquieta.
A fin de cuentas, estos no fueron más que un puñado de actos prejuiciosos. Los cuales ponen etiquetas sin saber qué fue lo que pasó a cada una de estas personas. Sin tener en cuenta que es lo que las tiene de esta manera, pero la misma no fue más que percibida por una mirada que también tiene una trayectoria. Con cicatrices, tristezas, experiencias transitadas y una historia creada por las vivencias únicas. Esto solamente fue una percepción de una situación. Tan rápida y muy posiblemente errada.
Una costumbre en nosotros como sociedad en posicionar a las personas, olvidando que somos todos distintos, con vidas completamente diversas. Lo que se nos pasa por el costado es que nosotros también somos juzgados por alguien que está al lado. Encasillados y etiquetados. Una mirada ya tomo nuestra posición con solamente mirar nuestro exterior. Capaz que la persona que hablaba con firmeza en verdad sabía lo que decía y la que escuchaba música solamente buscaba un lugar en donde distraerse, lo que fue percibido como hipocresía probablemente pudo haber sido ser verdad. Nadie afirma nuestras suposiciones. Tenemos la maldita costumbre de etiquetar, basándonos en nuestra percepción que puede ser errada con gran facilidad.
Lo más triste es que muchas veces perdemos la posibilidad de conocer a alguien en su totalidad, en lo que es en verdad, por el simple hecho de resguardarnos en el prejuicio absurdo creado anteriormente.
@nataliaaruj7777777 Nos vuelve a mostrar nuestra cruda realidad. Otra pequeña parte de nosotros que quisiéramos evitar, pero no podemos. Esa maldita necesidad de juzgar. Ojalá algún día podamos dar un paso hacia delante.
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