Capítulo 8: Conviviendo con la rana y el hámster.
Owen.
—Déjame ver si entendí —aclaré mi garganta, temblando un poco por el viento de la madrugada—. Lo iban a sacrificar porque los circos ambulantes no necesitan que estén pasados de años. Así que el burro...
Continué mirando el cielo despejado que me recordaba los días en que acampaba con mis padres. Tenía tiempo sin ver las estrellas, las prisas me habían quitado el gusto de perder el tiempo solo viéndolas. De perder el tiempo en general.
De verdad tengo mucho sueño.
—Lo llevé hace unos días con mis padres... e-en el campo... —Formuló con esfuerzo, observando lo mismo que yo.
Era un tanto gracioso. Su cabello verde me daba cosquillas pues nuestras cabezas chocaban por el espacio reducido del balcón. Nuestras piernas también estaban por fuera para que no nos estorbáramos más.
—Ah... ¿Eres del campo? —bostecé, soltando la liga de mi cabello para que no me incomodara más—. Yo siempre he vivido aquí. Me gusta la ciudad.
—Mi fa-familia es de lecheros, pe-pero les gusta la agriculturaaaa... —Bostezó también, dándose leves golpes en la mejilla para calentarse.
—¿Te pegaban o algo así?
Qué carajos acabo de preguntar...
—¡¿Eh?! ¡¿P-Por qué?! —Su giro repentino hizo que su cabeza chocara con mi barbilla, haciéndome gritar—, ¡Ah, pe-perdón!
—No, es... está... ¡¿Por qué te alejas como si yo fuera un insecto?! —Clamé asustado al verlo arrinconarse entre las escaleras.
Su rostro se mantuvo pensativo sin saber qué responder. Al menos no era como yo, que decía estupideces si no lo planeaba antes. Recuerdo que cuando me presenté ante mi clase en el bachillerato tuve que armar un discurso de dos páginas, resumiendo lo que esperaba de la escuela y lo que no me gustaba.
Estaba más estúpido que ahora.
Parpadeó repetidamente, y con los ojos caídos sobre sus mejillas, apenas pronunció—: N-No me gustan las personas... Mis padres no tienen na-nada que ver con eso.
—Auch. ¿Sabes qué? Ya vete, es tarde. —Me volteé indignado con los brazos cruzados.
Tampoco es como si a mí me gustaran mucho los demás, pero no generalizo.
—¡Ah, no, y-yo solo no soy bueno con la-las personas! De alguna forma, les ha-hago mal. —Trató de acercarse más a mí, haciendo un alboroto hasta que comencé a carcajearme.
—¡Ja, eres un estúpido! —Traté de contener las burlas pero el estómago me dolía—. ¡¿Cómo mierdas me voy a molestar por eso cuando yo soy a quien no le agradas?! Ja, ja... Alto, no, no quería decir eso...
¡Sí querías decirlo! ¡¿Ahora me contradigo?!
Comenzó a carcajearse también, como un chihuahua teniendo un paro cardiaco con el cabello paseando por el aire—. ¡Te estás riendo! ¡Ja, pensé que no sabías hacerlo, como si fueras un demonio!
—¿Un qué? —Lancé un golpe contra el suelo, haciendo que se riera más fuerte—. ¡Repítelo, animal!
—Un demonio... ¡Como un hámster demonio! —Pronto estallaría en lágrimas por la risa al ver mi enfado acompañado de instintos asesinos—. Perdón, es que de verdad... JAJAJA.
Claro, ríete del maldito apodo que me puso ese.
—¿La tartamudez se te fue o de verdad estás feliz? —Se calló de inmediato al ver incredulidad en mi mirada.
—N-No me pegaban... —retomó la conversación de hace un momento con suma seriedad, volviendo a sacar las piernas del balcón a mi lado. La boca le temblaba al no saber como comenzar una simple palabra—. Pa-parece que heredé la ta-ta-tartamudez de mi abuelo. Desde pequeño no hablo b-bien y empeora con el estre-trés.
Si yo hubiera sido tartamudo tal vez me hubiera ido completamente diferente. Tal vez me gustaría la primavera en su totalidad, o le habría agrado a otros al quedarme callado; pero el "hubiera" no existe y siempre lo he aceptado. Todo tiene una razón para ser, incluso este duende friki.
—No me gusta-ta estar con las personas por-porque me estreso al no poder ha-hablar. Caíle fue la única que me a-ayudó y lo sobrellevé un ti-tiempo, hasta que hace poco me di-dijo que ya no me soportaba —el suspiro de su corazón roto se difuminó con su rostro decaído asomándose por los barrotes del balcón—. Ta-también he sido muy pe-pequeño y débil desde el ki-kinder, así que no te-tenía muchos amigos. Los animales no me pe-pedían que repitiera las cosas, ni me forzaban a algo que no quería. Ellos me hicieron fuerte, y por eso quiero ayudarlos a todos; devolver el favor por las cosas en que me han convertido aun si son buenas o malas.
No tartamudea si se trata de animales. Bieeen.
—Así que no hubo nada traumático en tu pasado fuera de tu trastorno y tu cara bonita —traté de buscar algo más en su historia, pero parece que era muy simple: amaba a los animales porque ellos eran y dejaban ser.
—¿Y tú po-por qué estás tan loco? —Preguntó con la barbilla en sus rodillas, con la mirada en la calle—. Es que e-eres medio raro.
—Hey, tú no eres el más indicado para decir eso. —Le apuñalé, con los ojos, porque de lo contrario estaría en prisión.
—Es que estás un p-poco loco —trató de sostener su risa nerviosa, evadiendo mis ojos—. Sí alguien te ci-cierra la puerta es porque no quiere ve-verte, no significa que te debas me-meter a la fuerza.
¡Te traía chocolates! ¡Fui un puto buen vecino!
Tomé la cobija que le había dado, cubriéndome la espalda con él. Se trató de recorrer más para que no quedáramos tan pegados pero la sabana ya no me daba. Me acerqué más, pero se movió, hasta que le dije que hacía un puto frío y que me diera mi maldita cobija. "Tienes mucho cabello. Cúbrete con él", fue lo que dijo.
—¡Que me des la estúpida cobija!
Terminamos arrinconados en la esquina del balcón, con las espaldas chocando contra la pared y las piernas colgando. Pero ambos teníamos sábana y el frío era menor, aunque su alma parecía haberse esfumado por el contacto excesivo conmigo.
—Te diría que entráramos, pero como pudiste ver, mi sala está llena de papeles organizados que pienso recoger hasta mañana. Y no pienso entrar a tu apartamento porque sinceramente está horrible. —Solté nubes de vago sobre mis manos y sacudí las piernas.
En realidad ya deberíamos dormir, así que me voy despidiendo.
—¿En-Entonces por qué eres tan loco? —Arruinó mi plan con su pregunta.
De verdad tú no puedes llamarme loco, amante de los palos en el cráneo.
—Agh —aclaré mi garganta aún con dudas. Lo que no pensaba decir de nuevo salió de mí, tal vez por el sueño y la penumbra que no me avergonzaba—. Desde pequeño siempre fui alguien recto, en exceso, y me obsesionaba con que las cosas me salieran bien. Mis padres, en especial mi madre estaba muy feliz por mi "perseverancia", así que me inscribió en una buena preparatoria. Pero ya sabes, me convertí en el cuatro ojos odiado por...
—"Profesor, ¿y la tarea?". A mí e-ese niño me caía bien... so-solo cuando estaba callado. —Trató de no tomarlo a burla, y me parecía bien que fuera honesto con sus viejos pensamientos.
—Sí, algo así. Aunque no me molestaba —me encogí de hombros—. Hasta que el primer chico con el que salí quiso ocultar nuestra relación. No fue porque "yo también era un chico", sino porque yo era: El odiado de la clase, así que nadie le hable.
—Oh, n-no sabía que... —Su sonrisa falsa resplandeció mientras se iba quitando la cobija en cámara lenta.
—Primero que nada, no sé porque demonios te pones incómodo. Y segundo, el amor es solo eso, así que no le busques la vuelta si ambas cosas te gustan, ¡fue mi conclusión y lo ha sido siempre! —Ladré, cubriéndome la boca al darme cuenta de mi exaltación.
—Oh, n-no, no es por eso... Es que y-yo soy muy li-lindo y tal vez tú... —El nerviosismo lo masticaba con delicia.
—Malnacido, así que estás consiente de que eres lindo —arrugué el entrecejo con el calor arriba por la irritación. Trató de explicar que no era narcisismo, sino que muchos lo abrumaban por su rostro—. ¡Termina de escucharme y ya luego...!
—¿Entonces...? —Trató de contener las risas con una expresión seria—. ¿No te ena-enamorarías de mí?
—Vaya, de verdad eres un chico común. Pero no me gusta jotear, así que voltéate al otro lado y escúchame bien —obedeció a mi orden, volviendo a su modo taciturno de forma rápida.
A veces sus chistes no concordaban con su mirada. Igual que mi forma de hacer las cosas no concordaba con mis sentimientos. Siempre supe que el mundo era grande, pero lo comprobaba una vez más cuando conocía alguien diferente a mí. Aunque no me agradaran por las diferencias, saber que había un equilibrio me tranquilizaba.
Me hacía olvidar a ese animal.
—Pensé que éramos una linda pareja, pero cuando se trata de miedo compruebas que el amor falta. Amar con temor es muchas cosas pero no amor. —Acepté con los párpados haciendo presión. Solté una nube de vaho en mi bostezo antes de continuar lo que yo ya no quería pensar—. Él temía que los demás se enteraran y lo apartaran también, así que los siguió en su pequeño juego y me encerró en el área de cacería de una cabaña durante una excursión escolar. Había un perro, al que tuve que matar para salir de ahí. No te voy a mentir, no me arrepiento de todo lo que sucedió, pero no me da gusto saber lo que hice. Mi madre me dijo que estaba bien...
Me pregunto cuando vendrá de nuevo a visitarme... Extrañamente quiero verla y contarle lo que me ha pasado este segundo año.
—«No has hecho nada malo», aseguró. Los demás no lo vieron así, sino que comenzaron a ponerme apodos y robarme cosas. Él y yo terminamos, incluso se convirtió en uno de mis mayores burladores. Decidí aguantar hasta la graduación, cambié mi aspecto y mandé al carajo las quejas sobre mí. Escuchar a los demás no me llevaría a ningún lado —suspiré, tronando mis pulgares contra los barrotes—. ¿Te asusté o porqué estás tan callado?
Comenzó a roncar.
—Hey... No me jodas. ¡Hey, ¡¿en serio te dormiste cuando yo me puse sentimental?!
—¡Ah, la vaca sin la leche p-por favor! —Pegó un grito al abrir los ojos.
~•~••~•~
Era fácil juzgar a las personas, pero todo se complicaba al tratar de cambiar esa primera impresión.
Mi mañana no fue como de costumbre pues desperté tarde y para no perder las primeras clases opté por saltarme el desayuno aún sabiendo que era peligroso, pero mi cuerpo de universitario se había convertido en acero. Si bebía algo en la cafetería estaría bien.
Tomé mi mochila, metiendo el bloque de hojas para mi presentación y tomé una bocanada de aire antes de cruzar la puerta.
Los nervios de salir a esa hora volvieron a mí.
—Lo olvidé. Yo debería salir más temprano porque a esta hora Kurt toma el autobús... —hablé entre dientes, volviendo a tomar asiento en la silla junto a la puerta—. Esperaré un poco y...
No, ¿es en serio?
Mi rostro empalideció al recordar la poca conciencia que tenía anoche. Yo, Owen Philips, siempre me dormía temprano porque en las noches solía pensar como alguien estúpido y no como yo mismo.
No... ¡¿De verdad hice las paces con Kurt?!
—¿Esto es bueno o malo? —Me cuestioné, negando con la cabeza a mi desesperación—, ¡agh, de verdad no te compliques la existencia Owen! Espera... ¡Yo me la complico si quiero!
Al carajo, finge que nada sucedió el día que se conocieron y sé educado.
—¿Yo? ¿Educado? ¿Por qué estoy peleando conmigo mismo? —Me maldije, tomando de nuevo mis cosas y saliendo del apartamento con la esperanza de dejar la carga de mis hombros allí.
El amanecer me reconfortó. Llevaba semanas saliendo cuando el cielo aún era gris solo para evitarlo. Ser buena persona tenía sus ventajas, aunque no soy el mejor ejemplo de una, porque no era bueno al expresar amabilidad.
«Eres bueno para conversar, Owen. Siempre eres directo, pero no sabes como decir las cosas», me engañaba a mí mismo.
—Buenos días —pronunció Kurt, observándome debajo de las escaleras.
Usaba dos broches en la cabeza y sus llaves tintineaban. No estaba sonriendo, pero tampoco estaba de mal humor. Cerró su puerta, girando para salir de su espacio verde.
—Buenos días —le respondí.
No estuvo tan mal. Tranquilo.
Apresuré los pies hasta llegar abajo, siguiendo su camino por el césped seco. No me volteaba a ver ni me habló de camino a la parada de autobuses, lo que me puso incómodo por no saber cómo reaccionar. Tampoco quería hablar con él de algo en particular, pero mínimo decirle algo como: «Habla, babas de rana, me incomodas.»
Oooh, casi lo suelto, qué bueno que lo pensé antes. ¡Dile algo mejor!
—¿Dormiste bien? Yo no, estaba más frío adentro porque me calenté contigo.
Eso no está tan mal... pero suena mal.
—Ah... No... ¿Cómo era? —Me quedé pensando a mis adentros, sin expresar algo anormal—. Me refería a si alcanzaste a dormir ya que...
Lo miré fijamente, sintiendo ese crujir.
—¿Por qué te estás poniendo audífonos si te estoy hablando? —Cuestioné.
Su piel se erizó ante mi pregunta, tratando de reírse para romper la tensión. Me amargó con tan solo esperar el autobús, eso era otra mala señal.
—Supongo que nunca nos llevaremos... —Me interrumpió a gritos al ver mi postura de rechazo.
—Es que... antes no hablaba-Bania. ¡Y después sí p-pero no, y no sé si so-somos amigos o solo conocidos! ¡Y... ¿Cómo qui-quieres que me dirija a ti si tampoco te ca-ca-caigo bien?Aparte yo AAAAAH, ¡sabes que no me gusta hablar con las p-personas! ¡Maleficios, perdí la mitad de mi canción por... AYUDAA! —Su cabeza estalló ante tanta información que procesar, asustándome por sus palabras imparables.
—¡Reacciona, duende! ¡Necesitas pagar el gas! —Lo sacudí, intentando devolver su alma al cuerpo.
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Parece que Kurt y Owen han quedado en buenos términos nada románticos.
Pero siento...
Yo siento...
LA
TENSIÓN.
Pd: Perdón por actualización repentina. <3
~MMIvens.
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