Capítulo 12: La cita de la rana.


Owen.

Por supuesto que me negué, pero solo necesitó repetirlo con más decisión para hacerme aceptar.

Me sentí igual que en el kínder. Cuando los niños les pedían a otros ser amigos yo me reía por sus peticiones, pero internamente deseaba imitarlos. Ahora yo era el niño que le pedía a un duende su amistad, mientras él me lo concedería si le ayudaba con su cita.

—De verdad que tu ropa es súper rara. ¿Qué demonios es eso? —Señalé la camiseta que pensaba llevar.

Husmeé en su closet con la intención de escoger algo, sin éxito. Su cita era esa mañana, durante el periodo de una clase opcional, pero desde que centré mi vista en sus ropas supe que todo iba mal y necesitaría más horas libres. Estaba delante de un sacrilegio artístico.

—Es mi ca-camise-ta favorita —sonrió, estirándola con sus manos para que la viera mejor—. Es de la vaquita marina. Sa-Salvemos a la vaquita.

Mis párpados se hicieron pequeños. Era una camiseta oscura con el dibujo tétrico de ese animal marino, pero estaba casi seguro de que el dibujante se fumó algo y tuvo un viaje psicodélico antes de dibujarla.

—No la quieres ensuciar hoy, ¿verdad? Quítatela. —Resoplé, bajando las manos fuera del closet.

—Va-Vale. —Rodeó su cama al otro extremo de la habitación para retirarse la camiseta.

Me detuve unos segundos preguntándome qué haríamos con su ropa. No tenía casi nada formal, todo era ropa rasgada por animales y otras sucias.

Su gato café se paseó por mis piernas entre maullidos, dándome escalofríos. Traté de retroceder pero él continuó cerca de mí, así que contuve mis ganas de gritar o arrojarle patadas.

—S-Solo quiere que juegues con él. —Comentó Kurt, acercándose con una sábana envuelta en su pecho.

De verdad era como ver a un duende. Parecía gustarle mucho el verde y bueno... era igual de pequeño que un moco.

—Agh —negué de inmediato al ver los grandes ojos azules del gato—. Ven, vamos a mi apartamento. He de tener algo. Pero no arrastres esa cobija hasta allá.

Soltó la tela sobre su cama, haciendo que lo mirara raro por no tomarse la decencia de doblarla. Rodó los ojos e imitó mis regaños en voz baja, antes de dirigirse al colchón para terminar de acomodarla. Su actitud me pareció surreal.

—Como que ya tomaste confianza para enojarte conmigo, ¿verdad? —Me crucé de brazos, achicando los ojos para verlo con más claridad al contraste con la luz de las ventanas.

—Piri ini-inijarte ci-cimigi. —Imitó de forma extraña.

—Me enojaría pero tu tartamudez me dió penita, cactus. —Me reí, haciéndolo girar con la mirada de "me estoy conteniendo para no romperte la cara con la escoba".

Salí el pasillo de la sala mientras esperaba a que se pusiera los zapatos. Una vez terminó, salió corriendo sin camiseta por su habitación, con pequeños brincos en la espera de que abriera la puerta. Era alguien de pocas palabras, solo se movía como si no le fuese necesario expresarse con voz.

Igual que yo.

—¿Vas a salir así? Infartarás a los ancianos de la manzana.

Señalé su estómago. Era el tipo de complexión delgada y flácida.

Acerqué mi mano con la intención de pellizcar su pequeña lonja, pero sus ojos me advirtieron que se estaba poniendo nervioso y con los nervios cumpliría los requisitos para querer tomar un palo. Bajé mi mano rápido y pedí que se calmara.

Owen, tú también golpeas cuando te tocan el cabello así que sé normal.

—Voy por mi-mi sudadera. —Regresó a su habitación entre murmullos.

Esperé otro rato en la entrada hasta que volvió con su sudadera verde. Le pregunté si todo lo que usaba tendía a ser verde. Me explicó que ese color hacía sentir a los animales tranquilos y que también le gustaba mucho pues representaba la naturaleza e incitaba a la relajación.

—Vaya, pues yo no te veo nada de tranquilo. Estoy casi seguro de que leí que también era el color de la inmadurez y lo venenoso. —Destaqué sonriente con los dedos dentro de mis bolsillos, subiendo las escaleras.

—O-Owen, ahora s-somos amigos así que n-no quiero golpearte. —Detuvo mis palabras con su voz baja.

Lo sabía. Quiere matarme.

Abrí mi puerta y le señalé mi habitación. Tampoco tuve porqué ponerme payaso de que entrara, me vi forzado a abrirle varias veces ya que su gata volvía a subir cada noche y ella sí era una salvaje.

—Siéntate en el escritorio o la cama. O si quieres en el suelo. —Señalé alrededor de la habitación con la vista en el armario.

Tenía varias prendas que me había regalado Tain. Era perfecta si de moda se trataba. Podría llegar a gustarme esa mujer de no ser por su personalidad chocante con la mía.

—Mídete esta, pez muerto. —Le lancé una camisa negra al rostro.

Quedó como tonto perdido en los papeles de mi escritorio. Dijo que eran demasiados y que no los entendía, yo pedí que no desacomodara mi horario. Inició sacándose la sudadera sin levantarse de la silla.

—Dios, Kurt, cámbiate detrás de la puerta o algo así. ¿Eres exhibicionista? —No contuve mis ganas de molestarlo.

—¿E-Eres un mirón a-acaso? —Me dio la espalda, tratando de meter la cabeza en mi camisa.

Decidí callarme ya. Tardó poco antes de voltear y estirar sus manos para tocarme el hombro. Giré, miré de arriba abajo, y no pude creer lo que veía.

—¿L-Lo hiciste apropósito?

La camisa llegaba a la mitad de los muslos y sus manos cortas no llenaban las mangas. Era como si estuviera en una pijama gigante. Traté de contener las risas.

Soy de un tamaño normal, pero este me hace sentir enorme.

—No, lo juro —me reí, posando mi mano sobre su cabello verde—. Te buscaré otra cosa, aunque no niego que pareces una triste cucaracha.

De nuevo pasó por una despersonalización, observándome como un insecto. Ni siquiera temblaba, solo me miraba con esos ojos que querían decirme algo pero su ansiedad lo evitaba. Yo no iba a confesarle que toda mi ropa era oversize, también a mí me quedaba grande.

—¿Te acabas de morir, seta mágica? —Hablé, tocando el cabello que caía en su frente.

El tinte se lo ha dañado un poco.

—¿Ti-Tienes algo más pequeño? —Retrocedió con la intención de darme la espalda para poder quitarse mi camisa.

Juraría que se iba a enojar.

—Tal vez. Buscaré en mis cajas de cuando solía ir a preparatoria. —Ignoré su comportamiento y estiré mi espalda para poder alcanzar la caja que se encontraba en la parte alta del armario.

La bajé a cuestas, dejando escapar un quejido por su peso y la puse sobre la cama. Me adentré en la búsqueda de prendas e ignoré los álbumes de fotos entre otras cosas. Claro, el feo duende tomó el primero que vio y lo abrió sin mi consentimiento.

—Devuélvelo a la caja. —Ordené, extrayendo unas camisas fuera y tendiéndolas en la cama para ver que no estuvieran dañadas.

Tomó asiento en una esquina de la cama con el pecho descubierto. A pesar de que se lo pedí comenzó a husmear. Me daba retorcijones verle hacer lo mismo cada vez que me llegaban paquetes y él los recibía. Era como: "Veamos qué hay aquí... ¡Mira, un objeto que no puedo pronunciar sin tartamudear! Le preguntaré a Owen si es suyo aunque su nombre esté escrito en él".

—¿Es-Este era tu novio? —Señaló a MI EX-NOVIO—. ¿Y este-te tú?

Lo miré boquiabierto, soltando la camisa blanca. Se levantó rápido por mi reacción.

—¡¿Cómo supusiste eso?! —Avancé para arrebatarle el álbum.

Era solo una foto mía con cabello corto, posado en una esquina, mientras que aquel innombrable se reía con otros chicos al otro extremo del salón. Cada quien se encontraba en su grupo, yo era el único terminando una tarea. No había más conexión para sacar esa conclusión.

Recuerdo su rostro tan bien incluso sin una fotografía.

—Se ven ex-extrañamente alejados p-pero él te mira de re-reojo. Dijiste que lo o-ocultaban, ¿cierto-to?

Siempre me miraba. Nos mirábamos de extremo a extremo, cada uno enfrascado en lo que hacíamos en ese momento, sin palabras, sin disculpas cuando nos encontrábamos fuera de la escuela. Pese a ello, tratamos de entregarnos todo, pero lo de él nunca fue suficiente.

Con el tiempo había perdido confianza en mí para mantener una relación oficial. Ahora solo me daba ansiedad ocuparme, con la intención de no centrarme en tonterías. Creía que las cosas que sentí por él fueron reales, y las extrañaba porque eran parte de mi adolescencia, así que trataba de no odiarlo.

Trataba, porque no conseguía evitar detestarlo.

—Odio a los perros. —Suspiré, cerrando el álbum y apartando sus manos—. Ponte lo que dejé en la cama, rana fea.

—Es m-muy guapo. —Sonrió recatado, apartándose de mi camino para tomar la nueva camisa.

—No hablemos de él —negué un tanto seco—. Mejor dime, ¿cómo terminaste en una cita siendo un rarito asocial? ¿Alguien la consiguió por ti?

—U-Una amiga que te-tengo de mi vieja ciudad, que ve-vende leche, me dijo que me abr-abrazaría si no salgo con a-alguien más para olvidar a Caíle. Me d-dan miedo los abrazos así q-que subí mi foto a Tinder y di-dije que me gustaban los an-animales —hablaba más que antes mientras volvía a la esquina con la camisa tratando de ajustarse a su cuerpo—. Woaaa, ¡m-me llegaron mu-muchos mensajes sin saber po-porqué!

—Porque eres lindo. No te hagas el tonto. —Resoplé, metiendo las cosas en la caja para devolver arriba del closet.

—Es-Espero que no ha-haya sido por eso. Las pe-personas se fijan en mi apariencia y les gu-gusta pero odian mi personalidad. Ta-También me han acosado en la-las calles por eso. N-No me gusta —volvió a presionar más abajo de mi espalda para hacerme girar y ver qué tal le quedaba la camisa—. Su-Supe que er-era lindo por-porque me obligaron a sa-saberlo.

Saber que eres algo porque te lo han impuesto...

—Te ves guapo, hombre. —Le di un golpe en su hombro, tratando de animarlo.

Owen, te das asco a ti mismo siendo amable.

—¡Mu-Muchas gr-gracias! —Sonrió como idiota, sacudiendo su cabello hacia la izquierda.

Nah, lo vale.

Corrimos de nuevo a su apartamento en busca de gel y le dimos una lavada rápida a su cabello. Busqué mi secadora para secárselo, luego tratamos de rebuscar accesorios entre mis cosas.

La moda ya era mi amiga tras demasiada convivencia con Tain Li. Un pedazo de hígado al que le gustaba pelear por lo que quería. Ambos compartíamos los gustos del otro, incluso intercambiando cosas que nos daban en el trabajo.

—¡Ten confianza, feto! Da la vuelta. —Le hice un ademán para que girara frente al espejo.

Dio un giro rápido, guiñando antes de ponerse los lentes de sol. Trató de fingir una pasarela en el centro de su sala. Apenas podía yo contener las risas porque era igual que vestir a un niño.

Odiaba los niños pero en ese momento me dije que si eran así de divertidos entonces debí tener hermanos pequeños.

—Me ve-veo ridículo, ¿ve-verdad? —Su estado de ánimo lo tumbó de cuclillas y le dio una probada de depresión.

—Sí. Quítate la cadena y los lentes. Te ves horrible. —Respondí cortante.

~•~•~•~

Me senté en la mesa de bancos opuestos detrás de ellos con mi computador. Decidí trabajar en las diapositivas para la ultima clase de la tarde mientras comía un postre y cuidaba que todo marchara bien.

No me consideraba un mal amigo, y ahora por mi pequeño error lo éramos así que no podía dejarlo. Era igual que cuando Tain me forzaba a hacer algo, una vez aceptaba no podía fallarle.

El sitio, atiborrado de olores como chocolate, fresas congeladas, matcha, se impregnó en cada una de mis prendas. Sonreí a gusto, derritiéndome en mi propia sudadera mientras comía los postres. A un costado de mí, los susodichos yacían en la mesa con asientos acolchados, como de comedor ochentero.

—En realidad mi nombre es Linda —el tono de la chica era encantador, y su apariencia tenía un toque de influencia clamp, pero ligero, como si el viento pudiese levantarle hasta el último cabello—. Debo decir que amo tu estilo, Kurt. ¿Cómo conseguiste ese tono de cabello? ¿Lo decoloraste en casa?

La respuesta de Kurt nunca llegó. Lo escuché tragar algo y hacer ruido con la boca.

—Veo que le echas mucho limón. ¿No te sabe muy ácido? —La chica trató de reír.

—No.

Me di cuenta de a lo que se refería antes de que ella llegara. El terrible duende verde, debido a su temor por tartamudear o decir estupideces frente a extraños, tendía a ser cortante e ignorarlos. No le temía a que se rieran de eso, sino que no quería mostrar esa parte suya, cuando las personas le harían una mueca al escucharlo. Como con lástima.

—¿Cómo te va en la universidad? A mí me está yendo regular. Las cosas siempre son pesadas y debo viajar largas distancias porque no vivo cerca. —La chica fue buena conversando.

—No. —Respondió, y yo estaba seguro de que se estaba muriendo en ese momento.

Kurt... ¡El problema no es que seas tartamudo, sino tu personalidad de mierda!

Cerré el computador y me levanté de mi asiento, dándole una última mordida al pastel de chocolate. Respiré y me hice entrar en razón, pero de todas formas tomé el valor suficiente para detenerme en su mesa y hablar.

—¡Buenos días, soy Owen! —Saludé a la chica de vestido azul, e interpreté una actitud relajada, lo más amigable posible—. ¿Puedo sentarme con ustedes? Voy a la misma universidad que Kurt.

Dios mío, estoy imitando al metiche de Sanft.

—¡Claro, si está bien por Kurt! —La chica señaló un espacio junto a él.

Kurt se levantó para dejarme pasar. Ya sentados correctamente solo nos miramos incómodos y no pudimos decirle mucho a la chica. Preferí ordenar una malteada para calmar mi ansiedad. Los limones en su torta de huevo aumentaron, al igual que su ansiedad.

—Owen, ¿cierto? —La chica también se mostraba con un deje de nerviosismo, así que retomó la conversación—. ¿Son mejores amigos?

—Algo... —Lo miré de soslayo.

—No. —Negó cabizbaja con las manos ocupadas bajo la madera.

La sonrisa de la chica se cabreó, pero hizo un esfuerzo sobrehumano por mantenerla. Pensé que a mí se me caería el rostro de vergüenza.

Me sentí molesto hasta que debajo de la mesa las manos de Kurt me entregaron un mensaje escrito en el papel de un chicle que decía: Ayudaaa. De mi boca solo sale "no".

—Lamento ser un mal tercio —me disculpé con ambos—. Parece que estaban en medio de una cita. Lo has de poner nervioso. Siempre ha sido un poco callado, pero una vez que el duende agarra confianza no puedes callarlo.

AYÚDENME A MÍ. ASCO.

—Ja, le hablas por un sobrenombre —se rió con los dedos en su dije—. Cuando lo vi en la aplicación me pareció súper lindo. Espero que yo también le agrade.

¿En qué momento Kurt perdió presencia? Triste.

—Le gustan mucho los juguetes que puede manipular. ¿Ya te dijo que estudia diseño de paisajes? He visto algunos proyectos y vaya que lo hace bien, aunque es un tanto despreocupado. Vive solo para sus animales. —Traté de soltar la información común en una cita ya que el cara de charco apenas podía tener una conversación.

Tal vez así se interese.

—Oh, eso es genial. Kurt —recargó su peso en la mesa, tratando de alcanzar la mejilla del duende—. ¿Te gustó la comida?

Kurt el raro puso ojos de venado y clavó su rostro contra mis piernas debajo de la mesa para que ella no pudiera ni siquiera darle un cariñito.

Me miré con la chica que aún tenía su brazo en alto, lleno de vergüenza ajena. Alcé también las manos para que no malinterpretara nada. Le susurré que era así a veces. Nunca en mi corta vida me había sentido tan incomodo o como mal tercio hasta ese día.

—Debo hacer una llamada, Owen. —La chica sonrió, tomando su bolso y dejando un billete a lado del plato de Kurt.

Vi su espalda alejarse y dejar el café con una sonrisa tan falsa como lo que yo consideraba botox en Sanft, o el semblante emocionado del profesor cuando explicaba teoría. Kurt se reincorporó en el asiento también, viendo cómo ella se marchaba.

—No v-va a volver, ¿ci-cierto? —Suspiró desganado, dejando colgar su cabeza hacia el frente.

—Sería estúpida si volviera. —Solté, tomando de mi malteada.

Quedó de espaldas aún con la mirada en el otro lado de la cafetería, anhelando que la chica volviera a entrar, pero eso nunca pasó. Se estaba presionando para conocer a alguien solo para olvidar a otra persona. No lo mejor, pero tampoco criticable; me pareció una situación complicada.

—¿Alguien más te pidió una cita? Recupérate y hagamos el ridículo otro día, caquita. —La lancé otro golpe a la espalda.

En serio muérete Owen.

—Gra-Gracias, Owen.

Las personas no solían agradecerme, pues tal y como dijo mi madre, yo era un niño solitario y egoísta. Insensible. Incapaz de ayudar a otros con desinterés.

—Eres m-muy amable. —Comentó.

También como había dicho antes, no me gustaba la idea de ser amable. Pero de pronto me dio ganas de serlo.

•••••••••••••••

BUENAS NOCHES. La actualización de la cita fallida de nuestra rana ha resultado interesante. Pensaba cortarla en dos capítulos pero sería súper corto e innecesario.

¡Tampoco pensaba que Kurt y Owen ser acercarían tanto! Pero mientras escribía ambas personalidades en convivencia las cosas resultaron perfecto.

Justo hoy salí de un curso con una chica que ya debía partir a su universidad pero esperamos el camión mientras platicábamos sobre la clase e hicimos amistad rápido aún con nuestras diferencias. Incluso me sorprendió que de inmediato me agarra de la cabeza y me tratara como buena amiga. Fue un sentimiento increíble, estuve sonriendo como tonta un buen rato pues había olvidado lo que era hacer amistades casuales.

Espero estén teniendo un increíble viernes. ¿Qué opinan de este capítulo? <3

~MMIvens.

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