Capítulo Veintitrés

Eli.-

Me senté derecha con la espalda apoyada en el respaldo de madera de mi cama y solté un suspiro. Estaba completamente segura que mi vida siempre fue color de rosa en comparación con la de Daniel. Aún, después de que mis padres hubiesen muerto.

Y es que en los últimos dos días, descubrí que mi novio pasó la mayor parte de su vida en un orfanato, perdió a sus padres desde muy pequeño y ni siquiera podía recordarlos. Pero aun así, no se había pasado un montón de tiempo encerrado en una burbuja invisible regodeándose en su propio dolor. Había salido adelante.

Por otro lado, estaba sumamente contenta que Daniel descubriera que tenía otro amigo, aquel niño de cabello negro y ojos verdes, era uno de los amigos más cercanos de mi novio, tenían una conexión especial, a juzgar por la cara que el niño puso cuando se dio cuenta que aquel joven castaño al que le estaba tendiendo la carta del restaurante, era su amigo. Sus ojos habían brillado tanto, que por un momento yo creí que se iba a desmayar de la emoción.

Daniel insistió un montón para que lo acompañara a pasar el día con Sam, pero yo simplemente me negué. Pensaba que era mucho mejor que ellos dos pasaran el rato juntos, que charlaran largo y tendido de sus vidas y que se pusiera al corriente de todo lo que habían estado haciendo los dos.

Así que cuando me despedí de mi novio, con una pequeña sonrisa en los labios, lo vi alejarse hasta su auto, antes de entrar en el auto de Noah, miré una última vez en la dirección en la que Dan se había marchado y lo encontrè hablando por teléfono, parecía realmente inmerso en aquella conversación telefónica, que por un momento, siendo totalmente egoísta pensé en correr en dirección a él y acompañarlos, pero mi parte sensata reaccionó cuando Abby me dio un codazo para que entrara en el auto, así que cuando finalmente lo hice, y volví a llevar mi vista hasta el auto negro que era propiedad de mi novio, él ya estaba dentro.

—Oh por Dios, tienes la misma cara que ponen las chicas de primer semestre cuando Collin está cerca—inquirió Abigaille le desde el asiento del copiloto.

Noah rio en respuesta al tiempo que ponía el auto en marcha.

—Eso no es cierto—me defendí.

—Bueno, no del todo. Solamente estas observando a tu novio—sonreí un poco—aunque parezca que lo estés acosando—me dijo girándose un poco en el asiento para poder mirarme.

—Oye—protesté.

—¿Comemos juntos?—preguntó mi mejor amiga, cambiando de tema.

—Podemos comer en casa—ofrecí.

Así que pasamos la tarde juntos, Noah e Isabelle habían pasado la mayor del tiempo hablando sobre comida, dado que a mi abuela le encantaba cocinar, desde que yo podía recordar, ella siempre pasaba horas y horas metida en la cocina, le encantaba comprar libros de recetas, de hecho, en su casa, tenía una sección completa en su pequeña biblioteca, dedicaba exclusivamente a libros de cocina, le encantaba experimentar cosas nuevas. Yo siempre la había admirado en ese sentido, la mujer podía pasar días enteros metida en la cocina preparando un montón de recetas y no se aburría, al contrario, parecía siempre estar dispuesta a seguir cocinando.

En cambio yo, no era capaz de preparar más allá de un plato de cereal con leche, por lo regular, me las apañaba para preparar comida decente y no morir de hambre. Y Noah, por el simple hecho de que al chico le encantaba comer. Desde que Noah llegó a nuestras vidas, Isabelle y él, compartían un montón de conversaciones sobre comida.

Abby se mantenía entretenida con la película que había colocado en el televisor, de vez en cuando, despegaba la mirada del televisor, para posarla en la pantalla de su celular. Normalmente, cuando Noah e Isabelle, iniciaban su charla sobre cocina, Abby yo quedábamos en un segundo plano. Así que en eso preciso momento ambas nos encontrábamos excluidas descaradamente de su animada conversación.

—¿Piensas ver a Daniel el día de hoy?—cuestionó en voz baja. Clave la vista en la pantalla plasma, donde Landon Carter, aquel guapo chico castaño lleno de asombro, contemplaba a Jamie Sullivan cantar angelicalmente.

Amaba esa película, de hecho, era uno de las cosas que Abby y yo teníamos en común.

—Supongo.—sonreí un poco.

Así que cuando el reloj de pared que tenía colocado a un lado de la puerta de mi habitación, marcó las ocho de la noche, decidí que era una buena idea enviarle un mensaje de texto a Dan, para saber cómo le había ido con Sam.

"Dentro de una hora" pensé animadamente, poniéndome de pie para colocarme algo de ropa decente.

Yo no era el tipo de chica a la que le preocupaba un montón que aspecto tendría cuando iba a ver a su novio, pero estaba completamente segura que salir en pijama, en invierno, hasta el acceso prohibido, era una locura, una locura que traería consigo un grave problema de neumonía, así que con ese pensamiento, me puse de pie, tomé de mi closet un enorme abrigo morado, me coloqué un gorro de lana color blanco y me sonreí en el espejo.

Cuando subí hasta el último piso del edificio, la puerta gris estaba entreabierta, con el corazón acelerado entré despacio y contemplé al chico castaño de ojos azules que no podía sacar de mi cabeza ni un solo segundo del día, sentí mis piernas temblar patéticamente y di un paso al frente, Daniel estaba de espaldas contemplado las luces de la ciudad.

—Siempre he pensado que es una vista completamente hermosa—le dije haciendo que él se girara para mirarme.

—No más hermosa que tú—murmuró tendiéndome su mano derecha, caminé en dirección a él para tomarla y cuando estuvo a mi alcance, me abalancé sobre él con una gran sonrisa en los labios.

—Te extrañé todo el día—le dije sincera.

Y es que, desde el día que Daniel Radcliffe apareció frente a la puerta de su departamento aquella mañana al principio del invierno, no habíamos estado separados desde entonces. Regularmente, estábamos junto a Abby y Noah, pero siempre juntos.

—Yo también te extrañé—respondió antes de posar sus labios brevemente sobre los míos.

Fui consciente de que cada vez que Daniel me besaba, una nueva sensación invadía mi cuerpo, y el sentimiento que tenía hacia él, crecía cada vez más. Era la cosa más hermosa que me había pasado en toda mi vida. Así que cuando me separé de él, gracias a mis espantosos y molestos pulmones, con las piernas temblorosas y el corazón martilleando dentro de mi pecho, lo abracé con todas las fuerzas que podía reunir en ese momento.

—¿Cómo estuvo la tarde con Sam?—cuestioné con voz amortiguada. El agarre de Dan se hizo un poco más fuerte sobre mi cintura y luego sentí sus labios sobre mi cabello.

—Tranquila. Estuvimos charlando muchísimo y poniéndonos al día.—sonreí.

—Estoy tan contenta por ti, Dan.

Daniel se separó de mí y entrelazó nuestras manos. En ese preciso momento, una descarga eléctrica recorrió todos y cada uno de mis huesos, mi corazón latió muy de prisa y mis piernas volvieron a temblar.

—¿Qué eres tú, que lo único que haces es enamorarme cada día un poco más?—me preguntó y de pronto, me sentí como en un cuento de hadas. De repente, yo era como una de esas princesas de las películas que solía ver cuando era una niña, y Daniel Radcliffe era un príncipe azul. El príncipe azul más guapo, tierno y dulce que hubiera podido existir. Estaba completamente convencida, que ni siquiera aquellos príncipes de mis películas, podían llegarle a los talones.

Cerré mis ojos cuando la mano de Dan acarició delicadamente mi mejilla. Disfruté de la sensación, porque sabía que al abrir mis ojos, él iba a seguir siendo un príncipe de cuento de hadas, pero yo solamente iba a ser Elizabeth Westfall.

—Solo soy Eli, solo Eli—murmuré en respuesta.

La mano de Daniel que mantenía en mi cintura, desapareció y un segundo después, con ambas manos acunó mis mejillas, pegó su frente a la mía y el aroma a menta inundó mis fosas nasales.

Cuando finalmente, abrí mis ojos, me encontrè con sus increíbles ojos azules contemplándome fijamente. Mi torpe corazón se aceleró nuevamente. Y cuando los labios de Daniel se posaron una vez más sobre mis labios, la sensación de estar cayendo al vacío, embargo todo mi cuerpo.

—Creo que te amo—murmuró cuando nos separamos para tomar aire nuevamente.

Sin poder evitarlo, mis ojos se inundaron de lágrimas.

—Oh por Dios, Daniel—susurré mirándole. Sus manos bajaron hasta mi cintura y besó mi mejilla, después mis parpados, luego mi nariz y finalmente mis labios nuevamente.

Solamente, que aquel beso no era delicado como el resto, era un beso desesperado, como si con aquel beso, Dan quisiera demostrarme que lo que él creía era real, pasé mis brazos por su cuello para atraerlo un poco más a mí. Lo besé con fuerza devolviéndole el beso, haciéndole saber que yo también creía lo mismo.

Oh por favor, yo era muy parecida a Isabelle, comprendí en medio de aquel sentimiento que se extendía por mi pecho, en medio de aquella sensación que se había instalado en mi estómago. En medio de todo el aleteo de esas típicas mariposas que uno sentía cuando estaba completamente enamorada. Isabelle podía pasar el día entero cocinando.

Yo podía pasar el día entero besando a Dan.

—Te amo—afirmó con media sonrisa.

—Te amo—le dije en un susurró cuando

Una enorme sonrisa se instaló en su rostro y me abrazó con fuerza una vez más.

—Repítemelo una vez más.—pidió mirándome a los ojos.

Sonreí aferrándome fuertemente a su cuello.

—Te amo. Te amo, Daniel Radcliffe.

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OHMAYGAH! 

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