Fin.
Estaba harto de los humanos y no habían pasado ni veinticuatro horas desde que volví a ser Ángel de la Muerte, ya había probado a llamar a mis hermanos para comprovar si ellos se encontraban en la misma situación que yo, y tanto la falta de una respuesta o de su a aparición me confirmó que ellos también estaban hasta arriba de trabajo.
Miré por última vez a uno de los tantos cuerpos que un accidente de tráfico había dejado, por suerte ya no quedaba ni un sólo alma por recoger; ¿por qué los humanos no eran capaces de prestar atención a lo que tenían en frente?
Así seguro que muchos accidentes se habrían evitado.
El día se me estaba haciendo eterno.
¿Mía estaría pensando en mí?, ¿me habría llamado? Porque a estas alturas no me sorprendería que mi niña de ojos grises hubiera gritado mi nombre y que de alguna forma, seguramente a manos de mis padres, su voz no llegara a mis oídos.
Cerré los ojos intentando relajarme, el anochecer ya era cercano y sólo quería descansar un poco.
—Joder.— susurré astiado cuando un nuevo llamado llegó a mi sistema nervioso, cerré los ojos esperando aparecer en el lugar en el que aquel humano estaba por soltar su último respiro.
El lugar era frío y las paredes me resultaban extrañamente conocidas, el moho brillaba en las esquinas, al igual que las goteras, la madera del suelo estaba levantada y en seguida supe dónde me encontraba.
Con el corazón en el puño escuché las voces del hombre al que había deseado matar más de una vez, los llantos de mi niña de ojos grises resonaron en mi cabeza.
Me di media vuelta viendo al fin la terrible escena, Mía se aferraba al cuerpo de su hermano, que con suerte mantenía sus ojos abiertos, mientras aquel supuesto padrastro les gritaba con más rabia de la que nunca había visto.
Un tirón en mi cuello me indicó el alma de quien debía llevarme, pero Mía aún no me había visto, tampoco quería que tras estos días lo primero que me viese hacer fuera llevarme el alma de su hermano.
—¡JeonGguk! — el grito desgarrador de Mía arrasó con mi estabilidad, caí al suelo de rodillas, pues ya estaba allí, incluso antes de que ella me llamara.—¡Ayuda, por favor!
Las lágrimas de su rostro se manchaban con el rojo de la sangre que escurría de sus heridas, estaba tan golpeada y lastimada....
Intenté alzar mi voz para que supiera que estaba allí, pero no podía moverme ni mucho menos hablar, algo me lo prohibía.
Los ojos de Luhan conectaron con los míos, desesperados, su rostro mostró sorpresa durante un segundo antes de recibir un golpe que Mía intentó evitar poniéndose en medio.
—Está aquí, Mía. — a penas alcancé a escuchar el susurro de Luhan, pero pronto mi niña de ojos grises me miró, llena de dolor y desesperación. —Ve con él, te protegerá. — Mía nos miró a ambos, como decidiéndose por qué hacer.
Al final vino corriendo hacia mí, pero si se quedaba aquí todos sabíamos que nada bueno la pasaría, con mis ojos tensos señalé la cocina para que se escondiese allí y, con la duda corriendo por sus poros confió en mí.
Mis músculos al fin parecieron reaccionar y pude levantarme, debía llevarme el alma de Luhan o no podría proteger a Mía como debía.
Rocé el pecho del mayor de la habitación, asustandole lo suficiente como para que se alejase de Luhan.
—Sabía que no eras hermano de Hye. — a pesar de la situación Luhan tuvo el descaro de bromear y, un vez más, un humano me sorprendió hasta puntos inimaginables. —Cuida bien de ella, por favor. — sus ojos no se llenaron de lágrimas, por el contrario su sonrisa se agrandó y en sus ojos ya casi opacos pude ver cierto deje de paz.
Asentí a su petición y cerré sus ojos al mismo tiempo que rodea mi mano en su pecho, una masa de luz azul brillante escapó de su pecho y, con prisa, guardé su alma en la botellita.
Un golpe en la cocina me quitó la respiración, estuve tan concentrado en Luhan que no presté atención a aquel ser tan asqueroso. Me levanté del suelo y corrí hacia la cocina.
Mis cuerpo quedó petrificado al ver a mi niña tirada en el suelo sujetando con sus dos manos una de sus costillas.
—Ésto es culpa de ese niñato de mierda.— el hombre recogió el cuchillo del suelo. —Si simplemente me hubiera dejado divertirme contigo esto no habría pasado. — la rabia y la impotencia llenaron todo mi ser.
Y una sóla cosa pasó por mi mente al saber que ese hombre había intentado violarla y yo no había podido hacer nada.
Si ya había roto dos reglas, ¿qué más daba romper la última?
Mi brazo atravesó su cuerpo como su de agua se tratara y entre mis dedos, pronto tuve su corazón palpitante. Esa vez no le daría un susto, iba a matarle, me costara lo que me costara iba a hacerlo.
Apreté el músculo con mi mano hasta que lo sentí estallar, en seguida su cuerpo inerte cayó al suelo como un peso muerto, con la cara pálida y descompuesta en dolor. Miré mi mano, que carecía de manchas de sangre antes de correr hacia mi niña de ojos grises.
A pesar del dolor que estaba sufriendo, el temblor y el llanto que la hacían temblar aún en el suelo, me abrazó en cuanto estuve lo suficientemente cerca de ella, dejando su herida al aire.
Sus brazos no me atravesaron y el dolor que sentí en ese momento pude jurar que me mataría a mí también. Mía iba a morir en ese momento y no podía hacer absolutamente nada.
De mis ojos comenzaron a correr pequeñas gotas saladas que Mía quitó con cuidado y Una sonrisa.
—No llores ahora JeonGguk, estoy bien. —quise llamarla idiota por sus palabras. Ella no estaba bien, iba a morir.
—Mía, vas a morir yo- — ¿qué debía decir? —Joder.— la abracé aún más fuerte, procurando no acercarme a la zona de su pecho.
—Esta bien, no pasa nada, — la sonrisa en su rostro no desaparecía y, en vez de tener miedo, simplemente estaba aceptando la idea de que iba a morir. Con una puta sonrisa. — al menos serás tú quien se lleve mi alma, además, ¿quien sabe, a lo mejor volvemos a reencontrarnos en el futuro?
Sí pero, cada vez que nos encontrábamos, uni de los dos acababa pereciendo y no quería volver a ver algo como eso en mi vida.
—Seguramente desaparezca yo también, —susurré lleno de certeza y sinceridad.
—He roto las tres reglas de oro. — Mía me miró con la pena brillando en sus opacos ojos antes de toser y manchar mi ropa de su sangre.
Me dolía a horrores, pero era hora de dejarla descansar después de tantos años sufriendo.
—Mi hermano, ¿también a muerto? — asentí mientras la dejaba con cuidado en el suelo, mis alas la rodeaban en necesidad de privacidad para ese momento. —¿Me encontraré con él? — no lo sabía, pero aún así decidí asentir. —Te amo JeonGguk.
Rocé nuestros labios en un beso tímido mientras con mi mano derecha comenzaba a extraer su alma.
—Yo también te amo, mi niña de ojos grises. — una pequeña sonrisa escapó de sus labios antes de soltar su último suspiro.
Simplemente mantuve nuestras frentes pegadas durante tal vez horas, con su alma brillando de un blanco cegadoras en mis dedos.
Las lágrimas no dejaban de correr escurridizas por mis pómulos y cayendo sobre el rostro sereno pero feliz de Mía.
El dolor era demasiado para mí, y la rabia por lo sucedido, en algún momento, me consumió, mas no me alejé en lo más mínimo de mi niña hasta que un tirón de mi cuello pronto estuvo a ahogarme.
Abrí mis ojos encontrandome en una sala grisácea llena de otros como yo, mas lo que necesitaba entre mis brazos no se encontraba allí.
Lucifer me miró lleno de seriedad, al igual que lo hizo Dios. Pero no me importó una mierda. Ni si quiera cuando comenzaron a hablar.
—Llevas horas negándote a hacer tu trabajo por cuidar del cuerpo de una humana que ya está muerta, por lo que más quieras Jeon, su alma aún está aferrada a tu mano. — las palabras de Dios estaban llenas de hipocresía.
—Es lo que pasa cuando dos hijos de la gran puta cogen las almas de humanos fallecidos para convertirlos en Ángeles de la Muerte, borrandoles todos los recuerdos de sus vidas humanas.— bramé lleno de ira, pronto se escucharon los susurros de mis hermanos, algunos escépticos y otros menos. — Nos decís que todo lo sabemos, sin embargo lo más importante lo borrais. Adelante, eliminadme. Pero todos mis hermanos han oído ya lo que debía decir de vosotros, hipócritas.
El alma de Mía desapareció de mis manos, y con el rostro enfurecido miré a Dios, que admiraba el alma de mi niña como si de una joya se tratase.
—Has roto todas las reglas, JeonGguk, está claro que serás eliminado.
Todos los demás Ángeles de la Muerte salieron de aquella sala, sin embargo pude ver como empujaban a mis seis hermanos para que no se quedasen conmigo, veía sus labios moverse más ninguna voz salía de sus gargantas y en seguida supe que eran nuestros padres quienes les habían arrebatado la voz.
Les miré con rabia, con ganas de levantarme y acabar con su mera existencia, pero no podía moverme.
Un suave roce acarició mi mejilla y juré que aquel tacto era de Mía, lleno de amor, cariño y apoyo. La ira desapareció por completo de mi cuerpo, siendo reemplazada por el dolor de haber perdido a Mía, por el dolor de no haber podido hacer nada más que mirar la escena.
Y, de pronto, sólo sentí una última lágrima rodar por mi rostro antes de no volver a sentir nada.
Por fin, me reuniría con Mía, o al menos eso deseé.
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Bueno mis personitas, después de más de un mes sin haber actualizado, por fin me siento cómodo y agusto con el resultado.
Espero que os guste muchísimo, y esperad con ansias la segunda temporada. Aunque no sé muy bien cuando subiré el primer capítulo 😅.
Os quiero mis personitas, cuidaos mucho y disfrutad.
Nos leemos!
Black
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