Capítulo Veintinueve

Daniel.-

—Oh por Dios, ¿Qué te paso que te dejaron como santo cristo?—preguntó Noah en cuanto me vio entrar en el salón de clases.

Busqué con la mirada a Eli por toda el aula, pero como ya suponía, ella no estaba por ningún lado. El día anterior, luego de que ella se marchara enojada conmigo y con Collin, intenté hablar con ella, pero simplemente se negó.

Estuve sentado todo el día junto a la puerta de su departamento, pero ella nunca salió. Incluso, cuando Gabbe volvió del hospital, me obligó a seguirla hasta el departamento y luego, me obligó a dejar que me curara todas las heridas y los golpes que tenía en mi cuerpo. Yo simplemente me senté y dejé que ella hiciera su trabajo, mientras recibía una reprimenda por ese comportamiento impropio de mi parte.

—¿Pero qué era lo que estás pensando, por el Trono?—riñó Gabbe, mientras pasaba por mi labio inferior un algodón con alcohol. Inmediatamente, me eché para atrás cuando el escozo se hizo presente.

—¡Me sacó de mis casillas!—respondí mirándola.

—¡No debiste responder, Daniel!—protestó tomándome de la barbilla para levantar más mi rostro y continuar desinfectando la pequeña cortada que tenía encima de una ceja.

—Lo siento, ¿sí? Además, Eli está furiosa conmigo y me dijo que no me quería volver a ver—presionó con fuerza el algodón empapado de alcohol en mi ceja y la miré de mala gana.—¡Me duele!

—Lo lamento, es solo que... ¿Ella te dijo eso?—asentí rápidamente.

—Bueno, en realidad, nos los dijo a ambos—suspiró.

—Y no la culpo—declaró.—Lo que hicieron, fue la peor cosa que pudieron haber hecho en frente de Eli, solamente quedaron como el par de salvajes que son—suspiré.

—No quiero perderla, Gabbe. Pero ella no quiere verme ni hablar conmigo. No responde mis llamadas y tampoco me abre la puerta. Ya toqué el timbre alrededor de veinte veces—rio un poco.

¿Qué era tan gracioso? ¡Por el Trono!

—Dale tiempo, Dan. No la presiones. Deja que su enfado se pase—me aconsejó.

Así que eso fue lo que hice. Dejé que su enfado pasara, me presenté dos días después en la universidad, cuando las heridas tenían un mejor aspecto, lo que no tenía un buen aspecto, era mi rostro. Tenía moratones por toda la cara y un enorme hematoma en el abdomen, justo sobre mis costillas.

—Pelea con Collin Sparks—respondí finalmente. Los ojos de Noah se abrieron de la sorpresa y negó un poco.

Me dejé caer en mi asiento y un segundo después, me arrepentí. Me llevé las manos a la parte dañada de mi abdomen y mentalmente me maldije por dejarme caer en la silla de madera.

—Oh por Dios, por lo visto estuvo peor de lo que pensé—lo miré con una ceja enarcada y negué un poco.

—¿De casualidad sabes si Eli viene hoy?—cuestioné.

Noah me lanzó una mirada de compasión.

—Abs pasó por ella, por eso yo vine directo—asentí un poco. Por lo menos podría verla aquí, y ella no tendría manera de evitarme. —¿Las cosas están muy mal entre ustedes, verdad?—suspiré.

—Eso parece.

El resto del tiempo libre, me dediqué a copiar los apuntes de Noah en mi libreta. Y cuando finalmente, el timbre de la escuela resonó en todo el lugar, y yo levanté mi cabeza, la figura de Eli quedó a mi vista. Ella estaba entrando en el salón en compañía de Abby, quién al verme, abrió sus verdes ojos llenos de sorpresa. Me ofreció una sonrisa comprensiva, pero Eli ni siquiera volvió a mirar en mi dirección.

Durante el almuerzo, decidí dejar que Eli estuviera en paz con sus amigos, me separé del grupo inventando una excusa tonta, aunque estaba completamente seguro que ni Abby ni Noah lo creyeron y deambulé por la universidad, cuando me topé con Collin Sparks y con su grupo de futbolistas, me fulminaron con la mirada y continuaron con su camino.

Sparks había tenido mucha más suerte que yo. No tenía ni un solo corte, solamente unos pocos hematomas. ¡Los ángeles no se agarran a golpes nunca! Me dije a mi mismo, cuando comprobé que yo no le había hecho tanto daño como él me lo había hecho a mí.

Caminé a paso lento hasta uno de los bebederos que estaban ubicados en los pasillos, lo que me gustaba de esa hora, era que todos estaban demasiado hambrientos como para desperdiciar el preciado tiempo deambulando por los pasillos, así que estaban literalmente desiertos. Me incliné sobre la pequeña llave para beber agua y cuando estaba por marcharme, un par de voces llamaron mi atención al doblar la esquina del pasillo.

—Así que Collin Sparks y Daniel Radcliffe, se agarraron a golpes por ti—espetó una voz de chica con tono bastante molesto.

—¡Eso a ti no te incumbe!—decidió otra voz. Y ni siquiera tuve que echar un vistazo, para darme cuenta que la otra voz, era la de Eli.

Mi corazón latió con mucha fuerza dentro de mi pecho.

—De Daniel lo sabía, pero no sabía que Collin también tuviera debilidad por las huérfanas—exclamó la primera voz.

Negué levemente.

—Déjame en paz, Leah—¡Oh por el Trono!—Eso no es asunto tuyo, ocúpate de tus propios asuntos.

—Mira, huerfanita inmunda—canturreó la voz de Leah—deberías de cuidar el tono que utilizas cuando hablas conmigo. Por lo que vi hoy, ya no estas con Daniel—rio—pero por supuesto, yo sabía que a un chico como él, no le podía durar mucho el capricho de estar con alguien como tú.

—¿Y debería estar con alguien como tú?—preguntó Eli—No creo que a un chico como Daniel, le interesen las chicas huecas—sonreí un poco.

¡Aquella era mi chica!

—Mira, huérfana estúpida...

—¡Eli!—exclamé caminando en dirección a ellas. Leah Winfrey me miró con los ojos llenos de sorpresa, mientras que Eli me miraba de reojo y llevaba su mirada hasta el suelo—¡Te he estado buscando! ¿Podemos hablar?—cuestioné en voz baja.

—Si—susurró.

Le lancé una última mirada a Leah, quién me miraba con una ceja enarcando y una mano encima de su diminuta cintura, como si no pudiese creerse que estaba hablándole a Eli.

—Daniel—me dijo una vez que estuvimos lejos de los edificios.

—Escúchame, por favor—supliqué.

Ella me miró a los ojos y automáticamente una corriente eléctrica atravesó por mi columna.

Se quedó observándome ahí, sin decirme nada, como si estuviese considerando la idea, aunque, estaba muy seguro que lo que estaba observando eran los feos moratones que tenía, que para colmo, en mi tez blanca se notaba todavía más que estaban empezando a tener un contorno verde.

—Está bien—respondió finalmente y solté el aire de golpe. Agradeciendo aquel golpe de suerte con Eli.

La conduje hasta una de las bancas de mármol del patio delantero y una vez que estuve completamente seguro que no iba a marcharse, me senté a su lado.

—Primero que nada, quiero decir que lo siento. Lo siento muchísimo, de verdad—murmuré—ya sé que esas son las palabras más utilizadas por los humanos desde tiempos muy remotos, y de que nada de lo que te diga; va a hacer que se borre de tu memoria esa imagen mía peleando con Collin, tampoco es excusa ni nada por el estilo, pero me volvió loco. Sé que no fue la mejor forma de arreglar las cosas, porque con violencia, solo creas más violencia.—puntualicé y la miré para ver si me estaba poniendo atención, pero para mi sorpresa, los hermosos ojos castaños de Eli estaban bañados en lágrimas, lágrimas que no dejaba salir.

—Daniel—susurró posando su mirada en la mía.

—Déjame terminar, por favor—pedí tomando sus manos entre las mías—Ya sé que dijiste que no querías volver a verme, y créeme que lo pensé muchísimo antes de decir esto, pero si en verdad quieres esto, lo acepto—dije finalmente y mi estómago se contrajo.

—Dan....

—Eli, yo te amo de verdad, mi amor. ¿Has escuchado eso que dicen, que si amas algo, déjalo ir, y si vuelve es porque en verdad es tuyo? Te amo tanto que estoy dispuesto a dejarte ir si eso es lo que quieres—pero para mi sorpresa, se abalanzó sobre mí y enredó sus brazos en mi cuello.

Mi corazón estalló de alegría.

—No quiero irme a ninguna parte—murmuró en medio del llanto.

Sonreí y la abracé con fuerza.

—Además, ni siquiera conseguimos arreglar nada, al contrario, lo único que hicimos fue que las cosas se volvieran peor de lo que ya eran. Collin parece que ahora realmente me odia.

—¡Siguen siendo unos salvajes!—me espetó cuando se separó de mí y llevó su mano derecha al corte encima de mi ceja.

Mi piel se estremeció en cuanto sus suaves dedos estuvieron tocándome, pero lo que no sabía era si se debía al dolor que me provocaban las heridas, o si era parte de aquella extraña pero agradable sensación que embargaba mi cuerpo cada vez que Eli me tocaba o se acercaba a mí.

Estaba muy seguro que podía descubrir, si yo quería, una nueva especie o hasta vida en Marte, pero nunca, nunca, podría descubrir realmente todo lo que significaba aquella sensación y así como también estaba consiente, que jamás podría describir realmente todo lo que Elizabeth Westfall me hacía sentir.

—¡Auch!—protesté cuando presionó un poco la otra herida que adornaba mi labio inferior.

—¿Te duele mucho?—cuestionó mirándome a los ojos.

Negué con mi cabeza.

—Un poco, solamente—respondí haciendo una mueca. Me llevé mi mano derecha a mi abdomen y cuando Eli se percató de eso, me miró un segundo y negó con su cabeza.

—Parece como si Mike Tyson te hubiera dado una paliza—anunció antes de esbozar una pequeña sonrisa.

—Por supuesto—me reí.—pero debiste haber visto como quedó Sparks—bromee y ella me fulminó con sus hermosos ojos castaños.

—Lo observé cuando entró en la cafetería con todos sus amigos. Claramente, no tuviste la misma suerte que él—la miré ofendido y ella rio al tiempo que negaba con su cabeza.—No apareciste ayer—agregó mirándome.

—Mi aspecto no era el mejor, así que...decidí quedarme en casa.—suspiré e inmediatamente hice una mueca.

—¿Te duele mucho la costilla?—preguntó.

—No es nada—mentí. Porque en realidad, aquel golpe que se hacía presente en mi cuerpo como un enorme hematoma entre morado y verde, ocupada una gran parte de mi abdomen.

Así que cuando terminé de convencer a Eli de que estaba bien, que no tenía nada grave y que pronto estaría bien; y de que yo prometiera que después de la escuela iba a tirarme en la cama y no salir hasta la siguiente mañana, volvimos al aula, donde Noah y Abby discutían acaloradamente. Cuando nos observaron, juntos, la pelea culminó.

—Oh, Dan—musitó antes de tirarse a mis brazos y envolverme en un fuerte abrazo. Hice una mueca de dolor antes de responder.—oh, lo lamento muchísimo—se disculpó.

—Está bien, no te preocupes—me sonrió un poco.

—¿Ya se arreglaron?—cuestionó Noah—¡hey!—protestó cuando Abs le soltó un golpe en el estómago.

—Si—respondió Eli con una pequeña sonrisa.

Cuando me despedí de Eli en la entrada de la May's, la cafetería donde trabajaba, conduje hasta mi departamento, me dolía todo el cuerpo, así que pensaba cumplir al pie de la letra mi promesa, estacioné el auto, saludé a Clarence cuando pasé por la recepción, el hombre levantó su vista del libro que leía tranquilamente, me saludó y volvió a lo que estaba.

Introduje las llaves en la cerradura de la puerta para entrar en casa cuando me frené de golpe, la risa de Gabbe llegó hasta mis oídos, fruncí el ceño y revisé la hora en mi reloj, era muy temprano aun para que Gabbe hubiera vuelto de St. Charles. Después una risa de hombre se hizo presente, quité el seguro de la puerta y cuando la abrí, mis ojos se abrieron de la sorpresa, el ángel mensajero, de cabellos rojizos estaba sentado en la sala de mi casa. Gabbe me sonrió ampliamente y después llevó su vista hasta Fanuel.

—¡Daniel!—exclamó poniéndose de pie y caminando hasta mí y envolverme en un abrazo.

—¿Fanuel?—cuestioné tontamente.—¿Qué haces aquí?—él sonrió.

—He venido a traer un mensaje—respondió—por cierto, los moratones que tienes ahí, no te favorecen—me dijo señalando mi rostro.

—Gracias por el dato—espeté enarcando una ceja, claro que, medio segundo después me arrepentí, dejé caer la mochila a un lado del sofá que ocupaban los dos ángeles que me hacían compañía en ese momento y solté un suspiro.

—¿Tienes hambre, Daniel?—cuestionó Gabbe con media sonrisa.—he preparado empanadas de pollo—añadió.

La miré con el ceño fruncido, pero no dije nada. Aprendí de la peor manera a no provocar la ira de la chica ángel, asentí un poco y ella se puso de pie en un salto para caminar en dirección a la cocina.

—¿Cómo va tu misión?—preguntó Fanuel, despegué mis ojos de la puerta de la cocina por la cual se había perdido Gabbe y lo miré.

—Bien—respondí—¿ya entregaste tu mensaje?—pregunté sentándome con cuidado en el mismo lugar donde Gabbe se había sentado antes.

Él sonrió.

—No, pero estoy a punto de hacerlo—parpadee varias veces.

Por lo regular, Fanuel siempre entregaba mensajes a personas que estaban en su lecho de muerte, o a los familiares de esas personas. En algunas ocasiones, lo hacía a otras personas, que al principio se volvían medio locas, pero al final de cuentas, terminaban aceptando el mensaje, de todos modos, él no podía irse sin haberlo entregado, porque con el paso del tiempo, el mensaje cada vez pesaba un poco más.

—¿Ya localizaste al destinatario?—pregunté. Él asintió un poco.—¿Y dónde está?—cuestioné de nuevo.

—Frente a mí—lo miré con los ojos bien abiertos.

—¿Qué?

—Esta vez, Daniel, el mensaje es para ti y no es un mensaje muy común como el resto—me puse de pie de inmediato y él suspiró.

—¿Ah?

—Es un mensaje de parte de Gabriel, quiere verte el viernes a medianoche.


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