Capítulo Veintiséis
Daniel.-
—Oh chicos, deberíamos ir todos a bailar—sugirió Abby haciendo que rompiera el contacto visual que tenía con Collin Sparks.
Observé un poco a Elizabeth, sus mejillas estaba totalmente coloradas y tenía esa misma expresión en su rostro que había visto cientos de veces, la misma expresión de incomodidad que tenía cada vez que se encontraba en un lugar en el que no quería estar.
—Bien, espero que se diviertan mucho.—inquirió Collin apretando un poco más la caja que Eli me mostró antes en el auto. La caja que contenía el regalo que junto a Eli compramos unos días antes—Y muchas gracias por el regalo—agregó en dirección a mi novia.
Apartó la mirada del pasto y le ofreció una pequeña pero sincera sonrisa. Una pequeña sensación se hizo presente en mi pecho y apreté un poco la lata de refresco que estaba sosteniendo en mi mano.
Celos, solían llamarle los humanos a aquello.
—Eso fue grosero—masculló Abby mirándome fijamente.
—¿No es más grosero que un sujeto que se cree el ombligo del mundo intente coquetearle a tu novia? Lo peor, en tus narices—objetó Noah.
Y entonces ellos se tendieron de lleno en un debate de pareja, mientras mis ojos no se despegaban ni un solo milímetro de la figura de Eli. Su mirada había vuelto a estar fija en el suelo, pero por lo menos ya no parecía incomoda, al contrario, parecía estar librando una batalla campal dentro de su cabeza, jugueteaba con sus manos y soltaba pequeños suspiros llenos de frustración cada varios segundos.
—Lo lamento—murmuré en cuanto estuve muy cerca de ella, tanto, como para aspirar el aroma que emanaba su cabello y el perfume que se mezclaban; haciendo que mis piernas temblaran.
Sus ojos se posaron en los míos y por inercia, mi corazón latió muy de prisa.
—No tienes que disculparte ni nada por el estilo. No hiciste nada malo.
Coloqué las bebidas en la banca donde mi novia y mis amigos estaban sentados. Me apoyé en mis rodillas frente a ella y tomé sus manos entre las mías.
—No quería que te sintieras incomoda en absoluto—batió un poco sus pestañas y apretó un poco mis manos.
—No me sentía incomoda—declaró—solamente estaba meditando lo que has dicho—una pequeña sonrisa de formó en sus labios y yo sonreí.
—¿Meditando?
—Nunca nadie había dicho algo así. Sobre mi.—confesó mirándome.
—Pues es verdad, mi lugar es junto a ti.
Y en un segundo plano, en donde no era visible para ella, pensé amargamente, pero no deje que mi rostro reflejara aquello.
—Te amo—murmuró inclinándose peligrosamente a mí.
—Yo también te amo—le dije acercándome todavía más.
Eli me sonrió y cuando nuestros labios estaban a punto de fundirse en un pequeño beso lleno de ternura, el encanto se rompió.
—Oigan ustedes dos, lo de bailar era enserio—se quejó.
Solté un suspiro y de mala gana, junto a Eli, seguimos a nuestros amigos dentro de la casa para unirnos a la multitud de chicos que bailaban animadamente al compás de la ensordecedora música.
Normalmente, perder la noción del tiempo; era una costumbre mía que había adoptado al llegar a una vida humana. No era capaz que comprender cuanto tiempo estuve bailando con Eli, Abby y Noah, lo único que sabía, era que mi garganta estaba completamente seca por que no había ingerido bebida alguna desde que puse un pie en la casa de Sparks y una molestia comenzó a hacerse presente por el humo del tabaco que se extendía por el ambiente, mi camisa estaba mojada por la capa de sudor que cubría mi espalda y los pies estaban comenzando a dolerme, pero bastaba con ver la enorme sonrisa que Eli mantenía en su rostro, para saber que había valido la pena apretujarme entre montones de chicos que bailaban y derramaban bebidas por doquier.
—Iré por algo de beber—anuncié a Eli. Ella asintió con media sonrisa—¿quieres que te traiga algo?—agregué.
—No, gracias.
—No tardo—ella asintió con media sonrisa y yo me abrí paso entre el gran grupo de chicos.
No tarde en encontrar la barra de bebidas, donde un chico hacía de barman y justo en ese momento, jugueteaba con las botellas de vidrio llenas de alcohol, mientras un grupo de chicos reían y ansiosos esperaban a que sus deseos fueran atendidos.
A un lado, en la barra de la cocina, Collin y supongo que sus compañeros de equipo de la universidad, jugaban a hacer retos con bebidas alcohólicas. Varios vasos transparentes de plástico, estaban esparcidos por la barra de mármol y entusiasmados animaban a un chico rubio, bastante debilucho a que tomara cada uno de ellos. Collin me miró un segundo, y cuando reparo en que era yo quién estaba observando aquello, una sonrisa se cruzó por su rostro.
—Radcliffe—gritó animado. Lo miré un segundo y me giré para marcharme e ir a conseguir una botella de agua. —¡Espera!—me giré de nuevo y lo miré con una ceja enarcada.
—Buena fiesta—le dije, porque en realidad, no sabía que más decir. Al principio, no había querido venir, e incluso, estaba esperando cualquier oportunidad para marcharme, pero al final, me estaba divirtiendo con mis amigos.
No iba a decírselo directamente, claro que no.
—¿Te gustaría jugar un reto conmigo?—preguntó enarcando una ceja y ofreciéndome una pequeña sonrisa maliciosa.
—No, gracias—respondí.
—¿Tienes miedo que te gane?—lo miré.
—No.
—Entonces, ven y toma un reto conmigo, Radcliffe—exigió.
—De verdad, muchas gracias. Pero no, gracias—contesté decidido a marcharme.
De repente, las ganas de conseguir una botella de agua, se habían esfumado. Y la idea de marcharme, volvía a ser demasiado atractiva.
—Radcliffe tiene miedo—se burló y un coro de risas animadas lo secundó.
—Oh, vamos, Daniel.—espetó un chico pelirrojo con una sonrisa ridícula en los labios.
Los ángeles no tenemos impulsos, me repetí mentalmente.
—He dicho que no—espeté.
—¿Mami no quiere que su niñito beba?—abrí los ojos de golpe, apreté mis puños fuertemente y la sangre hirvió en mis venas. De mí, podía decir cuántas cosas quisiera, pero de un pasado que yo no recordaba y de la madre de mi huésped, jamás. ¡NO LO IBA A PERMITIR!
Sin decir una sola palabra, caminé a paso apresurado hasta llegar al filo de la barra de mármol, el chico rubio estaba tambaleándose recargado en el umbral de la cocina, Collin me siguió y ambos tomamos un vaso de bebida.
Por lo que había visto, el reto, consistía en que cada participante tenía que ingerir un total de siete vasos de bebida, que estaban a la mitad de la capacidad que podía albergar cada uno. El primero que terminara cada uno de los siete, ganaba varios billetes que el resto de los tontos futbolistas habían recaudado entre ellos. El otro, tenía que terminar de beberlos, aunque no ganara nada.
Le lancé una mirada a Collin y esté sonrió satisfecho.
—A la cuenta de tres—masculló un castaño de ojos verdes, con una estúpida sonrisa en los labios. —Uno...dos...tres....
De un solo movimiento, vacié el contenido del vaso en mi boca, el líquido era horrible, decidí mientras aquella bebida color ámbar se deslizaba por mi garganta, dejando un ardor en ella. Sabia asqueroso, a mi parecer. De repente, sentí como mi estómago estallaba en llamas y retrocedí un paso.
Segundo trago; Mi vista se nubló. Collin iba ganando. Y yo no entendía, como podía tomar aquello como si de un vaso de agua se tratara.
Tercer trago; mi estómago gruño en protesta, pero no me rendí.
Cuarto trago; Eli debía estar esperándome por ahí, pero estaba muy seguro que no podía verme porque una pared de personas nos separaba.
Quinto trago; mis piernas comenzaron a temblar, amenazando con traicionarme y mandarme directo al suelo.
Sexto trago; mis oídos emitían un chillido que no comprendía de donde provenía, pero ahí estaba. Por encima de los gritos animados de mis compañeros de universidad.
Séptimo trago; la cabeza me dio muchas vueltas, ¿Dónde estaba? Me pregunté, mientras veía como las luces alrededor de mi danzaban y los rostros muchas personas reían a carcajadas.
Collin, se acercó a mí con un montón de billetes en una mano y me los entregó.
—Eres más de lo que pareces, Radcliffe—me dijo de mala gana. Lo miré un segundo, pero mi cabeza no estaba en condiciones para tener una visión clara o nítida, su rostro distorsionado, me dijo algo que yo no fui capaz de comprender y me alejé.
¡Eli! ¡Aire! Necesitaba aire fresco.
—Oh, por dios—gritó la voz chillona de una chica a mis espaldas. No me moví, si lo hacía, temía que mi cuerpo se derrumbara. —Dime, por favor, que no aceptaste ese estúpido reto que los futbolistas estaban haciendo—reprochó llegando hasta mi lado.
Me giré un poco y me encontrè con la mirada verde y el cabello rubio de Abigaille.
—Lo hice—susurré.
—¡Dan!—y entonces si me giré, porque conocía aquella voz.
La niña castaña que me quitaba el aliento estaba ahí, parada frente a mí.
—Lo siento—espeté cubriendo mi rostro con mis manos.
—Vayamos a casa, ahora—masculló Noah mirándome con una ceja enarcada.
Me puse de pie, pero de inmediato un mareo me atacó, miré a mi amigo en busca de ayuda, y ahí estaba él. Le dediqué una gran sonrisa y él me miró con el ceño fruncido.
—Oh, por el Trono, te pareces a Bethan—anuncié en voz baja—aunque, eres una versión mejorada de Bethan, por lo menos me soportas—agregué apoyándome en él.
—Sí, claro. Me parezco un montón—respondió él.
—Sí, te lo juro. Tú vistes de negro, como el ángel de la muerte—murmuré.
Un pensamiento asaltó mi mente, ¡Mi casa! ¡Extrañaba mi casa!
—¿Qué?
—Estoy seguro, que si Ariane te conociera, se llevarían muy bien—le sonreí.
—Por supuesto.
—Extraño mi casa, ¿sabes?—le dije en voz baja, arrastrando las palabras.
—Pronto estarás en ellas—me dijo Eli con media sonrisa.
Cuando estuvimos frente a mi auto, sin decir nada más, demasiado cansado para continuar, le entregué las llaves del auto a Noah, en cuanto el auto comenzó a moverse, el sueño me venció, le lancé una mirada a Eli, entrelacé nuestras manos y cerré mis ojos.
Cuando los volví a abrir, estaba siendo sacudido de los hombros, por Noah, quien trataba de despertarme. Me ayudó a bajar, y a entrar en mi departamento en silencio, seguidos por Abby y Eli, en donde una rubia de ojos azules me recibió con el ceño fruncido.
—¿Qué ha pasado?—cuestionó una voz. Cerré los ojos con fuerza.
—Obra de un estúpido reto—respondió otra voz de chica.
—¿Qué tan borracho esta?—cuestionó otra vez la primer voz.
—Lo suficiente como para alucinar sobre un ángel de la muerte que viste de negro, y que según Dan, se parece a mí—contestó la voz de un chico.
Después el lugar se quedó en silencio. Abrí los ojos un poco y me encontrè con cuatro pares de ojos mirándome fijamente.
—Eli—murmuré y unos pasos se hicieron presentes, después una pequeña y cálida mano; tomó la mía.
—¿Qué es lo que pasa, Dan?—cuestionó su voz dulce.
—Si hubiera podido venir antes, lo habría hecho.
—Estas aquí, ahora.—respondió ella.
—No voy a dejarte nunca—le dije.
—Ya lo sé, cariño.
—No, no lo sabes.—espeté apretando un poco su mano.
—Dan...
—Nunca voy a dejarte, nunca.
—Daniel....
—No voy a separarme nunca de ti, porque yo...yo soy tu ángel guardián—murmuré y después, todo se sumió en una intensa oscuridad.
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