8. Las reglas del juego
Ari se sentó de golpe. Se quedó observándome con la boca abierta y parpadeó rápidamente esperando mi respuesta.
—Maddy, ¡reacciona! ¿De qué estás hablando?
—Ari, la cagué —murmuré haciendo un puchero. Cerró la boca de golpe, esperando a que yo continuara—. Ayer encontré un celular en la cafetería... era... de Valentin. —Le hice un gesto para que no dijera nada—. Anoche cuando me quedé sola en la habitación de la fiesta, conocí a un chico.
—¿Ya...? ¿y eso qué tiene que ver con Valentin?
—Espera... déjame contarte. —Me llevé la mano al pecho y comencé a respirar pausadamente.
—¡Maddie!
—No me sé el nombre de Edward —murmuré más para mí que para ella. Ari rodó los ojos. Sacudí la cabeza para ordenar mis pensamientos—. El punto es que llegamos a una fiesta y adivina a quien nos encontramos.
—¿A Valentin?
—No —gruñí—. A Santiago.
—¿El mismo Santiago que no quiso verte? ¿y con quien estaba allí?
—Con una chica —dije tan bajito que creí que Ari no había oído.
—Hijo de la... basura. —Dio un golpe en la cama—. Dime que terminaste con él.
—Sí. —Hice un puchero—. Aunque pareció no importarle. —Comencé a sollozar y Ari me abrazó.
—¿Y luego qué hiciste?
—Luego me vine para acá... y tenías razón... Valentin es escritor. —Se quedó esperando a que continuara, sabía que eso no era todo—. ¿Sabes qué hice?
Arrugó la cara, esperando una tragedia salir de mi boca. Las dos solíamos ser dramáticas y exageradas para nuestras cosas.
—¿Le enviaste una foto de tus bragas? ¿te declaraste? ¿le dijiste que lo querías aquí y ahora? —Dio un pequeño salto de emoción—. ¡Le dijiste que extrañabas verlo en la cafetería! —Bajó la voz, e imitó mi voz—. Valentin, nada es lo mismo desde que te fuiste.
—¡Ari! ¡Nooo! Aunque eso habría sido mejor...
—¿Qué? Me estás asustando. Dime qué hiciste.
—Yo... —No me sentía capaz de decir en voz alta lo que había hecho. Me daba mucha vergüenza, así que cogí el celular, abrí la aplicación y se lo mostré—. Esta es una aplicación donde lo escritores suben sus novelas... Esta es la cuenta de Valentin. ¿Ves ese libro? Lo publiqué ayer —murmuré impresionada de mí misma. Ari tenía esa expresión de no entender nada—. Valentín escribió el primer capítulo... y yo el segundo. Es decir...
—Oh my god, Maddie. ¿Publicaste el libro de Valentin sin su autorización? ¿Y además añadiste de tu cosecha?
Asentí. Trasladó la mano que estaba sobre su rodilla hasta su frente, y se la frotó de un lado a otro sin emitir ninguna palabra mientras leía. Cuando terminó, asintió con la cabeza como si estuviese orgullosa y a la vez asustada.
—Asumo que él ya se enteró.
—Sí, y quiere... quiere que escriba esa novela con él. —Ari se lanzó arriba mío con tanta fuerza que me dejó inmovilizada bajo ella.
—Maddie, ¿no es esta la oportunidad qué has estado buscando?
Arrugué el entrecejo.
—¿Cuál exactamente? No recuerdo haber tenido dentro de mis planes pasar de querer preguntarle a Valentin qué hace... a trabajar con él... o para él. No estoy segura. —Me la saqué de arriba. Sin ella apretando mi pecho ya tenía suficientes problemas para respirar normal.
—La oportunidad de hacer algo con tu vida. Algo distinto... que no tenga que ver con Santiago o con la cafetería. ¿Y si es esto lo que tenía que suceder?
—¿Tú crees que entrometerme en las cosas de Valentin es algo del destino?
—No, creo que él sí. Él tenía que suceder. ¿Le dirás que sí?
—Le diré que sí, y no solo eso —murmuré, esbozando una sonrisa.
—Quieres que diga que el libro será escrito por los dos —dijo como si leyese mi mente.
—Sí. Él necesita mi ayuda... y me aprovecharé de eso. —Ante la mirada de Ari, menee la cabeza—. Sé que lo que hice está mal, pero si es esta mi oportunidad, ¿para qué la voy a desperdiciar? Tendrá que decir que sí, y dado que escribiré con él la novela...es justo que acepte que mi nombre esté junto al de él.
Nos quedamos mirando emocionadas. Era extraño porque me sentía muy triste por lo de Santiago, pero a la vez apareció lo de escribir...y hacer algo más por mi vida que preparar cafés y pensar en que yo era un completo fracaso.
¿A esto se refieren cuando dicen que una puerta se cierra y otra se abre?
Me refiero al hecho de escribir, no al chico bonito adosado a eso.
—Muy orgullosa de ti, bebé. —Cogió mi teléfono y tecleó desenfrenada por unos segundos, mientras yo tenía la vista pegada al techo de la habitación. No tenía ningún mensaje de Santiago, y cada minuto que pasaba sin una notificación me hacía sentir miserable. ¿Por qué si no me quería no terminó conmigo antes? De repente, Ari exhaló fuertemente.
—¿Qué pasó? —pregunté sin mirarla.
—Hay un pequeño problema —murmuró. Levanté la cabeza y me encontré con su mejor expresión de desdicha—. No te puedes enamorar de él —advirtió.
Me dejé caer en la cama de nuevo. Resoplé.
—¿Qué dices? Te recuerdo que acabo de terminar con Santiago. No estoy pensando en...
—Maddie. —Me interrumpió—. Su novia es barbie Malibú, influencer de vida sana y ejercicios. —Me mostró el Instagram de la novia: Fabiana. La palabra hermosa se quedaba corta. Tenía algunas fotos con él y me fui directo al perfil de Valentin.
—Tranquila que no lo haré —gruñí, más interesada de lo normal en sus fotos.
Mi respiración se hizo inconstante y un escalofrío me recorrió apenas vi una foto que subió él del último día que fue a la cafetería: una foto del café helado de frutillas con crema y él cupido que le dibujé en alusión a su nombre. No pude evitar esbozar una sonrisa que hizo que Ari entornara los ojos.
Leí la descripción de la foto: Este superó el latte de menta.
Rayos.
Solté una carcajada y luego miré a Ari apretando los labios para que no viese mi expresión de emoción. Seguí revisando su perfil. Nunca había mirado a Valentin fijamente así que las fotos me dieron cierta satisfacción de hacer algo que no había podido hacer antes. Era tan atractivo que me costó dejar de revisar sus fotos, y eso que sabía que Ari me observaba atentamente. Valentin, en ninguna sonreía, sin embargo, yo sí conocía su sonrisa y era... preciosa. Pero todo se derrumbó cuando sin querer se me escapó un like.
Un maldito like.
Gracias, lo que faltaba.
Lancé mi teléfono lejos y me tapé con una almohada para gritar.
—¿Qué hiciste ahora? —Ari comenzó a luchar para quitarme la almohada. La bajé unos centímetros.
—Le di me gusta... a la foto con su novia... que subió hace un año. Quiero morir —respondí como si fuesen mis últimas palabras.
Ari comenzó a reírse frenéticamente y lágrimas comenzaron a salir de sus ojos. Me contagió la risa. ¿Cómo podía tener tanta mala suerte? No sabía que ese era uno de mis miedos, hasta que lo hice. Ari no daba más de la risa, y solo se calló al escuchar una notificación de mi celular.
—Oh, no... no puedo. —Negué con la cabeza, decidida a no mirar mi celular.
—Yo lo veré. —Corrió hacia mi celular—. Es una notificación de Instagram —dijo apenas por la risa—. Nuevo... nuevo... oh Maddie no puedo con esto. Te llegó un mensaje de Valentin. —La quedé mirando con los brazos cruzados mientras reía a carcajadas de lo patética que era yo. Le tiré la almohada.
¿Cómo es que de lo muchos me gusta que debe recibir a diario, identifica el mío de inmediato?
Le quité el celular y abrí la notificación.
Valentin: Así que ahora revisas mis fotos... ¿tan rápido llegaste un año atrás?
—¿Puedo desparecer del planeta? Me retiro... renuncio. No puedo con esto.
—Dios mío, Maddie. Controla tu vida. —Ari se puso de pie, mientras se limpiaba las lágrimas con su antebrazo—. Dios, no me había reído tanto desde que te caíste en la entrada del edificio.
Rodé los ojos.
—¿Y qué le respondo?
—Bebé lo siento, ya estoy atrasada —murmuró mirando la hora—. Después quiero todos los detalles de tu intento de salir de esta. —Apretó los labios y luego me tiró un beso— Tengo una cita...
—¿Tan temprano? ¿es el mismo chico de anoche?
Meneó la cabeza mientras caminaba hacia la puerta. Se giró y extendió una sonrisa traviesa.
—Es... es...Javier.
—¿Qué Jav...? —Me costó asociar ese nombre al hermano de Santiago. Hasta que lo hice. Entrecerré los ojos—. Trato de deshacerme de un Marín, y tú apareces con el otro. ¿Por qué no te quedas con el de ayer? —refunfuñé. Me acaricié los lados de mi cabeza. Era suficiente drama por el día—. No te enamores de él —ordené, presintiendo que ya tenía perdida la batalla.
—¡Por supuesto que no! En la noche ya tengo otra cita. ¡Estoy fascinada con esta aplicación de citas! ¡Hombres vengan a mí! —dijo alzando los brazos—. ¡Y gané la apuesta! —gritó desde el pasillo. Reí hasta que volví mi vista al celular entre mis manos.
Ah, sí... este mensaje.
Maddie: Solo revisaba que no fueses un psicópata salvaje.
Me sorprendió lo rápido que respondió.
Valentin: O es que me encuentras muy interesante :P
Dios, ¿Qué le sucede a este chico?
Maddie: o un ególatra. Me gustó tu última foto, al parecer mi café sí quedó maravilloso... me sorprende que lo presumas así... lo digo porque lo dejaste casi entero encima de la mesa.
Valentin: ¿Dejé mi celular y te extraña que se me haya quedado el café?
Y luego hizo algo que me desconcertó: me envío una foto de él bebiendo un café. Estaba abrigado por completo, con gorro de lana incluido. Su cabello se asomaba desordenado. Tenía la punta de la nariz roja y las pestañas se le veían enormes y curvas. Sonreía con los ojos mientras tenía la taza en los labios. Se veía guapo. Muy guapo.
Valentin: No he vuelto a encontrar el café con menta. Confiésalo.
Maddie: ¿Qué quiere que confiese?
Valentin: Que lo inventaste ese mismo día.
Maddie: No, es solo que está patentado. Nadie además de mí lo puede hacer.
Valentin: ¿Por eso hiciste a mi protagonista adicta a el? Mads, te voy a llamar a mi celular.
Se me fue el aire en un segundo, no estaba preparada para hablar de nuevo con él. Mi corazón comenzó a agitarse.
¿Pero por qué me pone tan nerviosa?
Maddie, controla tu vida.
Un segundo más tarde comenzó a llamar. Di unos pequeños saltitos con el teléfono en la mano como si estuviese sosteniendo algo ardiente. Respondí estresada de perder el control. Yo no era así.
—Oye Mads, ¿entonces qué dices? —preguntó con voz ronca—, ¿te animas a escribir un libro conmigo?
—¿Eso es lo que quieres? —pregunté.
Escuché su respiración pausada y se tomó un momento antes de responder.
—¿Quieres que sea honesto? —quiso saber.
—Sí.
—Está bien, te voy a confesar algo: estoy con bloqueo desde hace algunos meses. La presión de Ally, mi novia, mi familia... y todos para que esta novela salga perfecta me pasó la cuenta. Estoy poco inspirado. —Exhaló fuertemente y sentí que se estaba desahogando, así que no lo quise interrumpir—. Además de otras cosas... —Pensé de inmediato en su hermano, pero no le iba a decir nada al respecto si él no me lo decía—. Y tú me has dado algo de alivio... ahora que esto está entre los dos, me siento con una enorme carga menos.
—Valentin... estuve leyendo tus otras novelas. Eres un escritor increíble. No te permitas creer lo contrario. Estoy dispuesta a ayudarte...
Además eres guapo e interesante.
—¿Pero...?
Sonreí.
—Pero quiero que el libro sea de los dos, que estén ambos nombres. Si es así, pondré todo de mí para que escribamos algo increíble.
—¿Estás ocupando tus habilidades raras en mí?
Solté una carcajada.
—No sé, ¿lo estoy logrando?
—Maaaads, hablaré con Ally, pero hagamos algunos capítulos más. No le demos opción de rechazar esto. ¿Qué dices? Probablemente después de que digamos tu nombre, nos hará hacer videos y fotos juntos... Y así todos te conocerán.
—¿Escribir un libro requiere mucho tiempo? —De repente recordé que tenía un empleo que me tenía hasta las siete de la tarde —y a veces más—, ocupada.
Valentin chasqueó la lengua.
—Bastante... ¿hay forma de que reduzcas tus horas en la cafetería? —Me quedé pensando. Si lo hacía me iba a alcanzar apenas para pagar las cuentas.
Bueno, si quería comenzar a cambiar mi vida... tenía que tomar decisiones para eso. O me quedaba en el café por el resto del año o me embarcaba de inmediato en una nueva aventura de escribir un libro con Valentin. Siempre había tenido las ganas de escribir una novela pero el miedo al fracaso... y de no saber cómo empezar para que la gente quisiese leerme me frenaban. No podía seguir esquivando lo que quería hacer por miedo a los cambios.
—Lo haré. Hablaré para reducir las horas.
—Vamos a escribir un libro juntos y apenas nos conocemos. Tendremos que saber más el uno del otro y fijar ciertas reglas —dijo con obviedad. Fruncí el ceño.
—¿Reglas?
Oh my god. ¿Firmar un contrato para entrar a su cuarto de juegos?
Obvio que no, Maddie.
—Sí, serán como las reglas del juego —rió—, porque estaremos algún tiempo escribiendo juntos ese libro... Mads, debo irme. Mi hermano necesita que lo ayude a pasar una etapa en su juego.
Primera regla: no enamorarse de él.
—Sí, está bien. Tenemos que conocernos mejor —dije con la voz temblorosa. Carraspee.
—Te llamaré a las... ocho, ¿te parece? Acá será de madrugada ya pero así mi hermano estará durmiendo.
—¿Cómo? ¿no estás en Chile?
—No... estoy en París. Larga historia...creo. En la noche te cuento. Te haré una videollamada. Adiós Mads. —Cortó sin darme tiempo de reaccionar.
—¿Qué? ¿videollamada?
¿Por que la idea de verlo me revolvió el estómago?
Ay Valentin, ¿por qué me pones nerviosa?
Me quedé con la boca abierta. No nos conocíamos; no sabía si Valentin era un idiota, un psicópata, o machista... o algo que me impidiese trabajar con él. Bueno, por mi parte yo hablaba mucho y a veces cosas sin sentido, pero iba a poner de mi parte. ¿Podría ser amiga de Valentin? ¿y él quería ser mi amigo? ¿y si su novia se oponía a todo?
***
Valentin estaba a punto de llamarme y eso me tenía caminando de un lado a otro. Ya saben... con él conecté desde el primer instante en que lo vi entrar a la cafetería, como si de alguna forma nuestros destinos tenían que unirse más allá de la relación cliente-barista. Había pensando mucho en ser amiga de ese chico misterioso, y más cuando me enteré que él era escritor. Pero de repente me encontré en una posición que una semana atrás nunca hubiese imaginado: él y yo... teníamos que pasar tiempo juntos, ser amigos... y trabajar en una historia de amor.
Mi celular empezó a sonar y la ya tenía la espalda perlada por el sudor. Tuve ganas de pegarme un cabezazo por mi reacción.
Maddie, detente.
Es un ser humano común y corriente.
No te gusta. ¿No terminaste hace nada con tu novio que amabas mucho?
¿Estoy nerviosa por él o por lo de trabajar con él?
Con el vuelco que dio mi vida en pocas horas, apenas me había dado tiempo de pensar en Santiago, que por lo demás tampoco él me lo dificultada ya que brillaba por su ausencia. Solo tenía la tristeza instalada en mi pecho, pero sin darle muchas vueltas al asunto.
Mierda de novio.
Abrí la computadora y acepté la llamada. Valentin hablaba con alguien cuando apareció su imagen, así que por unos instantes me dejó observando su perfil. De inmediato noté un tatuaje que tenía en el costado del cuello, no se lo había visto antes.
You are art.
Tú eres arte.
Mi respiración se aceleró, sobre todo cuando él volvió la cabeza y me extendió una sonrisa. Subió una mano para peinarse el cabello, la camiseta le apretaba ligeramente los bíceps.
—Hola Mads. Lo siento, mi mamá vino a decirme algo. ¿Cómo estás? —preguntó con total naturalidad, en cambio, yo era un manojo de nervios. Era muy guapo y además seguía avergonzada por lo que había hecho con su novela.
Tú eres arte. Yo no, pero tú... sí.
—Hola Valentin, bien, ¿y tú?
—Un poco agotado —dijo refregándose la cara con las manos—. Pero por algo bueno, Me la pasé la mayor parte del día escribiendo el siguiente capítulo. Hace meses que no lograba fluir tanto, creo que ya lo tengo casi listo...
—¿Me lo enviarás para que lo lea? —lo interrumpí torpemente.
—Sí, claro. Te envío lo que quieras. —Carraspeó y luego se quedó mirándome un momento—. Oye se te ven muy bonitas las trenzas —soltó como si nada. No alcancé a decir ninguna palabra porque siguió hablando—: Yo quería hacer esto para dejar algunos puntos claros sobre... sobre nuestra relación laboral.
Me crucé de brazos.
—¿Qué puntos claros exactamente?
—¿Tienes novio, Mads? —preguntó, dejándome con el corazón en la mano. Me quedé un segundo con la boca abierta.
—No, no tengo novio. Yo...
—Yo sí —dijo como si quisiese dejarlo muy claro.
Lo entendí de inmediato. Sus reglas tenían que ver con que yo no me enamorara de él.
Maldíto egocentrico.
Estaba muy dispuesta a no hacerlo. A ver, había roto con mi novio de cinco años hacia tan solo unos días. Yo quería todavía Santiago, la atracción que sentía por Valentin... era otra cosa.
—¿Tú novia qué dice de esto?
—Oh... todo bien. Ella es asombrosa. —Se sacudió el cabello nuevamente, mientras me miraba fijamente a los ojos —o al menos así lo sentía yo—. Bueno... sobre nosotros... vamos a pasar bastante tiempo juntos. —Se tomó unos segundos, creí que se encontraba nervioso aunque su expresión facial parecía la de alguien relajada y cómoda con la situación.
—¿Qué quieres decir exactamente? —quise saber, reprimiendo mi risa nerviosa.
—Quiero que seamos amigos —murmuró, como si nos estuviese sentenciando a algo. Asentí con la cabeza, estaba de acuerdo con eso. Y luego agregó—: y nada más. No quiero ningún tipo de confusión entre nosotros y quiero que sea todo lo más profesional posible.
—Sí, está perfecto. En otras palabras me estás diciendo que no me enamore de ti.
Ay, Maddie. ¿por qué te expones así?
Valentin tragó saliva.
—Si hay algún tipo de confusión esto no resultará —dijo con voz bajita. Y por primera vez noté cierta tensión en su cara.
Quería golpearlo, ¿por qué me trataba como si fuese una chica babeando por él?
—Te digo de inmediato que no hay opción de que me enamore de ti.
Porque ya me di cuenta de que eres un idiota que crees que todas te persiguen.
—Bueno pero...
Menee la cabeza.
—¿Crees que podría haber algún tipo de confusión? —pregunté, como si yo no me la creyese—. Valentin...yo vengo saliendo de una relación muy larga. No estoy dispuesta a confundirme con nadie —agregué con una risita, con la intención de bajarle la tensión al momento.
Valentin se reclinó en la silla y se quedó observándome con una sonrisa de autosuficiencia. Alzó una ceja cuando terminé de hablar.
No me mires así.
—¿Terminaste de hablar? —preguntó burlescamente.
—Sí.
—Sí, lo creo —dijo, cortándome todas las intenciones de bajarle el perfil al asunto. Tragué saliva.
—¿Qué crees?
—Que sí puede haber confusiones —replicó con obviedad, dejándome sin aire. Estaba a punto de decirle que el mundo no giraba al rededor de él, cuando siguió hablando—: por supuesto que sí. Eres guapa, entretenida, sabes escribir —lo que me atrae mucho—, y no sé... creo que nos llevaremos bien.
No solo hablaba de que yo me podía confundir... sino que él también.
—Yo...
—Pero yo nunca dejaría a Fai. —Se rascó la frente y me sonrió—. Lo que quiero decir... en verdad me estoy dando muchas vueltas —gruñó de forma adorable—. Es que si alguno de los dos se siente atraído por el otro, entonces tendremos que buscar una manera de trabajar para que eso no se interponga en nosotros. Eso quería decir.
Alcé una ceja, no podía permitir que me viese debilitada por sus palabras.
—¿Te diste todas estas vueltas para eso? —Solté una carcajada, aún con mi respiración inconstante y probablemente sonrojada a más no poder—. Valentin, no arruinaría esto por un chico, y nunca...nunca estaría con alguien que tiene novia. No me lo permito, ni siquiera para confundirme o algo así. —Solté el aire—. Así que empecemos... quiero que me cuentes toda tu idea para el libro.
Me cerró un ojo, y esbozó una sonrisa coqueta mientras se mordía el labio inferior.
Dios.
Estaba muy segura que su intención no era lucir así de atractivo, pero es que él simplemente era así. Ya me había dado cuenta. La forma en cómo se movía, expresaba, sonreía; irradiaban sensualidad.
—Te lo voy a contar todo, y luego... hablaremos del amor —dijo como si nada, encogiéndose de hombros. Al ver mi expresión de sorpresa, dijo—: Te lo dije, será difícil no confundirse. —Y como si no fuese suficiente, continuó—: hay otro pequeño detalle: este libro está catalogado para mayores de dieciocho.
¿Qué?
—¿Mayores de dieciocho? —pregunté, tratando de entender a qué se refería. Hasta que lo comprendí. Oculté mi cara entre mis manos queriendo desaparecer del planeta. Entendí también por qué para él era un tema eso de confundirse. Íbamos a pasar quizás cuando tiempo juntos, hablando del amor...y escribiendo sobre sexo.
La saliva se me fue por el lugar equivocado y los ojos se me llegaron a poner llorosos del intento de contener mi ataque de tos.
Hola dios... me equivoqué.
Ya aprendí a no meterme en cosas ajenas. ¿Podrías retrocederme algunas semanas atrás?
—¿Qué? ¿te complica? —preguntó casi susurrando.
—No, es solo que me sorprende —respondí. Tomé aire profundamente—. Está bien. Entonces discutamos el libro. Y cuando lea el capítulo que has escrito... yo comenzaré a escribir el siguiente —murmuré bajito. Mi mente estaba funcionando a mil por hora tratando de descifrar cómo iba a escribir esas escenas que nunca había escrito.
Rayos.
—Supongo que no te molesta hablar de esas cosas conmigo —dijo con una sonrisa de boca cerrada. Se puso de pie—. Te llamo en cinco minutos, iré a buscar algo para comer porque esto será largo. ¿Está bien?
—Haré lo mismo —respondí. Bajé la pantalla de la computadora y dejé mi cabeza sobre el escritorio.
Señoras y señores, esas eran condiciones extremas de trabajo: ambiente tóxico en sensualidad, palabras calientes, y chico bonito.
Y seamos sinceros. Es difícil ser inmune a él o a un chico guapo en instancias como esas. De repente no me sentí tan valiente ni tan segura de que él no me llegaría a gustar más allá de la obvia atracción que sentía por su belleza.
Ay Maddie, esto parece ser el primer paso para que los trozos de tu corazón roto, se rompan en partes más pequeñas.
Sentí un ruido a mis espaldas y me giré asustada, Ari estaba sentada en mi cama con la boca y los ojos abiertos.
—¿Cuánto rato llevas allí?
—Lo suficiente para saber que escribirás de amor y sexo con Valentin. —Se puso de pie y soltó una carcajada—. ¡La vida te tragó y te escupió en un libro juvenil!
Suspiré ampliamente, sintiéndome derrotada antes de entrar a la batalla.
—Solo lo encuentro atractivo.
—Sí, ahora. Pero... ¿y en meses?
—Tú sabes que dejé mi bolita de cristal en la casa de mis padres. Ya no soy capaz de ver el futuro.
Me lanzó un cojín y justo me llegó un mensaje.
Santilove: Te quiero ver...
Subí la mirada y Ari pareció leer el mensaje aunque estuviese lejos de mí.
—Creo que ya sé qué debo hacer. —Ari entornó los ojos.
—Oh, no. No lo harás. Prefiero que te embarques en una nueva aventura con el chico bonito con novia, al idiota que no sabe si tiene de novia a un celular o a ti.
Rodé los ojos y le devolví el cojín que cayó en su cara.
—Voy a estar sola, necesito aprender a valerme por mí misma. Yo puedo.
—Oye, ¿y qué fue de Edward? ¿te consigo su número... o su nombre? —preguntó, haciendo caso omiso de mis palabras.
___
Oh, my god.
¿Así que van a escribir un libro juntos?
Creo que estará difícil eso de confundirse...
¿Qué opinan? ¿Qué quieren que suceda en el siguiente jijiij?
Se viene el resto de la video llamada jiiji
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