Capítulo Tres
Caminé en círculos por el departamento sin entender muy bien que hacer, siempre había estado observando a Eli, así que era fácil matar el tiempo, como humanamente decían. Pero ahora que no podía observarla las veinticuatro horas, comenzaba a desesperarme. ¿Qué se suponía que debería hacer con mi tiempo libre? Entonces como si de una señal se tratara, recordé que aquella mujer pelirroja que impartía la materia de literatura había dejado deberes, así que sin muchas opciones comencé a hacerlos.
Veinticinco minutos después, cuando corroboré que todo estuviera en orden dentro de la mochila y los apuntes estuvieran ordenados de manera decente, caminé hasta mi nueva habitación. Me dejé caer en la cama y de repente me di cuenta que los ojos comenzaban a cerrárseme involuntariamente. Me quité los zapatos y la ropa, me di una ducha y cinco minutos después estaba recostado en la cama observando el techo. La vida humana no era tan complicada como parecía, me dije a mi mismo mientras el sueño nuevamente me atacaba.
Estaba conduciendo un auto por un sendero flanqueado por enormes pinos. Dentro del auto, una canción sonaba de fondo, pero no podía asegurar que canción era o a que cantante pertenecía. El ambiente fuera era muy tranquilo y hacía mucho frio, de hecho, creo que podría nevar esa noche. No es que lo pudiera sentir mucho, porque mi cuerpo estaba cubierto con un enorme abrigo color azul, casi negro. Entonaba alegremente la canción mientras conducía velozmente por aquel casi desierto lugar. El timbre de mi celular comenzó a sonar de repente llenando el aire, lo tomé con una de mis manos y observé la pequeña pantalla, una foto de una mujer aparecía en ella, pero no podía recordar su nombre, quién era o qué tipo de relación tenía con ella. Coloqué el teléfono en el portavasos y miré al frente en silencio, ya no cantaba. El celular comenzó a sonar de nueva cuenta, de reojo observé de nuevo la pantalla y lo volví a ignorar. Fuera quién fuera ella, claramente no tenía ganas de escucharla. La tercera vez que sonó, tomé el celular en mi mano nuevamente y puse la llamada en curso, algo rendido. Pero incluso antes de que yo pudiera decir algo, en cuestión de segundos, una luz proveniente de un auto me cegó por completo. ¿No era ilegal en este país conducir con unas luces así de fluorescentes? Parpadee para ver como ese auto venía en dirección a mí y después un impacto en el pecho me hizo soltar el celular. Un fuerte ruido se escuchó desde el exterior del coche, un momento después la tierra se movió un poco y todo se desvaneció.
Abrí los ojos de golpe y me senté en la cama. Me llevé la mano a la frente y noté una fina capa de sudor. Escudriñé la habitación y observé el despertador en la mesa de noche a un lado de la cama. ¿Cómo le llamaban los humanos a eso? ¿Sueño? ¿Yo había tenido un sueño? Había escuchado un montón de veces a Gabbe y a Ariane cuando hablaban de los sueños de sus objetivos. Yo había sido testigo de cuando Eli los tenía, sueños buenos y sueños malos, y sabía que la habilidad de soñar era parte de la naturaleza de los humanos, pero había dos cuestiones interesantes. La primera, yo no era un humano y no había razón para tener sueños. Y la segunda, los ángeles no soñábamos.
—Buenos días—dijo una voz masculina en cuanto abrí la puerta de mi departamento y salí de él. Pero esa voz no estaba dirigida a mí, sino a la chica del departamento frente al mío.
—Eh, buenos días, Collin—escuché responder a Eli. La miré un segundo mientras cerraba con llave mi puerta.—Hola, Daniel—me giré sobre mis talones y la miré con media sonrisa.
—Buenos días, Eli—dije en voz baja guardando las llaves en mi abrigo y miré al chico—buenos días—agregué en dirección a él.
—Oh, Collin...este es Daniel Radcliffe, es mi nuevo vecino y compañero de clases—el chico de cabello negro azabache me miró unos segundos con una ceja enarcada. Collin Sparks, era el chico que alegaba tener sentimientos por Eli.
—Un gusto Daniel, soy Collin Sparks.—me dijo secamente.
—Daniel Radcliffe y el gusto es mío—respondí con media sonrisa. Debía admitir que me gustaba mi nombre, desde que podía recordar siempre había sido solo Daniel, pero ahora tenía un apellido. Y lo mejor, me encantaba.
—¿Ya vas a la escuela?—preguntó el chico en dirección a Eli. Ignorándome. Ella asintió un poco y se pasó la mano por su castaño y largo cabello.—puedo llevarte...si quieres—se apresuró a decir.
Eli me miró unos segundos como si me estuviera tratando de pedir ayuda, y es que conocía esa mirada. Yo la había visto cientos de veces dedicársela a Abby, cuando quería ser salvada de cualquier situación incómoda.
—Yo..., lo siento, Collin. Había quedado ya con Daniel—el chico se giró y me miró como si no pudiera creerse que Eli lo estuviera rechazando por mí y después volvió su vista hasta ella.
—Oh, bueno. Podría ser después—Eli asintió ligeramente—nos veremos en la escuela, supongo—agregó depositando un beso en la mejilla de la muchacha, e ignorándome una vez más, comenzó a caminar en dirección al elevador.
—Lo lamento muchísimo—se disculpó ella cuando el muchacho ya se había marchado—no quería ponerte en esa situación, de verdad lo lamento—me encogí de hombros.
—No te preocupes, no pasa nada—dije con media sonrisa. Ella me miró unos segundos.—¿ya te vas a la escuela?—ella negó ligeramente y me ofreció un leve sonrisa.
—Tengo que pasar primero a la cafetería—sonreí.
—Bueno, ¿puedo ir contigo?—pregunté y ella asintió un poco—me muero por uno de esos cafés con sabor a caramelo—agregué entusiasmado. Ella se rio y dos minutos después estuvimos caminando a la cafetería.
Evie, la chica que me había atendido el día anterior colocó dos cafés frente a mí, le entregué un billete, me dedicó una gran sonrisa y después se marchó. Tomé un café y le di un pequeño sorbo agradeciendo y disfrutando como el líquido caliente se deslizaba por mi garganta, sofocando un poco el frio del exterior del lugar. La mochila de Eli estaba junto a la mía, pero ella había desaparecido por una de las puertas detrás de la caja registradora hace aproximadamente diez minutos.
—Lo lamento, me tarde un poco—se excusó apareciendo frente a mí. Me miró unos segundos a mí y después a los dos vasos desechables que tenía frente a mí. Le ofrecí uno con una pequeña sonrisa y ella lo tomó con algo de duda.
—Café con sabor a vainilla—anuncié haciendo que ella me mirara con los ojos bien abiertos.—¿Qué pasa?—pregunté alarmado.
—¿Cómo...como sabes que el café con sabor a vainilla es mi favorito?—cuestionó sosteniendo el vaso entre sus manos. Me encogí de hombros.
—No lo sabía. Supongo que he tenido suerte—ella me dedicó una pequeña sonrisa.
—Sí, suerte es lo que no vamos a tener sino nos marchamos justo ahora y llegamos a la escuela en los próximos veinte minutos—me reí y me puse de pie tomando mi mochila y la de ella.
Pero quince minutos después los dos estuvimos entrando en nuestro salón. Abby nos dedicó media sonrisa y miró a Noah, que en cuanto nos notó se quitó los audífonos de los oídos y se unió a la ronda de saludos.
—Guau. Creo que alguien, se ha levantado más temprano de lo habitual el día de hoy para ir comprar café—dijo con una gran sonrisa. Las mejillas de Eli se tiñeron de color rojo y yo le sonreí.
Bueno, en realidad yo no me había levantado temprano, era más bien que yo no había dormido después de aquel sueño imposible. Y cuatro horas más tarde, justo a mitad del día escolar, mi cuerpo comenzó a reprocharme el hecho de no haber sucumbido a los brazos de Morfeo la noche anterior.
Mientras Eli y Abby discutían un poco con Noah, por alguna extraña razón la cual no había escuchado dos minutos antes, me encontraba excluido de aquél pequeño grupo de chicos. Apoyé mi cabeza en mi puño cerrado y miré al frente para observar como una chica de cabello negro azabache, piel dorada y ojos celestes entraba en el salón, seguida de dos chicas. Me miró un par de segundos y después sin más, comenzó a caminar en dirección a mí.
—Hola—me saludó sin apartar sus ojos de los míos. Me senté derecho y entonces me di cuenta que la pequeña discusión de mis amigos había terminado.
—Hola—saludé mirándola.
—¿Así que tú eres el chico nuevo?—me preguntó jugueteando con un mechón de su negro cabello. Asentí un poco. Ella miró a mis amigos y frunció el ceño. —¿Y puedo saber que estás haciendo aquí?—cuestionó.
—Estudiando—respondí lentamente. Ella se rio delicadamente, enarcando una bien definida y maquillada ceja.
—No me refería a eso. Me refería a que haces sentado aquí—señaló mi lugar como si fuera el peor rincón del mundo.
—Es mi lugar.
—¿Cuál es tu nombre?—me preguntó colocando su mano en su diminuta cintura. La miré unos segundos.
—Daniel. Daniel Radcliffe.—ella me sonrió mostrándome sus blancos dientes.
—Bueno, mucho gusto Daniel Radcliffe. Soy Leah Winfrey—me dijo y miró de nueva cuenta a mis amigos—y estoy aquí para llevarte al lugar donde deberías estar.
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