30
Abrí mis ojos aún algo adormilado,en seguida me invadió el olor a café recién hecho y tortitas, mi estómago rugió al mismo tiempo en el que me ponía unos pantalones, al parecer tenía la manía de desnudarme mientras dormía.
Salí de la habitación con un bostezo escapando de mis labios. No había demasiado ruido en la casa, a penas algunos susurros en el salón, junto al sonido leve de la televisión.
Mía salía de la cocina cargada con algunos platos y cubiertos que quité de sus manos en cuanto la vi, los dejé sobre la mesa, colocándolos en los lugares de siempre, aunque había un plato de más, me encogí de hombros y lo puse también, a lo mejor Hye se había quedado a dormir.
Entré a la cocina, con los ojos aún medio cerrados por el sueño, necesitaba un café y rápido.
Mía me entregó una taza entre sus manos que cogí gustoso, el olor a café inundó otra vez mi sistema y no tardé en darle un buen trago; entendí por qué los humanos hablaban tan bien del café, era lo mejor que había probado, incluso mejor que el chocolate caliente. El líquido quemó mi lengua y garganta, pero no me importó.
Suspiré con alegría, Mía estaba apoyada en la encimera, sus ojos no se apartaban de mí y, ni si quiera fui consciente del momento en el que aparté parte del pelo que cubría su frente y dejé un pequeño beso ahí.
Me aparté y salí de la cocina, mi pulso no podía ser más alto, estaba completamente nervioso. ¿Por qué la había besado la frente?, ¿por qué ella no dijo nada? No sabía si mi cara estaba roja o no, pero si sentía una pequeña sonrisa extendiendo mis labios.
Dejé la taza con café frente a uno de los platos y caminé al salón para llamar a los que estaban despiertos.
—Oye, chicos.— Miré por todo el salón, pero ahí sólo estaba Hye, con el teléfono en la mano y cara de pánico. Me acerqué a ella, a pesar de lo que había pasado la noche anterior ella era la mejor amiga de mi niña, señalé le móvil con la mirada, ella en seguida entendió lo que quería saber.
—Es Luhan, lleva llamando desde que te fuiste, le dijimos que habías salido unos días por el trabajo.— susurraba, asentí y extendí la mano para que me diese el teléfono.— Gracias.— susurró con el rostro enrojecido.
Cogí el teléfono y lo puse en mi oído, necesitaba más café.
—¡Hye, no me dejes hablando a la nada!— di un trago al líquido oscuro.
—Ella no te ha dejado hablando al aire, ¿necesitas algo Luhan?— pregunté directamente, era demasiado temprano como para tener que aguantar estas cosas.
—¿Jeon?— suspiré, respondiendo un escueto "sí, soy yo". —¡¿A tí qué te pasa?!, ¡dejé a Mía a tu cuidado, fui el otro día y resulta que habías ido a hacer no se qué, llamé ayer y me dieron otra escusa!— entendía el cabreo del chico, era comprensible.
—Lo sé, fue una emergencia, no pude evitar tener que irme dos días, — no era mentira, aunque tampoco era completamente verdad.— intenté volver tan pronto como pude, llegué anoche, de hecho.— me expliqué lo mejor que pude, evitando que otro bostezo se escapase de mis labios.— Lamento haber dejado a Mía al cuidado de mis... amigos, — esto sólo se tornaba más incómodo para mí.— Pero conseguí arreglarlo todo, así que no me iré de nuevo, puedes estar tranquilo.
—Cada vez menos.— seguramente Luhan dijo aquello para sí mismo, por lo que hice como si no hubiera escuchado nada.— Vale, pero por favor, no vuelvas a dejar sola a Mía.
—Te lo prometo.— esa promesa... por alguna razón, me dolía prometer aquello, de alguna forma sabía que eso iba a ser imposible.
La llamada se terminó y yo me quedé pensando en lo único en lo que no debía pensar.
Mía era humana, ella seguiría creciendo y formaría su propia familia, seguramente olvidándose de mi existencia con el paso del tiempo, en algún momento ella encontraría un hombre que pudiese cuidar de ella, que la amase sin miedos y cosiese sus heridas.
Al final yo... tendría que alejarme y dejarla vivir su vida, aunque eso me dolía demasiado como para ser algo real.
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