16
Abrí la puerta de la pequeña chocolatería y dejé entrar primero a Mía, el lugar estaba exactamente igual que cuando fui por primera vez, hace más de viente años.
Las paredes eran del color del cielo en un día soleado, el suelo de madera oscura y las ocho o nueve mesas redondas, de madera, las sillas eran pequeños sofás marrones, era un lugar bastante hogareño, aunque no tenía demasiada clientela.
Nos acercamos a la barra para pedir, yo nunca había probado cualquier comida o bebida humana, por lo que no estaba seguro de lo que pedir, tampoco entendía qué podía tener de diferente un chocolate suizo de uno alemán.
Mía me miraba, seguramente esperando a que pidiese algo, pero no tenía ni la más mínima idea de qué pedir y estaba comenzando a estresarme.
—¿Nunca has probado el chocolate caliente?— aparté la mirada del cartel donde aparecían todos los tipos de chocolates que vendían y miré a la chica, negué con la cabeza.—Entonces pediré por los dos.— me sonrió, mi corazón se aceleró mientras tuve su mirada encima.
Se puso frente a mí y pidió nuestras bebidas, unos minutos después los dos teníamos una taza humeante entre las manos y nos estábamos sentando en una de las esquinas del lugar.
—¿Cómo puede ser que nunca hayas probado el chocolate caliente?, ¡si es lo mejor del mundo!—miré la taza.
—Realmente nunca he comido o bebido nada, — dije.— al ser un Ángel de la Muerte no me era necesario alimentarme.— alcé la mirada y lo que ví me hizo sonreír, tenía la boca y los ojos abiertos, parecía escéptica.
—Entonces, durante este mes, me aseguraré de que pruebes los manjares que ofrece la humanidad, como las hamburguesas, las pizzas, el shushi, la pasta...—continuó enumerando alimentos durante un buen tiempo, llegó un momento en el que ni si quiera era capaz de escucharla, sólo podía ver el movimiento de sus labios al hablar, tragué con fuerza, me sentí tenso al darme cuenta de que mis pensamientos estaban yendo por un camino no deseado.—Por cierto... ¿es cierto que existen los fantasmas?— su cambio de tema me sorprendió y me alegró, no podía seguir fijándome únicamente en sus labios.
—Sí, — dió un trago a su chocolate.— no existen demasiados.
—¿Y cómo se crean?, es decir, se supone que los fantasmas son los espíritus de las personas, ¿no?— asentí.
—Así es, pero a diferencia de lo que los humanos creéis, los espíritus no se deben a que el humano murió teniendo cuantas pendientes, — en sus ojos podía ver la intriga.— se crean cuando no nos da tiempo a llevarnos su alma al morir, no pasa muchas veces, los cuerpos pueden mantener el alma durante veinticuatro horas a partir de su muerte, — expliqué.— pero a veces, por diferentes razones, no logramos llegar a tiempo.
—¿Como cuando hay un accidente enorme?, por ejemplo.— asentí, Mía siempre había sido una niña muy lista.— Por cierto, ¿cuántos años tienes realmente?— esa pregunta me incomodó un poco.
—Tres mil años, seguramente alguno más, pero los contamos de cien en cien.— me encogí de hombros y decidí darle el primer trago a esa bebida caliente.
Era algo espesa, pero el sabor dulce llenó mis papilas gustativas, sentí mi piel ponerse de gallina, era un manjar. Una pena que sólo podría disfrutarlo durante un mes.
—Wow, eso es mucho tiempo.—asentí.
—El tiempo es relativo para nosotros, no morimos a no ser que nuestros padres lo decidan.— eso pareció intrigarla y, antes de que pudiese hacerme la pregunta, continué hablando.— Lucifer y Dios, aunque no son como los cuentan en la biblia, — di otro trago a mi bebida y continué.— Lucifer es más fiestero, le gusta llevarse bien con nosotros, es... amable, podría decirse, aunque sí que tiene un gusto insano por el dolor ajeno, el sufrimiento y la desesperación.
—Parece un... ¿buen tipo?— no respondí a su pregunta, sólo continué hablando.
—Dios sin embargo es un estirado sin control, está obsesionado con el papeleo, es bastante borde y directo, aunque siempre busca el bien en la humanidad, tampoco interviene, vuestros rezos y súplicas sólo implican más papeleo para él.— me encogí de hombros, ninguno de mis padres me agradaban.
—Por tu tono de voz, parece que no te caen demasiado bien.— y tenía toda la razón.
—Exacto, soy su último hijo, el último Ángel de la Muerte creado, y siempre han estado deseosos de... convertirme en algo que no soy, — Mía no estaba entendiéndome, su cara de incomprensión me lo dejaba de lo más claro.— ellos esperaban que su último hijo fuese alguien amable, que amase a la humanidad pero que cumpliese con su deber, llevarse las almas, sin rechistar, sin embargo soy más bien cínico, los humanos nunca han llamado mi atención como esperaban, sólo los veo como recipientes de almas, a la espera de que les llegue su hora. — me encogí de hombros, otra vez.
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5/6
Black.
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