17
Unas horas después acompañé a Mía hasta la puerta de su casa, una sensación extraña me recorrió el pecho cuando me sonrió.
—Gracias por acompañarme.— negué con la cabeza, era algo que quería hacer, ya era muy tarde y no quería que nada la pasase, por más extraño que sonase para mí.— Será mejor que vuelvas ya a tu casa.— su sonrisa se hizo un poco más pequeña y supe enseguida por qué.
—Sí, tu padre está en casa, — miré por una de las ventanas, la luz estaba encendida y un mal presentimiento me atacó.— ten cuidado y abrígate bien.— di un paso hacia atrás, esa noche no podría protegerla de su padre, tampoco abrigarla con mis alas.
—Sí, ve con cuidado y...— apartó la mirada al mismo tiempo que un pequeño sonrojo la atacó, ella era realmente preciosa.— mándame un mensaje cuando llegues, por favor.— asentí antes de darme media vuelta.
Comencé a caminar, sintiéndome realmente extraño con toda la situación, nunca esperé que una simple humana pudiese llamar tanto mi atención como para tener la insana necesidad de protegerla, sin decir nada, como si de nuestro secreto se tratase.
Las farolas de la calle me llenaban de un sentimiento lúgubre, el frío rozando mi cara y despeinándome me ponían pensativo.
¿Sabrían mis hermanos que realmente estoy protegiendo a Mía?
¿Seguirían creyendo que solamente tengo curiosidad?
Esperaba y rezaba porque la segunda pregunta fuese la correcta, en ningún momento durante aquellos diez años les di la más mínima pista sobre lo que realmente hacía, me aseguraba de que ellos no me viesen si por casualidad aparecían pero... algunas ocasiones... simplemente actuaba sin pensar si quiera.
Suspiré, el olor a mar me sacó de mis pensamientos, ya no había nadie en el puerto, tampoco en la playa; sólo estaba yo.
Miré al cielo, la nostalgia por algo que no conocía ni entendía comenzaban a agobiarme y, por milésima vez, miré a la luna, ese sentimiento, ese puto sentimiento que llevaba ocultando mis tres mil años, volvió a llenarme, una mezcla que no entendía.
Llegué a casa, mis hermanos estaban en el salón, la mayoría sentados hablando, riendo, ¿por qué no podía comportarme como ellos?
—¡Kook!— Jimin me llamó, fruncí el ceño y le miré.— Llegas muy tarde, ¿no?— miré el reloj, las dos de la mañana, dejé a Mía en su casa a media noche.
—He ido a la playa.— me encogí de hombros. Me sentía mal, como si fuese un rarito con ellos, ¿eso es porque me había transformado en humano?, nunca antes me preocupó algo tan vano como aquello.
—Oye, ¿has logrado descubrir algo?— Nam se acercó a mí, con un libro en las manos. Negué.
—En realidad ella no ha hecho más que preguntarme por los Ángeles de la Muerte y sobre mi vida.— todos centraron sus miradas en mí, incluso YoonGi que parecía dormido.—¿Qué?— pregunté, no entendía sus miradas.
—¿Se ha sonrojado en algún momento?— realmente no entendía nada, y la mirada de Jin tampoco me ayudaba.
—Varias veces, aunque a decir verdad lleva sonrojándose cuando me ve desde hace algunos años.— me encogí de hombros, sin darle mucha importancia.
—¿Has visto algo raro en su habitación?, que tenga que ver contigo.— YoonGi parecía interesado en mi respuesta, aunque sinceramente todos parecían estarlo.
—Bueno, hace un tiempo vi una de mis plumas bajo su almohada, pero no mucho más.— todos estallaron en risa, pero nadie dijo nada más.
Recordé que debía mandarle un mensaje a Mía, caminé hasta mi habitación sin decir nada, sólo escuchaba sus risas, cerré la puerta y encendí el móvil, era un trasto curioso a decir verdad, bastante útil, aunque como Ángel de la Muerte tampoco era la gran cosa, siempre sería más cómodo decir nuestros nombres y aparecer cerca.
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6/6
Hasta aquí el maratón! Nos leemos en la próxima<3.
Black.
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