Extrañando lo que nunca fue
Las flores son muy hermosas, al menos físicamente y han cautivado a tantos artistas en todo el mundo con la belleza que emanan, pero todo tienen un costo, y el de ellas es uno muy alto: efimeridad.
El tiempo me ha enseñado que el peor enemigo con el que te toparás en toda tu vida es uno mismo. Los demás solo le dan cuerda pero ya es decisión de uno si convertirlo en su nemesis o su aliado.
No sé que maña tenemos todos los seres vivos de querer ser algo que no somos, y tampoco sé cual fue el error que cometí en la crianza de Delfinia para haberla perdido de la forma mas lenta y dolorosa posible. No me malinterpreten, su muerte fue rápida e indolora, pero incluso meses antes de su partida ya sentía que se me estaba escapando de las ramas.
Los jóvenes son muy complicados.
Hice todo lo que me prometí nada más floreció, favorecida por los tallos más azulados y rebozantes con los que me había topado, el campo que alguna vez fue de lavandas atrajo animalitos otra vez del puro gusto e incluso creo que un rosal creció por aquí cerca, me fue imposible saberlo por la distancia en la que se hallaba; yo la protegí del verano más intenso y el invierno más cruel, yo la proveí de proteínas cuando ella no podía hallar las suyas, yo la entretuve con las historias más afables y le demostré en todo momento lo encantado que estaba con su presencia, pero para Delfinia no era suficiente, ¡ella era el delfinio más curioso del planeta! Siempre interrumpía mis relatos para que le aclarara cualquier duda, y así fue por muchos años.
Señor Fresno ¿por qué las aves vuelan al sur en el invierno?
Porque no son capaces de soportar el inmenso frío de la zona y buscan áreas más cálidas.
Señor Fresno ¿por qué no crecen más plantas aquí?
Porque los pájaros, que son los que expulsan semillas junto con el viento para traerlas aquí, no transitan demasiado nuestro campo.
Señor Fresno ¿por qué hay conejos viviendo debajo de entre tus raíces?
Porque lo vieron como el lugar más apto para crear su madriguera.
Señor Fresno ¿por qué usted no tiene pétalos como yo?
Porque pertenezco a una rama de árboles que no produce flores, y la única forma de que un árbol tenga pétalos es si produce flores.
Señor Fresno ¿por qué solo tengo dos hojitas y en cambio usted abunda de ellas?
Porque eres una flor y las flores producen más pétalos que otra cosa, si creces lo suficiente pronto brotarán más.
Señor Fresno ¿por qué soy una flor y no un árbol?
Y ahí los problemas, los cuales ya daban pista de estar presentes, salieron a la luz.
Delfinia quería, no, no, ¡necesitaba! ser un árbol, era su sueño dorado. Quería ser grande, quería tener muchas ramas y muchas hojas, quería que los pájaros construyeran sus nidos en ella, quería que los roedores habitaran en sus raíces, quería ser un árbol con todo su ser, y más.
Al principio no le di mucha importancia, era su sueño, ¿y quien era yo para impedirle soñar? Así que dejé volar su imaginación todo lo que se antojara, halagando sus hojas color celeste y su gran tamaño, insinuando que las abejas era pájaros y las mariposas conejos, jugando sanamente a que podía ser lo que quisiera, pero para ella no era un juego, ya no, y empezó a arrancarse los pétalos.
Traté de convencerla de que algunos árboles nacían como flores, que sus pétalos eran hojas pintadas de azul cielo e incluso que su tallo ya se estaba endureciendo, pero ambos sabíamos que no era del todo cierto y Delfinia se odiaba tanto por ser lo que era que a veces hasta el néctar se quitaba de la rabia.
Delfinia ya no quería oír más historias ni saber nada del nido de golondrinas y la familia de conejos de los que tanto me había contado durante la temporada, solo ser un árbol, nada le importaba más.
Deshacerse de su polen y sus pétalos así como así era algo muy peligroso, podría terminar muy herida o incluso en una de esas romper su fino tallo, aunque claro, se regeneraría en unas cuantas primaveras pero, sería muy doloroso de todas formas.
Mi pobrecito delfinio se negaba a oírme, convencida de que era una completa abominación y que yo tenía la culpa de que yo fuera un árbol y ella no; por mucho tiempo traté de hallar un mejor adjetivo negando que este fuera el adecuado, pero ahora sé que lo es: celosa, ella estaba celosa.
No me dirigía la palabra y se mantenía atrapada en sus pensamientos, pero yo la seguía defendiendo de la fuerte resolana, la lluvia y el viento, lamentablemente se me escapó un detalle:
Las aves.
A penas iniciaba la primavera, Delfinia no se había cerrado por falta de pétalos por lo que estaba muy débil, y seca, estaba tan seca tanto por dentro como por fuera que parecía una astilla, o bien una rama.
Y eso fue lo más cerca a un árbol que se sintió jamás, estaba tan feliz, lo veía en su postura de alivio y derrota, y por primera vez en mucho tiempo sentí calma, porque si ella estaba bien yo también podía estarlo, y todo fue alegría por fin, pero como todo en esta vida, no duró mucho, porque antes de caer vencida un ave la arrancó de la tierra y la llevó a su nido.
Ocurrió muy rápido, tanto que tardé unos segundos en darme cuenta de lo que había pasado.
Al principio sentí como si me hubieran arrancado a mi de la tierra, me sentí muerto, tan muerto que hasta la visión se me había nublado y el aullido del viento se oía tan lejano... Fue un vacío tan profundo que pronto se convirtió en lágrimas y dolor, mucho dolor, como un océano completo de agonía pura ahogándome a mi mismo.
Me da mucha nostalgia mi ingenuidad y lo que pudo haber sido ese pequeño tallo azulado asomándose en la tierra ¿y saben que es lo peor de todo? Que incluso antes de fallecer ya la extrañaba, por lo que no había dejado ningún recuerdo ni deseo que me hiciera añorar su presencia, porque, sin darme cuenta, ella ya había muerto nada más nacer.
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