Capítulo 14
Si algo tenía claro el senador Clímaco en los asuntos de mayor riesgo, era el lema de: «no dejar cabos sueltos». Una lección básica de subsistencia que la había interiorizado años atrás y que les recalcaba a sus congéneres. Lo acontecido en el Congreso con la arremetida de Nairobi y su citada experiencia en Derecho Informático que los dejó fríos, puntualmente, cuando mencionó a los famosos hackers, fue una estocada que los puso en alerta. «La herida delicada no resiste suturas», aseguraba cuando se presentaba un traspié significativo, lo que inducía a pensar en una decisión forzosa. Algo con lo que no contaba Gregory, cuando su cerebro que ya computaba suficientes órdenes de captura de por medio, era una bomba nuclear a pequeña escala con alcance de deslealtad y crimen político internacional. Sabía demasiado para dejarlo vivo.
Lo que jamás imaginó, es que fuera precisamente la singular pizza a domicilio de mediodía, la tradicional de peperoni con adición de champiñones, la que explotara su prodigioso cerebro acabando con la ola de crímenes informáticos a su favor. Al parecer, alguien le adicionó un nuevo ingrediente demasiado explosivo. La noticia fue anunciada como un asesinato premeditado al Zar de la web, posiblemente, por alguno de tantos afectados que tenía pendientes que cobrarle al famoso hacker.
Luego de que intentaran cínicamente descabellar a Lucía en el Congreso, Nairobi quedó molesta e inquieta, con el supuesto ensayo escrito por su amiga en los términos expresos por Rufino. Pero más perturbadora fue la ofensa, cuando Rufino trató de relacionar el incidente del bar que en lo absoluto no tuvo nada de nocivo, con la extraña aparición del documento, donde ella, supuestamente, desacreditaba al gobierno nacional. La estaban ridiculizando y convirtiendo en enemiga pública.
Intentó en vano recordar lo que su amiga le comentó aquel día viernes respecto a los porcentajes y la influencia de los grupos armados, pero la nebulosa de la injusticia que estaba percibiendo, no la dejaba pensar con claridad. Buscó en documentos sin saber lo que realmente buscaba. Abrió cada cajón del escritorio con la idea de hallar alguna pista. Leyó los correos que le envió Lucía en los últimos seis meses antes del secuestro, especialmente, aquellos que tenían archivos adjuntos, pero nada. Nada que fuera una señal de indulto a lo que estaba ocurriendo.
El sonido de un mensaje emergente a través de la red, llamó su atención. Desplazó la silla hacia el frente de la pantalla del computador de mesa y visualizó el cuadro informativo, que de inmediato leyó: «No olvidar el mantenimiento a la red de computadores que se hará hoy a partir de las seis. Se les recuerda dejar el equipo de cómputo encendido y no dejar conectado ningún dispositivo o USB a la CPU».
—¿USB? ¡Oh, por Dios!
Nairobi reaccionó como si el mensaje hubiera sido la clave para la solución de un problema, y convertido en anzuelo la hubiera agarrado de los hombros bruscamente.
—Cómo no lo había pensado antes —expresó.
Corrió con la prontitud de un telegrama y un suspiro sofocando en su garganta; fue directamente al perchero donde estaba colgado el bolso. Abrió cada bolsillo y lo esculcó con la diligencia de un detective. Repitió una vez más la tarea. «No está acá». Lo pronunció con voz desalentada retornando el bolso al perchero. Abrió el pequeño cajón del escritorio donde guardaba el llavero que contenía las llaves del carro, y lo tomó. Se dirigió al vehículo estacionado en el sótano. Observó en la guantera sin hallar lo que pretendía. Sin más opción, encendió el vehículo y se dirigió a la casa.
La prisa aún no terminaba. Ya en su casa fue directo a la habitación —Zuala no dejaba de ladrar y ovacionar a su ama—. «Ahora no, Zuala, estoy ocupada», dijo, y como si hubiera entendido el mensaje, retornó a holgazanear sobre su pequeño cojín rosado en un rincón de la sala. Nairobi abrió una puerta del closet y ubicó el bolso entre una modesta colección de diseños y colores variados, artesanales y hechos a máquina dispuestos sobre los entrepaños. Revisó cada uno de ellos hasta que examinó el bolso vino tinto. «Por fin». Dijo complacida al hallar la memoria de Lucía en el bolsillo estrecho del celular.
Se acomodó en la sala de estar de la casa, donde encendió el equipo de cómputo y verificó la información contenida en el dispositivo. Recorrió cada una de las carpetas, y entre ellas, distinguió la carpeta de música con los temas que no pudieron escuchar en el pasa cintas del vehículo. Continuó la búsqueda leyendo el contenido de los archivos incluidos en cada carpeta. Una tarea laboriosa que exigía suavizar la ansiedad para pensar con lógica. El tamaño de la memoria de dieciséis gigas, suponía información robusta que Lucía sabía administrar; al parecer, eran demasiados los archivos y apuntaba a que todo era importante. Respiró profundo, giró suavemente el cuello para disminuir la tensión y recordó que aquella noche, ante su insistencia en salir a disfrutar de un poco de música, Lucía le comentó: «...déjame pulir el último párrafo de este escrito», que susurró entre dientes mientras lo recordaba...
»Dijiste que era algo personal, nada relacionado con un proyecto en desarrollo por parte del Gobierno —meditó en voz alta.
Se concentró en identificar alguna carpeta con características personales, y después de un buen rato, lo logró. La carpeta titulada: «Personal», contenía a la vez subcarpetas, entre las que sobresalía aquella con el título de: «Reflexiones», y dentro de ésta, una lista de dieciocho archivos que organizó por fecha de modificación, entre los cuales, tres fueron modificados el día viernes trece de marzo, dos días antes del secuestro.
Leyó cuidadosamente los títulos: «Nada que ver cuando hay mucho para ver», era el primero. «La violencia es nada ante la grandeza de Colombia», era el segundo, y el tercer artículo: «Dolores de cabeza sin cabeza». Sonaban interesantes y filosóficos. Optó por abrir el segundo archivo: «La violencia es nada ante la grandeza de Colombia». Dispuesto en la pantalla recordó algunas palabras que susurró «porcentajes y violencia por parte de la guerrilla». La intuición martillando en su cabeza le aseguró que era el archivo correcto; precisamente, tenía estrecha relación con lo expuesto por Rufino, aunque en forma adversa, según el supuesto documento original que él atesoraba en sus manos.
Respiró confiada cuando el archivo de Word mostró el título. Bastaba sólo leerlo en su totalidad y analizar hasta qué punto, su amiga Lucía denigraba del país que la vio nacer y la respetaba en su afamada y prometedora carrera política. Hizo una breve pausa y se dirigió al refrigerador para sacar un trozo de pan con queso y un refresco. Un refrigerio meritorio luego del descubrimiento. Además, era necesario tener el estómago lleno para evitar el hormigueo de la decepción en caso de que fuera éste el desenlace. Se adentró en la lectura como quien toma el machete y se abre camino en la espesura de la selva. Acá, era una selva poblada de pensamientos frescos y agresivos, pero nada en lo absoluto amenazantes, y menos ignominiosos que pudieran afectar la moral del país. Nairobi se entretuvo disfrutando en silencio de la riqueza literaria del documento, que por momentos, repetía algún párrafo o pensamiento que la sedujera:
«La violencia es nada ante la grandeza de Colombia. A sólo un susurro de distancia esta Colombia de un mundo obstinado por verla distinta, la que imaginan por el fervor de las noticias, por la ingenuidad de su pecado, porque los comete todos, porque sobrevive en el exilio de los comentarios nocivos, porque ronda el mundo de boca en boca que como lobos hambrientos, quieren devorarla.
El censo del DANE habla de una Colombia con algo más de cuarenta y dos millones de habitantes, en tanto que los grupos armados por enorme que sea su rebeldía, escasamente alcanza el 0,1% del total estimado de la población. Descaradamente la opinión pública internacional, mide la calidad desprestigiando el cuerpo cuando el defecto es de una uña. Golpea la dignidad de una nación por humillar a uno, sentencia a todos por castigar a unos cuantos, ¿acaso, hay que fumigar al mundo entero para acabar con las plagas de una provincia? Las palabras profanas de una lengua, no significa que merezcan ser selladas todas las bocas. Lo que sí es cierto, es la grandeza y humildad del miedo para habitar en cada ser humano colombiano, porque basta sólo uno para crear caos general o engendrar pánico más allá del universo, pero se requiere de todos para recuperar la calma. Una palabra no es el libro ni santiguarse la fe. Así mismo, la violencia con su efecto de dolor que se propaga como una epidemia malsana contaminando todo a su paso, no deja de ser un aspecto de tantos que convergen en el ser humano. Nos sentimos abatidos, sometidos, atemorizados por unos cuantos ante el efecto de la violencia, pero no significa que seamos violentos. El rechazo debe ser como el antídoto, únicamente para la parte enferma, pero la realidad que nutre el mundo es otra: Colombia y los demás. Aquellos demás que imaginan una nación desmembrada y descuartizada cada parte. Que temen oler de su aroma porque advierten veneno, pero se jactan de nuestro café y nuestros productos. Aquellos demás que nos imaginan hostiles por naturaleza, pero codician nuestro don de gente y no lo reconocen. Aquellos que creen conocernos porque nos hacen parte de una guerra absurda y cruel. Aquellos que visionan nuestra conducta porque nos creen iguales por naturaleza, y sólo han oído hablar lo que los noticieros cuentan y los medios especulan. Simplemente, aquellos que desprestigian lo que somos y donde vivimos, porque nos juzgan como una amenaza latente. Nos consideran tan despiadados que es fácil imaginar que maltratamos a nuestros hijos, y que por nuestras calles hay que caminar con cautela porque puedes toparte con algún cadáver en medio, lo que sí ocurre en cientos de partes alrededor del planeta. Se vanaglorian señalando y avergonzando a Colombia, cuando manifiestan abiertamente, ocupar el segundo lugar por número de desplazados a despensas de la violencia. Que sus políticos valen un carajo cuando ocupa el séptimo lugar entre los países más corruptos del mundo, y es el que ofrece los indicadores más altos de violencia interna. Es cierto que estamos ulcerados por la demencia filosofal y la ambición de unos cuantos rebeldes, y que nuestros políticos no son un dechado de virtudes, pero tampoco es cierto que somos un país de problemas que asquea entre las heces, cuando más podridos no podemos estar por los comentarios viperinos y el ultraje de quienes nos difaman y se sacian apasionadamente al hacerlo, lastimando nuestra integridad, sin medir antes, la profundidad de sus heridas y el sinsabor de sus penas. Cierto es, que ningún mono se ve el rabo. ¿Quién para juzgar se ha percatado en saber, qué es Colombia?, vista con ojos observadores, ojos que descubren detalles ocultos, lo que significa y encierra la inmensidad de esta palabra, su pasado, su presente, su futuro y su grandeza; cual es realmente su gente y su valor.
¿Acaso, ya olvidaron que nuestro país es reconocido positivamente en el mundo por la producción de café, las exportaciones de flores y una rica cultura de música y danzas folclóricas? ¿Qué es el único país de América del Sur con costas en el Océano Pacífico y en el Mar Caribe? ¿Qué cuenta con un sistema montañoso andino que la atraviesa y presenta la mayor variedad de clima determinado por la altitud y sus pisos térmicos? ¿Qué tiene desiertos, archipiélagos y es uno de los países con mayores recursos hídricos, donde algunos de sus ríos están considerados entre los más caudalosos del mundo? ¿Qué posee el Macizo colombiano, apreciado por la UNESCO, como una de las reservas mundiales de la biósfera? ¿Qué es juzgado como uno de los 19 países más ricos en biodiversidad del mundo? ¿Qué nuestra Colombia ocupa mundialmente el tercer lugar en especies vivas y el segundo lugar en especies de aves? ¿Qué es el segundo país existente con mayor variedad de mariposas y el primero en especies de anfibios? ¿Qué ocupa un quinto lugar a nivel mundial en diversidad de números de especies de primates? ¿Qué la riqueza de su flora para agradar al universo, oscila entre 40.000 y 45.000 especies de plantas, lo que equivale cerca al 20% del total de especies de plantas a nivel mundial? ¿Qué su vientre alberga más de 50.000 especies de flores y es el primero en variedad de orquídeas? ¿Qué cuenta con un sistema de Parques Nacionales que representa más del 10 % del territorio continental, y que sus 55 áreas naturales protegidas, son muestra de la gran riqueza y biodiversidad del país? ¿Qué aún con su problemática, cuenta con satélites en órbita para desnudar al universo? ¿Qué cuenta con un prestigioso banco de tejidos óseos, con intereses representados en vida, ubicado en la ciudad de Medellín y que a su vez, es pionera en trasplante de órganos, y que es cierto que importantes centros hospitalarios líderes en salud en Latinoamérica, se encuentran en el país como fruto de su esfuerzo? No podemos olvidar que igual desde sus entrañas, se han forjado: políticos, científicos, escritores, artistas, modelos, deportistas y empresarios reconocidos en el orbe. Somos un inocente y esperanzado país católico que respeta ungido con la gracia del espíritu santo y la longevidad del sagrado corazón de Jesús. Pero no somos el umbral de la violencia cuando cada país durante la existencia misma del planeta, ha sido forjador y artesano de sus propios problemas, que no han sido pocos, y que su magnitud ha tocado hasta la simplicidad del himen de nuestra Colombia para ser ultrajada. ¿Y se atreven a medirnos con la misma vara y a tratarnos de violentos?
No crean que el indio sea pobre porque la maleta es de hojas. ¿Qué país, aparte de su cerebro piensa con sus entrañas? ¿Acaso no somos el nido de cientos de turistas eternos que habitan en nuestra tierra? Alemanes, norteamericanos, franceses, italianos, chinos, portugueses, judíos, panameños, sirios, palestinos, venezolanos, árabes, turcos y cubanos, entre muchos otros, vinieron a explorar nuevas oportunidades a estas tierras y al conocer sus encantos, sus leyendas, el potencial comercial e industrial y lo más importante, su gente, se enamoraron de este mágico mundo enclavado en el Caribe y decidieron quedarse para echar raíces. Hoy día, en forma atrevida, el planeta entero quiere colonizarnos cuando, supuestamente, la violencia es el rostro del país».
Reprodujo con gran satisfacción y el pecho henchido de orgullo, la última frase que terminó de cautivarla: «Hoy día, en forma atrevida, el planeta entero quiere colonizarnos cuando supuestamente, la violencia es el rostro del país».
—No sabes lo orgullosa que estoy de ti, amiga —manifestó emocionada—. Bendito sea el día en que se te ocurrió sacar la USB para escuchar música. Hasta debo agradecerle a Ricardo Arjona que te tentó... Ya imagino la cara de ese imbécil de Rufino. Juro que no volverá a amargarme el rato ni a mal juzgarte, amiga. ¿Y hay quienes dicen que Dios no existe? —culminó aduciendo un acto de fe.
Sabía que tenía la evidencia para crucificar a Rufino, sus secuaces políticos, y a todo aquel que se entrometiera con Lucía valiéndose de la difamación. Algo que no esperaban y que, sin duda, le daría un rumbo distinto a la investigación con responsables de por medio. Motivada por un delirio de desenmascarar al malo, se le ocurrió hacer lo propio al pensar en la manipulación del documento. Un gesto de alivio fue suficiente para suponer la primera gran victoria de Lucía Cadenas sobre sus adversarios políticos, totalmente ajena y ausente de lo que estaba ocurriendo. Sin más piedades, consideró prudente proceder a la divulgación del documento a los medios periodísticos, cuando los acusadores tenían la perversidad por almohada para reposar sus mezquinas intenciones. Ya era hora que no durmieran plácidos.
Y en menos de lo imaginado, la evidencia estaba en poder de los medios de comunicación. Una brisa saludable y vengativa aireaba sus pulmones. ¿Quién mejor para crucificar al malo?, debió preguntarse antes de tomar la decisión. Pronosticó que la veracidad del documento sería sometida a pruebas. Y con gusto lo permitiría. Una sonrisa guasona era una obra de arte en su rostro ovalado que opacó con la tragedia de su amiga.
Se cumplía lo que el célebre poeta trágico de la antigua Grecia, Sófocles, filosofaba sobre la perversidad: «Al hombre perverso se le conoce en un sólo día; para conocer al hombre justo, hace falta más tiempo».
La noticia cogió vuelo en el noticiero de medio día con una entrevista directa a la senadora Nairobi Pomas, quien se mostró firme y honesta en su intención de limpiar el nombre de la senadora Lucía. Dio una clara explicación de la fuente del documento original y adicionó a la defensa de su amiga, la justificación de haber sido un acto manipulado, mostrando ante las cámaras, el dispositivo de almacenamiento físico que aceptó facilitar a la fiscalía para la investigación y comprobación de la veracidad de la información.
—Una última pregunta, senadora Nairobi —dijo el comunicador social—. Aunque en realidad... serían dos las preguntas: ¿Qué nos puede contar de característico sobre los documentos? Y la segunda, ¿Qué pudo haber ocurrido para la transformación del documento original en un segundo documento, que aparentemente parecía legal?
—Respecto a la primera pregunta, el documento original, es un documento con verdades ocultas —dijo, con la efusividad de un triunfo tatuado en el rostro—, digno de ser publicado y dado a conocer al mundo por tratarse de un artículo de carácter literario, que Lucía inteligentemente elaboró desde su faceta de escritora. Muy diferente a lo que equívocamente están divulgando con decoro. Un acto que califico de vil e irresponsable, conociendo la situación actual de la senadora con la que el país se siente languidecido. Es claro que hay alguien sucio detrás, manipulando esta injusticia. De hacer un comparativo entre los documentos, se podrá evidenciar cambios de palabras, palabras acomodadas, y mutilaciones de párrafos que le abrieron una enorme grieta a la esencia literaria del ensayo, cambiándole el sentido real de lo que Lucía predijo.
En cuanto a la segunda pregunta —prosiguió— sobre lo que pudo haber ocurrido para la transformación del documento, es algo que desconocemos, pero lo que sí sabemos, es que existen personas expertas con un conocimiento profundo de las computadoras y las redes informáticas. El término hacker, es el nombre corriente con que en la actualidad se designa a los criminales informáticos.
—Se me ocurre una nueva y última pregunta, doctora Nairobi, a menos que con la respuesta haya más indicios para otra —añadió el periodista, interesado—. ¿Con lo que acaba de mencionar sobre los hackers, es posible que lo ocurrido tenga alguna relación con la reciente muerte del Zar de la web?
—Bueno. Siendo abogada, te digo que eso es algo que no me corresponde contestar y menos cuando no sé nada al respecto. La justicia ya nos dirá a su debido momento.
—Gracias, doctora Nairobi por su tiempo —culminó la entrevista.
El tema llegó a oídos de los rehenes enterados de boca de los subversivos. Lucía intuyó dos cosas, que sus supuestos compañeros del congreso tenían algo que ver con su nuevo estilo de vida, y que, como verdaderos roedores, intentaban corroer su imagen y acabar con su carrera política. Resentida y sin más silogismos no vaciló en calificarlos. «Oportunistas desgraciados», fue lo que se escuchó en la prisión.
El prestigioso restaurante en zona del Salitre hervía de políticos acaudalados que se interesaban por alimentar bien sus pecados. Luego de compartir el almuerzo con la ambientación del noticiero del medio día como postre, el momento no parecía tener un final feliz. Parte del menú quedó sin probar, y la sazón, intentó seguir los pasos desaforados de los tres políticos que se marcharon del restaurante como si los estuvieran esperando para un cortejo fúnebre.
Al interior del vehículo de Clímaco, el temperamento sanguíneo del senador sufría cambios severos, que hasta trabó los cambios al arrancar. La ira estaba en su apogeo.
—Cómo pudiste ser tan ¡imbécil!, Rufino —sentenció Clímaco—. Sacrificas al hacker, pero no averiguas primero con él, si la información pudo haber sido copiada en algún dispositivo. La habríamos buscado antes de cometer cualquier error. Ahora intenta pensar como nos saldremos de ésta.
—¡Es sólo un maldito documento! ¿Quién le creerá que es el original?
—Ni los periodistas, ni la justicia son tan tontos como usted, Rufino. Tendrá que pensar en algo más, y pronto. —Rufino se atragantó con el comentario de su amigo—. Afortunadamente te cuestioné sobre ese pedazo de documento, pero como lo defendiste a capa y espada, vas a estar en serios problemas. Creo que te emocionaste demasiado pretendiendo crucificarla de una vez.
—El doctor Melcíades está tan comprometido como nosotros. No creo que esto llegue a mayores —aseveró, Rufino.
—Pídele una cita. Hablaremos con él, y mientras... intenta esquivar a los medios para no hundirnos más en el fango. Aldemar —se dirigió a su otro colega; estaba atónito, y todavía no retornaba del malestar apabullante de la noticia—, averigua todos los detalles que más puedas sobre la información contenida en esa maldita memoria. ¡A buena hora le dieron de baja al condenado hacker! Búscate otro, haz lo que sea, pero bien hecho. ¡No quiero otro estúpido error! Que Rufino te entregue el portátil, haz una copia y deshazte de él. Esa bruja de Nairobi no se saldrá con la suya. Y lo peor de todo, es que no podemos asesinarla así no más. Sería demasiado obvio relacionarla con el incidente de Lucía y a la vez con nosotros.
El celular del senador Clímaco sonó interrumpiendo el nefasto sermón condenatorio, que ya comenzaba a crear ideas desagradables de su actuación en el cerebro del senador Rufino.
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