Capítulo 35: No sé como quererte aunque creas que lo sé todo.


Kurt.

Era una especie de costumbre, decir cosas positivas sin creerlas y repetirme constantemente cuales eran las mejores opciones aún sin sentirlas de verdad. Pensaba que con el tiempo las comenzaría a aplicar.

Que si repetía "te amo lo suficiente" me convertiría en alguien capaz de hacerlo. Pero no sé cómo quererte, aunque me digas que parezco saberlo todo.

En los baños de la facultad me encerré, dentro de uno de los cubículos negros donde trataba de contener la respiración y evitar el temblor de mis piernas.

Estaba agotado, rara vez me exponía a tanto estrés y ahora solo quería permanecer allí oculto hasta dejar de llorar como un idiota patético que no era capaz de soportar un par de palabras y la jodida realidad.

—Por los dientes... —Maldecí, lanzando un golpe contra mi propia mochila

Kurt genio, no eres un animal para estar golpeando cosas.

Me sentía absorto sin pensar con claridad, dando pasos lentos cerca de los colmillos para adentrarme en la boca del lobo. Quizás si me encogía habría entrado como un cachorro, sintiéndome protegido allí dentro siempre y cuando no tuviera que salir.

Igual que cuando era niño, observando a otros jugar por la ventana y ver las aves libres o estar solo en la noche escuchando los grillos en el jardín del hospital. Mis padres la pasaban mal por mí, no podía hacer nada respecto a eso más que frustrarme sin poder decirles de forma clara que no lloraran.

Aunque lloraban por el simple hecho de verme hablar con tartamudez como si fuera lo peor. Quería que una cabra se los comiera.

Era un pensamiento obsesivo, tardé en descubrir que esa clase de ideas debían ser percibidas como solo eso, pensamientos; no yo.

—O eso digo, claro. —Traté de reírme, sacudiendo mi cabello verde mientras me sentaba en la tapa del inodoro.

Soy un completo tonto.

—Y cobarde de paso. —Murmuré, dejando colgar las manos a mis costados.

«Lo que yo quiero no importa cuando no es algo correspondido» ni siquiera era capaz de obedecer a mis propias palabras. Una oración vacía tirada al aire para hacer sentir bien a alguien mientras me ponía una coraza de "buen ejemplo".

Prometí no decirte obsesivo, no sabes cuanto me pesa romper mis promesas.

Abrí la puerta del cubículo, saliendo de allí para mojar mi rostro en el lavabo. Me observé fijamente en el espejo, los mechones coloridos sobre mi frente y la profundidad en mis ojos redondos a causa de las grandes ojeras de noches de desvelo.

Quería apuñalarme los ojos.

—Estás siendo medio salvaje... —Volví a reírme, limpiando mi rostro con una toalla dentro de mi mochila.

—Ay, cosita, mira como se limpia la carita. —Dos chicos junto a mí que lavaban sus manos me sonrieron con ternura.

Solo ignóralos.

Hice un ademán para despedirme de los desconocidos aunque no era capaz de formular palabras en mis labios. Abandoné el baño casi arrastrándome, deseando que el periodo de clases terminara para así poder dormir toda la tarde.

—Hola, Arlette. —Bostecé, elevando mi mano hacia la chica que me esperaba fuera.

—¡Hey, los ánimos por los cielos y el perreo en el suelo! —Saltó para tratar de tomar mi mano aunque le fue imposible, aún así hizo una especie de baile peculiar para animarme a correr—. ¡Corramos a sistemas ambientales, la profesora parece Hulk cuando se enoja! Je, ¿entiendes? Se pone verde, parece tener problemas intestinales.

—Va-Vamos. —Le seguí el paso.

—Hace unas semanas no entendí nada sobre cómo desarrollar una idea a futuro para lidiar con la crisis hídrica. Aquí entre nos, ambos sabemos que el mundo se va a acabar y los jardines ni siquiera serán importantes. —Parloteó todo el camino, depositando un poco de presión en mis ideas sobre el futuro o el riesgo que correrían los animales—, ya en el tercer semestre tendremos topografía. Adiós etapa básica, hola etapa de fundamentación.

Traté de mantener los buenos ánimos que tenía ella. Me sentía un poco perdido en la clase así que me forcé a tomar nota de todo lo que escuchaba y así poder repasar en casa sin problemas. Comí un poco entre clases y al final del día me retiré a la biblioteca con ella para leer y organizarnos como compañeros de proyecto.

—Somos los raros de la carrera, eh. —Estiró sus manos y piernas, recostada en las dos sillas a mi costado.

—Su-Supongo. —Le sonreí levemente, tratando de centrarme en mi lectura.

Arquitectura contemporánea. Energía cero: estética y tecnología con estrategias y dispositivos de ahorro y generación de energía alternativos. —Leyó rápidamente el título del libro en mis manos, respirando con fuerza para volver a abrir la boca—, ¡yo ya me aburrí, no sé cómo demonios puedes seguir leyendo a ese diablo cuando es solo complementario y no básico! Debí haber entrado al circo ambulante.

Cerré el libro, elevando mis pies hasta poder sentarme como una bolita y observarla de lado. Ella soltó uno de los libros en su estómago, girando para verme de frente y esperar por lo que sea que yo iba a decir.

—No sé qué pasará pero estoy muy nerviosa. —Mostró su diente chueco para reírse.

—Discutí con mi pa-pareja hace dos semanas y no sé si va-vamos a romper ahora. Ni siquiera me ha-habla. —Revelé, tornando su expresión depresiva por mi culpa.

Procedí a explicarle la situación, evitando nombres y algunas líneas de nuestro conversación. Ella asintió en silencio tratando de comprenderme. La mayoría de la carrera era amable con ella pero no solían frecuentarla demasiado porque sus ánimos eran enormes que la consideraban tonta o alguien que no entendería los problemas de otro debido a su linda forma de ver el mundo.

Era igual que yo, la gente no se refería a mí como un adulto o no hablaban de cosas "mayores" a mi alrededor. Me prohibían cosas como tomar o dejar que la palabra sexo abandonara mi boca.

—¿Te sientes terrible por cómo le hiciste sentir o porque tú rompiste tu promesa de no decir algo prohibido? —Su pregunta fue una especie de claridad ante mis pensamientos escabrosos—. Kurt, ¿te sientes mal por lo que dijiste o por quien lo recibió?

—Soy ba-bastante egoísta, ¿verdad? —Llevé mis manos a la frente, dejando caer mis mejillas sobre el escritorio—. Lo siento, me siento culpable de romper mi promesa.

—Él también lo tomó de forma personal. Seguramente esté sufriendo porque tú se lo dijiste y no por las palabras dichas en concreto. —Se encogió de hombros, echándose a mi lado—, ambos son egoístas, es bastante normal.

—No creo que de-debería ser normalizado. —Balbuceé.

—Porque no está bien, pero ya fue normalizado. Lo que debes hacer ahora es verlo como una equivocación que debes corregir con una buena comunicación. Debes decirle al mundo que sientes que estás por derrumbarte, porque si no lo haces nadie sabrá que necesitas ayuda —me dio unas palmadas en la espalda—. Kurt, a veces sólo tenemos que ver el interior del problema no para salvar a otros, sino lograr que no necesiten ser salvados.

—Si-Siento que... —No completé la frase, temía tratar de decirla en voz alta.

~•~•~•~

Me sostuve de la barra metálica del parque para evitar cabecear nuevamente. Sentí que estaba por desmayarme así que me puse de cuclillas para acariciar al pitbull café que sonreía con su lengua de fuera. Le devolví la sonrisa con emoción, sacando de mi pantalón un premio.

—Te ves súper lindo. —Murmuré, reposando mi frente contra su cabeza.

Son las 6 a.m.

Me había parado temprano para pasear las mascotas del vecindario a mi cuidado. Aunque no pude pasear a Paco con el resto pues eran animales pequeños y sus dueños temían que fuera peligroso que los llevara juntos.

El chico que trabajaba tarde y despertaba tarde me ofreció una disculpa por dar tantas vueltas con su mascota. Lo había adoptado, cuidado con amor y por lo que yo noté Paco era un ángel que se emocionaba cuando escuchaba el rechinar de mi puerta metálica. Corría hacia mí al verme.

—Me tranquilizas mucho, amiguito. —Sacudí su cabeza, dándole un beso en su cuello recién lavado por mí.

Mi teléfono sonó con una cascada de fondo. Mi tono de llamada solía ser la naturaleza en caso de que estuviera rodeado de mis bebés, no quería que se aturdieran por los timbres repentinos. Respondí al ver el nombre de Sanft en pantalla.

—Pensé que no me contestarías después de lo que te conté hace unos días. —Suspiró al otro lado de la línea.

—No estoy mo-molesto. No te pre-preocupes por eso. —Traté de calmarlo.

No le conté que me había peleado con Owen, y parece que él tampoco tenía mucho contacto. Sanft me reveló que se le había declarado una semana antes de mi problema, entendí un poco el porqué Owen se había enojado al verme incapaz de rechazar a alguien.

Pero tampoco era algo tan simple. Le dije a Sanft que no se preocupara. Ahora en la llamada mientras yo permanecía echado en el parque resolvíamos algunas cosas entre nosotros como disculpa. Desde nuestra infancia hasta la adultez, los malentendidos y algunos rencores. Éramos opuestos.

—Eres como un ángel. Dime tu secreto para vivir así. —Se rió, pidiéndomelo de forma sincera.

—Me miento y no digo nada en voz alta. —Solté de golpe.

—¿Qué? —Se dispersó un poco lejos del micrófono—. ¿Cómo? Ja, ja.

—Estoy cansado de mi carrera en ocasiones. Estoy harto de levantarme tan temprano y dormir tarde. A veces quiero salir a dispararle a las personas o a mis mascotas por no permitirme dormir. Estoy exhausto de mi jodida apariencia, mi entorno y un maldito novio al que no sé cómo querer. No sé cuánto más pueda seguir aguantando todo esto. Me voy a matar en algún momento porque no soy maldita sea capaz de controlar mis ganas de romper cabezas con un palo o ventanas con un puto ladrillo. Puta casa, putos vecinos, puta universidad y puta madre.

—¿Estás bien...?

—Y entonces... so-solo vuelvo a mentirme. —Corté la llamada.

Me levanté del césped, tomando la correa amarilla de Paco entre mis manos. Caminamos juntos un poco más, desviándonos en la esquina del área verde para salir a las pequeñas calles llenas de casa enanas. Observamos las construcciones, le ladró a un par de aves y yo le ladré a él con diversión.

Los animales como él podían percibir toda clase de sentimientos. Me sentía cómodo, sabiendo que ellos comprendían como me sentía y no me hablaban en palabras innecesarias. Igual que se comunicaban los animales acuáticos, por ondas que transmitían al resto. Sin necesidad de letras, sin necesidad de quejas, solo sentimientos claros llegando al resto.

Ojalá pudiéramos comunicarnos con solo una mirada para entender cómo nos sentimos.

—Paco, es por acá. —Guié su cuerpo a la derecha, girando en la calle donde se hallaba mi apartamento.

Paco era de mi vecino, la casa con garage frente a nosotros que le rentaba a algunos cuantos residentes. Me gustaba que casi todos los lugares de renta en la zona eran casas en su totalidad.

—¡Buenos días! —Me saludó el dueño, quien parecía apenas tratar de abrir su puerta pues acababa de llegar a casa.

—Bu-Buenos días, vecino. Paco ya tuvo su re-recorrido.

Se inclinó emocionado para saludar a su pequeño. Me agradeció nuevamente por el apoyo, acariciando su propio cabello en la charla. No le presté mucha atención, me hallaba centrado en las macetas sobre la valla del apartamento que yo había comprado.

—Dame un segundo, ahorita te doy un billete —volvió a ponerse de pie, rebuscando en su billetera.

Su piel era oscura, sus ojos color marrón y su cabello más largo que el de Owen. No estaba seguro sobre su trabajo pero suponía que trabajaba en alguna especie de clínica debido a su bata blanca.

—20 dólares, pequeñín —me entregó el billete en las palmas, elevando su mano para posicionarla en mi cabeza como si fuera otro cachorro.

—Ah... —Me incliné hacia atrás, evitando que me tocara.

Es difícil dejar que me toquen si no eres tú.

—Lo si-siento. —El vecino se disculpó con vergüenza, devolviéndome a la realidad en la que yo solo estaba exagerando.

Me habría disculpado pero lo dejé esperando mis palabras. Yo veía atentamente a Owen salir de su apartamento a esa hora, bajando con cuidado la escalera sin quitarse sus audífonos. No me hacía caso, le dije muchas veces que no escuchara música porque lo distraía y podía caerse.

—Es mi... cul-culpa... —Le respondí al chico frente a mí, manteniendo los ojos en mi supuesto novio quien llevaba flores azules.

—Nah, todo bien. Gracias por cuidar de Paco. —Tomó la correa amarilla, tratando de animar al perro a dejarme ir.

Owen mantenía la mirada en sus propios pies, sacudiendo el candado en la reja de la valla para salir del jardín y posicionarse en la calle. No pude evitar percibir la conmoción que se aproximaba debido al sonido característico que hacía el metal.

—¡Oye —solté el billete en el suelo, corriendo desesperado a la posición de Owen—, ESPERA...!

El pitbull corría a mi lado con la lengua de fuera, persiguiendo el sonido que todas las mañanas le emocionaba y le indicaba correr en dirección a mí o a quién sea que abriera esa puerta. Su dueño corría detrás de él, diciéndole que entraran a casa.

El miedo en los ojos de Owen era indescriptible, ni siquiera en mi peor día de vida podía formar una mirada similar. Pupilas contraídas, espasmos que lo hicieron caer de espaldas contra la reja hasta tirar una de las macetas y cortarle la respiración. No podía ni siquiera gritar, solo aplastar sus palmas como si tratara de asfixiarse.

Igual que un hámster siendo perseguido por gatos; el terror personificado y devorador de sus propias pesadillas.

—¡No te hará nada, NO TE HARÁ DAÑO!

Grité asustado, lanzándome a sus brazos en el suelo para cubrir su vista y evitar que escuchara los ladridos, recibiendo el golpe con la maceta rota en mi oído. Owen soltó el trozo de madera, tironeando de mi camiseta mientras repetía que lo dejaran salir de ahí.

—No estás dentro, no estás dentro. —Continúe murmurando, tallando su cabello entre mis dedos mientras el dueño tomaba de la correa a Paco.

—Lo siento... Paco no es malo, solo se emociona... —Trató de pedir una disculpa por su chico.

Elevé mi mano para mostrar una palma recta, pidiéndole que solo se llevara lejos al perro. Volvió a disculparse, llevándose a rastras al pequeño deprimido. Owen permanecía con su cabeza enterrada en mi pecho, aguantando la respiración para tranquilizarse a sí mismo, quizás también de volver a la realidad donde no se hallaba enclaustrado.

Sacó pastillas de su sudadera, cosa peculiar pues no solía cargar con ellas. En general era extraño que saliera tan temprano. Quería hacerle muchas preguntas pero no pude formular ninguna, solo me mantuve abrazándolo mientras lo observaba tragarse la medicina sin agua.

—Volvamos a de-dentro. Deberías descansar, dor-dormir todo el día. —Me aferré a sus brazos, tratando de ponerlo de pie.

Dio unos pasos al frente, impulsándose con mi ayuda para pararse. Pasó sus manos por mi oído repetidas veces, aún sin apartar la cabeza de mi hombro aunque se encorvara. Me di cuenta de que trataba de buscar heridas en mí aunque solo encontró polvo y un poco de tierra.

—Lo siento... —Murmuró, observándome de frente al no haber hallado nada.

—Lo sientes... —Repetí, sorprendido por la facilidad con la que lo dijo.

—Esas flores, eran para ti. —Balbuceó, posando sus manos sobre su rostro para retirarse el moquillo y aclarar su vista.

Las flores azules en el suelo, pequeñas, sueltas sobre el gris de la banqueta. Eran las mismas flores que yo le había regalado, se sintió como si me estuviera devolviendo mis propios sentimientos. No sabía si de forma positiva o negativa.

—¿Qué ha-hacías tan temprano? —Sostuve sus hombros, buscando hablar allí afuera pues no parecía tener la intención de encerrarse otra vez.

Parece tener prisa, no deja de tratar de soltarme.

—Voy a ver a Xander —una sonrisa cínica, triste y avergonzada se teñía a través de su piel clara—. Iba a desayunar con él.

Lo solté, retrocediendo para verlo en su totalidad. Era solo él, observando a otro lugar que no fuera yo. Apretaba sus puños con fuerza, mordía sus labios y sacudía su pierna en deseo de correr lejos de todo.

—Lo lamento —susurró, aferrándose de su sudadera antes de dar otro paso sin poder mantenerse de pie—. Tengo que irme.

No te estoy deteniendo.

Me aparté a la izquierda, extendiendo mi mano por la larga calle para indicarle que diera el paso. Deseaba que saliera corriendo, disparado antes de que yo lo detuviera y le pidiera que fuera claro. Quería saber qué significaba lo que estaba por hacer, pero querría mentirme con la creencia de que sólo resolvería unos problemas.

No me tengas envidia, yo tampoco la paso tan bien como luce.

—Una disculpa nunca es suficiente —al inicio fueron pasos cortos, pero luego de varios más largos volvió su espalda hacia mí para hablarme—. Perdona, pero disculparme es lo único que sé hacer ahora y desde antes.

No me lo digas con ese rostro porque me cuesta recibir una disculpa tuya si te duele tanto.

Antes de volver la vista al frente tuve el impulso de decir lo que quería confesarle a Arlette. Sentí que iba a estallar si lo ocultaba detrás de mis dientes, que mi lengua ardería por el fuego expuesto al limón. Que entonces la boca del lobo donde me ocultaba comenzaría a masticar en mi contra.

—Siento que estoy muriendo. —Admití, aferrándome a los mechones de mi cabello.

Owen no dijo nada más allá de su expresión. Volvió la vista al frente y corrió asustado. No podía enojarme por eso.

En realidad, estaba feliz de que no dijera nada. De que solo me observara, de que su rostro fuera tan transparente, fue lo suficiente para comunicar su preocupación por mí. No quería que volteara, me consolara o llorara. Nada de eso.

Estoy cansado de causar dolor en otros. Pero solo soy un universitario tonto que no sabe nada de nada.

• • •
Olv, estuvo intenso.
Kurt anda muriendo con tantos pensamientos destructivos.
Ya conocíamos su naturaleza, no por nada golpeó así a Owen o le rompió la ventana a la vecina que envenenó a su perro.

¡Sí, es jueves! Disfrútenlo, estamos cerca del final. <3 LOS AMOOOOOO.

~MMIvens.

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