Capítulo Diecisiete
—¿Estás listo para pasar el mejor día de tu vida?—me preguntó Noah el sábado por la mañana en cuanto abrí la puerta de mi departamento.
Sonreí. —Buenos días para ti también—abrí un poco más la puerta para que pudiera pasar.--¿En dónde está Abs?—pregunté percatándome que estaba solo.
—Esta con Eli, no debe tardar—respondió al tiempo que Gabbe aparecía en el pasillo. Noah la miró con media sonrisa y luego yo también posé mi vista en ella.—Buenos días, Gabbe—saludó amablemente.
—Hola, Noah—sonrió.
—¿Lista para un día increíble, Gabrielle?—cuestionó el muchacho. Gabbe me miró un segundo y después asintió un poco.
Luego de nuestra pequeña pelea, bueno, de mi pelea contra Gabbe, había comprendido que ella tenía razón en todo lo que había dicho. Si en verdad había algo importante que yo tenía que saber, ella no podía decírmelo. Solo Gabriel podía.
Así que a la mañana siguiente, cuando había despertado lo primero que había hecho, fue correr hasta la habitación de huéspedes para hablar con ella, la había encontrado sentada en el filo de la ventana observando las gotas de lluvia recorrer el cristal de la ventana. Cuando me había mirado a los ojos, la culpa me había invadido, porque tenía el cabello muy revuelto, como si hubiera tirado de él, bajo sus ojos azules; que se encontraban cristalizados, pero no derramaba ni una sola lagrima, había enormes bolsas negras haciéndola ver demacrada. Yo había caminado hasta ella y la había envuelto en un fuerte abrazo, dándole a entender que todo estaba bien entre nosotros. Que yo había sido un tonto por haberla tratado de esa manera y que esperaba su perdón. Ella en respuesta, me había devuelto el abrazo y había llorado en mi hombro. Tal vez todo eso se debía a que ambos estábamos en cuerpos humanos y éramos más susceptibles y más vulnerables, por eso ambos habíamos tenido esas reacciones. Pero después de eso, todo había vuelto a la normalidad entre nosotros.
—¿Creen que así estoy bien para ir de día de campo?—cuestionó dándose una vuelta sobre sí misma para que Noah y yo, pudiéramos evaluar su vestimenta. Me eché a reír y negué un poco.
—Yo no sé nada de moda, Gabbe. Pero si te sirve de algo, puedes esperar a que Abs y Eli aparezcan, las expertas en estas cosas, son ellas—le dijo Noah.
—¿En que se supone que somos expertas?—preguntó desde el pasillo la voz de Abby, dos segundos después, luego de besar mi mejilla, entró en el departamento.
—En moda—respondí mirando a Eli. Ella me ofreció una pequeña sonrisa y antes de escuchar la respuesta de Abby, caminé hasta la niña castaña y posé mis labios sobre los suyos en un pequeño beso.
—Vaya, buenos días—me saludó en cuanto nos separamos.
—Lo lamento—le dije en voz baja y ella se echó a reír.
—No tienes por qué lamentarte de nada—anunció dando un paso al frente para acercarse a mí y besarme nuevamente. Sonreí sobre sus labios.
—Oigan ustedes dos, ¿pueden dejar los besos para más tarde?—cuestionó la voz de Noah interrumpiéndonos.
—¿A dónde vamos hay un lago?—cuestioné girándome para mirarlo y Eli se rio.
—No.
—Entonces considérate afortunado.
Cincuenta y cinco minutos después, con Noah de copiloto; dos rubias y una castaña como pasajeras, conducía con cuidado por un sendero flanqueado por enormes y frondosos pinos, el olor a tierra mojada inundaba mis fosas nasales mientras el viento frio chocaba contra mi rostro y despeinaba un poco más mi cabello.
Me había mantenido un poco en silencio mientras escuchaba fascinado y reía de las anécdotas que Noah contaba, las mismas que Abby y Eli tomaban como referencia para hacer un montón de protestas, Gabbe se reía de las objeciones de las chicas mientras Noah, cruzado de brazos desde el asiento delantero, trataba de defenderse en vano. Así que cuando finalmente llegamos al enorme campo al que Abby había sugerido que fuéramos, agradecí mentalmente mientras salía del coche, me deshacía de mi abrigo y estiraba las piernas.
Miré al frente para encontrarme en una enorme zona que aún no había sido modificada por el hombre, el pasto verde lleno de flores blancas con centros amarillos, el incesante canto de los pájaros, el bosque a un costado, las enormes rocas grises y, el aire fresco y limpio que se podía respirar allí, era la cosa más sensacional que había visto desde que había bajado a la tierra.
Una vez que estuvo todo en orden para poder hacer el día de campo que Abby había planeado los anteriores cuatro días, cerciorándome de que los chicos, entre ellos; Eli, estuvieran ocupados, caminé hasta las enormes rocas que había visto antes y con cuidado de no dañar mi cuerpo humano, subí a ellas. Me senté con las piernas estiradas mientras a lo lejos observaba debatir a mis amigos. Llevé mí vista al frente disfrutando de la vista que se extendía frente a mí y dándome cuenta que se parecía un poco a casa.
Había contemplado realmente fascinado, un montón de veces desde los altísimos arcos dorados de la estancia donde los ángeles vivíamos, un enorme claro lleno de pasto, decorado con árboles de rojas y relucientes manzanas. La intensidad del azul del cielo, era la cosa más increíble que un humano pudiera tener, incluso para un ángel lo era. La vista era magnifica, a pesar de que sabía que la mayoría de las cosas eran creadas por materia divina, y nadie más pudiera verlo, seguía siendo fascinante. No era como si voltearas al cielo y vieras un claro con estructuras de mármol blanco y arcos dorados, sostenidos en nubes.
Sonreí ante la idea, y por un solo instante, extrañé mi casa.
—¿Te está gustando el día de campo?—bajé un poco la mirada para encontrarme con la mirada risueña de Eli. Le tendí la mano para que subiera a la misma enorme roca donde yo estaba sentado, y cuando ella estuvo a mi lado, me miró fijamente esperando por mi respuesta.
—Sí, este lugar es muy bonito. Abby hizo una muy buena elección—respondí apartando mis ojos de ella para volver a posarlos en el enorme campo que se extendía ante nosotros.
—¿Estas bien? Has estado como ido.
—Estoy bien. Es solo que...no recuerdo nunca haber estado en un lugar así—la miré un poco y ella me dedicó una increíble sonrisa.
—Cuando Abs y yo éramos pequeñas, mamá y papá nos trajeron a acampar una vez aquí—sonreí un poco a imaginarme a Eli de niña.—pensé que Abby no lo recordaba.
—¿Lo habías olvidado tú?—me atreví a preguntar. Y dos segundos después, cuando los ojos de Eli se cristalizaron me arrepentí.—Lo lamento, no quise...
—Traté de hacerlo, pensé que de esa manera el dolor se iría junto a ellos. Pero fue sólo tratar de engañarme a mí misma.—suspiré.
—Hey, ellos nunca se van a ir, Eli.—murmuré tomando su rostro entre mis manos y mirándola fijamente—Ellos siempre van a estar aquí—con una mano señalé en su pecho, justo encima de su corazón.
Ella me miró medio segundo con sus ojos cristalizados y después me abrazó con fuerza. Acaricié su cabello y miré al frente de nuevo.
—Chicos, hora de comer—gritó Noah.
—Oh por dios, él sigue interrumpiéndonos—protestó Eli y yo me eché a reír.
—Vayamos a comer y después podemos dar un paseo por el bosque—propuse. Ella asintió rápidamente y besó mi mejilla haciendo que una extraña sensación se manifestara en la boca mi estómago.
Treinta minutos después mientras Gabbe, Abby y Noah, conversaban animadamente acerca de las posibles actividades que podríamos realizar cuando volviéramos de nuestro pequeño paseo, tomé a Eli de la mano, ignorando el incesante hormigueo que me producía cada que vez que mantenía algún tipo de contacto físico con ella, la conduje hacía el bosque que había frente a nosotros y ella con una pequeña sonrisa en los labios me siguió. El olor a tierra mojada inundó mis fosas nasales y un soplo de aire fresco y limpio llenó mis pulmones dándome una sensación agradable.
—¿Vas a decirme que eres un vampiro?—me preguntó Eli mirándome con una sonrisa juguetona en los labios. Me reí.
—¿Qué? No. ¿Si te dijera que lo soy, temerías de mí?
—Nunca. Tu nunca me harías daño, ¿o sí?—negué de inmediato.
—Claro que no—sonrió.
—Esto es realmente bonito—anunció observando con expresión soñadora todo a nuestro alrededor.
Los enormes pinos, era muy probable que alcanzaran alrededor de los doce o quince metros de altura, daban un aire misterioso al ambiente, el piso estaba cubierto por una fina capa de hierba y las enormes rocas estaban cubiertas de verde musgo.
Le dediqué una pequeña sonrisa y después me separé un poco de ella y la miré.
—Elizabeth—murmuré atrayendo su atención, cuando sus hermosos ojos castaños de posaron sobre los míos, mis piernas temblaron un poco. Oré mentalmente para que mi voz no se quebrara.
—¿Pasa algo?—cuestionó ella dando un paso al frente. Esperaba que mi rostro no reflejara como realmente me sentía.
—No—susurré—es sólo que...me gustaría...hablarte de algo—dije finalmente. En respuesta, me ofreció una pequeña sonrisa y metió sus manos en los bolsillos de sus jeans.
—Puedes hablarme de lo que quieras, Dan.—sonreí un poco.
—Escucha, yo sé qué hace muy poco nos conocimos, pero de verdad, Eli, cuando estoy contigo me siento totalmente diferente. Las piernas me tiemblan, me sudan las manos, siento constantemente algo en el estómago que no sé qué es, pero me gusta cómo se siente—la miré fijamente y una enorme sonrisa cruzó por su rostro—quiero estar contigo, Eli.
—Oh, Daniel—me dijo ella y se abalanzó hacía mí.
Rodeé su cuerpo con mis brazos y hundí mi rostro entre su cabello, aspirando el aroma de frutos rojos que emana su cabello. Sus brazos rodearon mi cuello con fuerza y mi corazón latió con mucha fuerza dentro de mi pecho.
—Yo...es decir, tu...déjame estar contigo, Eli—imploré.
—Yo también quiero estar contigo—aseguró separándose un poco de mí.
—Oh, por favor, ni siquiera sé cómo decirlo correctamente—murmuré y ella se rio un poco acariciando lentamente mi mejilla y mirándome fijamente.
—¿Quieres preguntarme si quiero ser tu novia?—cuestionó y al instante, sus mejillas se tiñeron rojas.
Sonreí ampliamente.
—Sí. Elizabeth Westfall, ¿me concederías el placer de estar a tu lado? ¿Quieres ser mi...mi novia?—Estaba muy seguro que mi corazón estaba a punto de colapsarse dentro de mi pecho. Esperaba que mi cuerpo tocara en húmedo suelo, pero eso no pasó.
En cambio, Eli como respuesta, se inclinó un poco hacia mí y unió sus labios a los míos en un dulce beso.
—Eh pensado que tendría que pedírtelo yo—susurró con una gran sonrisa en el rostro e n cuanto se separó de mí.
Chasqueé la lengua e hice una mueca divertida antes de inclinarme y besarla de nuevo.
—¿Eh tardado un poco, no?—cuestioné.
—Un poco, sí.—sonrió.—novio.
Sonreí ampliamente al momento que mi corazón daba tumbos en mi pecho, aleteos incesantes de hacían presentes en mi estómago y las piernas me temblaban.
Entonces, ¿así se sentía el amor?
Si, así se sentía el amor.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top