Capítulo Diez
Observé detenidamente un par de enormes portones negros mientras mi corazón latía con mucha fuerza dentro de mi pecho. Abney Park Cementary, anunciaba en una enorme placa negra justo por encima de los imponentes portones de metal. Crucé lentamente y caminé por el enorme lugar, de hecho, a simple vista parecía un jardín. Podía escuchar como un montón de pájaros cantaban encima de las copas de los enormes árboles. Miré a mí alrededor y observé algunas placas grabadas de metal en el suelo. A los lejos había algunas personas apiladas en un pequeño grupo, me llegaba el leve bullicio de llanto y palabras intendibles, todas vistiendo de color negro, decidí dejarlas de lado y continúe caminando, de hecho, parecía como si mis pies supieran exactamente a donde llevarme, unos minutos después me detuve frente una placa que parecía de mármol, leí detenidamente y parpadee un par de veces, Antonette & Jacob Radcliffe.
Abrí los ojos y me senté de golpe. Respiré entrecortadamente y mi corazón latió muy de prisa.
—¿Daniel?—giré rápidamente mi cabeza para encontrarme con los ojos marrones de Eli. La miré un segundo y llevé mi mano a mi cabeza por inercia.
—¿Qué me paso?—pregunté en voz baja.
—Te desmayaste—anunció poniéndose de pie. Caminó hasta mí y posó la palma de su mano en mi frente. Al instante, una corriente eléctrica atravesó por toda mi espalda. La miré directamente a los ojos y parpadee.
—¿Yo?—pregunté en voz baja.
—Eres el único que está en la camilla de la enfermería, así que, si—sonrió y quitó su mano de mi frente.—estas sudando de nuevo—me dijo y se sentó a mi lado.—creo que deberías recostarte de nuevo y sacarte ese enorme abrigo que sólo provocará que sudes más—agregó mirándome.
Obedientemente me quité el abrigo y se lo tendí. Ella lo tomó entre sus manos y lo dejó en su regazo. Un escalofrió recorrió mi cuerpo y temblé.
—Sé que tienes frio, Dan. Pero es necesario que no estés tan abrigado, la fiebre no es buena—la miré de nuevo.
—¿Qué hora es?—pregunté confundido.
—Las doce menos diez—anunció.
—Espera....he estado desmayado, ¿casi cuatro horas?—pregunté. Ella asintió.
—La enfermera dice que es muy probable que te haya bajado la presión por estar expuesto a situaciones estresantes—parpadee un par de veces.—no es que estuvieras desmayado todo ese tiempo, es más bien que dormiste un rato.—suspiré.
—Siento haber hecho que perdieras prácticamente todo el día de clase—le dije sincero.
—Está bien, no te preocupes.—sonrió mirándome. —¿Cómo te sientes?—preguntó.
—Además de tener frio, me siento bien—Eli se acercó a mí y acomodó las blancas almohadas para que me recostara en ellas.
Colocó su mano derecha sobre mi pecho y otro escalofrío recorrió mi espina dorsal. Me miró directamente a los ojos y la punta de mis dedos hormiguearon.
—Tienes que descansar, Dan—pronunció en voz baja.
*-*-*-*-*
—¿Qué fue lo que te paso?—me preguntó Noah en cuanto me vio con Eli cruzar el patio de la universidad. Me apoyé un poco en Eli, tratando de no poner todo mi peso en ella, su brazo derecho estaba alrededor de mi abdomen y mis brazo descansaba encima de sus hombros.
—Bajón de presión y estrés—respondió Eli.
—¿Podrías llevarnos al edificio?—murmuré en dirección a Noah sacando de mi abrigo las llaves de mi auto. Los ojos de mi amigo brillaron y las tomó emocionado.
—¿Ya te sientes mejor, Dan?—cuestionó Abs sosteniendo nuestras mochilas. Asentí un poco y le dediqué una pequeña sonrisa.
La verdad, podía caminar por sí solo, pero Eli había insistido tanto en que era necesario que me apoyara en ello, por aquello de que mi cuerpo me traicionara nuevamente y me desvaneciera una vez más, subí en el asiento trasero junto a Eli, colocó nuevamente su mano en mi frente y suspiró un poco. La miré un segundo y le dediqué una pequeña sonrisa. Me gustaba cuando ella se preocupaba por mí.
Quince minutos después, Noah estaba ayudándome a bajar del auto mientras las chicas se encargaban de abrir las puertas del edificio para que entrar fuera más fácil. Una vez que estuvimos frente a la puerta de mi departamento le entregué las llaves a Abby para que pudiera abrir sin problemas.
—Daniel—inquirió Gabbe al verme entrar apoyado en Noah. Miró a Noah y le dedicó una pequeña sonrisa, de reojo observé a Noah dedicarle su mejor sonrisa. —¿Qué sucedió?
—Me desmayé—anuncié dejándome caer en el sillón de cuero negro de mi sala. Eli y Abby emitieron pequeños sonidos con sus gargantas y llevé mi mirada hasta mis amigas.
—¿Qué?
—Se le bajo la presión, la enfermera cree que fue por estar expuesto a mucho estrés—respondió Eli atrayendo la atención de Gabbe.
—¿Pero ya está bien?—preguntó la guardiana mirando a la castaña. Eli asintió un poco y Gabbe suspiró.
—Creo que es hora de irnos—anunció Abby una vez que el silencio se apoderó de la casa.
—No, quédense a comer, chicos—ofreció Gabbe mirándolos, especialmente a Eli.
—No creo que sea posible—respondió Abs en voz baja.
—De verdad, insisto—inquirió Gabbe y después me miró—he escuchado decir que siempre que un humano está enfermo, la compañía es buena—giré mi cabeza para toparme con la sonrisa amigable de Gabbe. Miré a mis amigos y sus ojos estaban un poco abiertos por las palabras que mi amiga había utilizado.
—¿un humano?—cuestionó Noah con el ceño fruncido.
Gabbe se rio—es literal, chicos—sonrió.—además, ustedes son amigos de Daniel y cualquier amigo de mi amigo, es amigo mío también—agregó.
—¿Ah?
—¿Muchos amigos, no?—murmuró Gabbe con media sonrisa.
*-*-*-*-*
—¿Qué piensas hacer con tu tiempo libre, Gabrielle?—cuestionó Abby removiendo la sopa que tenía en su plato. Eli a mi lado, miró un segundo a su mejor amiga y después miró a Gabbe.
—Dime Gabbe—pidió el ángel—Y bueno, seré voluntaria en el hospital St. Charles—anunció con media sonrisa.
—¿En serio?—preguntó Eli. Noah y Abby la miraron un poco y después se miraron entre ellos.
—Sí. Sabes, hay un montón de personas que necesitan una mano, así que decidí ser voluntaria—Eli parpadeó.
—¿Pasa algo?—cuestioné y ella negó rápidamente.
—No, nada.
—Gabbe, ¿Cuánto tiempo piensas quedarte?—preguntó Abby nuevamente. Gabbe olvidó por un momento a Eli para ver a la otra rubia a su lado.
—Uhm, en realidad no lo sé. Tengo cosas que hacer aquí—le sonrió.
—¿Hace mucho que Dan y tú, se conocen?—cuestionó nuevamente. Miré a Gabbe con renovado interés y agradecido porque Abby hubiera hecho la misma pregunta que yo tenía tanto pánico hacer.
—Se podría decir que si—respondió. Eli colocó su mano derecha encima de la mesa y la miré un segundo.
—¿Es un interrogatorio o algo así?—cuestioné en modo de broma dirigiéndome a Abby. Ella me sonrió y después negó divertida.
—No. Pero Gabbe dijo que podíamos ser amigas, ¿eso está mal?—Gabbe negó rápidamente.
—Está perfecto. Me gusta tener amigas—suspiré.
—¿Entonces debes tener muchas amigas?—preguntó mi rubia amiga.
—No, de hecho solo tengo una amiga. Su nombre es Ariane—la miré fijamente.
—Oh. Entonces aquí tienes otras dos amigas—anunció Abby con una enorme sonrisa y Gabbe sonrió. Coloqué mi mano encima de la Eli atrayendo su atención e ignorando la corriente eléctrica que recorría mi espina dorsal y el incesante hormigueo que sentía en mis manos. ¿Alguna vez podría tocar a Eli sin sentir que me electrocutaba? Ella en respuesta me sonrió y yo le devolví el gesto.
*-*-*-*-*
—¿Podría saber qué es eso de que serás voluntaria en un hospital?—cuestioné a Gabbe cruzándome de brazos unas horas más tardes cuando finalmente mis amigos se habían marchado, no sin antes prometer que tendríamos que salir todos juntos para mostrarle la ciudad a Gabrielle.
Incluso Eli había estado entusiasmada con la idea.
—¿Qué tiene de malo?—me preguntó colocando los platos en el escurridor.
—No tiene nada de malo—respondí apoyándome en la barra de la cocina.
—¿Entonces?—me miró.
—Te acompañaré—anuncié con una pequeña sonrisa. Gabbe me miró en silencio, frunció el ceño y negó rápidamente.
—No puedes—me dijo decidida.
—¿Qué? ¿Por qué?—exigí ofendido.
—Porque no necesitan a tres ángeles ahí—me dijo como si fuera la cosa más obvia del mundo. Fruncí el ceño y suspiré.
—¿Tres ángeles? ¿Se puede saber de qué me perdí?—puso los ojos en blanco.
—Bethan.—murmuró.
—¿Bethan?—cuestioné haciéndome el inocente.
—Por el trono, Daniel. No puedes decirme que no sabes quién es Bethan—acusó con sus ojos azules taladrando los míos.
—Sí, sí. Ya sé quién es Bethan—respondí.—el ángel de la muerte—agregué mirándola. Ella asintió pensativa y después suspiró.
Bethan era el ángel de la muerte, ese ángel que se encargaba de que las almas de los humanos cruzaran a un segundo plano cuando su cuerpo humano dejaba de funcionar, su trabajo literalmente, consistía en bajar del cielo cada vez que un humano estaba en su lecho de muerte, y cuando finalmente dejaba de respirar, llevaba su esencia, es decir, su alma, hasta el segundo plano, ese que los mortales llamaban "cielo", y por alguna extraña razón que yo no era capaz de comprender, yo no era de su agrado.
—Es suficiente con que ambos estemos ahí—asentí un poco.
—¿Qué se supone que haces tú ahí?—cuestioné. Ella tomó nuevamente los platos que estaban aún húmedos y los secó cuidadosamente.
—Llevar paz a las personas en su lecho de muerte, desde luego.—sonrió—y bueno, pasar tiempo con los chiquitos—la miré un poco.
—¿Con los niños?
—Sí.
—Pero si yo voy, sería un humano más. Podría ayudarte con los niños—ella negó de nuevo.
—No.
—Pero Gabbe, en West Silvertown, una pequeña niña no me quitaba la mirada de encima, le caí bien. Teníamos química. Hasta me saludó con su pequeña mano—protesté emocionado. Ella me miró unos segundos
—Es mejor que no te topes con él—suspiré rendido.
—Gabbe.
—No, Daniel.
—Está bien—respondí apretando los dientes.—pensé que iba a ser inmune a las enfermedades de los humanos—le dije cambiando de tema y recordando las horas que había pasado en la enfermería de la universidad.
—Tienes un cuerpo humano, eso no te hace inmune—asentí un poco.
—¿Te gusta la vida humana?—cuestioné elevando una ceja. Gabbe me miró un poco y suspiró.
—La había visto un montón de veces, pero estar de lleno en ella es...diferente—sonreí.—¿Qué me dices de ti? ¿Te gusta la vida humana?—me preguntó de vuelta.
—Por alguna extraña razón, y estoy seguro que no es por verla a través de Eli, la vida humana me parece demasiado familiar—ella suspiró y bajó la mirada.
—Creo que es hora de dormir, Dan—me dijo empezando a caminar en dirección a la habitación de invitados. Asentí un poco.
—Buenas noches, Gabbe.
—Buenas noches, Daniel Radcliffe.
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Holu c:
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