Capítulo 10

De las últimas actualizaciones antes de entrar a clases, disfruten UwU. Y atentos que, este simbolito aparecerá (🔥).

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POV. Normal

Hipo estaba harto, harto de tener tantos pendientes estando próximos a la última estación del año. Hacía unos días que fue el cumpleaños de su madre, donde Astrid y él apenas y pudieron disfrutar de la celebración, ya que, las necesidades de la aldea aumentaron de pronto.

El castaño se estiró sobre su silla con frustración mientras arrojaba el lápiz de carbón sobre el escritorio. Estaba a nada de ser media noche y ahí estaba él, trabajando sin parar, pero no podía quejarse, ya que Astrid estaba en las mismas; se encontraba revisando el censo de los hogares que requerían arreglos ante la llegada del invierno.

-Por cierto, Hipo, es necesario cambiar de comerciante- informó la rubia, quién se encontraba sentada cerca de la fogata.

- ¿Por qué? 

-Bocón me dijo que subió los precios de su mercancía y que bajó la calidad. Sé que el hombre viene desde el otro lado del archipiélago, pero, no es justo. Apenas estamos recuperando nuestra economía como para comprar productos más costosos de lo que Berk puede solventar de momento.

-Fue el único comerciante que conseguí por ahora, Astrid. No podemos darnos el lujo de cambiarlo, el invierno se acerca- respondió en un pesado suspiro.

-Lo siento, pero no estaba de acuerdo en que quisiera venderle a la gente productos de baja calidad. Y eso que aún no llegaba la época de la oferta y demanda por el invierno; porque estoy segura de que hubiera triplicado los precios, sin aceptar contraofertas o intercambios.

-Con eso ¿qué me quieres decir? ¿le dijiste que ya no volviera? -preguntó mirándola con el ceño fruncido.

-Fue lo mejor.

- ¿Y por qué ni siquiera me consultaste para esa decisión?

-Tú tampoco me consultaste por lo del camino de agua que se abrirá para el cultivo- devolvió empezando a mostrarse enfadada.

-Era una decisión rápida, no podía correr hasta el otro lado de la isla para decírtelo- se defendió alzando ligeramente la voz.

- ¡Y yo no te lo reproché, te dije que estaba bien! fue el mismo caso, no iba a correr del puerto hasta el gran salón para decirte, ya que el hombre tenía que irse. Y hubiera sido peor que volviera a dar el viaje hasta aquí para simplemente darle las gracias por sus servicios.

-¡¡Maldición Astrid, no es lo mismo!! ¿¡De dónde carajo vamos a sacar a otro comerciante ahora!? -soltó ya enojado, pues de repente sintió bastante presión en los hombros.

Uy, aquel tono de voz sí que había calado a Astrid por completo, tanto que, se levantó arrojando sus papeles sin miramientos para caminar hasta estar delante de él mirándolo amenazadoramente.

-¡¡En primer lugar, baja el tono de tu voz, porque a mí no me vas a estar gritando solo porque estás enojado con el mundo por tener tanto trabajo!! ¡¡Yo también estoy cansada, tengo sueño y quiero mandar todo al carajo, pero eso no te da el derecho a hablarme así, hijo de trol!! -gritó aventándolo sin intención de lastimarlo, pero sí para hacerle saber que estaba indignada- si me hubieras dejado terminar de hablar, te habrías enterado de que ya conseguí a otro comerciante. No soy estúpida, sé que era riesgoso cambiar de proveedores sin tener un plan de respaldo.

Hipo parpadeó varias veces desconcertado, ya que era verdad, no tenía porqué haberle gritado a Astrid. Debía enmendar su error, pero cuando quiso tocarla para intentarlo, esta le soltó un manotazo.

-Me voy a dormir, estoy agotada, y es estúpido seguir con esta conversación. Para mañana estará lista mi parte del trabajo, no te preocupes, me levantaré al alba a acabarlo- dijo tajante subiendo al segundo piso.

El chico se tocó el cabello con frustración y cuando estaba apagando la fogata para también irse a dormir, Astrid bajó hasta la mitad de las escaleras antes de arrojarle con fuerza su almohada y una manta.

-Ni se te ocurra ir a la habitación que, estoy tan enojada contigo que no quiero que duermas junto a mí- sentenció con frialdad, pese a la mirada dolida que este le mostró.

-¡¡Astrid, por favor!! -gritó corriendo escalera arriba para detenerla, pero no era lo bastante rápido para ello; ya que, solo terminó estrellándose contra la puerta- Astrid, te lo suplico. Hace mucho frío aquí afuera y la habitación de huéspedes no está en condiciones para usarla.

-¡¡Debiste pensar en eso antes de gritarme, imbécil!!

Vaya que su rubia estaba furiosa con él y, no la culpaba. Se había enfadado con ella cuando de nada tenía culpa.

-Perdóname Astrid, tenías razón, enserio lo siento- sinceró pegado contra la puerta, no obstante, no recibió respuesta.

Soltó un puñetazo al portón, pues ahora estaba enojado consigo mismo por lo que pasó, pero sabiendo que su lady no cambiaría de opinión, bajó las escaleras resignado. Se acomodó en el sofá de la sala y pese a no estar cómodo por ni siquiera llevar sus prendas para dormir, la almohada y la manta hacían soportable el lugar.

No le gustaba dormir enojado con su esposa y sabía que a ella tampoco, pero el estrés los había sobrepasado bastante por esa noche. Así que, esperaba que dormir una pequeña siesta, les sirviera para arreglar los malentendidos al día siguiente.

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Astrid por su parte, pese a sentir una opresión en el pecho, se mantuvo firme en no dejar pasar a su esposo a la habitación y, como el cansancio se había acumulado en su cuerpo por varios días, cayó dormida casi de inmediato.

Y, tan solo un par de horas después, se despertó. Se estiró perezosamente para luego ponerse de pie. Se colocó la capa de Hipo, pues era más larga y calientita para aquella madrugada tan fría y sin más, bajó por las escaleras.

Al llegar a la sala, no pudo evitar rodar los ojos con diversión, pues su castaño descansaba en una posición bastante extraña. Al parecer, no se había acomodado para dormir y había terminado con los pies sobre el respaldo del sofá y con la cabeza colgando por un costado.

-Idiota- murmulló antes de tomarlo en brazos y subirlo a la habitación.

Pensó que el castigo había sido suficiente y, ya que ella seguiría trabajando en la planta baja, lo dejaría descansar en la cama. Le quitó la armadura con cuidado, además de arroparlo con amor pese a seguir molesta con él, ya que, después de todo, lo amaba.

Cuando estuvo de nuevo en la primera planta, encendió la fogata para calentar agua en una cacerola, ya que un té de hierbas le vendría bastante bien en ese momento. Y mientras esperaba a que el agua estuviera lista, se encargó de recoger los papeles que la noche anterior dejó caer.

Una vez que sorbió el primer trago de su bebida, se sentó en el escritorio de Hipo para empezar a trabajar.

Pasando unos minutos, la general se dio cuenta de que, su trabajo ya no era mucho, solo que, por tener bastante cansancio acumulado ayer, se había bloqueado y ya no había podido concluirlo. En menos de 1 hora terminó, así como su taza de té.

Se permitió relajar sobre el respaldo de la silla antes de ver el trabajo de su esposo de reojo. No pasaron ni 2 minutos cuando tras masajearse ligeramente el cuello y servirse otra taza de té, decidió también hacer sus deberes.

A decir verdad, tampoco le faltaba mucho, pero el estrés había podido más con él. Y la rubia lo supo en el momento en que, al tratar de leer sus últimas notas, encontró su letra ilegible en algunos párrafos; se notaba enseguida que el chico sí había deseado mandar todo por la borda.

Al terminarse su tercera taza, finalizó la tarea. Después de que estuvieran 3 días consecutivos trabajando sin parar, era hora del merecido descanso; pensó agotada. Y tras ordenar todos los papeles que se llevarían al gran salón en unas horas, se dispuso a sentarse en la sala, cubriéndose con la manta que le había arrojado a Hipo ayer.

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El jefe se despertó babeando y al percatarse de donde estaba, abrió los ojos como plato. ¿Cuándo había llegado a su habitación?, sin embargo, no pudo responder a ese cuestionamiento, pues al mirar por la ventana, supo que ya debían pasar de las 8 de la mañana.

Se levantó de la cama hecho un rayo, pues su trabajo aún no estaba completo y debía terminarlo antes de las 10 am, sino, el consejo le reprocharía que era un holgazán por no cumplir con sus deberes.

Bajó las escaleras casi tropezándose, y al dirigirse a su escritorio, vio que todo estaba ordenado. Y no solo eso, su trabajo estaba finalizado, así como el de su rubia. Se giró despacio y, solo hasta ese momento, la vio envuelta en una manta leyendo un libro mientras comía galletitas.

-Mi lady...

-Yo no soy la lady de nadie- dijo sacándole la lengua antes de continuar con su lectura.

El castaño sonrió tenuemente al percibir que el tono de voz de su esposa estaba relajado, lo que indicaba que su enojo había disminuido, quizá ahora tendría oportunidad de suplicar su perdón. Así que, se acercó despacio hasta sentarse a su lado.

-Siempre serás la lady de mis ojos- susurró bajando su libro con cuidado, pues no quería recibir otro manotazo- y, debido a lo mismo, quiero disculparme por mi comportamiento; lo lamento muchísimo. Sé que lo que hiciste fue correcto y claro que siempre tienes un plan de reserva, no dudaría jamás de tu liderazgo; además que sabes que no necesitas mi aprobación para todo lo que hagas. Ayer simplemente me harté de todo y me desquité contigo; perdóname por favor, soy un idiota- añadió viéndola con arrepentimiento.

-Bien dicen que el primer año de matrimonio es el más difícil- comentó la chica soltando un suspiro antes de dejar de lado su libro- te perdono Babe.

-Gracias, gracias- respondió sonriente lanzándose para besarla- ayer extrañé darte tu beso de buenas noches- sinceró en un puchero triste.

-Y yo extrañé la calidez de tus brazos- confesó acariciándole la mejilla.

-Te prometo que ya no te haré enojar, no quiero volver a dormir solito nunca más.

-Más te vale cariño- advirtió divertida acariciándole ahora el cabello.

-Por cierto, gracias por terminar mi trabajo, no tenías qué...

-Claro que sí; no ibas a acabarlo a tiempo por levantarte tarde, ya te conozco- dijo risueña sentándose a horcajadas sobre él para darle su beso de buenos días.

- ¿Cómo puedo recompensarte?

-El inventor eres tú, que fluya tu imaginación.

- ¿Podemos empezar con un buen desayuno digno de una reina? puedo hacerte el pan con canela que tanto te gusta -preguntó sonriente, a lo que esta le miró con un brillito especial en los ojos.

- ¡Eres el mejor esposo del Midgard! -declaró feliz.

- ¡No, tú eres la mejor esposa del Midgard! -devolvió en el mismo tono antes de ir a preparar el desayuno con renovadas fuerzas, pues, tanto él como ella sabían que, una pelea jamás apagaría la llama del amor que había entre ambos.

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3 meses después...

El tiempo avanzaba extremadamente rápido, pensó el castaño, debido a que el día de hoy era su aniversario de bodas con Astrid. No podía creerlo, hacia un año que se había casado con el amor de su vida, un año desde que tenía una vida perfecta.

Sonrió como tonto enamorado al pensarlo más, pues era de mañana y, extrañamente él se había despertado antes que su lady, por lo que pudo deleitarse con verla dormir acurrucada en su pecho. La mimó un rato cuidadosamente antes de sentirla removerse.

-Buenos días cariño- saludó ella con pereza.

-Buenos días para ti cariño- devolvió agachándose para darle un beso de piquito- feliz aniversario- agregó sonriente.

-Feliz aniversario- respondió emocionada- ¿estás listo para no salir de esta casa en todo el día?

-Oh, pero claro que sí- devolvió en el mismo tono de voz- ¿qué quieres hacer primero?

-Quiero que leamos el discurso que le escribimos al otro como regalo- le dijo con ternura antes de moverse para buscar unas hojas que había guardado en su mesita de noche.

-De acuerdo, yo encantado- aseguró antes de agacharse para tomar su armadura y de ahí sacar su discurso- ¿quieres comenzar?

-Sí, por favor. Ya que en la boda tú empezaste con los votos matrimoniales.

-Pues adelante Mi lady, te escucho.

La chica se acomodó en la cama y, tras asegurarse de que su esposo la miraba atentamente, se aclaró la garganta para leer.

-Cuando se ama, no cabe duda de que todo es posible. Hoy hace un año que nos unimos en matrimonio ante los ojos de los dioses, Babe, y solo puedo decir que, soy inmensamente feliz desde entonces. Eres mi mejor amigo, mi confidente y el amor de mi vida; no puedo imaginarme un mundo sin ti. Te confieso que, muchas veces por la noche, despierto pensando en ya ver la belleza de tus ojos esmeralda que me transmiten tanto amor con tan solo un pestañeo que, termino sonriendo en la oscuridad. Y hoy, vuelvo a reforzar mi promesa que te hice un año atrás... compartiré tus alegrías, penas y te consolaré en los momentos de necesidad. Te cuidaré y mantendré a salvo tus esperanzas y sueños; todo lo que es mío, es tuyo. Te prometo que te seguiré dando mi mano, mi corazón y mi amor sin dudar, incluso cuando crucemos las puertas del Valhalla, porque mi amor por ti es infinito. Por siempre tuya, Astrid Haddock.

Cabe decir que, tras ese discurso, la rubia vio a su esposo limpiarse la nariz, así como tallarse los ojos, pues inevitablemente aquellas palabras llegaron directo a su corazón.

-Ay Astrid, fue hermoso, yo... estoy sin palabras. Me encantó, muchas gracias- atinó a decir apenas, pues un nudo en la garganta le impidió seguir hablando.

La rubia se enterneció, por lo que se abrazó a él con fuerza para que se relajara y, una vez que ocurrió, este respiró profundamente para ahora ser él quien leyera su discurso.

-Hace un año que nuestras vidas se volvieron una sola, y sin duda no me equivoqué; eres la persona que me hace feliz; la que le da sentido a mi vida. Eres aquella persona que siempre tengo en la cabeza a cada minuto del día y noche, por la cual me arriesgaría a dar todo con tal de que estuvieras bien; por la que mi corazón late con fuerza cada que te miro a los ojos y, eternamente serás mi primer pensamiento al despertar. Siempre te lo he dicho, desde hace años, me diste el regalo más hermoso del mundo, tú; que tú estés aquí conmigo, ese es el mejor obsequio. También debo darte las gracias por todo lo demás que me has dado: tu compañía, apoyo, comprensión y presencia, a cambio, yo te prometo que velaré por ti hasta más allá de la eternidad, protegeré y apoyaré, porque eres el amor de mi vida, te amo con toda mi alma. Atte. Hipo Haddock.

La rubia asimismo se enterneció con aquellas palabras, tanto que, cientos de lágrimas resbalaron por sus mejillas.

-Ay Hipo, muchas gracias; fue perfecto y precioso- dijo antes de aceptar el abrazo que este le ofreció.

Y ahí estaban los dos, llorando como dos niños pequeños. Pero, no podían culparlos, eran afortunados de contar con un amor inigualable para disfrutar por más allá de toda una vida.

Al recuperar la compostura, rodaron en la cama compartiendo besos y caricias que fueron despertando cada uno de sus sentidos y, cuando la chica soltó el primer jadeo, Hipo tomó el control de la situación.

(🔥) Se posicionó sobre ella para besarle el cuello y clavícula con deseo mientras le quitaba la camisa que llevaba puesta; la que por cierto era suya, pero no había mayor problema, ya que con cualquier prenda que usara su esposa, se veía irresistiblemente hermosa.

Una vez que le descubrió los pechos, se concentró en jugar con cada uno mientras Astrid arqueaba la espalda al disfrutar de las maravillas que podía hacer la lengua de su esposo. Así que, mientras este seguía ocupado en su tarea, ella se enfocó en desatarle el pantalón para estimular lentamente su miembro.

Y, sonrió victoriosa al escucharlo gruñir, no obstante, aquel instante no le duró mucho, pues tuvo que soltar un gemido debido a que Hipo había decidido jugar con su entrada casi de manera inocente. Pero, no estando dispuesta a perder aquella batalla, rotó posiciones hábilmente y, sin dejar que hiciera algo más, tomó su miembro para introducirlo en ella antes de mover sus caderas. Y mientras él disfrutaba de los movimientos circulares que llegaban hasta su zona más sensible, Astrid terminó por quitarle la camisa.

Las estocadas se hicieron más rápidas al momento en que él la sujetó por los glúteos y la hizo pegarse más a su cuerpo. Y a la vez que seguían moviéndose, se daban placer tocando cada centímetro de piel para que los gemidos los acompañaran en el acto, como una dulce melodía.

Al llegar al clímax, sus cuerpos se estremecieron y, Astrid cayó rendida sobre el pecho de Hipo tratando de regular su respiración. Al salir de él, soltaron un jadeo al unísono por última vez antes de que ella se posicionara a su lado para también dejarlo respirar (🔥).

-Dioses, esta es una hermosa manera de iniciar nuestra celebración de aniversario ¿no lo crees cariño? -dijo él mientras la abrazaba y pasaba la mano lentamente por su cuerpo desnudo- ¿As?

-Ah perdón, sí. Es maravilloso- le dijo ella con media sonrisa acurrucándose en su pecho y dejando que la tocara cuanto quisiera.

-Oye ¿qué tienes? no te ves muy feliz- preguntó tomándola por el mentón.

-Lo estoy, soy muy feliz cada que hacemos el amor. Es solo que, iré a ver a Gothi estos días...

- ¿Por qué? ¿Enfermaste o qué tienes? -comentó angustiado.

-Voy a una consulta. No te dije nada antes ni a nadie porque quería que fuera un secreto... voy a un chequeo para saber si la del problema soy yo, Babe- confesó con un toque de tristeza en su voz- es mejor saberlo ahora.

- ¿Estás segura? ¿Quieres que vaya contigo? -preguntó, pero recibió una pequeña negación- bueno, como desees. Solo, no te culpes por nada ¿de acuerdo? sea cual sea el diagnóstico, permaneceré a tu lado.

-Gracias cariño- sinceró dándole un beso de piquito.

-Por nada Mi lady- devolvió brindándole una sonrisa reconfortante, pues podía ver el miedo en sus ojos al pensar que podría recibir una mala noticia. 

Ya que, vaya que la gente seguía insistiendo en que cuanto más tendrían que esperar para que el heredero de Berk se procreara. Astrid soportaba mejor las críticas, pero le molestaban cada vez más, por lo que, hacerse ese chequeo le dejaría con mayor seguridad de lo que pasaba. Si el problema era ella, era él, o que simplemente no habían tenido suerte hasta ahora.

Pero, estaba realmente nerviosa, debido a que sabía que era mucho más probable que la del problema fuera ella. Por ello, Hipo le insistió en que no se culpara ni preocupara por nada.

Sin embargo, dejó esos pensamientos de lado para disfrutar de su aniversario. Se puso de mejor humor, lo que ocasionó que el chico se contagiara y una vez que se bañaron juntos, disfrutaron de una rica merienda, para luego bailar "En la Danza y En los Sueños" a manera de recordar su primer baile como marido y mujer.

En la tarde se sumaron tarros de hidromiel, risas y anécdotas de la infancia frente a la fogata de la sala estando únicamente cubiertos por una enorme manta. Ya que, hacia pocos minutos que habían vuelto a hacer el amor. El día terminó con la pareja viendo la puesta de sol desde un pequeño balcón que tenían en su habitación y con una cena alumbrada de velas aromáticas.

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2 meses después...

Astrid en todo ese tiempo estuvo relativamente más tranquila, debido a que Gothi le aseguró que era una mujer fértil y que no había ningún otro problema con ella como para no quedarse embarazada. Y luego de que Hipo también se sometiera a un pequeño chequeo, se dejó en claro que él tampoco era el del problema.

Únicamente habían tenido mala suerte.

Pero, aun así, Astrid optó por ir unas cuantas veces más con la curandera a manera de tener mayor información sobre los días en que era más fértil para tener relaciones con Hipo en la espera de que, una semillita por fin entrara en su óvulo.

De hecho, justamente esa mañana, la jefa había decidido ir con la mujer, pues, desde inicios de semana sufría dolores de cabeza constantes, además de pequeños mareos al levantarse de la cama. No quería ilusionarse antes de tiempo y mucho menos a su castaño, pues precisamente la semana entrante era su cumpleaños número 23 y sería una pésima sorpresa el darle una noticia falsa.

Por ello, había actuado como si todo estuviera bien; ni siquiera se había atrevido a contarle algo a su madre, tía o Valka. Claro que deseaba estar embarazada; sin embargo, no estaba segura de que fuera a ser una buena madre. A Hipo se le daba natural cuidar a los niños, pero en su caso no lo sabía, nunca se había fijado en esos detalles hasta ahora. Pero fuera como fuera, tomaría la noticia con el mejor de los ánimos, ya que ese era el destino que querían regalarle los dioses; ya después se preocuparía de las cosas secundarias.

Al entrar a la choza de Gothi, Astrid respiró profundamente y luego de saludar a la mujer, le explicó lo que pasaba.

-Sí Gothi, seguimos tu consejo. Hemos tenido mucho sexo, especialmente en mis días más fértiles, créeme, Hipo lleva el registro- informó la más joven sonrojada tras leer lo que la anciana había escrito con su bastón en el suelo.

Y luego de esperar otro poco a que siguiera escribiendo, se sonrojó aún más.

-Pues no sé, yo me veo los pechos normales, pero quizá estén ligeramente hinchados- comentó por lo bajo antes de reír nerviosa por el nuevo comentario de la mujer- ay Gothi, sabes que Hipo es distraído; no creo que haya notado si mis pechos crecieron, él solo... ya sabes, toca y disfruta.

Luego de eso, la curandera hizo unas preguntas más y, tras un minucioso análisis, dio su veredicto final.

Astrid percibió como su presión había bajado, además de sentir un nudo en la garganta al leer las palabras que tanta felicidad y temor le provocaban a la vez... "jefa, por fin está de encargo, felicidades".

- ¿Estás segura? -preguntó con nerviosismo, pero tras recibir un asentimiento, agregó- ay Thor, creo que voy a vomitar, no esperaba que...

La chica fue incapaz de terminar la oración, pues efectivamente terminó vomitando en un balde que le acercó la curandera con rapidez.

-Gothi, ¿podrías mantener esto en secreto? por favor, déjame asimilarlo. En unos días se lo haré saber a Hipo- pidió una vez que se recobró la compostura.

La mujer siendo comprensiva con la futura madre, le asintió, además de darle una palmadita en la espalda. Cabe decir que salió sintiendo su piel erizarse y estando perdida en sus pensamientos, pero al darse cuenta de que todos se dirigían al gran salón para el desayuno, optó por hacer lo mismo.

Saludó amenamente a sus padres, Valka, Bocón y Eret antes de dirigirse a la mesa donde estaban sus amigos, no obstante, al ver lo que estaban comiendo los gemelos, sintió una enorme arcada. Retrocedió sobre sus pasos y, afortunadamente un hombre le llamó para preguntarle algo, haciendo que así, se le olvidaran sus ganas por ir a vomitar.

Ahora que lo pensaba con detenimiento, desde inicios de semana también tuvo náuseas, pero ahora que sabía el motivo por el que se presentaban, fue más consciente de sus síntomas y quizá, hasta estaba provocando que salieran a flote con mayor facilidad.

En fin, tras atender la petición del hombre, observó por el rabillo del ojo que Hipo había entrado al gran salón. Rezó para que eligiera sentarse en la mesa donde estaba su madre, pues no quería oler la comida de los gemelos o eso acabaría mal. Sin embargo, maldijo por lo bajo al ver que había hecho que todos se sentaran en la misma mesa; ya que solo le quedaba esforzarse en permanecer tranquila. Respiró profundamente y, sin más que pensar, se les acercó.

Se sentó junto al castaño y luego de que este le diera un beso en la mejilla, empezaron a comer. Astrid no sabía si eran los nervios de tener a sus padres, suegra, padrino, amigos y esposo en la misma mesa lo que le provocó la falta de apetito, o si era síntoma de su embarazo. Pero de verdad que lo quiso asociar a la primera situación, más porque cuando algunos empezaron a notar que no había tocado la comida, tuvo que verse en la obligación de tomar algo de fruta para disimular.

-Un minuto de su atención por favor, queremos compartirles nuestra última receta que seguramente encantará a cualquier isla- anunció Brutacio felizmente.

-Deléitense con nuestro platillo llamado "trucha a la plancha", acompañada de una salsa de baba de caracol- terminó de informar Brutilda para martirio de la rubia.

Pues si los demás habían hecho muecas por tal comida, si es que se le podía llamar así, imagínense como estaba ella. Aterrada y sumamente asqueada.

-Jefa, talvez quieras ser la primera en probar nuestro platillo- comentó el gemelo con emoción.

-Gracias chicos, pero así estoy bien- dijo la mencionada con amabilidad.

-Vamos, no puedes ser malagradecida. Te hemos dado el honor de ir primero... ¿o qué? ¿eres cobarde para probarlo, Hofferson? -comentó Brutilda con burla para hacerla enojar.

Cobarde nunca, asqueada cada vez más, pensó la mencionada.

Pero, de repente, se le ocurrió una idea estúpida. Estaba segura de que vomitaría en cualquier segundo por el mal olor de la comida, así que, a modo de que nadie sospechara que sus náuseas se debían a un embarazo, optó por sacrificarse para salir ilesa de ahí. Además que le demostraba a la chica Thorston que no era ninguna cobarde.

Se levantó ante la atenta mirada de los presentes, para tomar un trozo del platillo de los gemelos y sin pensárselo mucho, meterlo a su boca. Todos soltaron un grito ahogado mientras que los gemelos sencillamente le aplaudieron.

¡Dioses! sabía peor de lo que olía, pensó la rubia antes de tragar con pesadez.

- ¿Y bien? ¿Sabe exquisito? -preguntó Brutacio con ilusión en su voz.

Pero antes de que Astrid pudiera darle una respuesta, dio media vuelta para salir corriendo del gran salón, pese a escuchar como gritaban su nombre. Corrió con todas sus fuerzas y, al llegar al cuarto de baño de su hogar, vomitó cuanto más pudo.

-Dioses, esto será más difícil de lo que pensé- lamentó la rubia en voz alta una vez que terminó- denme fuerzas...- agregó antes de sonreír ligeramente al escuchar el sonido del metal golpear contra la madera en el piso inferior.

- ¡¡Astrid!! ¿¡Dónde estás Mi lady!? -preguntó Hipo de forma histérica subiendo las escaleras a toda prisa antes de intentar entrar al baño, sin embargo, la puerta estaba atascada- ¿¡Astrid!? -añadió golpeando el portón con fuerza.

-Estoy bien Hipo, vete; no entres que hay un desastre aquí- le pidió amablemente mientras se sobaba la cabeza, ya que le daba vueltas.

-¡¡Pero Astrid, no puedo dejarte así, eres mi esposa!! ¡¡Déjame entrar!! -exigió intentando forzar nuevamente la entrada, pero la chica le siguió impidiendo el paso.

-Hipo, hay vómito por doquier, no entres; es lo mejor- pidió una vez más mientras comenzaba a limpiar el lugar.

-Prometiste no ocultarme nada, dijiste que siempre acudirías a mí para cualquier cosa- reprochó sin detenerse a forzar la perilla.

Golpe bajo, pensó la rubia. Ya que era verdad, le había prometido no ocultarle esos detalles. Tras soltar un suspiro de derrota, dejó de ejercer fuerza en la puerta.

El castaño ingresó de inmediato, sorprendido de que sus palabras causaran el efecto deseado y, apenas Astrid intentó mirarlo a los ojos, tuvo la necesidad de vomitar nuevamente. Sabía que ahora lo hacía por el experimento de los gemelos y no por su embarazo, pero de igual forma, era horrible.

Aunque, suspiró de alivio al sentir como su esposo le masajeaba la espalda, además de sujetarle el cabello con ternura. Y, cuando de verdad sintió que su estómago ya no tenía más que devolver, se dejó caer agotada, pero el chico inmediatamente la tomó en brazos para ponerla de pie. La sostuvo para que se lavara la boca, y después, la llevó cargando a la cama.

La recostó con cuidado y tras sentarse a su lado, le acarició la mejilla.

- ¿De verdad estaba tan mal el experimento de los gemelos? -preguntó él con preocupación de que enfermara.

-Sí, lo peor que he probado en mi vida- aseguró avergonzada por la escena que montó.

-Que no te dé pena lo que pasó allá adentro, dijimos que estaríamos para el otro en la salud y en la enfermedad- recordó con dulzura besándole la frente.

-Gracias Babe.

- ¿No quieres que te acompañe con Gothi? ¿Qué tal que es otra cosa?

-¡¡No!! -gritó con demasiada fuerza, tanto que, lo asustó, así que se aclaró la garganta para corregir su error- digo, ya fui en la mañana y me dijo que todo estaba en orden conmigo. Esto solo debió haber sido por esa comida.

- ¿Segura Mi lady?

-Sí, sí, ¿por qué te mentiría? -dijo con una sonrisa nerviosa.

-Supongo que tienes razón- mencionó alzándose de hombros antes de sonreírle- pero, si llegara a pasarte algo ¿me dirías, cierto?

-Absolutamente, lo sabes.

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Habían pasado unos días más en los que Astrid logró ocultar a la perfección sus síntomas ante sus amigos y familiares, pero no había tenido la misma suerte con su castaño. Oh no, él era demasiado curioso y observador, tanto que, siempre le preguntaba si estaba bien. Y, pese a decirle que sí, Hipo no le quitaba la mirada de encima, más cuando se llegaban las mañanas.

Las náuseas matutinas eran de lo peor y, por más que la rubia se esforzara en soportarlas, terminaba saliendo de la cama a tropiezos para vomitar. Ese día por la mañana fue lo mismo; se despertó con un sabor amargo en la boca y apenas sintió la primera arcada, salió de los brazos de su esposo para correr al baño.

Odiaba vomitar y esperaba que ese síntoma desapareciera pronto, lo anhelaba.

- ¿Cariño, estás bien? -preguntó Hipo llegando para sujetarla por la cintura y que así pudiera limpiarse sin perder el equilibrio, pues vaya que estaba mareada.

-Sí cariño, gracias- respondió ella recuperando su postura- y antes de que me digas algo, no, no te preocupes, ya fui con Gothi y dijo que estoy bien.

-Pero As, no es normal. Además que ayer me pediste que hiciéramos el amor hoy...

- ¿Y eso que tiene que ver? -preguntó extrañada.

- ¡Se supone que tienes la regla! -dijo sintiendo un tic en el ojo, pues le estresaba no saber que tenía su esposa.

Astrid abrió los ojos sorprendida, pues era verdad. Se suponía que no podrían tener sexo si "nada pasaba con su cuerpo", pero debido al embarazo, su periodo se había ido. Solo pudo darle una sonrisa sintiéndose estúpida por olvidar aquel detalle.

-Uy, que tarde es ¿no crees? -mencionó de repente cambiando de tema para arreglarse el cabello- acuérdate de que hoy debemos acabar con el problema que causaron las ovejas de Abono para mañana tener todo el día libre; después de todo, es tu cumpleaños.

-Astrid, no hagas como que no pasa nada- pidió sujetándola por los hombros.

-Hipo, te juro que no me pasa nada; lo juro ante los dioses; estoy bien; confía en mí.

-Lo siento, pero no me convences. Pasado mañana vamos a ir con Gothi lo quieras o no.

-Ay, pero no es necesario- intentó tranquilizar mientras abandonaban la habitación para bajar a la cocina.

-No importa, entiende que yo necesito que Gothi me diga que estás bien- sinceró a la vez que preparaba el desayuno.

-Bueno, como digas Babe- dijo rendida para que ya no se estresara, más porque sabía que no necesitarían ir con la curandera, ya que mañana, Hipo sabría que finalmente estaba por convertirse en padre. 

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¿Bonito, no? UwU

Pues, a ver, creo que sí quedan 3 capítulos de este libro por ser publicados, así que, espero que los disfruten muchísimo, ya que los escribo con todo el amor posible <3.

Nos vemos pronto ;)

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