Capítulo 11: Reencuentro.


Owen.

—Hola. —Hizo un movimiento de cejas, haciéndome cuestionar mi decisión de tener una buena relación o alejarlo.

No me gustaban las personas muy alegres y que se rebajaban para agradar, pero esa tarde-noche decidí abrirle el paso a mi apartamento por trabajo. Sabía que era inevitable que nos volviéramos cercanos, así que solo cedí.

Sanft se encontraba de pie en la entrada con los hombros encogidos y las manos dentro del bolsillo. Era más grande que yo, así que su forma dócil de tratarme fue hiriente. A mis ojos, todas las personas éramos iguales, solo nos diferenciaban nuestros valores.

—Me gusta tu cabello suelto. —Trató de halagarme.

—¿Vas a pasar o te cierro la puerta? —Traté de devolverle la sonrisa.

Y como había dicho antes, Sanft Reiter haría lo que fuera por agradarle a los demás; algo en él estaba mal.

—Ya tengo el cronograma para los eventos e ideas de lo que buscamos —comentó en tono neutro sin tomarle importancia a mi amenaza—. Permiso.

—¿Quieres algo de beber? Tengo agua de sandía. —Le señalé la mesa de cuatro para que tomara asiento y me metí directamente a la cocina.

—No, agua simple está bien. ¿Necesitas ayuda en algo? —Fue tras de mí al dejar su computadora y mochila.

—No, estás muy alto y puedes tirar algo acá —le hice señas para que se mantuviera donde estaba mientras yo buscaba vasos—. ¿Todos los del equipo son tan altos? Conozco a alguien que allí se sentiría un feo hongo.

—No, en realidad la mayoría mide lo mismo que tú. Supongo que les pareció adecuado que yo fuera titular por mi altura —comentó de regreso al asiento, observando las plantas de mi madre.

¿Me acaba de llamar regular?

Tomé asiento en el lugar frente a él, abriendo mi computadora y tomando los papeles. Hablamos un rato sobre el trabajo, pero se distraía con regularidad haciéndome preguntas casuales. Era muy bueno socializando así que no pude evitar responder la mayoría, pero la molestia de no poder avanzar en el trabajo me llevaba a responder algunas cosas con una mirada cortante y cambiar de tema.

Él nunca se molestó por mi actitud.

—Le pusiste mucha azúcar a tu café con leche. ¿No te gusta amargo? Puede hacerte daño con tanto dulce. —Comentó, agachando su cabeza para ver de cerca la taza.

—Ensuciarás tu cabello. —Aparté la taza, sin responder a su otra pregunta.

—¿Nunca te has teñido el cabello? A mí me preguntan mucho si de verdad soy rubio natural. —Señaló su cabeza, articulando una sonrisa.

Lo miré de reojo, volviendo la vista al computador. Supe que observaba mi departamento para hacer alguna otra pregunta en lo que yo apartaba las fechas en mi calendario para visitar el equipo y trabajar en el partido de ese mes. Supuse que él estaba aburrido, ¡¿pero no podía callarse un segundo?!

Yo era muy preguntón, pero mis preguntas eran más serias pues no contenía mi curiosidad. ¿Pero por qué preguntar incluso sobre productos para el cabello?

—¿Por qué no vives en el campus?

—Es caro y me estreso. —Continué tecleando.

—¿Qué te estresa?

—Los compañeros que no dan espacio cuando te ven ocupado. —Le envié una indirecta.

— ¿Tienes que hacer algo hoy? Yo debía volver a la universidad por una clase a las siete, pero el maestro dijo que faltaría y que olvidáramos los puntos —recargó su espalda en la silla, tronando su cuello—. ¿No quieres ir a cenar? No he...

Cerré mi laptop de golpe, evitando que terminara la conversación con él mismo. Suspiré al verlo reír por mi reacción.

No suelo tratar mal a las personas que no me hacen daño ni me azotan palos en la cabeza, al contrario, siempre trato de ser comprensivo pero mantener distancia. Sin embargo, él de verdad no se daba cuenta de la distancia que estaba poniendo entre nosotros.

—Sanft, ¿quieres decirme algo o por qué me haces tantas preguntas sin sentido? —Me sostuve del cierre de mi sudadera, apartando con la mano derecha los mechones de mi cabello—. Estamos trabajando ahora. ¿Necesitabas algo más aparte de esto? Y no digas que ser mi amigo, porque ya lo dijiste dos veces, pero no parece tu intención.

—¿Soy muy obvio? —Soltó con vergüenza.

Apretó las manos contra su rostro,  tratando de evadir mi mirada. No le dije nada, preferí esperar su respuesta cuando aclarara las razones en su cabeza. Por fin parecía listo así que extendió sus manos por sobre la mesa y se cruzó de brazos.

—¿Te caigo mal, Philips? —Comenzó con sus verdaderas preguntas—. No estoy seguro de qué habré hecho pero desde que te conocí siento tu mirada de molestia hacia mí. ¿Te molesté por algo?

Me molesta que me preguntes eso con un tono de culpa.

Observé su camiseta pensativo; era el logo de un tigre tierno. Traté de tomarme mi tiempo también, porque si abría la boca en ese momento tal vez hubiera dicho algo como: Me molesta tu cara, así que ya vete.

—No tengo nada contra ti. Solo planeaba mantener distancia desde que Tain nos presentó —fui sincero, sosteniendo la mirada—. Me parecías extraño por comportarte como si hubieras hecho algo malo contra el mundo.

—¿A qué te refieres con...?

Mi timbre sonó, callándonos a ambos. No pude evitar rodar los ojos al imaginar de qué se trataba. Si había roto la escoba que me pidió y ahora quería otra, yo se la azotaría en la cabeza.

—¡Ve-Veci... OWEN! ¿Ya llegaste? —La voz de Kurt buscándome nubló mi rostro, pero la confusión de Sanft por los gritos era más notoria—. Ah, sino yo... eh... V-Vuelvo lue...

—Está abierto. Solo entra. —Exclamé, levantándome de mi asiento para observar que entrara sin destrozar nada.

—¿Quién es? —Cuestionó Sanft, levantándose también para asomarse conmigo—. Bueno, tu vecino pero habla... ¿Peculiar?

Es tartamudo, no lo vayas a ofender —le hice un ademán para que se callara—. Si se enoja se pone violento como un chaneke.

—P-Permiso... —Musitó, abriendo las puertas con sus largas mangas y su camiseta de lobo—. Quería pe-pedirte un favor, pero no como vecino...

No cruzó más de la entrada a pesar de que ya se estaba acostumbrando a entrar cuando sus gatos se metían a mi apartamento. Él había superado ese miedo por los animales, pero ahora parecía ser una estatua verde con la mente en blanco. Fue gracioso.

—¿Ranita? —Susurró Sanft agachando su cabeza sin moverse un centímetro de su sitio solo para ver a Kurt con más claridad.

Aunque ambos se veían a los ojos, Kurt aún permanecía perdido.

—Eres Ranita, ¿cierto? Nos conocemos de... —Sanft caminó por el pasillo con la intención de saludarlo.

No pude contener las risas al ver que Sanft recibió el mismo saludo que yo al conocer al vecino que hacía cosas estúpidas e inesperadas: Azotar la puerta contra su frente.

—¡No azotes mi puerta! —Pegué un grito al observar su sombra causada por los faroles de la avenida—. ¿Estás bien?

Sanft lucía plenamente confundido con una mano en su frente. Me murmuró que todo estaba bien, poniendo una sonrisa nerviosa al no saber cómo reaccionar ante ese pésimo saludo.

—¿Te golpeó la puerta?

—No —sostuvo mi mano—, no te preocupes. Gracias, Owen.

—Pe-Perdón... —Kurt volvió a abrir la puerta, pero encontrarnos a los tres de frente pudo producir otro susto en él.

Azotó la puerta contra ambos, hiriéndonos la frente.

Sanft portaba una mirada de preocupación. ¿Por qué lo había llamado rana? No creo que Kurt solo haya azotado la puerta por cualquier cosa, y si lo hizo pues solo reafirmaba mi teoría de que era un estúpido.

—Dame un momento. —Dije a Sanft, abriendo la puerta para buscar al duende.

Me aseguré de cerrar, con la confianza de que el preguntón no husmearía en mis cosas y bajé las escalera hasta ver su cabecita verde en uno de los escalones más abajo de mí. Desde arriba podía dar un paso en falso y pisarle la cabeza.

—¿Qué pasó allá, mocos? —Lo toqué con la punta de mi zapato en sus hombros para que se hiciera a un lado.

—Pe-Perdón. —Se disculpó.

—No, yo quiero que me paguen la puerta. —Extendí mi mano frente a su rostro, sentándome a su lado en los escalones. Me miró sobre su hombro—. ¿Tienes algo contra Sanft?

—¿Qui-Quién es Sanft? —Arrugó el entrecejo desorientado.

—El que te llamó rana y heriste su cabeza... —mi respuesta no consiguió nada. Apenas torció su cuello y elevó las manos, sin saber de qué hablaba—. ¡¿Le cerraste la puerta sin conocerlo?! ¡No me sorprende, lunático!

—No, no re-recuerdo quien es pero me dio pena hablarle y no, no esperaba que tuvieras visita-tas. Sabes que no soy bueno conversando con des-desconocidos pero tú y-ya eres mi vecino. Temí causarte ver-vergüenzas. —Explicó cabizbaja entre sus piernas abiertas y recogidas en el escalón más cercano, aunque no estaba tan encorvado por su poca altura.

Me recordaba a un pokemón con esa postura, y no sé por qué carajo. Comencé a sentirme rarito.

—¿Te urge lo que venías a decirme? Ya había terminado con él así que si necesitas algo primero voy a despedirlo, ¿de acuerdo? —Me levanté, volviendo a patear su brazo para que se removiera de ahí y Sanft pasara al retirarse—. Ahorita vuelves a salir, babas.

—Gr-Gracias. —Juntó las manos en agradecimiento, bajando de prisa los escalones con las agujetas desatadas.

—¡Te vas a romper la cara! —Le advertí echando una última mirada antes de volver a mi apartamento.

Hablé con Sanft sobre los últimos detalles, pero él continuaba perdido en sus pensamientos. Yo también quería preguntarle cosas, pero no me incumbía, así que no me entrometí más.

Ordenamos las fechas y lo llevé hasta la puerta. Trató de despedirse de mí con un saludo amistoso subnormal entre chicos, pero como persona recatada que soy extendí mi mano de inmediato y se marchó con mi apretón. No pudimos aclarar el problema entre ambos, pero en ese momento ya no parecía importarle.

Volví trotando hasta tocar su puerta. Acababa de colgar otra cartel, uno que le daba vida propia a la puerta: «Me lastimas. Toca con cuidado.»

—Sal ya.

Kurt abrió el picaporte sin antes echar un ojo al exterior y asegurarse de que Sanft se había marchado. Suspiró relajado, salió al pasillo junto a los buzones, y me dijo lo que recordaba:

—En... secundaria, me lla-llamaban Ranita. Tal vez me conoció a-allí, no se me o-ocurré algo más. Ni me lo qui-quiero topar. —Hizo gestos como de asco. A mí también me daría asco encontrarme a alguien de mi secundaria.

—Oh, así que era eso... —Tuve que inclinarme un poco para escucharlo pues hablaba muy bajito y también era bajito—. ¿Entonces qué necesitabas?

—Da-Dame tus manos. —Extendió las suyas.

—Quieres algo complicado, ¿verdad? —Lo miré incrédulo, recordando esa petición.

—O-Owen, dame tu-tus manos. —Volvió a pedir, tratando de tomarme a la fuerza.

—No puedes decir mi nombre sin tartamudear, ¿eh? —Negué con la cabeza y suspire agotado, aún así, le ofrecí mis manos.

Esperaba algo como: "Ayuda a mis bebés", pero su explicación antes de la petición fue sorprendente. Podía tomar la iniciativa a su manera, pero era pésimo para ejecutarla.

—N-No te-tengo conocidos en la universidad y mi única amiga está en e-el campo. No sé qué ha-hacer y necesito ayuda. Cr-Creo que sabes más que yo. —Trató de controlar su nerviosismo, parando un segundo para tomar aire.

Sus manos temblaban al no estar acostumbrado al contacto, pero tal vez había sido educado a pedir las cosas de esa forma. Traté de aplicar fuerza en sus palmas para que terminara de hablar y no temblara como chihuahua.

—¿Quieres que sea tu amigo, es eso? Como sea, tampoco es tan difícil tener una amistad. Podemos serlo —incliné la cabeza a un lado por mi ofrecimiento.

Ay, Owen, ojalá no te arrepientas.

—Ah, no me refería a eso pe-pero no m-me pones nervioso como otros así que po-podemos ser amigos. Gracias. —Su nerviosismo se disipó de pronto, haciéndome quedar como un estúpido.

Sí, gracias Owen por nunca pensar antes y hacer el ridículo.

Formulé una mueca y traté de librarme de su agarre pero me pidió que esperara. Aclaró su garganta y concluyó su petición con:

—Ne-Necesito tu ayuda. T-Tengo una cita y creo que m-me voy a orinar de m-miedo.

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Owen fantaseando con una posible amistad y Kurt pidiéndole ayuda con una chica, GAHHAHA.

¡Espero estén disfrutando esta historia! ¡Nos vemos el próximo viernes! <3

~MMIvens.

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