34. ¿Es esa tu elección?




Uffff...

No suelo tener estos pensamientos, pero... ¿podría alguien desaparecer a Fabiana?

—Me voy —murmuré. Me llevé la mano a la garganta, sentía un leve ardor. Valentín sacudió la cabeza.

—No, Mads. No te vayas. —Se dirigió a Fabiana y la cogió por el brazo—. ¿Sigues amenazando con lo mismo? ¿Y tú quieres que yo no te hable nunca más? —Comenzó a caminar con ella hacia la puerta—. Tú y yo no estamos juntos. Si quieres... podemos ser amigos, pero nada más.

Fabiana ladeó su cabeza hacia mí y se zafó del brazo de Valentín.

—¿Sabes cuántos años estuve con él? —Suspiró profundamente con la mirada en el techo, aguantando las lágrimas—. No estoy diciendo que es tu culpa, es la culpa de Valentín, lo sé. —Quería llorar, pero no iba a dar otro show. Con Fabiana llorando era suficiente. Tenía que huir de allí porque sentía que ya no podía aguantar más—. Ustedes me hicieron esto, y gracias a que decidieron seguir adelante con algo que no correspondía... entonces yo también haré algo que no corresponde. ¿O eso es para ti no más, Valentín?

—No es...

—Así que se sorprenden y creen que soy lo peor por hacer esto, pero tú me engañaste con ella... —dijo señalándome—. ¿En serio soy la mala de esta historia?

La quedé mirando y sentí el dolor en sus ojos. Me dio pena que yo en parte era la causante... estaba dolida. Y la vi capaz de todo, de destruirme a mí y a Valentín. Comprendí que ella del tipo: caigo yo, caemos todos.

—Has lo que quieras. Lo que tú hagas... es lo que eres. Si quieres hacerme a mí la vida imposible porque tú novio te dejó... yo no te voy a detener. No puedo dejar mi vida a elecciones que tú me des, así no es como funciona —logré decir, me salió más frio de lo que quería, pero era la única forma de decirlo sin llorar.

Porque sí, yo soy de esas chicas que lloran cuando se enojan.

Al ver mi cara, Valentín puso una expresión de lástima. Fabiana chasqueó la lengua y alzó una ceja de un modo despectivo.

—Vamos, Fabiana. No hagas esto, te lo pido por todos los años. Somos amigos... ella no tiene nada que ver.

¿Por qué tengo que estar en esta posición? No es justo.

Estoy enamorada de ti, Valentín. Pero no voy a arriesgar mi futuro ni mi vida por ti.

Yo me voy —dije, pasando por el lado de ellos hacia la puerta.

—Mads, espera...

—Entonces escoges tu libro —murmuró ella. Me detuve de espaldas. Y tomé una respiración profunda para no perder los estribos.

—Te dije que no voy a escoger porque tú me lo digas. A penas sé quien eres. —Me giré y la enfrenté—. Dame mil opciones si quieres, pero tú... no dominas ningún aspecto de mi vida.

—Eso crees tú.

—Ya, para. —Valentín resopló enfurecido. Nunca lo había visto con esa expresión—. Vete ahora, y Fabiana... olvídate de mí. Me aburriste. No más... no más. No sé qué te pasó. Pero tú... no eres la misma; y la verdad es que no quiero saber más de ti. Me tienes aburrido. Me equivoqué, sí. Lo admito. ¿Soy una mierda? Sí, también lo creo. Has lo que quieras conmigo, no con Mads.

Ella dio un respingo y tragó saliva, sin dejar de mirarlo fijamente a los ojos. Estaba a punto de asesinarlo de una pura mirada, menos mal que eso no es posible.

—Muy bien —dijo, cogiendo su celular.

Quise lanzarme arriba de ella o quizás agarrarla del cabello y arrastrarla por el departamento. Pero pensé que eso era lo que quería: tener material para publicar sobre mí. Me imaginé el desastre que quedaría si decía que la había golpeado. Aun así, la decisión de no tirarla por la ventana, me tomó más tiempo del debido.

No dije ninguna palabra más y me dirigí hacia la puerta nuevamente. Me sentía cada vez peor.

—Maddie —dijo fuerte, no me giré y seguí caminando—. Maddie voy a publicar algo tuyo. Date vuelta. —Quería salir corriendo, que subiera lo que quisiera, pero mi valentía iba y venía; y en un segundo vi todo lo que habíamos logrado con Valentín, en la basura. Me giré apretando la mandíbula con fuerza. Valentín se veía desdichado.

—Así me gusta, que obediente que eres, ¿eso es lo que te gustó de ella? Entrometida y obediente —rio, burlándose.

En ese momento me di cuenta de dos cosas: primero, que ni yo ni Valentín teníamos siquiera un porcentaje de instinto asesino, porque allí habría salido a flote de inmediato; segundo, que si bien sentía que me encontraba hasta el tope de sentimientos por Valentín, tampoco podía decir que estaba perdiendo al amor de mi vida. Nuestra relación se basaba en nuestro libro y los momentos prohibidos que habíamos vivido juntos... ¿y si libres no nos gustábamos tanto? No lo sabía. ¿Podía arriesgar mi carrera por algo que no sabía con seguridad?

—Fabiana —comencé a decir, sintiéndome pésimo e incluso un poco mareada—. Yo estoy con Félix. Estoy... estoy enamorada de Félix —mentí—. Sí... es verdad que me confundí con Valentín, pero no estaría con su amigo si todavía sintiera cosas por él. —Me atreví a mirarlo. Parecía que todas las emociones lo habían abandonado. ¿Me miraba con odio? ¿desprecio? ¿me creía realmente mis palabras? ¿así de fácil, Valentín?

—¿Lo ves ya? No estoy contigo —le dijo a Fabiana, cansado—. Y tampoco estoy con ella. Ella está con Félix.

—Bien —respondió Fabiana, guardó su celular en su bolsillo de igual forma como si fuese un arma que estuvo dispuesta a disparar.

Apenas crucé la puerta, comencé a llorar. Valentín salió detrás de mí y me cortó el paso.

—Lo siento —susurró—. Y quiero dejar de decir lo siento... pero ya no sé qué hacer.

Menee la cabeza, no podía hablar. Él me abrazó, pero me aparté porque Fabiana nos podía ver. Ese pensamiento me sacó más de quicio.

—Me duele mucho la garganta, déjame ir. —Ni yo supe si decía eso por el momento... o para siempre. Mi celular vibró en mi mano y temí que Fabiana hubiese subido algo.

Ally: Chicos no puedo esperar mucho más el capítulo.

Ally: ¡Ah! y... finalmente el viaje será el viernes no el sábado. Me costó encontrar pasajes.

Lo que faltaba.

—Lo terminaré yo...—murmuró, poniendo un mechón de cabello tras mi oreja. Negué con la cabeza.

—Ven a mi departamento en un rato —musité.

—Vamos ahora... solo tengo que buscar...

—No —pedí—. Quiero estar sola aunque sea unos minutos.

Cuando llegué al departamento me encontré con Ari comiéndose un pote gigante de helado mientras veía una película romántica.

—Odio a los hombres —dijo, apenas me vio. Me dejé caer junto a ella y le quité el helado.

—Yo también. —Se giró sorprendida—, ¿pasó algo con el muñeco?

—No... es Valentín. —Resopló e hizo una mueca.

—¿Por qué te gusta el que no se puede? —Me acurruqué y le conté todo lo sucedido, incluyendo que él no estaba con Fabiana y que era loca. Cuando terminé de hablar, me di cuenta de que me había comido todo el helado.

—Perdón. Te compraré otro.

—Esa perra... la voy a matar —murmuró, entornando los ojos—. Y se veía tan... simpática. Si la veo, no la voy a dejar capaz de hacer otra de sus rutinas de ejercicios en un largo tiempo —gruñó. Me reí.

—Tiene el corazón roto...

—No la justifiques. Yo igual lo tengo roto, no por eso ando de loca por el mundo. —Me palmeó la cabeza—. ¿Y Félix?

—Es un amor —resoplé, y eché mi cabeza hacia atrás—. Creo que somos la vía de escape del otro para enfrentarnos a esto que se llama vida y al amor no correspondido.

Ari bufó.

—¿Y...?

Solté una risita.

—No... no ha pasado nada desde que nos interrumpiste, gracias. Oye... —dije, con el ceño fruncido—. No me dejes más sola.

—Sí, perdón... necesitaba cambiar de aire. Sabía que Javier no me iba a enviar ni siquiera un mensaje. No quería esperar a que golpeara la puerta —musitó, con la cabeza gacha.

—¿No te dijo nada más? —Rodé los ojos—. Clásico de esa familia. Después va a venir llorando, créeme. Y será cuando estés mucho mejor, con esa bacteria superada. —Su celular comenzó a repiquetear escandalosamente—, ¿ya volviste a bajar la aplicación para conocer chicos?

Me quedó mirando con los ojos muy abiertos.

—¿Tú crees que yo pierdo el tiempo? —respondió riendo—. Sí, corazón roto y todo, pero no voy a andar llorando ni pensando en lo miserable de mi vida. —Se levantó de un salto—. Me iré a poner bonita que ya tengo una cita. —Entorné los ojos y le lancé un cojín.

Media hora más tarde, Valentín llegó. Se había duchado, tenía el cabello húmedo, olía exquisito, y llevaba otra ropa. Más deportiva... nunca lo había visto así, y me pareció que se veía increíblemente sexy.

—Manos a la obra —murmuré. Abrió la boca con todas las intenciones de hablar del tema por la cara que puso—. No, no. Primero el capítulo... Ally me ha mandado como diez mensajes. Sonrió con los labios cerrados y asintió.

Nos acomodamos en el sofá y Valentín se dispuso a leerme lo que llevábamos escrito.

—Las clases de cocina en la empresa han ido mejor de lo esperado. He incluso los empleados han solicitado que se hagan por dos semanas extras. Eso significaría tener a Phoebe más tiempo alrededor de mí. Después del beso que nos dimos las cosas se pusieron más incómodas, pero eso no significo que me arrepentí. Es más, no podía sacármela de la cabeza. Nunca me lo esperé, y al besarla me di cuenta de los sentimientos que había mantenido ocultos. ¿Acaso llevaba enamorado de Phoebe desde siempre? —leyó Valentín en voz alta. Me miró con las cejas alzadas.

—Mmm... que Phoebe se quede preparando el menú del día siguiente en la cocina de la empresa. Es tarde y está cansada pero no quiere irse al hotel. Su novio con suerte la ha llamado, y siente que Daniel está más lejos que cuando vivían en ciudades distintas. Parece que él la evita. —Me encogí de hombros—, ¿agregamos eso?

Valentín me escuchó atentamente. Se veía cansado y tenía ganas de abrazarlo. Me cerró un ojo y comenzó a escribir.

—Se me hizo tarde revisando los contratos, y tampoco me apetecía llegar a la casa. Sara llevaba varios días haciéndome escenas de celos por Phoebe. Lo que al principio no le había importado, de repente era un gran problema. Sobre todo cuando vio a Phoebe en mi oficina. Apagué la computadora y apoyé mi cabeza en mis manos. Mis ojos ardían. De pronto escuché unos pasos fuera de mi oficina, levanté la vista, pensé que estaban limpiando, pero era Phoebe a punto de tocar mi puerta. —Valentín ladeó su cara hacia mí—. Hasta ahí llegué.

—Mmm....Dame la computadora. —Me la entregó y comencé a escribir sin parar. Cuando el capítulo estaba listo y me sentí conforme con lo escrito, lo miré. Valentín se había quedado dormido. Se veía hermoso. Tuve ganas de apoyar mi cabeza en su pecho y que me dijera que todo iba a estar bien, también tenía ganas de leerle en voz altas frases de amor que solo decía en mi mente—. Valentín —susurré. Giró la cabeza y abrió los ojos con dificultad.

—Oh, soy pésimo compañero de trabajo. —Se refregó las manos en la cara.

—Cuando no me miras avanzo más rápido —reí—. Lo terminé, revísalo.

—¿De verdad? ¿cuánto me quedé dormido?

—Como una hora, creo. —Le entregué la computadora, y le costó unos segundos despertar. Soñoliento, comenzó a leer el capítulo, cuando terminó de hacerlo levantó la mirada y me sonrió. Se veía tan guapo, que era difícil controlar las ganas de tocarlo.

—Eres asombrosa —dijo con toda seguridad. Abrí la boca para decirle que era exagerado, pero alzó la mano para que no hablara y comenzó a leer parte de lo que escribí con una emoción que me erizó la piel—: Comencé a caminar tras Phoebe, como si ella fuese la dueña del lugar y yo no supiese donde estaba parado. Embelesado, extasiado e incluso emocionado. No había ninguna pizca de culpabilidad o remordimiento, porque sentí que todo lo que sucedió hasta ese instante me llevó a ese instante. Llevaba el cabello amarrado en un tomate, y mi mirada estaba perdida en su cuello desnudo.

  Bajamos por el ascensor sin decir ninguna palabra, porque si decía algo era que debía irme, así que no me atreví. Entramos a la cocina, especialmente adaptada para ella... y las clases. La vista de Nueva York desde allí era impresionante, y entendí por qué me había dicho que le costaba irse al hotel. Al frío hotel. —Valentín apretó sus labios entre sí, y me miró nuevamente. Me sentí avergonzada de inmediato y ladeé la cabeza reprimiendo la risa.

—¿Te gustó?

—Mads... ¿podrías leer el último párrafo? Quiero escucharte —dijo, acercándose más a mí. Fijó sus ojos en los míos y sin dejar de hacerlo me entregó la computadora.

—Me da vergüenza —confesé, ocultando mi cara tras la computadora. Valentín estiró el brazo y me obligó a bajarla. No me creía—. Es verdad.

—Por favor —pidió.

Solté una carcajada y a regañadientes comencé a leer.

—No me había atrevido a mirar a Phoebe cuando daba sus clases, como si hacerlo, me hubiese sentenciado de forma definitiva a caer rendido a sus pies. Pero ya no tenía opciones... si la seguía a la cocina. Cada uno de sus movimientos era suave, rítmico y perfecto. Picar, cortar, ordenar, cocinar... servir. Dejó un plato de pasta frente a mis ojos y terminó con una hoja de albahaca en el centro. No dejé de mirarla ningún segundo. Y lo que pasó por mi mente lo terminé diciendo en voz alta. —Me quedé en silencio y sonreí. Valentín meneó las cejas.

—¿Por qué te fuiste, Phoebe? ¿Por qué te fuiste? —continuó Valentín, con cierto dramático que me causó gracia—. Complementaste perfecto lo que yo había escrito —replicó. Cogió la computadora—. Me siento inspirado. Voy a comenzar a escribir el siguiente.

—Soy todo oídos. Ahora narrado por Phoebe.

—No sabía qué responder a su pregunta. Me había ido por él, pero no me atrevía a decirlo en voz alta, ni menos a él. No sé si lo notaba, pero mis manos temblaron en todo momento a pesar de lo cómoda que me sentía. Abrió una botella de vino y nos sirvió a ambos. —Valentín subió la mirada, como si quisiese comprobar que lo escuchaba.

Dios, esto es demasiada emoción. Yo también... también tiemblo como Phoebe y no sé si él se ha dado cuenta de lo nerviosa que me tiene.

—Vino. Muy buena elección la de Daniel —comenté.

Valentín entrecerró los ojos y comenzó a teclear nuevamente.

—Sentí una gota de sudor bajar por mi espalda, provocado por el calor de la cocina y por el calor que él me provocaba. Me propuse comer rápido y terminar la cita que estábamos teniendo porque no correspondía. —Valentín hizo una pausa. Tragué saliva, y sentí mi corazón palpitando fuertemente contra mi pecho. Con tanta furia que me desesperaba. Se puso de pie con la computadora entre sus manos y yo me recosté en el sofá. Siguió leyendo en voz alta y yo me comencé a preguntar seriamente qué estaba haciendo con mi vida—. Daniel me quedó mirando fijamente sin decir ninguna palabra y yo tampoco sabía qué decir. Esa misma noche habíamos alcanzado un grado de intimidad profundo, a pesar de que fuimos mejores amigos mucho tiempo, nunca había sentido el aire cargado de nuestro alrededor, cargado con nada más ni nada menos que el deseo. —Valentín hizo silencio y me quedó mirando.

El aire cargado con deseo.

Dios, ayuda.

¿Está el aire cargado de deseo?

¿Me estoy volviendo loca?

Tragué saliva notoriamente.

—Muy intenso —dije, finalmente. Eso sentía. Mucha intensidad. Rayos, no sabía si lo que me tenía tan extasiada era lo que contenía el escrito de Valentín, o que eso lo hubiese escrito él mismo... y que luego me lo leyera.

No sé, era todo un conjunto de factores que me tenían al borde de la locura.

—¿Intenso? ¿Es lo único que tienes para decir? —Dejó la computadora en la mesita. Se veía precioso desde donde estaba yo. Bueno, siendo sincera ese chico era bello desde cualquier ángulo. Alzó una ceja.

—¿Qué?

—¿Qué de qué?

Solté una risita.

—Está perfecto, ¿qué quieres que te diga? y... ¿Qué sigue?

—Dímelo tú. —Estiró la mano para que me pusiera de pie. No sabría cómo explicar la forma en que mis extremidades vibraban y me hormigueaban. Además del obvio caos en mi mente.

¿Me pongo de pie?

¿No me pongo de pie?

Decidí no coger su mano.

—Que Phoebe le diga que debe volver a su casa —respondí. Valentín se metió la mano en el bolsillo y resopló.

—Está bien. Voy a escribir eso. ¿Y por qué?

—Porque... su vida está allá y en Nueva York no está logrando nada más que un posible corazón roto —repliqué con obviedad.

—¿Crees que Daniel le terminará rompiendo el corazón?

—Sí.

—¿Crees que yo te voy a romper el corazón? —preguntó, contra todo pronóstico. Valentín sonrió y se mordió el labio inferior.

¿Qué quieres de mí?

—No lo sé. Creo que lo hiciste un poco cuando decidiste correr tras Fabiana después de tu cumpleaños... y que luego no dijeras nada.

Valentín emitió un gruñido de estrés.

—Ahhhhhhhh, ¿quieres que muera aquí mismo, Mads? —peguntó, fingiendo enojo. Me salió una carcajada.

—No juegues conmigo —murmuré.

—¿Yo? ¿jugando? Me encantaría jugar contigo, pero no de esa forma...—replicó como si nada. De inmediato sentí el hormigueo concentrándose en mi vientre. Tragué saliva y él notó lo nerviosa que me puse.

—¿Cómo te gustaría jugar? —pregunté, con todas las alarmas de lo incorrecto encendidas.

Abrió la boca un poco y se humedeció los labios.

—A besarte hasta que te aburras de mí.

Sentí el impulso de decirle que se subiera conmigo al sofá, sin embargo, no me atreví. Y nos quedamos mirando fijamente, comiéndonos con la mirada.

—No podemos...

—¿Por Fabiana? o... ¿por Félix?

—No quiero que se arruine lo que hemos logrado. —Mi celular comenzó a sonar y decidí ignorarlo.

Asintió con la cabeza. Se sentó en el sofá y se recostó junto a mí, con su cara a escasos centímetros de la mía. Acarició mi nariz con la de él de forma excitante. Sentía su respiración, su calor, su olor. Todo de él. Todo eso me encantaba. Pasó una mano por sobre mi cintura. Tuve que inspirar profundamente, eso hizo que él sonriera.

—Quiero tocarte, Mads —susurró—. Y quiero más que eso... quiero estar contigo. —Su manó comenzó a deslizarse por mi espalda hacia mi nuca. Mi celular empezó a sonar nuevamente. No me podía concentrar en Valentín, si el celular seguía sonando. Me incorporé y me estiré por sobre su cuerpo para alcanzar el teléfono en la mesita. Era Ari.

—¿¡Por qué no me contestas?! —preguntó, acelerada—. Te he llamado como quince ve...

—¿Qué pasa? No me di cuenta...

—Hicieron un Instagram... ha comenzado a seguir a casi todas las cuentas de la aplicación donde ustedes suben sus libros... y dice que van a revelar quién eres realmente tú.

—Te hablo después. —Corté la llamada y revisé mi Instagram. Estaba que explotaba de mensajes. Me demoré un segundo en encontrar la página. Solo había una foto mía con Valentín, más cercanos de lo debido... tomada en... ¿la fiesta de Ari? Se la mostré.

—¿Y eso? —Cogió el celular y analizó la publicación—, ¿Félix? —preguntó, más para él que para mí.

—¿Qué estás diciendo?

—Que él es amigo de Fab... —Alzó la mirada, y se asustó con mi expresión—. No sé...

—No es Félix, él no haría eso. Tiene que haber sido Javier —contesté algo desconcertada de que él pensara en Félix. Se encogió de hombros.

—Ven a mí —pidió, estirando el brazo. Me acosté junto a él, pero de espaldas. Me abrazo y pegó su cara a mi cuello. No pude evitar que las lágrimas salieran, además la garganta me dolía mucho. Me sentía pésimo.

—No voy a arruinar nuestro libro —murmuré. Sentí su respiración caliente en mi cuello. Cada vello de mi cuerpo se erizó.

—¿Esa es tu elección?

—No empieces como Fabiana. Yo no tendría por qué elegir —respondí apenas.

Mi celular vibró sobre la mesita. Valentín intentó impedir que lo cogiera, como si supiese qué era. No quería que me soltara; y por algunos minutos nos quedamos en silencio, él apretándome cada vez más hacia él, y yo... tratando de absorber ese momento lo más posible.

Valentín me besó la espalda.

No... esto no puede seguir por ahora.

Alguien golpeó la puerta. Me puse de pie contra mi voluntad y pensé que si era Fabiana entonces le iba a pegar un puñetazo en la cara. Leí el mensaje camino a abrir.

Fabiana: Si Valentín no sale de tu departamento en diez minutos, entonces voy a arruinar la feria del libro. No le digas nada.

Me dolió el corazón.

No puedo con esto hoy.

Abrí, sintiéndome miserable. Era Félix.

—Hola, preciosa. ¿Te pasa algo? —preguntó, llevando mi mano a la frente—. Tienes fiebre, Maddie.

—Me duele un poquito la garganta y la cabeza. Me siento... mal.

—Bueno, estás de suerte porque llegó tu enfermero favorito —dijo, meneando las cejas. Me causó gracia. Valentín se acercó a su amigo y se saludaron de la mano—. ¿Ya terminaron?

—Sí...—comenzó a decir Valentín, sin saber qué hacer. Ya no teníamos nada pendiente... no tenía ninguna razón para quedarse. Me miró para que yo tomara la decisión, y a pesar de que no podía haber repetido más que no tenía por qué tomar una, allí ya lo estaba haciendo.

No puedo arriesgar nuestra feria.

—Nos vemos el viernes —murmuré. El viernes nos íbamos con Ally a la feria. Quedaban seis días. No quería que nada arruinara ese viaje, porque allí nos iba a conocer mucha más gente. Me convencí de que si lográbamos que nos fuera excelente, entonces Fabiana podía lanzar una bomba, hacer explotar todo... y no importaría.

—Nos vemos el viernes —dijo, notablemente ofendido.

_____

¿Uffff se siente en el aire toda esa atracción?

Como que Félix llegó cof... justito cof....

Se nos enfermó Mads, que pena que tiene un enfermero personal... ¿cuánto tiempo la cuidará?

¿Qué les pareció el capítulo? ¿Qué quieren que pase en el siguiente?

#TeamValentín

#TeamFélix

Graciaaaas por su apoyooo. Muchos besitooos y espero que estén bien. Muakkk

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