24
Mía no se despegó de mí en todo el camino hasta el instituto, era francamente asqueroso que tanta gente nos mirase, las expresiones variaban entre el asombro y el asco.
Creo que nunca entendería a los seres humanos.
Me paré en la puerta de entrada, supe que Mía quería decirme algo pues en vez de entrar directamente a clase se quedó parada junto a mí, su rostro tenía un bello sonrojo que la hacía adorable.
—Muchas g-gracias.— asentí sin darle demasiada importancia.—Y-yo...— no terminó la frase pues su mejor amiga llegó, saltando sobre ella con una cara de susto terrible.
—Por Dios Mía, ¿por qué faltaste ayer?, ¡me tenías preocupada!— la chica no dejaba de revisar a mi niña de ojos grises, incluso a mí me resultaba incómodo. Tras unos minutos la chica paró y se dirigió a mí con cara de espanto.
Sin embargo no dijo nada.
—Deberíais entrar, no falta demasiado para que toque la campana.— mis palabras me sorprendieron bastante, me había aprendido el horario de Mía de tal manera que, en mi forma humana, ni si quiera necesitaba mirar un reloj para saber la hora.
Ambas chicas asintieron y entraron a la institución, suspiré levemente, no entendía muy bien que mierda estaba pasando conmigo.
Últimamente el simple hecho de pensar en Mía o, el verla hablar sobre cualquier cosa, acababa con mi mente volando por escenarios que no deberían existir; mi corazón parecía querer salir de mi pecho a todas horas y me asusté, por primera vez en tres mil años, sentí lo que era el miedo.
(***)
Al ir a buscar a Mía, no fui sólo, mis hermanos me acompañaron sin dejarme ni si quiera contradecirles, ellos simplemente se pegaron a mí como lapas.
—Vamos Kookie, — dejé escapar un pequeño gruñido ante el apodo, por millonésima vez.— queremos conocer mejor a la humana que te está quitando lo cínico.— apreté la mandíbula, no me había parado a pensarlo, pero ellos tenían razón.
—Deja de llamarme Kookie, Jimin.— no negué sus palabras porque tenía razón, pero joder, deseaba con todas mis fuerzas que dejara de llamarme así.
Sin a penas darme cuenta ya estábamos en la puerta del instituto, el camino me lo sabía de memoria, aunque nunca se me había hecho tan corto. Me apoyé sobre una de las paredes esperando a que el timbre sonase. Mis hermanos me miraron con la duda bailando en sus ojos.
—¿No deberíamos entrar a por ella?— negué, ellos podrían parecer verdaderos humanos, sin embargo sabían bastante poco en cuanto a lo que significaba ir a la escuela.
—Tenemos que esperarla aquí.— miré al cielo, recordando cómo, hace tres horas, TaeHyung había querido llamar a Mía para hablar con ella, negué con la cabeza, estos chicos eran un caso, aunque no podía decir nada, yo estaba peor que ellos.
Los minutos pasaron y escuchamos una alarma sonando en el centro, mis hermanos se pusieron en posición de pelea, les miré con el ceño fruncido, ¿qué mierda estaban haciendo?, ellos ni si quiera sabían encajar un golpe.
—Eh, relajaos, esa alarma significa que las clases han terminado.— alcé una de mis cejas mientras sus rostros enrojecían.—Y luego el cínico soy yo.— bromeé, dejándoles aún peor de lo que estaban.
No era normal en mí bromear.
Unos minutos más tarde sentí varias miradas sobre nosotros, al mismo tiempo que un pequeño tirón en la manga de mi chaqueta, me giré para mirar a mi niña de ojos grises, su rostro estaba rojo y no me miraba.
—Oh, mierda.— la voz de su mejor amiga me sacó de mis pensamientos.—Te lo tenías bien guardado, joder que mi supuesto hermano tiene amigos guapos.— ella era una descarada sin cura, miré a mis hermanos, todos estaban rojos de la vergüenza.
—O-olle, no digas esas cosas...— Mía se acercó un poco más a mí, esta vez sí miró mis ojos.— ¿P-por qué estáis todos aquí?— suspiré.
—Ellos querían... ya sabes, investigar también.— su rostro se frunció durante unos segundos, pero acabó por sonreír como siempre.
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