Capítulo Treinta y dos
Miré a Gabbe, quién observaba sus manos con impaciencia. Cerré mis ojos con fuerza y recargué mi espalda en el respaldo del sofá donde estábamos sentados, el tic tac del reloj estaba perforándome el cerebro, por el Trono, no podía aguantar un solo segundo más.
—¡No puedo soportarlo más!—estallé eufórico atrayendo la atención de la rubia que me acompañaba.
—Son solo cinco minutos más, Daniel—recordó la chica.
—No puedo, de verdad—espeté poniéndome de pie.
Gabbe me miró con una ceja enarcada y se retorció las manos en un acto nervioso. Solté un suspiro y pensé en Eli, en ese preciso momento, ella pensaba que estaba arriba de un avión, volando a España, como le dije esa misma tarde cuando nos despedimos en la puerta de su departamento.
—Ella va a estar bien, ¿sabes? Es un chica fuerte—la miré medio segundo enarcando una ceja y llevé mis manos a mi cintura.
—¿Crees que pueda volver?—insistí nuevamente.
—No lo sé. No tengo ni idea de para que Gabriel quiera verte, pero como ya te había dicho, no deberías adelantarte a los hechos—respondió y le propinó un par de suaves golpecitos al mismo lugar donde yo estaba sentado unos minutos atrás.
Sin muchas opciones que elegir, me senté nuevamente y moví mis piernas con impaciencia, la pequeña sala de espera se quedó en silencio y miré a Gabbe.
—He sido un ángel sumamente egoísta—decidí y ella me miró con el ceño fruncido.
—¿De que estas hablando?
—Nunca me tomé el tiempo suficiente para pasar tiempo contigo, Gabbe. Estuve tan deslumbrado por la vida que los humanos llevan, por pasar demasiado tiempo con Eli, que me olvidé por completo que tú también estabas ahí—me ofreció una pequeña sonrisa comprensiva y colocó su mano derecha en mi hombro.
—Yo no estoy reprochándote nada, Daniel—respondió ella—al contrario, me da mucho gusto saber que aprendiste muchas cosas de los humanos, que aprovechaste la oportunidad que se te dio.—hizo una pausa—pocos guardianes tienen la oportunidad que tu tuviste—añadió en voz baja.
—Por lo tanto, espero que estés disfrutando tu estancia en la tierra, Daniel—giré mi cabeza de inmediato y me encontrè con un alto y musculoso rubio de ojos azules.
Miré a Gabbe una vez más, ella se puso de pie y lo contempló con una ceja enarcada, Gabriel avanzó unos cuantos pasos en dirección a nosotros, mientras le devolvía aquella intensa mirada a Gabbe, yo por mi parte, me mantenía en silencio, observando a uno y luego al otro. Él no parecía enojado, de hecho, su rostro estaba con total expresión neutra; Ella, parecía que lo retaba con la mirada y yo no entendía porque.
—Gabriel—murmuré finalmente.
Y cuando dirigió su mirada a mí, una intensa oleada de paz invadió mi cuerpo. Entonces recordé todos y cada uno de los días que pasé observando a Eli desde mi plano, como era verla muy de cerca, pero a la vez, estando tan lejos de ella.
Observarla sonreír sin que ninguna sensación extraña atravesara mi cuerpo, recordé como era la vida antes de Eli.
—¡Llegas tarde!—espetó Gabbe en dirección a Gabriel. Apartó su vista de mí y la miró con una ceja enarcada, por inercia, llevé mi vista hasta mi reloj de muñeca y fruncí el ceño.
—Quince segundos—respondió Gabriel sin inmutarse en absoluto—¡Me disculpo por ello!
—¿Qué es lo que pasa?—cuestioné desesperado, rompiendo la conexión de miradas que ellos mantenían, haciendo que ambos me miraran con desdén por aquella imperdonable interrupción.
—Te he estado observando desde que bajaste a la tierra—me dijo él llevando sus manos hasta atrás de su espalda y entrelazándolas.
—Fanuel me lo dijo—respondí simplemente.
—Sé que tienes muchas dudas—me miró fijamente.
—Solo algunas.—hice una pausa—¿Estás aquí para responder a todas mis preguntas?
—Solamente si tu estas preparado para saber todas mis respuestas.
—Cada una de ellas—espeté mirándole.
—Está bien—cedió y después soltó un suspiro—pero primero quiero que sepas, que el hecho de que seas novio de Elizabeth, no me molesta en absoluto—mi corazón se aceleró demasiado dentro de mi pecho.
—¿Qué?
—Lo que escuchaste, Daniel. Sé que piensas que soy una especie de dictador o algo así, pero no es verdad—hizo una mueca y después me ofreció una pequeña sonrisa—No puedo ir por ahí, bromeando con todo el mundo, como tu comprenderás.
—¿Volveré a casa?—cuestioné de inmediato.
—Vamos por pasos—pidió observando a Gabbe.
—De acuerdo.
—¿Qué es lo primero que quieres saber?—cuestionó sentándose a un lado de mí.
Observé a Gabbe con una ceja enarcada y solté un suspiro. ¡Por el Trono! Tenía miles de preguntas para hacerle, y no sabía ni por donde comenzar.
—¿Cuándo observas a tu objetivo?—solté dejando escapar un suspiro.
—Todo el tiempo.
—¿Qué? ¡Pero yo nunca te vi observándolo!—protesté.--¿Cómo se llama?
—Daniel Radcliffe.
Mi cabeza comenzó a dar muchas vueltas y me puse de pie en un salto. ¡Aquello no podía ser cierto! ¡Por supuesto que no!
—¿Qué estás diciendo?—protesté una vez más. —Tu objetivo es mi huésped—decidí mirándole.
—¿Huésped? ¿De que estas hablando?—preguntó frunciendo los labios.
—¿Tengo un huésped, no es así?
—Escucha Daniel, tu cuerpo no es igual que el del resto de los humanos—explicó—no funciona de la misma manera, tienes un cuerpo, sí, pero está hecho de materia espiritual, igual que tus alas—abrí mis ojos llenos de sorpresa.
—¿Qué? Espera, entonces lo sueños y todo lo demás...
—Como tú ya debes de saber, Daniel, los ángeles no tenemos la habilidad de soñar, somos seres desapegados que podemos convivir con otros seres, sin crear vínculos afectivos. No tenemos impulsos, ni deseos, mucho menos ambiciones, nosotros no somos así, lo sabes, ¿cierto?
—Sí.
—Pero tú los tienes, Dan—espetó Gabbe, hablando por primera vez desde que Gabriel apareció frente a nosotros.
—Soy diferente—recordé y ella asintió.--¿por eso soy diferente?—cuestioné en dirección a Gabriel.
—En parte, todo eso es parte de tu naturaleza—respondió él sin inmutarse.
—¡Pero soy un ángel! ¡Soy un guardián!—hice una pausa--¡Mi naturaleza está mal!—decidí sentándome nuevamente.
Gabriel se cruzó de brazos y le lanzó una furibunda mirada a Gabrielle.
—No precisamente—me dijo el rubio y después se puso de pie.
—No estoy entendiendo nada—declaré y los dos rubios me miraron fijamente.
—No eres un guardián—negué un poco.
—¿Qué? Espera, no puedes echarme del cielo y quitarme la protección de Elizabeth por esto—anuncié mirándolo detenidamente.
—No estoy echándote del cielo, y tampoco estoy quitándote la protección de nadie—respondió con voz queda.
—Preguntaste si tenías un huésped, no lo tienes. Me preguntas como se llamaba mi objetivo y te respondí que su nombre es Daniel Radcliffe.
¡No! ¡No podía ser cierto!
—Soy yo—murmuré finalmente cuando mi cerebro terminó de procesar todo aquello.
—Sí. Tu eres mi objetivo, Daniel.—hizo una pausa—Tú no eres un guardián, eres un humano, igual que Elizabeth, Abigaille o Noah—me puse de pie y me llevé mis manos a mi cabello en un acto de pura desesperación.
—¿Un humano?—pregunté.
—Sí, un humano.
—Por eso Ariane y yo, dijimos que eras diferente—lo miré fijamente y negué otra vez.
—¿En dónde está mi familia?—pregunté de inmediato, aun sabiendo la respuesta a aquella pregunta.
—Tu sabes dónde está, Daniel—respondió Gabriel mirándome atentamente.
—Murieron en un accidente—declaré en voz baja—por eso crecí en un orfanato—él asintió.
Los ojos de Gabbe se llenaron de lágrimas y se llevó las manos a la boca.
—¿Qué es lo que tú sabes?—murmuró mirándome.
—Samuel Snyder no es amigo de Eli—respondí y sus ojos se abrieron de la sorpresa, con sus dedos, retiró las lágrimas de sus mejillas y negó un poco—es mi amigo, una tarde me reconoció en un restaurante—añadí.
—Crecieron juntos en el orfanato—completó Gabriel.—cuando tus padres murieron en aquel accidente de auto, Cassie, tu niñera; te cuidaba esa noche. No había más familia que pudiera hacerse cargo de ti, así que te dejé en ese orfanato, al cuidado de Fabia y Wallace Clarke—lo miré fijamente—un tiempo después, Sam llegó y tú inmediatamente creaste un vínculo con él.
—Sam....—murmuré.
—Lo protegiste como a tu pequeño hermano.
—¿Qué pasó después?—pregunté desesperado.
—Crecieron como hermanos, Daniel. Cuando ingresaste en el orfanato eras un niño dulce, sabias que tus padres se habían marchado, pero aun así, seguías sonriendo porque estabas seguro que estaban en un mejor lugar—lo miré a los ojos.
—Cuando era un niño podía verte, hablaba contigo—él asintió firmemente.
—Con el paso del tiempo, fuiste creciendo y te fuiste convirtiendo en un adolescente distante, siempre estabas de mal humor, Samuel terminaba pagando los platos rotos, como los humanos dicen...
—Hacia huelgas de hambre—recordé mi sueño, y lo que Sam me había dicho.
—Fabia y Wallace se volvían locos, cada vez que se te ocurría hacer eso.—sonrió. —Cuando saliste del orfanato, entonces fuiste capaz de tomar posesión de la herencia que tus padres te dejaron, compraste un departamento y fuiste a vivir ahí—suspiré.
—¿Mi departamento?—él asintió lentamente.
—De inmediato te hiciste amigo de Landon, el portero del edificio.—negué de inmediato.
—Su nombre es Clarence—él negó.
—El antiguo portero, era Landon.—hizo una pausa y se sentó nuevamente. Miré a Gabbe, quién se mantenía en silencio escuchando la conversación. —Iniciaste los trámites para la adopción de Samuel, pero no llegaron a completarse.
Parpadee varias veces y negué un poco.
—No lo entiendo.
—¿Qué es lo que no entiendes?—preguntó cruzándose de brazos.
—Si yo soy un humano, ¿Por qué soy el guardián de Eli?
Gabriel y Gabbe se miraron entre ellos, me miraron a mí y Gabbe asintió. Gabriel respiró profundamente y después me miró nuevamente.
—Hace dos años, tuviste un accidente—lo miré con los ojos muy abiertos. —Fue un horrible accidente.—declaró.
—Pero eso...
—No interrumpas—pidió con voz firme.
—Está bien.
—¿Recuerdas cuando Eli te contó que sus padres murieron en un accidente de auto?—asentí inmediatamente.
—En ese accidente también saliste lesionado tu—lo miré con el ceño fruncido y negué enérgicamente.
—Eso no puede ser. Ella me dijo que el otro conductor murió.—él asintió un poco.
—El otro conductor eres tu—solté un jadeo.
—¿Qué?
—Escucha Daniel, hace veintidós años, casi veintitrés, nació un niño especial—lo miré con el ceño fruncido—ese niño fue mi objetivo. Tú. Era especial porque incluso antes de nacer, su alma estaba enlazada con la de una niña, con el objetivo de Gabbe—miré a Gabbe y ella asintió levemente.
—¿Yo tengo una conexión con el objetivo de Gabbe?—pregunté tontamente.
—Si—sonrió.—ella llegó al mundo, tres meses después que tú.
—Yo fui la guardiana más feliz sobre todo nuestro plano cuando me enteré que sería mi objetivo, Dan. Lo mejor de todo, es que tenía una conexión con el objetivo de Gabriel, contigo.—me sonrió un poco.
—¿Y dónde está ella?—pregunté mirando a la chica rubia junto a mí.
—Vive aquí, en Londres—respondió Gabbe observándome con sus increíbles ojos azules—su nombre es Elizabeth Westfall—mi corazón latió con demasiada fuerza dentro de mi pecho, mis piernas temblaron y aquella increíbles sensación que atravesaba por toda mi columna vertebral, se hizo presente una vez más.
—¿Qué?
—Elizabeth es tu destino desde incluso antes de nacer, Daniel—respondió Gabriel.
—¿Eli?
—Y bueno, sus almas estaban tan unidas, que literalmente moriste en manos de sus padres—parpadee varias veces.
—¿Entonces estoy muerto? Por eso dijiste que mi cuerpo estaba hecho de materia espiritual—espeté mirándole.
—Las personas, los humanos, cada uno ve en las personas, lo que quiere ver—declaró en voz baja—para Elizabeth y Samuel, ellos realmente ven la apariencia física que tenías en la tierra, Eli, por aquella conexión de almas que tienen y Sam, por ese vínculo especial que creaste con él, por eso él pudo reconocerte en aquel restaurante.
—¿Entonces no tengo la misma apariencia física para todas las personas que se cruzan en mi camino?—cuestioné enarcando una ceja.
Mi cabeza dolía, por el Trono.
—No. Cuando una persona te mira caminando por la calle, te podrían ver como un hombre robusto, de ojos grises y cabello negro. O bien, como un hombre rubio, de ojos hazel y de baja estatura.—parpadee varias veces.
—¡Es una locura!—espeté llevándome mis manos nuevamente a mis cabello.
—Lo es—coincidió Gabbe.
—Entonces... ¿Cómo fue que termine siendo el guardián de Eli?—exigí.
—Eso fue porque tu guardián imploró una segunda oportunidad para ti, Dan.—me dijo Gabbe.
—¿Eh?
—¿Recuerdas aquella charla con Fanuel, cuando te dijo que cuando los humanos mueren y su alma se separa del cuerpo humano, los guardianes dejamos de ver sus almas?—asentí rápidamente.
—Completamente.
—Pues eso fue lo que pasó contigo—respondió mirándome. —Cuando los médicos te declararon con muerte cerebral, tu alma se separó de tu cuerpo, fue un error mío, Daniel. Yo debí protegerte cuando los padres de Eli te embistieron con el auto, tú estabas conduciendo y todo pasó tan rápido...
—Pero Gabriel pidió una segunda oportunidad para ti, cuando Bethan bajó para llevarte, tu guardián le imploró una oportunidad al Trono, él decidió concedértela, pero ya no como un humano, sino como un guardián—explicó Gabbe mirándome.
—Un guardián..., por eso Bethan me odia—susurré.
—Entonces decidió que yo dejaría de ser la guardiana de Eli, y entonces tú serias su guardián—declaró Gabrielle.
—Lo siento tanto, Daniel—añadió Gabriel arrodillándose frente a mí.
—¿Entonces no estoy muerto?—cuestioné bobamente.
—No.
—¿Entonces en donde está mi cuerpo? Si este no es mi cuerpo, supongo que debo tener uno—inquirí observándolos a ambos.
—Lo tienes—espetó Gabbe mirándome con el ceño fruncido.
—¿Y?—exigí mirándoles.
—En el hospital St. Charles
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