Capítulo 4

Prometo que este será el último capítulo con drama... por ahora JAJA.

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POV. Normal

Todo era un completo caos, Hipo podía sentir el calor que emanaban las llamas que consumían de a poco los barcos de sus enemigos. Pero, eso no le impediría liberar a Chimuelo y al resto de dragones.

Corrió entre toda la multitud antes de ser golpeado por un cazador, causando que cayera al suelo, pero cuando este estaba dispuesto a darle el golpe final, alguien lo alejó de él. Haddock se levantó agitando la cabeza por el golpe que recibió, pero sonrió al enfocar a su salvadora.

Aquella rubia que era dueña de su corazón.

- ¿Estás bien? -preguntó Astrid una vez que se deshizo de aquel enemigo de un certero golpe.

-Gracias a ti lo estoy; siempre estás en el momento preciso- aseguró levantándose el casco para poder mirarla un momento a los ojos.

Esta imitó su acción, además de guiñarle un ojo.

-Tú y yo siempre estamos para cubrirnos la espalda- aseguró sonriente- ahora ve por Chimuelo, yo te despejo el camino.

- ¿Qué haría yo sin ti? gracias Mi lady -mencionó corriendo a la par de ella y antes de separarse, agregó- te veo en un momento. Cuídate.

-Tú también hazlo.

Dicho eso, tomaron caminos opuestos. Hipo corrió hacia Chimuelo y, tras esquivar algunos ataques, logró llegar a él.

-Lo siento por todo amigo, ya mismo te libero- pidió mientras trataba de quitarle las cadenas que lo mantenían prisionero.

-Vaya que no te rindes en querer salvar a esta bestia- soltó de repente Grimmel apareciéndose por ahí junto a sus dragones que le cubrían la espalda.

-Ya basta de esto, has perdido. Estás a nada de quedarte solo- escupió con rabia.

- ¿Lo crees? yo no tengo nada que perder realmente, no como tú- dijo burlonamente- sabes bien que, en la guerra, atacar los puntos débiles de tus adversarios es lo mejor que puedes hacer. Y, dado a que no dejas desprotegido al dragón, iré a por tu otra debilidad- amenazó con diversión.

- ¿Qué? -preguntó sin entender hasta que, por inercia, volteó hacia donde se encontraba luchando su prometida.

Grimmel hizo amago de correr, pero el castaño se le abalanzó para impedirlo. Pelearon un poco, pero el cazador logró darle un fuerte golpe en la cabeza que lo dejó seminconsciente unos segundos. Permitiéndole de esa manera al hombre, correr hacia su objetivo.

Sintiendo como la sangre chorreaba de su labio, Haddock se puso en pie y, al instante, pudo ver que Grimmel estaba peleando contra su novia.

Rápidamente desató a Chimuelo, pues Astrid no estaba peleando sola, su madre estaba con ella, y confiaba en que ambas podrían retenerlo un rato. Al liberar al Furia Nocturna, Hipo tuvo que correr debido a que el dragón se quedó a ayudar a su compañera albina, pero al menos su mejor amigo estaba a salvo y eso, lo tranquilizó.

Aunque, esa sensación abandonó su cuerpo en el momento en que Grimmel mandó a dos de sus hombres a pelear contra su madre para tener a Astrid a su merced. Así que, corrió cuanto más le permitió su pierna de metal mientras su corazón palpitaba rápidamente.

-Lástima que tu querido jefe prefiriera proteger al dragón en vez de a ti- le soltó Grimmel a la rubia mientras seguían teniendo un arduo combate.

-Me subestimas demasiado- le escupió la Hofferson con indiferencia antes de propinarle un golpe tan duro que el hombre salió disparado de ahí para terminar estampado contra la pared.

-Quizá tengas razón, me estás dando más batalla que él, pero eso no es problema- soltó divertido antes de chiflar para llamar a otros dos de sus hombres.

Astrid tomó con fuerza su arma al ver que probablemente querían encerrarla entre los 3 y así atacarla con más facilidad. Luchó como la guerrera que era, pero debido a que los dragones comenzaron a lanzar disparos a los barcos de vez en cuando por orden de Chimuelo a manera de ayudar, tiraban al suelo a todos aquellos que permanecían en cubierta.

Y, para desgracia de la rubia, eso le ocurrió en un momento que un ataque cayó a unos metros de ella. Al momento de caer, su hacha cayó lejos y cuando trató de ir por ella, Grimmel se le abalanzó, inmovilizándola por completo con ayuda de sus hombres, pues Astrid poseía mucha fuerza.

-Mira, tienes más potencial que cualquiera de mis hombres y, es una verdadera lástima tener que dejarte ir, pero tú sabes, deshacerte de la pareja de tu enemigo te da una cierta ventaja- confesó fríamente.

- ¿Qué? ¿Cómo es que...? -intentó preguntar, pero prefirió forcejear para liberarse.

El cazador no la tuvo fácil en ningún momento, pero, en el instante menos esperado, lo logró.

-¡¡No!! -gritó Hipo con dolor en el momento en que vio como Grimmel lograba herir a la rubia con una puñalada en el estómago.

El hombre había implementado la suficiente fuerza para atravesar la armadura de la chica y en el momento en que vio la sangre emanar, supo que lo había conseguido. Astrid le gritó con rabia antes de propinarle un fuerte golpe en el rostro que lo alejó de ella, para después desplomarse en el piso.

Algunos jinetes de dragones se percataron de la situación, pero por más que querían, no podían acercarse a ayudar a la prometida del jefe, les tenían el camino bloqueado, pero no hizo falta, pues Hipo llegó echo una furia para abalanzarse sobre Grimmel.

- ¿¡Qué hiciste!? -gritó golpeándolo con fuerza.

-Tomaste tu elección, no yo. Preferiste salvar al dragón que a ella, ahora asume las consecuencias- le soltó el hombre quitándoselo del camino tras una nueva explosión a los barcos que ocasionó que todos perdieran el equilibrio.

Haddock se levantó, pero al no ver a Grimmel cerca, se quitó el casco y sin más, corrió hacia su prometida, quién no se había levantado del suelo.

-Astrid, Astrid, Astrid, por favor, háblame- mencionó totalmente desesperado quitándole el casco con cuidado y viendo que la herida en su abdomen era más grave de lo que pensó, pues, había demasiada sangre.

La Hofferson con la visión borrosa, alzó la mirada para enfocar a su prometido y sonreírle tenuemente.

-Mi lady, por favor resiste- suplicó tomándola en brazos, pero sin tener la fuerza para levantarse junto con ella, pues las lágrimas habían comenzado a correr por su rostro.

-Perdón Hipo- susurró con dificultad.

-No, tú a mí, perdóname. Pero vamos, resiste que ya mismo voy a llevarte con los curanderos- indicó estando dispuesto a abandonar la misión, pero no veía a ningún dragón disponible para que les ayudaran.

-Hipo, es tarde para mí; no voy a lograrlo- intentó persuadir acariciándole la mejilla con la poca fuerza que le quedaba.

-¡¡No!! no te atrevas a decirme eso, no puedes morir y dejarme solo- cortó rápidamente mientras trataba de detener el sangrado a como fuera.

-Babe, escúchame- suplicó la Hofferson, haciendo que el lloroso Hipo la mirara por un segundo a los ojos- no te culpes por esto, ni estés triste mi amor. Vive la vida que mereces; yo estaré bien.

- ¡¡¡No!!! yo solo quiero estar contigo, no puedo seguir sin ti; eres mi vida entera; te amo- insistió mientras la batalla seguía dándose a su alrededor, al igual que las explosiones, pero eso dejó de importarle a Hipo desde hacia rato.

-Yo también te amo Hipo Haddock... -alcanzó a decir a medida que podía sentir como su cuerpo dejaba de responderle.

Trató de mantenerse despierta, pero poco a poco la oscuridad la envolvió y, con las pocas fuerzas que le quedaban, escuchó como Hipo le suplicaba entre lágrimas que le siguiera hablando mientras la zarandeaba.

Cuando el cuerpo de su amada lady cayó completamente sobre él, Hipo con la mirada petrificada, de repente, dejó de escuchar ruido. De repente, dejó de sentir hasta su respiración, porque él, en ese momento, había muerto en vida.

- ¿Mi lady? - susurró con la voz quebrada agitándola con las manos temblorosas. Pegó la cabeza a su pecho en búsqueda del latido de su corazón, no obstante, no lo encontró- ¡¡¡Astrid, por favor despierta!!! ¡¡¡por favor despierta!!! ¡¡¡no me dejes solo!!! ¡¡¡abre los ojos!!! ¡¡¡abre los ojos, te lo suplico!!! -agregó en un grito desgarrador.

Y sin más, se abrazó con fuerza a su cuerpo inerte. Ya no le importaba nada en la vida, ella se había ido y solo quería llorar hasta que la agonía lo venciera y le llevara de vuelta a su lado.

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Haddock despertó de golpe a mitad de la noche con la respiración agitada, con lágrimas en los ojos y con todo el cuerpo bañado en sudor.

No podía ser, esa era la peor pesadilla que jamás había tenido. Y, la sensación era aún peor, pues se sentía roto, incompleto y únicamente con ganas de querer llorar.

Esperaba no despertar a todos con su llanto, pero no podía evitarlo. Aquella pesadilla le había helado por completo, además de destruirlo en mil pedazos, ya que de tan solo pensar que algo así hubiera pasado, no lo habría soportado.

Recién por la mañana era el hombre más feliz del Midgard, pues había anunciado su boda a toda la aldea y, esa maldita pesadilla le arruinó por completo la emoción.

Necesitaba verla, sabía que solo había sido una pesadilla, pero necesitaba sentir a Astrid para consolarse. Así que, se puso su prótesis y sin importarle llevar únicamente una camisa y pantalones, corrió a la tienda de acampar de su prometida.

Al entrar, pudo deleitarse con la bella imagen de su lady en un sueño profundo y, no pudo evitar sentirse culpable por estar a punto de despertarla por una tontería que soñó, pero de tan real que lo había sentido, no le importó hacerlo en lo más mínimo. Se quitó la prótesis y, con cuidado se recostó en la cama.

Despacio abrazó a Astrid por la espalda para pegarla a su cuerpo y, en el instante en que olió su cabello, comenzó a sollozar en silencio.

- ¿Estás bien? -le preguntó la Hofferson adormilada y acurrucándose más en él al sentir su calor.

- ¿Cómo sabías que era yo? -musitó muy apenas.

-Sabes que escucho muy bien tu prótesis- respondió dándose la vuelta para tenerlo de frente, pero sin romper el abrazo que había formado- Babe ¿qué pasó? -añadió preocupada al verlo con los ojos rojos ocasionados por el llanto.

-Una estúpida pesadilla que tenía que ver con lo que reveló Brutilda a Grimmel- dijo por lo bajo antes de ocultar el rostro en su cuello.

- ¿Quieres hablar de eso? -preguntó sutilmente envolviéndolo en sus brazos, además de comenzar a darle mimos en el cabello.

Pero Haddock únicamente negó con la cabeza y sencillamente la abrazó de la cintura con fuerza.

- ¿Te quieres quedar conmigo esta noche? -invitó por decirle algo más, aunque sabía la respuesta. Además que, sabiendo el estado en el que se encontraba su castaño y teniendo una idea de que había soñado, para nada lo dejaría irse.

Así que cuando tuvo un asentimiento de este, Astrid sonrió, además de abrazarlo con más fuerza.

 -Si vuelves a soñar con eso y no me doy cuenta, despiértame ¿de acuerdo? -le pidió en un susurro, pues no lo obligaría a contarle que pasó en la pesadilla. Le daría tiempo para que lo procesara, pues tarde o temprano se lo contaría; así que, simplemente lo consoló.

-Sí, gracias.

Astrid se puso a tararear una melodía para que Hipo se durmiera mientras le seguía haciendo mimos y, una vez que el chico fue presa del sueño nuevamente casi siendo el amanecer, la Hofferson se durmió sin soltarlo de aquel abrazo protector.

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Al momento en que pasaron las primeras horas de la mañana, la rubia, aunque tuviera pocas horas de haber dormido, le bastaban para tener energía. Sin embargo, Hipo no. De cualquier manera, la Hofferson no había dejado la cama, pues estaba cuidando del sueño de su novio, quién durante la noche se había acurrucado en su pecho.

Le acarició aquel cabello que tanto le gustaba, además de las 3 trencitas que siempre le hacía y, pasando un par de minutos más, el castaño empezó a removerse.

-Buenos días Babe- le dijo con ternura dándole un beso de piquito.

-Hola Mi lady- respondió con una sonrisa un tanto avergonzada- perdón por lo de anoche, yo...

-No tienes porqué disculparte; lo sabes- interrumpió suavemente acariciándole la mejilla.

-Aun así, perdón. Vine a invadirte sin más en medio de la noche y no te dejé dormir.

-No me importa, solo me importa que estés bien... ¿más tranquilo?

-Sí, gracias. Y mejor ya me voy para dejarte descansar- intentó evadir estando dispuesto a abandonar la cama, pero la rubia envolvió las piernas en su cadera, inmovilizándolo por completo.

-No, no te dejaré ir así.

-Pero Astrid, la gente me necesita- intentó razonar.

-Eres su jefe y un buen jefe trabajará hasta que sus manos estén lastimadas y hasta que su espalda esté a punto de romperse, pero de pronto necesita tiempo para sí mismo, olvidarse que es jefe y ser solo una persona- le recordó con una sonrisa.

Ante tal frase, no encontró como contradecirla. Así que se volvió a recostar en su pecho.

-Pero ¿qué excusa se dará por mi ausencia?

-Digamos que el jefe estará indispuesto medio día por un terrible dolor estomacal y, si alguien se atreve a diferir o pensar que es mentira, tendrán que enfrentarse a la furia de la futura jefa de la aldea ¿suficiente con eso? -informó con seriedad para causar más impacto en la excusa.

Hipo tragó saliva, pues su novia realmente podía mostrar un carácter duro cuando se lo proponía y, era tanto, que podía causar terror.

-Más que de acuerdo contigo- aseguró abrazándose fuertemente a ella mientras los cubría de nuevo con la manta.

-Entonces... ¿quieres hablar de lo que pasó ayer o prefieres esperar otro rato? -volvió a preguntar sin sonar insistente, solo estaba preocupada por él, y este lo sabía a la perfección.

-Supongo que te debo una explicación y, creo que puedo digerir un poco más lo que pasó- soltó en un suspiro antes de relatarle su pesadilla, pero al llegar al final, la voz se le entrecortó- y, simplemente te sostuve en mis brazos sin poder hacer algo para que no...

Astrid lo jaló hacia ella para que ya no hablara, pues había entendido toda la historia y, no hacía falta hacerlo sufrir más contándole otro detalle.

-Estoy aquí, contigo y, no me voy a ir- le aseguró en un susurro.

- ¿Me lo prometes?

-Te lo prometo. Soy bastante fuerte y puedo resistir cualquier cosa. Además, te prometí que viviríamos muchas cosas juntos; no me vas a perder ¿de acuerdo?

-Gracias.

-Hipo, prométeme algo.

-Lo que quieras.

-Si vuelves a soñar algo así o no puedes dormir porque algo te atormenta, y aún no vivimos juntos, ven conmigo de inmediato. No quiero dejarte lidiar solo con el dolor- pidió mirándolo a los ojos.

Hipo se quedó hipnotizado por aquel azul profundo que, tardó unos segundos en reaccionar.

-No sé, me va a dar cosa despertarte- aseguró avergonzado.

-Te diré algo para que no dudes en venir conmigo... si me entero que estás sufriendo y no me lo has dicho, por esa semana no habrá sexo.

- ¿¡Qué!? pero si todavía ni he podido disfrutar de aquel preciado momento contigo- expresó asustado.

-Imagínate cómo te iría si una vez que estemos casados, no te deje tocarme por no decirme que estabas mal- mencionó alzando una ceja a modo de desafío.

-No serías tan cruel conmigo ¿verdad? -soltó en un puchero.

- ¿Me quieres probar?

-No, no, no, pero además ¿cómo sabes que quiero tanto que llegue ese momento?

-Hipo, no soy tonta. Te encanta tocarme cada que te es posible, más si es piel contra piel. Por no mencionar que elegiste que nos casáramos en época de pleno invierno para que, por las noches estemos desnudos y abrazados entre las mantas para transferirnos calor- contó con una sonrisa burlona e Hipo se sonrojó a más no poder, puesto que lo habían descubierto.

-Ay dioses- exclamó avergonzado ocultando el rostro en la manta.

-No te avergüences, si pusiste atención a lo que dije, en ningún momento te he querido detener en tu plan malvado- le aseguró quitándole la manta para verlo a los ojos- yo también quiero ese momento tal cual lo estás pensando.

-Menos mal, ya me estaba asustando- dijo risueño antes de acercarse para besarla en los labios.

-La amenaza sigue en pie- aseguró entre el beso- ¿vendrás conmigo cuando estés mal?

-Sí As, te lo prometo. No por la amenaza, sino porque sé que me amas y solo quieres cuidarme- aceptó en un susurro.

-Exactamente, gracias Hipo.

- ¿Y tú vendrás a mí cuando estés mal? -preguntó con curiosidad separándose de ella un poco.

-Siempre lo hago Hipo. No sé si ya te diste cuenta que, todos creen que tengo un corazón de hierro, menos tú, tú conoces cada una de mis debilidades y mi estado más vulnerable. Puedo ser un tanto orgullosa en querer ocultar las cosas en un principio, pero contigo termino rindiéndome- aseguró dándole una sonrisa cálida- pero para ser justos, ya no me resistiré jamás y acudiré a ti a la primera; porque también me amas y te preocupas por mí.

-Gracias, gracias- sinceró antes de volver a besarla con fuerza, a lo que esta le correspondió con gusto.

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Pasando medio día, el futuro matrimonio Haddock-Hofferson tuvo que salir a hacer sus actividades, pues Berk no descansaba jamás. Y aunque Hipo estuvo nervioso de que la gente le reprochara su ausencia, al parecer su lady ya había mencionado la razón por apenas aparecer y, como pensó ella, nadie desafió lo que dijo.

Así que el castaño se concentró en sus tareas, pero una vez que los gemelos pasaron de repente por ahí, este se dirigió a ellos.

-Ah Hipi; mi alumno que está preparado para el matrimonio ¿cómo estás? -preguntó el gemelo.

-Bien, gracias- respondió el mencionado amablemente- Brutacio, me darías un momento con tu hermana, por favor- agregó con seriedad.

- ¿Puedo ir a comer mi almuerzo? -preguntó el chico y al recibir un asentimiento de Haddock, agregó- de lujo, ahí te ves hermana.

Y dicho eso, se fue, pese a la expresión de incredulidad de Brutilda.

-Espero que el tema sea lo suficientemente importante Hipo, como para dejar que ese jack se coma mi almuerzo- pidió la gemela cruzada de brazos.

-Oh, claro que es importante- aseguró con seriedad- mira, yo entiendo que Astrid y tú nunca serán las mejores amigas...

- ¿Y apenas te das cuenta? -interrumpió con obviedad- no me pidas que lo seamos, porque no resultará.

-No quiero eso, solo te voy a pedir que no vuelvas a hacer la estupidez que cometiste antes de la última batalla.

-Yo hago muchas estupideces, sé específico- pidió con ligera burla para divertirse un rato.

-Brutilda, esto es enserio- soltó un poco más molesto- no quiero que por ninguna circunstancia vuelvas a hablar de la vida privada de Astrid y mía con extraños, jamás. ¿Te tengo que recordar cómo funciona el juego de mazas y garras?

-No, ya sé cómo se juega- aseguró con el ceño fruncido.

-La batalla se pierde cuando la pieza de la reina cae, independientemente de si la del rey lo ha hecho o no. Lo que estoy tratando de decirte es que, si andas contando desvergonzadamente a algún futuro enemigo que Astrid es mi esposa o le das alguna idea de que es mi debilidad, la van a lastimar directamente y, yo no voy a soportarlo, mucho menos seguir liderándolos si algo malo le pasa, ¿me entiendes o te tengo que recordar que pasó cuando Viggo descubrió que Astrid era mi debilidad? ¿el intercambio del ojo del dragón por ella te viene a la cabeza?

La gemela parpadeó varias veces desconcertada por lo que escuchó, puesto que no había pensado en eso y con esa perspectiva.

-Solo te estoy pidiendo eso, no más. Por favor, por lo que sea, si quieres por mí, por tu hermano o por lo que alguna vez fue nuestro equipo de jinetes de dragones, por favor- pidió con más calma.

-Lo siento, no lo vi de esa forma; solo trataba de molestar a la rubia, te prometo que tendré cuidado con lo que digo- aseguró después de un rato en silencio.

-Gracias- soltó el castaño en un respiro y dándole un abrazo que no duró mucho- ya puedes irte.

La chica le asintió y corrió para intentar alcanzar a su hermano y que no se comiera su almuerzo, pero de camino allí, se tropezó con unos aldeanos que recién habían recogido la pesca del día. Por lo que cayó de golpe al suelo, al igual que los hombres.

-Malditos idiotas fíjense por donde caminan- insultó la gemela.

-No, tú fíjate por donde caminas Thorston, que torpe eres- contraatacó uno de ellos estando dispuesto a pelear como un vikingo sabía hacerlo.

- ¿Qué pasa aquí? -preguntó Astrid de repente llegando a la escena y extendiéndole la mano a Brutilda para ayudarla a ponerse de pie.

Esta la tomó algo desconcertada mientras los hombres se levantaban por su cuenta.

-Ah, señorita Astrid, es que nosotros... es que ella- intentó decir, pese a la mirada neutral de la rubia.

Y después de que esta mirara a su ex compañera de equipo intentando dar una excusa también por su comportamiento, alzó la mano para tomar la palabra.

-Creo que con una disculpa basta. Así que, vamos, háganlo y todos podremos seguir con nuestros trabajos.

A regañadientes, después de unos segundos, los aldeanos y Brutilda intercambiaron disculpas. Y para cuando estos se fueron, Astrid se giró a Brutilda.

- ¿Estás bien?

-Sí, pero yo pude habérmelos quitado de encima con una pelea sin ayuda.

-Lo sé, pero no bajo mi cargo- le cortó sin más- ten, recolectaron algo de aceite de pescado hoy y bueno, creo que casi nadie le da utilidad más que tú para el cabello- agregó teniendo la intención de entregarle el frasco.

- ¿Tiene veneno?

-No seas tonta, no te haría eso ¿lo quieres o no? -preguntó rodando los ojos.

La gemela lo tomó y después de darle un ligero gracias, Astrid le asintió y se fue. La chica Thorston la observó y, en ese momento entendió lo que quiso decirle la rubia el día anterior sobre que habían cambiado y, tras la petición de Hipo, tomó la decisión de no provocarla más.

No la malinterpreten, el caos y la destrucción junto a su gemelo seguiría existiendo en Berk, pero al menos ya no le llevaría la contra a la lady del jefe. Con ese pensamiento, se fue a intentar salvar su almuerzo, pero no tuvo éxito, ya que Brutacio había acabado con él, pero al menos la chica estaba feliz con su tratamiento para el cabello.

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Pasando cerca de una semana, las actividades no cambiaron demasiado, pero con respecto a la boda, se seguían escuchando un sinfín de ideas, pero Astrid acalló una buena parte al revelar el lugar de la ceremonia y, pese a que Brutacio le mencionó "puedes elegir algo mejor como la reina guerrera que eres", Astrid siguió firme con su elección de querer casarse frente a la nueva estatua de Estoico, la cual había quedado terminada el día anterior.

Y una vez que le explicó la razón al gemelo del porqué eligió aquel lugar, este la entendió y le aseguró que, como guía espiritual de Hipo, eso sería muy bueno para él. Astrid se extrañó de aquel detalle, pero lo dejó pasar debido a que increíblemente Brutacio le estaba resultando ser de mucha ayuda para algunas cuestiones de la boda, pues sin que ella se lo hubiera pedido, había comenzado a anotar ordenadamente cada cosa que debía atender en el día, independientemente de sus labores como futura jefa.

Tras estarla persiguiendo toda la semana mostrándole su lista, la Hofferson terminó nombrándolo su asistente, pese a la mirada atónita de todos.

-Tiene sentido de la moda y parece saber lo que hace, de todas formas, sabes qué voy a consultar contigo todo- le mencionó la rubia a Hipo una vez que le dio la noticia.

-De acuerdo, yo no me opongo a tus ideas, lo sabes- respondió este dándole un beso en la frente.

Así que, al empezar el nuevo día, Hipo se estiró perezosamente antes de salir de su tienda y notar al gemelo acercándose a él.

-Hipi, buenos días ¿cómo te va? -saludó el rubio.

-Ehh ¿bien, supongo? -dijo este sin entender.

- ¿Qué te he dicho de pararte derecho? tu lady no puede ver que te encorvas al caminar- pidió soltándole una nalgada para que se pusiera firme- y deja de caminar como si estuvieras cojo.

- ¡No puedo hacer eso, entiende! tengo una prótesis- externó tomándolo por los hombros.

-Lo siento mi querida Astrid, tu futuro marido es un desastre en cuanto a la caminata- mencionó el chico sabiendo que la mencionada estaba detrás de ellos.

-Eso no importa Brutacio, con la capa no se va a notar- le aseguró la rubia rodando los ojos con diversión- necesito que vayas por Eret para pedirle algo, por favor.

-A sus órdenes- dijo el gemelo antes de salir corriendo.

- ¿Enserio te molesta que camine cojeando? -preguntó Haddock sintiendo como su corazoncito se apachurraba.

- ¿Qué? no, no, eso se lo dije a Brutacio para que te dejara en paz. Yo ni siquiera noto que camines así y si lo haces, no me importa; para mí eres perfecto- le aseguró la Hofferson rodeándolo en un abrazo y robándole un beso.

-Tú me haces sentir como el hombre más guapo y perfecto- soltó risueño.

-Lo eres, créeme que lo eres. Pero bueno, venía a hablar de algo importante contigo.

-Dime que necesitas preciosa.

-Amm ¿vas a querer que use capa como tú? sé que es algo tonto preguntarlo, puesto que solo el jefe la usa, pero Brutacio me dijo que eso más bien es decisión del jefe, que valía la pena preguntarte- contó ligeramente nerviosa.

-Vaya, no sé cómo Brutacio consiguió esa información, ya que solo aquellos que hemos regido lo sabemos- admitió asombrado.

-Te digo que dentro de lo que cabe, sabe lo que hace, pero ¿entonces?

-No sé cómo no lo recordé antes, pero sí Mi lady, vas a usar capa.

-Pero ¿qué significa el usarla o no?

-Si la usas, damos a entender a todos que tienes el mismo poder que yo para gobernar- informó con una sonrisa, haciendo sonrojar a la rubia.

-Pero ¿qué eso no va un poco contra las tradiciones? -preguntó ocultando su sonrojo detrás de su flequillo.

-Nunca las sigo, así que, romperé otra sin problemas- dijo alzándose de hombros- además, tú y yo siempre hemos sido iguales. Por lo que no permitiré que nuestros nuevos títulos alteren ese orden- agregó apartándole tiernamente el cabello para verla a los ojos- pero no te preocupes por eso, yo me encargo de tu capa, porque ni de loco usarás una café como la mía; mereces un color más bonito como tú.

-Hipo, me estás haciendo sonrojar demasiado- soltó risueña abrazándolo para ocultar su vergüenza- gracias por seguir dándome mi lugar.

-Cuando quieras Astrid.

Después de eso, se escuchó un carraspeo. La pareja se separó, encontrándose con un avergonzado Eret y con un Brutacio negando con la cabeza por el hecho de que Hipo siguiera sin pararse correctamente.

-Voy con Eret a arreglar lo de las poleas, ¿bien? -le dijo la rubia a su prometido.

-Bueno, ya sé que no me estás preguntando- respondió este con una sonrisa- solo no vayas a saltar del risco, por favor.

Ante eso, Astrid le negó divertida antes de robarle un beso y luego dirigirse con Eret.

-Que se mantenga alejada hoy del risco, por favor Eret- pidió el castaño con gracia a su amigo.

-Bueno, pero si se enoja, vendrá a desquitarse contigo y no conmigo- le advirtió el pelinegro con humor antes de que él y la prometida del jefe se fueran.

- ¿Ahora que Brutacio? -preguntó Haddock al seguir siendo observado por el gemelo.

- ¿Has pensado pintar tu prótesis para el día de la boda?

-Ay no, ya mejor me voy- sinceró antes de echarse a correr, pues Brutacio comenzó a perseguirlo.

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Hipo siguió su camino lejos de Brutacio y para cuando acabó con sus actividades al anochecer, optó por ir a descansar, pues, había sido un día duro.

La construcción de su nueva casa ya había empezado. Se había asegurado él mismo de dejar despejada la superficie donde se ubicaría la vivienda y después de lijar cada madera de la base, concluyó el trabajo por ese día.

Aún y cuando quisiera construir la casa solo, era demasiado trabajo, por ello, para el día siguiente reclutaría a 5 hombres para que le ayudaran. Pues, el desgaste físico que implicaba para una sola persona, lo comenzó a resentir. La pierna le dolía demasiado, por lo que al instante en que se sentó al borde de su cama, se sacó la prótesis para arrojarla a un costado.

Al observar su muñón, se percató de que este estaba de un tono rojizo y bastante hinchado. Vaya manera de terminar el día; pensó, por no mencionar el dolor en su espalda. Nunca más se forzaría a trabajar tanto.

Cerró los ojos para intentar minorizar el dolor, pero le era inevitable no quejarse por lo bajo con un gruñido de vez en cuando. Y, al estar a punto de quedarse dormido en medio de su molestia, sintió una mano cálida acariciarle la espalda.

Hipo, con los ojos entreabiertos trató de enfocar a quién le estaba tocando, pero con el dulce aroma que invadió su nariz, supo que se trataba de Astrid.

-No, no... duérmete, estás cansado. Yo me hago cargo de ti- le musitó la rubia con ternura al oído- solo ayúdame a quitarte la armadura para poder masajear tu espalda.

- ¿No te importa? -preguntó adormilado mientras se desabrochaba la armadura.

-Sabes que no- aseguró con una sonrisa, además de besarle la mejilla.

- ¿Cómo sabías que estaba aquí?

-Nadie te había visto, así que pensé que ya te habías venido directo a dormir, pero no esperé verte así de adolorido- dijo con un ceño de preocupación.

-Estoy bien...- intentó decir antes de soltar un quejido cuando Astrid le ayudó a quitarse la armadura por completo.

-Sí, como no- respondió sin creerle- tú duerme y yo me encargo de todo ¿bien?

Haddock en ese momento se le quedó viendo con cierta tensión y, Astrid supo interpretar a la perfección aquella mirada.

-Tranquilo, todo está bien- susurró cerca de sus labios, pues sabía que el tema de su muñón a veces llegaba a incomodarlo hasta la fecha.

-Gracias- susurró dándole un beso de piquito antes de cerrar los ojos, pues en verdad estaba agotado.

La Hofferson con eso como señal fue a tomar un cuenco de agua caliente que había traído al ver el estado de su prometido, junto a un trozo de tela. Se sentó al borde de la cama, colocó la pierna de su prometido en su regazo y, con cariño fue levantándole el pantalón para no mojarlo. Puesto que, tras remojar el trozo de tela, comenzó a pasarlo por todo el muñón.

El castaño suspiró de alivio al sentir aquella calidez, sumándole a que las manos de su prometida eran mágicas, pues juraba que se le estaba bajando la hinchazón muy rápido. Para cuando la tela comenzaba a entibiarse, Astrid volvía a meterla al cuenco y, para cuando sus manos quedaron rojas por el agua caliente, retiró la tela para envolver en una manta la pierna de Hipo, de tal forma que conservara el calor.

Al observar que este se había quedado completamente dormido desde hacía rato, se levantó con cuidado para girarlo despacio, de tal forma que quedara boca abajo en la cama.

Tomó un ungüento para dolor muscular y, tras levantarle la camisa, comenzó a darle un masaje. De vez en cuando le daba una caricia a su cabello, y al observar que se había sumido en un sueño profundo, se esmeró más en su trabajo para que descansara lo mejor posible.

Se quedó ahí un buen rato hasta sentir que en su cuerpo no quedaba ni una gota de tensión. Al terminar, le bajó la camisa y, sin más lo abrigó con cariño en más mantas.

-Descansa Babe- se despidió dándole un beso rápido en los labios antes de tomar sus cosas y salir de ahí.

Bostezó con pereza de camino a su tienda de acampar segundos previos a encontrarse con Bocón.

-Astrid, buenas noches ¿sabes dónde se metió Hipo?

-Ya está dormido.

- ¿Tan temprano?

-Estaba cansado, fue un largo día, pero dime ¿qué necesitas? yo te ayudo- aseguró, aunque ya estaba deseosa de ir a descansar.

-Oh, es que iba a entregarle el papeleo que él y tú deben revisar ahora que serán un matrimonio; ahora que serán los jefes del Nuevo Berk.

- ¿Hay documentos para eso? -preguntó con asombro.

-Sí, es normal que se te haga extraño, puesto que no es muy seguido que se firmen evidentemente, ya que, no cambiamos de jefes tan rápido. Tranquila, solo es dejar por escrito algunas cuestiones como por ejemplo: si alguna vez Hipo se ausenta de la isla, saber quién queda a cargo, que pasa si ambos jefes lo hacen, ante un accidente que medidas estipulan, la cuestión de los herederos, rescatar algunos puntos de mandatos de jefes anteriores y cosas así, descuida- informó despreocupadamente.

-Ah, bueno, de ser ese caso es mejor que lo esperemos para ver la información juntos ¿no?

-Sí, tienes razón, le diré que es necesario que ambos los lean y firmen por la mañana, después de desayunar. Nos vemos en el gran salón a las 10 de la mañana a puerta cerrada ¿de acuerdo? solo estará Gothi, Valka, ustedes y yo. Bueno... y algunos cuantos del consejo para verificar que todo sea legal.

-Ehh, de acuerdo, nos vemos a esa hora.

-Gracias, nos vemos Astrid.

Para cuando se despidieron, la rubia logró llegar a su tienda de acampar. Se preparó para ir a dormir y, al estar en la cama, se dijo mentalmente leer todo lo que una jefa se supone debía hacer, pues no quería que la tacharan de rebelde, manchar la reputación de su futuro esposo o no ser digna para el puesto a los ojos de otros líderes, pues sabía que, tarde o temprano, a Hipo le pedirían viajar a alguna otra aldea para hablar de alianzas y demás y, ella desde luego que le acompañaría.

Por eso debía esforzarse en ser la jefa y esposa que Hipo merecía. Con ese último pensamiento, cayó rendida del sueño.

.

.

La boda Hiccstrid está cerca, ya que recuerden que en ocasiones habrán saltos en el tiempo bastante considerables, así que, no desesperen.

¿Hipo sueña cosas muy extremas, verdad? xd

Mejor me voy; nos vemos pronto ;) 

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