Capítulo 27: No quiero tenerte en cautiverio, pero necesito ser directo.
Owen.
La inseguridad que me atormentaba era más complicada de manejar con el tiempo. Querer a alguien, sentirme como un niño otra vez, era peligroso.
Desearía no sentir amor, quizás de esa forma no tenga que pasar el estrés de enamorarme.
—Buenos días Owen. Buenos días Sanft. Buenos días a mí y... —Tain observó a la cuarta persona sentada en nuestro espacio del comedor, sonriente—. Buenos días Sasu. Te ves muy linda siempre. Pero, ¿por qué ahora estamos todos reunidos aquí?
—Quería hablar con Owen. —Respondió Sanft, jugando con sus dedos debajo de la mesa.
—Yo sólo quería comer con él. —Sasu, peinando su pequeña trenza detrás de la oreja, me sonrió con dulzura.
Tain observaba a Sanft y a Sasu con hastío. Rodó los ojos y se centró un momento en los árboles y el fuerte sol que entraba por los ventanales. Sacudió su flequillo entre quejidos antes de soltar lo que su cerebro de chango estaba conteniendo.
—¿De qué me perdí ahora? Me pueden poner al corriente, ¿saben? —La asiática se sintió excluida.
La mesa se mantuvo en silencio. Los universitarios que comían en las mesas contiguas incrementaron el sonido, menos nosotros. Sanft y Sau me veían de reojo, ambos esperando para poder hablar conmigo. No sabía que hacer ante la situación, Tain también buscaba una respuesta y comenzaba a ponerme nervioso.
—Dejen de verme así, ¿vale? Me hacen sentir ansioso. —Cubrí mi frente, consiguiendo que se voltearan de inmediato—, hablaré primero con Sanft, ¿ok? Me está siguiendo desde la mañana.
Sanft se sentó a mi lado, nos apartamos hasta la orilla de la mesa para escuchar lo que tenía que decir. Me dijo que estaba nervioso, iba a intentar dejar el club de baloncesto aunque le costara la vida y se iba a centrar en su carrera de sociología. Quería comprender los fenómenos sociales antes que seguir botando un balón solo porque era alto. Me fue curioso porque los basquetbolistas eran los que tenían que perseguir sus sueños usualmente.
Pensó al estar en preparatoria que aquello era interesante, que quería comprender sus reacciones al sentirte excluido tanto tiempo. Sanft lucía en serio seguro de su decisión, dijo que no se lo habría planteado sin mi ayuda. También más consejos sobre cómo afrontarlos.
—Y como digo, que no te importe lo que quieren sino tienes interés en ello. —Otro consejo de mi terrible personalidad en ocasiones.
Era difícil creer que el respeto a uno mismo no era egoísta. Aún así, quería aconsejar a otros de esa manera porque yo me sentía menos culpable por ser de la forma en que era.
—No necesitas agachar la cabeza para ver a los demás. Quiero que me mires desde arriba, ¿te parece? —Me incliné hacia él, dándole unos golpecitos en su barbilla para que alzara la vista—. Me da igual si parece egocéntrico, no es como si alguien te pagara por crecer.
—En serio, gracias. —El rubio movió sus cejas de arriba abajo.
Hablé con Sasu. Dijo que quería ser más amiga de nosotros porque le agradábamos, que Tain también era genial y que quería convivir un poco más conmigo para no permitir que la brecha de incomodidad entre nosotros apareciera. Estuve más que de acuerdo frente a ella.
En realidad yo ya estoy incómodo.
Le resumimos a Tain lo que habíamos hablado, aunque no fue lo suficientemente rápido antes de que tuviera su siguiente clase. Estaba molesta, aún así me dijo que luego hablaríamos por videollamada del chisme. Aunque no lo dejara ver, era bastante celosa con sus amistades.
Terminé mi siguiente período y decidí volver temprano a casa. Extraño, el apartamento en el que llevaba casi dos años ya era considerado por mí "hogar". Aún recordaba el día en que me independicé; las primeras semanas fueron genial, tenía el mundo en mis manos y la ansiedad alejada, aunque no tardé en sentir temor con mi necesidad de que todo saliera bien así que también pasé unos meses llorando en mi habitación de forma patética.
Estaba parado en la calle paralela. Observé el apartamento duplex oscuro, que permitía al atardecer darle una imagen agradable. La escalera se hallaba afuera, debajo de ellas se hallaban los buzones junto a la puerta del renacuajo. Subiendo esa escalera estaba mi amada cueva, con una luz amarilla que siempre olvidaba apagar. Quería quedarme un poco de más tiempo allí.
—En serio no quiero mudarme. —Susurré, aferrándome a mi mochila.
—¡No, Mishi, no puedes venir conmigo! ¡Ya me voy! —Kurt sin tartamudearle a su gato trataba de salir con prisas de su apartamento.
El hombrecito con raíces negras y decoloración verde vestía decente. En realidad bastante decente para ir a hacer cualquier cosa solo. Lo vi detenerse un momento, observando mi ventana desde abajo. Pensé que me buscaba así que me iba a acercar pero lo vi retroceder para montar su bicicleta.
Solo háblale, carajooooo.
—¡Hey, ¿a dónde vas?! —Grité, cruzando la avenida con rapidez hasta captar su atención.
Se detuvo de forma abrupta, asustado. Me miró de reojo, puso sus pies en el suelo y trató de responder mis dudas aunque el parecía tener más por decirme. Dio un par de vueltas a sus palabras con "ahhhh", hasta que le dije que no era necesario responder si no quería.
—Vo-Voy a reunirme con Caíle. Me está es-esperando en la cafetería que su-sueles habituar por el postre de coco. —Informó, elevando la vista al cielo con incomodidad para evadir mi mirada.
—Qué bien —solté, sacudiendo mi sudadera que en realidad no tenía nada de polvo—. Yo ya voy a entrar. Suerte.
"Recuerda que me gustas", quería recordarlo. Era más difícil de lo que pensé.
—¿No quieres ve-venir conmigo? Va-Vamos en mi bicicleta, so-solo hablaré un poco con ella. Pu-Puedes comer algún postre. —Su propuesta me detuvo.
Lo miré con el entrecejo marcado. Estiró su mano para indicarme que estaba bien. Sus cachetes sonrientes me hicieron confiar. Tomé su mano y me encaminé sin decir nada a su bicicleta negra con verde, apoyándome en sus hombros para sentarme detrás de él.
No tenía palabras, solo me aferré nervioso debido a que no me gustaban ni las bicicletas ni motos. Me dijo que me relajara antes de comenzar a pedalear. Sentí que el mundo iba demasiado lento a comparación de nosotros con su velocidad tenebrosa.
Sentía el traqueteo de la bicicleta en mis piernas temblorosas. Cerraba los ojos con fuerza cuando veía algunos vehículos y le pedía que fuera más lento. Tardé en acostumbrarme antes de abrir los ojos y observar el atardecer rosa sobre nosotros.
—Me en-encantan los árboles de la ciudad. ¡Son gi-gantes! —La voz de Kurt me animaba a disfrutar la vista.
Me sentí seguro en su espalda cuando lo dijo. No me importaban mucho los árboles ni el lindo día, mucho menos el catalogo que debía hacer para el club de baloncesto en el cual solo me faltaba el señor X. Quería seguir prensado de su cuello como un niño se aferra a un adulto al montar una bicicleta en la cual no alcanza los pedales.
—¡Me gu-gusta la sensación de tus manos! —Kurt gritó para que lo escuchara—. ¡Me gusta mu-mucho tenerte cerca!
—¡¿Me estás cortejando o algo parecido?! —Me carcajeé, aunque mi risa se cortó al sentir el camino lleno de baches que él intentaba evitar con movimientos que amenazaban sacarme vomito.
—¡Sí, e-eso hago! Aunque soy muy ma-ma lo en eso... —se detuvo de golpe, dándome una palmada en el muslo para indicarme que podía bajar—. Ya llegamos. No te mu-mueras, por favor.
Me dio las manos para ayudarme a bajar porque le dije que iba a desmayarme. Aunque fuera muy lindo, nada iba a cambiar que me daban fobia las bicicletas así que me dijo que de regreso mejor camináramos.
—¿Me ve-veo bien? —Preguntó, subiendo los escalones hasta estar en el umbral de la cafetería.
Llevaba una camisa blanca remangada. Su mirada era bastante seria pero buscaba aprobación. Su pantalón oscuro, de esa forma no lo hacía ver tan enano. Aunque sus tenis verdes no combinaban, se veía bastante guapo para mi gusto.
—Me gusta como te ves. —Sacudí su cabeza de hongo verde.
—Gra-Gracias. —Se estiró para poder peinar mi cabello también.
Ambos cruzamos el umbral. Yo fui directo a ordenar algo mientras él buscaba a su ex novia. A mis espaldas pude escuchar las voces de su encuentro, un par de roces de ropa pues la mesa estaba junto a la barra y saludos comunes. Ordené un latte crema con chantillí y chispas.
—En serio, gracias por venir, Kurt. —La voz de la modelo sonaba cansada.
Tomó asiento en una mesa frente a ellos, de espaldas a Kurt para que ella no pudiera verme y reconocerme como el tipo que casi muere asfixiado en el set. Esperé impaciente con el número de mi pedido en las manos. No tardaron en llamarme para recogerlo así que me levanté rápido para volver a la mesa y seguir escuchando aunque sabía que no debía.
Ahora me parezco a Tain. Qué miedo.
Comenzaba a sentir calor por las luces blancas del lugar. Los clientes hacían bastante ruido, una pelea por ver quién hablaba primero que me hacía sentir enjaulado en un espacio con salida la cual me negaba a usar para no ceder ante mis temores.
—Lo lamento. Lo hablamos por mensaje, pero en serio lo siento. No sabía que hacer. Me sentía presionada, la salida estaba allí pero tenía miedo de usarla por el dolor que podía causar. Te dije que eras bajo, que te faltaban los centímetros que yo necesitaba en mi vida. Fue una discusión ridícula, ¿no? Incluso dije que odiaba tu ropa interior de tigre —la risa de su ex novia portaba vergüenza, era deprimente incluso para mí—. Pero tampoco puedo acomplejarte. Decirte la verdad era mejor, supongo.
—En realidad creo que... —Kurt no pudo contener su tartamudez—, sé lo qu-que quieres de-decir. Es-Estuve pensando estos días en la razón por la cu-cual me habías dicho esas cosas. Nunca fu-fuiste alguien que mostrara de-decepción por mi apariencia o esas cosas. Caíle, sé si-sincera conmigo. ¿Por qué te lastimé tanto?
—Me sentía presionada a hacer las cosas que tú no querías —su tono indicaba lágrimas, aunque no estaba seguro pues no pensaba voltear ni loco—. No querías involucrarte con mis amigos, solo comíamos en tu apartamento porque no querías salir a menudo y tenía que desvelarme demasiado por atender a los animales que dejabas en mi casa. Eras muy directo en ocasiones, diría que frío, dabas opiniones innecesarias que me hacían sentir mal. Nunca te gustó el modelaje para mí, y aunque no me lo prohibías podía sentir esa decepción que no decías en voz alta para "evitar lastimarme". Estaba cansada. No podía lidiar con alguien que no sabía enfrentar las cosas, y yo no era alguien que existe para ayudar a los demás a enfrentarse. No era mi deber, no es el deber de nadie más que de uno mismo.
Hubo un silencio inmenso en su mesa al escuchar las palabras de Caíle. Era como si le hubieran tirado un balde de agua fría a Kurt, un gato que odiaba el agua y se deprimía en dolor. Estoy seguro de que no lo esperaba, de que no tenía idea de lo que había hecho por ser "él". Era común herir a otros en nuestro intento de cuidarnos, aunque no teníamos derecho a enojarnos con el resto por no ser de la manera en que queríamos o solo por soportarnos. Nadie tenía el derecho de soportar nuestros complejos y nuestros reclamos al no poder lidiar con ellos.
—Aún ti-tienes mi número de cuenta, ¿cierto? —Kurt rompió el hielo tras varios minutos—. Voy a depositarte lo que in-invertiste en mis bebés ese tiempo. No te ni-niegues, por favor. Debo pa-pagar por las cosas en las que me equivoco, no puedo salirme con la mía solo por de-dejar todo en el pasado, ¿sa-sabes?
Escuché el ruido de su cartera, le dijo que aún así tomara su número de transferencia de nuevo. Le anotó algo aunque ella aún lloraba. La verdad pensé que Kurt se enojaría o se marcharía, pero permaneció allí para hacerse responsable.
Comenzaba a pensar que todas esas veces que lo vi decaído estos meses no habían sido en vano. Ya lo había notado, todos sus errores, el tiempo alejado le permitió darse cuenta de ello y buscar una solución. Lo más difícil era aceptar que estábamos equivocados y pagar al precio de nuestras consecuencias.
—Es-Estoy seguro de que la inseguridad que te di ha cam-cambiado este tiempo. Soy fe-feliz por ti, no quiero que cargues culpa y creas que no me-mereces lo mismo por "poner excusas". Te amo, y no de-dejaré de hacerlo. —Pronunció.
Elevé el rostro, asustado. Sus palabras me hacían sentir diminuto, como si no fuera importante que yo estuviera presente. Era una maldita inseguridad personal que se camuflajeaba con las palabras "Kurt es un mentiroso" en mi interior. No debo obedecerle, no era así. No me engañaba de ninguna manera, no tenía nada de malo su palabra.
Aún así, el sentimiento de estar enamorado puede dolor demasiado.
—Cre-Crecimos juntos, eres como mi he-hermana ahora. —Escuché más palmadas.
Quería clavarme la pajilla en la garganta para dejar de sentirme tan idiota. Podía ser demasiado violento solo por querer calmar mis pensamientos, pues yo era mi propio enemigo.
—¿Ese chico no es tu vecino? —La voz de Caíle sonó detrás de mí, intentaba ver mi rostro.
—Sí, es Ow-Owen. —La mano de Kurt en mi hombro me erizó, obligándome a voltear.
—¡¿Qué tal la pascua?! —Solté casi a gritos.
Yo estaba bien pendejo.
Primero que nada, estábamos en verano. Mi cerebro hizo circuito tratando de adivinar porqué demonios dije pascua. El nerviosismo me hacía transpirar y la mirada de Caíle me hacía sentir juzgado.
—Te pu-pusiste pálido. —Kurt se rió, tomó una servilleta y trató de limpiarme el sudor de la frente con cuidado.
Le dije que estaba bien pero insistió. Peinó otra vez el cabello que estorbaba, recargándose en mis hombros mientras él seguía de pie cuidando de mí. Caíle mantenía su observación en silencio, mordiendo su labio inferior rojo.
—¿Ustedes no son más que "grandes amigos"? —Su pregunta era esperada por mí.
—So-Somos amigos, pero él me gusta. Nos gustamos, creo. —La respuesta de Kurt no la esperaba, comencé a sentirme helado.
CLARO QUE NOS GUSTAMOS, ¿VERDAD?, quería gritarlo en voz alta por los nervios pero traté de contenerme al morder mi lengua y contar colores del 40 al 50.
—¿Eras gay? —Caíle cubrió su boca de sorpresa, señalándolo.
—No, no lo sé. No me gu-gustan las etiquetas. —Volví a recibir palmadas en mi hombro para indicarme que ya me parara para irnos—, so-solo me gusta más de lo usual. Pu-Puedes llamarlo como quieras. Yo ya me retiro. Hablaremos lu-luego.
—Yo soy bisexual —comenté seguro de mí mismo, levantándome de la mesa—. Linda noche, Caíle.
Kurt y yo volvimos caminando.
La noche había llegado aunque las estrellas apenas comenzaban a visualizarse. Había olvidado mis audífonos así que dije en voz alta que quería escuchar música. Kurt me pidió el celular, puso mi biblioteca musical a todo volumen y metió mi teléfono en el pantalón para que así la fuéramos escuchando en alta voz todo el camino mientras Kurt arrastraba su bicicleta.
—A mí ta-también me gusta el género indie. A ve-veces me pone feliz y otras me siento drogado. —Hizo un baile alegre.
—Yo me siento drogado y deprimido, me gusta. —Opiné, siguiendo sus pasos.
Pasamos por el mirador de la manzana. Kurt se detuvo a observar la vista, al igual que yo. Recordé su imagen de él azotando su cabeza para reunir valor y decirme que le gustaba. En parte me sentía culpable pues lo veía poner más de el 50% en lo que sea que quisiera conmigo. Me sentí tranquilo también, X nunca había dado más de el 20%.
—Es-Este lugar comienza a gustarme más de lo usual —dio cortos pasos hasta el árbol en el extremo, donde dio un salto para bajar algo atorado en las ramas—. La ve-verdad quería que me aco-acompañaras para que pasáramos por aquí, jaja.
Se aproximó a mí con un ramo pequeño de flores azules diminutas y tres chocolates dorados sobre ellas. Permaneció con su sonrisa y las flores en alto, esperando que las tomara. Yo estaba demasiado pensativo para hacerlo.
—¿No te gu-gustan? Oh, no, acabo de o-ofenderte, ¿verdad? Ah... Ah... ¡¿Las aviento?! ¡Lo si-sientooo! —El pánico poseyó a Kurt, quien corría hasta la orilla del mirador con la intención de arrojar lejos el ramo.
—¡No, espera, espera! Me gustan, mucho. —Lo tomé de la espalda, quitándole el racimo de las manos para evitar que terminara del otro lado—. Es solo que estaba sorprendido. Mi madre es la única que me da flores.
—¿No te o-ofendí? Hablé con mi amiga le-lechera de mi hogar de nacimiento y me di-dijo que las flores podían ofe-ofender a chicos pero yo quería dártelas... —Su explicación me dio mucha ternura aunque dijo una palabra tan rara como "amiga lechera".
—No tengo una masculinidad frágil. En serio me gustan. —Le repetí.
—Por mis pañales. En se-serio me asusté. —Comenzó a reírse.
Por los patos, por los cuernos, por mis calzones, por mis pañales... ¿Por qué suena tan lindo aún?
—Quería proponerte algo —bufó, sacudiendo su cabello e intentando hablar claro—. Quiero salir contigo, pero nunca he salido con otro chico. No sé en qué pueda equivocarme, y como verás mi anterior relación fue bastante pesada por mi culpa. No quiero causar problemas, aunque es inevitable no tenerlos. A pesar de eso, quiero prometerte que será algo que pueda arreglar. Quiero pintar en una pared "te amo pero...", este, no lo sé... "pero somos seres individuales". Y yo quiero amarte hasta donde tenga permitido, no obsesión ni depender de ti. Te dije que era demasiado dependiente. No está bien.
Aunque le faltaran centímetros a Kurt, en ese momento lo sentí más alto que yo. No tartamudeaba, se acercaba poco a poco a mí y sonreía con sutileza. Le hacía mal a mi corazón, me sentía rendido por él.
—No quiero tenerte en cautiverio, por eso quiero ser directo. Me gustas demasiado, quiero salir contigo. Quiero que me digas cómo se debe llevar una relación entre nosotros. Nunca había amado a un chico, así que es algo nuevo para mí. No conozco las dificultades de eso, ni las críticas me importan aunque no sé si a ti sí —se encogió de hombros, echando sus manos sobre mis brazos. Su voz aguda me tenía hechizado—. Quiero confiar en que podemos pausar las cosas cuando sea necesario. Quiero confiar en que te quiero lo suficiente para decir todo esto. Voy a cuidarte, cuida de mí. Hasta que te canses o yo lo haga, o decidamos juntos seguir, dame las manos, ¿sí?
—¿Debo tomar esto como un "¿quieres ser mi novio, Owen"? —Inquirí plenamente confundido.
Abrió la boca en sobremanera, dejando que el color rojo se extendiera por su rostro debido a la vergüenza. Su tartamudez no le permitía hablar, volvió en combos de TATATATATA y bastantes risas de mi parte.
—¡Sí, e-era eso! Malditos matamoscas, me fui por las ra-ramas, AAAAAAH. —Exclamó a los cielos, aplastando con más fuerza mis brazos—, ¡Owen, sé mi no-novio por favor! ¡Me gustas demasiado, me vol-volveré loco! ¡No ne-necesitas ser absolutamente nadie más para enamorarme más de lo que ya estoy, ¿OK?!
Kurt era el tipo salado que podía ser más dulce que los postres que tanto me gustaban. Me gustaba el azúcar, tanto como el chico de cabello verde que vive junto a mí.
—¡ESTÁ BIEN! ¡Tú tampoco, eres perfecto así y me gustas de esa forma! —Me reí de la llamada perfección en ese momento.
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Felicidades, esta historia se ha acabado.
No es cierto, HAHAHAHA.
Ya por fin tuvimos la propuesta, aaaaaah. Estoy muy feliz a llegados a este punto.
Owen y Kurt representan una relación bastante linda pero con altibajos debido a inseguridad en uno mismo. A a partir de ahora la historia mutará bastante. ¡Espero puedan seguir disfrutándola! Tengan un lindo viernes.
~MMIvens.
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