20

Jin entró al salón, se limpiaba las manos con un pequeño trapo, estaba serio, yo inmóvil, las palabras de YoonGi aún merodeaban por mi cabeza, él tenía razón.

—Ve con ella, no ha dejado de llorar, está preocupada por tí y asustada.— me levanté del sofá, mis hermanos me miraban, todos estaban preocupados, aunque no sabía a ciencia cierta si la razón de su preocupación era Mía o lo era yo.

Entré a mi habitación, ella estaba en el mismo lugar en el que la dejé hace un rato, me acerqué a mi armario y saqué un chandal y un jersey, me acerqué a ella con la ropa en mano y se lo entregué, pero no alejaba las manos de la chaqueta.

Decidí vestirla yo mismo, la puse el chandal con cuidado de no rozar demasiado sus pies vendados, la levanté como pude para lograr subir el pantalón hasta sus caderas, no dejé que sus pies tocasen el suelo.

Alejé sus manos de la chaqueta que cubría su pecho con delicadeza, la ayudé a ponerse el jersey y me alejé de ella para poder mover las sábanas, la tumbé y la arropé, unos minutos después estaba tumbado y arropado junto a ella.

—¿Estás mejor?— el llanto había disminuido, pero no desaparecido. No quería preguntar lo que había pasado.

—Gracias.— su voz era a penas un susurro.— ¿Puedes abrazarme?, por favor.— no pude negarme, tampoco quise hacerlo, la rodeé con mis brazos y la pegué a mí, en el centro de la amplia cama.— No me sueltes, por favor.— asentí, besé su frente, tal vez no tuviese alas para cubrirla del frío con ellas, pero podía abrazarla.

—No voy a soltarte, mi niña de ojos grises.— susurré.

No hizo falta demasiado tiempo para que escuchase su respiración tranquila y acompasada, se había dormido, pero se pegaba cada vez más a mí. Me sentía extraño, tenía la sensación de que había vivido algo similar, pero era imposible.

Cerré los ojos, deseando poder dormir.

Escuchaba los pasos de muchas personas, sus risas, llantos y quejidos. 

Había edificios de piedra a mi alrededor, pero frente a mí había un edificio que brillaba con luz propia, era un templo de mármol, con una gran figura de cobre, una diosa.

El cielo era azul, un día soleado, sentí una mano apretar la mía, una mujer vestida con una toga blanca y con pequeños detalles morados y dorados, con el pelo negro recogido en un moño, sus ojos grises tan brillantes como el mismo sol, una pulsera de oro decorando su muñeca.

Su voz era dulce, pero no la escuchaba, no entendía lo que decía.

Me sentía cálido, amado y protegido.

Abrí los ojos, el sudor me pegaba el jersey al cuerpo, igual que el pantalón, mi respiración no tenía un ritmo predefinido, estaba sudado, nervioso y no era capaz de pensar con claridad, me dolía la cabeza.

Un pequeño movimiento sobre mi pecho me hizo mirar a mi lado, Mía seguía durmiendo, a pesar de que la mañana ya había llegado, respiré un poco más tranquilo, seguramente era la primera vez en años que lograba dormir en condiciones.

Rocé su mejilla con mi mano, su tacto suave y limpio me hicieron sonreír, sentí el mismo tirón en el pecho que ya había sentido antes; pero el sueño no desaparecía de mi mente, Mía era realmente parecida a la chica del sueño.

Empezó a abrir sus ojos, de forma lenta y perezosa, cuando me vio sonrió un poco, aunque pude notar perfectamente ese ligero gesto, el labio debía dolerle bastante.

—Aún estás aquí.— asentí, sus ojos brillaron.— Pensé que habrías desaparecido, como sueles hacer. — esas palabras me dolieron, pero tenía razón.

—Te prometí que no me iba a mover de aquí.— su nariz rozó mi jersey, las ganas de probar sus labios me consumían, pero no debía.

—JeonGguk, eres mi Ángel.— un pinchazo de dolor me hizo cerrar los ojos.

<"JeonGguk, eres mi Ángel."> la misma voz de mi sueño, la calidez se transformó en un dolor puro y profundo. Esas palabras las había escuchado antes, mucho antes de que me las dijera Mía.

—¿Estás bien, Kook?— cerré mi puño sobre mi cabeza, me dolía cada vez más.

Estaba asustando a Mía, pero no podía evitar sentir ese dolor.

—V-voy a por tus hermanos.— salió de la habitación, escuché sus pasos por la casa y, poco después simplemente no escuchaba nada, no veía nada, no sentía nada.


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Bueno... realmente estaba escribiendo otra historia, pero he leído los comentarios de un par de personitas y... me habéis tocado el corazón <3.

Este capítulo es un regalo para vosotras, VCotyChoi y Mariadelmarbedoya, me alegro de que os guste el fic.

El hecho de que queráis más capítulos por que os gusta la historia, y que aun así os preocupéis por si me presiono o por si tengo algún problema, me habéis sacado una gran sonrisa. Espero que os guste el capítulo y muchas gracias por apoyarme de esta manera.

Espero llegar a ser un escritor lo suficientemente bueno como para que os sintáis orgullosas de mí.

Black.

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