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Entré en una calle casi deshabitada, con pequeñas casas que parecían caerse a pedazos.

Escuché las voces de algunas mujeres hablando entre ellas, sin poder evitarlo alcé el vuelo y me acerqué a ellas, con la intención de escuchar lo que decían. 

—Pobres niños, ¿cómo sobrevivirán ahora?— la mujer aparentaba unos cincuenta años, su voz sonaba preocupada. Me pregunté quienes serían esos niños.

—No lo sé, yo les estoy dando algo de comida todos los días, lo que nos sobra. Somos muchos en casa.—otra mujer de la misma edad respondió.

—Es indignante que su propia madre vaya de bar en bar gastándose lo poco que su difunto esposo dejó en herencia en vez de usar ese dinero para alimentar a los pequeños.— un mal presentimiento me inundó.

—Hace sólo dos semanas que su esposo murió, ¿a caso no tiene decencia?— no podía estar seguro de si se trataba del hombre al que me llevé, pues todos los días me llevaba el alma de cientos de personas.

Me alejé de las tres mujeres y volé por las diferentes calles hasta que mis ojos encontraron algo que no quería ver.

Dos niños, una chica y un chico, estaban sentados frente a la puerta de una casa destartalada, con la ropa sucia y rota, estaban muy delgados y temblaban por el frío. 

No era la primera vez que veía una imagen así, después de tres siglos era algo que ya se me hacía normal, pero no pude evitar parar frente a los dos niños y observarles, aunque sólo pude mirar a la niña, que se encogió en su sitio y se abrazó a su hermano cuando me vio.

Quise que dejaran de temblar y me preocupé por su estado por primera vez en mi vida. Era la primera vez que sentía la necesidad de cuidar de dos seres humanos y, también, la primera vez que rompí la regla más importante de todas.

No relacionarme con los humanos que no estuviesen a punto de morir.

—¿Y vuestra madre?— la niña me miró de arriba abajo, como si realmente yo fuese una mera imaginación suya, dejé de mover mis alas negras y caí al suelo sin prisa y con cuidado, me agaché hasta estar a la altura de la niña.—¿Dónde está?

—¿Te la llevarás?— susurró, negué con la cabeza y me puse en pie nuevamente, si algún Ángel de la Muerte me veía en ese momento la niña podría morir.—Hermano...— llamó a su hermano.

—Dime enana.— el niño temblaba sin control, igual que la pequeña.

—¿Dónde está mamá?— la niña mantuvo sus ojos grises en mí.

—¿Por qué quieres saberlo Mía?— escuché el nombre de la niña.

—Hay un...— le hice una seña a la niña, puse mi dedo índice sobre mis labios en señal de silencio y la susurré.

—Él no debe saber que estoy aquí.— Mía asintió, parecía temerosa, su hermano la miraba con la preocupación y la duda bailando en sus ojos.

—Sólo quiero saberlo, siempre se va y nos deja aquí.— un fuerte temblor atravesó a los dos hermanos.

—Estará en el bar de siempre, — alcé una de mis cejas.— ya verás como no tarda en volver, al fin y al cabo no está tan lejos de aquí.— el niño sonrió y pude ver que era un buen hermano.

Me despedí de la niña con un gesto y alcé el vuelo con la intención de encontrar a la madre de ambos niños, quería engañarme a mí mismo, no quería creer que las mujeres hablaban de aquellos dos pequeños niños y de su madre.

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Hola personitas, con esto de la cuarentena voy a actualizar más de una vez a la semana.

Espero que os guste la idea y no tengáis problemas o inconvenientes con ello.

Sin más que deciros, quedaos en casa (aunque sea agobiante, al menos para mí) e ideas con cuidado si tuvieseis que ir a comprar algo.

Nos leemos!

Darkest_Light_Soul.

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