Capítulo Uno
Daniel.-
La observé fijamente mientras su pecho subía y bajaba al ritmo de su acompasada respiración. Ella estaba realmente dormida. Sonreí al darme cuenta que una de sus piernas estaba fuera de la manta de franela que cubría el resto de su cuerpo. Ella siempre había sido así desde que lo podía recordar. Su cabello enredado sobresalía en ángulos extraños por toda la almohada. Me moví un poco hacia atrás y un segundo después una lámpara se estrelló accidentalmente en el suelo haciéndose un montón de pedazos y de paso, un gran estruendo en toda la habitación. Eli automáticamente se sentó exaltada en la cama, posó su mirada en mí y contuve la respiración quedándome sumamente quieto. Eli parpadeó un par de veces un poco desconcertada y después se recostó una vez más, convencida de que todo había sido parte de un sueño. La miré un par de minutos más y salí por la ventana sin hacer ruido y literalmente volé.
— ¿De nuevo en la tierra, Daniel?—cuestionó Gabbe en cuanto estuve dentro de su campo de visión.
— ¿Estuviste con Eli?—ignoré la pregunta de Ariane— ¿es muy linda cuando duerme, no?—parpadeé un par de veces recordando lo bonita que era. Estando muy seguro que si ella hubiera sido capaz de verme en la oscuridad se hubiera ocultado entre sus mantas. O probablemente hubiera gritado porque un tipo extraño estaba observándola en su habitación a la mitad de la noche ¿Así eran las mujeres en la tierra, no?
—Si—murmuré finalmente.
—Daniel—de inmediato observé a Raphael atravesar los enormes arcos dorados. —Gabriel ha estado preguntando por ti desde hace un rato, probablemente deberías ir y hablar con él—asentí lentamente y me preparé un poco mentalmente para escuchar a Gabriel.
Estaba muy seguro que estaba metido en un gran problema, no era normal que Gabriel, siendo el ángel con más rango en esta zona del cielo, es decir, un ángel mayor, me llamara. Eso solo significaba una cosa...
—Deberías saber que el hecho de que seas el ángel guardián de Eli, no significa que puedas ir a la tierra libremente, mucho menos subestimarla...
—Ella no podía verme—repliqué de inmediato. —no puede verme.
—Pero podría haberlo hecho, Daniel—suspiré.
—Ya se, ya se. No va a volver a pasar—ofrecí.
—Eres un guardián, no un mensajero. Supongo que sabes lo que eso significa. Tu trabajo es velar por el bienestar de Eli...—Hizo una pausa y me miró como para cerciorarse que lo estaba escuchando con atención—...desde el cielo.
—Sí, lo sé.
Suspiró—supongo que te has dado cuenta que Eli está teniendo muchos problemas en la escuela.—asentí lentamente. —hablando con Miguel, hemos llegado a la conclusión que Elizabeth necesita un amigo en quien confiar, una persona con la cual pueda contar incondicionalmente, sin distracciones—asentí.
—Ella tiene a Abby—negó.
—Abby es una buena chica, pero no es realmente lo que Eli necesita. No esa clase de amistad.
— ¿Quieres decir que Eli necesita otro amigo? ¿Por qué? ¿Qué pasa con Abby que no es considerada como una buena amiga para ella?—Gabriel negó con la cabeza haciendo que su cabello rubio se moviera en todas direcciones.
—Escucha, tu deber es hacer que Eli se mantenga sana y salva, y hasta el momento lo has hecho muy bien. —asentí lentamente con una gran sonrisa.
Yo no había estado con Eli desde la primera vez que ella había abierto sus ojos al mundo, a diferencia del resto de los ángeles que habían protegido a un montón de humanos desde la primera vez que respiraron hasta su último aliento. Yo había sido asignado como ángel guardián de Eli desde hace...bueno, no lo podía recordar, porque para los ángeles no pasaba el tiempo. Lo único que podía recordar, es que Gabriel, sabiamente había dejado bajo mi cuidado a Eli. Por otro lado, tampoco podía entender porque yo no había acabado siendo un mensajero, un montón de veces había escuchado decir a Gabbe y Ariane, que yo era el ángel guardián más joven del cielo, claro que si las veías a ellas, parecían recién haber cumplido los veinte. Aunque en realidad, ambas tenían alrededor de un milenio por ahí protegiendo a un sinfín de humanos. Tal vez, yo también tenía un milenio en el cielo, pero no lo podía recordar con exactitud y tampoco guardaba ningún recuerdo sobre algún otro humano que no fuera Eli.
—la has protegido un montón de veces, pero ni Abby, ni siquiera tu pueden protegerla de ella misma—parpadee un par de veces.
— ¿Qué quieres decir con eso? Yo siempre estoy al pendiente de Eli, ya sea desde aquí arriba o desde...
—O desde la tierra—terminó con un poco de gravedad en la voz.
—Yo sé que eres el ángel más sabio, por algo tienes este rango y de verdad te respeto mucho, Gabriel. Pero Eli está bien. Estamos juntos en esto—le sonreí un poco.
— ¿Sabías que Eli ha tenido algunos malos pensamientos en los últimos días? ¿Qué ha estado revisando un montón de páginas de humanos que pretenden terminar con sus vidas? ¿Qué una chica en el colegio la molesta hasta hacerla llorar? Como si estuvieran en la primaria aun, un poco raro y patético si me lo preguntan. ¿Sabías qué se encierra en el baño todos los días cuando todo el mundo está fuera con sus amigos? ¿En dónde está Abby, eh? Oh, claro. Noah—Lo miré expectante. —sé qué haces un buen trabajo manteniéndola a salvo. Lo sé, te he visto. Pero en los últimos días ya no es suficiente, Daniel.
—Gabriel tiene razón. —escuché decir a Miguel y dos segundos después quedó a mi vista.
Su cabello color cobre sobresalía en ángulos extraños. Era raro ver a Miguel y Gabriel juntos, el ambiente cobraba una especie de aura imponente. El viento se volvía más cálido y una oleada de paz y tranquilidad te invadía automáticamente. Desde lo que podía recordar, siempre había sido así. Miguel y Gabriel irradiaban paz. Era imposible que cuando estabas con ellos algo te inquietara.
—Bueno, probablemente...
—No puedes protegerla de ella misma, Daniel. No desde aquí arriba—parpadee. Gabriel miró a Miguel y este asintió lentamente. Le entregó un viejo pergamino, que yo ni siquiera había visto que llevaba consigo y ambos me miraron.
— ¿Qué quieres decir con eso?—pregunté lentamente.
—Eli necesita que alguien la escuche, no que solo le cuente de Noah. Necesita que alguien la anime y si, Abby es una excelente amiga, pero desde que Noah se cruzó por su camino y entablaron una relación romántica, Eli ha pasado a segundo plano, lo cual es un poco normal en las relaciones mortales.
—Qué humanos tan mas egoístas—murmuró Miguel negando un poco con la cabeza.
Mi corazón latió con mucha rapidez.
— ¿Vamos a conseguirle un novio a Eli?—pregunté bobamente. Demasiado tonto para ser un ángel guardián.
—No.
—Eh visto que uno de los chicos del colegio gusta de ella. Su nombre es Collin Sparks—ambos negaron. — ¿Qué?
—Es otra cosa.
— ¿Le conseguiremos más amigos? Los chicos del club de teatro son buenas personas. Incluso, ella se lleva bien con algunos de ellos.
—Probablemente te podrías acercar a ella. Eso podría funcionar.
— ¿Qué? Si dejo que ella me vea, probablemente va a pensar que ha perdido el juicio—ellos negaron. —no creo que vaya a ir por la calle hablando conmigo cuando nadie más puede verme más que ella.
— ¿Ya terminaste?—preguntó Gabriel enarcando una de sus rubias cejas.
— ¿No se supone que el objetivo de este plan es darle más amigos? No quitarle los pocos que tiene—Miguel rio un poco.
—Este chico es inteligente—inquirió. Le dediqué una mirada furibunda y el suspiró.
—Además, ¿se supone que Eli no puede verme como soy?—recordé. Gabriel y Miguel se miraron entre si y asintieron al mismo tiempo.
—Ningún humano puede ver la verdadera esencia de un ángel—asentí lentamente.
— ¿Ya terminaste?—preguntó Gabriel nuevamente. Asentí.
—Vas a ir a la tierra, serás Daniel igual que aquí. Pero tendrás un apellido. Serás un nuevo estudiante en el colegio de Eli, eso te facilitara acercarte a ella sin levantar sospechas. —Hizo una pausa—se a lo que te refieres cuando dices que Eli no puede verte como realmente eres, pero no tienes por qué preocuparte por eso. Tendrás un cuerpo humano, esa será tu apariencia humana. Vas a estar allá el tiempo que sea necesario, no puedes interferir en los asuntos del corazón ni con los sentimientos de Eli. Vas a vivir en el mismo edificio que ella, en el departamento que está libre. Fanuel ya se encargó de eso. —parpadee asombrado. Fanuel era uno de los mejores mensajeros de esta zona del cielo, siempre actuaba con rapidez. No era realmente una gran sorpresa que ya se hubiera encargado de ello.
— ¿Mis alas?—pregunté atónitamente.
—Las tendrás—mi corazón comenzó a latir con rapidez.
— ¿Eli va a poder...
—No, tus alas serán de materia espiritual. Ella no podrá verlas, a menos que tú se lo permitas.
—¡Pero eso la haría estallar en llamas!
—Mostrarle tus alas no sería mostrarle como realmente eres. Eres un ser de luz, Daniel. Eso va más allá de tener alas en la espalda. Además, los humanos no pueden ver el alma de otras personas—inquirió Gabriel en tono cansado.—así que si por alguna razón, Elizabeth llega a ver tus alas, además de creer que esta demente, no pasara nada más—sonrió. Miguel carraspeó.
—Aja. Aunque sería prudente que no lo hicieras.—hizo una pausa—digamos que para los humanos no es muy normal que de repente un sujeto te muestre alas que crecen de su espalda.—agregó Miguel.—utilízalas únicamente cuando sea una verdadera emergencia—asentí levemente.
—¿Y bien... cuando parto?—pregunté.
—Tienes que partir justo ahora, y yo te aconsejaría que lo hicieras de una vez. Mañana tienes colegio—sonrió.
—¿Sabes que es una buena oportunidad, cierto? Muchos ángeles quisieran la oportunidad de convivir realmente con sus objetivos—asentí levemente. Ese era el mayor sueño de todo guardián. Aunque tomando en cuenta que eres un ángel, los sueños no cuentan mucho por aquí—Aprende todo lo que puedas y no metas la pata, como humanamente dicen—sonrió.
Le dedique una pequeña sonrisa y parpadee dos veces.
—En el departamento encontraras todo lo que necesitas, por obra de Fanuel—me dijo Gabriel—ropa, comida, no es necesaria para los angeles, pero es lo que los humanos hacen, necesitamos que pases desapercibido y las cosas que necesitaras para el colegio. Disfruta tu estancia en la tierra, Daniel. Pero no seas codicioso, no dejes que el mundo terrenal te eclipse—asentí de nuevo. Estaba tan abrumado, que ni siquiera podía pensar en frases coherentes. Iba a estar con Eli, no en una relación de ángel guardián-humano. Iba a estar con ella, en dos cuerpos humanos. Íbamos a ser amigos realmente.
—Espera, Gabriel.—dije apresuradamente con la duda perforándome el cerebro.
—¿Qué sucede?
—¿Cuándo observas al humano al que tu proteges? A tu objetivo, digo, nunca te he visto observándolo—murmure tímidamente. Los ojos de Gabriel se abrieron con sorpresa, sin embargo sus labios se mantuvieron juntos.
—Cuando vuelvas lo sabrás—aseguró con una pequeña sonrisa luego de unos minutos de silencio
—Bien, buen viaje, Daniel—murmuró Miguel con media sonrisa.—parpadea tres veces—parpadee una vez, Gabbe, Ariane y Raphael se asomaron por los enormes arcos dorados en la entrada de la blanca habitación donde me encontraba. Parpadee de nuevo, Miguel y Gabriel me sonrieron. Mire mis manos que de repente irradiaban una luz muy brillante. No, no era una luz brillante, era yo. Simplemente yo. Parpadee una tercera vez, y los rostros de mis amigos fue lo último que vi antes de que todo se volviera negro y la sensación de caer al vacío invadiera por completo mi alma.
Parpadee un montón de veces frente al espejo sin poder creer que al cuerpo humano que me devolvía la mirada, era yo. Mi cabello castaño despeinado, sobresalía en muchas direcciones. Mis ojos eran de un azul tan intenso que casi casi, podría jurar que estaba observando el fondo del océano, cosa que era un poco raro porque yo nunca había observado el océano. O por lo menos que yo lo recordará. Mi piel era tan blanca, que literalmente se parecía a una hoja de papel. Fruncí los labios, y me sonreí un poco. Sonrisa de pasta dental. Me reí para mí mismo y un suave sonido broto de mi garganta. Había observado a Eli, la había escuchado como se reía con cualquier cosa que Abby le dijera, como sus ojos se volvían un poco más pequeños cuando ella sonreía ampliamente. Y ahora estaba aquí, e iba a hacer exactamente lo que Eli hacía. La mejor parte, es que ella estaba a unos pocos metros de mí. Un impulso cruzó por mi mente, tenía que ir a verla. Otra cosa rara, porque los ángeles, no teníamos impulsos. Nunca. Todo lo que hacíamos era por orden de Gabriel.
Escudriñé rápidamente la habitación en busca de algo que me indicara la hora. Encima de una puerta de madera, había un reloj que parecía de plata, y que claramente marcaba las tres de la mañana. Suspiré y caminé en dirección a una habitación donde encontré una sala de color negro, paredes azules y gruesas cortinas grises. En una de las paredes, se encontraba un pequeño cuadro con la representación de un ángel. Aunque más bien, era un niño vistiendo un pañal y unas pequeñas alas brotaban del centro de su espalda. Sus mejillas regordetas y sonrosadas le daban un aire juguetón. Y justo por encima de su rubia cabeza, había un halo dorado.
—Buena broma, Fanuel—murmuré observando detalladamente la imagen.
No terminaba de entender cómo es que los humanos podían creer que era así como lucían los ángeles. Ese niño no se parecía en nada a los ángeles. No se parecía a Gabriel con su gran cuerpo musculoso. Ni su cabello se parecía al cabello color cobrizo de Miguel. Sus mejillas no eran para nada como las de Raphael. Y ni siquiera Gabbe o Ariane, que eran consideradas los ángeles más armoniosos sobre el cielo, tenían halos sobre sus cabezas. De hecho, ninguno de ellos vestía pañales. Sus alas no eran tan grandes como las de Fanuel. Y sus ojos negros y adorables no eran como los míos. Quien quiera que hubiera hecho ese retrato, era un estafador.
Caminé a uno de los sillones negros y me encontré con una mochila negra encima, estaba medio abierta y unas hojas blancas sobresalían de ella, las tomé con cuidado para no arrugarlas y sonreí un poco.
—Nombre, Daniel Radcliffe—leí en voz alta.—Edad, veintidós años. Nacionalidad, Inglés.—suspiré.—Radcliffe—repetí y dejé las hojas de lado y observé en el fondo de la mochila. Un pequeño celular blanco estaba ahí, junto a algunos libros. Había una enorme bolsa color café en el sillón frente a mí, caminé hasta ella y encontrè muchísima ropa. Suspiré y me dejé caer en el sillón, demasiado emocionado por todo aquello.
Unas horas más tarde, con la mochila al hombro salí del departamento sujetando el celular y las llaves de la puerta. Me giré bruscamente haciendo que en el acto, las llaves cayeran al suelo con un ruido sordo, me incline para tomarlas nuevamente y entonces la puerta del departamento de enfrente se abrió de golpe y una par de zapatillas color negro quedaron a mi vista, dos segundos después mis ojos se posaron en los de Eli, era ella. Parpadeó un par de veces como si yo no fuera real y se pasó una mano por su cabello.
—Hola...—saludó tímidamente y entonces yo parpadee, porque había dejado de ver a Eli de lejos, la tenía frente a mí, a menos de un metro de distancia.—¿eres el nuevo vecino?—preguntó señalando la puerta de mi departamento.
—Si—respondí rápidamente.
—Bienvenido, soy Elizabeth, pero todos me llaman, Eli—me dijo tendiéndome la mano. El corazón me latió demasiado rápido.
—eh... soy Daniel—respondí tomándola. ¿Por qué el cuerpo humano era tan raro? Sin soltar la mano de Eli, me di cuenta que una energía extraña corría a través de mi cuerpo, casi inexplicable.—Radcliffe—agregué.
—Mucho gusto, Daniel Radcliffe—sonreí satisfecho.—¿Vas a la escuela?—me preguntó tímidamente esbozando una pequeña sonrisa.
—Eh, si—murmuré torpemente.
—¿Universidad?—preguntó nuevamente.
—¿Qué?
—Preguntaba por el nombre de tu universidad—me miró.
—Oh si, lo siento. Steven Benson University—susurré recordando la hoja de papel que había encontrado la noche anterior en la mochila.
—¿Qué? Yo también voy a esa universidad—la miré.
—¿Enserio? Vaya, que coincidencia—sonrió
—¿eres nuevo en la ciudad?
—Si—murmuré aferrándome al tirante de la mochila—la verdad es que no tengo ni idea de cómo llegar—dije sincero. Ella parpadeó un par de veces.
—Bueno, si no te molesta, puedes venir conmigo—ofreció y sus mejillas adoptaron un leve tono rojizo.
—Estupendo—dije muy entusiasmado y comencé a caminar. Eli se quedó quieta en su lugar y soltó una pequeña risita.
—Eh, Daniel Radcliffe—Me gire de inmediato y la miré unos segundos—¿no te estas olvidando de tus llaves?
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