Capítulo Cuatro

Eli.-

Tenía que admitir que mi nuevo vecino era un chico realmente lindo. Una semana antes, cuando Clarence; el portero del edificio, me había comentado que el departamento frente al mío ya había sido alquilado, por un momento me había preocupado. Lo menos que quería era volver a tener un nuevo vecino como el señor O'Brien, el antiguo inquilino. El hombre se la pasaba el día entero pegado a la mirilla de su puerta esperando el momento en que se me ocurriera salir de mi departamento y justo cuando lo hacía, siempre por casualidad el también salía, topándonos casualmente. Abby me había dicho en más de una ocasión, que ese hombre tenía una cara de depravado que casi le llegaba al suelo, pero yo no había querido escucharla. Como era mi costumbre. Hasta que claro que un día, cuando su esposa no estaba en casa me había pedido que lo ayudara a darle una sorpresa por su aniversario de bodas, alegando que era de vida o muerte ir hasta a su departamento para ayudarlo. Definitivamente, no. Los dos siguientes días, los había pasado literalmente encerrada en mi departamento por miedo a topármelo.

Pero esa mañana, cuando había salido de mi departamento y me había topado con Daniel Radcliffe, una extraña sensación me había embargado. Una sensación que nunca antes había experimentado y por primera vez en dos años, desde la muerte de mis padres en aquel trágico accidente de coche, me había sentido en paz. Tal vez eran sus ojos azules. Eran del azul más bonito que hubiera visto antes. Su cabello era color castaño y hacían un contraste perfecto con sus ojos. Dios santísimo, era el chico más guapo que hubiera visto en toda mi vida.

Yo nunca había sido una persona que creyera mucho en las coincidencias ni nada por el estilo, pero el hecho de que mi nuevo vecino, también fuera a la misma universidad a la que yo asistía y que además de todo, fuera mi nuevo compañero de clase, me ponía a pensar. Claro que mis dudas se habían evaporado esa misma tarde, cuando había cruzado la puerta de la pequeña cafetería en la que yo trabajaba y luego la había declarado como su lugar favorito. Entonces, sí. Si creía en las coincidencias.

Y por si fuera poco, parecía a que mis amigos les había caído bien. No era que eso me molestara, al contrario, me gustaba. Pero, ¿es que acaso no era extraño que de repente un tipo desconocido irrumpiera así en tu vida? Sobre todo cuando ese mismo extraño no hacía más que ser amable y simpático contigo.

—¿Me estas poniendo atención?—preguntó Abby a mi lado. La miré unos segundos mientras desviaba mi atención de Daniel, que parecía a punto de quedarse dormido.

—¿Qué? Si, obvio.

—No me estas poniendo atención.—confirmó mi mejor amiga.

—Estaba pensando—inquirí.—además, estoy cansada.

—Tu siempre estas cansada, Eli—me confirmó Noah. Y la verdad, era que mi amigo tenía razón.

—Algunas veces—respondí.

—Creo que deberías dejar de trabajar en esa cafetería. La paga ni siquiera es buena—aconsejó mi amiga. Y era cierto, la paga no era tan buena, pero a mi me gustaba estar ahí.

—Necesito el dinero.—murmuré.

—No, no lo necesitas. Isabelle tiene dinero. ¿Fideicomiso? ¿Te suena? Es literalmente tuyo.

—Sí, bueno. No quiero que mi abuela me mantenga, si eso es lo que estas sugiriendo.—declaré y ella revoleó los ojos.

—Es tu dinero—me recordó Noah.

—Eso es mentira—repliqué—ese dinero era de mis padres—Abby asintió haciendo que sus rizos se movieran enérgicamente.—además, prefiero que ese dinero se utilice en otras cosas, como las colegiaturas de la universidad. Prefiero ganar mi propio dinero para mantenerme y obtener mis propias cosas. Y no lo pienso discutir más.—agregué.

—Que orgullosa que eres—sonreí.

—Hola—La voz de Leah Winfrey había hecho que mi corazón dejara de latir dos segundos.

Daniel se había sentado derecho para observarla mejor. Había intercambiado algunas palabras y una que otra sonrisa con ella. Y mi corazón se había apachurrado un poco.

Daniel Radcliffe era el estereotipo de chico que Leah Winfrey solía frecuentar. Era alto, de tez blanca, tenía que admitir que tenía un muy buen cuerpo y era extremadamente guapo. Probablemente, era algún tipo de atleta, pero dado que había llegado un día atrás, aún nadie había descubierto su talento. El tipo de chico que solía babear sobre sí mismo por Leah. O por lo menos en apariencia, lo era.

—Bueno, mucho gusto Daniel Radcliffe. Soy Leah Winfrey—le dijo con su seductora voz, por un segundo recordó nuestra patética existencia y nos miró con una mueca—y estoy aquí para llevarte al lugar donde deberías estar.

—¿Qué?—preguntó Daniel mirándole fijamente.

—No deberías mezclarte con cualquier persona, ¿sabes?—Daniel parpadeó un par de veces como si no la hubiera escuchado bien.—Vamos, toma tus cosas y ven conmigo. Mis amigos y yo, te daremos un buen lugar—miré a Abby y a Noah, que la miraban sin expresión alguna esperando la respuesta de Daniel. Y entonces, yo también lo miré. Quería escuchar su respuesta.

—Yo...y-yo te lo agradezco mucho. Pero aquí estoy bien. Me gusta estar aquí y me gustan las personas con las que estoy—hizo una pausa—de hecho, creo que todo aquel que este con ellos, debería sentirse muy orgulloso y afortunado.

Leah lo miró como si fuera una especie de bicho recién descubierto.—¿Qué?

—Que me quedó con mis amigos, porque estos que miras aquí son mis amigos—anunció señalándonos.

—Bien, si cambias de opinión, ya sabes donde puedes encontrarme—dicho esto, se giró y balanceando las caderas como si estuviera en un desfile de modas, se marchó a la fila de enfrente.

Daniel la miró alejarse y se puso de pie. Nos miró como si no comprendiera nada y después soltó un pequeño suspiro.

—Necesito un poco de aire fresco—anuncié poniéndome de pie y comenzando a caminar a paso apresurado.

—Eli—murmuró Daniel. Le hice una señal con mi mano para que no me siguiera.

—Es mejor dejarla sola, Daniel—escuché decir a Abby y salí del salón.

Los dos últimos años de mi vida, habían sido un infierno. Mis padres habían muerto en un accidente automovilístico. Habían asistido a una fiesta y nunca más habían vuelto. El agente de la policía, nos había dicho a mi abuela y a mí, que su auto se había impactado con otro. Lo peor de todo, es que ellos lo habían provocado por que estaban manejando en estado de ebriedad, en el acto, habían muerto instantáneamente y el conductor del otro auto había muerto en el hospital, eso era lo que habían declarado los peritos.

Había pasado una temporada con mi abuela tratando de huir de la realidad, cosa en la que había fallado totalmente porque era todo lo contrario, era más consiente de todo lo que había pasado, de cómo me había cambiado la vida y cuando por fin me había rendido totalmente, había regresado a la escuela. Isabelle, mi abuela, me había ayudado a conseguir un departamento decente, claro que después de una y mil charlas en las que yo me negaba rotundamente a vivir con ella. Y finalmente, así era como había terminado viviendo sola.

Mi relación con Leah Winfrey nunca había sido buena. Mis difuntos padres y los de ella, habían sido muy amigos desde que yo había tenido memoria. De hecho, yo nunca había podido entender porque Leah siempre había sido invitada a mis fiestas de cumpleaños, cuando ni siquiera nos soportábamos la una a la otra, pero tal parecía que nuestras madres no se percataban de ese hecho. O, probablemente habían querido hacer de una especie de cupido de la amistad con nosotras, de ser así, habían fallado olímpicamente. Las cosas sólo habían empeorado cuando ella se había enterado que mis padres habían muerto, si antes supongo que se había detenido de insultarme y todas esas cosas que solían hacer las chicas populares como ella, a las chicas marginadas como yo, con ese simple hecho, se había desatado todo. Había sido humillación tras humillación y a nadie parecía importarle a excepción de mis amigos, Abby y Noah.

Me senté en una de las pequeñas bancas blancas en el jardín de la universidad y contemplé al montón de muchachos pasar de un lado al otro. Todos parecían tan inmersos en sus propios pequeños mundos que nadie se daba cuenta de que yo estaba ahí, cosa que realmente agradecía infinitamente, puesto que yo simplemente no quería ser notada. Yo simplemente era muy buena siendo invisible. Pero por supuesto, yo no tenía tanta suerte.

—¿Eli?—me giré un poco para encontrarme con los azules ojos de Collin Sparks. Parpadee un par de veces tratando de alejar todos aquellos pensamientos. —¿Qué haces aquí?—me preguntó sentándose a mi lado

—Necesitaba aire.—respondí. —¿tú que haces aquí? ¿Por qué no estás en clases?

—Vengo del gimnasio.—me sonrió.—Eli...perdona el hecho de que haya ido a tu departamento el día de hoy—lo miré un par segundos.

—Está bien. No te preocupes.

—Yo...bueno, yo fui a tu departamento porque, veras, de hecho yo...quería invitarte a salir el sábado por la noche—suspiré.

—Agradezco mucho tu invitación, Collin. Pero...bueno, había quedado con Abby para hacer un día de chicas—mentí. No por el hecho de que Collin no me gustará, de hecho, el muchacho era bastante guapo. Dos años antes, yo había babeado sobre mí misma observándolo en cada uno de los partidos de futbol americano a los que había asistido. Pero no ahora.

—Oh, bueno.

—¿Cómo van los entrenamientos?—me atreví a preguntar, sabiendo que aunque él me explicara con manzanitas, yo no iba a entender mucho.

—Van bien—murmuró.—de hecho, el próximo sábado comienza la temporada—me miró unos segundos.

—Estupendo—murmuré un poco incomoda.

Collin Sparks, era el mariscal de campo del equipo de futbol americano de la universidad. Había montones de chicas detrás de él, yo había estado igual un par de años antes, de hecho, podría haber jurado que era el amor de mi corta vida, sin embargo, luego de la muerte de mis padres, cuando finalmente había salido de mi burbuja, me había dado cuenta que estaba equivocada en la mayor parte de las cosas en las que yo creía. Entre ellas, que Collins Sparks no tenía ni idea de quién era yo, por lo tanto, él no podía ser el amor de vida. Estaba completamente segura que, de no ser porque él había asistido al funeral de mis padres junto a su ese entonces novia, Leah Winfrey, yo nunca habría entrado en su radar.

Por supuesto que, por lastima, las cosas habían cambiado entre nosotros. Él se había acercado un poco a mí y justo cuando su relación con la capitana del cuadro de animación y presidenta del consejo estudiantil, había terminado, Collin Sparks literalmente se aparecía en todos los lugares a donde yo fuera.

—Oye... ¿Por qué no vienes a mi partido el próximo fin de semana? Probablemente cuando se termine, podemos salir a cenar o algo así—me dijo rascándose la barbilla.

—Uhm, creo que suena bien—respondí finalmente, muy consciente de que no podía huir de Collin para toda la vida.

—Maravilloso—me sonrió—te conseguiré unos de esos pases para que puedas entrar al vestidor antes del juego.

—¿Qué?

—Me haría feliz que estuvieras ahí antes de salir al campo.

—¿Yo?—pregunté.

—Sí, Elizabeth. Tu.—me ofreció una de esas sonrisas por las que la revista Vogue hubiera pagado un montón de dinero.

—Okay—murmuré.—Entonces yo...

—¡Eli!—me giré un poco para encontrarme con la azulada mirada de Daniel. Collin se puso de pie en un salto y giré de nuevo para mirarlo.

—Entonces te veré después para entregarte el pase—me dijo Collin antes de inclinarse y besar mi mejilla. Asentí levemente.—te aseguro que no te vas a arrepentir—deje escapar un suspiro y lo vi marcharse.

—¿Qué pasa, Daniel?—le pregunté al muchacho y dos segundos después se sentó a mi lado.

—¿Estas bien?—parpadee un par de veces y asentí de nuevo—no te veías muy bien cuando saliste del salón—suspiré.

—Necesitaba aire fresco—respondí recargando mi espalda en el respaldo de la banca.

—¿Lo has conseguido?—lo miré y una pequeña sonrisa apareció en su rostro.

—Sí, un poco—murmuré.

—Estupendo, porque es hora de marcharnos—y fue entonces cuando me di cuenta que estaba sosteniendo su mochila y la mía.

Quince minutos después, luego de haber salido por el enorme portón del colegio, que Leah y sus amigas me fulminarán con la mirada, de que Collin me ofreciera una sonrisa ansiosa y de no encontrar un solo rastro de Abby y Noah, me encontrè caminando junto a Daniel. El otoño se estaba despidiendo de nosotros y para demostrarlo, el aire helado había comenzado a soplar desde el día anterior. Y sin necesidad de mirarme en un espejo, estaba completamente segura que mis mejillas estaban sonrojadas y la punta de mi nariz estaba media roja. A mi lado, Daniel se acomodó el abrigo gris y metió las manos dentro de sus bolsillos. Lo miré unos segundos y para mi desgracia, cuando notó que lo estaba observando, sus ojos se cruzaron con los míos.

Me sonrió—Abby y Noah me dijeron que era mejor no ir tras de ti cuando saliste del salón—suspiré.

—Lamento haber sido un poco grosera contigo un rato antes—él negó levemente.

—Leah y tú, no se llevan muy bien, ¿verdad?—solté el aire de golpe y lo miré un poco.

—Nuestros padres eran amigos, pero nuestra relación nunca fue buena—respondí en voz baja. Daniel dejó de caminar y me miró directamente a los ojos. Mis piernas temblaron y mi corazón se aceleró un poco.—cuando ellos murieron, las cosas solo empeoraron—agregué.

—¿Cómo empeoraron?—murmuró sin despegar sus ojos de los míos.

—Humillación tras humillación—respondí y antes de que mi cerebro reaccionará, los brazos de Daniel estaban rodeando mi cuerpo en un tierno abrazo.

Dejé de pensar correctamente. Mis piernas temblaron de nuevo y mi corazón amenazó con explotar dentro de mi pecho, cerré mis ojos, coloqué mi oído sobre su corazón y como respuesta, pude escuchar el tranquilo latido dentro de su pecho, aspiré su varonil loción. Fue como si de repente, el frio del ambiente se hubiera esfumado, como si se hubiera creado una especie burbuja y el frio no pudiera alcanzarnos. De repente, una oleada de paz me invadió y un segundo después la sensación de estar cayendo se apoderó de mi cuerpo. Era oficial, iba a desmayarme.

—Lo siento tanto, Eli.—dijo y luego de un par de minutos, se separó de mi lentamente.

—Está bien, de todas maneras tú no tienes la culpa—parpadeó varias veces y después suspiró.

—¿Trabajas hoy?—me preguntó en voz baja. Negué un poco y él sonrió. —¿Quieres ir a comer conmigo?—lo miré fijamente.

—Yo...

—No acepto un no por respuesta.—me reí un poco y él se unió a mi risa.

—¿A dónde iremos?—pregunté reanudando nuestra caminata. Él me miró y después me sonrió.

—Bueno, la guía turista aquí, eres tú. Tú decide.


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PD:  Amor y Paz✌😘

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