Capítulo Veintiocho
Eli.-
¡Era el chico más guapo que haya visto en toda mi vida! Decidí en cuanto abrí la puerta y mi guapo novio quedó a mi vista.
Su cabello castaño estaba muy, muy despeinado. Sus pantalones negros se ajustaban un poco a sus piernas, y encima de la camiseta blanca de mangas cortas que tenía puesta, una camisa de manga larga a cuadros azules y negros le daba un toque...increíble. Me encantaba, sobre todo, porque con aquella ropa que mi novio había elegido, hacia resaltar aun más el azul de sus increíbles y hermosos ojos.
¿Se podía ser así de guapo y perfecto? Debería ser un crimen, pensé y solté el aire, que aún no me había percatado que estaba conteniendo.
Así que un par de horas más tarde, cuando Sam se encontraba con nosotros y una vez que la camarera morena de ojos color miel, además de anotar nuestra orden en un talonario color verde y coquetearle a Daniel, y que él la ignorara olímpicamente, me encontraba enzarzada en una amena conversación con Samuel, de reojo me percaté que Daniel nos observaba con media sonrisa, pero se mantenía al margen de nuestra charla.
—¿Qué es lo que más te gusta de Daniel?—cuestionó el niño de pelo negro y ojos verdes.
—¡Sus ojos!—decidí mirando de reojo a Dan. Sam sonrió ampliamente.—También me encantan tus ojos, son muy bonitos—halagué y sus mejillas blancas se tiñeron de rojo.
—Vaya, gracias—sonrió. —¿Por qué te gustan los ojos de Dan?—cuestionó de nuevo.
—Porque son muy azules—él rio.
—¿Y tú color favorito es el azul?—preguntó enarcando una de sus oscuras cejas.
Me eche a reír.
—No. Pero me gusta mucho el color de los ojos de Dan, es un tono de azul muy bonito—él hizo una mueca.
—Por eso Melanie estaba enamorada de él—lo miré.
—¿Melanie?—pregunté mirando a Daniel un segundo, pero mi novio estaba sumamente concentrado observando el menú, fruncía el ceño y movía sus labios, pero no apartaba sus ojos de la carta. ¡Estaba escuchando! Estaba muy segura de eso.
—Si.—rio—pero no te pongas celosa, Melanie es una niña de once años, pero cuando se enamoró de Daniel, tenía siete—me reí de nuevo. —Vive en el orfanato con nosotros.
Así que mi novio tenía una admiradora de once años. Aunque no era raro, era muy guapo.
—¿Ella es bonita?—pregunté fingiendo indignación. Los ojos verdes de Samuel se toparon con los míos y cuando comprendió que estaba bromeando soltó una carcajada.
—Sí. Deberías estar muy preocupada, es rubia de ojos azules—sonreí. ¡Una mini Gabbe!, pensé con gracia. Por lo visto, Daniel tenía algo con las chicas rubias con ojos azules.
—Oh vaya, no soy competencia para ella—Sam sonrió.
—Cuando termines con Dan, yo estaré ahí para ti—ofreció.
Solté una carcajada.
—Oh, muchas gracias, Sam—él rio un poco.
—¡Su orden!—anunció la camarera colocando frente a nosotros la comida que habíamos ordenado.
Daniel observó su pedido como si jamás en su vida hubiese visto una hamburguesa, papas a la francesa con queso y un vaso de refresco.
—Oh, vamos, Daniel. Es solo una hamburguesa—protestó Sam cuando se percató que la comida de Dan estaba intacta. Le dio un mordisco a su hamburguesa, como si con eso probara que no era más que una hamburguesa como ya había dicho.
Me reí ¡Era el chico más divertido que había conocido nunca!
Así que el resto del día, luego de la pequeña discusión que Samuel y Daniel tuvieron en el restaurante de comida rápida, terminamos en aquel precioso parque, Battersea Park, el mismo parque en el que Abby solía fantasear con hacer una sesión fotográfica. Los ojos verdes de Sam, brillaron de la emoción cuando contempló con entusiasmo aquel templo de aspecto chino.
Soltó una risita eufórica cuando la señorita de la heladería le entregó su helado y cuando Daniel sugirió que fuéramos al parque, por un segundo creí que el chico se desmayaría ahí mismo.
Cuando la noche llegó, cansada me deje caer sobre mi cama y sonreí. ¡Un día increíble!
Maldije mentalmente cuando el despertador comenzó a sonar estrepitosamente en mi habitación, abrí mis ojos con dificultad y solté un bostezo. Cuarenta y cinco minutos después, cambiada y con mi mochila colgando de mi hombro derecho, me encaminé hasta la cocina, donde descubrí a mi abuela sacando del horno brownies recién horneados.
—Buenos días—salude colocando mi mochila en el suelo y tomando haciendo en el alto taburete del desayunador.
—Buenos días, querida—saludó ella mientras sacaba del molde de metal los brownies y los colocaba en un plato extendido frente a mí. De la cafetera, sirvió dos tazas de café y me tendió una. —¿Regresaste muy tarde anoche?—cuestionó tomando asiento del otro lado del desayunador.
Mi estómago gruño en protesta cuando el olor de los brownies se coló por mis fosas nasales.
—No, pero estabas sumamente dormida en tu habitación cuando volví. No quise despertarte—respondí tomando un brownie. Luego lo solté. ¡Estaba muy caliente!—al parecer, la lectura no es lo tuyo—le ofrecí una inocente sonrisa y ella suspiro.
—¡Arando!—murmuró poniendo un brownie en un pequeño plato de cristal.
—¡Gracias!—le sonreí.
—¿Pasaste todo el día con Daniel?—preguntó mirándome con una ceja enarcada.
—Solo la tarde—respondí dándole un pequeño mordisco al brownie. —¿Por cierto, en donde estuviste toda la mañana de ayer? Cuando desperté ya no estabas—suspiró.
—Desayuné con Evanthia. Por cierto, manda saludos para ti.
Y cuando estaba a punto de responder, el timbre del departamento se hizo presente.
—Yo voy—anunció poniéndome de pie.
Caminó en dirección a la puerta, arrastrando los pies. Cuando abrí la puerta, mi mandíbula casi llego al suelo de la impresión, frente a mí, Collin sostenía una pequeño ramo de flores de varios colores, me miró un poco y me ofreció una pequeña sonrisa, que no estoy segura de haber correspondido, porque mi cerebro aun no terminaba de procesar aquello.
—Buenos días, Elizabeth—saludó mirándome fijamente.
—Collin, ¿Qué-qué haces aquí?—balbucee.
—Primero que nada, quería traerte este pequeño detalle, cuando las vi, no pude dejar de pensar en ti—me dijo extendiéndome el ramo de flores, lo miré un segundo y lo tomé con desconfianza—segundo, quería sabes como estas, hace tiempo no hablamos—suelto un suspiro—y tercera, quería saber si estas molesta conmigo porque piensas que yo emborrache a Radcliffe a propósito.
Parpadeó varias veces. ¡Tengo que estar soñando!
—Bueno, gracias por el detalle, Collin. Pero creo que no deberías haberte molestado en traerme nada. Estoy muy bien y no, no estoy molesta contigo, aunque no es correcto lo que hiciste, tampoco obligaste a Daniel, así que...
—¿Entonces estas molesta con él?—cuestionó tratando de contener una sonrisa.
—¿Eso debería de importarte a ti?—Escuché la voz de Dan a espaldas de Collin. Este último se giró un poco para observar a Dan, que está parado justo frente a su departamento con Gabbe su lado.
La rubia de ojos azules nos observó a los tres y cuando sus ojos de toparon con los míos, me ofreció una sonrisa amable. ¡Por Dios! Gabbe parecía que estaba a punto de entrar a una sesión fotográfica.
—Hola, Eli—me saludó amablemente agitando su mano derecha de un lado a otro. Collin la observó varios segundos, pero cuando los ojos de mi rubia amiga se toparon con los ojos del capitán del equipo de futbol, ella simplemente lo ignoró.
—Gabbe—susurré.
—Bien, los dejo. Tengo mucho que hacer—anunció antes de dar media vuelta y marcharse a paso apresurado en dirección al elevador.
Apreté un poco más los tallos del ramo de flores que Collin me obsequió. Sabía lo que venía.
—Y bien, no has respondido a mi pregunta Sparks—repone Daniel. Llevó mi vista hasta el bello rostro de mi novio y después a Collin, quien seguía observando embelesado el elevador por el que Gabbe se marchó.
—¿Qué?—preguntó girándose para encontrarse cara a cara con Daniel.—Oh, yo lo lamento. No debí haber hecho esa pregunta—lo miró con la boca abierta de la sorpresa.
Daniel también lo miró lleno de sorpresa, pero no dijo nada más, se limitó a fulminarlo con sus ojos azules.
—Collin, no creo que sea una buena idea que vayas por ahí, tratando de conquistar a mi chica—demandó Dan con tono serio.
Lo miré con los ojos bien abiertos.
—¿Por qué no? ¿Tienes miedo que Elizabeth se dé cuenta que estaría mejor conmigo?—preguntó mordazmente acercándose peligrosamente a Daniel.
—¿En serio?—cuestionó el castaño mirando fijamente a Collin.
Era como si de repente, ambos se hubieran olvidado que yo estaba ahí, en medio del pasillo observando cómo estaban a punto de agarrarse a golpes.
—Por supuesto—masculló Collin—¿De verdad crees que Elizabeth te ama? ¡Por amor a Dios, Radcliffe! Eres el chico nuevo, hasta Leah se interesó por ti cuando te vio. Lo que Elizabeth siente, no es más que curiosidad por ti.—hizo una pausa—Cuando la curiosidad se haya ido, entonces las cosas cambiaran.
Solté un pequeño gritito, pero ninguno de los dos se percató de ese pequeño detalle, seguían con la vista fija el uno en el otro.
—¿Entonces se supone que tiene sentimientos por ti?—masculló Daniel bastante molesto.
—Claro, cuando se le pase el deslumbramiento que tiene hacía ti, va a olvidarse por completo de tu patética existencia—miré a Collin llena de furia.
Los ojos de Daniel centellearon, sus mejillas se tiñeron de color rojo, pero no era un sonrojo como los que yo solía tener cuando se acercaba a mí, era pura furia contenida.
—No crees que si sintiera algo por ti, como tu afirmas, entonces te hubiera elegido en mi lugar—le espetó Daniel apretando sus dientes.
—¡Ella iba a ser mía! ¡Te entrometiste en mi camino!—gritó Collin antes de que soltara el primer golpe y su mano chocara en la mejilla derecha de Daniel.
Pero la reacción de Daniel no se hizo esperar, en menos de diez segundos le devolvió el golpe. Solté otro grito cuando el puño cerrado se estrellara en la mandíbula de Collin, esta a su vez soltó un golpe en el estómago de Daniel mandándolo al suelo. Abrí mis ojos de la impresión y antes de que yo reaccionara y les dijera que se detuvieran, Collin se inclinó y golpeó repetidas veces el rostro de Daniel.
—¡Basta los dos!—grité haciendo que, por lo menos, me miraran. Pero los golpes no cesaron.
Al contrario, mientras se golpeaban el uno al otro, se murmuraban cosas sin sentido.
—¡No quiero volver a verlos a ninguno de los dos!—espeté azotando en el suelo las flores que estaba sosteniendo.
Y para mi sorpresa, eso funcionó. Los golpes cesaron repentinamente, como si de palabras mágicas se tratasen y, a empujones y susurros se levantaron del suelo. Los miré a ambos, por el amor de Dios, parecía como si acabaran de salir de una maldita pelea de box.
—¡Eli, lo siento tanto, yo...—se apresuró a decir Collin.
—¡No me interesa!—le espeté sintiendo mis ojos comenzar a picar por las lágrimas acumuladas que estaban luchando por salir.
—Mi amor, perdóname., no era mi intención, de verdad yo...—susurró Dan mirándome, su labio inferior su nariz estaban sangrando, con su mano posada en su vientre y el cabello demasiado revuelto.
—He dicho que no me interesa, no los quiero ver—respondí lo más firme que pude.
Y dicho eso, y para darle un aire más dramático, entré en mi departamento y cerré la puerta de un portazo. Apoyé mi espalda en la puerta y con lágrimas en los ojos me deje caer al suelo.
—¡Eli!—escuché el grito de Dan desde el otro lado de la puerta.
—¡Lago! No quiero verte—grité de vuelta.
Isabelle llegó hasta mí y me miró con el ceño fruncido. Se inclinó hacia mí y me abrazó con fuerza.
—¿Qué es lo que pasa mi niña?—cuestionó acariciando mi cabello.
—Esto es una mierda—respondí en medio del llanto. Esperé una reprimenda por parte de mi abuela, pero ella simplemente me abrazó con más fuerza y soltó una risita.
—Lo es.
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