Capítulo Treinta y Nueve
—¡Por el Trono! ¿Te has vuelto loco?—cuestionó la rubia en cuanto le informé sobre mi nueva idea.
—No.
—Daniel, no. No puedes hacer eso—reprochó mirándome fijamente.
—Claro que puedo, y eso es justamente lo que voy a hacer—Gabbe negó firmemente y después soltó un suspiro de frustración.
—Al menos déjame que te acompañe—pidió mirándome fijamente.
—No, Gabbe. Muchas gracias, pero tengo que hacer esto yo solo—le ofrecí un intento de sonrisa y ella negó de nuevo.
—Va a creer que te has vuelto un loco de remate—sonreí un poco.
—Puede que sí, pero ella merece saber la verdad.
El auto se mantuvo en completo silencio, mientas yo conducía. De reojo observé a Eli, parecía querer decirme tantas cosas, pero se mantenía callada, mientras observaba por la ventanilla del auto con expresión ausente.
—¿Se trata de algo malo?—cuestionó finalmente.
Solté el aire de golpe y fue entonces, que me di cuenta que estaba conteniéndolo.
—Todo depende de cómo es que lo tomes—declaré y de reojo vi como ella posaba su mirada color chocolate encima de mí.
—Eso me suena totalmente malo—comentó.
Con cuidado, saqué el auto de la carretera y la miré fijamente, con mi corazón latiendo a toda prisa dentro de mi pecho. Desvió su mirada nuevamente y contemplo el frio paisaje fuera del auto.
—No es tan malo como parece—murmuré en respuesta, aun sabiendo que era totalmente malo, por Dios. Bueno, no es como que todos los días, tu novio te diga que es un ángel guardián, ¿verdad? ¿Qué tan malo era eso?
—Entonces porque no me lo dices y ya—espeto mirándome finalmente.
Negué de inmediato.
—Porque si te lo digo, entonces no vas a creerme. Tienes que verlo con tus propios ojos—respondí antes de poner el auto nuevamente en marcha.
Eli pareció pensárselo mejor, porque ya no dijo nada en todo el camino, al contrario, parecía tener una lucha interna dentro de su cabeza. Su entrecejo estaba ligeramente fruncido y retorcía sus manos, como si estuviera siendo presa de la desesperación.
Veinte minutos después, apagué el coche y baje para encaminarme hasta la puerta de Eli, cuando mis ojos se toparon con los de ella, todo el valor que había reunido la noche anterior, había desaparecido de mí. Mis piernas comenzaron a temblar y sentí un nudo en mi garganta. ¿Cómo es que haría para contarle toda la verdad? Recé con todas mis fuerzas para que el valor volviera a mí, para que Eli no corriera lejos cuando le dijera todo lo que planee decirle y para que el Trono me iluminara y eligiera la opción correcta.
Con cuidado, colocó su mano encima de la mía y esa familiar descarga eléctrica recorrió mi cuerpo una vez más. Caminamos entre el pasto húmedo y esbocé una pequeña sonrisa cuando me percaté que los ojos de Eli se iluminaron, me miró un segundo y después una sonrisa cruzó por su rostro. Se acercó más a mí y depositó un pequeño y tierno beso sobre mis labios. ¡Dios, no!
—En este lugar me pediste que fuera tu novia—recordó y yo sonreí. Exactamente. Ese era el mismo lugar que Abby había elegido para hacer un día de campo, era el mismo lugar en el que torpemente, "por mi falta de experiencia en la tierra", le había pedido que estuviera conmigo.
—Exactamente—murmuré.
—Pero aun no entiendo que es lo que pasa, Dan. Me dijiste que querías hablar conmigo, y mostrarme algo, pero además de vegetación, aquí no hay nada—me informó mirándome a los ojos.
Apreté mis labios en respuesta y solté un suspiro.
—Bien...
—Espera, ¿vas a terminar conmigo?—cuestionó apartándose un poco.
—Escúchame, Eli.
—Está bien, te escucho.—asentí ligeramente y retrocedí un paso.
—¿Recuerdas la primera vez que nos vimos?—pregunté en voz baja. La expresión en el rostro de la chica se suavizó y una pequeña sonrisa se dibujó en sus labios.
—Sí. Yo estaba saliendo de mi departamento, y tú estabas ahí, inclinado en la puerta de tu casa, recogiendo tus llaves—sonreí.
—Y en cuanto te vi, lo único que podía pensar es que eras mucho más bonita en persona—aseguré y enarcó una ceja sin despegar sus ojos de los míos.
—¿En persona?—cuestionó.—¿me habías visto antes?
—¿Recuerdas la primera vez que nos encontramos en May's?—pregunté de nuevo.
—Por supuesto, tenía la impresión de que estabas siguiéndome—rio.
—Dijiste, ¿Qué haces aquí, Daniel Radcliffe? ¿Estas siguiéndome?—la imité y ella suspiró.
—En mi defensa, debo decir que nunca he creído tanto en las coincidencias y esas cosas—añadió.
—Caminamos juntos esa noche, me dijiste que tu abuela solía decir que ibas y venias sana y salva, por el esfuerzo que tu ángel guardián solía hacer para mantenerte a salvo.—murmuré en respuesta.
Me miró con el ceño fruncido y parpadeó varias veces.
—¿Por qué estamos recordando todo esto?—quiso saber dando un paso al frente para acercarse a mí.
—Yo estaba ahí por alguna razón, Eli.—anuncié y me deje caer en el verde pasto, ignorando la humedad que pronto se hizo notar en mis pantalones.
—¿Qué? No estoy entendiendo nada, Daniel. Podrías ser más claro, por favor.—me llevé las manos a la cara y negué un poco.
Me estremecí cuando las frías manos de Elizabeth se posaron encima de las mías. Cuando la miré, estaba a unos centímetros de mí, inclinada tratando de rodearme con sus brazos.
—¿Qué fue lo que sentiste la primera vez que me miraste a los ojos?—murmuré mientras mis ojos comenzaban a picar por las lágrimas que estaban a punto de salir.
—Una sensación extraña que no había sentido en mucho tiempo, paz—respondió sin apartar sus ojos de los míos.—¿Qué es lo que está pasando, Daniel? No estoy entendiendo en absoluto.
—¿La primera vez que te abracé?
Eli me miró con el ceño fruncido—una corriente eléctrica que recorrió mi cuerpo, y la sensación de estar cayendo al vacío—susurró.—estuve a punto de desmayarme—negué de inmediato.
—Eso fue exactamente lo que yo sentí—confesé.
—¿Y eso es malo?—exigió mirándome fijamente.
—En la fiesta de Collin—anuncié en un hilo de voz—ahí comprobé que era una muy mala idea ingerir alcohol—rio un poco.
—Yo también lo supe—hizo una pausa—no parabas de decirle a Noah que se parecía a Bethan, y cuando él te preguntó quién era Bethan, le dijiste que era el ángel de la muerte—sonrió—definitivamente, ebrio tienes una gran imaginación—explicó con expresión divertida.
—Yo...
—También me dijiste que jamás me dejarías, porque eras mi ángel guardián. Eso fue muy tierno, ahora que lo pienso—agregó en voz baja.
—No era mi imaginación—observé el pasto con renovado interés—no estaba mintiendo, Eli. Estaba diciendo la verdad, Bethan es el ángel de la muerte y yo soy tu ángel guardián—dije finalmente y todo quedó en silencio.
No me atrevía a levantar la cabeza para observar su expresión, pero pude ver sus piernas delante de mí, y supe que estaba sentada en el pasto, inmóvil. Dejé que las lágrimas recorrieran mis frías mejillas y que el aire helado me golpeara con toda su fuerza. Eli se mantenía en silencio y lo único que podía escuchar era su agitada y pesada respiración. Incluso sin observarla directamente, podía sentir si mirada encima de mí.
Un par de minutos después, cuando finalmente reuní el coraje necesario para mirarla a la cara, me topé con sus ojos abiertos de la sorpresa, sus labios entreabiertos y las mejillas bañadas en lágrimas.
—¿Qué dijiste?—preguntó en un hilo de voz.
—Vine aquí por una razón.—continué—la primera vez que te vi frente a frente, lo primero que quise hacer fue comprobar que eras real, que estabas ahí, delante de mí. Pero sabía que si lo hacía, iba a parecer la cosa más extraña del mundo, así que me detuve. La primera vez que te abracé, yo sé que sentiste paz, porque ese es el efecto que los ángeles suelen tener en las personas. Ni hablar de la primera vez que besé.
—Si lo que quieres es terminar conmigo, está bien—respondió con la voz entrecortada—realmente no tienes que inventarte ninguna historia—se puso de pie de golpe y mi corazón se estrujo.
¡Gabbe tenía razón, como siempre! Ella debía pensar que me había vuelto loco.
—No estoy inventado nada—repliqué poniéndome de pie también.
—¿Esperas que te crea, cuando dices que eres un ángel guardián? ¡Por Dios! Eso es imposible—negué firmemente.
—Tuviste un sueño—solté de golpe—te desperraste a mitad de la noche porque un ruido te sobresaltó en tu habitación, después tuviste que haber encontrado una lámpara hecha pedazos—me miró con los ojos muy abiertos y negó un poco.
—¿Cómo sabes eso?—cuestionó comenzando a retroceder lentamente, alejándose de mí.
—Porque fui yo quien rompió accidentalmente esa lámpara—hubiera jurado que de ser posible, la boca de Eli hubiera llegado hasta el suelo.
—¿De que estas hablando?—estalló mirándome fijamente.—Nadie sabe de ese sueño, ni siquiera Abby, ¿Cómo es que tú los sabes?—exigió.
—Ya te lo dije. Porque yo soy tu ángel guardián—respondí.—esa noche estuve en tu habitación, vigilando tu sueño. Y cuando volví a casa, Gabriel me dijo que tenía que venir a tu plano, para estar contigo—negó de nuevo.
Bien, si yo me pusiera un solo momento en el lugar de Eli, hubiera reaccionado igual. ¿Qué tan posible es que tu novio sea un ángel?
—¿Para estar conmigo?—cuestionó incrédulamente.—¿Por qué? ¿Qué hay de malo conmigo que tenía que tener a un demente detrás mío, fingiendo ser un ángel guardián?
Suspiré, totalmente rendido y herido.
—No estoy fingiendo nada—mascullé acercándome a ella, por inercia, Eli retrocedió más.
—¡No te acerques a mí!—gritó enfadada, pero no era momento para escuchar sus furiosas protestas contra mí.
Ignorando su pedido, caminé con paso firme y mi corazón se comprimió dentro de mi pecho, cuando me di cuenta que cada paso que yo daba, ella retrocedía. Cada paso que ella se alejaba, mi corazón se desquebrajaba más, hasta que en su desesperado intento por alejarse de mí, tropezó con la raíz de un enorme árbol, desde el suelo, me dedicó una mirada furiosa.
—Tienes que escucharme—imploré poniéndome de rodillas, observando su rostro bañado por la luz de la luna.
—No quiero escucharte—murmuró apretando los dientes—ya escuché suficientes tonterías por hoy. Y si realmente lo que querías era terminar conmigo, está bien. Terminamos—agregó con lágrimas corriendo libremente por sus mejillas.
—Si no quieres escucharme, entonces tienes que verlo por ti misma.—anuncié poniéndome de pie y deshaciéndome de mi abrigo y después de mi camisa.
— ¿Mis alas?—pregunté atónitamente.
—Las tendrás—mi corazón comenzó a latir con rapidez.
— ¿Eli va a poder...
—No, tus alas serán de materia espiritual. Ella no podrá verlas, a menos que tú se lo permitas.
—¡Pero eso la haría estallar en llamas!
—Mostrarle tus alas no sería mostrarle como realmente eres. Eres un ser de luz, Daniel. Eso va más allá de tener alas en la espalda. Además, los humanos no pueden ver el alma de otras personas—inquirió Gabriel en tono cansado.—así que si por alguna razón, Elizabeth llega a ver tus alas, además de creer que esta demente, no pasara nada más—sonrió.
Contemplé los ojos bañados en lágrimas de Eli y sin más rodeos me giré sobre mis talones. Soltó un grito ahogado, cuando bajo la luz de la luna, vio mis alas. Apreté mis ojos con fuerza y las lágrimas salieron libremente.
—¿Son...s-son...
—Son alas—respondí con la voz estrangulada.
—No—susurró—esto no puede estar pasando, por Dios. Debo estar realmente loca—me giré nuevamente para mirarla a los ojos.
—¿Eso pensaste cuando te diste cuenta que en una habitación de St. Charles hay un chico igual que yo en coma?—sus ojos se abrieron de la sorpresa y se llevó sus manos a la boca—No estoy mintiendo, Eli. Soy un ángel guardián, y cuando vine a la tierra, Gabriel me dijo que tenía que hacerlo porque una chica te molestaba hasta hacerte llorar y encerrarte en el baño. Le preocupabas y era mi deber hacer que tu vida fuera más feliz—soltó un gemido y negó de nuevo.
—¿Qué?
—Con el tiempo descubrí que esa no era realmente mi objetivo aquí, fue únicamente una excusa para que comenzara a remover mi pasado y descubrir la verdad—me miró con el ceño fruncido, pero yo continúe hablando—El segundo día en este plano, comencé a tener sueños, bueno, al principio creí que eran sueños, pero los ángeles no tienen la habilidad de soñar, ni de sentir. Sin embargo, yo era diferente, porque tenía la capacidad de hacer las dos cosas. La primera vez que me pasó, fue un sueño, estaba conduciendo por un sendero rodeado de vegetación y un auto me embistió.
—Basta—exigió mirándome a los ojos. Ella sabía lo que aquello significaba.
—Lo último que recuerdo fue una luz demasiado cegadora y un dolor en el pecho, después todo es negro.
—Por favor, para—suplicó.
—Los paramédicos dijeron que había muerto en el hospital—negó de nuevo.—pero en realidad, mi cuerpo entró en coma y ha estado ahí los últimos dos años—suspiré.
—Daniel, por favor...
—Llámalo destino o lo que quieras, pero tú y yo nacimos con una conexión de almas, teníamos que estar juntos, pero la vida fue cruel y terminé muriendo en manos de tus padres.
—No, no, no, no. No es cierto, por favor...
—Gabriel consiguió para mí una segunda oportunidad, por eso soy tu ángel guardián; y es precisamente por eso que estoy aquí—finalicé.
—¿Qué? ¿Gabriel?
—Mi ángel guardián—respondí tratando de esbozar una pequeña sonrisa.
—Entonces tu...¿Estás muerto?—preguntó incrédulamente.
—No—contesté.—mi cuerpo está en coma, y este cuerpo que miras aquí, es gracias a Gabriel, es un cuerpo de materia espiritual—soltó un jadeo e intentó ponerse de pie.
Me acerqué un poco y le tendí mi mano. Ella la miró con desconfianza, me miró a los ojos y finalmente colocó su mano encima de la mía.
—Demasiado solido—me eché a reír.
Ella también se rio y se limpió las lágrimas con las manos.
—Yo sé que es demasiada información para una sola noche y no va ser fácil para ti—negó un poco.
—Es la cosa más loca que me ha pasado en la vida—confesó mirándome a los ojos.—sabía que eras diferente al resto de los chicos, pero ni en mis más locos sueños, se me hubiera ocurrido pensar que eras un ángel—sonreí un poco.
—¿Confías en mí?—cuestioné.
—Me has mantenido a salvo los últimos tres años, supongo que si—esbozó una pequeña sonrisa, que terminó en mueca y observó mis alas, sobre mi hombro.
—¿No es muy común, que a un sujeto que crezcan alas de la espalda, verdad?—me miró un poco y negó.
—¿Puedo....—señaló con su dedo tembloroso en dirección a mis alas.
Me giré dándole la espalda para que pudiera verlas mejor. Mi cuerpo entero se estremeció cuando la mano de Eli se colocó encima de mis omoplatos, aquella corriente eléctrica se hizo presente bajo su toque y escuché una risita nerviosa de su parte.
—Parecen algodón—murmuró.
Me eché a reír.
—Cuando me di cuenta que estaba empezando a sentir cosas por ti, traté de huir. Gabbe me dijo que era un sentimiento que no podías detener y lo único que yo quería hacer era frenarlo, porque sabía que estaba mal—me giré de nuevo y cuando mis ojos se toparon con los ojos de Eli, ella se inclinó, tomó mi camisa y mi abrigo y con media sonrisa me los entregó.
—Me alegra mucho que la hayas escuchado—sonreí y comencé a vestirme—espera, ¿Gabbe y Fanuel, también son ángeles?—asentí firmemente.
—Fanuel es un ángel mensajero, y Gabbe, ella fue tu ángel guardián antes de mi—confesé.
—¿Qué?
Me reí.
—Es gracioso, ¿no? La primera vez que la viste, estabas celosa de ella—me fulminó con la mirada y me soltó un leve golpe en el estómago.
(...)
—¿Porque me contaste todo esto?—cuestionó Eli, recargando su cabeza en mi pecho. Me aferré más a nuestro abrazo y coloqué mi barbilla en su hombro.
—Porque es momento de partir—murmuré y ella me miró de reojo.
—¿Partir?—cuestionó sin entender.
—Ahora que sé la verdad, Gabriel piensa que es momento de que tome una decisión, pero aún no se cuáles son las opciones entre las que tengo que elegir—ella soltó un suspiro y colocó sus manos encima de las mías, en su abdomen.
—¿Tu sabes que te amo, verdad?—preguntó en voz baja.
—Si—respondí con media sonrisa.—Yo también te amo, y pasé lo que pasé Eli, yo siempre voy a encontrar la manera de volver a ti—sonrió y soltó un suspiro.
—¿Es una promesa?—cuestionó ella.
—Es un promesa—declaré depositando un pequeño beso en su cabello.
(...)
Atravesé la blanca habitación, donde encontrè a Ariane, Gabbe, Raphael, Miguel, Fanuel y al frente, a Gabriel, todos estaban sentados contemplando mis pasos. Solté un suspiro y sonreí cuando recordé la despedida que había tenido con Eli. Había prometido que volvería lo más pronto posible, y eso era precisamente lo que tenía pensado hacer.
Costara lo que costara.
—Llegas tarde—anunció Gabriel, mirándome fijamente.
—Treinta y cinco segundos, lo lamento—respondí rápidamente y le sostuve la mirada.
—¿Estás listo para tomar una decisión?—preguntó con voz calmada.
—No. Pero aquí estoy—le ofrecí una pequeña sonrisa y pasé brevemente mi mirada a mis amigos. Todos ellos estaban ahí.
—Bien. Primero que nada, Daniel. El Trono me pidió que fuera yo quien me encargara de esto, después de todo eres mi objetivo y es mi responsabilidad tu bienestar—asentí un poco.
—Lo entiendo—respondí juntando mis manos frente a mí.
—Tienes tres opciones.—anunció sin despegar sus ojos de los míos.—La primera, es dejar las cosas exactamente como están, puedes ir y venir al plano de los humanos, estar con Eli, pero no podrás unir tu vida a la de ella, en algún momento, tu cuerpo debe abandonar St. Charles y si eso pasa, conservarías el cuerpo de materia espiritual. Y tu cuerpo humano, morirá.
Asentí ligeramente. Era prometedor, tenía que admitirlo. Excepto la parte de morir, claro.
—La segunda, es que puedes seguir siendo el ángel guardián de Eli, pero, ya no podrás volver al plano de los humanos, te quedaras en el cielo y seguirás a lado de Eli. Todo lo que han vivido, quedara en su memoria, únicamente como un sueño. Pero tendrás la seguridad de que estarás con ella, por el resto de su vida, hasta que su cuerpo humano, deje de funcionar.
Asentí de nuevo. Esa era todavía más prometedora que la anterior. Era un futuro asegurado a un lado de Eli, sin que ella pudiese verme, por supuesto, pero aun así, estaríamos juntos toda la vida.
—La tercera, Daniel. Se refiere a volver a tu vida humana, aprovechar la segunda oportunidad que se te dio. Elizabeth forma parte de tu futuro, es tu futuro. Sin embargo, eso no asegura que ustedes estarán juntos. Puede que te lleve días, semanas, meses o años, pero de que sus caminos van a cruzarse, lo harán. Podría ser que en algún futuro, ella sea la madre de alguno de los compañeros de escuela de tus hijos. Puede ser esa chica, que te sirva un café en una cafetería, cuando tú esperes a tu prometida. O simplemente, puede ser la chica de la joyería que te ayude a elegir el anillo de compromiso para tu futura esposa. Puede ser esa amiga incondicional, que te apoyara. Es incierto, en realidad.
¿Qué? Si, era prometedor. Pero no más que los anteriores. ¡Por Dios! Significaba que si volvía a mi vida humana, tenía la posibilidad de nunca estar con Eli.
—Dios...
—Entonces, ¿Daniel? ¿Cuál es la opción que eliges?—cuestionó, como si fuera la cosa más fácil en el mundo.
Llevé mi vista otra vez en dirección a mis amigos para encontrarme con sus rostros surcados por la sorpresa y la ansiedad. Sorpresa, de escuchar las opciones que acababa de darme mi ángel guardián y la ansiedad, por escuchar mi respuesta.
¿Qué era lo que yo prefería? Tener a Eli, estar con ella; pero sin unir mi vida a la suya. Tenerla para siempre, pero sin poder estar con ella y seguir siendo un ángel. Volver a ser un humano, pero sin tener la seguridad de estar con ella.
Definitivamente, quedarme con ella para siempre, tener la seguridad de poder estar juntos, aun sin ser visible para ella.
—Elijo estar con Eli, estar con ella por el resto de su vida—anuncié finalmente.
Escuché un jadeo al fondo de la habitación y sin la necesidad de girarme para comprobar aquello, sabía que se trataba de Gabbe.
—¿Estás seguro, Daniel?—cuestionó Gabriel mirándome fijamente.
—Completamente seguro.—respondí con voz firme.
—Muy bien—sonrió.
Él se levantó de su lugar y camino en dirección a mí, colocó su mano en mi hombro y una oleada de paz me invadió. Parpadee un poco, y le ofrecí una pequeña sonrisa. Mi cabeza dio muchas vueltas, mi cuerpo tembló ligeramente y la sensación de estar cayendo se apoderó de mí.
Y entonces todo, todo se volvió negro alrededor mío.
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¡El siguiente capítulo es el final! Y después el epílogo, claro :)
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