Capítulo Veintisiete
—Soy tu ángel guardián—espetó Gabbe de mal humor a la mañana siguiente en cuanto entré en la cocina.
—¿Qué?—murmuré frotándome la cabeza con ambas manos. ¡Me dolía horrible!
—¡Eso fue lo que le dijiste a Eli, la noche de ayer!—rugió.
—¿Qué?
—¿Qué?—me imitó—¿eso es todo lo que tienes que decir?—la miré medio segundo y una punzada atravesó mi cerebro.
—No comprendo de lo que me estás hablando—le dije sentándome en el desayunador de la cocina.
Me tendió una taza de humeante café y la miré agradecido.
—¿Se puede saber en que estabas pensando cuando decidiste ponerte la borrachera de tu vida?—suspiré.
—¿Qué?
—¡Daniel!—protestó poniéndose de pie.—Estoy a punto de lanzarte por la ventana del departamento, así que más vale que tengas una muy buena explicación—me froté de nueva cuenta la cabeza.
—¡Deja de gritar!—supliqué.
—¿Gritar? Ah, claro. Los humanos, llaman a eso que tú tienes, resaca.—parpadee un par de veces.
—No estaba borracho—le dije tomando un sorbo de café. De inmediato, aquel líquido oscuro y caliente recorrió mi garganta, haciendo que mi cuerpo se encendiera de repente, como si tuviera un interruptor dentro de mí y con el solo hecho de ingerir café, se activara.
—Ah claro, entonces Noah estaba literalmente llevándote en brazos; nada más por puro placer—la miré.
—¿Noah?—cuestioné enarcando una ceja.
—¿No recuerdas nada, verdad?—negué de inmediato y al segundo me arrepentí.
—Lo último que recuerdo fue ir en busca de una botella de agua en casa de Collin, después un tonto reto con los futbolistas y después, tú mirándome con el ceño fruncido, recargada en la cocina integral, de brazos cruzados y yo diciéndote como luces justo ahora—le dije en voz demasiado baja para mi gusto.
—Oh, por el Trono, estabas realmente borracho—me espetó con los dientes apretados.—Le dijiste a Noah que se parecía a Bethan—recordó mirándome.
—¿Qué? Bueno, él no sabe quién es Bethan, de todos modos—respondí y Gabbe puso sus ojos en blanco.
—Le dijiste que Bethan, es el ángel de la muerte—abrí mis ojos llenos de sorpresa.
—Por el...Trono—susurré.
—No sólo eso, también reclamaste la atención de Elizabeth—mi corazón se aceleró dentro de mi pecho—Le dijiste que nunca más te separarías de ella—suspiré.
—Supongo que esa es una promesa que no seré capaz de cumplir en su momento—Gabbe soltó un suspiro.
—¡No me refiero a eso!
—Ah, ¿no? ¿Entonces?—cuestioné frotándome nuevamente la cabeza.
—Le dijiste a Eli que eras su guardián—me puse de pie en un salto.
—¿QUE?
—Ya lo escuchaste.—reprochó.
Una hora después, luego de varios intentos por ingerir alimento y de que mi estómago se rehusara a permitírmelo, me dejé caer en mi cama y cerré mis ojos con fuerza. Estaba cansado, me dolía todo el cuerpo y estaba completamente seguro que mi cabeza iba a estallar en cualquier segundo.
¿De verdad yo había sido tan tonto como para decirle a Eli que era su guardián? Oh, por el Trono, ¿Y que estaría pensando ella? Seguro que estaba pensando que era un demente, un idiota, por haberle dicho aquello. ¿No creyó en mis palabras, verdad? ¿O si? No, ella no podía creer lo que un chico borracho le estaba balbuceando cuando estaba a punto de quedarse dormido. Esperaba realmente que ella pensara que era un tonto, por decirle aquello. ¿Por eso no había recibido ningún mensaje de Eli?
Entonces mi celular comenzó a sonar y mi habitación en penumbra, a causa de las gruesas cortinas, se iluminó. Lo tomé con cuidado y miré fijamente la pantalla, un número desconocido se proyectaba, y fuese quien fuese la persona que estaba llamándome, estaba claro que no iba a rendirse fácilmente.
Solté un suspiro lleno de frustración.
—¿Diga?—respondí finalmente.
—¡Daniel!—respondió una chillona voz bastante animada, del otro lado de la línea.
—¿Quién habla?—cuestioné sentándome en la cama.
—Sam—sonrió automáticamente.—¿te desperté?—negué un poco.
¡No puede verte, Radcliffe!, me reprendí mentalmente.
—No, de hecho, estaba recostado viendo el techo—le dije.
—¿Quieres pasar el resto del día conmigo? He vaciado mis ahorros y podemos ir a comer a donde tú quieras—esbocé una sonrisa—¡puedes invitar a Eli!—agregó.
—No sé si Eli quiera, pero cuenta conmigo—soltó una risita del otro lado del teléfono.—Dime donde te veo.
—En el restaurante está bien, casi termina mi turno.
—Entonces te veré ahí en una hora—anuncié en voz baja.
—Hasta pronto.
Y antes de que yo pudiera decir algo más, colgó la llamada. Me puse de pie nuevamente, caminé hasta mi guardarropa y saqué una playera blanca, una camisa a cuadros azul con negro y unos pantalones negros. Me cambié rápidamente y despeiné mi cabello, y justo cuando me incliné sobre mi mesa de noche para tomar las llaves de mi auto, me percaté que junto a mi cartera, descansaban varios billetes. Claro, los mismos billetes que había ganado en el tonto reto de Collin Sparks.
Los tomé, los coloqué en el bolsillo trasero de mis jeans y salí de mi habitación.
—Guau. Luces mucho mejor que hace un rato—me dijo Gabbe al tiempo que atravesaba el umbral de la cocina.
—Gracias—respondí.
—¿Vas a salir?—cuestionó mirándome.
—Sí, pasaré el resto del día con Eli—anuncié. Ella asintió. Caminé hasta ella para depositar un pequeño beso en su mejilla; a modo de despedida y después me marché.
Conté mentalmente hasta diez, solté un suspiró y presioné el timbre del departamento de Elizabeth. Un par de minutos después, la puerta se abrió y los preciosos ojos de Eli llenos de sorpresa me contemplaron. Soltó el aire de golpe y me sonrió.
—Mi amor, yo....— me apresuré a decir, pero ella me interrumpió juntando sus labios a los míos.
—Para tener resaca, luces bastante bien. Estoy segura que el resto de los chicos, lucirían como si un tren los hubiera arrollado—sonreí aliviado.
—Bueno, eso es porque no soy como el resto de los chicos—respondí sincero, y para mi sorpresa, ella se rio.
—Ya lo sé. Eres mi ángel guardián—sonreí un poco.
—Sobre eso...
—Estabas muy pasado de copas, Dan.—hizo una pausa y me miró enarcando una de sus finas cejas—por cierto, debería estar furiosa contigo por haber aceptado aquello.
Solté un suspiro.
—Collin me sacó de mis casillas, lo lamento—ella se movió un poco y abrió la puerta para que yo pasara.
—Pues no debiste caer en sus juegos—suspiró—mucho menos, si había alcohol de por medio—hice una mueca.
—Empezó a burlarse de mí, diciendo que tenía miedo y ese tipo de cosas—le dije tomando su mano y caminando con ella en dirección a su sala—y de verdad, que me contuve demasiado, pero cuando comenzó a decir cosas sobre la madre de mi...sobre mi madre, que ni siquiera recuerdo, exploté.—le expliqué.
—Bueno, ya pasó de todas maneras—murmuró.—¿Quieres comer algo? Isabelle preparó algo—sonrió.
—De hecho, venía a invitarte a pasar la tarde con nosotros—le dije. Ella me miró un segundo con el ceño fruncido.
—¿Nosotros?—cuestionó enarcando una ceja.
—Sam me llamó hace un rato. Me dijo que si quería pasar el resto del día con él y que te preguntara si querías acompañarnos—sonrió.
—¿Es por eso que vienes como si acabaras de salir de una sesión fotográfica de Vogue?
Me eché a reír.
—¿Sesión fotográfica?—pregunté en voz baja y sus mejillas se tiñeron de color rojo.
—Oh, no me hagas caso—protestó. Me acerqué un poco a ella y fundí nuestros labios en un tierno beso—¿es esta una estrategia para que acceda a ir contigo y con Sam?
Sonreí pegando su frente a la mía.
—No. Pero si funcionó, entonces estaré encantado de repetirla—ella se rio un poco.
—Eres un tonto—protestó mirándome fijamente—Y claro que quiero acompañarlos—sonreí.
Media hora más tarde, en compañía de Eli y luego de un pequeño saludo en dirección a Clarence, ambos entramos en el auto. Conduje en silencio, mientras Eli murmuraba canciones de la radio, sonreí un poco al verla y mi corazón latió muy de prisa.
Ahora que lo pensaba, siempre que se trataba de Eli, mi corazón se aceleraba, las piernas me temblaban e incluso las manos me sudaban, me ponía nervioso. Y era un poco patético, pero ese era el efecto que ella creaba en mí.
¿Eso era el amor, no?
Cuando estuvimos frente al restaurante donde Sam trabajaba, encontramos al chico parado en la acera, movía las manos impacientemente y sonreí un poco. Eli colocó su mano encima de la mía y cuando nuestras miradas se cruzaron, una bonita sonrisa se formó en sus labios. Toqué el claxon y cuando los ojos verdes de Samuel repararon en el auto, una amplia sonrisa de formó en sus labios.
—Hola—saludó animadamente.
—¡Sam!—exclamó Eli con una sonrisa en los labios
Y entonces las mejillas de Sam, se pusieron coloradas. Solté una carcajada.
Así que, ese era el mismo chico que había preguntado si mi novia tenía una hermana para que se la presentara, era el mismo chico que quería tener una novia como Elizabeth Westfall.
—Hola—murmuró el muchacho de cabello negro y ojos esmeraldas en dirección a la castaña que aun sostenía mi mano.
Sonreí.
Así que después de que Eli y Sam complotaran en mi contra, los tres habíamos terminado comiendo en un restaurante de comida rápida. Abrí los ojos llenos de sorpresa cuando la camarera, una chica morena de ojos castaños, colocó frente a mí, con una gran, gran, gran sonrisa, una enorme y grasosa hamburguesa; junto a una orden de papas fritas con queso y un refresco. Estaba completamente seguro que si Gabbe, observara aquella comida que estaba a punto de ingerir, se hubiera puesto histérica.
—Oh, vamos, Daniel. Es solo una hamburguesa—protestó Sam luego de darle un mordisco a la suya.
Eli se echó a reír.
La comida fue sumamente divertida después de todo, Eli reía de cada uno de los malos chistes que Samuel contaba, incluso, en un momento de la tarde, el chico se había olvidado por completo de los sonrojos y habían entablado una amena conversación, de la cual, yo fui excluido olímpicamente.
Me dediqué a observarlos con una pequeña sonrisa en los labios, las dos personas más importantes que conocía en este plano, se llevaban bien. Era increíble.
Y entonces lo recordé.
—Oye, Sam—le dije en voz alta, para atraer su atención. Dejo la plática con Eli de lado un segundo y después sonrió.
—¿Qué pasa?
—Esto es para ti—anuncié sacando de mi bolsillo los billetes que había ganado la noche anterior. Los ojos de Sam se abrieron de la sorpresa y se echó para atrás en el respaldo del sillón donde estaba sentado junto a Eli.
—¿Qué?
—Son tuyos—le dije tendiéndoselos.
—¡Daniel! Esos son como mil dólares—protestó mirándome a los ojos.
—Ya lo sé. La verdad, es que los gane siendo un completo idiota y no quiero tenerlos. Pero quiero que los tengas tú y hagas lo que quieras con ellos—suspiró.
—Escucha, yo sé que tienes una fortuna en un banco, pero no puedes simplemente dármelo. Para que yo junte todo ese dinero, tendría que trabajar varias semanas en el restaurante—Eli me miró un segundo y después miró a Samuel.
—No entiendo tu punto—le dije.
—Wallace va a pensar que estoy en malos pasos si de repente yo llegó con mil dólares a casa—sonreí.
—Entonces cómprate algo—respondí.—¿El número del que me llamaste hoy es tuyo?—cuestioné mirándole.
—No. Es el número de un compañero mozo—sonreí. Acababa de encontrar el uso perfecto para ese dinero.
—Entonces cómprate un celular, así podemos estar en contacto todo el tiempo—anuncié.
Miré a Eli, quien me ofreció su mejor sonrisa.
—Yo no....no puedo—decidió.
—Claro que puedes, y eso es lo que haremos justo ahora—decidí haciéndole una seña a la camarera para que trajera la cuenta.
Sam me miró un poco desconcertado y después negó con la cabeza. —Dije que yo invitaba—negué de inmediato.
—Olvídalo. Prefiero que con ese dinero, compres algo para ti. Ya habrá algún otra ocasión en la que puedas invitar tu—frunció el ceño.
—¡Eso no es justo!—protestó.
Eli rio.
—Claro que lo es—le sonreí.
—De acuerdo, después de comprar el celular, yo invito los helados. ¿Cuál es tu favorito?—cuestionó en dirección a Eli.
Negué divertido.
—Vainilla con chocolate, definitivamente—sonrió la castaña.
—Estupendo, el mío también.—respondió entusiasmado.
Así que una vez que acompañamos a Samuel a comprar su nuevo celular, y que se emocionara muchísimo con cada uno de los que veía en los aparadores, de que se enfrascara con Eli en una discusión acerca del pro y los contras, de un modelo de teléfono, que ninguno de los dos iba a comprar, y de que finalmente luego de dos horas, mi amigo de ojos verdes, eligiera finalmente un modelo, los tres salimos hacia la nevería más cercana.
El día había sido un completo éxito, habíamos disfrutado la compañía de Sam y le habíamos prometido pasar el siguiente día libre que tuviera junto a él, incluso Eli, había sugerido que pasara la navidad con ella y su abuela, y él entusiasmado había accedido, por supuesto que tenía que discutirlo con Wallace.
—Samuel es el chico más dulce que he conocido en mi vida—anunció Eli una vez que estuvimos frente a la puerta del departamento. La miré con media sonrisa.
—Gracias por pasar el día con nosotros. Significa mucho para mí, y estoy muy seguro que para Sam también—ella chasqueó la lengua y me sonrió.
—No tienes que agradecerme nada.—hizo una pausa—siempre que vengas a pedirme algo, vestido como un modelo de Vogue, créeme que no me podré resistir.
Me reí.
—Te amo—le dije antes de acercarme a ella y besar sus labios castamente.
—Yo también te amo—decidió mirándome a los ojos—Y estoy muy orgullosa de ti, por todo lo que has hecho por Sam.
Suspiré.
—Es el único hermano que conozco, la única familia que me queda, así que...es lo menos que podía hacer por él. Y lo de no conservar el dinero, es enserio. No lo quería.—me ofreció una pequeña sonrisa.
—Eso me hace amarte aún más—sonreí.
—Te veré mañana para la escuela—le dije antes de posar mis labios sobre su frente.
Eli se marchó y yo me quedé en medio del pasillo, contemplando la puerta por donde ella se había marchado dos segundos antes.
Tal vez el sentimiento del amor, era nuevo para mí. Pero yo la amaba. Y tal vez la naturaleza de los ángeles no incluía la habilidad de tener deseos, pero yo los tenía.
Y el único deseo que tenía, era quedarme toda la vida junto a Eli
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